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• Luke 20:27-40

Amigos, el Evangelio de hoy nos brinda la conversación que Jesús sostiene con algunos de los saduceos, para quienes no había vida después de la muerte. Prácticamente podríamos escuchar lo mismo de los labios del mundo secular hoy día. Pero Jesús no acepta nada de eso. Nos dice que los muertos ciertamente se levantarán. De lo contrario, ¿cómo pudo Moisés haber hablado de Dios como el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, todos los cuales habían muerto hacía tiempo cuando Moisés vivía? Sus existencias resucitadas, en continuidad, incluso la continuidad corporal, con todo lo que haya sucedido antes, serán transformadas, transfiguradas, elevadas.

 

 

Aquellos que se aferran a la resurrección del cuerpo son más efectivos para trabajar por la justicia y la paz en este mundo. Si eres completamente materialista y secularista, entonces crees que todo y todos, al final desvanece. Pero si crees en la resurrección del cuerpo, entonces todo en este mundo está destinado a la redención. Todo importa.

Nuestra peregrinación va de la muerte a la vida: la vida plena. Nosotros estamos en camino, en peregrinación hacia la vida plena, y esa vida plena es la que ilumina nuestro camino. Por lo tanto, la muerte está detrás, a la espalda, no delante de nosotros. Delante de nosotros está el Dios de los vivientes… Está la derrota definitiva del pecado y de la muerte, el inicio de un nuevo tiempo de alegría y luz sin fin. Pero ya en esta tierra, en la oración, en los Sacramentos, en la fraternidad, encontramos a Jesús y su amor, y así podemos pregustar algo de la vida resucitada. (Ángelus, 10 noviembre 2013)

 

 

Abdías, Santo

Profeta, 19 de noviembre

Santo del Antiguo Testamento

 

 

Martirologio Romano: Conmemoración de san Abdías, profeta, quien, después del exilio del pueblo de Israel, anunció la ira del Señor contra las gentes enemigas († s.V A.C.).

Breve Semblanza

El libro de Abdías es el más corto de los libros proféticos. Aparte de las discusiones entre exegetas, parece que se sitúa la vida y escrito de Abdías en el siglo V antes de Cristo. Esta profecía se desarrolla en dos planos: el castigo de Edom y el triunfo de Israel en el «Día de Yahvéh» que, como se sabe, es el día apocalíptico de la justicia de Dios. Ni que decir tiene que los edomitas son los enemigos de Israel que han aprovechado la ruina de Jerusalén y han invadido la Judea meridional. Contra su soberbia, despotismo y engreimiento dirá el Todopoderoso:

«Aunque te encumbres como un águila, y pongas tu nido en las estrellas, de allí te haré bajar… te cubrirá la vergüenza y serás cercenado para siempre». Todo el libro es un grito apasionado de venganza que exalta la justicia terrible y el poder de Yahvéh.

Con todas las matizaciones precisas y, sin sacar de su contexto histórico este breve escrito veterotestamentario que está suficientemente cumplido no ya sólo por la acción bélica, conquista y sometimiento de los edomitas en el año 312 a. C. por parte de los nabateos, sino por toda la ulterior profundización «del día de Yahvéh» que se sitúa al final de los tiempos, podría hacer mucho bien a determinadas personas individuales, colectividades y naciones la lectura reposada de los 21 versos que contiene la inspiración de Abdías puesta por escrito para tomar el pulso a sus responsabilidades propias.

Porque a la postre, guste o no, será Dios mismo quien «mida» a cada cual en «su Día» e importa mucho no encontrarse «falto de peso».

Como reclamaba justicia divina el ultraje que sufría Israel -el pueblo de Dios- en el tiempo de esta profecía, hoy siguen postulando la misma justicia cantidad innumerable de ultrajes cuyos responsables habrán de responder en el «Día de Yahvéh».

¿No estarán llegando a los oídos de Dios los gritos de los millones de famélicos que hay en el mundo? ¿Y los de las víctimas de quienes promueven las guerras? ¿Y las quejas de los ignorantes? ¿Desoirá Dios el quejido mudo de los no-nacidos porque se les privó aberrantemente de su primer derecho con el aborto?

¿Tendrá sordera Dios para las protestas de los que soportan leyes inicuas? ¿Se habrá tapado los oídos para no escuchar la indecible algarabía que forman los lamentos de los parados, de los sin-techo, de los que contemplan el despilfarro irresponsable de otros?

Yahvéh sigue hoy viendo a los prepotentes, a los que explotan, a los que impulsan al destierro, a los que hacen trata de blancas, a los orgullosos y a los soberbios, a los que calumnian, a los que causan el desprecio, a los que insultan y maldicen, a los que humillan, a los que roban lo ajeno… y a los que se venden por dinero.

Todo «machacado» por la malicia del hermano vive en tierra suya, habita en su dominio, le pertenece ¡Es su pueblo!

¡Gracias, Abdías, tú fuiste bueno y avisaste a tiempo!

 

El Dios de los vivos

Santo Evangelio según san Lucas 20, 27-40.

 

 

Sábado XXXIII del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

«¡Bendice, alma mía, al Señor, y bendiga todo mi ser su santo nombre!
¡Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus favores!
Él perdona todas tus faltas y sana todas tus dolencias;
Él rescata tu vida del sepulcro y te corona de piedad y de misericordia;
Él sacia de bienes tus deseos, renueva tu juventud como la del águila.» (Del salmo 103)

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 20, 27-40

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús algunos saduceos. Como los saduceos niegan la resurrección de los muertos, le preguntaron: “Maestro, Moisés nos dejó escrito que si alguno tiene un hermano casado que muere sin haber tenido hijos, se case con la viuda para dar descendencia a su hermano. Hubo una vez siete hermanos. El mayor de los cuales se casó y murió sin dejar hijos. El segundo, el tercero y los demás, hasta el séptimo, tomaron por esposa a la viuda y todos murieron sin dejar sucesión. Por fin murió también la viuda. Ahora bien, cuando llegue la resurrección, ¿de cuál de ellos será esposa la mujer, pues los siete estuvieron casados con ella?”.

Jesús les dijo: “En esta vida, hombres y mujeres se casan, pero en la vida futura, los que sean juzgados dignos de ella y de la resurrección de los muertos, no se casarán ni podrán ya morir, porque serán como los ángeles e hijos de Dios, pues él los habrá resucitado.

 

Y que los muertos resucitan, el mismo Moisés lo indica en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor, Dios de Abraham, Dios de Isaac, Dios de Jacob. Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven”.

Entonces, unos escribas le dijeron: «Maestro, has hablado bien». Y a partir de ese momento ya no se atrevieron a preguntarle nada.

Palabra del Señor.

 

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Sólo falta un día para celebrar el domingo de Cristo Rey. Además está por concluir el año jubilar de la Misericordia. ¡Qué gran ocasión para orar ante este Rey de Misericordia!

Este Rey es también el rey de la vida. «Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos.» Él fue el primero en levantarse de la muerte, y con su resurrección nos da a todos una nueva vida. Esta realidad tiene un gran significado para cada uno de nosotros.

«Para Él todos viven.» En su Reino, cada persona cuenta, cada hombre y mujer es único. No hay nadie que pase como muerto ante Él. Su amor es tan universal como personal. Ama a todos, sí, pero a cada uno lo ama como si fuera único. No importa si es pequeño o si está en la miseria. ¡Él ama, y para Él contamos mucho! Por eso se ha esforzado tanto por darnos la vida eterna. Este Rey ha conquistado nuestros corazones muriendo en una cruz.

¡Qué grande es esta nueva vida que Él nos da! «En la vida futura, los que sean juzgados dignos de ella y de la resurrección de los muertos, no se casarán ni podrán ya morir (…) pues Él los habrá resucitado». Muchas veces se pone el acento en el «no se casarán», y mucha gente realiza esta promesa ya en este mundo por medio de una consagración especial. Pero hay que poner atención también a lo que sigue: «¡ni podrán ya morir!».

¿De verdad creemos que en Él ya no hay muerte? No es sólo en el cielo que esta promesa se cumplirá. Igual que la decisión por el celibato adelanta la promesa en este mundo, la opción radical por Cristo adelanta su promesa de dar la vida eterna. El que sufre a causa de su fe, el que renuncia al pecado, el que da testimonio de ser verdadero cristiano, en cierta manera está muriendo a este mundo. Y podría hacerlo sin gozo, pensando que es sólo un deber; pero ¿qué pasaría si lo hiciera con la fe en la vida que da Cristo? ¡Si supiéramos que cada vez que «morimos», en realidad estamos construyendo un nuevo reino de vida, de vida verdadera, porque es la vida que da Dios mismo! Dios es un Dios de vivos, y Él quiere darnos una vida plena. Aceptemos con confianza y amor este regalo tan grande.

«Él no se equivoca, Él no busca hacer un buen papel delante de ellos: “Dios los hizo varón y hembra”, por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa; y la mujer dejará a su padre y a su madre y se unirá a su marido y los dos se harán una carne sola. Esto es fuerte. Una simbiosis, una carne sola, así siguen adelante: ya no son dos, sino una sola carne. Por lo tanto, que el hombre no separe lo que Dios ha unido. Tanto en el caso del levirato como en esto Jesús responde desde la verdad aplastante, desde la verdad contundente —¡esta es la verdad!—, desde la plenitud, siempre, Jesús nunca negocia la verdad. En cambio, este pequeño grupo de teólogos iluminados negociaba siempre la verdad, reduciéndola a la casuística. A diferencia de Jesús, que no negocia la verdad: esta es la verdad sobre el matrimonio, no existe otra». (Homilía de S.S. Francisco, 20 de mayo de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Haré un sacrificio, renunciando a algo que me agrada y pidiendo a Dios el don de su vida a cambio de esta pequeña «muerte»; lo ofreceré por los matrimonios que estén pasando por dificultades.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

¡Prepárate para la fiesta del Rey del universo!

Cristo es el Rey del universo y de cada uno de nosotros.

 

Es una de las fiestas más importantes del calendario litúrgico, porque celebramos que Cristo es el Rey del universo. Su Reino es el Reino de la verdad y la vida, de la santidad y la gracia, de la justicia, del amor y la paz.

Un poco de historia

La fiesta de Cristo Rey fue instaurada por el Papa Pío XI el 11 de Marzo de 1925.

El Papa quiso motivar a los católicos a reconocer en público que el mandatario de la Iglesia es Cristo Rey.

Posteriormente se movió la fecha de la celebración dándole un nuevo sentido. Al cerrar el año litúrgico con esta fiesta se quiso resaltar la importancia de Cristo como centro de toda la historia universal. Es el alfa y el omega, el principio y el fin. Cristo reina en las personas con su mensaje de amor, justicia y servicio. El Reino de Cristo es eterno y universal, es decir, para siempre y para todos los hombres.

Con la fiesta de Cristo Rey se concluye el año litúrgico. Esta fiesta tiene un sentido escatólogico pues celebramos a Cristo como Rey de todo el universo. Sabemos que el Reino de Cristo ya ha comenzado, pues se hizo presente en la tierra a partir de su venida al mundo hace casi dos mil años, pero Cristo no reinará definitivamente sobre todos los hombres hasta que vuelva al mundo con toda su gloria al final de los tiempos, en la Parusía.

Si quieres conocer lo que Jesús nos anticipó de ese gran día, puedes leer el Evangelio de Mateo 25,31-46.

En la fiesta de Cristo Rey celebramos que Cristo puede empezar a reinar en nuestros corazones en el momento en que nosotros se lo permitamos, y así el Reino de Dios puede hacerse presente en nuestra vida. De esta forma vamos instaurando desde ahora el Reino de Cristo en nosotros mismos y en nuestros hogares, empresas y ambiente.

Jesús nos habla de las características de su Reino a través de varias parábolas en el capítulo 13 de Mateo:

“es semejante a un grano de mostaza que uno toma y arroja en su huerto y crece y se convierte en un árbol, y las aves del cielo anidan en sus ramas”;

“es semejante al fermento que una mujer toma y echa en tres medidas de harina hasta que fermenta toda”;

“es semejante a un tesoro escondido en un campo, que quien lo encuentra lo oculta, y lleno de alegría, va, vende cuanto tiene y compra aquel campo”;

“es semejante a un mercader que busca perlas preciosas, y hallando una de gran precio, va, vende todo cuanto tiene y la compra”.

En ellas, Jesús nos hace ver claramente que vale la pena buscarlo y encontrarlo, que vivir el Reino de Dios vale más que todos los tesoros de la tierra y que su crecimiento será discreto, sin que nadie sepa cómo ni cuándo, pero eficaz.

La Iglesia tiene el encargo de predicar y extender el reinado de Jesucristo entre los hombres. Su predicación y extensión debe ser el centro de nuestro afán vida como miembros de la Iglesia. Se trata de lograr que Jesucristo reine en el corazón de los hombres, en el seno de los hogares, en las sociedades y en los pueblos. Con esto conseguiremos alcanzar un mundo nuevo en el que reine el amor, la paz y la justicia y la salvación eterna de todos los hombres.

Para lograr que Jesús reine en nuestra vida, en primer lugar debemos conocer a Cristo. La lectura y reflexión del Evangelio, la oración personal y los sacramentos son medios para conocerlo y de los que se reciben gracias que van abriendo nuestros corazones a su amor. Se trata de conocer a Cristo de una manera experiencial y no sólo teológica.

Acerquémonos a la Eucaristía, Dios mismo, para recibir de su abundancia. Oremos con profundidad escuchando a Cristo que nos habla.

Al conocer a Cristo empezaremos a amarlo de manera espontánea, por que Él es toda bondad. Y cuando uno está enamorado se le nota.

El tercer paso es imitar a Jesucristo. El amor nos llevará casi sin darnos cuenta a pensar como Cristo, querer como Cristo y a sentir como Cristo, viviendo una vida de verdadera caridad y autenticidad cristiana.

Cuando imitamos a Cristo conociéndolo y amándolo, entonces podemos experimentar que el Reino de Cristo ha comenzado para nosotros.

Por último, vendrá el compromiso apostólico que consiste en llevar nuestro amor a la acción de extender el Reino de Cristo a todas las almas mediante obras concretas de apostolado. No nos podremos detener. Nuestro amor comenzará a desbordarse.

Dedicar nuestra vida a la extensión del Reino de Cristo en la tierra es lo mejor que podemos hacer, pues Cristo nos premiará con una alegría y una paz profundas e imperturbables en todas las circunstancias de la vida.

A lo largo de la historia hay innumerables testimonios de cristianos que han dado la vida por Cristo como el Rey de sus vidas. Un ejemplo son los mártires de la guerra cristera en México en los años 20’s, quienes por defender su fe, fueron perseguidos y todos ellos murieron gritando “¡Viva Cristo Rey!”.

 

 

La fiesta de Cristo Rey, al finalizar el año litúrgico es una oportunidad de imitar a estos mártires promulgando públicamente que Cristo es el Rey de nuestras vidas, el Rey de reyes, el Principio y el Fin de todo el Universo.

 

 

Santa Matilde, el ruiseñor de Dios

Conoce la preciosa historia de una famosa religiosa medieval con dones místicos y un cálido afecto a Jesús

 

 

Matilde de Hackeborn fue una mujer fuerte que tuvo la gracia de alumbrar una época de gran fecundidad para la vida monacal alemana a inicios del siglo XIII.

Nació en una familia noble en 1241 o en 1242, en la fortaleza de Helfta, Sajonia. Su hermana Gertrudis estaba ya en el convento cisterciense de Rodersdorf.

Un día cuando Matilde fue a visitarla, a la edad de 7 años, seenamoró de la vida conventual e ingresó como estudiante en 1248, dejando a un lado los beneficios de haber nacido en un castillo y tener un título nobiliario.

Con siete años de vida, Matilde acumulaba la experiencia de haber sobrevivido a la muerte poco después de nacer y con la profecía del sacerdote que la bautizó, quien entrevió que sería una gran santa, asegurando a sus padres que Dios obraría a través de ella numerosos prodigios.

Por eso, desde muy pequeña, su hermana Gertrudis (que era la abadesa del convento) la formó espiritual e intelectualmente.

Agraciada con muchos dones… también místicos

De este modo Matilde pudo multiplicar los talentos que Dios le había regalado: una gran inteligencia y una bellísima voz por la que fue denominada «ruiseñor de Dios».

Desde niña tuvo grandes dones místicos que guardó en su corazón hasta que cumplió los quince años.

Orientada por su hermana, se convirtió en una gran formadora que tuvo a su cargo a las vocaciones.

De hecho, le confiaron a Gertrudis la Grande, cuando llegó al convento a la edad de 5 años. Y es que Matilde era una ejemplar maestra y modelo de novicias y profesas.

Enfermedad y sufrimiento

Ella, al igual que Gertrudis, la grande, vivió en carne propia la experiencia del sufrimiento ocasionado por largas y dolorosas enfermedades que fueron persistentes.

Su frágil condición fue escenario para que Dios obrara en su vida y diera grandes frutos espirituales.

Algunas de estas experiencias se las confío a sus religiosas. Una de ellas fue su discípula Gertrudis, quien se ocupó de recopilarlas en el “Libro de la gracia especial”, junto a otra hermana de comunidad.

En este, aparte de sus revelaciones místicas, se revela la importancia que tuvo la liturgia en su itinerario espiritual.

Caridad ardiente

Matilde fue una mujer obediente, humilde y piadosa, de gran espíritu penitencial, ardiente caridad.

Tuvo gran devoción a María y al Sagrado Corazón de Jesús con el que mantuvo místicos coloquios.

Supo llegar al corazón de las personas que pusieron bajo su responsabilidad y las llevó con gran amor a Cristo.

Cuando le rogaba a la Virgen que no le faltara su asistencia en el momento de la muerte, Ella le pidió que rezase diariamente tres avemarías «conmemorando, en la primera, el poder recibido del Padre Eterno; en la segunda, la sabiduría con que me adornó el Hijo; y, en la tercera, el amor de que me colmó el Espíritu Santo».

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María la invitó a meditar en los misterios de la vida de Cristo:

“Si deseas la verdadera santidad, está cerca de mi Hijo; él es la santidad misma que santifica todas las cosas”.

Libro de las gracias especiales

Eucaristía, Evangelio y oración

Durante la última y difícil etapa de su vida, ocho años llenos de sufrimiento, mostró la hondura de su unión con Cristo, a cuya Pasión unía sus dolores por la conversión de los pecadores.

La Eucaristía, el Evangelio y una vida de oración forjaron su espíritu disponiéndola al encuentro con Dios:

“Las palabras del Evangelio eran para ella un alimento maravilloso y suscitaban en su corazón sentimientos de tanta dulzura, que muchas veces por el entusiasmo no podía terminar su lectura… El modo como leía esas palabras era tan ferviente, que suscitaba devoción en todos. De igual modo, cuando cantaba en el coro estaba totalmente absorta en Dios, embargada por tal ardor que a veces manifestaba sus sentimientos mediante gestos… Otras veces, como en éxtasis, no oía a quienes la llamaban o la movían, y de mal grado retomaba el sentido de las cosas exteriores”.

Libro de las gracias especiales

En una de sus visiones, es Jesús mismo quien le recomienda el Evangelio; abriéndole la llaga de su dulcísimo Corazón, le dice:

“Considera qué inmenso es mi amor: si quieres conocerlo bien, en ningún lugar lo encontrarás expresado más claramente que en el Evangelio. Nadie ha oído jamás expresar sentimientos más fuertes y más tiernos que estos: Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros(Jn 15, 9)”.

Libro de las gracias especiales

Matilde murió el 19 de noviembre de 1299 con fama de santidad. Su fiesta se celebra el 19 de noviembre.