Regresamos este domingo al Tiempo Ordinario, y la Iglesia nos da una lectura bastante extraordinaria del primer capítulo del Evangelio de Juan. Viendo a Jesús, Juan el Bautista dice algo que repetimos en cada Misa: “Éste es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo”. Muchos Cristianos no saben lo que significa esta frase; piensan que se refiere a que Jesús es amable o inocente. Pero Juan está atrayendo nuestra atención aquí a lo que Jesús fue —y la Buena Noticia de lo que hizo por nosotros en la cruz.
JUAN EL BAUTISTA nos dice algo, porque nos está obligando a ver al MESÍAS a través de él. El proporciona una especie de lente de interpretación para comprender a JESÚS. Cuando Juan está hablando deberíamos prestar mucha atención y esto es lo que dice y esto es muy conocido y lo repetimos en cada Misa: Escuchen, vió Juan el Bautista a JESÚS que venía hacia él y exclamó: ¨ESTE ES EL CORDERO DE DIOS EL QUE QUITA EL PECADO DEL MUNDO¨. Como digo nosotros los católicos escuchamos todo eso todo el tiempo se lo dicen en cada Misa, pero no me aventuraria decir que muchos de nosotros incluso aquellos que están muy preocupados por la fe en verdad no saben lo que esta frase significa. Realicé una pequeña encuesta informal hace varios años a un grupo de la Comunidad de JESÚS, Juan dijo esto y lo decimos en la Misa: ESTE ES EL CORDERO DE DIOS ¿Qué piensan lo que significa eso y casi todas las personas respondían ¨bueno que es gentil e inocente como un cordero, bueno sí, quiero decir que está bien, que es gentil y es como un cordero. Pero escuchen lo que dice a continuación Juan: Este es el Cordero de Dios el que quita el pecado del mundo no está opinando solamente sobre la inocencia y amabilidad de JESÚS. Juan escuchamos que es el hijo de un sacerdote, eso significa que creció en el Templo significa que estaba muy familiarizado con lo que sucedía en el Templo y sobre todas las cosas eran sacrificios de animales se dice que si nos trasladáramos en una máquina del tiempo y regresáramos al mundo antiguo lo que más nos sorprendería y nos impresionaría sería la preponderancia de los sacrificios de animales no solo en el contexto cultural judío, sino en casi toda la cultura antigua.
Nosotros los encontramos bastante, bastante raro si Juan hubiera dicho oh miren aquí está este maestro moral que quita los pecado del mundo, dándonos una nueva enseñanza moral, diríamos Sí, lo entiendo, oh he aquí a un gran terepeuta psicológico que nos ayuda a lidiar con nuestros propios problemas personales. Les advierto que no estoy hablando mal de los terapeutas ni los psicoterapeutas, sino que esa es la forma que tendríamos a interpretarlo pero HE AQUÍ EL CORDERO DEL SACRIFICIO QUE QUITARÁ LOS PECADOS DEL MUNDO… quiero decir que querría decir eso, como él mataron animal y el ofrecimiento de su cuerpo en un sacrificio con fuego, como el derramamiento de la sangre de un animal se encarga del pecado, bueno permítanme solo decir esto, se despliega como un hilo conductor a lo largo de todas las Escrituras. Quienes fueron algunas de las personas que realizaron sacrificios, bueno Caín y Abel, Noé, Abraham, Jacob y Moisés, José, Samuel, Saúl y David, Salomón y Elías, Eliseo y todos realizaban sacrificios y como dije el Templo fue por siglos un lugar de sacrificios. Piensen en los millones de animales que fueron matados en el Templo, dicen que se podía oler Templo antes de verlo mientras te encaminabas al mismo habría olido como una combinación de matadero por tanta matanza y las llamas de la carne de animales que se hacía, de nuevo nosotros diremos. Cuál es el motivo y que sentido tiene realmente cómo es que este sacrificio del cordero de Dios, quitará los pecados del mundo. Una cosa más, antes que pase a explicarlo. Nosotros los católicos, asisitimos a Misa y ciertamente escuchamos la proclamación de la Palabra de Dios, pero en el corazón del asunto no está el púlpito en el corazón del asunto. Hay un altar que está en el centro, como un lugar de sacrificio y el sacerdote, esto es importante, cierto no sólo el ministro y quien porclama la Palabra, sino que el sacerdote. Ese es alguién que realiza un sacrificio.
Está realizando su trabajo en el altar, esta idea del Cordero de Dios es central para la alabanza, fundamental de la Iglesia, de acuerdo Juan el Bautista dice eso, entonces toda la tradición judía lo anticipa -LA MISA LO ENCARNA-. Qué es exactamente y cómo funciona. Podemos decir muchas cosas sobre esto. Pero permítanme bridarles una perspectiva, piensen por un momento mi automóvil averiado, como se poco de carros, simplemente llamaría, al auxilio mecánico. No sabría que hacer, así que imaginen. Qué es lo que no va a resolver el problema de la automóvil averiado, el obtener otro automóvil averiado. Con esto no se arregla el problema. Así que consigamos a alguién que realmente entienda de carros y entienda como está hecho el averiado. Si será que le diga: ¨tienes un problema con el inyector de gasolina o lo que sea. Le describes el problema, le explica los síntomas. Hemos dado un paso adelante del problema, pero no hemos resuelto nada. ¿Qué necesita si ese automóvil va a ser reparado, necesitas a alguien que esté por encima y más allá del nivel del automóvil, necesita a alguien que esté a otro nivel y que comprenda el funcionamiento, pero más aún esa misma persona tiene que estar dispuesta y abrir el capó y meter sus manos en la maquinaria o tendrá que ir abajo del automóvil y tendrá que ensuciarse las manos o más, incluso la cara, tendrá que trabajar para repararlo, tendrá que hacer, escuchen ahora un sacrificio si quiere arreglar el problema. No es suficiente tener todo el conocimiento adecuado, tendrá que realizar un sacrificio por el cual intervendrá en el mal funcionamiento para poder repararlo.
Podría sugerirles a los que estén al tanto de la trilogía de Tolkien Frodo, tuvo que deshacerse de este anillo, tuvo que solucionar el problema, pero tuvo que ir directo al corazón de Mordor, tuvo que ir directamente al corazón de la disfunción para hacerlo. Ahora piensen en el SEÑOR JESUCRISTO, EL VINO A REPARAR ALGO QUE ESTABA ROTO EN NOSOTROS, SOMOS PECADORES. Permanecemos fundamentalmente buenos porque somos criaturas de Dios, pero hay un problema con nosotros, todos hemos quedado cortos de la Gloria de Dios dice la Biblia, no hay ningún justo ni siquiera uno dice la Biblia, estamos dañados. ¿Qué cosa no resolverá nuestro problema? Reunámonos toda clase de personas similares dañadas ¿Eso resolverá el problema? No, no lo hará, por eso es que traigan a todos los filósofos que quieran, va a resolver el problema, bueno no porque están dañados tanto como los demás o traigan los mejores psicólogos y sociólogos o historiadores, no van a resolver el problema, traigan a los políticos hagan las reformas sociales adecuadas. Se necesita alguién en primer lugar, que conozca el problema, podría sugerir que el creador de la vida humana y del que mejor nos conozca. ¿Qué esta mal con mi alma? Podría sugerir que es el Creador del alma que está mal conmigo podría, que es aquel que me hizo, el que tiene una mayor comprensión de cuál es el problema. Alguién tiene que venir desde afuera de la disfunción, pero demos este siguiente paso más que sólo saber qué hacer tiene que descender al fango y al desorden y el barro, tiene que ensuciarse las manos, tiene que meterse bajo el chasis… Tiene que introducirse en el corazón humano disfuncional. ¿ACASO NO SUCEDIÓ EN ESTA TERRIBLE CRUZ, QUE CRISTO DIOS ENCARNADO SE INTRODUJO EN LA DEPRAVACION Y PECADO Y DISFUNCION HUMANAS, LA CRUELDAD, EL ODIO Y LA VIOLENCIA Y LA INJUSTICIA Y LA CORRUPCION Y TODO ESO. Se introdujo en eso como para repararlo desde dentro para traernos el Amor Divino, precisamente donde es más necesario, pero vean a donde me dirijo debe, debe hacerse un sacrificio alguién que esté por encima del pecado debe sacrificarse. Sí el HIJO DE DIOS LIBRE DE PECADO, EL HIJO DE DIOS NO PODIA PERMANECER AISLADO EN SU CIELO REALIZANDO DECLARACIONES. ¨NO, TANTO AMO DIOS AL MUNDO QUE ENVIO A SU HIJO UNICO. Miren todo el recorrido descendente, todo el recorrido descendente hasta nuestra humanidad, para luego aceptar incluso la muerte, muerte en una cruz. EL CORDERO DE DIOS QUE QUITA LOS PECADOS DEL MUNDO. Aquel que es sacrificado para resolver el problema. San Juan Bautista lo captó inmediatamente, ni dijo bendito el gran maestro ético, si bien lo fue, no dijo: Oh, el amigo de los pobres, si bien lo fue. Oh, bendito el hacedor de milagros, que lo era también. Pero Juan no dijo eso. Dijo: ¨ESTE ES EL CORDERO DE DIOS EL QUE QUITA LOS PECADOS DEL MUNDO EL HIJO DE DIOS ENCARNADO DISPUESTO A REALIZAR EL SACRIFICIO SUPREMO PARA SALVARNOS. ESA ES LA BUENA NOTICIA. A TODOS UN ABRAZO DESDE PAX CON AMOR.
John 1:29-34
En nuestro Evangelio de hoy Juan el Bautista da testimonio del Espíritu Santo en el Bautismo de Jesús.
El Bautismo es el momento en que el Espíritu Santo nos saca de este mundo caído y nos lleva a un mundo nuevo. Y con esto en mente, podemos entender la relación entre el Bautismo y los otros sacramentos. El Bautismo es un nacimiento en el orden espiritual, el comienzo de una vida propiamente espiritual. Los otros sacramentos representan requisitos de esa vida.
Por ejemplo, un ser vivo necesita ser alimentado. Este es el papel que juega la Eucaristía. ¿Ves ahora por qué solo las personas bautizadas pueden recibir la Eucaristía? Si no estás vivo, no tiene sentido alimentarte.
«He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo»
Reflexión del domingo II del Tiempo Ordinario – Ciclo A
«Al día siguiente ve a Jesús venir hacia él y dice: “He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”» (Jn 1,29).
Después de haber terminado el tiempo litúrgico de Navidad el domingo pasado con la Fiesta del Bautismo del Señor, comenzamos el tiempo ordinario, que en sí es un tiempo extraordinario, ya que, como sucede en el día de hoy, nos regala el Señor una Palabra de salvación, una palabra que sigue teniendo vestigios de la Fiesta del Bautismo del Señor.
Me impresiona el versículo del pasaje del Evangelio que da título a esta reflexión en la que Juan Bautista presenta a Cristo: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29), porque así como el ángel le dice a José lo siguiente: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1,20-21), en el día de hoy vuelve el Señor a hacer hincapié en que Cristo es el salvador de toda persona, realizando como otra especie de Epifanía.
Así, mientras rezaba con el texto imaginaba el camino de los Reyes Magos con dirección a Belén siguiendo la guía que Dios les había marcado hacia Cristo, y pensaba en cómo les presentarían a Cristo con esas mismas palabras: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29); el Rey de los judíos que reina de forma muy diferente a los demás reyes: «Sabéis que los jefes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros, sino que el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será vuestro esclavo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mt 20,25-28).
Así ya en la primera Lectura de la Liturgia de la Palabra de hoy, se nos revela a Cristo como el Siervo de Dios: «Poco es que seas mi siervo, en orden a levantar las tribus de Jacob, y de hacer volver los preservados de Israel. Te voy a poner por luz de las gentes, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra» (Is 49,6), y se nos invita a rezar de corazón el versículo del Salmo Responsorial: «Heme aquí que vengo, para hacer tu voluntad» (Sal 39,8-9), tal y como lo llevaron a la práctica nuestra Madre la Virgen María (Lc 1,38) y siempre nuestro Señor Jesucristo: «Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra» (Jn 4,39).
Porque la vida de Jesucristo fue una ofrenda absoluta a la voluntad de Dios Padre, caracterizada por una continua humillación por amor a Dios y a toda la humanidad: «Cristo: El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre» (Flp 2,5-9).
Así, en primer lugar el Señor nos hace una llamada a creer en el amor tan grande que nos tiene Dios manifestado en su Hijo Jesucristo, sabiendo que tiene poder sobre el pecado y la muerte: «Si no creéis que Yo Soy, moriréis en vuestros pecados» (Jn 8,24); «Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él» (Jn 3,16-17).
Y en segundo lugar nos invita el Señor a acogerle para ser UNO CON ÉL, profundizando en la intimidad con Él por medio de la oración, de la escucha de su Palabra, de los sacramentos, especialmente la Eucaristía, para que, como decía la Santa Madre Teresa de Calcuta, tomando las palabras del Santo Cardenal Newman: «Quien me vea a mí, que te vea a ti»; es decir, el Señor nos llama a que los demás vean en cada uno de nosotros al Cordero de Dios, que vivió amando hasta el extremo (Jn 13,1): «Habéis oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. Pues yo os digo: no os resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra: al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. «Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial» (Mt 5,38-41.43-48).
Por tanto, el Señor vuelve a pedirnos hoy que le sigamos, que le acojamos, que le amemos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará. Pues ¿de qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? O ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida?» (Mt 16,24-26); «Os exhorto, pues, yo, preso por el Señor, a que viváis de una manera digna de la vocación con que habéis sido llamados, con toda humildad, mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a otros por amor. Os digo, pues, esto y os conjuro en el Señor, que no viváis ya como viven los gentiles, según la vaciedad de su mente, a despojaros, en cuanto a vuestra vida anterior, del hombre viejo que se corrompe siguiendo la seducción de las concupiscencias, a renovar el espíritu de vuestra mente, y a revestiros del Hombre Nuevo, creado según Dios, en la justicia y santidad de la verdad» (Ef 4,1-2.17.22-24). Feliz domingo.
Mauro de Glanfeuil, Santo
Abad, 15 de enero
Martirologio Romano: En Glanfeuil, junto al río Loire, en el territorio de Anjou, de la Galia (hoy Francia), san Mauro, abad (s. VI/VII).
Etimología: Aquel que procede de Mauritania, es de origien latino.
Breve Biografía
Nació en Roma de una familia ilustre el año 511. Se educa desde su adolescencia bajo la dirección de S. Benito, llegando a ingresar en su orden donde llega a ser Abad y fundador de muchos monasterios en Francia.
Taumaturgo por el episodio del estanque con el niño Plácido, la curación de los menesterosos y sus relaciones con el conde Gaidulfo, enemigo funesto de los monjes franceses. Su gran espíritu de penitencia le impulsa a retirarse a bien morir. Entrega su alma a Dios el 15 de enero del 583.
Al no constar el tiempo en que llegaron sus reliquias a Extremadura, sólo se puede afirmar ser muy antigua su veneración. El Sínodo diocesano de 1501 se expresa en estos términos: «Y así mismo, mandamos que en el lugar de Almendral se denuncie por fiesta de guardar el día de santo Mauro, por cuanto allí está el cuerpo». El Arcipreste de Santa Justa en Toledo, Julián Pérez llega a firmar que en 1130 ya se celebraba su memoria en Almendral según costumbres de muchos años antes, que en opinión de Solano de Figueroa sería a final de la monarquía goda, opinión no compartida hoy.
Cuando él es visitador general del Obispado en 1658 indaga sobre el asunto y recoge la tradición de que los benedictinos fueron sus portadores, aunque no hay papeles de bulas pontificias que lo acrediten debido a la desaparición de documentos por un incendio.
Fueron trasladadas dichas reliquias a la Catedral por el Obispo benedictino de Badajoz D. Fray José de la Zerda el 1643, continuando parte en Almendral, como lo fuera en Fosano, Montecasino y Marsella. La guerra con Portugal, que comenzó el 1640, obligó a dicho traslado por los motivos de seguridad. El 8 de Abril de 1668 ordena al cabildo entregar el cuerpo de San Mauro a la villa de Almendral. La entrega la hacen el 29 del mismo mes, los capitulares Juan Rebolero y Pedro Lepe. Quedó una reliquia en la Seo de la catedral, encargándosele a Solano de Figueroa la depositara en el relicario.
La Iglesia y obispado de Badajoz celebraba el 15 de Enero al Santo Abad.
He aquí el cordero de Dios
Santo Evangelio según san Juan 1, 29-34. Domingo II del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Hoy, Jesús, te quiero escuchar. Tengo sed de ti y por eso vengo a tu presencia. Necesito de tu misericordia, por eso quiero seguir tus huellas pues sólo en ti está la verdadera misericordia. Quiero entrar en tu corazón y reposar ahí, permanecer ahí; en el silencio y la soledad quiero escuchar tu voz que me llama y me conoce en lo profundo de mi ser.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 1, 29-34
Al día siguiente, vio Juan el Bautista a Jesús, que venía hacia él, y exclamó: «Este es el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo he dicho: ‘El que viene después de mí, tiene precedencia sobre mí, porque ya existía antes que yo’. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua, para que él sea dado a conocer a Israel». Entonces Juan dio este testimonio: «Vi al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y posarse sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquel sobre quien veas que baja y se posa el Espíritu Santo, ése es el que ha de bautizar con el Espíritu Santo’. Pues bien, yo lo vi y doy testimonio de que éste es el Hijo de Dios».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Veamos a Juan el Bautista, un hombre pobre y silencioso que esperaba al Mesías, que esperaba a Jesús. Un hombre que a lo largo de los años fue purificando su corazón en el desierto para poder recibir y reconocer al Mesías. Y, por fin, el momento tan esperado. Jesús va a él y sabe reconocerlo entre la muchedumbre, sabe ver más allá de un nazareno. Es el Espíritu Santo quien lo guía y quien lo ilumina.
Ahora pensemos en los apóstoles, sólo en Pentecostés. Cuando el Espíritu Santo los iluminó, conocieron realmente el misterio de la vida de Jesús. Fue el Espíritu quien les reveló el verdadero rostro de Cristo, fue Él quien les ayudó a ir más allá de las apariencias y ver en ese hombre, no sólo a un amigo y un compaisano, sino a su mismo Dios y Señor. Fue entonces cuando comprendieron el grandísimo amor que su Maestro tuvo con ellos.
Una vez que Juan el Bautista conoció realmente quién era Jesús, una vez que se encontró con Jesús no pudo menos que decir “He ahí el Cordero de Dios”, hizo una experiencia profunda del amor de Dios. Conoció en Jesús “El rostro de la misericordia del Padre” y lo anunció a los demás. Se dio cuenta de la gran miseria suya y del gran amor del Mesías que había salido a buscarlo.
Hoy, Jesús viene a nuestro encuentro en este momento. ¿Quiero recibirlo? ¿Deseo realmente encontrarme con Él? Jesús conoce muy bien nuestra nada y nuestro pecado, y quiere curarnos. No hay que tener miedo a abrirle las puertas de nuestro corazón a Jesús, a nuestro Salvador, a nuestro Dios, a nuestro Padre. «He aquí el cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo».
«Es la Iglesia la que dice hoy: “Este es el Cordero de Dios”; es la Iglesia quien lo anuncia; es en la Iglesia donde Jesús sigue haciendo sus gestos de gracia que son los sacramentos. Esta acción y la misión de la Iglesia expresa su maternidad. Ella es como una madre que custodia a Jesús con ternura y lo da a todos con alegría y generosidad. Ninguna manifestación de Cristo, ni siquiera la más mística, puede separarse de la carne y la sangre de la Iglesia, de la concreción histórica del Cuerpo de Cristo. Sin la Iglesia, Jesucristo queda reducido a una idea, una moral, un sentimiento. Sin la Iglesia, nuestra relación con Cristo estaría a merced de nuestra imaginación, de nuestras interpretaciones, de nuestro estado de ánimo».
(Homilía de S.S. Francisco, 1 de enero de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Jesús, hoy voy a vivir la misa dominical con especial fervor. Me pondré totalmente en tus manos y estaré atento a lo que me quieres decir. Quiero abrirte de par en par las puertas de mi corazón.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.