St. John of the Cross
REFERENCIAS BÍBLICAS
Luke 7:18b-23
Celebramos hoy la memoria del gran místico español San Juan de la Cruz.
Nos encontramos, San Juan de la Cruz enseña, en el medio de un mundo bueno y hermoso, pero estamos destinados finalmente a la unión con Dios. De modo que el alma tiene que liberarse de sus apegos a las cosas finitas para así estar libre para la comunión con Dios.
Esta purificación supone en primer lugar lo que Juan llamó “la noche de los sentidos” (el desapego de los placeres físicos y sensuales), y continúa con “la noche del alma” (un desapego de las imágenes mentales que uno puede usar para sustituir a Dios).
Como todas las purificaciones, esta es dolorosa, especialmente si el apego de uno a estas cosas finitas es fuerte. Se manifestará a menudo, dijo San Juan de la Cruz, como sequedad en la oración y una aguda sensación de ausencia e incluso del abandono de Dios.
En este proceso, Dios no está jugando con el alma; más bien Él está realizando una suerte de cirugía sobre ella, cortando y quitando ciertas cosas para que tu vida pueda intensificarse.
El Bautista esperaba con ansia al Mesías que en su predicación había descrito muy intensamente, como un juez que habría instaurado finalmente el reino de Dios y purificado a su pueblo, premiando a los buenos y castigando a los malos. Ahora que Jesús ha iniciado su misión pública con un estilo distinto; Juan sufre porque se encuentra sumergido en una doble oscuridad: en la oscuridad de la cárcel y de una celda, y en la oscuridad del corazón. No entiende este estilo de Jesús y quiere saber si verdaderamente es Él el Mesías, o si se debe esperar a otro. Él responde ser el instrumento concreto de la misericordia del Padre, que sale al encuentro de todos llevando la consolación y la salvación, y de esta manera manifiesta el juicio de Dios. Dios no ha mandado a su Hijo al mundo para castigar a los pecadores ni para acabar con los malvados. Sino que es a ellos a quienes se dirige la invitación a la conversión para que, viendo los signos de la bondad divina, puedan volver a encontrar el camino de regreso. (Audiencia General, 7 septiembre 2016)
Juan de la Cruz, Santo
Memoria Litúrgica, 14 de diciembre
Presbítero y Doctor de la Iglesia
Martirologio Romano: Memoria de san Juan de la Cruz, presbítero de la Orden de los Carmelitas y doctor de la Iglesia, el cual, por consejo de santa Teresa, fue el primero de los hermanos que emprendió la reforma de la Orden, empeño que sostuvo con muchos trabajos, obras y ásperas tribulaciones, y, como demuestran sus escritos, buscando una vida escondida en Cristo y quemado por la llama de su amor, subió al monte de Dios por la noche oscura, descansando finalmente en el Señor, en Úbeda, de la provincia de Jaén (1591).
Fecha de beatificación: 25 de enero de 1675 por el Papa Clemente X
Fecha de canonización: 27 de diciembre de 1726 por el Papa Benedicto XIII
Etimológicamente: Juan = Dios es misericordioso, es de origen hebreo.
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Breve Biografía
Ávila y concretamente Fontiveros fue su patria chica. Luego lo será Castilla y de modo principal Andalucía la tierra de sus amores.
Se llamó Juan Yepes. Nació en 1542 del matrimonio que formaban Gonzalo y Catalina; eran pañeros y vivían pobres. Su padre muere pronto y la viuda se ve obligada a grandes esfuerzos para sacar adelante a sus tres hijos: Francisco, Luis y Juan. Fue inevitable el éxodo cuando se vio que no llegaba la esperada ayuda de los parientes toledanos; Catalina y sus tres hijos marcharon primero a Arévalo y luego a Medina del Campo que es el centro comercial de Castilla. Allí malviven con muchos problemas económicos, arrimando todos el hombro; pero a Juan no le van las manualidades y muestra afición al estudio.
Entra en el Colegio de la Doctrina, siendo acólito de las Agustinas de la Magdalena, donde le conoció don Alonso Álvarez de Toledo quien lo colocó en el hospital de la Concepción y le costea los estudios para sacerdote. Los jesuitas fundan en 1551 su colegio y allí estudió Humanidades. Se distinguió como un discípulo agudo.
Juan eligió la Orden del Carmen; tomó su hábito en 1563 y desde entonces se llamó Juan de Santo Matía; estudia Artes y Teología en la universidad de Salamanca como alumno del colegio que su Orden tiene en la ciudad. El esplendor del claustro es notorio: Mancio, Guevara, Gallo, Luis de León enseñan en ese momento.
En 1567 lo ordenaron sacerdote. Entonces tiene lugar el encuentro fortuito con la madre Teresa en las casas de Blas Medina. Ella ha venido a fundar su segundo «palomarcico», como le gustaba de llamar a sus conventos carmelitas reformados; trae también con ella facultades del General para fundar dos monasterios de frailes reformados y llegó a convencer a Juan para unirlo a la reforma que intentaba salvar el espíritu del Carmelo amenazado por los hombres y por los tiempos. Llegó a exclamar con gozo Teresa ante sus monjas que para empezar la reforma de los frailes ya contaba con «fraile y medio» haciendo con gracia referencia a la corta estatura de Juan; el otro fraile, o fraile entero, era el prior de los carmelitas de Medina, fray Antonio de Heredia.
Inicia su vida de carmelita descalzo en Duruelo y ahora cambia de nombre, adoptando el de Juan de la Cruz. Pasa año y medio de austeridad, alegría, oración y silencio en casa pobre entre las encinas. Luego, la expansión es inevitable; reclaman su presencia en Mancera, Pastrana y el colegio de estudios de Alcalá; ha comenzado la siembra del espíritu carmelitano.
La monja Teresa quiere y busca confesores doctos para sus monjas; ahora dispone de confesores descalzos que entienden -porque lo viven- el mismo espíritu. Por cinco años es Juan el confesor del convento de la Encarnación de Ávila. La confianza que la reformadora tiene en el reformador -aunque posiblemente no llegó a conocer toda la hondura de su alma- se verá de manifiesto en las expresiones que emplea para referirse a él; le llamará «senequita» para referirse a su ciencia, «santico de fray Juan» al hablar de su santidad, previendo que «sus huesecicos harán milagros».
No podía faltar la cruz; llegó del costado que menos cabía esperarla. Fueron los hermanos calzados los que lo tomaron preso, lo llevan preso a Toledo donde vivió nueve meses de durísima prisión. Es la hora de Getsemaní, la noche del alma, un periodo de madurez espiritual del hombre de Dios expresado en sus poemas. Logra escapar en 1578 del encierro de forma dramática, poniendo audacia y ganando confianza en Dios, con una cuerdecilla hecha con pedazos de su hábito y saliendo por el tragaluz.
En los oficios de dirección siempre aparece Juan de la Cruz como un segundón; serán los padres Gracián y Doria quienes se encarguen de la organización, Juan llevará la doctrina y cuidará del espíritu.
Se le ve presente en la serranía de Jaén, confesor de las monjas en Beas de Segura, donde se encuentra la religiosa Ana de Jesús. Después en Baeza; funda el colegio para la formación intelectual de sus frailes junto a la principal universidad andaluza. Y en Granada, en el convento de los Mártires, continuará su trabajo de escritor. En 1586 funda los descalzos de Córdoba, como los de Mancha Real.
Consiliario del padre Doria, en Segovia, por tres años. ¡Cómo no recordar su deseo-exponente de amor rendido- ante la contemplación de un Cristo doliente! «Padecer, Señor, y ser menospreciado por Vos».
En 1591 la presencia de fray Juan de la Cruz empieza a ser non grata ante el padre Doria. La realidad es que está quedando arrinconado y hasta llega a tramarse su expulsión del Carmelo.
Marcha a la serranía de Jaén, en la Peñuela, para no estorbar y se plantea la posibilidad de marchar a las Indias; allí estará más lejos. Es otro tiempo de oración solitaria y sabrosa. La reforma carmelitana vive agitada por el modo de proceder de Doria; a Juan le toca orar, sufrir y callar. Quizá tenga Dios otros planes sobre él y está preparándolo para una etapa mejor.
Aquella inapetencia tan grande provocada por las calenturas persistentes provocó un mimo de Dios haciendo que aparecieran espárragos cuando no era su tiempo para calmar el antojadizo deseo de aquel fraile que iba de camino, sin fuerzas y medio muerto de cansancio, buscando un médico.
Pasó dos meses en Úbeda. No acertó el galeno. Se presentó la erisipela en una pierna; luego vino la septicemia. Y en medio andaban los frailes con frialdad y era notoria la falta de consideración por parte del superior de la casa. Hasta que llegó el 13 de diciembre, cuando era de noche, que marchó al cielo desde el «estercolero del desprecio». Llovía.
Al final de este resumen-recuerdo de un fraile místico que supo y quiso aprovechar el mal para sacar bien, el desprecio de los hombres para hacerse más apreciado de Dios, y el mismo lenguaje para expresar lo inefable de la misteriosa intimidad con Dios con lírica palabra estremecida, pienso que será buen momento para hacer mención de algunas de las obras que le han hecho figura de la cultura hispana del siglo XVI. Subida al Monte Carmelo y Noche oscura del alma que bien pueden considerarse tanto una obra como dos; el Cántico espiritual, Llama de amor viva y algunos poemas y avisos.
Lo canonizaron en 1726. Pío XI lo hizo doctor de la Iglesia en 1926. Su gran conocedor y admirador Juan Pablo II, lo nombró patrono de los poetas
La tentación de la duda
Santo Evangelio según san Lucas 7, 19-23. Miércoles III de Adviento
Por: Rubén Tornero, LC | Fuente: somosrc.mx
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, gracias por este momento que tengo para estar contigo. Haz que el sonido de tu voz resuene en mi corazón, para que pueda conocer tu voluntad. Ayúdame a tenerte presente durante el día, para que pueda aprender a amar a mis hermanos como los amas Tú. Concédeme acogerte en el lugar más oculto de mi corazón, para que pueda amarte siempre y sin cesar. Ora conmigo, ora en mí para que yo pueda aprender de ti a orar.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 7, 19-23
En aquel tiempo, Juan envió a dos de sus discípulos a preguntar a Jesús: «¿Eres Tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?». Cuando llegaron a donde estaba Jesús, le dijeron: «Juan el Bautista nos ha mandado a preguntarte si eres Tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro».
En aquel momento, Jesús curó a muchos de varias enfermedades y dolencias y de espíritus malignos, y a muchos ciegos les concedió la vista. Después contestó a los enviados: «Vayan a contarle a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio. Dichoso el que no se escandalice de mí».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Jesús, Juan el bautista te envía a dos discípulos. Él no puede ir personalmente, pues está en la cárcel por haber dado testimonio de la verdad y por no haber callado su voz ante los pecados de Herodes.
Él es Juan. Él mismo – hace no mucho tiempo – te ha bautizado, ha escuchado la voz del Padre Celestial y te ha señalado como el cordero de Dios que quita el pecado del mundo. ¿Por qué, pues, duda de Ti al punto de mandarte a dos discípulos que te preguntaran si eres Tú el que ha de venir?, ¿es que Juan no ha visto suficientes signos?
Querido Jesús, lo mismo me pasa a mí: en mi propia vida yo he sido testigo del inmenso amor que me tienes, de la infinita misericordia con la que Tú me tratas… y sin embargo, cuando llegan las situaciones difíciles, me llega la tentación de dudar de ti…
A menudo me pregunto por qué debo sufrir o si realmente Tú puedes transformar mi vida, llenarla de felicidad.
No me doy cuenta de esos pequeños milagros que todos los días pasan a mi alrededor y que me recuerdan que tu amor y tu bondad siguen estando presentes en el mundo. Perdóname, Señor, pues no he sabido verte en la sonrisa de un niño, en el apoyo y cariño de tantas personas que me rodean; a veces, ni en la misma Eucaristía he sabido descubrirte…
«Dichoso el que no se escandalice de mí». Tus palabras me recuerdan que sólo confiando en Ti encontraré mi verdadera felicidad. ¿Realmente estoy dispuesto a abandonar mi vida en tus manos?
«De estas advertencias de Juan el Bautista entendemos cuáles eran las tendencias generales de quien en esa época tenía el poder, bajo las formas más diversas. Las cosas no han cambiado tanto. No obstante, ninguna categoría de personas está excluida de recorrer el camino de la conversión para obtener la salvación, ni tan siquiera los publicanos considerados pecadores por definición: tampoco ellos están excluidos de la salvación. Dios no excluye a nadie de la posibilidad de salvarse. Él está —se puede decir— ansioso por usar misericordia, usarla hacia todos, acoger a cada uno en el tierno abrazo de la reconciliación y el perdón».
(Homilía de S.S. Francisco, 13 de diciembre de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
El día de hoy rezaré un padrenuestro agradeciéndole a Dios por los pequeños milagros que me rodean.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Lo que vemos cuando vemos
¿Qué veo cuando veo?
Por: P. Fernando Pascual, LC | Fuente: Catholic.net
Tres miradas diferentes ante un amplio terreno lleno de plantas muy variadas.
La primera mirada contempla la riqueza de colores, las mariposas y las abejas que giran entre las flores, el movimiento de las ramas ante la brisa.
La segunda mirada analiza las dimensiones del terreno, busca comprender lo que pueda existir bajo la tierra, se pregunta si sería un buen lugar para construir una urbanización.
La tercera mirada recuerda la cosecha del año anterior y ve ahora un terreno que descansa y se prepara para el siguiente año.
El terreno es el mismo, pero las miradas son diferentes. Podría haber muchas más miradas y modos más o menos compatibles cuando varias personas dirigen sus ojos hacia el mismo lugar.
Hay también miradas diferentes ante esa persona que acaba de subir en el autobús, ante el forastero que se acerca al edificio donde vivimos, ante el médico que saluda al inicio de una visita.
Lo que vemos cuando vemos depende de necesidades, de experiencias del pasado, de esperanzas hacia el futuro, de estados de ánimo y aspiraciones en el presente.
Por eso, existen tantos modos diferentes de ver las cosas. Algunos pueden sucederse en el tiempo: lo que ahora veo en este lugar o en esta persona mañana será distinto.
Otros modos de ver parecen más pétreos: siempre que me acerco a ese policía me parece ver una actitud soberbia o una amabilidad agradable.
Lo importante es darnos cuenta de por qué vemos lo que vemos, y preguntarnos también si la realidad que aparece ante mí tenga otros aspectos y matices que mi mirada ahora no acaba de entrever.
Necesito recordarlo con frecuencia: los lugares, las cosas, las personas, encierran riquezas que mis ojos no siempre perciben, quizá incluso inalcanzables, pues lo profundo de cada ser humano es muchas veces inasequible a las miradas más agudas.
¿Qué veo cuando veo? Hoy me lo pregunto mientras pasan, ante mis ojos, una bandada de patos que busca un lugar de descanso, una señora anciana que camina lentamente hacia su casa, y un conocido que se acerca para pedirme un favor…
«El demonio sabe engañarnos y disfrazarse de ángel»
Catequesis del Papa Francisco, 14 de diciembre de 2022.
El Papa Francisco ha entrado en la fase final de su ciclo de catequesis sobre el discernimiento, esta mañana ha pronunciado la duodécima catequesis dedicada a este tema que inició el pasado 31 de agosto y desde entonces nos ha regalado discursos hablándonos del ejemplo de san Ignacio de Loyola, de los elementos del discernimiento como lo son la oración, el conocerse a uno mismo, el deseo y el “libro de la vida”; pero también se ha detenido en la desolación y la consolación. Hoy, en cambio, el Pontífice ha querido hablar de “la actitud de la vigilancia”, una actitud que considera “esencial” y “oportuna” “para que no se pierda todo el trabajo realizado para discernir lo mejor y tomar la decisión correcta” ha asegurado.
El Papa ha explicado esta actitud como “la disposición del alma de los cristianos que esperan la venida final del Señor; pero se puede entender también como la actitud ordinaria para tener en la conducta de vida, de forma que nuestras buenas elecciones, realizadas a veces después de un arduo discernimiento, puedan proseguir de forma perseverante y coherente y dar fruto”. De hecho, el Papa nos advierte de que “el riesgo está y es que el “aguafiestas”, es decir el maligno, puede arruinarlo todo, haciéndonos volver al punto de partida”, es más – dice – “estaros atentos a vigilar para custodiar nuestro corazón y entender que pasa dentro”.
Tenemos que custodiar siempre nuestra casa y nuestro corazón
El Papa Francisco explica que “si falta la vigilancia es muy fuerte el riesgo de que se pierda todo” pues “no se trata de un peligro de tipo psicológico, sino de tipo espiritual”. Además, recuerda que el maligno “espera precisamente el momento en el que estamos demasiado seguros de nosotros mismos, cuando las cosas van “en alza” y tenemos, como se dice, “el viento en popa””.
De hecho, en la pequeña parábola evangélica que se ha escuchado al principio de la Audiencia General, se dice que el espíritu impuro, cuando vuelve a la casa de la que había salido, «la encuentra desocupada, barrida y en orden» (Mt 12,44). “Todo está bien, todo está en orden, pero ¿el dueño de la casa dónde está? No está. no hay nadie que la vigile, que la custodia – dice el Papa – y este es el problema”.
Francisco hoy ha hecho hincapié precisamente en que “tenemos que custodiar siempre nuestra casa y nuestro corazón” y “no estar distraídos” ni “seguros de nosotros mismos” porque – dice – cuando estamos demasiado seguros de nosotros mismos “perdemos la humildad de custodiar el propio corazón”. “La vigilancia – continúa – es signo de sabiduría, es signo sobre todo de humildad, porque tenemos miedo de caer, y la humildad es el camino maestro de la vida cristiana”.
“Cuando confiamos demasiado en nosotros mismos y no en la gracia de Dios, entonces el Maligno encuentra la puerta abierta”.
Estar atentos a los demonios educados
Francisco hoy también nos advierte de los “demonios educados” esos que “entran sin que te des cuenta, llaman a la puerta, son educados, entran y al final comandan ellos en tu alma”. “Estaros atentos a estos diablillos educados, al diablo educado, cuando finge de ser un gran señor, porque entra con la nuestra para salir con la suya” explica el Papa, de hecho – dice – “tantas veces nos ganan las batallas por esta falta de vigilancia. Tantas veces el señor ha dado tantas gracias y al final no somos capaces de perseverar en esta gracia y perdemos todo porque nos falta la vigilancia. No hemos custodiado las puertas. Y luego hemos sido engañados de alguno que viene educado, se mete dentro y ciao. El diablo tiene estas cosas”.
El demonio sabe disfrazarse de ángel
Al final de la catequesis, el Santo Padre ha avisado de que el diablo puede “disfrazarse de ángel” y por tanto es necesario “permanecer vigilantes y custodiar la gracia que Dios nos ha dado”.
“Tú me puedes decir, cuando yo veo algún desorden yo me doy cuenta inmediatamente que es el diablo, que es una tentación”. “Si – dice el Papa – pero esta vez viene disfrazado de ángel, el demonio sabe disfrazarse de ángel, entra con palabras corteses, te convence y al final la cosa es peor que al principio”. Por tanto, su exhortación final es a “permanecer vigilantes y custodiar nuestro corazón”.
San Juan de la Cruz, un íntimo de santa Teresa y de Cristo
Acércate al primer carmelita descalzo y su atractivo misticismo
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San Juan de la Cruz es un carmelita reconocido como uno de los mejores poetas de la historia de la literatura española. Él se concentraba en lo esencial. Dejaba de lado las distracciones que podían obstaculizar su íntima unión con Dios.
Y así se convirtió en un místico cuya sabiduría ha inspirado a millones de personas de muy distintas creencias. Sus frases son luz en la oscuridad:
Sus obras están traducidas a más de 50 idiomas. Cualquiera puede identificarse con sus bellísimas descripciones del sufrimiento y el abandono -«la noche oscura del alma»- y encontrar inspiración en la finura espiritual del «Doctor místico».
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Los nombres de san Juan
Nació en Fontiveros (Ávila) en pleno siglo de oro español (cuando en el imperio español no se ponía el sol y el auge político coincidía con el artístico y cultural). Se llamaba Juan de Yepes. Conoció la pobreza desde pequeño y más tarde la asumió voluntariamente convencido de que renunciar a lo material es fuente de libertad interior.
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Siempre sintió la necesidad de llevar una profunda vida de oración, así que bien joven optó por una vida contemplativa como carmelita, tomando el nombre de fray Juan de San Matías.
El primer carmelita descalzo
Fue ordenado sacerdote y se ocupaba personalmente de las necesidades (también físicas) de sus hermanos frailes, sobre todo de los enfermos.
A los 25 años conoció a Teresa de Jesús, quien le invitó a unirse a ella para fundar los carmelitas descalzos, y volver así a los orígenes de la orden de Nuestra Señora del Monte Carmelo.
De esta manera se convirtió en el primero de los frailes descalzos, en una sencillísima casa de Duruelo (Ávila), y tomó el nombre de fray Juan de la Cruz. Había aprendido que el sufrimiento enciende la llama del verdadero amor.
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En esa aventura de reformar el carmelo fue incomprendido, perseguido, e incluso encarcelado y maltratado por sus propios hermanos religiosos.
Sin embargo, se mantuvo unido íntimamente a Cristo y en él encontró todo lo que necesitaba. Murió en Úbeda (Jaén) el 14 de diciembre de 1591.
Es patrono de los poetas en lengua española.
5 oraciones de san Juan de la Cruz para tener un alma enamorada
Reza con palabras de un gran místico español: «Pues que tú te muestras primero y sales al encuentro a los que te desean»
Entre los escritos de san Juan de la Cruz, el Doctor místico, podemos encontrar algunos versos hechos oraciones que han quedado inmortalizados a través de los años por su puño y letra.
Escritos que han influido mucho en la espiritualidad cristiana y que han sido estudiados y admirados por grandes poetas, literatos y científicos; por su extraordinaria belleza que llega a lo profundo del alma.
Oración que se haga tu voluntad
¡Señor Dios, amado mío!
Si todavía te acuerdas de mis pecados para no hacer lo que te ando pidiendo,
haz en ellos, Dios mío, tu voluntad, que es lo que yo más quiero,
y ejercita tu bondad y misericordia y serás conocido en ellos.
(Extracto de “Oración del Alma Enamorada”)
Tú encuentras a quien te desea
¡Oh, Señor Dios mío!,
¿quién te buscará con amor
puro y sencillo
que te deje de hallar
muy a su gusto y voluntad,
pues que tú te muestras primero
y sales al encuentro a los que te desean?
En Ti mi alma no se desperdicia
¡Oh, cuán dulce será a mí la presencia tuya, que eres sumo bien!
Allegarme he yo con silencio a ti y descubrirte he los pies
porque tengas por bien de me juntar contigo en matrimonio a mí,
y no holgaré hasta que me goce en tus brazos
Y ahora te ruego, Señor, que no me dejes en ningún momento en mi recogimiento,
porque soy desperdiciadora de mi alma.
Ayúdame a llevar mis cruces
Vuestro emblema fue siempre padecer y ser despreciado.
¡Oh, si pudiese yo al menos resignarme en mis tribulaciones,
ya que no soy tan generoso como tú en el padecer y ser despreciado!
A ti, pues, que en tantos sufrimientos fuisteis siempre paciente,
resignado y gozoso, a ti me encomiendo
para que me enseñéis a resignarme en mis muchas penas.
Tampoco me faltan fuertes pesares y pesadas cruces,
y muy a menudo cansado y desalentado me quedo…,
me abato…, y caigo. Ten compasión de mí,
y ayúdame a llevar con resignación y gozo mis cruces,
con la mirada siempre vuelta al cielo.
Os tomo por protector mío, por mi maestro y mi guía aquí en la tierra,
para ser vuestro compañero en la patria del Paraíso.
Concédeme el deseo de imitarte
Concédeme o Cristo
un constante deseo de imitarte
en todas mis acciones.
Ilumina mi espíritu, para que contemplando tu ejemplo,
aprenda a vivir como tú has vivido.
Ayúdame, Señor, a renunciar
a todo lo que no es plenamente
a honor y gloria de Dios.
Y esto por amor tuyo Jesús,
que en la vida querías hacer en todo
la voluntad del Padre.
Oh Señor, haz que yo te sirva
con amor puro y entero,
sin esperar en cambio
éxitos o felicidad.
Que yo te sirva y te ame, oh Jesús,
sin ningún otro propósito
que tu honor y tu gloria.
Amén
Fuente: Le piú belle preghiere dei santi, Francesco Maria Nocelli; sanjuandelacruz.com