Matthew 6:7-15
El Evangelio de hoy es la versión de Mateo sobre la oración Padre Nuestro. Quiero aquí reflexionar sobre los primeros versos. Qué maravilloso que esta oración viene directamente del mismo Jesús. Es como si la oración que les enseña resumiera el contenido de Su propia oración.
Llamamos a Dios “Padre” cuando oramos. Lo llamamos Abba, Papi. Jesús nos invita a compartir la misma intimidad que tiene con Su Abba. No solo imitamos la oración, como imitaríamos la de cualquier maestro espiritual; más bien, cuando oramos entramos en la dinámica de Su propio Ser.
“Santificado sea Tu Nombre”. Que tu nombre sea sagrado. Lo primero que pedimos es honrarlo, que lo tengamos primero en nuestras vidas, que lo separemos de todo lo demás. Trabajo, familia, dinero, éxito, de la estima de los demás, de nuestros amigos, todo es bueno, pero nada de eso debe considerarse santo en este mismo sentido.
Si nos equivocamos en esto, nos vamos a equivocar en todo lo demás. Si no consideramos Su Nombre sagrado sobre todo lo demás, todo se volverá profano.
En el Evangelio el Señor prescribe la oración, el ayuno y la limosna como disciplinas cuaresmales.
La Iglesia tradicionalmente nos dice que hay tres cosas que debemos hacer durante la Cuaresma, y yo hago hincapié en la palabra hacer. En los últimos años, hemos enfatizado demasiado sobre las dimensiones interiores: que la Cuaresma se trata principalmente de actitudes, ideas e intenciones. En la práctica tradicional de la Iglesia, la Cuaresma es acerca de hacer cosas, que involucran tanto al cuerpo como a la mente, que involucran tanto lo exterior como lo interior de tu vida.
Las tres grandes prácticas de la Cuaresma —oración, ayuno y limosna— son tres cosas que uno hace. Esto va a sonar un poco extraño, pero mi recomendación para esta Cuaresma es, en cierta manera, olvidarte de tu vida espiritual, con esto me refiero a olvidarte de mirar hacia dentro y cómo estás progresando espiritualmente. Sigue las recomendaciones de la Iglesia y haz las tres cosas: orar, ayunar y dar limosnas. Y mientras lo haces, ora para acercarte al Señor como centro de tu vida y razón de todo lo que haces.
Los doctores de la ley no entendían los signos de los tiempos, invocando un signo extraordinario. Estaban cerrados en su sistema, tenían perfectamente acomodada la ley, una obra maestra. (…) Estaba todo ordenado. Ellos «simplemente habían olvidado la historia. Habían olvidado que Dios es el Dios de la ley», pero es también el Dios de las sorpresas, que Dios es siempre nuevo (…) Y ellos no entendían y se cerraban en ese sistema hecho con tanta buena voluntad; y pedían a Jesús que les diera «una señal», continuando sin entender «los numerosos signos que hacía Jesús y permaneciendo en una actitud de total «cerrazón». La segunda, se dirige al hecho de que ellos habían olvidado que eran un pueblo en camino. Y cuando uno está en camino, se encuentra siempre cosas nuevas, cosas que no conoce. (Homilía, 13 octubre 2014)
Rosendo (Rudesindo), Santo
Obispo, 1 de marzo
Martirologio Romano: En Celanova, de Galicia, en España, san Rosendo (Rudesindus), antes obispo de Dumio, que cuidó de promover o instaurar la vida monástica en la misma región y, habiendo renunciado a la función episcopal, tomó el hábito monástico en el monasterio de Celanova, que después presidió como abad († 977).
Etimológicamente: Rosendo = “ gobernante glorioso”. Viene de la lengua alemana.
Fecha de canonización: En el año 1195 por el Papa Clemente III.
Breve Biografía
San Rosendo pertenecía a una noble familia de Galicia. Según Esteban de Celanova, su biógrafo, la madre (Ilduara) se hallaba orando en la iglesia de San Salvador, en el Monte Córdoba, cuando recibió un aviso del cielo de que tendría un hijo.
Rosendo era un joven serio y devoto. Cuando la sede de Dumium (actualmente Mondoñedo) quedó vacante, el pueblo le eligió obispo. En vano alegó el santo que sólo tenía dieciocho años y que era inepto para el cargo; el pueblo insistió, y Rosendo se vio obligado a aceptar.
Su gobierno fue totalmente diferente del de su primo Sisnando, obispo de Compostela, quien descuidaba sus deberes y pasaba el tiempo en paseos y diversiones. la vida de Sisnando era tan escandalosa, que el rey Sancho le encarceló y pidió a Rosendo que tomase el gobierno de su diócesis; el santo tuvo que aceptar contra su voluntad.
En una ocasión, hallándose ausente el rey Sancho, los normandos cayeron sobre Galicia y los moros invadieron Portugal. San Rosendo se puso al frente del ejército y al grito de «algunos ponen su confianza en los carros de guerra y otros en los caballos, pero nosotros invocamos el nombre del Señor» (Sal 19,8), rechazó a los normandos hasta sus naves y obligó a los moros a retirarse a sus territorios.
Después de la muerte del rey Sancho, ocurrida el año 967. Sisnando se evadió de la prisión y, en la noche de Navidad, atacó a Rosendo y le amenazó de muerte si no abandonaba la diócesis. El santo no opuso resistencia, y se retiró al monasterio de San Juan de Caveiro, que él mismo había fundado. Allí permaneció hasta que, en una visión, recibió la orden de ir a fundar otra abadía en el sitio que le sería mostrado. Para gran gozo suyo, fue conducido al valle de Villar, que pertenecía a sus antepasados. Se trataba de una tierra «en la que abundaban las fuentes y que se prestaba para el cultivo de flores, cereales y verduras, como también para los árboles frutales». Allí erigió, en el curso de ocho años, el monasterio de Celanova.
Nombró superior a un santo monje llamado Franquila, y él mismo se puso bajo sus órdenes. Con la ayuda de su abad, construyó otros monasterios, a los que impuso la estricta observancia de la regla de San Benito. A la muerte de Franquila fue elegido abad. Su fama era tan grande, que los obispos y abades acudían en busca de su dirección y varios conventos se pusieron bajo su jurisdicción.
Su biógrafo habla de numerosos milagros: el santo curó a muchos epilépticos y endemoniados, devolvió la vista a varios ciegos y su intercesión obtuvo la restitución de bienes robados y la liberación de cautivos. El mismo Esteban de Celanova comienza su catálogo de milagros narrando una experiencia personal: «Siendo muy joven, mis padres me destinaron a los estudios literarios. Para escapar de las dificultades de la escuela, acostumbraba yo ir a esconderme en el bosque. Como me mostraba irreductible, a pesar de que me vigilaban muy de cerca, mi maestro fue, por divina inspiración, a la tumba de san Rosendo, encendió un cirio y rogó a Dios que, si realmente me había escogido para la vida religiosa, me atase con los lazos de la virtud y abriera mi inteligencia al estudio. Según me decía con frecuencia mi maestro, a partir de ese momento empecé a ser más dócil y, no mucho después, tomé el hábito religioso en el mismo monasterio». San Rosendo fue canonizado en 1195 o 96.
De todos modos, no es del todo seguro que el monje Esteban haya escrito realmente la biografía que se le atribuye; en todo caso, vivió dos siglos después de San Rosendo. Casi todos los documentos y milagros publicados por los bolandistas en Acta Sanctorum, son posteriores a la muerte del santo. Es muy oscura la relación de san Rosendo con las diócesis de Dumium y Compostela, y es muy difícil determinar si no se había retirado ya a Celanova antes de que el rey le llamara a gobernar la sede de su primo.
Buscando signos
Santo Evangelio según san Lucas 11, 29-32. Miércoles I de Cuaresma
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
«Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa…» (Ap 3, 20). A veces pienso que cuando voy a orar soy yo quien toco a tu puerta Señor, porque Tú mismo nos has dicho; “tocad y se os abrirá”; pero hoy quiero detenerme en la realidad de que Tú también tocas a mi puerta, quiero abrirte mi mente, mi corazón y mi alma en esta oración, dejarte pasar y escuchar lo que hoy quieres compartir conmigo en esta oración.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 11, 29-32
En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles: «Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación. Cuando sean juzgados los hombres de esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que los condenen; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. Cuando sea juzgada esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que los condenen; porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
No te enojes Señor, si en mi vida también te he pedido signos. Quizá los judíos de ese tiempo querían confirmar el poder con el que hacías tus obras y milagros, pero en mi vida a veces es lo contrario, no logro reconocer tus obras y tus milagros en medio de tanto mal y sufrimiento, contradicciones y cuestionamientos.
Hoy te escucho decir: “Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación”. ¿Cómo puedes ser para mí un signo hoy? ¿Si no te veo con mis ojos y no te sienten mis manos? ¿Si no te veo caminando por las calles como en ese tiempo ni te escucho en tus sermones? ¿Si no te veo sanar o alimentar a las multitudes?
¡Pero qué estoy diciendo! ¿Y no me da la Iglesia signos de tu acción y de tu gracia en los sacramentos? “Lo que Jesús hizo en el evangelio lo sigue haciendo hoy en sus sacramentos” ¡Ahí están los signos de tu amor! ¡Ahí están los signos de tu misericordia! Cuando experimento tu perdón en la confesión y vuelves a decir “vete en paz”, cuando escucho tu Palabra en la Escritura y te haces alimento en la Eucaristía, cuando sanas en la unción de los enfermos, cuando me das tu Espíritu en la confirmación y me haces hija por el bautismo.
Esos son tus signos, los signos que se le han dado a esta nueva generación de la que formo parte. Los signos de tu amor y tu misericordia.
Dame la gracia de verte con mi corazón cada vez que me acerco a cada uno de los sacramentos, dame la gracia de ver tu acción poderosa en medio de nosotros por estos signos callados y eficaces, dame la gracia de recibirte, para después convertirme también en signo para esta generación, reconocerte actuando y acercar a otros a reconocer tu acción y amor en cada uno de ellos.
«El signo que Jesús promete es su misericordia, la que ya pedía Dios desde hace tiempo: “misericordia quiero, y no sacrificios». El verdadero signo de Jonás es aquél que nos da la confianza de estar salvados por la sangre de Cristo. Hay muchos cristianos que piensan que están salvados sólo por lo que hacen, por sus obras. Las obras son necesarias, pero son una consecuencia, una respuesta a ese amor misericordioso que nos salva. Las obras solas, sin este amor misericordioso, no son suficientes».
(S.S. Francisco, Homilía del 14 de octubre de 2013).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Renovar el contenido de mi fe leyendo lo que el Catecismo de la Iglesia Católica dice sobre los sacramentos en general, revisar el sentido con el que vivo mi vida sacramental y preguntarle al Espíritu Santo cómo ser evangelizador de esta realidad de fe, con las personas a mi alrededor.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Lo contrario de la perversión es la conversión
Miércoles primera semana Cuaresma. Perversa porque tenemos una señal y no estamos dispuestos a aceptar la señal que Dios nos da.
Jesucristo califica con mucha dureza a la gente de su tiempo y dice que son una generación perversa. Perversa porque tienen una señal y no están dispuestos a aceptar la señal que Dios les da. La señal que Cristo dará, será su Resurrección. Pero Cristo mismo es consciente de que no es suficiente con que Dios dé señales a los hombres; Cristo es consciente de que es necesario que los hombres aceptemos las señales que Dios nos da, que estemos dispuestos a abrir nuestro corazón a las señales; de otra forma, nuestro corazón es un corazón perverso.
¿Qué significa esto? Esto significa que nuestro corazón puede estar caminando de una forma alejada de Dios Nuestro Señor, viviendo de una forma torcida, porque no está aceptando el modo concreto en el cual Dios llega a su vida. Todo este camino que es nuestra existencia, está sembrado por señales de Dios. Está de una forma o de otra, con una constante presencia de un Dios que nos va señalando, indicando, prestando, como una luz que parpadea en todo momento de nuestra vida. Así es Dios en nuestro corazón, con todas las señales que constantemente nos va marcando.
Señales que a veces podrían parecernos extrañas, como el que “la reina del Sur vaya a ver a Salomón”. ¿Qué es lo que la reina del Sur había hecho para ir a ver a Salomón? Simplemente había oído hablar de su sabiduría. ¿Qué es lo que Jonás predica a los ciudadanos de Nínive? Simplemente el hecho de que Nínive va a ser destruida. La reina del Sur cambia su vida y es capaz de ir hasta Israel para ver a Salomón y los ninivitas cambian su vida y se convierten. Es decir, no es problema el cómo Dios Nuestro Señor nos manda una señal particular para que cambiemos nuestra vida, el problema está en si nuestro corazón va abriendo los ojos a esas señales, si está dispuesto en todo momento a escuchar lo que Dios le quiere decir.
Y aquí donde Jesucristo nos pone en guardia: cuidado, porque a ustedes no se les van a dar otras señales más que la señal del profeta Jonás, la Resurrección de Cristo. Esta señal, se nos presenta en la vida de una forma que nosotros tenemos que tomarla arriesgando nuestra vida. Cristo cuando se nos presenta en nuestra vida, no nos da mucha seguridad, al contrario, más bien nos pone en más riesgo. Cristo, cuando llega a nuestra existencia, nos hace arriesgarnos más. La reina del Sur podría haber dicho: “¿Cómo voy a ir yo hasta allá para escuchar a un rey que dicen que es muy sabio?” Los habitantes de Nínive podrían haber dicho”. ¡Este señor está mal! ¿Por qué va a tener que destruir nuestra ciudad dentro de tres días si no cambiamos nuestra existencia?”. Y a la reina del Sur se hubiera quedado sin conocer la sabiduría y los habitantes de Nínive se habrían quedado sin conocer la Misericordia de Dios. No habrán sido capaces de captar la señal con la que Dios, en ese momento, estaba pasando por sus vidas. No habrían sido capaces de captar la luz con la que Dios, en ese momento, quería iluminar su existencia.
Cuando uno mira para atrás de la propia existencia y empieza a ver la cantidad de señales que no ha captado y la cantidad de veces que la luz no brilló en nuestro corazón, podría preguntarse: ¿qué hago ahora si he dejado muchas señales, muchas luces de Dios? ¿No será un paso gigante para mi alma? ¿Tendré posibilidad de dar marcha atrás? ¿La reina del Sur tendría posibilidad de volverse a encontrar con Salomón? ¿Los habitantes de Nínive habrían tenido posibilidad de volver, otra vez a escuchar a Jonás? No lo sabemos. Sabemos una cosa como decíamos en el Salmo “Un corazón contrito. Dios no lo desprecia”. Que si en nuestro interior hay el anhelo y el deseo de volver a Dios, Él siempre va a esta listo para darnos de nuevo su luz. Dios siempre va a estar listo para presentarse de nuevo en nuestra vida.
¿Cómo nos envía Dios señales? Dios nos las envía fundamentalmente a través de nuestra conciencia. Una conciencia que tiene que estar buscando constantemente a Dios; una conciencia que no tiene que detenerse jamás a pesar de las barreras de las murallas que hay en la propia alma.
Lo contrario de la perversión es la conversión. Si nuestra alma está constantemente convirtiéndose a Dios, así encuentre un su vida mil defectos, mil problemas, mil reticencias, mil miedos, encontrará al Señor. Es lo mismo que les ocurrió a los habitantes de Nínive. Es la frase final, con la cual el rey de Nínive termina su mandato: “Quizá Dios se arrepienta y nos perdone, aplaque el incendio de su ira y así no moriremos”. Aunque halla murallas, dificultades; aunque seamos nosotros mismos los primeros que nos sintamos como obstáculo al regreso de Dios N. S., no olvidemos que Él siempre está en el camino de la conversión. Él siempre está ahí, dispuesto a darnos la mano, a tendernos la posibilidad de regresar a Él.
¿Por qué descorazonarnos, cuando en nuestro camino de conversión encontramos algo que se nos hace tremendamente difícil de superar? ¿Somos más grandes nosotros que la Misericordia de Dios? ¿Es más milagroso el hecho de que una mujer vaya a escuchar a Salomón, o el que una ciudad completa, se convierta ante la voz de una profeta, que la Resurrección del Hijo de Dios?
En esta Cuaresma tenemos que ir viendo hasta qué punto estamos aceptando las señales de Dios N. S. nos da. Viendo cómo Dios me habla, que detrás de ese cómo Dios me habla, a veces gozo, con penas, a veces con un quebranto tremendo de corazón y a veces con una grandísima alegría en el alma. Estas señales de Dios, tienen detrás un sello que es la Resurrección de Cristo y si nosotros las aceptamos, no simplemente vamos a estar aceptando a un Dios que pasa por nuestra vida, sino que vamos a estar aceptando la garantía con la cual, Dios N. S. pasa por nuestra vida.
Hagamos de nuestra existencia, de nuestro camino, de nuestro encuentro con Dios, un constante aceptar el modo en el que Dios me ha hablado, aunque yo no lo entienda. “Aunque este muy lejos Salomón”. Abramos nuestros ojos, abramos nuestro corazón, nuestra vida a las señales de Dios y permitamos que el Señor vaya señalando, indicando por dónde nos quiere llevar.
Si algún día no sabemos por dónde nos está llevando, que solamente nos preocupe el no perder de vista las señales de Dios. No importa por dónde nos lleve, eso es problema de Él. Nuestro autentico problema, es no perder de vista las señales de Dios, porque por donde Él nos lleve, tendremos siempre la certeza de que nos está llevando por el camino siempre correcto, por el que nosotros necesitamos ir.
Que ésta sea nuestra oración y el más profundo fruto de esta Cuaresma: ser tan auténticos con nosotros mismos, que seamos capaces de ver la autenticidad con la que Dios nos habla. Que nunca la autenticidad de Dios, choque con la inautenticidad de nuestra vida. Que la autenticidad con la que Él se manifiesta en nuestra existencia, a través de sus señales, encuentre siempre como eco el corazón abierto, dispuesto, auténtico, que recibe todas las señales que el Señor le da.
San Félix III, padre y Papa en el siglo V
Luchó hábilmente contra la herejía que se extendía en Bizancio, y el arrianismo en el norte de África
Félix III fue Papa de la Iglesia entre los años 483 y 492 d.C.
Nació en la familia de senadores romanos Anicia. Era hijo de un sacerdote, estuvo casado y tuvo dos hijos antes de ser Papa.
Su tarea fundamental como Papa fue defender la doctrina contra varias herejías.
Inmediatamente después de su elección, negó el “henotikon”, un edicto del emperador de Bizancio que parecía aprobar tanto la doctrina ortodoxa emanada del concilio de Calcedonia (año 451) como la herejía monofisita. El monofisismo afirma que en Jesús solo está presente la naturaleza divina pero no la humana.
Félix III envió a dos obispos a Alejandría para que el patriarca Acacio también defendiera la ortodoxia y anulara el nombramiento de Pedro el Notario como patriarca, porque era hereje.
Lamentablemente, tanto Acacio como los obispos enviados se hicieron monofisitas y la situación llegó a provocar el Cisma acaciano, que duraría 35 años.
En cambio, en la zona del norte de Áfricapudo contener la persecución contra los cristianos, porque logró la ayuda del emperador Zenón. Este lo apoyó luchando contra los vándalos, que eran arrianos.
Al Papa se le planteó entonces qué hacer con los cristianos que habían renegado de su fe y se habían hecho arrianos pero más tarde querían regresar a la Iglesia.
Félix convocó un importante sínodo en el año 487, en el que se establecerían las condiciones de estos cristianos.
Cinco años más tarde, el 1 de marzo del año 492, falleció.
Oración
Danos, Señor, Papas santos, que sepan conducir a tu pueblo. Dales los dones del Espíritu Santo para que sean sabios y fuertes en sus decisiones.
Regálanos humildad para seguir al Papa poniendo nuestra inteligencia y nuestra voluntad al servicio de Dios.
Que sepamos obedecer con prontitud y alegría, y que nunca dejemos solo al Papa en su tarea. Que él cuente cada día con nuestra oración y nuestro sacrificio ofrecidos por su persona y su misión.Te lo pedimos por la, intercesión de san Félix III, Papa. Amén.