Amigos, el Evangelio de hoy completa el relato de Lucas sobre la presentación del niño Jesús en el Templo. 

Según el profeta Ezequiel, los pecados de la nación habían causado que la gloria del Señor se apartara del Templo. Cuando José y María traen al niño Jesús al Templo debemos entender que la profecía de Ezequiel se está cumpliendo. 

En el punto culminante de Su vida, este bebé, ahora mayor, entraría nuevamente al Templo. Esta vez, Él emitirá juicio y declarará Su propio Cuerpo como el nuevo Templo. Unos días más tarde, en la Cruz, realizará el sacrificio final del Templo, ofreciéndose al Padre, incluso soportando los pecados de la raza humana. En este gran acto de adoración del Templo atraerá a todos Sus hermanos y hermanas, a través de todos los siglos, de nuevo a estar alineados con Él.

La presentación de Jesús en el Templo, perfeccionada en la Cruz, se vuelve a representar cada vez que se celebra la Misa. La Misa implica la ofrenda del Cuerpo y la Sangre de Jesús al Padre. La presentación del Señor continúa hoy en nuestras iglesias, en nuestros templos.

Félix I, Santo

XXVI Papa, 30 de diciembre

Por: . | Fuente: Enciclopedia Católica / ACIprensa

Martirologio Romano: En Roma, en el cementerio de Calixto, en la vía Apia, sepultura de san Félix I, papa, el cual rigió la Iglesia Romana en tiempo del emperador Aureliano ( 274).

Breve Biografía

Se desconoce la fecha de su nacimiento; murió el año 274.

A principios de 269 sucedió al Papa San Dionisio como cabeza de la Iglesia Romana. Alrededor de esta época llegó a Roma, dirigido al Papa Dionisio, el informe del Sínodo de Antioquía, el cual ese mismo año había depuesto al obispo local, Pablo de Samosata, por sus enseñanzas heréticas referentes a la doctrina de la Trinidad (ver Antioquia). Una carta, probablemente enviada por Félix a Oriente en respuesta al informe sinodal, que contenía la exposición de la doctrina de la Trinidad, fue, más tarde interpolada a favor de su secta por un seguidor de Apolinario. Este documento apócrifo fue enviado al Concilio de Éfeso en 431 (Mansi, «Coll. conc.», IV, 1188; cf. Harnack, «Geschichte der altchristlichen Literatur», I, 659 sqq.; Bardenhewer, «Geschichte der altchristlichen Literatur», II, 582 sq.). El fragmento conservado en las Actas del Concilio hace especial énfasis en la unidad e identidad del Hijo de Dios y el Hijo del Hombre en Jesucristo. El mismo fragmento presenta al Papa Félix como mártir; pero este detalle, el cual está presente también en la biografía del Papa en el “[Liber Pontificalis]” (Ed. Duchesne, I, 58), no está apoyado por ninguna evidencia auténtica anterior y se debe evidentemente a una confusión de nombres. De acuerdo con la nota en el “Liber Pontificalis”, Félix construyó una basílica en la Vía Aurelia; la misma fuente también añade que él fue enterrado allí («Hic fecit basilicam in Via Aurelia, ubi et sepultus est»). Este último detalle es un error evidente, ya que el calendario romano de fiestas del siglo IV dice que el Papa Félix fue enterrado en la Catacumba de San Calixto en la Vía Apia («III Kal. Januarii, Felicis in Callisti», se lee en el «Depositio episcoporum»).

La declaración del “Liber Pontificalis” relacionada al martirio del Papa resulta, evidentemente, de una confusión con el mártir romano del mismo nombre enterrado en la Vía Aurelia, y sobre cuya tumba se construyó una iglesia. En el antedicho “Feriale” romano o calendario de fiestas, el nombre de Félix aparece en la lista de obispos romanos (Depositio episcoporum), y no en la de los mártires.

La observación en el “Liber Pontificalis” le adjudica a este Papa un decreto por el cual las Misas debían celebrarse sobre las tumbas de los mártires («Hic constituit supra memorias martyrum missas celebrare»). El autor de esta entrada estaba aludiendo evidentemente a la costumbre de celebrar el Santo Sacrificio en privado, en los altares cerca o sobre las tumbas de los mártires en las criptas de las catacumbas (missa ad corpus), mientras que la celebración solemne de los Sagrados Misterios siempre se realizó en las basílicas construidas sobre las catacumbas. Esta práctica, todavía en uso al final del siglo IV (Prudentius, «Peristephanon», XI, vv. 171 sqq), aparentemente data del período cuando se construyeron en Roma las grandes basílicas sacramentales, y debe su origen a los solemnes servicios conmemorativos de los mártires, realizados en sus tumbas en el aniversario de su entierro, tan temprano como en el siglo III. Probablemente Félix no proclamó tal decreto, pero el compilador del “Liber Pontificalis” se lo atribuyó a él porque él no hizo ningún cambio en las costumbres de su época. De acuerdo con el detalle antes mencionado del “Depositio episcoporum”, Félix fue sepultado en la catacumba de san Calixto el 30 de diciembre.

Un encuentro con el Señor

Santo Evangelio según san Lucas 2, 36-40. Lunes de la Octava de Navidad

Por: Redacción | Fuente: Catholic.net

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, dame la gracia de verte más de cerca en mi vida; perdóname cuando te he ignorado y ayúdame a comunicar mi experiencia de ti a los demás.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 2, 36-40

En aquel tiempo, había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana. De joven, había vivido siete años casada y tenía ya ochenta y cuatro años de edad. No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. (Cuando José y María entraban en el templo para la presentación del niño). Ana se acercó, dando gracias a Dios y hablando del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Una vez que José y María cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia del Dios estaba con él.

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Me gusta imaginar que la profetisa Ana es como las viejecitas que van a la iglesia todos los días, acuden a misa, rezan el rosario, novenas, etc., y, también, se me hace un ejemplo a seguir porque sale al encuentro de esta familia joven que llega al templo. Movida por el Espíritu sabe que puede comunicarles algo; ella se alegra porque es capaz de ver más allá de las apariencias externas y reconocer quién es Jesús para ella y así compartirlo con los demás.

Para Dios no hay coincidencias porque Él conoce nuestras vidas como la palma de su mano. Este encuentro entre Ana y la Sagrada Familia tenía que suceder para que ella y la familia de Jesús, pudieran ver como Él estaba actuando en la vida de cada uno; y al compartir lo que tenían en el corazón, pudieron ver cómo la mano de Dios los iba guiando.

Ana, por su parte, había aprendido muchas cosas en su vida; había tenido muchos encuentros que la estaban preparando para el encuentro con el Niño. Y José y María cada día aprendían algo nuevo que les ayudaba a criar al Hijo de Dios porque, seguramente, no era nada fácil hacerlo ya que, sin saberlo aún, lo tenían que preparar para la misión que Él tenía en la que predicaría un nuevo Reino de amor, un Padre misericordioso que todo lo ve, una llamada a la santidad personal. Esto, en cierta medida, lo aprendió durante su tiempo en Nazaret donde el Padre le puso como acompañantes a José y María.

«Dios basta, lo demás pasa»; es alabanza que brota a pesar de todo, como lo muestra la profetisa Ana. Era una mujer muy anciana, que había vivido muchos años como viuda, pero no era una persona sombría, nostálgica o encerrada en sí misma; al contrario, llega, alaba a Dios y habla solo de él. Me gusta considerar que esta mujer “murmuraba bien”, y contra el mal de murmurar, esta sería una buena patrona para convertirnos, porque fue de un lado para otro diciendo solamente: “¡Es aquel! ¡Es aquel niño! ¡Id a verlo!”. Me gusta verla así, como una mujer de barrio».

(Homilía de S.S. Francisco, 2 de febrero de 2019).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hablar o pasar tiempo con una persona mayor de edad.

Despedida

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.