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• Matthew 5:13-16

Bishop Robert Barron

Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús usa las imágenes de la sal y la luz para mostrar cómo debemos llevar la salvación al mundo. En nuestra cultura individualista, tendemos naturalmente a pensar en la religión como algo diseñado para enriquecernos o mejorar nuestras vidas. Si bien hay en ello algo cierto, en la lectura bíblica, la religiosidad es como la sal, la luz, también como una ciudad elevada: no está destinada a uno mismo, sino a los demás.

Quizás podamos unir estas dos visiones diciendo que encontraremos la salvación para nosotros precisamente en la medida en que llevemos la vida de Dios a otros. El tema aquí es que ser seguidor de Jesús es estar destinado a ser sal, algo que efectivamente preserva y realza lo mejor de lo que nos rodea. Disminuyendo efectivamente lo disfuncional en la cultura circundante.

También debemos ser luz para que aquellos que nos rodean lleguen a ver lo que vale la pena ver. A través de la calidad e integridad de nuestras vidas, debemos brindar luz, iluminando lo bello y revelando lo feo. Una clara afirmación es que, sin cristianos fervientes, el mundo es un lugar mucho peor.

«La vida cristiana consiste en servir». Y es muy triste, añadió, ver «a los cristianos que al principio de su conversión o de su conciencia de ser cristianos, sirven, están abiertos a servir, sirven al pueblo de Dios», y luego, en cambio, «acaban sirviéndose de él». Esto hace mucho daño, muchísimo, al pueblo de Dios. La vocación del cristiano es, por tanto, «servir» y nunca «aprovecharse».(,,,) «a veces, cuando necesitamos algo espiritual o una gracia, decimos: “Bueno, ahora ayunaré, haré penitencia, haré una novena…”». Todo esto está bien, pero «tengamos cuidado: no se trata de “pagar” por la gracia, de “comprar” la gracia; se trata de ensanchar tu corazón para que la gracia venga». Que quede claro: «La gracia es gratuita. (…) en la vida espiritual existe «siempre el peligro de descuidarnos y querer pagar, siempre, incluso cuando hablamos con el Señor, como si quisiéramos sobornarlo». Pero la relación con el Señor no puede seguir «ese camino». «Señor, si me ayudas en esto, te daré lo otro». Sí que vale eventualmente una promesa si con ella se abre el corazón «para recibir» lo que «es gratis para nosotros». Y «esta relación de gratuidad con Dios nos ayudará a tenerla con los demás, tanto en el testimonio como en el servicio cristiano y en la vida pastoral de los pastores del Pueblo de Dios». «Haciendo camino. La vida cristiana es andar. Predicar, servir, no “abusar”. Servid y dad gratis lo que habéis recibido gratis». (Homilía Santa Marta, 11 de junio de 2019)

 

 

Bernabé, Santo

 

Apóstol, 11 de junio
Por: P. Ángel Amo |
Fuente: Catholic.net

Martirologio Romano: Memoria de san Bernabé, apóstol, varón bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe, que formó parte de los primeros creyentes en Jerusalén, predicó el Evangelio en Antioquía e introdujo entre los hermanos a Saulo de Tarso, recién convertido. Con él realizó un primer viaje por Asia para anunciar la Palabra de Dios, participó luego en el Concilio de Jerusalén y terminó sus días en la isla de Chipre, su patria, sin cesar de difundir el Evangelio († s. I).

Breve Biografía


“José, llamado por los Apóstoles Bernabé, que quiere decir hijo de consolación, levita, natural de Chipre, tenía un campo; lo vendió y llevó el dinero a los pies de los Apóstoles”. Así nos lo presentan los Hechos de los Apóstoles. Antiguas fuentes refieren que Bernabé, llamado Apóstol por Los mismos Hechos, aunque no pertenecía a los Doce, fue probablemente uno de los setenta discípulos de los que habla el Evangelio. En todo caso es una figura de primer plano en la fervorosa comunidad cristiana, que se formó en Jerusalén después de Pentecostés. Los Apóstoles tenían mucho aprecio a Bernabé y lo escogieron para la evangelización de Antioquía.




Bernabé es el hombre de las grandes intuiciones. En Antioquía se dio cuenta inmediatamente de que ese era un terreno apto para sembrar la palabra de Dios. Fue a decirlo a Jerusalén y pidió la aprobación para ir en busca del neoconvertido Saulo, sacándolo de su retiro en Tarso. Así comenzó su extraordinaria asociación. Después de un año de trabajo, habían logrado tantas conversiones que “hicieron noticia”, como se diría hay en el lenguaje periodístico. Dicen los Hechos de los Apóstoles: “Por primera vez los discípulos tomaron el nombre de cristianos en Antioquía”.



 

Saulo, que ahora prefería usar el nombre romano de Pablo, y Bernabé, satisfechos por haber abierto el camino al anuncio evangélico entre los paganos, partieron hacia otros lugares. Primera etapa Chipre, patria de Bernabé, que había llevado consigo a su joven primo Juan Marcos, el futuro evangelista. Otra magnifica elección, aunque más tarde, al comienzo del segundo y más peligroso viaje misionero, el joven no estaba muy decidido y Pablo no creyó oportuno cambiar el programa, y prefirió separarse inclusive de Bernabé, que se quedó en Chipre.




Pablo y Bernabé, dos personalidades diferentes, que se complementan mutuamente. En Listra, al final del primer viaje misionero, durante la predicación Pablo notó la presencia de un pobre tullido. “Levántate y camina”, le dijo. Y el tullido quedó curado. “La muchedumbre, al ver lo que Pablo había hecho, comenzó a gritar: ¡Los dioses en forma humana han bajado hasta nosotros! Y a Bernabé lo llamaban Júpiter, y a Pablo Mercurio, porque era el más elocuente de los dos”. A Bernabé se le atribuye la paternidad de la Carta paulina a los Hebreos y de otro escrito, llamado El Evangelio de Bernabé, ahora perdido. Después que se separó de Pablo, no se tienen más noticias de Bernabé. Escritos apócrifos hablan de un viaje a Roma y de su martirio, hacia el año 70, en Salamina, por mano de los judíos de la diáspora que lo lapidaron.

 

 

Que haya paz en esta casa

Santo Evangelio según san Mateo 10, 7-15.

San Bernabé Apóstol
Por: Redacción | Fuente: Catholic.net

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)



Jesús, creo que estás aquí conmigo, que me escuchas y me hablas al corazón. Creo que todo lo que soy es regalo tuyo y que me amas más que nadie en este mundo. Enséñame a tomarme de tu mano y a vivir más confiado en ti, porque contigo no existe mal alguno. Ayúdame a abrirte mi corazón en esta oración, para aceptar con gozo tu voluntad y amarte en el cumplimiento fiel de tu querer.



Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Mateo 10, 7-15



En aquel tiempo, dijo Jesús a sus Apóstoles: Id y proclamad que el Reino de los Cielos está cerca: curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis. No llevéis en la faja oro, plata ni calderilla; ni tampoco alforja para el camino, ni otra túnica, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento. Cuando entréis en un pueblo o aldea, averiguad quién hay allí de confianza y quedaos en su casa hasta que os vayáis. Al entrar en una casa saludad; si la casa se lo merece, la paz que deseáis vendrá a ella. Si no se lo merece, la paz volverá a vosotros. Si alguno no os recibe o no os escucha, al salir de su casa o del pueblo, sacudid el polvo de los pies. Os aseguro que el día del juicio les será más llevadero a Sodoma y Gomorra, que a aquel pueblo.



Palabra del Señor


Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

 

Mateo ha grabado en su Evangelio estas instrucciones que Jesús dio a sus discípulos antes de enviarlos por los pueblos a predicar que el Reino de Dios estaba cerca. Los cristianos de todas las épocas han entendido que estas disposiciones no estaban dirigidas sólo a ellos, sino a todo cristiano que, en virtud de su bautismo, es también discípulo del Maestro y enviado a proclamar su mensaje a todos los hombres.

¿Y qué nos dice este pasaje a nosotros, dos mil años después? Las palabras de Jesús siguen siendo tan actuales como entonces, ya que vivimos igualmente en un mundo necesitado de testigos de Dios, que busca desesperadamente dónde está la verdad y el amor. Nosotros, apóstoles de nuestro tiempo, estamos también llamados a entregarnos gratuitamente a nuestros hermanos, en la ayuda desinteresada, el servicio franco y la donación personal sin medida. Jesucristo nos sigue insistiendo en la necesidad de no perdernos en las cosas y los métodos, para que así brille la luz que llevamos en el corazón. Nos previene contra el peligro de no alumbrar este mundo por estar muy distraídos con nosotros mismos. Él quiere que vivamos una vida de amor, de paz, de alegría y confianza en Él, una vida que sencilla y centrada en lo fundamental. Este es el testimonio que transforma, que convierte. Este es el estilo de vida de los primeros cristianos que cambió todo un mundo para Cristo.

 

 

«Al entrar en una casa saludad; si la casa se lo merece, la paz que de deseáis vendrá a ella.» Ser hombres de misión, de saludo y de paz. Hombres que llevan a Dios en los labios y en el corazón, pero sabiendo que mucho antes que las palabras, es el testimonio de la propia vida lo que convence y lo que arrastra a los demás hacia Dios.

¿Cuál es el testimonio que irradio a los demás? ¿Sé dejar el buen olor a Cristo con mi presencia, testimonio y conversaciones?, ¿o el respeto humano puede más en mí, y no soy capaz de dar ese testimonio que Cristo me pide?, ¿es mi comportamiento distinto frente a Dios y frente a los demás, o soy un hombre auténtico que actúa siempre de cara a Dios?

 

«Cuando Jesús envió a los Doce, les dijo: “No os procuréis en la faja oro, plata ni cobre; ni tampoco alforja para el camino; ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; bien merece el obrero su sustento”. La pobreza evangélica es una condición fundamental para que el Reino de Dios se difunda. Las alegrías más hermosas y espontáneas que he visto en el transcurso de mi vida son las de personas pobres, que tienen poco a que aferrarse. La evangelización, en nuestro tiempo, sólo será posible por medio del contagio de la alegría». (S.S. Francisco, Mensaje para la XXIX Jornada Mundial de la Juventud 2014).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Daré testimonio de mi fe en una entrega alegre a los demás, siendo siempre un sembrador de paz.

Despedida

Siguiendo el ejemplo de Jesús como maestro, puedes dedicar tiempo a compartir y reflexionar sobre las enseñanzas de la fe con tu familia, fomentando un ambiente donde todos puedan crecer espiritualmente juntos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.