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JUAN 8, 51-59

Amigos, hoy Jesús se refiere a sí mismo como «Yo Soy», el nombre que Dios reveló a Moisés. Reflexionemos entonces sobre este episodio del Éxodo. Mientras cuidaba ovejas en una región montañosa, Moisés ve algo extraño. Un Ángel del Señor se le aparece entre las llamas, ardiendo en un arbusto. Dios lo ve y lo llama por su nombre: «¡Moisés, Moisés! Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob». Este es un Dios muy familiar, uno que conoce los antepasados de Moisés.

 

 

Moisés se atreve a preguntar, «cuando me pregunten cuál es su nombre, ¿qué les voy a responder?». Dios dijo a Moisés: «Mi nombre es Yo-soy». ¿Qué significa eso? Dios está diciendo, en esencia, «No puedo ser definido, descripto o delimitado. No soy un ser, sino más bien el puro acto de ser en sí mismo».

«Esto les dirás a los israelitas: ‘Yo-soy me envía a ustedes’». El puro acto de ser en sí mismo no se puede evitar, y no se puede controlar. Solo podemos someternos a él en la fe. ¡Qué impactados y extrañados deben haberse sentido los que oían a Jesús cuando Él tomó este nombre para sí mismo!

La alegría de la fe, la alegría del Evangelio es el criterio para ver la fe de una persona: sin alegría esa persona no es un verdadero creyente. Volvamos a casa, pero antes celebremos aquí con estas palabras de Jesús: Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría». Y pidió «al Señor la gracia de ser exultante en la esperanza, la gracia de poder ver el día de Jesús cuando nos encontremos con Él y la gracia de la alegría. (Homilía de Santa Marta, 26 de marzo de 2015)

Poderoso y Simple: ¿Cómo recibo el regalo del sacrificio de Jesús?

Jesús vino a darse como un sacrificio para todas las naciones. Para que pudiéramos encontrar a Dios. Este mensaje fue anunciado al principio de la historia humana, escrito con una firma divina en el sacrificio de Abraham y en el sacrificio de la Pascua, con más detalles predichos en varias profecías en el Antiguo Testamento. Entonces, ¿Por qué su muerte fue tan relevante que merecía tanta importancia? Eso es una pregunta digna de consideración.

La Biblia declara algo parecido a una ley cuando indica:

“Porque la paga del pecado es muerte…”

Romanos 6:23 RVR 1995

“Muerte” literalmente significa “separación”. Cuando nuestra alma se separa de nuestro cuerpo morimos físicamente. De manera similar estamos separados de Dios espiritualmente. Esto es verdad, porque Dios es Santo (sin pecado), mientras que nosotros nos hemos corrompido desde nuestra creación original y entonces pecamos.

 

 

Estamos separados de Dios a causa de nuestros pecados como un abismo entre dos precipicios.

Esto se puede visualizar en esta ilustración donde estamos en un precipicio y Dios en otro y nos separa este abismo sin fondo. Como una rama que ha sido cortada de un árbol y está muerta.

Del mismo modo, nos hemos separado de Dios y estamos muertos espiritualmente.

Esta separación provoca culpabilidad y miedo. Entonces por naturaleza intentamos construir puentes intentando cruzar de nuestro lado (de la muerte) al lado de Dios. Hacemos esto de muchas maneras, como ir a la iglesia, al templo o a la mezquita, siendo religiosos, buenos, serviciales, meditando, intentando ser más amables, rogando más, etc. Esta lista de hechos para ganar mérito puede ser muy larga para algunos de nosotros, y el vivirlos día a día puede ser muy complicado. Esto se ilustra en la siguiente figura.

 

 

Los buenos esfuerzos, por útiles que puedan llegar a ser, no pueden hacer un puente entre nosotros y Dios

El problema es que nuestros esfuerzos, méritos, sacrificios y prácticas místicas, etc., aunque en sí mismos no son malos, son insuficientes porque el pago requerido (“el salario”) por nuestros pecados es la “muerte”. Nuestros esfuerzos son como un “puente” que trata de cruzar la división que nos separa de Dios, pero finalmente no puede atravesar el abismo. Esto es porque, aunque los esfuerzos religiosos o morales no son malos, no pueden resolver nuestro problema fundamental. Es como intentar curar el cáncer (que da lugar a muerte) comiendo vegetales. Comer vegetales no es malo, pero no puede curar el cáncer. Para eso se necesita un tratamiento completamente diferente.

Esta ley (llamada bíblicamente “ley del pecado”), es hasta ahora mala noticia, es así de malo que incluso no deseamos escucharla y a menudo llenamos nuestras vidas de actividades con la esperanza que esta ley desaparezca. Pero, así como las curas para el cáncer llegan a ser significativas para nosotros cuando se asimila que el diagnóstico que realmente tenemos escáncer, así la Biblia acentúa esta ley del pecado y de la muerte para despertar nuestro interés en una cura que sea simple pero poderosa.

“Porque la paga del pecado es muerte, pero…“

Romanos 6:23

La pequeña palabra “pero” muestra que la dirección del mensaje va a revertirse, hacia las buenas noticias del evangelio; la cura. Así, Dios nos muestra su bondad y su amor a través de su palabra.

“Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro.”

RVR 1995

La buena noticia del evangelio es que el sacrificio de muerte de Jesús es suficiente para tender un puente sobre esta separación entre nosotros y Dios. Sabemos esto porque tres días después de su muerte en la cruz, Jesús resucitó corporalmente; volviendo a la vida en una resurrección física. El hecho es que Jesús ya pagó nuestros pecados con su muerte y su resurrección es evidencia del regalo de la vida eterna que tenemos por medio de él.

Jesús era un ser humano que vivió una vida sin pecado. Por lo tanto, él puede “tocar” el lado humano y el lado de Dios y atravesar el abismo que separa a Dios del ser humano. Él es el puente a la vida como se puede ilustrar a continuación:

 

 

Jesús es el puente que atraviesa el abismo entre el Dios y el hombre.

Note como este sacrificio de Jesús se nos da a nosotros. Se ofrece como un… “regalo”. Piense en los regalos. No importa cuál sea el regalo, si es realmente un regalo, es algo que usted no lo trabajó y tampoco lo ganó por mérito. ¡Si usted hubiera trabajado para ganar el regalo no sería más un regalo! De la misma manera usted no puede merecer o ganar el sacrificio de Jesús. Simplemente se le da a usted como un regalo.

¿Y cuál es el regalo? Es la “vida eterna”. Eso significa que el pecado que nos trajo a usted y a mí a la muerte ya está cancelado. El sacrificio de Jesús es un puente que usted puede cruzar para conectar con Dios y recibir la vida, que dura para siempre. Este regalo es dado por Jesús quien, levantándose de los muertos, demuestra que es “Señor”. Esto demuestra que él es grande y poderoso.

¿Entonces como usted y yo podemos “cruzar” este Puente de la Vida que se nos ofrece a nosotros? Una vez más piense en los regalos. Si alguien viene y le da un regalo es algo que usted no trabajó. Pero para conseguir los beneficios del regalo se debe “recibir”. Siempre que se ofrece un regalo hay dos alternativas. Se rechaza el regalo (“No gracias”) o se recibe (“Gracias por su regalo. Lo tomaré”). Así también este regalo ofrecido se debe recibir, simplemente así. No puede ser simplemente aceptado mentalmente, estudiado o entendido. Está ilustrado en la siguiente figura donde “andamos” sobre el Puente volviéndonos hacia Dios y recibiendo el regalo que nos ofrece.

 

 

El sacrificio de Jesús es un Regalo que cada uno de nosotros debe elegir recibir. Entonces, ¿Cómo podemos recibir este regalo? La Biblia dice: “Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.”

Romanos 10:13 RVR 1960

Note que esta promesa es para “todos”. Desde que él resucitó de entre los muertos, Jesús vive ahora y él es “el Señor”. Entonces si usted le llama a él, le oirá y extenderá su regalo hacia usted. Necesita clamar a él y preguntarle, teniendo una conversación con él. Tal vez nunca ha hecho esto. Aquí hay una guía que puede ayudarle a tener esta conversación y orar con él. Esto no es un conjuro mágico. No son las palabras específicas que dan el poder. Es la confianza que tenía Abraham que tenemos en la capacidad de Dios y buena voluntad para darnos este regalo. Como confiamos en Dios, él nos oirá y responderá. El Evangelio es potente, aunque tan simple al mismo tiempo. Entonces siéntase libre seguir esta guía cuando hable en voz alta o en silencio en su espíritu hacia Jesús para recibir su regalo. Querido Señor Jesús. Entiendo que por los pecados que tengo en mi vida, estoy separado de Dios. Aunque puedo intentarlo con esfuerzos y sacrificios de mi parte no van a llenar el vacío de esta separación. Pero entiendo que tu muerte fue un sacrificio para lavar todos los pecados, incluso los míos. Creo que tu resucitaste entre los muertos después de tu sacrificio entonces yo puedo conocer que tu sacrificio fue suficiente. Clamo a ti, tú puedes limpiarme de mis pecados y acercarme a Dios para que pueda tener la vida eterna. No quiero vivir una vida esclavizada al pecado, entonces líbrame por favor del pecado. Gracias Señor Jesús, por hacer todo esto por mí y puedes ahora continuar guiándome en mi vida, para que pueda seguirte como mi Señor. Amén

Seré tu Dios y el de tus descendientes futuros

Los primeros cristianos que surgen del judaísmo profesan una gran veneración por Abrahán. San Pablo lo presenta como hombre de fe. Es decir, alguien que ha confiado en Dios, por encima de las evidencias… Que es capaz de aceptar el mandato de Dios de dejar, tierras, parentela, para convertirse en peregrino, beduino, pastor, no agricultor, en la no siempre fértil tierra de Canaán. Que está dispuesto, incluso, porque se lo pide Dios, a sacrificar a su único hijo, tan esperado y por tanto tiempo. Será propuesto como ejemplo por Pablo también para los que provienen de la gentilidad. Es “nuestro padre en la fe”. Es el personaje que vive llevado por la confianza en las promesas de Dios. Su Dios, es un Dios exigente, que pide renuncias duras, para conseguir las promesas. Promesa que se centra en ser padre de muchos hijos, de un pueblo, que para él, que tanto espero un hijo, era razón suficiente para someterse a las renuncias que Dios le ha pedido.

No es fácil vivir conducido por promesas, aunque éstas vengan de Dios. Jesús también nos prometió, nos aseguró, que con la fe moveríamos montañas. Esa fe que, según san Pablo, tuvo su exponente máximo en Abrahán. Una fe que es, como la de Abrahán, confianza en quien nos promete. Ello nos lleva a preguntarnos: ¿qué estamos dispuestos a dar -no se nos pedirá la vida de un hijo-, como manifestación de nuestra confianza en quien nos señala la fuerza impensable de nuestra fe?

Quien guarda mi palabra no verá la muerte. La promesa esencial de Jesús es la de no morir para siempre. La vida vencerá a la muerte. Quizás no le entendieron los oyentes. Creyeron que Jesús hablaba de no morir, no de convertir esta vida en otro modo de vivir, sino continuar para siempre con el mismo modo de vida. Jesús se sitúa fuera del tiempo: Abrahán, dice, llegó a conocer su vida, la vio y se alegró. Los judíos entienden que fue Jesús quien conoció a Abrahán: “¿no tienes aún cincuenta años y has visto a Abrahán?”.

Como tantas veces nos encontramos en el evangelio de Juan, Jesús no responde directamente a las preguntas que los judíos le hacen. En este caso la respuesta de Jesús les confunde más: él es anterior a Abrahán. Es fácil entender y hasta comprender que los judíos concluyan que Jesús se está riendo de ellos. De ahí su reacción, apedrearle, que obligó a Jesús a esconderse.

Jesús sorprendió y sigue sorprendiéndonos. Sabemos que el evangelio de Juan es en parte suma de distintas tradiciones de palabras de Jesús, a veces no bien unidas, al menos con la lógica que esperamos. El texto de este evangelio a pesar de su dificultad para entender su lógica, no deja de ser una llamada a ver lo que somos, ver nuestra historia desde la perspectiva de Dios, al que Jesús llama Padre. Ha de ayudarnos a reinterpretar nuestra vida, como inmersa en Dios. Nos pide que veamos a Dios en nuestra vida, que la intentemos ver con ojos de Dios, más allá de las peripecias puntuales de nuestro vivir.

No es fácil no dejarse someter por la circunstancia; pero es necesario vivir la circunstancia en referencia a la visión trascendente, en Dios, de nuestro ser. Difícil reto, pero necesario. ¿Cómo nos vemos ante él?

 

 

Juan Bautista de la Salle, Santo

Memoria Litúrgica, 7 de abril

Presbítero, Educador y Fundador

Martirologio Romano: Memoria de san Juan Bautista de la Salle, presbítero, que en Reims, de Normandía, en Francia, se dedicó con ahínco a la instrucción humana y cristiana de los niños, en especial de los pobres, instituyendo la Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, por la cual soportó muchas tribulaciones, siendo merecedor de gratitud por parte del pueblo de Dios († 1719).

Etimológicamente: Juan = Dios es misericordia, es de origen hebreo.

Fecha de beatificación: 19 de febrero de 1888 por el Papa León XIII

Fecha de canonización: 24 de mayo de 1900 por el Papa León XIII.

Breve Biografía

Juan Bautista de La Salle vivió en un mundo totalmente diferente del nuestro. Era el primogénito de una familia acomodada que vivió en Francia hace 300 años. Juan Bautista de La Salle nació en Reims, recibió la tonsura a la edad de 11 años y fue nombrado canónigo de la Catedral de Reims a los 16. Cuando murieron sus padres tuvo que encargarse de la administración de los bienes de la familia. Pero, terminados sus estudios de teología, fue ordenado sacerdote el 9 de abril de 1678. Dos años más tarde, obtuvo el título de doctor en teología. En ese período de su vida, intentó comprometerse con un grupo de jóvenes rudos y poco instruídos, a fin de fundar escuelas para niños pobres.

 

 

En aquella época, sólo algunas personas vivían con lujo, mientras la gran mayoría vivía en condiciones de extrema pobreza: los campesinos en las aldeas y los trabajadores miserables en las ciudades. Sólo un número reducido podía enviar a sus hijos a la escuela. La mayoría de los niños tenían pocas posibilidades de futuro. Conmovido por la situación de estos pobres que parecían «tan alejados de la salvación» en una u otra situación, tomó la decisión de poner todos sus talentos al servicio de esos niños, «a menudo abandonados a sí mismos y sin educación». Para ser más eficaz, abandonó su casa familiar y se fue a vivir con los maestros, renunció a su canonjía y su fortuna y a continuación, organizó la comunidad que hoy llamamos Hermanos de las Escuelas Cristianas.

 

Su empresa se encontró con la oposición de las autoridades eclesiásticas que no deseaban la creación de una nueva forma de vida religiosa, una comunidad de laicos consagrados ocupándose de las escuelas «juntos y por asociación». Los estamentos educativos de aquel tiempo quedaron perturbados por sus métodos innovadores y su absoluto deseo de gratuidad para todos, totalmente indiferente al hecho de saber si los padres podían pagar o no. A pesar de todo, De La Salle y sus Hermanos lograron con éxito crear una red de escuelas de calidad, caracterizada por el uso de la lengua vernácula, los grupos de alumnos reunidos por niveles y resultados, la formación religiosa basada en temas originales, preparada por maestros con una vocación religiosa y misionera a la vez y por la implicación de los padres en la educación. Además, de La Salle fue innovador al proponer programas para la formación de maestros seglares, cursos dominicales para jóvenes trabajadores y una de las primeras instituciones para la reinserción de «delincuentes». Extenuado por una vida cargada de austeridades y trabajos, falleció en San Yon, cerca de Rouen, en 1719, sólo unas semanas antes de cumplir 68 años.

Juan Bautista de La Salle fue el primero que organizó centros de formación de maestros, escuelas de aprendizaje para delincuentes, escuelas técnicas, escuelas secundarias de idiomas modernos, artes y ciencias. Su obra se extendió rapidísimamente en Francia, y después de su muerte, por todo el mundo. En 1900, Juan Bautista de La Salle fue declarado Santo. En 1950, a causa de su vida y sus escritos inspirados, recibió el título de Santo Patrono de los que trabajan en el ámbito de la educación. Juan Bautista mostró cómo se debe enseñar y tratar a los jóvenes, cómo enfrentarse a las deficiencias y debilidades con compasión, cómo ayudar, curar y fortalecer. Hoy, las escuelas lasalianas existen en 85 países del mundo.

 

 

Déjarte encontrar por Cristo

Santo Evangelio según san Juan 8, 51-59. Jueves V de Cuaresma

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.

¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Transforma mi vida, Señor, para que cada día pueda vivir más unido a ti.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Juan 8, 51-59

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: «Yo les aseguro: el que es fiel a mis palabras no morirá para siempre».

Los judíos le dijeron: «Ahora ya no nos cabe duda de que estás endemoniado. Porque Abraham murió y los profetas también murieron, y tú dices: ‘El que es fiel a mis palabras no morirá para siempre’. ¿Acaso eres tú más que nuestro padre Abraham, el cual murió? Los profetas también murieron. ¿Quién pretendes ser tú?».

Contestó Jesús: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, aquel de quien ustedes dicen: ‘Es nuestro Dios’, aunque no lo conocen. Yo en cambio, sí lo conozco; y si dijera que no lo conozco, sería tan mentiroso como ustedes. Pero yo lo conozco y soy fiel a su palabra. Abraham, el padre de ustedes, se regocijaba con el pensamiento de verme; me vio y se alegró por ello». Los judíos le replicaron: «No tienes ni cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?». Les respondió Jesús: «Yo les aseguro que desde antes que naciera Abraham, Yo Soy». Entonces recogieron piedras para arrojárselas, pero Jesús se ocultó y salió del templo.

Palabra del Señor.

 

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Para quienes nos acercamos a la Palabra de Dios, en ocasiones puede ser un bálsamo, un consuelo, un llamado, o una invitación a cambiar algo en nuestras vidas como espada de doble filo (Hb 4:12), también puede ser un motivo de rechazo como le ocurrió a Jesús hoy en el evangelio.

Jesús anuncia la Palabra sin miedo y con la verdad; Él es como esos médicos que visitábamos de niños de los cuáles lo único que sabíamos era que nos iban a recetar una inyección dolorosa o una amarga medicina. Obviamente los niños odian estas cosas, pero la mamá los logra convencer de que eso les hará bien y efectivamente eso sucede. Las palabras de Jesús enojaron mucho a los judíos que lo oían, pero para quienes verdaderamente aceptaron el mensaje de Jesús, la medicina era una esperanza gigantesca. ¡Quien cumpla mi palabra no morirá jamás!

 

En nuestra vida cotidiana, en ocasiones, vivimos como esta gente que escuchó al Señor rechazándolo y le decimos, ¿quién pretendes ser tú? Pero la fuerza del amor contenida en la persona de Jesús nos hace la misma promesa de vida eterna. ¿Qué significa entonces cumplir la palabra de Dios? No se trata de vivir con miedo o hacer las cosas por cumplimiento, cumplir la palabra de Dios es dejar que la gracia actúe en nosotros para que seamos el rostro, las manos, la voz, la sonrisa visible de Cristo en la tierra; para que nuestros hermanos que aún no han conocido a Dios o han conocido una idea equivocada de Dios, se extrañen de la alegría que brota de un corazón que tiene a Cristo.

Una relación profunda con el Señor no es saberse mil cosas de Él de memoria, es dejarse transformar poco a poco. Somos débiles y creemos que no avanzamos, pero cada oración salida del corazón, cada comunión, cada acto de bondad nos va asemejando más a Jesús hasta que la unión sea tan profunda que podamos decir «Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí» (Gal 2,20), así empezamos con pequeños pasos a vivir el cielo en la tierra.

«Cada uno podría decir: Yo soy un buen cristiano, voy a misa el domingo, hago obras de misericordia, recito las oraciones, educo bien a mis hijos, y esto está muy bien. Tú has hecho todo esto: ¿pero has entrado en el misterio de Jesucristo?, eso que tú no puedes controlar. Un verdadero testigo, uno que ha encontrado a Jesucristo y se ha dejado encontrar por Él y ha entrado en el misterio de Jesucristo que nos amó, se entregó a la muerte por nosotros, que nos ha hecho justos delante de Dios, que ha perdonado todos los pecados, también las raíces del pecado: entrar en el misterio del Señor». (Homilía de S.S. Francisco, 27 de octubre de 2017, en santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Intentaré vivir esta semana de manera que cuantos traten conmigo, sientan la bondad de Dios.

 

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

 

Abraham: Fe y obediencia unidas

La fe siempre ha de ir unida a la obediencia que se hace manifiesta en obras. El hombre es justificado por fe y obras, no solamente por la fe

 

 

Analicemos expresamente lo ocurrido con Abraham desde el texto del Antiguo Testamento:

Génesis 12,1-4

Pero Yavé había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra. Y se fue Abram, como Yavé le dijo; y Lot fue con él. Y era Abram de edad de setenta y cinco años cuando salió de Harán.

Vemos la promesa de Dios a Abram. Promesa que empieza con una orden: vete de tu tierra y de tu parentela. Evidentemente si Abram se hubiera quedado en casa, nada hubiera sucedido.
Sigamos

Gen 14,5-6

Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia. Y creyó a Yavé, y le fue contado por justicia.

La fe de Abram le justifica. Él cree en Dios, cree A Dios y cree lo que Dios le dice

¿Qué ocurre después?

Abram, que había creído en Dios, busca «ayudar a Dios» a cumplir su promesa acostándose con su sierva Agar, la cual le da un hijo. Hijo que no es fruto de la promesa de Dios sino de la fe que ha flaqueado y que no entiende cómo se puede tener una descendencia como las estrellas del seno estéril de Sarai.

Mas Dios no rompe su promesa sino que la vuelve a afirmar:

Gen 17,1-7

Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Yavé y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto. Y pondré mi pacto entre mí y ti, y te multiplicaré en gran manera. Entonces Abram se postró sobre su rostro, y Dios habló con él, diciendo: He aquí mi pacto es contigo, y serás padre de muchedumbre de gentes. Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes. Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti. Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti.

Ojo, la promesa, de nuevo, viene precedida de un mandato: anda delante de mí y sé perfecto. De nuevo Dios apela a la obediencia antes de confirmar la promesa que un día hizo a Abram, que ya es llamado Abraham.

Pasa el tiempo, nace Isaac, que es el hijo de la promesa, y Dios somete a una prueba durísima la obediencia de Abraham. Le pide ni más ni menos que sacrifique a su hijo. Al hijo de la promesa. Dios había cumplido su parte. Ahora tocaba ver si Abraham cumplía la suya de forma que obedeciera a Dios hasta el extremo de ofrecer a su hijo en holocausto. Abraham obedeció y sabemos que Dios salvó a Isaac. Ahora veamos las consecuencias de aquello en boca del propio Señor:

Gen 22,16

Por mí mismo he jurado, dice Yavé, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz.

 

 

Ahora la promesa no va precedida de un mandato. No. Ahora la promesa es fruto de la obediencia de Abraham. La promesa se confirma eternamente cuando Abraham obedece. Por eso las obras de Abraham perfeccionaron la fe por la que había sido justificado. Por eso la Biblia nos dice en el libro de Santiago:

Santiago 2,20-24

¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe.

 

 

Una sencilla flor de campo

Si tú eres maravillosa, estupenda, ¿qué podré decir de la belleza y la ternura que se esconde en cada corazón humano?

 

 

Eres así: sencilla, sin pretensiones, sin soberbia, sin hambre de aplausos. Una sencilla flor de campo, sin nombre, sin historia, sin barreras defensivas, sin miedos al viento, a la lluvia, al granizo, al hombre caprichoso.

Brillas, con tu blanco alegre, entre el verde vivo que acaricia el viento. Hablas un lenguaje antiguo y nuevo, fresco y cansado, reflexivo y lleno de entusiasmo. Susurras tu mensaje sin preocuparte por el hoy, sin preguntar si habrá alguien que te alabe, sin soñar en si mañana serás más bella o ya marchita, sin sospechar que tal vez pronto un niño te cogerá entre sus manos para llevarte a su madre, para ponerte ante una imagen de la Virgen.

 

Hermosa como reina y humilde como pastora, ligera y llamativa, alegre y armoniosa. Abierta a todos: al colibrí y a la abeja, a la esfinge y a la hormiga, al sol y a las gotas del rocío mañanero.

Hablas porque Alguien te dio un lenguaje de belleza. Hablas porque el mundo es la obra de un Dios artista. Hablas aunque los hombres vivamos encerrados en nuestras casas de cemento y de cristal, ajenos a la belleza de tu saludo, esclavos de modas que pasan sin embellecer los cuerpos y sin consolar las almas.
Hoy quisiera escuchar tu voz callada, contemplar de nuevo tus estambres y tus pétalos, dejarte acariciar mi piel sofisticada, oler tu aroma de armonías, de vida fresca y pura.

Salomón no fue capaz de vestirse ni siquiera por un día como tú, sencilla flor de campo. Por eso déjame avanzar, a través de ti, para ir más lejos. Para descubrir que hay un Padre Creador y Bueno. Para no olvidar que el Amor es la palabra más hermosa de la vida. Para ponerme en las manos de ese Dios que vela y cuida cada una de sus maravillas.

Déjame, humilde y blanca flor silvestre, vivir abierto, sin complejos. Con la esperanza de que mi vida vale mucho más que la tuya. Y si tú eres maravillosa, estupenda, ¿qué podré decir de la belleza y la ternura que se esconde en cada corazón humano? ¿Qué podré encontrar en la sonrisa de tantos hombres y mujeres que me acompañan, como tú, en el camino que nos lleva hacia el Dios que nos ama con locura?

 

 

Guiar, dejándose guiar por la misericordia de Dios

Que la cuaresma nos ayude a purificar nuestro corazón.

 

 

¿Puede un ciego guiar a otro ciego ? En muchas ocasiones Jesús se dirigió con palabras fuertes a los fariseos, a quienes echaba en cara su hipocresía e incongruencia. Llegó a señalarlos directamente como guías ciegos que provocaban la ruina de los demás. Sin embargo, en esta ocasión palabras semejantes no van dirigidas a los fariseos sino a todas las personas que dicen escucharlo.

El evangelio se dirige a aquellas comunidades donde se comenzaban a presentar algunos casos de hermanos que se sentían moralmente superiores a los demás, presumiendo de estar convertidos, y donde se comenzaban a ostentar como guías espirituales, sintiéndose con la autoridad de juzgar a los demás.

 

Es muy fácil exhibir los errores de los demás, escondiendo las faltas propias que pueden ser todavía más delicadas. Es fácil indignarnos a gran escala con el pecado de los demás, pero adormecer la conciencia cuando se trata de reconocer las propias fragilidades. La figura que utiliza Jesús, muy del estilo oriental, cuando habla de “la paja en el ojo de tu hermano y la viga que llevas”, quiere llamar la atención sobre la desproporción que puede haber entre las pequeñeces que se critican de los demás y las cosas graves que se toleran de sí mismo.

Jesús nos alerta a la tendencia de criticar a los demás, sin pasar primero por la autocrítica; somos muy rápidos para condenar, pero muy lentos para señalar nuestras propias faltas; vemos los errores ajenos, pero somos miopes para los propios; con facilidad exhibimos las faltas de los demás, pero ocultamos y justificamos las propias. Y algunas veces las cosas que indignan de los demás, pueden ser menos graves que las cosas que uno tolera y vive.

Para Jesús el problema no está en la vista que ve con avidez y morbosidad los defectos de los demás, ni en la boca que condena con ligereza y sin escrúpulo. El problema está en el corazón del hombre. Allí es donde tenemos que realizar un proceso de purificación para asegurar la pureza de la mirada en nuestra relación con el prójimo y para no adormecer la conciencia a la hora de reconocer nuestras propias faltas.

 

Nuestro verdadero interés y el interés de un guía debe ser erradicar el mal del propio corazón, para que de manera humilde y comprensiva podamos ayudar a los demás a hacer lo mismo. Hay que curar nuestra propia ceguera para estar en condiciones de guiar a los demás y de abrirlos a la luz del evangelio.

Reconocer y agradecer la misericordia y la paciencia que Dios ha tenido con nosotros debe hacernos más humildes y caritativos para comprender a los demás y ayudarlos a levantarse de sus caídas.

Porque el que no olvida de las situaciones de las que Dios lo rescató, se porta de manera comprensiva y misericordiosa con el que vive en el error, sin perder la esperanza de rescatarlo para el bien.

Dice San Claudio de la Colombière: “Las personas realmente humildes nunca se escandalizan: conocen su debilidad demasiado bien; saben que ellos mismos están tan cerca del borde del precipicio y tienen tanto miedo de caerse que no se sorprenden al ver que otros lo hacen”.

El tiempo de cuaresma, que iniciaremos el próximo miércoles recibiendo el signo de la ceniza, es un tiempo de gracia y bendición. Que la cuaresma nos ayude a purificar nuestro corazón, agradeciendo la misericordia amorosa de Dios Padre, para que miremos a los demás con el amor y misericordia que brotan de la experiencia de Dios. De esta forma nos mantendremos en la alabanza humilde y gozosa recitando con el Salmo 91: “¡Qué bueno es darte gracias, Señor… pregonando tu amor cada mañana y tu fidelidad, todas las noches!”.

 

 

Juan Bautista de La Salle, el santo que reformó la educación

Abrió escuelas gratuitas, fue pionero en muchos aspectos educativos y sobre todo buscaba que los alumnos encontraran a Dios en cada cosa que iban aprendiendo y descubriendo

 

 

Nació el 30 de abril de 1651 en Reims (Francia) en una familia rica.

Fue ordenado sacerdote a los 27 años. Se dedicó a la educación, especialmente de los niños pobres. Abrió escuelas gratuitas, que serían el inicio de los Hermanos de la Salle actuales.

Fue pionero en cuanto a la educación de un grupo de niños a la vez en un aula y en cuanto al idioma: hasta entonces se empleaba el latín y él optó por la lengua de cada país.

También inició las Escuelas de Formación de Maestros, escuelas especiales para jóvenes que cumplían condena, escuelas técnicas y escuelas secundarias para lenguas modernas, letras y ciencias.

 

 

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Aspiraba a que los alumnos encontraran a Dios en cada cosa que iban aprendiendo y descubriendo.

Murió el 7 de abril de 1719 y fue declarado santo en 1900.

Santo patrón

San Juan Bautista de la Salle es patrono de todos los que trabajan en la educación.

Oración

Oh Dios, que para formar a los niños pobres en la vida cristiana
y para afianzar a la juventud en el camino de la verdad,
elegiste a san Juan Bautista de La Salle,
y en torno a él surgió en tu Iglesia una nueva Congregación religiosa,
concédenos, por su intercesión y ejemplo,
buscar tu gloria en la salvación de las almas,
para que podamos participar de tu recompensa en el cielo.
Amén.