Matthew 15:21-28

Amigos, el Evangelio de hoy es el relato de una persistente mujer cananea. Como en todas las historias “difíciles” del Evangelio, hay un impacto espiritual.

Los propósitos salvíficos de Dios son para todo el mundo. Israel fue elegida para que fuera vehículo de salvación para todos. Por lo tanto, la misión principal de Jesús es, de hecho, respecto de los hermanos judíos, pero a lo largo de los Evangelios hay muestras de que Su ministerio tiene un propósito más amplio.

Cuando Jesús entró en un territorio pagano una mujer cananea gritó: “¡Señor, Hijo de David, ten piedad de mí! Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio”. Ella representa el anhelo del mundo por justicia, misericordia y el amor de Dios. Ella percibe correctamente dónde se puede encontrar todo esto. Ella encarna el hambre de una humanidad perdida.

Las respuestas de Jesús van del silencio, a una reprimenda indirecta, a un insulto. Y habiendo recibido esos golpes, la mujer responde con una fe que agrada al Señor. ¿Está Jesús probando a la mujer para que ella sepa cuán grande es su fe? Esta fue la explicación de San Agustín acerca de por qué Dios a veces dice que no a la oración repetida. Y esta es la razón por la cual la perseverancia en la oración es tan recomendable en la gran tradición cristiana.

¿Qué quiere enseñarnos Jesús con esta parábola? Nos recuerda que debemos permanecer listos para el encuentro con Él. (…) La lámpara es el símbolo de la fe que ilumina nuestra vida, mientras que el aceite es el símbolo de la caridad que alimenta y hace fecunda y creíble la luz de la fe. La condición para estar listos para el encuentro con el Señor no es solo la fe, sino una vida cristiana rica en amor y caridad hacia el prójimo. Si nos dejamos guiar por aquello que nos parece más cómodo, por la búsqueda de nuestros intereses, nuestra vida se vuelve estéril, incapaz de dar vida a los otros y no acumulamos ninguna reserva de aceite para la lámpara de nuestra fe; y ésta —la fe— se apagará en el momento de la venida del Señor o incluso antes. Si en cambio estamos vigilantes y buscamos hacer el bien, con gestos de amor, de compartir, de servicio al prójimo en dificultades, podemos estar tranquilos mientras esperamos la llegada del novio: el Señor podrá venir en cualquier momento, y tampoco el sueño de la muerte nos asusta, porque tenemos la reserva de aceite, acumulada con las obras buenas de cada día. La fe inspira a la caridad y la caridad custodia a la fe. (Ángelus, 12 noviembre 2017)

Teresa Benedicta de la Cruz, Santa

Memoria Litúrgica, 9 de agosto

Por: n/a | Fuente: Vatican.va

Monja Mártir

Martirologio Romano: Santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith) Stein, virgen de la Orden de las Carmelitas Descalzas y mártir, la cual, nacida y educada en la religión judía, después de haber enseñado filosofía durante algunos años entre grandes dificultades, recibió por el bautismo la nueva vida en Cristo y la desarrolló bajo el velo de religiosa, hasta que, en tiempo de un régimen hostil a la dignidad del hombre y de la fe, fue desterrada y encarcelada, muriendo en la cámara de gas del campo de exterminio de Oswiecim o Auschwitz, cerca de Cracovia, en Polonia (1942).

Fecha de beatificación: 1 de mayo de 1987 por S.S. Juan Pablo I
Fecha de canonización: 11 de octubre de 1998 por S.S. Juan Pablo II

Etimológicamente: Teresa = Aquella que es experta en la caza, es de origen griego.

Breve Biografía

Cuando Edith Stein, la última de once hermanos, nació en Breslau el 12 de octubre de 1891, la familia festejaba el Yom Kippur, la mayor fiesta hebrea, el día de la expiación. «Esto hizo, más que ninguna otra cosa, que su madre tuviera una especial predilección por la hija más pequeña». Precisamente esta fecha de su nacimientó fue para la carmelita casi un vaticinio.

El padre, comerciante de maderas, murió cuando Edith no había cumplido aún dos años. La madre, una mujer muy religiosa, solícita y voluntariosa, una persona verdaderamente admirable, al quedarse sola, debió hacer frente tanto al cuidado de la familia como a la gestión de la gran hacienda familiar; pero no consiguió mantener en los hijos una fe viva. Edith perdió la fe en Dios. «Con plena conciencia y por libre elección dejé de rezar».

Obtuvo brillantemente la reválida en 1911 y comenzó a estudiar germanística e historia en la Universidad de Breslau, más para tener una base de sustento en el futuro que por auténtica pasión. Su verdadero interés era la filosofía. Le interesaban también los problemas de la mujer. Entró a formar parte de la organización «Asociación Prusiana para el Derecho Femenino al Voto». Más tarde escribía: » como bachiller y joven estudiante, fui una feminista radical. Perdí después el interés por este asunto. Ahora voy en busca de soluciones puramente objetivas».

En 1913, la estudiante Edith Stein se fue a Gottinga para asistir a las clases universitarias de Edmund Husserl, de quien llegó a ser discípula y asistente, consiguiendo con él el doctorado. Por aquellos tiempos, Edmund Husserl fascinaba al público con un nuevo concepto de verdad: el mundo percibido no solamente existía de forma kantiana, como percepción subjetiva. Sus discípulos entendían su filosofía como un viraje hacia lo concreto. «Retorno al objetivismo». Sin que él lo pretendiera, la fenomenología condujo a no pocos discípulos y discípulas suyos a la fe cristiana. En Gottinga Edith Stein se encontró también con el filósofo Max Scheler y este encuentro atrajo su atención sobre el catolicismo. Pero todo esto no la hizo olvidar el estudio con el que debía ganarse el pan en el futuro y, en 1915, superó con la máxima calificación el examen de Estado. No obstante, no comenzó el periodo de formación profesional.

Al estallar la primera guerra mundial escribía: «ahora ya no tengo una vida propia». Siguió un curso de enfermería y prestó servicio en un hospital militar austríaco. Fueron tiempos difíciles para ella. Atendía a los ingresados en la sección de enfermos de tifus y prestaba servicio en el quirófano, viendo morir a hombres en la flor de su juventud. Al cerrar el hospital militar en 1916, siguió a Husserl a Friburgo en Brisgovia, donde obtuvo el doctorado «summa cum laude» con una tesis «Sobre el problema de la empatía «.

Por aquel tiempo le ocurrió un hecho importante: observó cómo una aldeana entraba en la Catedral de Frankfurt con la cesta de la compra, quedándose un rato para rezar. «Esto fue para mí algo completamente nuevo. En las sinagogas y en las iglesias protestantes que he frecuentado los creyentes acuden a las funciones. Aquí, sin embargo, una persona entró en la iglesia desierta, como si fuera a conversar en la intimidad. No he podido olvidar lo ocurrido». En las últimas páginas de su tesis de doctorado escribió: «ha habido personas que, tras un cambio imprevisto de su personalidad, han creído encontrar la misericordia divina». ¿Cómo llegó a esta afirmación?

Edith Stein tenía gran amistad con el asistente de Husserl en Gottinga, Adolf Reinach y su esposa. Adolf Reinach muere en Flandes en noviembre de 1917. Edith va a Gottinga. Los Reinach se habían convertido al Evangelio. Edith tenía cierta renuencia ante el encuentro con la joven viuda.

 Con gran sorpresa encontró una creyente. «Este ha sido mi primer encuentro con la cruz y con la fuerza divina que transmite a sus portadores… Fue el momento en que se desmoronó mi irreligiosidad y brilló Cristo». Más tarde escribirá: «lo que no estaba en mis planes estaba en los planes de Dios. Arraiga en mí la convicción profunda de que -visto desde el lado de Dios- no existe la casualidad; toda mi vida, hasta los más mínimos detalles, está ya trazada en los planes de la Providencia divina y, ante los ojos absolutamente clarividentes de Dios, presenta una coherencia perfectamente ensamblada».

En otoño de 1918, Edith Stein dejó la actividad de asistente de Edmund Husserl porque deseaba trabajar independientemente. La primera vez que volvió a visitar a Husserl después de su conversión fue en 1930. Tuvo con él una discusión sobre la nueva fe de la que la hubiera gustado que participara también él. Tras ello escribió una frase sorprendente: «Después de cada encuentro que me hace sentir la imposibilidad de influenciar directamente, se agudiza en mí el impulso hacia mi propio holocausto».

Edith Stein deseaba obtener la habilitación para la libre docencia, algo que, por aquel entonces, era inalcanzable para una mujer. A este respecto, Husserl se pronunciaba así en un informe: «Si la carrera universitaria se hiciera accesible a las mujeres, la podría recomendar encarecidamente más que a cualquier otra persona para el examen de habilitación». Más tarde, sin embargo, se le negaría la habilitación a causa de su origen judío.

Edith Stein vuelve a Breslau. Escribe artículos en defensa de la psicología y de las humanidades. Pero lee también el Nuevo Testamento, Kierkegaard y el opúsculo de los Ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola. Se da cuenta de que un escrito como éste no se le puede simplemente leer, sino que es necesario ponerlo en práctica.

En el verano de 1921 fue durante unas semanas a Bergzabern (Palatinado), a la finca de la Señora Hedwig Conrad-Martius, una discípula de Husserl. Esta señora, junto con su esposo, se había convertido al Evangelio. Una tarde Edith encontró en la biblioteca la autobiografía de Teresa de Ávila. La leyó durante toda la noche. «Cuando cerré el libro, me dije: esta es la verdad».

Considerando retrospectivamente su vida, escribía más tarde: «mi anhelo por la verdad era ya una oración».

En enero de 1922 Edith Stein se bautizó. Era el día de la Circuncisión de Jesús, la acogida de Jesús en la estirpe de Abraham. Estaba erguida ante la fuente bautismal, vestida con el blanco manto nupcial de Hedwig Conrad-Martius, que hizo de madrina. «Había dejado de practicar mi religión hebrea y me sentía nuevamente hebrea solamente tras mi retorno a Dios». Ahora tendrá siempre conciencia, y no sólo intelectualmente, sino de manera tangible, de pertenecer a la estirpe de Cristo. En la fiesta de la Candelaria, una fiesta cuyo origen se remonta también al Antiguo Testamento, fue confirmada por el Obispo de Espira en su capilla privada. 

Después de su conversión, lo primero que hizo fue volver a Breslau. «Mamá, soy católica». Las dos lloraron. Hedwig Conrad-Martius escribió: «mira, dos israelitas y en ninguna de ellas hay engaño» (cf. Jn 1, 47).

Inmediatamente después de su conversión, Edith Stein aspira a entrar en el Carmelo, pero sus consejeros espirituales, el Vicario general de Espira y el Padre Przywara, S.J., le impiden dar este paso. Acepta entonces un empleo de profesora de alemán e historia en el Instituto y seminario para maestros del Convento dominico de la Magdalena de Espira hasta Pascua de 1931. Por insistencia del Archiabad Raphael Walzer, del convento de Beuron, hace largos viajes para dar conferencias, sobre todo sobre temas femeninos. «Durante el período inmediatamente precedente y también bastante después de mi conversión… creía que llevar una vida religiosa significaba renunciar a todas las cosas terrenas y vivir solamente con el pensamiento puesto en Dios. Gradualmente, sin embargo, me he dado cuenta de que este mundo exige de nosotros otras muchas cosas…, creo, incluso, que cuanto más se siente uno atraído por Dios, más debe «salir de sí mismo», en el sentido de dirigirse al mundo para llevar allí una razón divina para vivir». Su programa de trabajo es enorme. Traduce las cartas y los diarios del período precatólico de Newmann y la obra Quaestiones disputatae de veritate de Tomás de Aquino, en una versión muy libre por amor al diálogo con la filosofia moderna. El Padre Erich Przywara, S.J., la incitó a escribir también obras filosóficas propias. Aprendió que es posible «practicar la ciencia al servicio de Dios… sólo por tal motivo he podido decidirme a comenzar una serie de obras científicas». Encuentra siempre las fuerzas necesarias para su vida y su trabajo en el convento benedictino de Beuron, al que va para pasar allí las fiestas más importantes del año eclesiástico.

En 1931 termina su actividad en Espira. Intenta de nuevo obtener la habilitación para la libre docencia en Breslau y Friburgo. Todo en vano. Compone entonces una obra sobre los principales conceptos de Tomás de Aquino: «Potencia y acción». Más tarde hará de este ensayo una obra mayor, desarrollándola bajo el título de Endliches und ewiges Sein (Ser finito y Ser eterno) en el convento de las Carmelitas de Colonia. No fue posible imprimir esta obra durante su vida.

En 1932 se le asigna una cátedra en una institución católica, el Instituto de Pedagogía científica de Münster, donde tiene la posibilidad de desarrollar su propia antropología. Aquí encuentra la manera de unir ciencia y fe, y de hacer comprensible esta cuestión a otros. Durante toda su vida sólo quiso ser «instrumento de Dios». «Quien viene a mí, deseo conducirlo a Él «.

En 19331a noche se cierne sobre Alemania. «Había oído ya antes algo sobre las severas medidas contra los judíos. Pero ahora comencé de pronto a entender que Dios había puesto una vez más su pesada mano sobre su pueblo y que el destino de este pueblo era también el mío». El artículo de la ley de los nazis sobre la raza ariana hizo imposible que continuara su actividad docente. «Si aquí no puedo continuar, en Alemania ya no hay posibilidades para mí «. «Me había convertido en una extranjera en el mundo».

El Archiabad Walzer, de Beuron, ya no le impidió entrar en un convento de Carmelitas. Durante el tiempo que estuvo en Espira había hecho ya el voto de pobreza, castidad y obediencia. En 1933 se presenta a la Madre Priora del Monasterio de Carmelitas de Colonia. «Solamente la pasión de Cristo nos puede ayudar, no la actividad humana. Mi deseo es participar en ella».

Una vez más Edith fue a Breslau para despedirse de su madre y de la familia. El 12 de octubre fue el último día que pasó en su casa, el día de su cumpleaños y, a la vez, la fiesta hebrea de los tabernáculos. Edith acompaña a su madre a la sinagoga. Fue un día nada fácil para las dos mujeres. «¿Por qué la has conocido (la fe cristiana)? No quiero decir nada contra Él. Habrá sido un hombre bueno. Pero ¿por qué se ha hecho Dios? » . Su madre lloró. A la mañana siguiente Edith tomó el tren para Colonia. «No podía tener una alegría arrebatadora. Era demasiado tremendo lo que dejaba atrás. Pero yo estaba tranquilísima, en el puerto de la voluntad de Dios». Cada semana escribirá después una carta a su madre. No recibirá respuesta. Su hermana Rosa le mandará noticias de casa.

El 14 de octubre Edith Stein entra en el monasterio de las Carmelitas de Colonia. En 1934, el 14 de abril, tuvo lugar la ceremonia de toma de hábito. El Archiabad de Beuron celebró la misa. Desde aquel momento Edith Stein llevará el nombre de Sor Teresa Benedicta de la Cruz.

Escribe en 1938: «bajo la Cruz entendí el destino del pueblo de Dios que entonces (1933) comenzaba a anunciarse. Pensaba que entendiesen que se trataba de la Cruz de Cristo, que debían aceptarla en nombre de todos los demás. Es verdad que hoy entiendo mejor estas cosas, lo que significa ser esposa del Señor bajo el signo de la Cruz. Aunque ciertamente nunca será posible comprender todo esto, puesto que es un secreto». El 21 de abril de 1935 hizo los votos temporales. El 14 de septiembre de 1936, en el momento de renovar los votos, murió su madre en Breslau. «Hasta el último momento mi madre ha permanecido fiel a su religión. Pero, puesto que su fe y su firme confianza en su Dios… fue lo ultimo que permaneció vivo en su agonía, confío en que haya encontrado un juez muy clemente y que ahora sea mi más fiel abogada, para que también yo pueda llegar a la meta».

En el recordatorio de su profesión perpetua, el 21 de abril de 1938, hizo imprimir las palabras de San Juan de la Cruz, al que dedicará su última obra: «que ya sólo en amar es mi ejercicio «.
La entrada de Edith Stein en el convento de las Carmelitas no fue una huida. «Quien entra en el Carmelo no se pierde para los suyos, sino que le tienen aún más cercano; y esto porque nuestra profesión es la de dar cuenta de todos a Dios «. Dio cuenta a Dios sobre todo de su pueblo.

«Pienso continuamente en la reina Ester, que fue sacada de su pueblo para dar cuenta ante el rey. Yo soy una pequeña y débil Ester, pero el Rey que me ha elegido es infinitamente grande y misericordioso. Esto es un gran consuelo » (31.10.1938).

El 9 de noviembre de 1938 se puso de manifiesto ante todo el mundo el odio que tenían los nazis a los judíos. Arden las sinagogas, se siembra el terror entre las gentes judías. La Madre Superiora de las Carmelitas de Colonia hace todo lo posible para llevar al extranjero a Sor Teresa Benedicta de la Cruz. La noche de fin de año de 1938 cruza la frontera de los Países Bajos y la llevan al monasterio de Carmelitas de Echt, en Holanda. Allí redacta su testamento el 9 de junio de 1939.

«Ya desde ahora acepto con gozo, en completa sumisión y según su santísima voluntad, la muerte que Dios me haya destinado. Ruego al Señor que acepte mi vida y muerte… de manera que el Señor sea reconocido por los suyos y que su Reino venga con toda su magnificencia para la salvación de Alemania y la paz del mundo… «.

Ya en el monasterio de Carmelitas de Colonia, a Edith Stein se le había dado permiso para dedicarse a las obras científicas. Allí había escrito, entre otras cosas, De la vida de una familia judía. «Deseo narrar simplemente lo que he experimentado al ser hebrea». Ante «la juventud que hoy es educada desde la más tierna edad en el odio a los judíos…, nosotros, que hemos sido educados en la comunidad hebrea, tenemos el deber de dar testimonio».

En Echt, Edith Stein escribirá a toda prisa su ensayo sobre Juan de la Cruz, el místico doctor de la Iglesia, con ocasión del cuatrocientos aniversario de su nacimiento, 1542-1942. En 1941 escribía a una religiosa con quien tenía amistad: «una scientia crucis (la ciencia de la cruz) sólamente puede ser entendida si se lleva todo el peso de la cruz. De ello estaba convencida ya desde el primer instante y de todo corazón he pronunciado: Ave, Crux, Spes unica (te saludo, Cruz, única esperanza nuestra)». Su estudio sobre San Juan de la Cruz lleva como subtítulo: » La ciencia de la Cruz «.

El 2 de agosto de 1942 llega la Gestapo. Edith Stein se encuentra en la capilla con las otras Hermanas. En cinco minutos debe presentarse, junto con su hermana Rosa, que se había bautizado en la Iglesia Católica y prestaba servicio en las Carmelitas de Echt. Las últimas palabras de Edith Stein que se oyen en Echt están dirigidas a Rosa: «Ven, vayamos, por nuestro pueblo».

 Junto con otros muchos otros judíos convertidos al cristianismo, las dos mujeres son llevadas al campo de concentración de Westerbork. Se trataba de una venganza contra el comunicado de protesta de los obispos católicos de los Países Bajos por los progromos y las deportaciones de los judíos. «Jamás había pensado que los seres humanos pudieran llegar a ser así, y tampoco podía pensar que mis hermanas y hermanos debieran sufrir así… cada hora rezo por ellos. ¿Oirá Dios mi oración? En todo caso, oye ciertamente sus lamentos». El Prof. Jan Nota, cercano a ella, escribirá más tarde: «para mí, ella es, en un mundo de negación de Dios, una testigo de la presencia de Dios».

Al amanecer del 7 de agosto sale una expedición de 987 judíos hacia Auschwitz. El 9 de agosto Sor Teresa Benedicta de la Cruz, junto con su hermana Rosa y muchos otros de su pueblo, murió en las cámaras de gas de Auschwitz.

Con su beatificación en Colonia el 1 de mayo de 1987, la Iglesia rindió honores, por decirlo con palabras del Sumo Pontífice Juan Pablo II, a «una hija de Israel, que durante la persecución de los nazis ha permanecido, como católica, unida con fe y amor al Señor Crucificado, Jesucristo, y, como judía, a su pueblo «.

El milagro para su canonización

Diez años después de la beatificación, en 1997, Teresa Benedicta McCarthy, una pequeña niña de la ciudad de Boston, en Estados Unidos, fue diagnosticada con un grave e irreversible caso de daño hepático luego de consumir una fuerte dosis de medicamentos, se recuperó repentinamente apenas sus padres oraron a Edith Stein.

Este hecho, completamente documentado, fue reconocido oficialmente como un milagro, abriendo así el camino para la canonización.

Reproducido con autorización de Vatican.va

¡Mujer, grande es tu fe!

Santo Evangelio según san Mateo 15, 21-28. Miércoles XVIII del Tiempo Ordinario

Por: Balam Loza, LC | Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor mío y Dios mío, aquí estoy a tus pies para alabarte. Quiero ser todo tuyo y ofrecerte todo lo que soy. No quiero hacer nada más que tu voluntad. Quiero hacer lo que Tú me pidas pues sé que eso es lo que da la plena felicidad y la paz profunda.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 15,21-28

En aquel tiempo, Jesús se retiró a la comarca de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea le salió al encuentro y se puso a gritar: «Señor, hijo de David, ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un demonio». Jesús no le contestó una sola palabra; pero los discípulos se acercaron y le rogaban: «Atiéndela, porque viene gritando detrás de nosotros».

Él les contestó: «Yo no he sido enviado sino a las ovejas descarriadas de la casa de Israel». Ella se acercó entonces a Jesús y postrada ante él, le dijo: «¡Señor, ayúdame!» Él le respondió: «No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos». Pero ella replicó: «Es cierto, Señor, pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de sus amos». Entonces Jesús le respondió: «Mujer, ¡qué grande es tu fe! Que se cumpla lo que deseas». Y en aquel mismo instante quedó curada su hija.
Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

«Ella se acercó entonces a Jesús» Hoy veo una mujer pobre y humilde, una mujer que habría sufrido grandes penas por la enfermedad de su hija. Una mujer cansada y con pocas esperanzas, agotada de buscar por todas partes una solución a su dolor. Podemos pensar en el rostro de una madre que pasado largas horas llorando por el dolor de su niña.

Y he ahí que aparece Jesús como un rayo de luz y de esperanza en la espesura y oscuridad de su corazón. Corre a su encuentro y se pone delante con todas sus penas, pone delante de Jesús todo su corazón y lo abre completamente. Va al médico del alma y le cuenta su historia con todas sus heridas y sufrimientos. Se sabe indigna, pero eso no la frena pues reconoce la mirada de amor de Jesús. Se sabe desde el primer momento amada por ese hombre y no duda en acudir. No duda en superar los obstáculos que puedan aparecer.

Hoy, Jesús se acerca a mi vida y me mira con amor, ve mi dolor y quiere curarme. ¿Quiero ser curado? Lo importante no es lo que Cristo puede hacer por mí, sino si yo quiero ser curado. Tengo que acercarme y pedírselo. Así como la mujer fue capaz de mostrar su fragilidad, del mismo modo tengo que acercarme y contarle mi historia, pues es el único modo que puedo ser curado.

El corazón puede irse cargando de sufrimientos; a veces podemos ocultarlos, pero por dentro pueden seguir abiertos haciéndonos mucho daño. Nos será fácil presentarlos a Jesús y dejárselos en sus manos; pero sólo así viviremos la verdadera vida, en libertad plena.

«Debemos siempre buscar al Señor: todos nosotros sabemos cómo son los momentos malos, momentos que nos derrumban, momentos sin fe, oscuros, momentos en donde no vemos el horizonte, no somos capaces de levantarnos, todos lo sabemos. Pero es el Señor que viene, nos reconforta con su pan y con su fuera y nos dice «álzate y sigue adelante, camina. Por ello, para encontrar al Señor debemos estar así: en pie y en camino; después esperar que Él nos llame: corazón abierto. Y Él nos dirá «soy yo»; y ahí la fe se hará fuerte. Pero la fe, ¿es para mí, para conservarla? No, es para ir y darla a los demás, para ungir a los demás, para la misión. Por lo tanto, en pie y en camino; en silencio para encontrar al Señor; y en misión para llevar este mensaje, esta vida a los demás. Precisamente esta es la vida del cristiano».

(Cf Homilía de S.S. Francisco, 10 de junio de 2016, en santa Marta).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy, Jesús, voy a tener un detalle con algún familiar o amigo que esté sufriendo y que pueda necesitar de mi tiempo.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 Si no puedes ir a Misa, haz esta oración para mandar a tu ángel guardián

Ref:328

El padre Pío de Pietrelcina aconsejaba a todos sus hijos espirituales que enviaran a sus ángeles a darle recados, y también, para que fueran a Misa en su lugar, cuando ellos no pudieran hacerlo

Los testimonios, recogidos por el P. Alessio Parente OFM, en su libro Envíame a tu Ángel de la guarda , menciona maravillas realizadas a los hijos espirituales del P. Pío de Pietrelcina, a través de los ángeles de la guarda de cada persona. En el libro menciona que, si alguien no puede ir a Misa pero quisiera estar presente ante el altar, rece esta oración para enviar a su ángel de la guarda a la celebración:

Oh santo Ángel, que estás a mi lado,

ven a la iglesia conmigo,

arrodíllate en mi lugar en la misa

donde yo deseo estar.

Durante el Ofertorio, en mi lugar,

lleva todo lo que soy y tengo,

y ponlo como un sacrificio

encima del Trono del altar.

Al tocar la campana en la Consagración,

adora con el amor de los Serafines

a mi Jesús contenido en la Hostia

que desciende de lo alto del Cielo.

Después ora por aquellos que yo cariñosamente amo,

y por aquellos que me han ofendido,

que la sangre de Jesús lave sus corazones

y alivie el sufrimiento de las almas.

Y cuando el sacerdote distribuya la Comunión,

¡tráela para mí!

Que su dulce corazón pueda descansar en el mío

y yo pueda ser su templo.

Pide para que este Divino Sacrificio

borre los pecados humanos;

después, tráeme la bendición de Jesús a mi casa,

el abogado de todas las gracias.

Santa Edith Stein (Teresa Benedicta de la Cruz), judía y carmelita

Gerd Eichmann-(CC BY-SA 4.0) modified

Dolors Massot – publicado el 09/08/15

De origen judío, esta filósofa se convirtió y murió en Auschwitz asumiendo su condición de cristiana y de hebrea. Ella es maestra en la ciencia de la Cruz.

Edith Stein nació en Breslau (Wrocław en polaco, situada al suroeste de Polonia) el 12 de octubre de 1891.

Era la pequeña de once hermanos y su familia celebraba ese día la fiesta del Yom Kippur, la más sagrada del año judío.

El Yom Kippur significa el arrepentimiento sincero del corazón, la expiación, y aquello tendrá para Edith un significado especial en su vida.

«Dejé de rezar»

A los 2 años quedó huérfana de padre. Pese a que su madre era profundamente religiosa, con el paso del tiempo, no todos los hijos siguieron practicando el judaísmo. Edith Stein escribió: «Con plena conciencia y por libre elección dejé de rezar«.

Comenzó a estudiar Germanística e Historia en la Universidad de Breslaw, aunque su vocación era la filosofía. Además, se hizo feminista radical. Ella misma recordaba después:

«Como bachiller y joven estudiante, fui una feminista radical. Perdí después el interés por este asunto. Ahora voy en busca de soluciones puramente objetivas».

«Mi anhelo por la verdad era ya una oración»

En 1913, va a Gottinga y asiste a las clases de Edmund Husserl. Se convierte en su discípula y asistente, y conseguirá el doctorado con una tesis dirigida por él.

Husserl despuntaba por hacer una crítica a la filosofía kantiana. Proponía un nuevo concepto de verdad, que no se limitaba a la percepción subjetiva tal como afirmaba Kant.  Edith Stein escribió mucho después: “Mi anhelo por la verdad era ya una oración».

En la búsqueda fenomenológicade la verdad que proponía Husserl, muchos estudiantes se encontraban en el camino hacia la fe cristiana.

Para Edith Stein también fue el modo de plantearse interrogantes fundamentales. Esto se pronunciaría aún más con el contacto con el filósofo Max Scheler, también en Gottinga.

Enfermera en la guerra

En julio de 1914 estalla la Primera Guerra Mundial y Edith Stein cursa Enfermería y presta servicio en un hospital militar austríaco. Allí se enfrenta a la muerte a diario.

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En 1916, el hospital cierra y ella se traslada a Friburgo, donde está su maestro Husserl. Lee la tesis doctoral «Sobre el problema de la empatía» y obtiene summa cum laude.

Un hecho que influye en su conversión

Un día observó un hecho que le impactó enormemente: una aldeana entró en la catedral de Francfort con la cesta de la compra y se quedó en el interior rezando un rato.

«Esto fue para mí -escribió Stein- algo completamente nuevo. En las sinagogas y en las iglesias protestantes que he frecuentado los creyentes acuden a las funciones. Aquí, sin embargo, una persona entró en la iglesia desierta, como si fuera a conversar en la intimidad. No he podido olvidar lo ocurrido».

El encuentro con la Cruz

En noviembre de 1917, el asistente de Husserl, Adolf Reinach, falleció. Edith Stein viaja a Gottinga para visitar a la viuda. No será una visita para cubrir el expediente.

Allí se produce un momento clave en su proceso de conversión:

«Este ha sido mi primer encuentro con la cruz y con la fuerza divina que transmite a sus portadores... Fue el momento en que se desmoronó mi irreligiosidad y brilló Cristo«.

«No existe la casualidad»

Con el tiempo, santa Edith Stein reflexionó sobre su propio acercamiento a la fe católica:

«Lo que no estaba en mis planes estaba en los planes de Dios. Arraiga en mí la convicción profunda de que -visto desde el lado de Dios- no existe la casualidad; toda mi vida, hasta los más mínimos detalles, está ya trazada en los planes de la Providencia divina y, ante los ojos absolutamente clarividentes de Dios, presenta una coherencia perfectamente ensamblada».

En otoño de 1918, Edith Stein deja de ser asistente de Edmund Husserl y trata de trabajar por su cuenta. Lamenta que su maestro no se convierta como ella y escribe años más tarde:

«Después de cada encuentro que me hace sentir la imposibilidad de influenciar directamente, se agudiza en mí el impulso hacia mi propio holocausto«.

Dos frenos: ser mujer y ser judía

Para su trabajo independiente se encuentra con dos grandes obstáculos: el primero, ser mujer, el segundo, ser judía. Husserl, que la admiraba, vio que no podía hacer más por ella:

«Si la carrera universitaria se hiciera accesible a las mujeres, la podría recomendar encarecidamente más que a cualquier otra persona para el examen de habilitación».

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Edith Stein regresa a BreslauLee el Nuevo Testamento con ojos de judía conversa y se adentra en los Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola.

Leyendo la autobiografía de santa Teresa

En verano de 1921 va a casa de una discípula de Husserl, Hedwig Conrad-Martius, que está en Bad Bergzabern, una zona balnearia de Alemania.

El matrimonio se había convertido y en la biblioteca Edith encontró la autobiografía de santa Teresa de Ávila. La leyó durante toda la noche. «Cuando cerré el libro, me dije: esta es la verdad», escribió.

En enero de 1922 se bautizó en Bad Bergzabern. Era el día de la Circuncisión del Señor, fiesta en que Jesús se señala como miembro de la estirpe de Abraham.

«Había dejado de practicar mi religión hebrea -explica- y me sentía nuevamente hebrea solamente tras mi retorno a Dios».

En la fiesta de la Candelaria recibió la Confirmación.

Santa Edith Stein regresó a Breslau y contó a su madre que se había convertido a la fe católica.

Quiso ingresar en el Carmelo pero le hicieron esperar. Fue entonces profesora de Alemán e Historia, y tradujo obras del cardenal san John Henry Newman y santo Tomás de Aquino.

Comenzó a escribir su propia producción filosófica y a dictar conferencias. En las fiestas importantes acudía al convento benedictino de Beuron.

En 1931 escribe “Potencia y acción”, que luego ampliará como “Ser finito y Ser eterno” ya en el convento de las Carmelitas de Colonia. La obra verá la luz después de su muerte.

En 1932 obtiene una cátedra en el Instituto de Pedagogía científica de Münster, de orientación católica.

Hitler y el odio a los judíos

En 1933, el peligro que supone Hitler para los judíos es una constatación.

«Había oído ya antes algo sobre las severas medidas contra los judíos. Pero ahora -escribe Stein- comencé de pronto a entender que Dios había puesto una vez más su pesada mano sobre su pueblo y que el destino de este pueblo era también el mío«.

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La ley le prohíbe ejercer como docente. Es acogida en el convento de Carmelitas de Colonia ese mismo año, el 14 de octubre.

Dos días antes, Edith viajó de nuevo a Breslau para despedirse de su madre y de sus hermanos.

Era el día de su cumpleaños, de nuevo el Yom Kippur. Era una situación difícil para todos, pero ella escribió:

«No podía tener una alegría arrebatadora. Era demasiado tremendo lo que dejaba atrás. Pero yo estaba tranquilísima, en el puerto de la voluntad de Dios».

Cada semana, entonces, escribió una carta a su madre.

De Edith a sor Teresa Benedicta de la Cruz

El 14 de abril de 1934, tomó el hábito y pasó a llamarse sor Teresa Benedicta de la Cruz.

El 14 de septiembre de 1936, cuando renovaba los votos, murió su madre.

«Hasta el último momento mi madre ha permanecido fiel a su religión. Pero, puesto que su fe y su firme confianza en su Dios… fue lo último que permaneció vivo en su agonía, confío en que haya encontrado un juez muy clemente y que ahora sea mi más fiel abogada, para que también yo pueda llegar a la meta», escribió.

El 21 de abril de 1938, hizo la profesión perpetua. En el recordatorio hizo imprimir estas palabras de san Juan de la Cruz: «que ya sólo en amar es mi ejercicio «.

La «Noche de los Cristales Rotos»

El 9 de noviembre de 1938 se produce la “Noche de los Cristales Rotos”, la prueba de que el odio a los judíos busca su exterminio.

La superiora de las Carmelitas de Colonia ve el peligro que corre sor Teresa Benedicta de la Cruz.

La noche de fin de año santa Edith Stein cruza la frontera de los Países Bajos y la llevan al monasterio de Carmelitas de Echt, en Holanda. Allí redacta su testamento el 9 de junio de 1939.

Escribe:

«Ya desde ahora acepto con gozo, en completa sumisión y según su santísima voluntad, la muerte que Dios me haya destinado. Ruego al Señor que acepte mi vida y muerte… de manera que el Señor sea reconocido por los suyos y que su Reino venga con toda su magnificencia para la salvación de Alemania y la paz del mundo…».

En Echt, santa Edith Stein escribió su ensayo sobre san Juan de la Cruz. En 1941 escribió a una religiosa:

«Una scientia crucis (ciencia de la cruz) solamente puede ser entendida si se lleva todo el peso de la cruz. De ello estaba convencida ya desde el primer instante y de todo corazón he pronunciado: Ave, Crux, Spes unica (te saludo, Cruz, única esperanza)».

La Gestapo en el convento

El 2 de agosto de 1942 la Gestapo entró en el convento de Echt. Los obispos católicos de los Países Bajos se habían pronunciado contra la persecución de los judíos, y esta era la respuesta de los nazis.

Santa Edith Stein estaba en la capilla con las demás religiosas. En cinco minutos debía presentarse y así lo hizo, junto con su hermana Rosa. «Ven, vayamos, por nuestro pueblo», le dijo Edith.

Las condujeron al campo de concentración de Westerbork. De allí, al amanecer del 7 de agosto sale una expedición de 987 judíos hacia Auschwitz. Edith Stein y su hermana Rosa están entre ellos.

El 9 de agosto, Sor Teresa Benedicta de la Cruz, junto con su hermana y muchos otros judíos, morirá en las cámaras de gas.

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En la ceremonia de beatificación en Colonia el 1 de mayo de 1987, san Juan Pablo II dijo de sor Teresa Benedicta de la Cruz, que es «una hija de Israel, que durante la persecución de los nazis ha permanecido, como católica, unida con fe y amor al Señor Crucificado, Jesucristo, y, como judía, a su pueblo «.

Fue canonizada también por san Juan Pablo II el 11 de octubre de 1998.

Su fiesta se celebra el 9 de agosto.

Patronazgo

Es copatrona de Europa junto con san Benito, los santos Cirilo y Metodio, santa Catalina de Siena y santa Brígida de Suecia.

Oración

Señor, Dios de nuestros padres,

Tú condujiste a santa Edith Stein

a la plenitud de la ciencia de la Cruz

en el momento de su martirio.

Llénanos con el mismo conocimiento;

y, por su intercesión,

permítenos siempre seguir en búsqueda de Ti, que eres la Suprema Verdad,

y permanecer fieles hasta la muerte

a la alianza de amor ratificada por la sangre de tu Hijo

por la salvación de todos los hombres y mujeres.

Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.

Amén.