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Referencias Bíblicas
• John 1:19-28
• Obispo Robert Baroon

 

Amigos, en el Evangelio de hoy Juan el Bautista declara ser el precursor de Cristo.

¿Por qué, cuando escuchamos por primera vez a Juan el Bautista, él está en el desierto y no en el Templo donde se esperaría que estuviera el hijo de un sacerdote? Bueno, en la época de Juan, el Templo estaba sumido en complicaciones políticas.

¿Qué atrae a la gente para que vaya al desierto a verlo? Él está ofreciendo lo que el Templo debería ofrecer pero no lo hace: el perdón de los pecados. Ésta fue la importancia del bautismo de Juan.

Pero aquí está lo extraño: no llama la atención sobre sí mismo. Más bien, se presenta como un precursor, alguien que prepara el camino del Señor: “Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen”. Señalaba a quien sería el Templo definitivo.

Y, por lo tanto, fue muy fuerte cuando al ver a Jesús que venía a ser bautizado, dijo: “He aquí el Cordero de Dios”. Ningún israelita del primer siglo habría pasado por alto el significado de eso: he aquí el que ha venido para ser sacrificado. He aquí el sacrificio mismo que resumirá, completará y perfeccionará el Templo.

 

 

Basilio Magno, Santo

Memoria Litúrgica, 2 de Enero

Fuente: Corazones.org
Obispo y Doctor de la Iglesia

Martirologio Romano: Memoria de los santos Basilio Magno y Gregorio Nazianceno, obispos y doctores de la Iglesia. Basilio, obispo de Cesarea de Capadocia (hoy en Turquía), apellidado “Magno” por su doctrina y sabiduría, enseñó a los monjes la meditación de la Escritura, el trabajo en la obediencia y la caridad fraterna, ordenando su vida según las reglas que él mismo redactó. Con sus egregios escritos educó a los fieles y brilló por su trabajo pastoral en favor de los pobres y de los enfermos. Falleció el día uno de enero de 379.

Gregorio, amigo suyo, fue obispo de Sancina, en Constantinopla y, finalmente, de Nacianzo. Defendió con vehemencia la divinidad del Verbo, mereciendo por ello ser llamado “Teólogo”. La Iglesia se alegra de celebrar conjuntamente la memoria de tan grandes doctores.

Etimológicamente: Basilio = Aquel que es un rey, es de origen griego.

Breve Biografía


BASILIO nació en Cesarea, la capital de Capadocia, en el Asia Menor, a mediados del año 329. Por parte de padre y de madre, descendía de familias cristianas que habían sufrido persecuciones y, entre sus nueve hermanos, figuraron San Gregorio de Nicea, Santa Macrina la Joven y San Pedro de Sebaste. Su padre, San Basilio el Viejo, y su madre, Santa Emelia, poseían vastos terrenos y Basilio pasó su infancia en la casa de campo de su abuela, Santa Macrina, cuyo ejemplo y cuyas enseñanzas nunca olvidó. Inició su educación en Constantinopla y la completó en Atenas. Allá tuvo como compañeros de estudio a San Gregorio Nacianceno, que se convirtió en su amigo inseparable y a Juliano, que más tarde sería el emperador apóstata.



Basilio y Gregorio Nacianceno, los dos jóvenes capadocios, se asociaron con los más selectos talentos contemporáneos y, como lo dice éste último en sus escritos, “sólo conocíamos dos calles en la ciudad: la que conducía a la iglesia y la que nos llevaba a las escuelas”. Tan pronto como Basilio aprendió todo lo que sus maestros podían enseñarle, regresó a Cesárea. Ahí pasó algunos años en la enseñanza de la retórica y, cuando se hallaba en los umbrales de una brillantísima carrera, se sintió impulsado a abandonar el mundo, por consejos de su hermana mayor, Macrina. Esta, luego de haber colaborado activamente en la educación y establecimiento de sus hermanas y hermanos más pequeños, se había retirado con su madre, ya viuda, y otras mujeres, a una de las casas de la familia, en Annesi, sobre el río Iris, para llevar una vida comunitaria.



 

Fue entonces, al parecer, que Basilio recibió el bautismo y, desde aquel momento, tomó la determinación de servir a Dios dentro de la pobreza evangélica. Comenzó por visitar los principales monasterios de Egipto, Palestina, Siria y Mesopotamia, con el propósito de observar y estudiar la vida religiosa. Al regreso de su extensa gira, se estableció en un paraje agreste y muy hermoso en la región del Ponto, separado de Annesi por el río Iris, y en aquel retiro solitario se entregó a la plegaria y al estudio. Con los discípulos, que no tardaron en agruparse en torno suyo, entre los cuales figuraba su hermano Pedro, formó el primer monasterio que hubo en el Asia Menor, organizó la existencia de los religiosos y enunció los principios que se conservaron a través de los siglos y hasta el presente gobiernan la vida de los monjes en la Iglesia de oriente. San Basilio practicó la vida monástica propiamente dicha durante cinco años solamente, pero en la historia del monaquismo cristiano tiene tanta importancia como el propio San Benito.



Lucha contra la herejía arriana



Por aquella época, la herejía arriana estaba en su apogeo y los emperadores herejes perseguían a los ortodoxos. En el año 363, se convenció a Basilio para que se ordenase diácono y sacerdote en Cesárea; pero inmediatamente, el arzobispo Eusebio tuvo celos de la influencia del santo y éste, para no crear discordias, volvió a retirarse calladamente al Ponto para ayudar en la fundación y dirección de nuevos monasterios. Sin embargo Cesárea lo necesitaba y lo reclamó. Dos años más tarde, San Gregorio Nacianceno, en nombre de la ortodoxia, sacó a Basilio de su retiro para que le ayudase en la defensa de la fe del clero y de las Iglesias. Se llevó a cabo una reconciliación entre Eusebio y Basilio; éste se quedó en Cesárea como el primer auxiliar del arzobispo; en realidad, era él quien gobernaba la Iglesia, pero empleaba su gran tacto para que se diera crédito a Eusebio por todo lo que él realizaba. Durante una época de sequía a la que siguió otra de hambre, Basilio echó mano de todos los bienes de todos los bienes que le había heredado su madre, los vendió y distribuyó el producto entre los más necesitados; mas no se detuvo ahí su caridad, puesto que también organizó un vasto sistema de ayuda, que comprendía a las cocinas ambulantes que él mismo, resguardado con un delantal de manta y cucharón en ristre, conducía por las calles de los barrios más apartados para distribuir alimentos a los pobres.



Obispo de Cesárea



El año de 370 murió Eusebio y, a pesar de la oposición que se puso de manifiesto en algunos poderosos círculos, Basilio fue elegido para ocupar la sede arzobispal vacante. El 14 de junio tomó posesión, para gran contento de San Atanasio y una contrariedad igualmente grande para Valente, el emperador arriano. El puesto era muy importante y, en el caso de Basilio, muy difícil y erizado de peligros, porque al mismo tiempo que obispo de Cesárea, era exarca del Ponto y metropolitano de cincuenta sufragáneos, muchos de los cuales se habían opuesto a su elección y mantuvieron su hostilidad, hasta que Basilio, a fuerza de paciencia y caridad, se conquistó su confianza y su apoyo.



Antes de cumplirse doce meses del nombramiento de Basilio, el emperador Valente llegó a Cesárea, tras de haber desarrollado en Bitrina y Galacia una implacable campaña de persecuciones. Por delante suyo envió al prefecto Modesto, con la misión de convencer a Basilio para que se sometiera o, por lo menos, accediera a tratar algún compromiso. Varios habían renegado por miedo, pero nuestro santo le respondió:



¿Qué me vas a poder quitar si no tengo ni casas ni bienes, pues todo lo repartí entre los pobres? ¿Acaso me vas a atormentar? Es tan débil mi salud que no resistiré un día de tormentos sin morir y no podrás seguir atormentándome. ¿Qué me vas a desterrar? A cualquier sitio a donde me destierres, allá estará Dios, y donde esté Dios, allí es mi patria, y allí me sentiré contento . . .



El gobernador respondió admirado: “Jamás nadie me había contestado así”. Y Basilio añadió: “Es que jamás te habías encontrado con un obispo”.



El emperador Valente se decidió en favor de exilarlo y se dispuso a firmar el edicto; pero en tres ocasiones sucesivas, la pluma de caña con que iba a hacerlo, se partió en el momento de comenzar a escribir. El emperador quedó sobrecogido de temor ante aquella extraordinaria manifestación, confesó que, muy a su pesar, admiraba la firme determinación de Basilio y, a fin de cuentas, resolvió que, en lo sucesivo, no volvería a intervenir en los asuntos eclesiásticos de Cesárea.



 

Pero apenas terminada esta desavenencia, el santo quedó envuelto en una nueva lucha, provocada por la división de Capadocia en dos provincias civiles y la consecuente reclamación de Antino, obispo de Tiana, para ocupar la sede metropolitana de la Nueva Capadocia. La disputa resultó desafortunada para San Basilio, no tanto por haberse visto obligado a ceder en la división de su arquidiócesis, como por haberse malquistado con su amigo San Gregorio Nacianceno, a quien Basilio insistía en consagrar obispo de Sasima, un miserable caserío que se hallaba situado sobre terrenos en disputa entre las dos Capadocias. Mientras el santo defendía así a la iglesia de Cesárea de los ataques contra su fe y su jurisdicción, no dejaba de mostrar su celo acostumbrado en el cumplimiento de sus deberes pastorales. Hasta en los días ordinarios predicaba, por la mañana y por la tarde, a asambleas tan numerosas, que él mismo las comparaba con el mar. Sus fieles adquirieron la costumbre de comulgar todos los domingos, miércoles, viernes y sábados. Entre las prácticas que Basilio había observado en sus viajes y que más tarde implantó en su sede, figuraban las reuniones en la iglesia antes del amanecer, para cantar los salmos. Para beneficio de los enfermos pobres, estableció un hospital fuera de los muros de Cesárea, tan grande y bien acondicionado, que San Gregorio Nacianceno lo describe como una ciudad nueva y con grandeza suficiente para ser reconocido como una de las maravillas del mundo. A ese centro de beneficencia llegó a conocérsela con el nombre de Basiliada, y sostuvo su fama durante mucho tiempo después de la muerte de su fundador. A pesar de sus enfermedades crónicas, con frecuencia realizaba visitas a lugares apartados de su residencia episcopal, hasta en remotos sectores de las montañas y, gracias a la constante vigilancia que ejercía sobre su clero y su insistencia en rechazar la ordenación de los candidatos que no fuesen enteramente dignos, hizo de su arquidiócesis un modelo del orden y la disciplina eclesiásticos.



 

No tuvo tanto éxito en los esfuerzos que realizó en favor de las iglesias que se encontraban fuera de su provincia. La muerte de San Atanasio dejó a Basilio como único paladín de la ortodoxia en el oriente, y éste luchó con ejemplar tenacidad para merecer ese título por medio de constantes esfuerzos para fortalecer y unificar a todos los católicos que, sofocados por la tiranía arriana y descompuestos por los cismas y la disensiones entre sí, parecían estar a punto de extinguirse. Pero las propuestas del santo fueron mal recibidas, y a sus desinteresados esfuerzos se respondió con malos entendimientos, malas interpretaciones y hasta acusaciones de ambición y de herejía. Incluso los llamados que hicieron él y sus amigos al Papa San Dámaso y a los obispos occidentales para que interviniesen en los asuntos del oriente y allanasen las dificultades, tropezaron con una casi absoluta indiferencia, debido, según parece, a que ya corrían en Roma las calumnias respecto a su buena fe. “¡Sin duda a causa de mis pecados, escribía San Basilio con un profundo desaliento, parece que estoy condenado al fracaso en todo cuanto emprendo!»



Sin embargo, el alivio no había de tardar, desde un sector absolutamente inesperado. El 9 de agosto de 378, el emperador Valente recibió heridas mortales en la batalla de Adrianópolis y, con el ascenso al trono de su sobrino Graciano, se puso fin al ascendiente del arrianismo en el oriente.

 

Cuando las noticias de estos cambios llegaron a oídos de San Basilio, éste se encontraba en su lecho de muerte, pero de todas maneras le proporcionaron un gran consuelo en sus últimos momentos. Murió el 1º de enero del año 379, a la edad de cuarenta y nueve años, agotado por la austeridad en que había vivido, el trabajo incansable y una penosa enfermedad. Toda Cesárea quedó enlutada y sus habitantes lo lloraron como a un padre y a un protector; los paganos, judíos y cristianos se unieron en el duelo.



San Gregorio Nacianceno, Arzobispo de Constantinopla, en el día del entierro: “Basilio santo, nació entre santos. Basilio pobre vivió pobre entre los pobres. Basilio hijo de mártires, sufrió como un mártir. Basilio predicó siempre con sus labios, y con sus buenos ejemplos y seguirá predicando siempre con sus escritos admirables”.



Setenta y dos años después de su muerte, el Concilio de Calcedonia le rindió homenaje con estas palabras: “El gran Basilio, el ministro de la gracia quien expuso la verdad al mundo entero indudablemente que fue uno de los más elocuentes oradores entre los mejores que la Iglesia haya tenido; sus escritos le han colocado en lugar de privilegio entre sus doctores.


 

 

Mi identidad en Cristo

Santo Evangelio según san Juan 1, 19-28.

 

 

Jueves antes de Epifanía
Por: José David Parra, LC
Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)



Gracias, Señor, por concederme la oportunidad de iniciar este nuevo año 2025. Ayúdame a aprovecharlo al máximo para gloria de tu nombre y la salvación de las almas que me has encomendado. Tú conoces, Señor, el valor del tiempo, enséñame a vivir este don tan grande de cara a la eternidad.



Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Juan 1, 19-28



Éste es el testimonio que dio Juan el Bautista, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén a unos sacerdotes y levitas para preguntarle: «¿Quién eres tú?». Él reconoció y no negó quien era. El afirmó: «Yo no soy el Mesías». De nuevo le preguntaron: «¿Quién eres, pues? ¿Eres Elías?». Él les respondió: «No lo soy». «¿Eres el Profeta?». Respondió: «No». Le dijeron: «Entonces dinos quién eres, para poder llevar una respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?». Juan les contestó: «Yo soy la voz que grita en el desierto: ‘Enderecen el camino del Señor’, como anunció el profeta Isaías». Los enviados que pertenecían a la secta de los fariseos, le preguntaron: «Entonces, ¿por qué bautizas, si no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay uno, al que ustedes no conocen, alguien que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias». Esto sucedió en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde Juan bautizaba.



Palabra del Señor



 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio



Si alguien te preguntara a lo largo de este día: «¿Quién eres tú?» ¿Qué le contestarías?



San Juan no titubea al responder a los sacerdotes y levitas quién es él. Se conoce a sí mismo y sabe por qué hace lo que hace delante de Dios y de los hombres. A la luz de la oración ha conocido el plan de Dios en su vida y ha abrazado, con amor y pasión, la misión que Dios le ha conferido.



A muchas personas se les dificulta hoy dar una respuesta a esta pregunta con sinceridad y profundidad porque no oran y/o reflexionan lo suficiente. El responder con inseguridad a esta pregunta transluce, a fin de cuentas, en una cierta falta de identidad, pues si no sé ni siquiera quién soy yo, ¿cómo podré saber de dónde vengo y hacia dónde voy? O, ¿por qué razón hago unas cosas y otras no?

 



San Juan no nació con la conciencia clara de su misión y su llamado. Todo esto es un proceso en el que Dios nos ilumina y nos va inspirando en el corazón a dar nuevos pasos hacia Él, en el amor y en la entrega. Al igual que san Juan, no dudemos en buscar en nuestro día a día el rostro de Dios y su plan en nuestras vidas, pues solamente Él puede enseñarnos a amar verdaderamente y darnos un ideal por quién vivir o por quién morir que dé sentido a nuestras vidas.

Solo en Dios podremos saber quiénes somos y qué estamos llamados a ser.



«También Juan esperaba a otro más grande que él. Juan tenía claro que no era el Mesías sino simplemente quien lo anunciaba. Juan era el hombre memorioso de la promesa y de su propia historia.

Era famoso, tenía fama, todos venían a hacerse bautizar por él, lo escuchaban con respeto.

La gente creía que era el Mesías, pero él era memorioso de su propia historia y no se dejó engañar por el incienso de la vanidad. Juan manifiesta la conciencia del discípulo que sabe que no es ni será nunca el Mesías, sino sólo un invitado a señalar el paso del Señor por la vida de su gente».
(Discurso de S.S. Francisco, 20 de enero de 2018).



Diálogo con Cristo



Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.



Propósito



Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.



Rezar tres avemarías pidiéndole a Jesús, a través de su Madre, que me dé una identidad clara de mi «ser cristiano,» y que me conceda la gracia de ser coherente con lo que soy y lo que profeso ser.



 

 

Despedida



¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

San Basilio el Grande y san Gregorio Nacianceno, grandes amigos

Obispos y doctores de la Iglesia. La protegieron del arrianismo. San Basilio fue ejemplar en la pobreza evangélica y la caridad

 

 

Basilio nació en Cesarea, la capital de Capadocia (actual Turquía), en el año 329.  Tanto su familia paterna como materna habían sufrido persecuciones y, entre sus nueve hermanos, figuraron san Gregorio de Nisa, santa Macrina la Joven y san Pedro de Sebaste.

Su padre era san Basilio el Viejo y su madre santa Emelia. Su abuela, santa Macrina.

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Grandes amigos

Comenzó su educación en Constantinopla y la completó en Atenas. San Gregorio Nacianceno, su compañero, se convirtió muy pronto en amigo para toda la vida. La Iglesia también celebra el 2 de enero su festividad.

Al acabar los estudios, regresó a Cesarea y fue maestro de retórica. Pero recibió una moción de Dios, que él recordó así:

“Un día, como si despertase de un sueño profundo, volví mis ojos a la admirable luz de la verdad del Evangelio…, y lloré por mi miserable vida”.

Decidió entonces servir a Dios viviendo la pobreza evangélica.

Estuvo en monasterios de Egipto, Palestina, Siria y Mesopotamia, y aprendió cómo era la vida religiosa. Así, formó el primer monasterio del Asia Menor.

La herejía arriana se extendía y Basilio fue ordenado sacerdote en el año 363. El arzobispo Eusebio de Cesarea tuvo celos de él y Basilio decidió retirarse de nuevo.

Sin embargo, san Gregorio Nacianceno lo reclamó para que defendiera la fe. Basilio lo hizo cediendo todo protagonismo al arzobispo.

Fundó un hospital para los pobres

Y mientras, una terrible sequía dejó sin alimento a la población. Pero Basilio decidió poner el patrimonio familiar a la venta para hacer acopio de alimentos y distribuirlos entre los más necesitados.

Organizó un sistema de cocinas ambulantes y él mismo servía comida.  Más adelante fundaría un gran hospital para los pobres.

Arzobispo de Cesarea

Al morir Eusebio en el año 370, Basilio fue elegido arzobispo. Eso le enfrentaría al emperador Valente, que era arriano.

Valente quiso castigarlo con el exilio pero, en tres ocasiones, en el momento de firmar el documento se le partía la pluma de caña.

El suceso hizo que, por miedo, el emperador decidiera no volver a inmiscuirse en los asuntos eclesiásticos de Cesarea.

Murió el 1 de enero del año 379, a los 49 años, agotado por su austeridad de vida y por su labor contra las herejías y los cismas de las Iglesias de Oriente.

San Gregorio Nacianceno, arzobispo de Constantinopla, declaró en el día del entierro:

“Basilio santo nació entre santos.  Basilio pobre vivió pobre entre los pobres.  Basilio hijo de mártires, sufrió como un mártir.  Basilio predicó siempre con sus labios, y con sus buenos ejemplos y seguirá predicando siempre con sus escritos admirables.”

El Concilio de Calcedonia dijo poco después que “fue uno de los más elocuentes oradores entre los mejores que la Iglesia haya tenido; sus escritos le han colocado en lugar de privilegio entre sus doctores.”

Basilio el Grande es uno de los tres Padres de la Iglesia capadocios junto con san Gregorio Nacianceno y san Juan Crisóstomo.

Santo patrón

San Basilio el grande es patrono de la Capadocia y de la dirección de hospitales.

Texto de san Basilio sobre la pobreza evangélica

“Según las palabras del Señor, no es conveniente ser rico, sino pobre: no juntar riquezas en la tierra sino en el cielo.

Indiferente y sana actitud hacia la riqueza es servirse de ella conforme a los mandamientos: esto para nosotros es útil en muchos casos, ante todo para purificar el alma de los pecados.

Nuestra mayor suerte no es pues, la abundancia en cosas temporales, sino que nosotros somos llamados a coparticipar en los verdaderos y eternos bienes.”

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