La paz esté con ustedes.
Llegamos a esta maravillosa fiesta de la Epifanía, y ese gran relato en el Evangelio de Mateo, de la travesía de los reyes magos, de los tres reyes. ¿Qué tiene esa historia que ha cautivado a los poetas, y a los artistas y a los predicadores a lo largo del tiempo? Es una historia maravillosa, una especie de historia mística. Es un poquito desconcertante y rara. Pero a su vez conlleva una verdad teológica muy profunda, que nos acerca mucho en realidad, al corazón de la revelación bíblica. ¿Qué observamos? Bueno, estos reyes magos, Mateo los llama Magoi. No estamos totalmente seguros de lo que eso significa. Hombres sabios, magos, astrónomos, astrólogos. Sabemos que en la cultura caldea de aquella época, la cultura Babilónica, había una tradición de observación de los astros. Así es que están observando los cielos con una especie de curiosidad científica. Un poquito como los científicos de hoy. Probablemente también un poquito de curiosidad astrológica. Pero en el sentido más profundo, está buscando signos de Dios. Hay una curiosidad teológica en esa búsqueda. Así que ven el signo, la estrella. Y una vez que la ven, dejan su propio país. Ahora, ¿por qué? Porque saben que esa estrella es el signo de un recién nacido que es rey de los judíos. Ahora bien, hemos escuchado la historia cientos de veces, y en verdad no pensamos mucho en ella. Pero detengámonos allí por un minuto. Aquí está esta gente de un nivel elevado de la cultura Caldea, supongo patriotas. Supongo estaban vinculados a las tradiciones e historia de su pueblo.
Y ven una estrella que está anunciando la llegada del rey de un país extranjero. Y a causa de ello, se ponen en marcha y se van en busca de ese rey. Bueno, piensen por un momento. Es que, podría tener sentido si un norteamericano recibiera cierta clase de signo de que este tío será el próximo Presidente de los Estados Unidos, entonces intentaré ir a buscarlo. O si alguien de China hubiera visto un signo de un futuro líder de China. Pero no sería un poquito raro si yo dijera, “Sí, ¡vi un signo! Y por esa razón, iré a Francia a conocer al nuevo presidente de Francia”. Ustedes dirían, “No lo entiendo”. Quiero decir, tal vez haría eso un francés. Pero ¿por qué tú, que eres norteamericano, prestarías atención al gobernante de los franceses? Pone sobre el tapete este tema, y que es central en la Biblia, de lo nacional y lo transnacional. Lo nacional, de que estamos vinculados con nuestro propio pueblo, nuestra propia tribu, nuestro propio idioma, nuestro propio modo de vida. Seguro. Y lo ven a lo largo de todo el Antiguo Testamento, que los antiguos israelitas tienen muy arraigadas su propia historia y tradiciones y construirán muros alrededor de sus ciudades para protegerlas. Tienen leyes y tienen prohibiciones que fueron concebidas para definirlos como un pueblo. Absolutamente. Pero junto a esa insistencia, se encuentra en varios lugares del Antiguo Testamento, esta aguda conciencia de que Israel no existe para su propio beneficio. Israel, en su carácter distintivo, existe finalmente para el beneficio del mundo entero. Hay algo transnacional en el corazón mismo del interés nacional del antiguo Israel. Sí, el Rey de Judea. Sí, el sucesor de David que vive en Jerusalén. Pero la orientación final es hacia un rey que gobernará todas las naciones. Piensen por un momento también en el nacionalismo. Que es algo hermoso, el patriotismo y estar cerca de tus propias tradiciones nacionales y el idioma y lo demás. Hermoso. Pero ¿cuántas guerras y cuánta aflicción se ha causado con la obsesión por la propia identidad nacional? ¿Cuántas guerras se han peleado por fronteras, por límites nacionales y cuántas disputas y lo demás? El nacionalismo es hermoso, el patriotismo es hermoso, pero lleva consigo esta sombra terrible. La sombra es vencida por un sentido agudo de que hay algo que trasciende las particularidades de una nación.
¿Qué estamos viendo en los reyes magos? Esto que es bastante extraordinario. Son caldeos, sí, pero ven la estrella de un rey extranjero, y sin embargo se levantan y dejan su propio país para buscarlo. Presienten algo, que este rey no es sólo el rey de una nación extranjera. De algún modo, este rey de Israel está destinado también a ser, se supone que será, el rey de todo el mundo. Esta es la genialidad que se anticipa en la Biblia. Y pienso que se realiza de una manera muy poderosa, en la Iglesia Católica a lo largo y ancho de los siglos. Hace unos pocos meses regresé del Sínodo en Roma. Allí estaba, este tío de Chicago, Illinois. Ahora obispo en el sur de Minnesota. Y estaba sentado a la mesa frente a Cardenales de Malasia, y de Hong Kong, y de Lituania y de Argentina. Y luego, al frente de la sala, está el sucesor de Pedro, que es de Argentina y ahora ha andado su camino hasta Roma. Una y otra vez, quedé impactado por la sorprendente internacionalidad de esta reunión. Y subrayé muchas veces, “No conozco a ninguna otra organización del planeta que pueda congregar a tan extraordinaria concurrencia internacional”. Todos nosotros bajo un rey, todos viniendo de nuestras diferentes naciones, pero deseosos de trascender la particularidad de nuestra nación en aras de este reinado común. Creo que eso es parte de la genialidad del Catolicismo. Lo vi también, unos pocos meses atrás antes del sínodo. Estuve en Lisboa para la Jornada Mundial de la Juventud. Eso fue parte de la genialidad de Juan Pablo II, ¿cierto? Reunir a jóvenes de todas partes del mundo, con sus banderas nacionales, y canciones y sus vestimentas y lo demás. No los abandonaron, sino que estaban buscando una unidad trascendente más elevada. Porque estuvieron todos bajo el reinado y señorío de Jesús. Como los reyes magos, estuvieron dispuestos a dejar sus países, para cruzar . . . en algunos casos para atravesar la mitad del mundo. Y encontrar una comunión con todos los otros chicos de todos los lugares del mundo bajo un reino común. Piensen un segundo en el poder del símbolo de la estrella. La estrella de Belén.
¿Cuál es la cualidad de esos cuerpos celestes, la luna y el sol y las estrellas? Son visibles desde todos lados, desde Francia o Alemania o Estados Unidos. Por supuesto existen los hemisferios norte y sur. Pero entienden mi punto: una estrella trasciende las fronteras nacionales y todos a la vez podemos elevar la vista hacia su luz. Eso, creo yo, es el poder de este día festivo. De la epifanía. Epiphaneia, que algo se ha mostrado. ¿Qué cosa? Que existe algo que está más allá de nuestra particularidad, más allá de nuestras meras identidades nacionales, más allá de estas divisiones que han causado tanta angustia. Es Cristo el rey. Y salimos de dentro de estas particularidades en búsqueda de este reinado común. ¿Puedo hacer aquí una conexión entre este día de fiesta, que celebra un evento del comienzo mismo de la vida de Jesús, y los relatos de la crucifixión? Lo que encontramos allí es que Poncio Pilato ha clavado un letrero en la cruz de Jesús. Iesus Nazarenus Rex Iudaeorum. Jesús Nazareno Rey de los Judíos. Bueno, los reyes magos, 30 años antes ciertamente buscaron ese rey de los Judíos. ¿Pero qué supieron? El rey de los judíos no era para un pueblo particular sino que el rey de los judíos estaba destinado a ser rey del mundo entero. ¿Sabe eso Pilato, al menos implícitamente, cuando insiste en colocar ese letrero en hebreo y latín y griego? En otras palabras, en todos los principales idiomas de aquel tiempo y lugar. Quería burlarse de Jesús.
“Ey, asegurémonos que todos vean el letrero”. Pero al hacer eso, se convirtió sin darse cuenta en el primer gran evangelista. Dijo exactamente lo que los reyes magos intuyeron 30 años antes. Sí, este que es el imprevisto rey de los judíos está destinado también a serlo para todo el mundo. Es desde aquel lugar que salieron los misioneros. Y salieron con el mensaje de los reyes magos. Encontramos al rey. No un rey rival de otro país que conquistará el tuyo, y que te colocará bajo su dominio. No, no. Encontramos al rey que es como una estrella que se cierne encima nuestro, que todos juntos podemos ver. Esa es la genialidad de la iglesia Católica. Kata holos, de acuerdo con el todo. Sé que en la actualidad lo interpretamos en término de dominación. Ese es un complejo de Cada vez que hablas de totalidad, o unidad, o de todos reuniéndose, luce como dominación. No, observen nuevamente. ¿Cómo luce este rey, que anticiparon los reyes magos? ¿Cómo luce? No luce como César, no luce como Napoleón, ni como Stalin ni ningún personaje autoritario. Luce como este criminal crucificado. Sus brazos extendidos, impotente, desnudo de todos los bienes del mundo. El conducto de la gracia divina hacia el mundo. Ese es el rey. Ese es el rey. Esa es la estrella. Ese es el que nos atrae a todos sacándonos de nuestra preocupación por nosotros mismos, nos atrae sacándonos de nuestra hiperidentificación con un pueblo y nación y contexto, hacia esta hermosa catolicidad, este hermoso internacionalismo que ha distinguido a la Iglesia en su mejor versión desde el comienzo. Creo que esa es una dimensión, por otra parte, de esta maravillosa fiesta de la Epifanía. Se ha mostrado algo al mundo entero, que tenemos este rey de paz que nos reúne a todos juntos. Y Dios los bendiga.
Amigos, la historia de los Reyes Magos que narra el Evangelio de hoy es un resumen de las principales dinámicas de la vida espiritual. Al observar el cielo nocturno con escrupulosa atención en busca de señales sobre los propósitos de Dios, los Magos evocan la importancia del estado de alerta en el orden espiritual. Debemos mantener nuestros ojos abiertos para ver lo que Dios está haciendo.
Una vez que vieron la estrella, se movieron, sin importar la duración del viaje. A veces las personas saben lo que Dios quiere que hagan, pero no actúan, ya sea por miedo, pereza o la influencia de los malos hábitos. Los Magos nos enseñan a movernos.
Cuando le hablaron a Herodes del nacimiento de un nuevo rey, él trató de usarlos para destruir al bebé. Cuando recorremos el camino que Dios nos ha trazado, debemos esperar que haya oposición.
Los Magos vinieron a Belén y le dieron al niño unos preciosos regalos. Cuando vengas a Cristo, abre lo mejor de ti mismo y haz que sea un regalo para Él.
Finalmente, regresaron a su país de origen por otra ruta. Como Fulton Sheen comentó tan magníficamente: ¡obviamente que así lo hicieron porque nadie que conoce a Cristo vuelve por el mismo camino!