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Referencias Bíblicas
• Matthew 9:32-38
• Obispo Robert Barron

Amigos, hoy el Señor instruye a los discípulos para que pidan al Padre que envíe trabajadores para las obras de evangelización. La vida cristiana se vive entre estos dos imperativos: conversión y misión.



Habiendo sido atrapados por la belleza de la revelación, la única respuesta adecuada es un cambio de vida y compromiso de convertirnos en misioneros en nombre de lo que hemos visto. En la tradición bíblica, ninguna visión o experiencia de Dios se da simplemente para la edificación del visionario; más bien, se da por el bien de la misión. Ninguna figura bíblica recibe una experiencia de Dios sin recibir un mandato.



Moisés descubre la zarza ardiente, escucha el nombre sagrado de Yahvé y luego se le instruye para que regrese a Egipto a liberar a su pueblo; Isaías disfruta de un encuentro místico con Dios en medio del esplendor de la liturgia del templo y luego es enviado a predicar; Saulo está abrumado por la luminosidad de Jesús resucitado y luego es llamado al apostolado. Como dice el teólogo Hans Urs von Balthasar: “Lo bello detiene al espectador en su lugar y luego planta el deseo de transmitir a los demás lo que ha visto”.

 

 

El Papa León y un mundo a la altura de los niños

 

 

Han pasado dos meses desde la elección de Robert Francis Prevost a la Cátedra de Pedro y ya son numerosas las imágenes que simbolizan este pontificado recién comenzado. Entre ellas, aunque menos conocidas, está la del nuevo Papa que se inclina para estar junto a una niña que quiere regalarle un dibujo. Un gesto sencillo que, sin embargo, lleva un mensaje de gran valor: para construir un mundo mejor, hay que ponerse a la altura de los niños

Alessandro Gisotti

Son muchas y llenas de significado las imágenes que nos han dejado estos primeros dos meses del pontificado de León XIV. Algunas permanecerán en la memoria colectiva durante mucho tiempo, como las lágrimas contenidas en la Logia central de la Basílica petrina al ver a la gente festiva en la Plaza de San Pedro la tarde del 8 de mayo, en su primer Urbi et Orbi tras la elección. Pero hay una, mucho menos conocida, que con naturalidad lleva consigo un mensaje y una visión para el futuro. Es aquella en la que el Papa León está sentado con las piernas cruzadas junto a una niña del Centro de verano vaticano que le muestra un dibujo.

Llaman la atención las sonrisas de ambos: el Papa mira claramente hacia el objetivo de quien está tomando la fotografía. La niña está “encantada” con ese gesto y, por tanto, no mira al fotógrafo, sino que mantiene la mirada sonriente fija en León XIV. ¿Por qué esta imagen es tan importante? Porque con ese simple inclinarse, el Pontífice nos ha mostrado una dirección que debería seguirse por todos y, en particular, por quienes hoy tienen en sus manos el destino del mundo: ponerse a la altura de los niños, mirar el mundo con sus ojos. Cómo cambiarían las cosas de la humanidad si cada uno de nosotros tuviera el valor de agacharse como lo hizo Jesús cuando – retomando a los discípulos que querían alejar a los niños “molestos” –pronunció esa frase inmortal: “Dejad que los niños vengan a mí”.

 

 

Hoy, ¿cuánto dejamos que los niños vengan a nosotros? Y, sobre todo, ¿cuánto nosotros vamos hacia ellos? Hacia esos niños arrasados por la guerra, los hambrientos por el egoísmo ajeno, los abusados por mil formas de violencia. La lógica, antes que el sentimiento, exigiría que los adultos protejan a los pequeños. Sin embargo, sucede exactamente lo contrario: en las guerras decididas por los grandes, los primeros en sufrir son precisamente ellos: los pequeños. ¿Qué veríamos si nos inclináramos a la medida de los niños de Gaza, de Járkov, de Goma y de tantos, demasiados lugares conmocionados por conflictos armados? Quizá, si lo hiciéramos, algo cambiaría.

“Si queremos enseñar la verdadera paz en este mundo – decía Gandhi – y si queremos llevar adelante una verdadera guerra contra la guerra, debemos comenzar por los niños”. Imaginemos por un instante si en el Consejo de Seguridad de la ONU se sentaran niños de las naciones de las Grandes Potencias. Quién sabe cómo cambiarían las relaciones internacionales. Lamentablemente, debemos reconocer con amargura que la realidad de la guerra nos es inculcada, como veneno, desde los primeros años de nuestra vida. Lo explica de manera dramáticamente efectiva Bertolt Brecht en un poema escrito cuando se acercaba el lúgubre inicio de la Segunda Guerra Mundial: “Los niños juegan a la guerra. Es raro que jueguen a la paz porque los adultos hacen la guerra desde siempre”.

Por eso, quizás, la única vía para cambiar el curso de la historia es realmente aquella que parece más improbable: agacharse, bajar de nuestras convicciones y de nuestros intereses de adultos, y poner nuestros ojos (y aún más, nuestro corazón) en la mirada “baja” de los niños. El Papa León, como misionero y obispo en Perú, se ha agachado muchas veces para estar a la altura de los niños. Son numerosas las imágenes que nos muestran en esa situación. Ahora que es Obispo de Roma, su estilo no ha cambiado, como nos ha “confirmado” esa foto tomada en el Centro de verano vaticano en el Aula Paolo VI. Hacerse pequeños, para hacer más grande nuestra humanidad. Una lección que hoy necesitamos inmensamente.

 

 

Adriano III, Santo

 

CIX Papa, 8 de julio
Fuente: ar.geocities.com
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Martirologio Romano: En Spilamberto, de la Emilia, tránsito del papa san Adriano III, que con gran empeño buscó la reconciliación de la Iglesia de Constantinopla con la de Roma, pero, afectado de una grave enfermedad, murió santamente en un viaje a las Galias († 885).

Fecha de canonización: culto confirmado el 2 de junio de 1891 por el Papa León XIII

Breve Biografía

San Adriano sucedió al Papa Marino I en el año 884, durante una época particularmente tumultuosa de la historia del pontificado.

El nuevo Pontífice adoptó al rey de Francia, Carlomán, por hijo espiritual y tomó medidas para impedir que el obispo de Nimes siguiese molestando a los monjes de la abadía de Saint Giles. También se dice que castigó con una severidad digna de sus crímenes al antiguo cortesano, Jorge del Aventino, y a la rica viuda de otro cortesano que había sido asesinado en el atrio de San Pedro.



Como es bien sabido, en la Roma de fines del siglo IX se cometieron crímenes horribles. El año 885, el emperador Carlos el Gordo invitó a San Adriano a una dieta reunida en Worms. Ignoramos qué razones tenía para invitar especialmente al Papa; en todo caso, el emperador no llegó a ver cumplidos sus deseos, pues San Adriano enfermó durante el viaje y murió en Módena, en julio o en septiembre.



Fue sepultado en la iglesia abacial de San Silvestre de Nonántola. El pontificado de San Adriano duró catorce o dieciséis meses; lo poco que sabemos sobre él, no nos proporciona ningún detalle sobre su santidad personal, pero lo cierto es que, desde su muerte, empezó a venerársele como santo en Módena.

Su culto fue confirmado en 1891. Durante el breve pontificado de San Adriano III, Roma se vio asolada por la carestía y el Papa hizo cuanto estuvo en su mano por aliviar los sufrimientos del pueblo. Flodoardo, el cronista de la diócesis de Reims, le alaba como padre de sus hermanos en el episcopado.

 

 

Se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas

Evangelio según San Mateo 9, 32-38.

 

 

Martes 14ª semana de Tiempo Ordinario
Por: H. David Mauricio Sánchez Mejía, L.C.
Fuente: missionkits.org

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Gracias, Señor, por los dones de la fe, de la esperanza y de la caridad que me diste en el bautismo. Ayúdame a crecer en estas virtudes para que aprenda a descubrirte en todo momento y sepa darte, en mi vida, el lugar que te corresponde.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 9, 32-38

En aquel tiempo, llevaron ante Jesús a un hombre mudo, que estaba poseído por el demonio. Jesús expulsó al demonio y el mudo habló. La multitud maravillada, decía: «Nunca se había visto nada semejante en Israel». Pero los fariseos decían: «Expulsa a los demonios por autoridad del príncipe de los demonios». Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia. Al ver a las multitudes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y desamparadas, como ovejas sin pastor. Entonces dijo a sus discípulos: «La cosecha es mucha y los trabajadores, pocos. Rueguen, por tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos».

Palabra del Señor.

 

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Jesús ve la gente y la ve necesitada. Sabe que muchas veces nos sentimos desorientados y sin saber a quién acudir. Por eso, al hacerse hombre, quiso dedicar un periodo de su vida a estas ovejas sin pastor. Siendo hombre, puede comprender todas nuestras alegrías y dificultades y, lo que es aún mejor, ser el hombro de apoyo en los momentos de tinieblas.

Nos falta, pues, abrir los ojos y el corazón para aprender a descubrir su presencia en cada momento de nuestra vida cotidiana. Él toma muchas formas, ya sea en la presencia de un amigo o a través de una palabra de aliento, sin embargo, Dios prometió hacerse presente especialmente a través de sus sacerdotes, estos obreros de la mies celestial que, como Cristo, quieren dar la vida por sus hermanos los hombres.

Jesús quiere obrar en el mundo, pero necesita manos y pies que le ayuden a transmitir su mensaje por el mundo. Roguemos al Señor que envíe obreros a su mies…

 

 

No se trata solo de compartir, sino de compadecer, es decir, de sufrir por quien sufre. Una obra de misericordia no es hacer algo para descargar la conciencia: una obra de bien, así estoy más tranquilo, me quito un peso de encima. ¡No! Una obra de misericordia significa también compartir el dolor de los otros, porque compartir y compadecer van juntas. Por eso es misericordioso el que sabe compartir y también compadecerse de los problemas de otras personas. ¿Yo sé compartir? ¿Soy generoso, soy generosa? ¿Cuando veo una persona que sufre, que está en dificultad, también yo sufro? ¿Sé ponerme en los zapatos de los otros, en la situación de sufrimiento?
(Homilía de S.S. Francisco, 5 de junio de 2017, en santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Voy a agradecer al Señor por mi párroco y voy a pedirle su luz para que lo ilumine y lo fortalezca en su misión.

 

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

Cómo discernir correctamente para acercarnos más a Dios 

El santo padre León XIV compartió el pasado 4 de julio su intención de oración mensual, en la que nos invita a formar nuestra capacidad de discernir para acercarnos más a Dios

 

 

Muchas veces nos encontramos perdidos en nuestra vida y, en ocasiones, ante esas importantes decisiones, no sabemos discernir. Esto puede producirnos angustia y hacernos pensar que Dios se ha olvidado de nosotros. Este mensaje es un llamado profundo a reaprender a escuchar la voz de Dios en nuestro interior.

En un mundo lleno de opciones frenéticas y decisiones impulsivas, el Papa León XIV nos anima a hacer una pausa, a prestar atención a nuestros pensamientos, emociones y acciones, y a discernir los caminos que nos acercan a Cristo.

Su oración es un trayecto espiritual: invoca al Espíritu Santo como «luz de nuestro entendimiento» y «aliento suave en nuestras decisiones», para que podamos «discernir los caminos escondidos de nuestro corazón» y abrazar «la alegría del Evangelio», incluso entre dudas y cansancio.

Dejarnos guiar por Dios

 

Este mes, el Papa nos propone un método práctico. Su petición incluye un proceso tangible—orar, reflexionar, estudiar la Palabra, dejarse acompañar espiritualmente—que busca ayudarnos a evitar lo que nos aleja de la fe y a vivir con mayor libertad cristiana.

Así, la intención de julio se convierte en una invitación profunda: no solo saber decidir, sino ser formados para decidir desde la fe.

«Concédeme conocer mejor qué es lo que me mueve, para rechazar aquello que me aleja de Cristo, y así más amarlo y servirlo».

Discernir los caminos del corazón

En efecto, el ritmo de vida tan acelerado que llevamos, nos impide detenernos y analizar realmente lo que Dios quiere para nuestra vida, de modo que, debemos tomar un momento y preguntarnos con claridad: ¿Qué es lo que Dios quiere para nosotros? 

Rechazar todo lo que nos aleja de Dios

 



Dice el santo padre que todas y cada una de nuestras decisiones deben llevarnos a la alegría del Evangelio. De ahí la importancia de formar nuestra capacidad de discernimiento para alejarnos de aquello que no nos conduce a Dios. 

El Papa advierte que, aunque en muchas ocasiones no será fácil y en el camino habrá dudas e incluso cansancio, debemos estar dispuestos a empezar de nuevo. 

Y cuando encontremos la paz que anhela nuestro corazón, tendremos la certeza de que habremos tomado la desición correcta apesar de los retos. 

A continuación, te compartimos la oración que el Vicario de Cristo nos propone para este mes de julio, la cual puedes orar y meditar cada día en tu corazón.

Espíritu Santo, luz de nuestro entendimiento,
dulce aliento en nuestras decisiones,
dame la gracia de escuchar atentamente tu voz
para discernir los secretos caminos de mi corazón,
a fin de captar lo que realmente es importante para ti
y liberar mi corazón de sus aflicciones.
Te pido la gracia de aprender a detenerme
para tomar conciencia de mi manera de actuar,
de los sentimientos que habitan en mí,
de los pensamientos que me invaden,
y que, muchas veces, no logro reconocer.
Deseo que mis elecciones
me conduzcan a la alegría del Evangelio.
Aunque deba atravesar momentos de duda y cansancio,
aunque tenga que luchar, reflexionar, buscar y comenzar de nuevo…
Porque, al final de cuentas,
tu consuelo es el fruto de la decisión correcta.
Concédeme conocer mejor qué es lo que me mueve,
para rechazar aquello que me aleja de Cristo,
y así más amarlo y servirlo.
Amén.

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