Marcelo I, Santo

XXX Papa, 16 de enero

Martirologio Romano: En Roma, en el cementerio de Priscila, en la vía Salaria Nueva, sepultura de san Marcelo I, papa, que, como recuerda el papa san Dámaso, fue un verdadero pastor, por lo que sufrió mucho, siendo expulsado de su patria y muriendo en el destierro por haber sido denunciado falsamente ante el tirano por algunos que despreciaban la penitencia que les había impuesto (309).

Etimología: Marcelo = relativo al dios Marte, es de origen latino.

Breve Biografía

El papa san Marcelo I (308-309), fue elegido después de cuatro años de la muerte del papa san Marcelino debido a la persecución del emperador Diocleciano (303 al 305).

Le tocó hacerle frente a la crisis dejada entre los cristianos por dicha persecución y que por miedo al martirio habían apostatado de su fe o simplemente abandonado las prácticas religiosas, pero ahora querían regresar a la Iglesia.

Decretó que aquellos que deseaban volver a la Iglesia tenían que hacer penitencia por haber renegado de la fe durante la persecución.

Los que estaban en contra de esta decisión consiguieron que el emperador Majencio lo desterrara.

Según el «Libro Pontifical», el Papa Marcelo se hospedó en la casa de una laica muy piadosa de nombre Marcela, y desde ahí, siguió dirigiendo a los cristianos. Al enterarse el Emperador, obligó al Pontífice a relalizar trabajos forzosos en las caballerías y pesebres imperiales que fueron trasladados a esa zona.

Murió en el exilio el 16 de enero de 309. Su cuerpo fue devuelto a Roma y sepultado en el cementerio de Priscila.

Durante su pontificado se dedicó a volver a edificar los templos destruidos en la persecución. Dividió Roma en veinticinco sectores con un presbítero o párroco al frente de cada uno de ellos. Su carácter enérgico, aunque moderado, llevo a que ordenase que ningún concilio se pudiese celebrar sin su autorización explícita.

La alegría del Evangelio

Santo Evangelio según san Juan 2, 1-11. Domingo II del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, te doy gracias por este momento que me regalas para estar contigo. Gracias, porque Tú me has regalado todo lo que tengo, todo lo que soy. Gracias por la vida, por la fe que me has dado, por la confianza que me da el saber que me escuchas siempre y que sólo haces aquello que es mejor para mí. Gracias por el infinito amor que me tienes. En fin, Jesús, gracias por ser quien eres. Ayúdame a glorificarte con mi vida y a trabajar con alegría por la extensión de tu Reino.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 2, 1-11

En aquel tiempo, hubo una boda en Caná de Galilea, a la cual asistió la madre de Jesús. Éste y sus discípulos también fueron invitados. Como llegara a faltar el vino, María le dijo a Jesús: “Ya no tienen vino”. Jesús le contestó: “Mujer, ¿qué podemos hacer tú y yo? Todavía no llega mi hora”. Pero ella dijo a los que servían: “Hagan lo que él les diga”.

Había allí seis tinajas de piedra, de unos cien litros cada una, que servían para las purificaciones de los judíos. Jesús dijo a los que servían: “Llenen de agua esas tinajas”. Y las llenaron hasta el borde. Entonces les dijo: “Saquen ahora un poco y llévenselo al encargado de la fiesta”. Así lo hicieron, y en cuanto el encargado de la fiesta probó el agua convertida en vino, sin saber su procedencia, porque sólo los sirvientes la sabían, llamó al novio y le dijo: “Todo el mundo sirve primero el vino mejor, y cuando los invitados ya han bebido bastante, se sirve el corriente. Tú, en cambio, has guardado el vino mejor hasta ahora”.

Esto que Jesús hizo en Caná de Galilea fue el primero de sus signos. Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él.
Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Madre, ayúdame a no tener miedo a ser feliz de verdad. Ayúdame a compartir con los demás el vino bueno de la alegría del evangelio. Ese vino que nace de la escucha atenta en la oración, de la obediencia de la fe y de la entrega generosa a tu Hijo.

Los empleados que servían el vino estaban muy ocupados, pero se dieron el tiempo de escuchar primero tu voz (hagan lo que Él les diga) y luego la de tu Hijo. Que así sea yo, que por muchas cosas que tenga, por muchos problemas o pendientes nunca deje de tener tiempo para estar cerca de ustedes, para escuchar su voz en la oración.

Me sorprende, Madre, que los servidores hayan obedecido aun cuando no entendieran del todo la orden. ¿Para qué llenar las tinajas de agua y llevarle sólo agua cuando lo que necesitaban era vino?, ¿era una broma?, ¿no podían invertir el tiempo que tardarían en llenar las tinajas en ir a buscar dinero para comprar más vino? Tantas veces me pasa algo similar a mí: prefiero soluciones que me parezcan más razonables, más prácticas e inmediatas. Ayúdame, María, a obedecer las palabras y el querer de tu Hijo aun cuando no las entienda.

Veo que los sirvientes no sólo obedecen, sino que lo hacen con generosidad. ¿Qué hubiera pasado si hubieran llenado sólo la mitad o aún peor, si por temor a quedarse sin agua o sin tinajas no hubieran seguido el mandato de Cristo? Los sirvientes supieron confiar y entregarse aunque no entendían. Le dieron a tu Hijo todo lo que tenían y Él no los defraudó. Al respecto, Madre, recuerdo aquellas palabras del Papa Benedicto XVI: «Cristo no quita nada y lo da todo».

Madre, ayúdame a no tener miedo de entregarme sin reservas a la voluntad de Jesús, consciente de que Él lo puede todo. Tu Hijo sólo quiere mi bien y no me quita, sino que me da todo aquello que necesito para ser verdaderamente feliz.

«La Virgen demostró en Caná mucha concreción: es una Madre que toma en serio los problemas e interviene, que sabe detectar los momentos difíciles y solventarlos con discreción, eficacia y determinación. No es dueña ni protagonista, sino Madre y sierva. Pidamos la gracia de hacer nuestra su sencillez, su fantasía en servir al necesitado, la belleza de dar la vida por los demás, sin preferencias ni distinciones. Que ella, causa de nuestra alegría, que lleva la paz en medio de la abundancia del pecado y de los sobresaltos de la historia, nos alcance la sobreabundancia del Espíritu, para ser siervos buenos y fieles. Que, por su intercesión, la plenitud del tiempo nos renueve también a nosotros».

(Homilía de S.S. Francisco, 28 de julio de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy voy a darme un tiempo para rezar un padrenuestro a la mitad de la jornada para pedirle al Señor que me muestre su voluntad, y me dé la fuerza para cumplirla con generosidad.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Los sacramentos son signo y símbolo del amor infinito de Dios

El Sacramento nutre la vida sobrenatural, nos hace participes de la comunión con Dios: es la muestra de amor de Dios al hombre.

No hay nada más bello en una relación de pareja que verlos darse un beso. Un beso puede ser algo muy sencillo, muy tranquilo, pero que evidentemente manifiesta el amor. Cuando hay besos, hay posibilidad de que exista amor; y cuando no los hay, al menos lo cuestionamos, tanto así, que hay una famosa canción que dice: “que le hace falta un beso y que le dio una rosa”. Un beso, una rosa, son símbolos del amor, son signos del amor hacia la esposa, hacia la novia, que evidentemente no se reduce a eso, porque también Judas le dio un beso a Jesús, y eso no significaba mucho amor, porque fue el beso de la entrega. Y también sabemos que hay gente que usa las rosas tan sólo para entregar espinas a los demás, y no son signo del amor.Sin embargo, cuando se acompañan del verdadero amor, estos pequeños símbolos siempre están presentes, un beso, una flor, una caricia.

Lo mismo sucede con el infinito amor de Dios que nos tiene a nosotros. Los sacramentos son ese beso, son esa rosa; son de alguna manera un modo privilegiado de cómo la naturaleza es asumida por Dios y se convierte en una mediación en la vida sobrenatural, cómo Dios aprovecha lo que tenemos en esta tierra para a través de ello entregarnos su amor. Y de ahí que, a través de un pan, que es lo más común para todos, que es alimento básico de casi toda la humanidad, que los mismos pobres van buscando «denme un poco para un pan», a través de algo tan común Dios nos da lo más grande. El pan nutre y también el sacramento lo hace pero en la vida sobrenatural; el pan hace entrar en comunión y también la comunión lo hace pero a través de la vida sobrenatural.

Así, los sacramentos se convierten en un signo y un símbolo visible del amor infinito de Dios. A través del culto somos invitados a abrazar el mundo, pero desde un nivel distinto, a través de una rosa eres llamada a atender el amor de una perspectiva diferente porque incluso la presumes a los demás; y dentro de los signos que son los sacramentos para el cristiano, la eucaristía es de por sí -diría el Papa Francisco- un acto de amor cósmico, aquello más grande y a través del cual se recibe la inmensa gracia de Dios, ese cariño tan extraordinario. 

Cómo Dios siendo tan grande se hace en un pequeño pan para darnos su presencia, y cuántos de nosotros no hemos gozado un amor que hasta puede llamarse pleno, radical, al comulgar ese cuerpo y esa sangre de Dios, porque a través de ellos Dios nos habla. De ahí que participar en la misa de los domingos tiene una importancia especial, porque de nuevo eso se convierte en un símbolo y un signo, así como lo era para los judíos el día de la sanación de las relaciones con Dios, también para nosotros lo es el domingo, es el día simbólico que utilizamos para referirnos al amor infinito de Dios.

Sigamos disfrutando de esta hermosa dinámica de amor que Dios nos tiene a cada uno de nosotros, dejémonos tocar por Él para que empapados, embargados del infinito amor de Dios, podamos transmitirlo a los demás, aprovechando esos signos, esos símbolos que son sus sacramentos.

Los hombres del Evangelio están lejos de la «espiritualidad de la carcoma»

Papa Francisco a los miembros del capítulo general de los Clérigos Regulares Teatinos.

En su audiencia a los participantes en el capítulo general de los Clérigos Regulares Teatinos, a quienes recibió esta mañana en la Ciudad del Vaticano, el Santo Padre hizo un pequeño salto al pasado. En efecto, Francisco recordó la fiesta de San Cayetano que ce celebra cada 7 de agosto y que, en Buenos Aires, ciudad donde el fundador de los Teatinos es muy querido, es muy concurrida. «La gente lo venera y le reza como patrono del pan y del trabajo», explicó el Papa. Un recuerdo que se entrelazó con la reflexión sobre el tema del capítulo general centrado en la misión y la actualización del carisma teatino para responder a los desafíos de este tiempo.

El Papa recordó la labor de San Gaetano y sus compañeros al afirmar que se trata de: “una fraternidad sacerdotal apostólica» arraigada en la vida espiritual y en la caridad concreta, que «hizo crecer ese hospital de campaña de la Iglesia que también se necesita hoy». Por esta razón les dijo textualmente:

“Los animo a seguir sus pasos, con docilidad al Espíritu, sin esquemas rígidos – otra cosa, cuidado con la rigidez porque la rigidez es una perversión que viene precisamente del clericalismo, es otra cosa fea y bajo cualquier rigidez hay podredumbre, siempre – sin esquemas rígidos, pero firmemente arraigados en las cosas esenciales: la oración, la adoración, la vida en común, la caridad fraterna, la pobreza y el servicio a los pobres. Todo ello con un corazón apostólico, con la buena inquietud evangélica de buscar ante todo el Reino de Dios”.

La carcoma de la charlatanería

En sus indicaciones, hablando espontáneamente, el Pontífice les sugirió la fuerza de una comunidad religiosa: la franqueza y el cuidado. “Hermanos – les dijo – la mayor plaga en una congregación religiosa, en una comunidad religiosa, es cuando los hermanos no se cuidan los unos a los otros o, mejor dicho, cuando empieza la cháchara”. De ahí su consejo:

“Sean hombres consagrados, hombres del Evangelio, pero hombres. Si tú tienes algo en contra del otro… ten los pantalones para decirle las cosas a la cara o para callarte. O ese otro criterio, decírselo a quienes pueden remediarlo, es decir, a los superiores. Pero no hagas grupitos, esa es la espiritualidad de la ‘carcoma’, que hace caer la fuerza de una comunidad religiosa. Nada de charlatanería, por favor”.

Cada santo es una misión

«Un salto cualitativo», «una vocación dentro de la vocación» o «una segunda conversión» es el aspecto que el Papa los invitó a mirar en la vida de San Gaetano y en la de otros santos. Es el paso a una vida plena, ese «plus» que viene del Espíritu Santo.

«Este salto cualitativo es el que hace crecer no sólo la vida personal de ese hombre o mujer, sino también la vida de la Iglesia. Es lo que, en cierto sentido, la ‘reforma’, la purifica y hace aflorar su belleza evangélica». El llamamiento del Papa fue el de dar testimonio de este «Evangelio vivo» porque la vida es un camino hacia la santidad.

“San Gaetano Thiene también nos muestra que ‘cada santo es una misión’. Cada santo es un proyecto del Padre para reflejar y encarnar, en un momento determinado de la historia, un aspecto del Evangelio”.

Cada santo encarna, pues, “un método” para traducir, en la realidad en la que vive, el dinamismo espiritual del propio Evangelio, añadió Francisco. 

De la reforma, el Papa les dijo que «debe empezar por uno mismo», por ser el primer punto para definir la identidad. Fue ésta una de las tres palabras clave que les sugirió el Santo Padre en su reflexión. Mientras al repasar la vida de San Gaetano, recordó su trabajo en la curia papal, en el Oratorio del Divino Amor y en el cuidado de los enfermos: un testimonio de una vida plena.

“Este es el camino: empezar por uno mismo para vivir el Evangelio con más profundidad y coherencia. Todos los santos nos muestran este camino. Son los verdaderos reformadores de la Iglesia. O más bien: es el Espíritu Santo quien forma y reforma la Iglesia, y lo hace a través de la Palabra de Dios y de los santos, que ponen en práctica la Palabra en su vida”.

Comunión y misión

La comunión es el otro principio rector que mencionó el Obispo de Roma. El Espíritu llama a hacer comunidad, es una vida cristiana hecha de muchos gestos cotidianos, un lugar «para cuidar los pequeños detalles del amor, donde – leemos en la exhortación apostólica Gaudete et exsultate – los miembros se cuidan mutuamente y constituyen un espacio abierto y evangelizador. Es un lugar de la presencia del Señor resucitado que lo santifica según el plan del Padre».

El protocolo de Jesús

Por último, el Papa les habló de la misión, subrayando la contribución de San Gaetano en la evangelización de Roma, Venecia y Nápoles, «a través del testimonio de su vida y de las obras de misericordia”, poniendo en práctica “el gran protocolo» que Jesús nos dejó con la parábola del juicio final, en Mateo 25.

¿Dios sí, Religión no?

¿Cómo puede alguien considerarse seguidor de Jesús si no respeta sus deseos y sigue sus enseñanzas?

Cuando hablamos de “religión” nos referimos a una serie de creencias y prácticas sobre lo que el hombre considera divino o sagrado… estas creencias pueden ser de tipo existencial, moral o sobrenatural… hay religiones que están organizadas y otras carecen de toda estructura formal… hay las que agrupan millones de personas y hay las que tienen unos pocos adeptos o seguidores…

Hay religiones que creen en uno solo dios… estas se llaman monoteístas y entre ellas se encuentra el Cristianismo, el Judaísmo y el Islam… también hay religiones que creen en más de un dios, estas se dividen en politeístas (una jerarquía de dioses) y dualistas (dos divinidades opuestas)… también existen religiones que equiparan el concepto de “dios” al universo o a la naturaleza (Panteísmo)… e inclusive, hay aquellas que rechazan totalmente el concepto de dios o dioses, como el Budismo y el Taoísmo…

De esto se desprende que una persona puede ser “religiosa” -creer en “algo” y/o pertenecer a una “religión”- y no necesariamente creer en “dios” de la manera que nosotros, los cristianos, lo entendemos… por otra parte, si una persona cree en “dios” -independientemente del concepto de “dios” que elija creer-, por definición ya es una persona “religiosa” bien sea que se adhiera a una religión formalmente establecida o tenga su propia religión particular…

Después de esta no tan breve introducción, les explico que este artículo responde a varios comentarios existentes en las redes sociales… y que en cierta medida parecen estar “inspirados” por un video que se ha propagado en forma “viral” por las redes sociales…

El video en cuestión es un poema en el cual su autor presenta las razones por las cuales “odia la religión, pero ama a Jesucristo”… como explicaba al comienzo, esto es una contradicción pues el mero hecho de amar y pretender seguir a Jesús es, de por sí, un acto religioso… además, la contradicción aumenta cuando vemos que el joven cambia indistintamente entre los conceptos “religión” e “Iglesia” durante su poema con el fin último de probar que Jesús es más que Iglesia/Religión… tampoco podemos dejar de notar que los “argumentos” que presenta son una serie de medias verdades sacadas fuera de contexto… lo que hace que me cuestione la honestidad de su intención…

Iglesia significa “asamblea” y se refiere al grupo de creyentes que comparten unas mismas creencias religiosas o una misma religión… la Iglesia son los fieles, la religión es lo que los une bajo una fe común… son realidades complementarias, pero no intercambiables… de hecho, para un católico Cristo e Iglesia representan una misma realidad… Cristo es la Cabeza y los fieles conforman su Cuerpo, pero todos juntos forman la Iglesia… así que no es posible amar a Uno (Cristo) y odiar la otra (Iglesia)

Es interesante todo este concepto de pretender ser cristiano y seguir a Jesucristo sin su Iglesia… en realidad lo que se busca es quitar las normas y cánones… para, de esta forma, fabricar una iglesia hecha a la medida y según las conveniencias particulares de cada cual… pero, ¿es eso lo que quería Jesús…?

La meta de todo discípulo de Jesús debería ser parecerse al Maestro… y Jesús fue un hombre religioso… recordemos sus palabras:

«No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una letra o una tilde de la Ley sin que todo suceda» (Mateo 5, 17-18)…

La vida de Jesús no puede limitarse a su Sacrificio en la Cruz… ese fue el acto supremo de Amor de Dios por el cual Cristo redimió a la humanidad… con éste “se inicia la nueva Creación, en la cual todo hallará de nuevo su pleno sentido y cumplimiento” (CIC 349)… pero toda su vida, desde que la Anunciación marcó el momento de la Concepción de Jesús en el seno de María… hasta su Ascensión a los Cielos… toda palabra, todo gesto y toda enseñanza… todo iba encaminado a preparar a sus discípulos para que continuaran su Misión de llevar el anuncio de Salvación a todas las gentes…

Decir que Jesús no quería una Iglesia es erróneo y contrario a las Escrituras… recordemos que en las cercanías de Cesarea de Filipo, Jesús le pregunta a los Apóstoles quién dicen ellos que es Él… y ante la confesión de Simón Pedro, Jesús le responde: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos» (Mateo 16, 13-19)… Después de leer este pasaje, ¿cómo puede negarse la intención de Jesús de formar una Iglesia…?

El Evangelio también nos muestra el deseo de Jesús de que esa Iglesia fuera “una”, como Él y el Padre son uno… y que en esa unidad, diera testimonio de Él… Jesús le entrega el poder de retener y perdonar pecados, un poder que solamente le corresponde a Dios y que Él seguirá ejerciendo a través de ellos… a Pedro le da la encomienda especial de confirmar a los demás Apóstoles en la fe… y de apacentar a sus ovejas… finalmente, promete que estará con ellos, con su Iglesia, todos los días hasta el fin del mundo… y envía al Espíritu Santo para guiarlos… ¿Cómo puede alguien considerarse seguidor de Jesús si no respeta sus deseos y sigue sus enseñanzas…?

El libro de los Hechos y las Cartas de los Apóstoles nos muestran cómo era la Iglesia primitiva… y observamos una Iglesia jerárquica, donde se acudía a los Apóstoles para la toma de decisiones… vemos cómo la celebración cristiana se establece en torno a la Fracción del Pan… y cómo Pablo advierte de no acercarse a esta “Cena” indignamente… esa es la Iglesia que preservó las Tradiciones que los Apóstoles recibieron de Jesús… y las transmitió a las siguientes generaciones… es en esa Iglesia donde nació la Biblia… y es esa Iglesia la que le confiere la autoridad para considerarla “Palabra de Dios”… sin ella no conoceríamos a Jesús… y fuera de ella no somos verdaderos discípulos suyos…

Seguir a Dios -al Dios de los cristianos- sin su Iglesia es una tarea difícil… pretender seguirlo sin ninguna iglesia o sin una religión no sólo es imposible, sino que carece de todo sentido y razón… solamente una cosa tengo clara al ver el éxito aparente de este video en las redes sociales: la superficialidad con la que las gentes reciben el mensaje del Evangelio… y la ignorancia que impera en los “cristianos” sobre el Dios que dicen seguir…

Imagina que no hay cielo

Deja de imaginar que no hay cielo y mejor recuerda que existe de verdad.

Imagine there is no heaven (imagina que no hay cielo), era la letra de la canción Imagine de Sir John Lennon. El ex-beatle británico afirmaba que si imaginásemos que no hay cielo, este mundo sería mejor. ¿Qué pasaría si no hubiera cielo, como dice John Lennon?

Imaginemos cómo sería el mundo si no hubiera cielo. Este mundo que está lleno de sufrimiento y mal quedaría reducido a un absurdo si no hubiera algo más allá que le diera sentido. Todos hemos experimentado momentos difíciles en la vida: la muerte de un familiar, una enfermedad grave, alguna incomprensión de nuestros seres queridos, o el resultado insatisfecho de un proyecto personal. ¿Para qué tantas lágrimas y dolores? Si estamos destinados al sufrimiento, ¿por qué seguir vivir en un mundo donde parece que todo lo que nos rodea nos podrá trae penas? Mejor ahorrarnos las tristezas y acabar con todo para siempre, o al menos esa es la salida que algunos toman cuando pierden la esperanza.

Casi lo mismo sucedería si vemos el otro lado de la moneda. Aunque en el mundo hay sufrimientos y lágrimas, también hay risas y alegrías. A todos nos gusta pensar en el amor tierno de una madre a su hijo, o en el sacrificio que muchos han hecho para salvar sus seres queridos. Pero al ver todo esto, nos damos cuenta del aguijón que acompaña nuestra condición humana. Estas alegrías y risas también se acabarán algún día. ¿Acaso esta madre que ama, no es mortal, y cuando se vaya no va a dejar un vacío en alguien? Si no hay cielo, estas alegrías terminan para siempre.

Así contemplamos lo agridulce de la existencia humana, que parece a veces más agria que dulce. Afortunadamente sólo estamos imaginando que no hay cielo, porque de hecho sí lo hay. El pensamiento de una vida eterna da sentido a toda nuestra vida. Los sufrimientos, que no cesarán por el simple hecho de que haya un cielo, se verán paliados frente a la certeza de que nos espera un lugar donde ya no habrá más lágrimas y dolores, donde Dios mismo secará nuestras lágrimas. El sufrimiento del Hijo de Dios en la cruz, fue la prueba más grande de su amor y con ella dio sentido a nuestro sufrimiento.

Las alegrías pasan también a otro plano, pues nos preparan para el lugar donde las tendremos eternamente. Cuando alguien muere nos duele el pensamiento de que ya no está más con nosotros, que todo se ha acabado. Sin embargo, en el cielo podremos encontrarnos de nuevo a todos nuestros seres queridos y estaremos juntos para siempre gozando de la mayor alegría de todas: estar con Dios para siempre.

No debemos caer en el error de pensar la esperanza en el cielo como una droga paliativa para los dolores de la vida. El cielo es algo real y no un simple cuento de niños. Desde antes de la venida de Cristo muchos pensadores, especialmente los filósofos griegos, afirmaban la existencia de un más allá, una vida después de la muerte. También tenemos el testimonio de muchas personas que, sin ser ingenuas, han dado todo, incluso la vida, por llegar al cielo. Jesús mismo nos prometió que iría a preparar una morada para nosotros en la casa de su Padre y con su resurrección nos lo confirma.

La realidad de un cielo al final de esta vida ayuda a vivir mejor, pues la felicidad pasajera de esta tierra será plena en la vida eterna; así que deja de imaginar que no hay cielo y mejor recuerda que existe de verdad.

Condiciones para seguir a Jesús

Cristo no encuentra generosidad de parte de aquellos a quienes Él llama

Jesús al estar entre tanta gente pasa a la otra orilla del lago, no para apartarse, sino para estar también con los del otro lado, para que todos le puedan escuchar, pues cuando Jesús habla, su corazón arde con el deseo de glorificar a su Padre, arde por mostrar el amor que Dios nos tiene. Un amor que no es masificado, sino personal, un amor que se dirige a cada uno por nuestro nombre y apellido.

Apenas llega Jesús a la otra orilla, e inmediatamente un escriba le dice: «Te seguiré adondequiera que vayas», y Jesús le da esa respuesta que nadie se esperaba, seguramente que el escriba quedó helado ante esta respuesta, pues ya no supo ni que decir.

¿Cómo Jesús siendo Dios no tiene dónde reclinar la cabeza? Jesús es quien invita, «Llama» pero no encuentra generosidad de parte de aquellos a quienes Él llama.

Muchas veces encuentra temor, egoísmo, búsqueda de propias realizaciones y proyectos… por eso no tiene dónde reclinar la cabeza. Pero Él también ha dicho: «No tengáis miedo, yo he vencido al mundo»

Jesús sigue caminando, dirige su mirada a un discípulo, y todavía no le lanza la pregunta, es más ni le dice nada, el discípulo se adelanta diciéndole «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre», hasta parecería un poco fuera de contexto. Sin embargo Jesús, con esa mirada serena, llena de paz, le mira a los ojos, le pone su mano en el hombro y le dice: «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos».

Señor si tu tienes palabras de vida eterna ¿Porqué me hago sordo a tu voz?. Jesús nos llama a todos, Él nos pide algo a cada uno. Hay a quienes llama a un mayor amor y comprensión en el matrimonio, en el noviazgo, a otros a un mayor compromiso concreto para ser mejores cristianos, vivir la caridad en la familia como expresión de Su amor, o una mayor entrega de nuestra vida, quizá me pide seguirle más de cerca en la vida religiosa o consagrada.

En fin, Dios nos esta llamando y Él Espíritu Santo inspira a cada uno.

El Papa: Como el mejor vino, Dios quiere lo mejor para nosotros

A la hora del Ángelus dominical el Papa Francisco, comentó el conocido episodio de las bodas de Caná, en que Jesús realizó el primer signo con el “manifestó su gloria” para que creyeran en él, y recordó que Dios “nos quiere felices”

Al comentar el Evangelio propuesto por la liturgia de este domingo – que narra el episodio de las bodas de Caná – el Papa Francisco, antes de rezar el Ángelus con los fieles y peregrinos que se dieron cita en una soleada Plaza de San Pedro, explicó que Jesús, con aquel primer signo, manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en Él”.

¿Qué es un “signo” según el Evangelio?

El Santo Padre puso de manifiesto que el evangelista “no habla de milagro”, o sea “de un hecho potente y extraordinario que genera maravilla”. En efecto, Francisco dijo que Juan relata que en Caná “tuvo lugar un signo, un signo que suscita la fe de los discípulos”. De manera que podemos preguntarnos: ¿qué es un “signo” según el Evangelio? Y la respuesta del Papa fue:

“Es un indicio que revela el amor de Dios, que no reclama atención sobre la potencia del gesto, sino sobre el amor que lo ha provocado. Nos enseña algo del amor de Dios, que es siempre cercano, tierno y compasivo”

Un gesto que sale al encuentro de una necesidad concreta

Lo que ocurrió en las bodas de Caná «no fue una curación extraordinaria o un prodigio en el templo de Jerusalén – precisó el Santo Padre – sino un gesto que respondió a una necesidad sencilla y concreta de la gente común, un gesto doméstico, digamos, un milagro en punta de pie, discreto, silencioso».

“Él está dispuesto a ayudarnos, a levantarnos. Y entonces, si estamos atentos a estos ‘signos’, somos conquistados por su amor y nos convertimos en sus discípulos”

En Jesús no hay espacio para segundos fines

Francisco afirmó asimismo que el Señor “No se pone límites y no nos pide intereses”.

“En el signo de Jesús no hay espacio para segundos fines, para pretensiones con respecto a los esposos. No, la alegría que Jesús deja en el corazón es alegría plena, alegría desinteresada. ¡No es una alegría aguada! ¡No! Alegría”

Sugerencia del Papa

En su diálogo ideal con las numerosas personas deseosas de escuchar sus palabras, rezar por sus intenciones de pastor de la Iglesia universal y recibir su bendición apostólica, el Santo Padre les propuso “un ejercicio” que puede hacer “mucho bien”:

“Probemos hoy a buscar entre los recuerdos en busca de los signos que el Señor ha realizado en mi vida – cada uno diga: ¿en mi vida, qué signos ha realizado el Señor? ¿Qué signo de su presencia? Signos que ha hecho, para mostrarnos que nos ama. Pensemos en aquel momento difícil en el que Dios me hizo experimentar su amor…”

Buscar los signos de ternura experimentados en nuestra vida

“Y preguntémonos – prosiguió Francisco – ¿con qué signos, discretos y premurosos, me ha hecho sentir su ternura? ¿Cuándo sentí más cerca al Señor, cuánto sentí más su ternura, su compasión? Cada uno de nosotros en la historia tiene ests momentos. Vayamos a buscar esos signos, hagamos memoria. ¿Cómo he descubierto su cercanía? ¿Cómo en mí ha quedado en el corazón una gran alegría? Revivamos los momentos en los que hemos experimentado su presencia y la intercesión de María”.

Mientras antes de rezar a la Madre de Dios, manifestó su intención de que ella, “que como en Caná está siempre atenta, nos ayude a atesorar los signos de Dios en nuestra vida”.


Si viéramos el año litúrgico como unos largos ejercicios espirituales ignacianos, nos encontraríamos este domingo en la segunda semana. Después de haber meditado la encarnación de Jesús para salvar la condición humana, su nacimiento en la humildad de un establo, y su epifanía en el Bautismo, hoy los textos bíblicos nos invitan a meditar sobre nuestra vocación.

En la primera lectura hemos escuchado la vocación de Samuel. La voz del Señor se hace presente mientras dormía, posiblemente en un sueño. Él cree que es Elí que le llamaba… no está todavía acostumbrado a oír la voz de Dios. A la tercera vez Elí le dice: “Ves a dormir y, si te vuelve a gritar, dile: Hable, Señor, que tu siervo te escucha”. Dios llama de muchas formas, pero una de las más comunes es desde nuestro interior. Si estamos atentos a nuestros deseos, anhelos interiores, pensamientos… y no sólo nos dejamos arrastrar por ellos de una forma inconsciente, podría ser que alguna vez nos diéramos cuenta de que algunos de esos anhelos, deseos o pensamientos nacen de lo más profundo de nosotros mismos , como si no fueran nuestros, sino del Espíritu, una realidad que nos empuja a buscar, trascendernos, y abandonarnos a Dios.

Esta época de pandemia, terrible en muchos aspectos, y que deseamos que cuanto antes se acabe, ha restringido nuestras relaciones sociales, y ha hecho que tuviéramos que aprender, de forma forzada, a cultivar nuestra interioridad. Hemos aprendido que no es fácil estar con nosotros mismos, y que si no estamos atentos, los pensamientos negativos se nos comen. Pero si hemos dado un paso más nos damos cuenta de que en nuestro corazón también hay semillas de trascendencia, de compasión, de piedad para con Dios… podemos sentir la llamada Dios que nos empuja a la solidaridad, a profundizar en nuestra espiritualidad.

Este cultivo de la interioridad es propio también de la espiritualidad cristiana. Hoy que es la fiesta de San Antonio, abad, podemos recordar el carisma de los ermitaños y ermitañas, de los contemplativos, que son con su experiencia maestros de interioridad, y que fecundan, a menudo de forma oculta, toda la vida de la Iglesia y de la sociedad. Tomas Merton le gustaba decir que los contemplativos somos como los árboles que, en silencio, dan oxígeno a toda la tierra.

El Evangelio de Juan, por otra parte, nos ha presentado la llamada de los primeros discípulos de una manera diferente a cómo lo hacen los demás evangelios… en Mateo, Marcos y Lucas, Jesús es el maestro itinerante, que encuentra quienes serán los sus discípulos en su vida cotidiana: repasando las redes, en la barca, recaudando impuestos. Estos evangelios mantienen fresca la tradición oral de los primeros grupos cristianos mendicantes, que corrían, como Jesús, caminos, pueblos y villas e invitaban a quienes se animaban con su mensaje a una vida nueva, dejándolo todo, para predicar la Buena Nueva .

El Evangelio de Juan es diferente: Jesús encuentra a los primeros discípulos entre los seguidores de Juan Bautista, y ya no es aquel profeta itinerante que no tiene dónde apoyar la cabeza, sino el maestro anfitrión que invita a quienes están interesados ​​en él en su casa : “Maestro, ¿dónde se alojan?” – Venid y lo verá. Es como si el Evangelista proyectara en la evangelización de Jesús lo que debió de pasar en sus comunidades cristianas basadas en las familias cristianas que invitaban a los interesados ​​en la nueva fe, a compartir lo que creían y vivían, y más tarde después de un largo proceso, en el bautismo y en la eucaristía.

Esto, naturalmente nos invita a reflejar cómo nosotros, como comunidades cristianas, somos buenos anfitriones, y tenemos las puertas abiertas para que todo el mundo pueda “venir y ver” cómo vivimos; dándoles razón de nuestra fe y de nuestra esperanza. Más aún, si escuchamos las directrices que nos da el Papa Francisco, no sólo debemos esperar que se nos pida para venir, sino que nosotros mismos debemos salir para hacernos encuentros, como cristianos, en nuestra sociedad. No se trata de hacer una campaña de adoctrinamiento, haciéndonos pesados ​​y molestos, mostrándonos como superiores y guardianes de la verdad. Sino de compartir lo que somos y vivimos de forma sencilla, respetando que los demás tengan otra experiencia de la vida distinta a la nuestra. Buscando lo bueno, respetable, y verdadero que tenemos en común, trabajando por una sociedad más justa y más humana.

La confesión desacomplejada y sincera de nuestra fe, también puede hacer que algunas personas con las que tratemos se interesen por cómo vivimos nuestra espiritualidad. Hay personas que buscan trascender una vida basada sólo en la supervivencia material y están sedientas de algo más. El Evangelio da una perspectiva más profunda a la vida, sus narraciones son medicina y alimento para el alma.

¿Qué busca? Pide Jesús a Andrés y al otro discípulo. Jesús invita a su casa a quienes están en búsqueda, y les responde “Ven y lo veréis”. Y después de estar un día con Jesús, los discípulos salen entusiasmados en comunicarlo a Pedro. “Hemos encontrado al Mesías”… hemos encontrado lo que buscábamos, el cumplimiento de lo que nos había sido prometido, y anhelábamos.

Como también nosotros somos de quienes buscamos, en esta eucaristía somos de nuevo invitados por Jesús en su casa, él sólo no sólo comparte su palabra, sino que pone la mesa y nos invita a la comida que simboliza su amor, entregado por nosotros. Que salimos también, como Andrés y el otro discípulo, entusiasmados, con la necesidad de compartir lo que hemos visto, escuchado y lo que hemos vivido. Así sea.

San Juan nos narra milagros y acontecimientos, pero no se detiene tanto en el milagro, sino que los presenta como signos de realidades más importantes. Y así, al escuchar este pasaje de las bodas de Caná no nos podemos quedar con la conciencia tranquila pensando sólo que Jesús quiere acompañar a los nuevos esposos para que nunca les falte el vino del amor, aunque eso sería ya un gran pensamiento y un gran reto para la vida matrimonial. A Jesús le gusta comparar la vida con un banquete y San Juan inicia presentándonos a Jesús, su madre y sus discípulos en una boda. Es un signo fundamental que explica en lo cotidiano la presencia del Reino en medio de la historia. Las fiestas de nuestros pueblos, esas fiestas sin etiquetas ni exclusivismos son la mejor imagen y señal de esa otra “fiesta” y “banquete” al que estamos llamados a participar todos. Ahí, en el anonimato aparente, como uno más del pueblo, participa Jesús con su madre y sus discípulos. Pero en lo mejor de la fiesta, se termina el vino y nadie parece darse cuenta. ¿Cómo es posible que lo indispensable de una convivencia termine antes que la fiesta? Y sin embargo sucede. Quizás San Juan nos esté diciendo que en el pueblo de Israel y en nuestro mundo falta lo más importante, lo descuidamos y no hacemos caso de ello. También en nuestros días, escasea el vino de la comprensión, del amor y de la ayuda mutua. También en nuestras familias se ha perdido muchas veces lo esencial de la comunicación, del diálogo y del amor. Nos olvidamos que estamos llamados a participar en un banquete en compañía de todos y nos dejamos ilusionar por un sistema que nos obliga a la competencia feroz y a la lucha egoísta, privándonos de lo más importante que es el amor y la fraternidad entre todos. 

Esto ya es importante, pero San Juan quiere resaltar en este “milagro” de las bodas de Caná que Jesús es el auténtico vino nuevo, el vino del Reino, el vino de la Nueva Alianza, en contraposición al vino rancio de la Alianza Antigua. En este primer signo Jesús deja claro que él es el comienzo de un tiempo nuevo y que alcanzará su momento final cuando, en el Calvario, sea derramada su sangre, sangre de una nueva y eterna Alianza. La sangre de Cristo tiene, ante el Padre, un valor infinito, infinitamente superior a la sangre de los toros y machos cabríos que se derramaba en los sacrificios de la Antigua Alianza. Sí, Jesús es el vino nuevo, el vino del Reino, el vino de una nueva y eterna Alianza. En el ambiente de boda, de novia, de fiestas, Jesús aparece como el vino prometido durante siglos. Y con eso mostró Jesús su gloria, su identidad, y los discípulos creyeron, no creyeron por el milagro, sino por el signo. Y si ya el amor humano y la comprensión nos parecían indispensables, Jesús, el vino nuevo, es insustituible en la vida de un creyente y en la vida de toda la humanidad: es el que da un verdadero sentido a la vida. Y ojalá nosotros también como los discípulos creyéramos en Él.  Hay otro signo: la novia. Con la ayuda de Isaías, descubrimos que el amor de los novios puede ser no solamente de una pareja que inicia una nueva vida, sino del loco amor con el que Dios se deshace en desvelos y cuidados por su pueblo y que el pueblo no es capaz de corresponder. Abandonada, Desolada, con estos nombres llama Isaías a la Tierra prometida y malograda por los hombres. Tan grande ha sido la infidelidad del pueblo amado, que esa situación calamitosa viene a dar nombre propio a la tierra de Israel: Abandonada… Desolada. Era el estado doloroso del pueblo después de haberse olvidado de Dios. Momentos de angustia, momentos de tristeza infinita. Los hombres se alejan por el pecado de su Creador, y al estar lejos se sumergen en un mar de lágrimas, en un mundo oscuro y gris. Una historia de amor, donde falla la novia. Es la historia de un pueblo, pero también la historia personal. Sin embargo, ahora con la presencia de Jesús, “el Novio”, todo adquiere nuevo sentido. Amor de juventud, primer amor, eso es el amor divino por su pueblo, según dice Isaías: “Como un joven se desposa con su novia…». El despertar de los sentidos al amor, ese sentimiento tan hondo, tan humano y tan divino. Las palabras quedan inexpresivas para describir el amor, son un torpe balbuceo que trata inútilmente de expresarse. Es una realidad que sólo cuando se siente, se comprende. Pues eso y mucho más es la realidad del amor de Dios por su pueblo. Y Jesús en las bodas de Caná viene a recordárnoslo: Dios vive loco de amor por su pueblo, tiene un vino nuevo, una nueva Alianza.

Son muchos los símbolos que en este pasaje nos ofrece San Juan. Contemplemos este primer milagro de Jesús con asombro y preguntémonos si a nosotros no se nos ha escapado la alegría y el sentido de la vida; si no estamos perdiendo la capacidad de compartir.  También nosotros necesitaremos llenar nuestras vasijas agrietadas del agua de nuestro esfuerzo y de nuestra fe, para que Jesús los transforme en vino de alegría, de vida y de generosidad. Contemplemos el loco amor de Dios por su pueblo y descubramos a Jesús como el “Novio”, como el vino de amor, que da plenitud y alegría a nuestra fiesta.  Escuchemos a María que nos dice: “Hagan todo lo que Él les diga”. Padre Dios, que has simbolizado tu amor a todos los hombres en el banquete del Reino y en el amor conyugal, abre nuestros ojos y nuestro corazón, para que descubramos y vivamos tu amor en plenitud. Amén