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La nostalgia de volver a los ídolos, de volver a lo peor, sin saber esperar al Dios vivo. Esta nostalgia es una enfermedad, también nuestra. Uno comienza a caminar con el entusiasmo de ser libre, pero luego comienzan las quejas: “Bueno, es un momento difícil, el desierto, tengo sed, quiero agua, quiero carne… pero en Egipto comíamos cebollas, cosas buenas y aquí no hay…”. (…) Hoy la pregunta que me gustaría hacer a todos nosotros, a todos: ¿cuáles son mis ídolos? Cada uno tiene el suyo. ¿Cuáles son mis ídolos? Donde los escondo. Y que el Señor no nos encuentre, al final de nuestras vidas, y diga de cada uno de nosotros: “Te has pervertido. Te has desviado del camino que te había indicado. Te has postrado ante un ídolo”. Pidamos al Señor la gracia de conocer a nuestros ídolos. Y si no podemos expulsarlos, por lo menos arrinconarlos. (Homilía da Santa Marta, 26 marzo 2020)

 

 

• John 5:31-47

En el Evangelio de hoy Jesús nos dice de donde proviene la autoridad de sus palabras y acciones.

Recordarán que cuando al comienzo de su ministerio el Señor habló en la sinagoga de Cafarnaúm, lo que primero llamó la atención de la multitud no fue lo que dijo sino la manera en que lo dijo. ¿Qué notaron? “La gente estaba asombrada de su enseñanza, porque les enseñó como alguien con autoridad y no como los escribas”.

 

Esto es algo que podría pasar desapercibido, sin embargo el punto relevante aquí es que los rabinos y los escribas enseñaban a través de invocaciones a aquellas autoridades más allá de sí mismos, en última instancia a la autoridad de Moisés. Pero Jesús no hablaba de esta manera; más bien, hablaba Él mismo con exousia (autoridad).

Lo que esto expresa, es que la Palabra, quien había hablado a Moisés, y a través de Moisés a todos los demás maestros de Israel, ahora estaba hablando por propia autoridad. No creas a los que dicen que la divinidad de Jesús se afirma sólo en el prólogo del Evangelio de Juan. Aquella fue, para la audiencia judía de la época, una afirmación tan clara sobre la divinidad de Jesús como la que leemos en el Evangelio de Juan cuando nos dice que “la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”.

 

 

Toribio de Mogrovejo, Santo

Obispo, 23 de marzo

Obispo de Lima

Martirologio Romano: Santo Toribio de Mogrovejo, obispo de Lima, que siendo laico, de origen español y licenciado en leyes, fue elegido para esta sede y se dirigió a América donde, inflamado en celo apostólico, visitó a pie varias veces la extensa diócesis, proveyó a la grey a él encomendada, fustigó en sínodos los abusos y los escándalos en el clero, defendió con valentía la Iglesia, catequizó y convirtió a los pueblos nativos, hasta que finalmente en Saña, del Perú, descansó en el Señor († 1606).

Etimológicamente: Toribio = Aquella persona dinámica y ruidosa, es de origen griego.

Fecha de canonizacion: 10 de diciembre de 1726 por el Papa BenedIcto XIII.

Breve Biografía

En 1594, durante su tercera “visita” diocesana, escribiéndole al rey de España Felipe II, san Toribio Alfonso de Mogrovejo hacía un pequeño balance de su vida: 15.000 kilómetros recorridos y 60.000 confirmaciones administradas (Toribio no podía saber que entre ellos había tres santos: Rosa de Lima, Francisco Solano y Martín de Porres). La situación de América Latina sería muy distinta de la actual si sus sucesores y todos los cristianos hubieran tenido el mismo impulso y la misma coherencia de quien fue llamado “apóstol del Perú y nuevo Ambrosio” y a quien Benedicto XIV comparó con San Carlos Borromeo.

 

Toribio nació en España hacia el año 1538 de una noble familia; estudió en Valladolid, Salamanca y Santiago de Compostela, en donde obtuvo la licencia en derecho. Fue nombrado inquisidor en Granada. Gracias a la relación que cultivaba con Felipe II fue nombrado por Gregorio XIII, arzobispo de Lima, con jurisdicción sobre las diócesis de Cuzco, Cartagena, Popayán, Asunción, Caracas, Bogotá, Santiago, Concepción, Córdoba, Trujillo y Arequipa: de norte a sur eran más de 5.000 kilómetros, y el territorio tenia más de 6 millones de kilómetros cuadrados. Después de haber sido consagrado obispo en agosto de 1580, partió inmediatamente para América, a donde llegó en la primavera de 1581.

Durante 25 años vivió exclusivamente al servicio del pueblo de Dios. Decía: “¡El tiempo es nuestro único bien y tendremos que dar estricta cuenta de él!”. Fue un verdadero organizador de la Iglesia en América, cuya actividad abarcó también diez sínodos diocesanos y tres provinciales.

También fundó el primer seminario de América; intervino con energía contra los derechos particulares de los religiosos, a quienes estimuló para que aceptaran las parroquias más incómodas y pobres; casi duplicó el número de las “Doctrinas” o parroquias, que pasaron de 150 a más de 250.
Al final de su vida, Toribio recibió el viático en una capillita india, el 23 de marzo de 1606, un Jueves santo, y ahí expiró.

 

 

Las obras que yo hago…

Santo Evangelio según san Juan 5, 31-47. Jueves

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, Padre bueno, tú me conoces profundamente sabes cuánto deseo amarte y que seas amado, por eso estoy aquí, para dejarme hacer por ti. Te bendigo por permitirme estar en tu presencia en este momento de oración, confío en tu acción. Háblame según tu corazón. Te ofrezco esta oración por la instauración de tu Reino y por… (di aquí alguna intención que tengas). Te pido que tus obras se puedan manifestar en mí.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Juan 5, 31-47

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es válido. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es válido el testimonio que da de mí. Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar; esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí. Nunca habéis escuchado su voz, ni visto su semblante, y su palabra no habita en vosotros, porque al que él envió no le creéis. Estudiáis las Escrituras pensando encontrar en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco y sé que el amor de Dios no está en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ese sí lo recibiréis. ¿Cómo podréis creer vosotros, que aceptáis gloria unos de otros y no buscáis la gloria que viene del único Dios? No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero, si no dais fe a sus escritos, ¿cómo daréis fe a mis palabras?».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

 

Soy tu apóstol, quiero hacer presente tu Reino, pero en muchos momentos experimento las mismas dificultades que Tú tuviste al estar en el mundo. La gente no creía en ti, ni en tus palabras; hoy experimento lo difícil que es hablar de ti y pronunciarme como seguidor tuyo. Pero me muestras el camino: “las obras que yo hago dan testimonio de mí y me acreditan como enviado del Padre”. Tus obras dejaban ver que Dios estaba contigo, que actuaba en ti.

Quiero vivir así. Primero con la conciencia de ser enviado del Padre y de que no tengo un mensaje propio; comunico un mensaje certero que se sostiene en la autoridad, el poder y el amor del Padre. Esta conciencia me dará toda la seguridad necesaria para lo que se presente. Con esta certeza quiero prestarme para que mis obras reflejen la coherencia de mi identidad; que lleven el sello de que soy cristiano.

Sí, Señor, mi testimonio también es ese espacio que permite que se realicen tus obras en mí. Como cristiano valiente, quiero darte mis obras sin buscar la gloria que viene de los hombres sino la tuya, pero dame la fuerza que me falta para vivir con esa pureza de intención.

«El testimonio siempre es fecundo»: lo es cuando tiene lugar en la vida cotidiana, pero también cuando se vive en las dificultades o cuando conduce incluso a la muerte. La Iglesia, por lo tanto, es fecunda y madre cuando da testimonio de Jesucristo. En cambio, cuando la Iglesia se cierra en sí misma, se cree —digámoslo así— una universidad de la religión con muchas ideas hermosas, con muchos hermosos templos, con muchos bellos museos, con muchas cosas hermosas, pero no da testimonio, se hace estéril». (S.S. Francisco, Homilía del 6 de mayo de 2014).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Haz un gesto (persignarte al iniciar el trabajo, bendecir los alimentos, decir un “que Dios te bendiga”, “rezo por ti”) que te permita dar testimonio de tu ser cristiano, enviado del Padre.

 

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

María de Betania siguió a Cristo por amor

Jueves cuarta semana de Cuaresma. Jesús, cuando ve un alma generosa no la deja en buenos deseos sino que la une a Él.

 

 

Reflexionaremos en el gesto que tiene María de Betania con Jesucristo nuestro Señor cuando ella unge a Jesús, según narra San Juan. Este Evangelio, en el que María realiza la unción de Jesús, nos habla de una mujer que ha puesto totalmente, sin reticencias de ningún tipo y con mucha firmeza, su corazón en Jesucristo. Lo que la lleva a dar testimonio público de agradecimiento para nuestro Señor.

Esta mujer se presenta ante el mundo como fiel seguidora de Jesucristo. Es un gesto de amor, de gratitud, pero que en el fondo, es un gesto profundo de compromiso; porque la unción compromete a María a estar cada vez más cerca de Cristo.

 

 

¿Cuáles son los detalles que María de Betania muestra? Delante de todos, toma una libra de perfume de nardo puro, muy caro, unge los pies de Cristo y los seca con sus cabellos. No mide su gratitud con Aquél que es objeto de su amor. Es alguien que está convencida del bien que Cristo ha hecho en su vida, porque Cristo ha hecho un cambio profundo en ella. Detrás de todo está la sensibilidad profunda que la lleva a no medir su gratitud.

El gesto de la mujer, que es el gesto de una profunda gratitud, es el fruto de un corazón comprometido, que no sólo quiere recibir, sino dar agradecimiento. Esta dimensión cambia totalmente el gesto, porque hace de un gesto común, un detalle de amor, de donación personal, de compromiso.

 

 

Siendo Jesús un hombre discreto, que no gusta de honores, deja que María lo haga, porque Jesús ve en su corazón el compromiso personal que ella tiene con Él. Dice Jesús: “Déjala que lo guarde para el día de mi sepultura”, la estoy uniendo al misterio más grande, que es mi donación personal por la salvación de los hombres. Jesús une ese darse de María de Betania al misterio de su cruz, al gesto de su don personal en la cruz; hace que esa mujer se asocie al don que Él va a dar en la cruz. Jesús llama de esta forma al amor a María de Betania: la llama a seguirlo con decisión hasta la sepultura; hasta compartir con Él el misterio de su pasión.

Así es Jesús. Jesús, cuando ve a un alma generosa no la deja en buenos deseos sino que la une a Él. Esto es lo que el Señor ve en todas las almas a las que llama a un mayor compromiso, a las que pide un paso más de entrega: ve un corazón como el de María de Betania.

 

“A Mí no siempre me tendréis”. Ésta es la segunda dimensión con la que Jesús mira a María de Betania. La dimensión de una mujer que ha captado que seguir a Cristo es un compromiso exigente, firme, sin remilgos. María quizá no había entendido quién era Cristo, pero había experimentado que seguirlo a Él no puede dejar indiferente su vida, que para seguirlo tiene que transformar hasta las fibras más íntimas de su corazón. Es un implícito acto de adoración a Cristo, de adoración a Alguien que la une a su misterio doloroso, a su misterio de don al hombre, a Alguien que se convierte para ella en una persona.

Cristo es una persona que me ha unido a su misión redentora y que además es mi Señor. Al ser llamados, no nos podemos quedar con el buen deseo de amarlo, tenemos que llegar a la dimensión de que Cristo es el Señor, el Creador Todopoderoso, y que, además, me ha querido unir a su don a la humanidad, al misterio de salvación que es su entrega por cada uno de los hombres.

Si es grande el misterio de su llamada, es más grande el misterio de la respuesta de María, que se entrega en ese momento, se pone a su disposición ante la llamada a hacer del amor a Cristo un amor personal, y hacer de la decisión por Cristo una opción y una decisión eficaz, sin otro límite que el del propio corazón. Esta opción nace de la conciencia profunda de haber hecho la experiencia profunda de Cristo en su alma.

El gesto de María no tendría sentido si no fuera fruto del conocimiento personal de su opción por Cristo. Los gestos debemos llenarlos de sentido. Nuestra opción por Cristo debe tener un sentido en todas partes: en casa, en el apostolado, en la sociedad, porque los mismos gestos tienen diferente contenido, porque es una opción ofrecida a Jesucristo nuestro Señor por amor a Él.

 

 

Cada uno de nosotros tiene que ser consciente de que, por el bautismo, es una persona más unida a Cristo, porque en cada gesto, en cada detalle que hace, hay una particular donación de su vida a Jesucristo.

En nuestras vidas hay los mismos gestos, pero el amor es diferente, porque amamos con más profundidad, porque hemos sido unidos más a la sepultura del Señor, a la redención de Cristo, al misterio de la salvación de la humanidad.

Cristo es dado a la humanidad. En cierto sentido, María de Betania, por su experiencia de Cristo, es también dada a Cristo. María es de Cristo porque ha tocado, ha descubierto la dimensión personal del Señor, y para ella ser cristiana no es pertenecer a una religión, sino enamorarse de una persona, tener arraigada en el corazón a una persona. Ser cristiano es seguir a Cristo, es amar a una persona, seguirla y vivir según esa persona. Es un compromiso distinto, sobre todo cuando vemos que el compromiso nace de dos dones: el don de Cristo a mi vida y el don de mi vida a Cristo para la salvación de la humanidad, en mi ambiente, en mi casa, con los míos.

 

 

Pidámosle a Jesucristo que la unción en Betania tenga sentido en nuestras vidas, porque de la opción personal por Cristo depende todo lo que hagamos. Debemos ver a María de Betania como la mujer que ve a su Señor, se une a Él, se acerca a Él y lo experimenta personalmente.

 

 

Santo Toribio de Mogrovejo, protector de los indios

Nombrado arzobispo de Lima siendo un laico

 

 

Santo Toribio de Mogrovejo nació en Mayorga (Valladolid), el 16 de noviembre de 1538. No se formó en el seminario ni en un colegio eclesiástico. Estudió Derecho, sobre todo Canónico, se licenció en la Universidad de Santiago de Compostela y se doctoró en Salamanca. Destacó como jurista.

En diciembre de 1573 fue nombrado por Felipe II presidente de la Inquisición en Granada hasta 1579.

El 16 de marzo de 1579 fue nombrado arzobispo de Lima cuando todavía era laico. En agosto de ese mismo año fue consagrado obispo en Sevilla y llegaría a Perú en 1581.

Aprendió el quechua, la lengua de los indígenas, y mostró gran interés en atenderlos como pastor de la Iglesia.

También se esforzó por ayudar a que los españoles no se desmandaran. Protegió los derechos de los indios.

Visitó tres veces todo su territorio, que era amplísimo. Celebró trece sínodos y tres concilios provinciales en Lima. Publicó el catecismo en quechua y en castellano.

Fundó colegios y hospitales, y escuelas de música que facilitaron el aprendizaje del catecismo cantando.

Murió en Saña, mientras estaba de viaje apostólico, en 1606.

Oración

Señor, tú que quisiste ampliar la Iglesia
por medio de la actividad apostólica de santo Toribio de Mogrovejo
y por su gran amor a la verdad:
despierta también hoy en los cristianos aquellas mismas virtudes de este santo obispo,
para que así la Iglesia crezca, constantemente en la fe y se renueve por la santidad.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Amén.