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• Matthew 16:13-19

Bishop Robert Barron

 

Amigos, el Evangelio de hoy nos explica la importancia de la confesión de Pedro. Porque es sobre esta confesión inspirada sobre la cual se construye la Iglesia. Y no sobre una opinión popular, que es cambiante e indecisa, y no sobre una santidad personal, que es demasiado rara. Está construida sobre la autoridad de la confesión inspirada de Pedro, y yo digo: “¡Gracias a Dios!”.

Hacemos esta inquietante y extraordinaria afirmación de que es a través de un carisma especial del Espíritu que Pedro y sus sucesores gobiernan la Iglesia. Ahora, me doy cuenta de que tengo muchos lectores protestantes y que este texto ha sido, entre católicos y protestantes, un obstáculo. Permítanme aclarar lo que está en juego y lo que no.

¿Cuál es el centro de la confesión de Pedro? Tiene que ver con quién es Jesús. Esta es la roca sobre la que está construida la Iglesia. No decimos, ni por un momento, que todas las decisiones prácticas de Pedro son correctas, que todo lo que dice es correcto. Pero estamos diciendo que tiene razón sobre quién es Jesús: un hombre que también es el Hijo del Dios viviente. Y esto es fuente y fundamento.

 

 

Pedro y Pablo, Santos

Solemnidad Litúrgica, 29 de junio
Por: Tere Vallés | Fuente: Catholic.net
Apóstoles y Mártires

Martirologio Romano: Solemnidad de san Pedro y san Pablo, apóstoles. Simón, hijo de Jonás y hermano de Andrés, fue el primero entre los discípulos que confesó a Cristo como Hijo de Dios vivo, y por ello fue llámado Pedro. Pablo, apóstol de los gentiles, predicó a Cristo crucificado a judíos y griegos. Los dos, con la fuerza de la fe y el amor a Jesucristo, anunciaron el Evangelio en la ciudad de Roma, donde, en tiempo del emperador Nerón, ambos sufrieron el martirio: Pedro, como narra la tradición, crucificado cabeza abajo y sepultado en el Vaticano, cerca de la vía Triunfal, y Pablo, degollado y enterrado en la vía Ostiense. En este día, su triunfo es celebrado por todo el mundo con honor y veneración. († s. I)

Breve Biografía


Origen de la fiesta San Pedro y San Pablo son apóstoles, testigos de Jesús que dieron un gran testimonio. Se dice que son las dos columnas del edificio de la fe cristiana. Dieron su vida por Jesús y gracias a ellos el cristianismo se extendió por todo el mundo.


Los cadáveres de San Pedro y San Pablo estuvieron sepultados juntos por unas décadas, después se les devolvieron a sus sepulturas originales. En 1915 se encontraron estas tumbas y, pintadas en los muros de los sepulcros, expresiones piadosas que ponían de manifiesto la devoción por San Pedro y San Pablo desde los inicios de la vida cristiana. Se cree que en ese lugar se llevaban a cabo las reuniones de los cristianos primitivos. Esta fiesta doble de San Pedro y San Pablo ha sido conmemorada el 29 de Junio desde entonces.

El sentido de tener una fiesta es recordar lo que estos dos grandes santos hicieron, aprender de su ejemplo y pedirles en este día especialmente su intercesión por nosotros.

San Pedro

 

San Pedro fue uno de los doce apóstoles de Jesús. Su nombre era Simón, pero Jesús lo llamó Cefas que significa “piedra” y le dijo que sería la piedra sobre la que edificaría Su Iglesia. Por esta razón, le conocemos como Pedro. Era pescador de oficio y Jesús lo llamó a ser pescador de hombres, para darles a conocer el amor de Dios y el mensaje de salvación. Él aceptó y dejó su barca, sus redes y su casa para seguir a Jesús.

Pedro era de carácter fuerte e impulsivo y tuvo que luchar contra la comodidad y contra su gusto por lucirse ante los demás. No comprendió a Cristo cuando hablaba acerca de sacrificio, cruz y muerte y hasta le llegó a proponer a Jesús un camino más fácil; se sentía muy seguro de sí mismo y le prometió a Cristo que nunca lo negaría, tan sólo unas horas antes de negarlo tres veces.

Vivió momentos muy importantes junto a Jesús:

• Vio a Jesús cuando caminó sobre las aguas. Él mismo lo intentó, pero por desconfiar estuvo a punto de ahogarse.
• Prensenció la Transfiguración del Señor.
• Estuvo presente cuando aprehendieron a Jesús y le cortó la oreja a uno de los soldados atacantes.
• Negó a Jesús tres veces, por miedo a los judíos y después se arrepintió de hacerlo.
• Fue testigo de la Resurrección de Jesús.
• Jesús, después de resucitar, le preguntó tres veces si lo amaba y las tres veces respondió que sí. Entonces, Jesús le confirmó su misión como jefe Supremo de la Iglesia.
• Estuvo presente cuando Jesús subió al cielo en la Ascensión y permaneció fiel en la oración esperando al Espíritu Santo.
• Recibió al Espíritu Santo el día de Pentecostés y con la fuerza y el valor que le entregó, comenzó su predicación del mensaje de Jesús. Dejó atrás las dudas, la cobardía y los miedos y tomó el mando de la Iglesia, bautizando ese día a varios miles de personas.
• Realizó muchos milagros en nombre de Jesús.
• En los Hechos de los Apóstoles, se narran varias hazañas y aventuras de Pedro como primer jefe de la Iglesia. Nos narran que fue hecho prisionero con Juan, que defendió a Cristo ante los tribunales judíos, que fue encarcelado por orden del Sanedrín y librado milagrosamente de sus cadenas para volver a predicar en el templo; que lo detuvieron por segunda vez y aún así, se negó a dejar de predicar y fue mandado a azotar.

Pedro convirtió a muchos judíos y pensó que ya había cumplido con su misión, pero Jesús se le apareció y le pidió que llevara esta conversión a los gentiles, a los no judíos.



En esa época, Roma era la ciudad más importante del mundo, por lo que Pedro decidió ir allá a predicar a Jesús. Ahí se encontró con varias dificultades: los romanos tomaban las creencias y los dioses que más les gustaban de los distintos países que conquistaban. Cada familia tenía sus dioses del hogar. La superstición era una verdadera plaga, abundaban los adivinos y los magos. Él comenzó con su predicación y ahí surgieron las primeras comunidades cristianas. Estas comunidades daban un gran ejemplo de amor, alegría y de honestidad, en una sociedad violenta y egoísta. En menos de trescientos años, la mayoría de los corazones del imperio romano quedaron conquistados para Jesús.

Desde entonces, Roma se constituyó como el centro del cristianismo.

En el año 64, hubo un incendio muy grande en Roma que no fue posible sofocar. Se corría el rumor de que había sido el emperador Nerón el que lo había provocado. Nerón se dio cuenta que peligraba su trono y alguien le sugirió que acusara a los cristianos de haber provocado el incendio. Fue así como se inició una verdadera “cacería” de los cristianos: los arrojaban al circo romano para ser devorados por los leones, eran quemados en los jardines, asesinados en plena calle o torturados cruelmente. Durante esta persecución, que duró unos tres años, murió crucificado Pedro por mandato del emperador Nerón.



Pidió ser crucificado de cabeza, porque no se sentía digno de morir como su Maestro. Treinta y siete años duró su seguimiento fiel a Jesús. Fue sepultado en la Colina Vaticana, cerca del lugar de su martirio. Ahí se construyó la Basílica de San Pedro, centro de la cristiandad.

San Pedro escribió dos cartas o epístolas que forman parte de la Sagrada Escritura.











 

 

¿Qué nos enseña la vida de Pedro?



Nos enseña que, a pesar de la debilidad humana, Dios nos ama y nos llama a la santidad. A pesar de todos los defectos que tenía, Pedro logró cumplir con su misión. Para ser un buen cristiano hay que esforzarse por ser santos todos los días. Pedro concretamente nos dice: “Sean santos en su proceder como es santo el que los ha llamado” (I Pedro, 1,15)
 Cada quien, de acuerdo a su estado de vida, debe trabajar y pedirle a Dios que le ayude a alcanzar su santidad.
Nos enseña que el Espíritu Santo puede obrar maravillas en un hombre común y corriente. Lo puede hacer capaz de superar los más grandes obstáculos.



La Institución del Papado



Toda organización necesita de una cabeza y Pedro fue el primer jefe y la primera cabeza de la Iglesia. Fue el primer Papa de la Iglesia Católica. Jesús le entregó las llaves del Reino y le dijo que todo lo que atara en la Tierra quedaría atado en el Cielo y todo lo que desatara quedaría desatado en el Cielo. Jesús le encargó cuidar de su Iglesia, cuidar de su rebaño. El trabajo del Papa no sólo es un trabajo de organización y dirección. Es, ante todo, el trabajo de un padre que vela por sus hijos.

El Papa es el representante de Cristo en el mundo y es la cabeza visible de la Iglesia. Es el pastor de la Iglesia, la dirige y la mantiene unida. Está asistido por el Espíritu Santo, quien actúa directamente sobre Él, lo santifica y le ayuda con sus dones a guiar y fortalecer a la Iglesia con su ejemplo y palabra. El Papa tiene la misión de enseñar, santificar y gobernar a la Iglesia.

Nosotros, como cristianos debemos amarlo por lo que es y por lo que representa, como un hombre santo que nos da un gran ejemplo y como el representante de Jesucristo en la Tierra. Reconocerlo como nuestro pastor, obedecer sus mandatos, conocer su palabra, ser fieles a sus enseñanzas, defender su persona y su obra y rezar por Él.

Cuando un Papa muere, se reúnen en el Vaticano todos los cardenales del mundo para elegir al nuevo sucesor de San Pedro y a puerta cerrada, se reúnen en Cónclave (que significa: cerrados con llave). Así permanecen en oración y sacrificio, pidiéndole al Espíritu Santo que los ilumine. Mientras no se ha elegido Papa, en la chimenea del Vaticano sale humo negro y cuando ya se ha elegido, sale humo blanco como señal de que ya se escogió al nuevo representante de Cristo en la Tierra.



San Pablo



 

Su nombre hebreo era Saulo. Era judío de raza, griego de educación y ciudadano romano. Nació en la provincia romana de Cilicia, en la ciudad de Tarso. Era inteligente y bien preparado. Había estudiado en las mejores escuelas de Jerusalén.
Era enemigo de la nueva religión cristiana ya que era un fariseo muy estricto. Estaba convencido y comprometido con su fe judía. Quería dar testimonio de ésta y defenderla a toda costa. Consideraba a los cristianos como una amenaza para su religión y creía que se debía acabar con ellos a cualquier costo. Se dedicó a combatir a los cristianos, quienes tenían razones para temerle. Los jefes del Sanedrín de Jerusalén le encargaron que apresara a los cristianos de la ciudad de Damasco.



• En el camino a Damasco, se le apareció Jesús en medio de un gran resplandor, cayó en tierra y oyó una voz que le decía: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” ( Hechos de los Apóstoles 9, 1-9.20-22.).
Con esta frase, Pablo comprendió que Jesús era verdaderamente Hijo de Dios y que al perseguir a los cristianos perseguía al mismo Cristo que vivía en cada cristiano. Después de este acontecimiento, Saulo se levantó del suelo, y aunque tenía los ojos abiertos no veía nada. Lo llevaron a Damasco y pasó tres días sin comer ni beber. Ahí, Ananías, obedeciendo a Jesús, hizo que Saulo recobrara la vista, se levantara y fuera bautizado. Tomó alimento y se sintió con fuerzas.
Estuvo algunos días con los discípulos de Damasco y después empezó a predicar a favor de Jesús, diciendo que era el Hijo de Dios. Saulo se cambió el nombre por Pablo. Fue a Jerusalén para ponerse a la orden de San Pedro.

La conversión de Pablo fue total y es el más grande apóstol que la Iglesia ha tenido. Fue el “apóstol de los gentiles” ya que llevó el Evangelio a todos los hombres, no sólo al pueblo judío. Comprendió muy bien el significado de ser apóstol, y de hacer apostolado a favor del mensaje de Jesús. Fue fiel al llamado que Jesús le hizo en al camino a Damasco.



 

Llevó el Evangelio por todo el mundo mediterráneo. Su labor no fue fácil. Por un lado, los cristianos desconfiaban de él, por su fama de gran perseguidor de las comunidades cristianas. Los judíos, por su parte, le tenían coraje por “cambiarse de bando”. En varias ocasiones se tuvo que esconder y huir del lugar donde estaba, porque su vida peligraba. Realizó cuatro grandes viajes apostólicos para llevar a todos los hombres el mensaje de salvación, creando nuevas comunidades cristianas en los lugares por los que pasaba y enseñando y apoyando las comunidades ya existentes.

Escribió catorce cartas o epístolas que forman parte de la Sagrada Escritura.

Al igual que Pedro, fue martirizado en Roma. Le cortaron la cabeza con una espada pues, como era ciudadano romano, no podían condenarlo a morir en una cruz, ya que era una muerte reservada para los esclavos.



¿Qué nos enseña la vida de San Pablo?



Nos enseña la importancia de la labor apostólica de los cristianos. Todos los cristianos debemos ser apóstoles, anunciar a Cristo comunicando su mensaje con la palabra y el ejemplo, cada uno en el lugar donde viva, y de diferentes maneras.

Nos enseña el valor de la conversión. Nos enseña a hacer caso a Jesús dejando nuestra vida antigua de pecado para comenzar una vida dedicada a la santidad, a las buenas obras y al apostolado.

Esta conversión siguió varios pasos:


1. Cristo dio el primer paso: Cristo buscó la conversión de Pablo, le tenía una misión concreta.


2. Pablo aceptó los dones de Cristo: El mayor de estos dones fue el de ver a Cristo en el camino a Damasco y reconocerlo como Hijo de Dios.


3. Pablo vivió el amor que Cristo le dio: No sólo aceptó este amor, sino que los hizo parte de su vida. De ser el principal perseguidor, se convirtió en el principal propagador de la fe católica.


4. Pablo comunicó el amor que Cristo le dio: Se dedicó a llevar el gran don que había recibido a los demás. Su vida fue un constante ir y venir, fundando comunidades cristianas, llevando el Evangelio y animando con sus cartas a los nuevos cristianos en común acuerdo con San Pedro.

Estos mismos pasos son los que Cristo utiliza en cada uno de los cristianos. Nosotros podemos dar una respuesta personal a este llamado. Así como lo hizo Pablo en su época y con las circunstancias de la vida, así cada uno de nosotros hoy puede dar una respuesta al llamado de Jesús.

 

 

Siempre habrá algún reto

Santo Evangelio según san Mateo 16, 13-19.

 

San Pedro y San Pablo apóstoles
Por: Balam Loza, LC | Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)



¿Qué quieres de mí, Jesús? Vengo para escuchar tus palabras y pedirte que me indiques el camino que debo de seguir. No quiero hacer mi propia voluntad sino la tuya porque al final Tú eres quien muestra el camino de la felicidad y yo quiero ser feliz. Sin duda para Pedro no fue nada fácil y él te fallo muchas veces, pero así como Pedro, quiero ponerme en tus manos y escuchar tu voz que me llama y me manda a cumplir una misión. «Habla, Señor, que tu siervo escucha».



Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Mateo 16, 13-19



En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Ellos le respondieron: “Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas”. Luego les preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Jesús le dijo entonces: “Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre que está en los cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo”.



Palabra de Dios



Medita lo que Dios te dice en el Evangelio



«¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!» La vocación es un regalo de Dios, más que una carga o un fardo, es causa de la mayor alegría para la persona que escucha su nombre y responde a Dios con todas las fuerzas de su corazón. Pero ¿qué es la vocación? La vocación es la llamada que Jesús hace a cada persona, es la misión en la vida que Dios asigna a cada persona. Y lo más importante no es descubrir cuál sea la mejor o la más complicada sino a la que estoy llamado.

Es un poco como los deportes. Lo importante no es cuál sea el deporte más o menos extremo, cuál sea el más caro o cuál el más intenso sino la pregunta más importante es, ¿cuál es para mí? Y podrá ser el deporte más raro, pero si ese deporte es en el que yo puedo realizarme completamente es el mejor deporte para mí. Ahora, sea el deporte que sea siempre habrá un reto, dificultades a superar, victorias y también derrotas de las que levantarse. Pero lo importante no es cuántas veces se cae o uno se equivoca sino lo importante es llegar a la meta, superar el reto.

Así san Pedro descubrió y escucho cuál era su deporte, su vocación. Vio el reto y se lanzó a conquistarlo. Sin duda no lo sabía todo y a lo largo del Evangelio podemos ver la de veces que se equivoca, la de veces que le falla a su maestro. Pero todo eso no importa porque fue un hombre que supo aprender de sus errores, que supo escuchar, que supo confiar en Jesús, que supo, en fin, mirar siempre a su ideal y no cansarse. Aunque a veces pueda parecer que no podemos ser auténticos cristianos en el mundo de hoy, no hay que desanimarnos porque si Jesús nos fichó para su equipo es porque sabe que podemos. Lo único que tenemos que hacer es ver siempre el ideal y seguir corriendo.



«El relato Evangélico de su profesión de fe y la consiguiente misión confiada por Jesús nos muestra que la vida de Simón, pescador de Galilea ?como la vida de cada uno de nosotros? se abre, florece plenamente cuando acoge de Dios la gracia de la fe. Entonces, Simón se pone en el camino ?un camino largo y duro? que le llevará a salir de sí mismo, de sus seguridades humanas, sobre todo de su orgullo mezclado con valentía y con generoso altruismo. En este su camino de liberación, es decisiva la oración de Jesús: “yo he pedido por ti (Simón), para que tu fe no se apague”».
(Homilía de S.S. Francisco, 29 de junio de 2016).



 

 

Diálogo con Cristo



Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.



Propósito



Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.



Hoy voy a dedicar un momento para estar delante del Sagrario y escucharé lo que Jesús me pueda estar pidiendo.



Despedida



Siguiendo el ejemplo de Jesús como maestro, puedes dedicar tiempo a compartir y reflexionar sobre las enseñanzas de la fe con tu familia, fomentando un ambiente donde todos puedan crecer espiritualmente juntos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

San Pedro y san Pablo, apóstoles fundamentales en la Iglesia

 

 

San Pedro y san Pablo, uno, el primer papa; el otro, el apóstol de los gentiles se vieron poco en su vida, entonces, ¿por qué se les celebra en la misma fiesta?

San Pedro y san Pablo se celebran juntos el 29 de junio, se citan juntos en la letanía de los santos, están a cada lado de Cristo en los mosaicos de los ábsides bizantinos o romanos… Y, sin embargo, no se frecuentaron mucho.

Pablo se reunió con Pedro y los demás “pilares” de la Iglesia de Jerusalén en dos ocasiones. Se cruzaron en Antioquía y fue motivo de un conflicto. Por último, pudieron reencontrarse en Roma en tiempos de Nerón.

No sufrieron el martirio el mismo día ni, sin duda, el mismo año. Su fiesta litúrgica rememora quizás un traslado de sus reliquias en una época de persecución. Entonces, ¿por qué no va nunca el uno sin el otro?

 

 

San Pedro y su fe sólida en Cristo

Simón Pedro debería llamarse mejor Simón-roca. “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia” (Mateo 16,18). Inquebrantable.

Pero no es que Simón fuera muy sólido: sus grandes impulsos se quedaban cortos, quiso caminar sobre el mar pero se hundió, debió ser el último en abandonar a Jesús pero sería el primero en renegar de Él.

No, lo que es sólido, “infalible”, es su fe. La fe como carisma que no viene ni de la carne ni de la sangre, sino del Padre.

Comprendemos entonces lo de “las llaves del Reino”: la autoridad de Pedro y de sus sucesores es necesaria para mantener a la Iglesia en la verdad y, por tanto, en la unidad.

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San Pablo, un apóstol audaz

Pero la libertad de Pablo es necesaria para mantener a la Iglesia en la novedad del Espíritu Santo, aliento imprevisible en un mundo en movimiento.

Sin la audacia paulina, la fidelidad puede convertirse en orgullo. Y se degradaría entonces en rigidez, y la unidad en uniformidad.

Pero sin la vigilancia petrina, la diferencia puede también reivindicarse con orgullo. Se convierte entonces en divergencia, mientras que la misión se expone a compromisos.

Así, este doble patronazgo es precioso y no hay que abandonarlo: san Pedro y san Pablo, ¡rueguen por nosotros!
Por el padre Alain Bandelier

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