Luke 13:22-30
Amigos, nuestro Evangelio de hoy nos presenta con una pregunta que la gente ha venido haciendo desde tiempos inmemoriales y que todavía preguntan hoy: “Señor, ¿se salvarán solo unas pocas personas?”. Cielo, infierno, salvación, condenación, ¿quién estará dentro y quién fuera? Hemos estado fascinados con estas preguntas por mucho tiempo.
Esto es lo que recomendaría para abordar este problema: la doctrina concerniente al infierno es un corolario de dos verdades muy fundamentales, a saber, que Dios es amor y que somos libres. El amor (desear el bien del otro) es todo lo que Dios es. Él no entra y sale del amor; no cambia de opinión; no ama a algunos y a otros no. Él es realmente como el sol que brilla sobre los buenos y malos por igual, tal como figura en las palabras de Jesús.
Ningún acto nuestro puede hacer que deje de amarnos. En este sentido, Él es como el mejor de los padres. Sin embargo, somos libres. No somos marionetas de Dios, y por lo tanto podemos decir sí o no a Su amor. Si nos volcamos hacia ese Amor, nos abrimos como un girasol; si nos alejamos, nos quemamos.
Ángel de Acri, Santo
Sacerdote, 30 de Octubre
Por: Isabel Orellana Vilches | Fuente: Zenit.org
Presbítero
Martirologio Romano: En Acri, Calabria, Italia, San Ángel de Acri, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, que viajó por todo el reino de Nápoles predicando la Palabra de Dios en un estilo adaptado a la gente sencilla. († 1739)
Etimológicamente: Ángel = quien lleva el mensaje, viene de la lengua griega
Fecha de beatificación: 18 de diciembre de 1825 por el Papa León XII.
Fecha de canonización: 15 de octubre de 2017 por S.S. el Papa Francisco
Breve Biografía
Lucas Antonio Falcone nació en Acri, Cosenza, Italia, el 19 de octubre de 1669. Sus padres, el campesino Francisco Falcone, y Diana Enrico, panadera, le educaron en la fe. Diana era devota de la Virgen de los Dolores y de san Francisco de Asís, lo cual influyó en el pequeño Lucas que creció en un hogar de mínimos recursos, pero amasando una fortaleza que sería su mayor legado. Travieso, como son la mayoría de los niños, hallándose en la iglesia con su madre intentó descolgar la imagen de la Virgen, pero algo percibió en su mirada y desistió. Se hincó de rodillas colocando debajo unos granos de trigo y en un momento dado vio que la imagen resplandecía ante él «ceñida de rayos», hecho que le causó gran conmoción.
En 1689, mientras escuchaba el sermón del capuchino P. Antonio de Olivadi, creyó que tenía vocación para integrarse en su comunidad y fue admitido en ella ese mismo año.
Contra el parecer de su madre, y de un tío sacerdote, ingresó en Dipignano. Al no hallar conformidad con la vida que se encontró, regresó con su familia. Pero íntimamente le parecía percibir una voz haciéndole ver que su lugar era otro. Volvió a las puertas del convento de los frailes, solo que en este caso eran las de Acri, confiando en que sería acogido y perdonado, como así fue. Por segunda vez reinició el noviciado en 1689, en esta ocasión en Belvedere. Le atenazaron las dudas, se dejó llevar de pensamientos mundanos, y nuevamente se marchó.
Parecía como si su reticencia para huir atrajese sobre él más gracia divina. A mediados de noviembre de 1690 por tercera vez se planteó la posibilidad de ser capuchino. Según confesó después, fue el diablo bajo una poderosa apariencia física, quien lo transportó permitiéndole atravesar de ese modo una peligrosa corriente; interpretó el hecho como un castigo divino impuesto al maligno que había influido en su voluntad en las dos ocasiones anteriores. Ángel llegó al convento de Belvedere tembloroso, cargado de humildad, pertrechado por su fe y el espíritu de un neófito. Los religiosos volvieron a dar pruebas de bondad y de caridad, acogiéndole. Y él, decidido a todo por Cristo, en esta ocasión perseveró en la vivencia de las enseñanzas que fue recibiendo, entregado a la oración y a la penitencia. No obstante, tuvo que luchar contra las tentaciones de abandono que pugnaban por abrirse paso dentro de sí con inusitada fuerza. Por algo advierte Cristo que se debe ser fiel en las cosas pequeñas. Los resquicios que dejan las dudas no hacen más que aventar la indecisión. Si se le dan alas una vez, la vida espiritual comienza a derrapar por un peligroso desfiladero porque la debilidad se asienta cómodamente en el interior. En cambio, toda negativa a volver la vista atrás fortalece.
Ángel se había dejado llevar de sus temores en tres ocasiones, y la lucha se le presentaba más enconada. Así que, conocer la vida de fray Corleone y su combate contra las tendencias humanas, le ayudó muchísimo. Casi desfallecido por la batalla que mantenía contra el envite del maligno, suplicó: «¡Ayúdame, Señor! No resisto más».
Y escuchó esta respuesta: «Compórtate como fray Bernardo de Corleone». Entonces, tomó al fraile como modelo y, con la ayuda de su formador Juan de Orsomarso, que le animó en todo momento, profesó en 1691, habiendo encomendado su vocación a María. Lo encaminaron a la vida sacerdotal, cursó estudios teológicos y en 1700 fue ordenado sacerdote en la catedral de Cassano Jonio.
Destinado a predicar, supo llegar al corazón de las pobres gentes, campesinos y pastores en su mayoría, que malvivían trabajando de sol a sol, mientras los beneficios iban a parar a los señores. Les hablaba del amor de Dios con un mensaje sencillo, comprensible, despojado de retóricas y artificios, en conformidad con el espíritu franciscano. Obtuvo muchas conversiones. Fueron treinta y ocho años los que pasó predicando cuaresmas, ejercicios espirituales, misiones populares, etc., por muchas regiones de Italia, pasando por encima de penalidades y contratiempos. No se amilanaba a la hora de defender a los débiles. Denunciaba con pasión los abusos que cometían contra ellos lesionando sus derechos esenciales, y reclamaba a las autoridades civiles y a miembros de la nobleza el trato justo que merecían. Fue un gran confesor y pacificador. En el púlpito no le temblaba el pulso a la hora de condenar la gravedad de la conducta de los pecadores, aunque en el confesionario acogía a los penitentes con misericordia y piedad.
Hizo de su celda un centro de consulta para los que demandaban su consejo, que eran de todas las clases y condiciones sociales: la nobleza y el clero también acudía a él. Dirigió espiritualmente a religiosos y religiosas. Notable fue la atención que tuvo con el VIII príncipe de Bisignano,Giuseppe Leopoldo Sanseverino, siendo autorizado por Benedicto XIII para que residiera en el palacio a efecto de poder confortarle espiritualmente. Contando con la ayuda de Sanseverino, Ángelimpulsó la construcción del convento de capuchinas en Acri, donde ingresaría la hija de este noble,sor María Ángela del Crucificado.
El santo aceptó por obediencia las misiones que se leencomendaron: maestro de novicios, guardián, visitador, definidor, ministro provincial y pro-visitador general. Fue un gran humanista y poeta, un excelso religioso agraciado con dones extraordinarios: milagros, profecía, bilocación, dirección y penetración de conciencias, éxtasis y curaciones. Murió en Acri el 30 de octubre de 1739.
¡Felicidades a quien lleve este nombre!
¿Por qué puerta entrar?
Santo Evangelio según san Lucas 13, 22-30. Miércoles XXX del Tiempo Ordinario.
Por: Edison Valencia, LC | Fuente: somosrc.mx
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, dame las fuerzas suficientes para entrar por las puertas que me vas poniendo en mi camino.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 13, 22-30
En aquel tiempo, Jesús iba enseñando por ciudades y pueblos, mientras se encaminaba a Jerusalén.
Alguien le preguntó: “Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?”. Jesús le respondió” “Esfuércense por entrar por la puerta, que es angosta, pues yo les aseguro que muchos tratarán de entrar y no podrán.
Cuando el dueño de la casa se levante de la mesa y cierre la puerta, ustedes se quedarán afuera y se pondrán a tocar la puerta, diciendo: ‘Señor, ábrenos’. Pero él les responderá: ‘No sé quiénes son ustedes’. Entonces le dirán con insistencia: ‘Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas’. Pero él replicará: ‘Yo les aseguro que no sé quiénes son ustedes. Apártense de mí, todos ustedes los que hacen el mal’. Entonces llorarán ustedes y se desesperarán, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes se vean echados fuera. Vendrán muchos del oriente y del poniente, del norte y del sur, y participarán en el banquete del Reino de Dios. Pues los que ahora son los últimos, serán los primeros; y los que ahora son los primeros, serán los últimos”.
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Centremos nuestra mirada en la puerta angosta y preguntémonos si realmente queremos entrar por ella. Quién ha dicho que ser cristiano es fácil, quién ha dicho que el cristianismo se vive de una manera light. Los bautizados no estamos llamados a entrar por la puerta ancha, aquella que es mucho más fácil y asequible pero que, al fin y al cabo, lleva a la entrada de la perdición. Decía un santo: «trabajemos como si todo dependiera de nosotros con la conciencia de que todo depende de Dios».
El Señor jamás nos dejará solos, pues sabe muy bien por cuál puerta hemos de entrar; sabe perfectamente el tamaño por la cual cabemos nosotros, pues es Él quien nos da esa puerta. Tengamos claro que siempre estará allí para darnos la mano si fuera necesario.
Preguntémonos cada uno, ¿qué clase de puerta estoy buscando yo en mi vida? El mundo nos presentará muchas puertas, pero depende de nosotros cuál de ellas escogemos, si aquellas que son con marcos dorados, enchapados con oro y plata, o aquellas con marcos de madera vieja y pequeñas, que muchas veces son las que nos llevan a la salvación eterna.
«Pero Jesús invierte la pregunta, que se centra más en la cantidad, es decir, “¿son pocos?” y en su lugar coloca la respuesta en el nivel de responsabilidad, invitándonos a usar bien el tiempo presente. En efecto, dice: “Esforzaos por entrar por la puerta estrecha, porque, os digo, muchos pretenderán entrar y no podrán”. Con estas palabras, Jesús deja claro que no se trata de una cuestión de número, ¡no hay “un número cerrado” en el Paraíso! Sino que se trata de cruzar el paso correcto desde ahora, y este paso correcto es para todos, pero es estrecho. Este es el problema. Jesús no quiere engañarnos diciendo: “Sí, tranquilos, la cosa es fácil, hay una hermosa carretera y en el fondo una gran puerta”. No nos dice esto: nos habla de la puerta estrecha. Nos dice las cosas como son: el paso es estrecho. ¿En qué sentido? En el sentido de que para salvarse uno debe amar a Dios y al prójimo, ¡y esto no es cómodo! Es una “puerta estrecha” porque es exigente, el amor es siempre exigente, requiere compromiso, más aún, “esfuerzo”, es decir, voluntad firme y perseverante de vivir según el Evangelio».
(Ángelus de S.S. Francisco, 25 de agosto de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy me esforzaré por entrar por aquella puerta que no quiero pero que Dios me pide, pues ella será para mí una gran bendición.
Despedida
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.