Luke 4:38-44

Amigos, en nuestro Evangelio de hoy, vemos a Jesús en acción. Siempre yendo de un lugar a otro, en marcha. Hoy, Lucas relata una especie de “día en la vida” de Jesús. ¡Y ciertamente es un gran día! El Evangelio comienza justo después de la dramática expulsión de un demonio en la sinagoga de Cafarnaúm. Y después, al entrar en la casa de Simón, Jesús cura a su suegra, y todo el pueblo se acerca a la puerta de la casa. Jesús pasa toda la noche curando a cientos de personas que sufren diversas aflicciones.

En los siglos XVIII, XIX y XX, en un intento de hacer que Jesús fuera más agradable a los racionalistas y a los “realistas”, los teólogos pusieron un gran énfasis en la predicación de Jesús, especialmente en sus enseñanzas éticas. Pero este no es el Jesús que presenta Lucas. Acá es, más bien, un sanador: Soter, traducido en latín como salvator, que simplemente significa “portador de salus” o salud. Jesús es retratado como un sanador, un salvador. En Él, la divinidad y la humanidad se han unido; en Él se abren paso la vida divina y el poder divino. Aparecen las intenciones más profundas de Dios para con sus amadas criaturas: lo que Dios planea para nosotros en el reino venidero se anticipa ahora históricamente.

Rosalía, Santa

Virgen, 4 de septiembre

Por: Redacción | Fuente: ACIprensa.com

Virgen Ermitaña

Martirologio Romano: En Palermo, de Sicilia, santa Rosalía, virgen, de quien se dice que practicó la vida solitaria en el monte Pellegrino (s. XII).

Etimología: Rosalía = rosal florido”. Viene de la lengua griega

Breve Biografía

Vivió en el siglo XII y murió hacia 1160.

Aunque se desconocen datos sobre su patria y vida, una leyenda asegura que a los 14 años se retiró a una cueva del monte Coscina y luego a otra del monte Pellegrino, cercano a Palermo.

En la Edad Media se le dedicaron varias iglesias y se le consideró Protectora y Patrona de Palermo.

Sus restos fueron descubiertos un 15 de julio y el Papa Urbano VIII la incluyó como santa en el Martirologio.

Se le invoca como abogada contra la peste y los terremotos. La iconografía la presenta como ermitaña o bien revestida con hábito agustino.

Sus principales atributos son: una corona de rosas, en alusión a su nombre; y un crucifiJo y una calavera, por su ascesis.

La enfermedad es una puerta para Cristo

Santo Evangelio según san Lucas 4, 38-44. Miércoles XXII del Tiempo Ordinario.

Por: José Parra, LC | Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, quiero recibirte en mi casa y pedirte que cures todas mis enfermedades que me alejan de ti.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 4, 38-44

En aquel tiempo, Jesús salió de la sinagoga y entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron a Jesús que hiciera algo por ella. Jesús, de pie junto a ella, mandó con energía a la fiebre, y la fiebre desapareció.

Ella se levantó enseguida y se puso a servirles. Al meterse el sol, todos los que tenían enfermos se los llevaron a Jesús y él, imponiendo las manos sobre cada uno, los fue curando de sus enfermedades. De muchos de ellos salían también demonios que gritaban: “¡Tú eres el Hijo de Dios!” Pero él les ordenaba enérgicamente que se callaran, porque sabían que él era el Mesías. Al día siguiente se fue a un lugar solitario y la gente lo andaba buscando. Cuando lo encontraron, quisieron retenerlo, para que no se alejara de ellos; pero él les dijo: “También tengo que anunciarles el Reino de Dios a las otras ciudades, pues para eso he sido enviado”. Y se fue a predicar en las sinagogas de Judea.

Palabra del Señor

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

El Jesús que cura las enfermedades hace realidad los deseos de las personas que están enfermas y de sus familiares. Se puede ver una enfermedad no como algo personal sino familiar. Sobre todo, las enfermedades que son fuertes, se resienten en todas las personas de la familia. La forma en la que Cristo ilumina esta situación en la que la familia de Pedro se encuentra es de primero hacerse amigo de una persona para que lo pueda dejar entrar en la casa para que pueda ejercer su poder curativo en toda la familia. Si se deja entrar a Cristo, aunque sea un poco, hará grandes cosas. La situación familiar es diferente porque la presencia de Dios cambia las circunstancias y las personas.

La enfermedad, aunque sea algo malo y que haga sufrir, se convierte en una puerta para que Dios pueda tocar, entrar y quedarse en la casa. En las dificultades nos encontramos con que Dios quiere sanarnos y ayudarnos a recobrar la paz después de un tiempo de dificultad y enfermedad, pero qué pasa cuando las cosas no salen bien, cuando desgraciadamente se llega al punto de la muerte. Dios pone pruebas para que purifiquemos nuestro amor y que aprendamos a amarlo aun en momentos oscuros cuando nos es difícil verlo y reconocerlo para demostrarle nuestro amor.

Las enfermedades y cosas que queramos que Cristo cure en nuestra familia son de diversos modos, espirituales o materiales. Aparecen en nuestra vida y nos empujan a pedir ayuda y dejar que Dios actúe.

«Con los signos de curación que realiza para los enfermos de todo tipo, el Señor quiere suscitar como respuesta la fe. La jornada de Jesús en Cafarnaúm empieza con la sanación de la suegra de Pedro y termina con la escena de la gente de todo el pueblo que se agolpa delante de la casa donde Él se alojaba, para llevar a todos los enfermos. La multitud, marcada por sufrimientos físicos y miserias espirituales, constituye, por así decir, “el ambiente vital” en el que se realiza la misión de Jesús, hecha de palabras y de gestos que resanan y consuelan. Jesús no ha venido a llevar la salvación en un laboratorio; no hace la predicación de laboratorio, separado de la gente: ¡está en medio de la multitud! ¡En medio del pueblo! Pensad que la mayor parte de la vida pública de Jesús ha pasado en la calle, entre la gente, para predicar el Evangelio, para sanar las heridas físicas y espirituales. Es una humanidad surcada de sufrimientos, cansancios y problemas: a tal pobre humanidad se dirige la acción poderosa, liberadora y renovadora de Jesús».

(Ángelus de S.S. Francisco, 4 de febrero de2018).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy haré un momento de oración y pediré por todos los enfermos.

Despedida

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Moisés, el hombre con el que Dios trataba cara a cara

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Dolors Massot – publicado el 03/09/21

Fue el precursor de Cristo, el profeta que sacó al pueblo de Israel de Egipto y lo llevó a la entrada de la Tierra Prometida

Moisés es uno de los grandes personajes de la Historia Sagrada. Fue profeta y patriarca, precursor de Jesucristo y escogido de Dios para liberar al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto y conducirlo hacia la Tierra Prometida. La Iglesia celebra a este hombre santo del Antiguo Testamento el 4 de septiembre.

El nombre de Moisés significa “Salvado de las aguas”. Se debe a que, según relata el Éxodo, el faraón de Egipto había ordenado matar a todos los bebés varones que nacieran de mujer hebrea. Pero las parteras desobedecieron porque preferían no obrar contra Dios. Así, el faraón insistió en que se matara a los niños. Una hebrea tuvo un hijo y para que no se lo asesinaran hizo un canasto de juncos y lo escondió en un carrizal en el Nilo. Allí lo encontró la hija del faraón y lo adoptó. Miriam, la hermana mayor de Moisés y Aarón, le sugirió que le buscaría una mujer hebrea para alimentarlo y así pudo ser la propia madre de Moisés quien le amamantara.

Entonces, Moisés creció en el palacio del faraón. Pero un día, viendo la violencia con que un capataz trataba a los hebreos, lo mató. Esto hizo que tuviera que huir de Egipto y hacerse pastor en Madián. Allí trabajó para el sacerdote Jetró y se casó con su hija mayor, Séfora (Sipora). Tuvieron dos hijos, Gersón y Elizer.

Un día, en el monte Horeb Moisés vio una zarza ardiente que no se consumía. Dios se le manifestó así, diciendo: «Yo soy el que soy». Le comunicó su misión:

“Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus opresores, pues he conocido sus angustias. Por eso he descendido para librarlos de manos de los egipcios y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a una tierra que fluye leche y miel”.

En muchos pasajes de la Biblia Moisés es denominado “siervo de Yahvé”, instrumento de la Providencia, profeta “a quien Yahvé trataba cara a cara” (Dt 34,10). Tremendo elogio para un hombre.

A continuación, Moisés será el protagonista de la salida del pueblo de Israel que era esclavo en Egipto. Está a la cabeza en los pasajes donde se narran los encuentros y desencuentros del pueblo elegido con Dios: las diez plagas sobre Egipto, los diálogos con el faraón, la institución de la Pascua judía, el milagroso paso del Mar Rojo, el Arca de la Alianza, la aparición de las codornices y el maná… Moisés será su mediador y su líder. Aunque, por su falta de fe, Yahvé decidió que no entraría en la Tierra Prometida y muriera en el monte Nebo, ya a punto de llegar.

En el Monte Sinaí, el Señor le dio a Moisés las tablas de la Ley, los Diez Mandamientos. Después, el pueblo de Israel pasó 40 años en la península del Sinaí, de camino a la tierra que Dios les tenía prometida. Sin embargo, Moisés y su hermano Aarón, que eran los líderes, cuando ya se encontraban cerca de ella, mandaron a doce espías para que les informaran de si era cierto que era una tierra maravillosa. Diez enviados regresaron dando noticias pesimistas y solo Josué y Caleb informaron de que era verdaderamente un regalo de Yahvé.

Por otra parte, estando en Meribá, Moisés tocó dos veces una roca para que brotara agua con que apagar la sed del pueblo. Así fue como por no haber confiado en Dios, Yahvé castigó a Moisés no dejándole pisar la Tierra prometida. La contemplaría desde lo alto del monte Nebo (en la actual Jordania) y allí moriría a la edad bíblica de 120 años.

«Entonces Moisés y los israelitas entonaron este canto en honor del Señor: «Cantaré al Señor, que se ha cubierto de gloria: él hundió en el mar los caballos y los carros.

El Señor es mi fuerza y mi protección, él me salvó. Él es mi Dios y yo lo glorifico, es el Dios de mi padre y yo proclamo su grandeza.

El Señor es un guerrero, su nombre es «Señor».

Él arrojó al mar los carros del Faraón y su ejército, lo mejor de sus soldados se hundió en el Mar Rojo.

El abismo los cubrió, cayeron como una piedra en lo profundo del mar.

Tu mano, Señor, resplandece por su fuerza, tu mano, Señor, aniquila al enemigo.

Con la inmensidad de tu gloria derribas a tus adversarios, desatas tu furor, que los consume como paja.

Al soplo de tu ira se agolparon las aguas, las olas se levantaron como un dique, se hicieron compactos los abismos del mar.

El enemigo decía: «Los perseguiré, los alcanzaré, repartiré sus despojos, saciaré mi avidez, desenvainaré la espada, mi mano los destruirá».

Tú soplaste con tu aliento, y el mar los envolvió; se hundieron como plomo en las aguas formidables.

¿Quién, como tú, es admirable entre los santos, terrible por tus hazañas, autor de maravillas?

Extendiste tu mano y los tragó la tierra.

Guías con tu fidelidad al pueblo que has rescatado y lo conduces con tu poder hacia tu santa morada.

Tiemblan los pueblos al oír la noticia: los habitantes de Filistea se estremecen,

cunde el pánico entre los jefes de Edom, un temblor sacude a los príncipes de Moab, desfallecen todos los habitantes de Canaán.

El pánico y el terror los invaden, la fuerza de tu brazo los deja petrificados, hasta que pasa tu pueblo, Señor, hasta que pasa el pueblo que tú has adquirido.

Tú lo llevas y lo plantas en la montaña de tu herencia, en el lugar que preparaste para tu morada, en el Santuario, Señor, que fundaron tus manos.

¡El Señor reina eternamente!».»