• St. Gabriel
• St. Michael
• St. Raphael
REFERENCIAS BÍBLICAS
• John 1:47-51
Amigos, hoy celebramos la fiesta de los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. Cuando la existencia de Dios es ampliamente puesta en duda, parecería no científico creer en seres espirituales. Y, sin embargo, se mencionan de modo prominente en la Biblia; los Padres de la Iglesia hablan ampliamente sobre ellos; y el Catecismo de la Iglesia Católica audazmente reafirma la existencia y actividad de los ángeles.
¿Recuerdas cómo, hace unos años, hubo un enorme interés general por los ángeles? Una de mis historias favoritas tenía que ver con un hombre que volaba en un avión monomotor durante una fuerte tormenta.
En un momento, su sistema de comunicación falló y se encontró perdido para llegar al aeropuerto.
Justo cuando estaba a punto de abandonar toda esperanza, una voz fuerte llegó a través de la radio. Daba direcciones a un aeropuerto que el piloto desconocía. La voz lo guió hasta la pista de un pequeño aeropuerto. Cuando aterrizó, se dio cuenta de que el aeropuerto estaba abandonado.
No había personal de tierra, ni tampoco nadie en la torre.
¿Un accidente? O una señal de que “¿Hay más cosas en el Cielo y en la tierra, que todas las que pueda soñar tu filosofía, Horacio”?
Desde el momento en que el Señor se hizo carne, nada en nuestra vida le es ajeno. No hay nada que Él desdeñe; podemos compartir todo con Él, todo.
Querido hermano, querida hermana, Dios se hizo carne para decirnos, decirte que te ama precisamente allí, que nos ama precisamente allí, en nuestras fragilidades, en tus fragilidades; precisamente allí donde nosotros más nos avergonzamos, donde más te avergüenzas. Es audaz: la decisión de Dios es audaz: se hizo carne precisamente allí, donde nosotros tantas veces nos avergonzamos; entra en nuestra vergüenza para hacerse hermano nuestro, para compartir el camino de la vida. (Ángelus, 3 enero 2021)
Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, Santos
Fiesta Litúrgica, 29 de septiembre
Por: Tere Fernández | Fuente: Catholic.net
Los 3 Arcángeles, los únicos cuyos nombres constan en la BibliaMartirologio Romano: Fiesta de los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. En el día de la dedicación de la basílica bajo el título de San Miguel, en la vía Salaria, a seis miliarios de Roma, se celebran juntamente los tres arcángeles, de quienes la Sagrada Escritura revela misiones singulares y que, sirviendo a Dios día y noche, y contemplando su rostro, a él glorifican sin cesar.
Breve Semblanza
Son los nombres con que se presentan en la Sagrada Escritura estos tres príncipes de la corte celestial.
Miguel aparece en defensa de los intereses divinos ante la rebelión de los ángeles malos; Gabriel, enviado por el Señor a diferentes misiones, anunció a la Virgen Maria el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios y su maternidad divina; Rafael acompañó al joven Tobías cuando cumplia un difícil encargo y se ocupó de solucionar difíciles asuntos de su esposa.
Actualmente, se habla mucho de los ángeles: se encuentran libros de todo tipo que tratan este tema; se venden «angelitos» de oro, plata o cuarzo; las personas se los cuelgan al cuello y comentan su importancia y sus nombres.
Hay que tener cuidado, pues se puede caer en dar a los ángeles atribuciones que no les corresponden y elevarlos a un lugar de semidioses, convertirlos en «amuletos» que hacen caer en la idolatría, o crear confusiones entre lo que son las inspiraciones del Espíritu Santo y los consejos de los ángeles.
Es verdad que los ángeles son muy importantes en la Iglesia y en la vida de todo católico, pero son criaturas de Dios, por lo que no se les puede igualar a Dios ni adorarlos como si fueran dioses.
A pesar de que están de moda, por otro lado, es muy fácil que nos olvidemos de su existencia, por el ajetreo de la vida y principalmente, porque no los vemos.
Este olvido puede hacernos desaprovechar muchas gracias que Dios ha destinado para nosotros a través de los ángeles.
Por esta razón, la Iglesia ha fijado dos festividades para que, al menos dos días del año, nos acordemos de los ángeles y los arcángeles, nos alegremos y agradezcamos a Dios el que nos haya asignado un ángel custodio y aprovechemos estos días para pedir su ayuda.
Misión de los ángeles
Los ángeles son seres espirituales creados por Dios por una libre decisión de su Voluntad divina. Son seres inmortales, dotados de inteligencia y voluntad.
Debido a su naturaleza espiritual, los ángeles no pueden ser vistos ni captados por los sentidos.
En algunas ocasiones muy especiales, con la intervención de Dios, se han visto y oído materialmente. La reacción de las personas al verlos u oírlos ha sido de asombro y de respeto. Por ejemplo, los profetas Daniel y Zacarías.
En el siglo IV, el arte religioso representó a los ángeles con forma de figura humana. En el siglo V, se le añadieron las alas, como símbolo de su prontitud en realizar la Voluntad divina y en trasladarse de un lugar a otro sin la menor dificultad.
En la Biblia encontramos algunos motivos para que los ángeles sean representados como seres brillantes, de aspecto humano y alados. Por ejemplo, el profeta Daniel escribe que un «ser que parecía varón» -se refería al arcángel Gabriel- volando rápidamente, vino a él (Daniel 8, 15-16; 9,21). Y, en el libro del Apocalipsis, son frecuente las apariciones de ángeles que claman, tocan las trompetas, llevan mensajes o son portadores de copas e incensarios; otros que suben, bajan o vuelan; otros que están de pie en cada uno de los cuatro puntos cardinales de la tierra o junto al trono del Cordero, Cristo.
La misión de los ángeles es amar, servir y dar gloria a Dios, ser mensajeros y cuidar y ayudar a los hombres.
Ellos están constantemente en la presencia de Dios, atentos a sus órdenes, orando, adorando, vigilando, cantando y alabando a Dios y pregonando sus perfecciones. Se puede decir que son mediadores, custodios, guardianes, protectores y ministros de la justicia divina.
La presencia y la acción de los ángeles aparece a lo largo del Antiguo Testamento, en muchos de sus libros sagrados. Aparece frecuentemente, también, en la vida y enseñanzas de Nuestro Señor, Jesucristo, en la Carta de san Pablo, en los Hechos de los Apóstoles y, principalmente, en el Apocalipsis.
Con la lectura de estos textos, podemos descubrir algo más acerca de los ángeles: nos protegen, nos defienden físicamente y nos fortalecen al combatir las fuerzas del mal.Luchan con todo su poder por y con nosotros.
Como ejemplo, está la milagrosa liberación de San Pedro que pudo huir de la prisión ayudado por un ángel (Hechos 12, 7 y siguientes). También, aparece un ángel deteniendo el brazo de Abraham, para que no sacrificara a su hijo, Isaac.
Los ángeles nos comunican mensajes importantes del Señor en determinadas circunstancias de la vida. En momentos de dificultad, se les puede pedir luz para tomar una decisión, para solucionar un problema, actuar acertadamente y para descubrir la verdad.
Por ejemplo, tenemos las apariciones a la Virgen María, a San José y a Zacarías. Todos ellos recibieron mensajes de los ángeles.
Los ángeles cumplen, también, las sentencias de castigo del Señor, como el castigo a Herodes Agripa (Hechos de los Apóstoles) y la muerte de los primogénitos egipcios (Exódo 12, 29).
Los ángeles presentan nuestras oraciones al Señor y nos conducen a Él. Nos acompañan a lo largo de nuestra vida y nos conducirán, con toda bondad, después de nuestra muerte, hasta el trono de Dios para nuestro encuentro definitivo con Él. Este será el último servicio que nos presten pero el más importante. El arcángel Rafael dice a Tobías: «Cuando ustedes oraban, yo presentaba sus oraciones al Señor», (Tob 12, 12 – 16).
Ellos nos animan a ser buenos pues ven continuamente el rostro de Dios y también ven el nuestro. Debemos tener presentes las inspiraciones de los ángeles para saber obrar correctamente en todas las circunstancias de la vida. «Los ángeles se regocijan cuando un pecador se arrepiente», (Lucas 15, 10).
Jerarquía de los ángeles
Se suelen enumerar nueve coros u órdenes angélicos. Esta jerarquía se basa en los distintos nombres que se encuentran en la Biblia para referirse a ellos. Dentro de esta jerarquía, los superiores hacen participar a los inferiores de sus conocimientos.
Cada tres coros de ángeles constituyen una jerarquía y todos ellos forman la corte celestial.
Jerarquía Suprema:
• serafines
• querubines
• tronos
Jerarquía Media:
• dominaciones
• virtudes
• potestades
Jerarquía Inferior:
• principados
• arcángeles
• ángeles
Serafines: Son los «alabadores» de Dios. Serafín significa «amor ardiente». Los serafines alaban constantemente al Señor y proclaman su santidad.
(Isaías 6, 17)
Querubines: Son los «guardianes» de las cosas de Dios. Aparecen como encargados de guardar el arca de la alianza y el camino que lleva al árbol de la vida. Entre dos querubines comunica Yahvé sus revelaciones. «Se sienta sobre querubines».
(Génesis, Éxodo, en la visión de Ezequiel, 1, 4 y Carta a los Hebreos, 9,5).
Potestades, Virtudes, Tronos, Principados y Dominaciones:
En la Biblia encontramos estos diversos nombres cuando se habla del mundo angélico. Hay quien interpreta los nombres de los ángeles como correspondientes a su grado de perfección. Para San Gregorio, los nombres de los ángeles se refieren a su ministerio:
• los principados son los encargados de la repartición de los bienes espirituales
• las virtudes son los encargados de hacer los milagros
• las potestades son los que luchan contra las fuerzas adversas
• las dominaciones son los que participarán en el gobierno de las sociedades
• los tronos son los que están atentos a las razones del obrar divino.
Existe, también, una jerarquía basada en los distintos nombres que se encuentran en la Biblia para referirse a ellos. A los arcángeles les podríamos llamar los «asistentes de Dios». Son ángeles que están al servicio directo del Señor para cumplir misiones especiales.
Arcángel San Miguel: es el que arrojó del Cielo a Lucifer y a los ángeles que le seguían y quien mantiene la batalla contra Satanás y demás demonios para destruir su poder y ayudar a la Iglesia militante a obtener la victoria final. El nombre de Miguel significa «quien como Dios». Su conducta y fidelidad nos debe invitar a reconocer siempre el señoría e Jesús y buscar en todo momento la gloria de Dios.
Arcángel San Gabriel: en hebreo significa «Dios es fuerte», «Fortaleza de Dios». Aparece siempre como el mensajero de Yahvé para cumplir misiones especiales y como portador de buenas noticias. Anunció a Zacarías el nacimiento de Juan, el Bautista y a la Virgen María, la Encarnación del Hijo de Dios.
Arcángel San Rafael: su nombre quiere decir «medicina de Dios». Tiene un papel muy importante en la vida del profeta Tobías, al mostrarle el camino a seguir y lo que tenía que hacer. Tobías obedeció en todo al arcángel San Rafael, sin saber que era un mensajero de Dios. Él se encargó de presentar sus oraciones y obras buenas a Dios, dejándole como mensaje bendecir y alabar al Señor, hacer siempre el bien y no dejar de orar. Se le considera patrono de los viajeros por haber guiado a Tobías en sus viajes. Es patrono, también, de los médicos (de cuerpo y alma) por las curaciones que realizó en Tobit y Sara, el padre y la esposa de Tobías.
Los ángeles custodios
Dios ha asignado a cada hombre un ángel para protegerle y facilitarle el camino de la salvación mientras está en este mundo. Afirma sobre este tema San Jerónimo: «Grande es la dignidad de las almas, cuando cada una de ellas, desde el momento de nacer, tiene un ángel destinado para su custodia».
En el Antiguo Testamento se puede observar como Dios se sirve de sus mensajeros para proteger a los hombres de la acción del demonio, para ayudar al justo o librarlo del peligro, como cuando a Elías lo alimentó un ángel, (1 Reyes, 19, 5).
En el Nuevo Testamento también se pueden observar muchos sucesos y ejemplos en los que aparecen estos seres: el mensaje a San José para que huyera a Egipto y los ángeles que sirvieron a Jesús, después de las Tentaciones en el desierto, entre otros ejemplos.
Se puede decir que los ángeles custodios son compañeros de viaje, que siempre estarán al lado de cada uno de nosotros, en las buenas y en las malas, sin separarse ni un solo momento. Está a nuestro lado mientras trabajamos, descansamos, cuando nos divertimos y cuando rezamos, cuando le pedimos ayuda y cuando le olvidamos. Y, lo más importante, es que no se aparta de nosotros ni siquiera cuando perdemos la gracia de Dios por el pecado. Nos presta auxilio para enfrentar de mejor ánimo las dificultades y tentaciones de la vida diaria.
Muchas veces se piensa en el ángel de la guarda como si fuera algo infantil. Pero, si pensamos que al crecer la persona se enfrentará a una vida con mayores tentaciones y dificultades, el ángel custodio será de gran ayuda.
Para que la relación de la persona con el ángel custodio sea eficaz, necesita hablar con él, llamarle, tratarlo como el amigo que es. Así podrá convertirse en un fiel y poderoso aliado nuestro.
Debemos confiar en nuestro ángel de la guarda y pedirle ayuda, pues además de que él nos guía y nos protege, está muy cerca de Dios y le puede decir directamente lo que queremos o necesitamos.
Recordemos que los ángeles no pueden conocer nuestros pensamientos ni deseos íntimos si nosotros no se los hacemos saber de alguna manera, ya que sólo Dios sabe lo que hay dentro de nuestro corazón. Ellos, en cambio, sólo pueden conocer lo que queremos intuyéndolo por nuestras obras, palabras, gestos, etc.
También podemos pedirle favores especiales a los ángeles de la guarda de otras personas para que las protejan de determinados peligros o las guíen en situaciones difíciles.
¿Qué nos enseñan los ángeles?
Nos enseñan a:
• glorificar al Señor, proclamar su santidad y rendirle sus homenajes de adoración, de amor y de ininterrumpida alabanza.
• cumplir con exactitud y prontamente todas las órdenes que recibimos del señor y a cumplir su Voluntad sin discutir sus mandatos ni aplazando el cumplimiento de éstas.
• servir al prójimo, pues ellos están preocupados por nosotros y quieren ayudarnos en las diversas circunstancias que se nos presentan en la vida. Esto nos anima a compartir con nuestros hermanos penas y alegrías.
¿Quiénes son los ángeles caídos?
Dios creó a los ángeles como espíritus puros, todos se encontraban en estado de gracia. Pero algunos, encabezados por Luzbel, el más bello de los ángeles, por su malicia y soberbia se negaron a adorar a Jesucristo, Dios hecho hombre, por sentirse seres superiores. Así, rechazaron eternamente a Dios con un acto inteligente y libre de su parte.A Luzbel -también denominado Lucifer, Diablo o Satán- junto con los ángeles rebeldes que le siguieron -convertidos en demonios- fueron arrojados del Cielo al infierno. Quedaron confinados a un estado eterno de tormento en donde nunca más podrán ver a Dios.’ No cambiaron su naturaleza, siguen siendo seres espirituales y reales. Lucifer es el enemigo de Dios. Jesús le llama “el engañador”, “el padre de la mentira”. Su constante actividad en el mundo busca apartar a los hombres de Dios mediante engaños e invitaciones al mal. Quiere evitar que lo conozcan, que lo amen y que alcancen la felicidad eterna. Es un enemigo con el que se tiene que luchar para poder llegar al Cielo.
Los demonios se encuentran organizados en jerarquías, tal y como fueron creados en un principio, subordinados los inferiores a los superiores.
Satanás y sus demonios comenzaron sus maléficas acciones con Adán y Eva y no se dan por vencidos en su labor. Aprovechan la inclinación del hombre hacia el mal por su naturaleza que quedó dañada después del pecado original. Son muy astutos, disfrazan el mal de bien. Su acción ordinaria en el hombre es la tentación. Por ello rezamos en el Padrenuestro: “…no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal.”
¿Por qué creer en los ángeles?
Toda la Sagrada Escritura está llena de versículos y capítulos completos que hablan de los ángeles. Si creemos en la Sagrada Escritura, no podemos negar la existencia y la acción de los ángeles.
Además del testimonio de la Revelación, tenemos el de los Santos Padres de la Iglesia quienes nos dejaron bellas y sugestivas descripciones de los ángeles que fueron retomadas por Santo Tomás no sólo en el aspecto teológico sino en un dinamismo cristiano. La Iglesia ha definido dogma de fe la existencia de los ángeles.
El culto a los ángeles de la guarda comenzó en la península Ibérica y después se propagó a otros países. Existe un libro acerca de esta devoción en Barcelona con fecha de 1494.
El Concilio IV de Letrán, en 1215, se señaló que Dios es creador de todas las cosas, de las visibles y de las invisibles, de las criaturas espirituales y las corporales. Se señaló que a unas y a otras, las creó de la nada.
En 1870, debido al materialismo y racionalismo que imperante en esa época, el Concilio Vaticano I afirmó de nuevo la existencia de los ángeles.
Pablo VI volvió a poner de manifiesto la existencia de los ángeles en 1968, al formular el Credo.
En la reforma litúrgica de la Iglesia de 1969, quedó establecido el día 29 de septiembre para dar culto a los arcángeles San Miguel, San Rafael y San Gabriel y el día 2 de Octubre, para rendir culto a los ángeles custodios.
Oración a San Miguel Arcángel
San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla.
Ayúdanos a luchar contra el mal.
Que Dios oiga tu voz y tú, como jefe del ejército del Cielo,
combate y vence a Satanás
y a todos los espíritus malos que andan por el mundo
deseando la ruina de las almas.
Amén.
Oración al Ángel de la Guarda
Ángel del Señor, que eres mi custodio,
Puesto que la Providencia soberana me encomendó a ti,
Ilumíname, guárdame, rígeme y gobiérname
en este día.
Amén.
Ángel de la Guarda, dulce compañía
No me desampares, ni de noche ni de día,
hasta que me encuentre en los brazos de Jesús y de María.
¿De qué me conoces?
Santo Evangelio según san Juan 1, 47-51. Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, eres mi Creador, mi Redentor y mi Padre. Sé que tienes algo que decirme hoy, pero necesito tu gracia para estar atento y escucharte . Que todos mis pensamientos y mis sentimientos se dirijan hacia ti para alabarte y darte gloria. Y que por mi testimonio los demás se acerquen a ti.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 1, 47-51
En aquel tiempo, cuando Jesús vio que Natanael se acercaba, dijo: “Este es un verdadero israelita en el que no hay doblez”. Natanael le preguntó: “¿De dónde me conoces?” Jesús le respondió: “Antes de que Felipe te llamara, te vi cuando estabas debajo de la higuera”. Respondió Natanael: “Maestro, Tú eres el Hijo de Dios, Tú eres el rey de Israel”. Jesús le contestó: “Tú crees, porque te he dicho que te vi debajo de la higuera. Mayores cosas has de ver”. Después añadió: “Yo les aseguro que verán el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Todos tenemos una parte de nuestra vida que podríamos decir es secreta. Es decir, en nuestro corazón tenemos situaciones, sufrimientos y gozos que muchas personas no conocen y que, incluso, sólo nosotros conocemos. Es por ello que tienen mucho peso y repercusión en nuestra vida para bien y para mal.
Pero realmente creemos que eso permanece oculto a los ojos de Dios. Me refiero, sobre todo, a aquellos pecados o heridas que guardamos en nuestro corazón y que permanecen sin sanar porque creemos que nadie nos podría entender. Pero no es así. Dios, desde que nos creó, sabía del barro que estaríamos hechos y las caídas y las heridas que sufriríamos en nuestro camino por esta vida. Pero aun así nos ama. Y no sólo nos comprende y acepta con todo lo que somos, sino que también nos quiere sanar.
Sólo necesita que le abramos el corazón y aunque Él ya lo sabe lo que necesitamos o anhelamos, quiere escucharlo de nuestros labios. Quiere que confiemos en Él como el niño que se lanza del árbol a los brazos de su padre sabiendo que éste no permitirá que caiga al suelo y se lastime.
María, Madre nuestra, ayúdanos a comprender que sólo en Dios puede descansar nuestra alma. Que sólo con su amor podremos sanar; sólo con su amor podremos ser felices.
«El Señor me espera, el Señor quiere que yo abra la puerta de mi corazón, porque Él está ahí y me espera para entrar. Sin condiciones. Claro que alguno podrá decir: “Pero, padre, a mí me gustaría pero ¡tengo muchas cosas feas dentro!”. “¡Es mejor!” Porque te espera, así como eres, no como te dicen que se debe hacer. Se debe ser como eres tú. Te ama así, para abrazarte, besarte, perdonarte. Ve sin tardanza al Señor y dile: “Tú sabes, Señor, que yo te amo”». (Cf Homilía de S.S. Francisco, 8 de enero de 2016, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy en oración le contare lo más íntimo y secreto de mi alma a Jesús confiando y abandonándome en su amor.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
¿Es obligatorio creer en los ángeles?
La Iglesia ha definido dogma de fe la existencia de los ángeles
Toda la Sagrada Escritura está llena de versículos y capítulos completos que hablan de los ángeles. Si creemos en la Sagrada Escritura, no podemos negar la existencia y la acción de los ángeles.
Además del testimonio de la Sagrada Escritura, tenemos el de los Santos Padres de la Iglesia quienes nos dejaron bellas y sugestivas descripciones de los ángeles que fueron retomadas por Santo Tomás no sólo en el aspecto teológico sino en un dinamismo cristiano.
La Iglesia ha definido dogma de fe la existencia de los ángeles.
En el Concilio IV de Letrán, en 1215, debido al dualismo que existía en la Edad Media, se explicó que Dios es creador de todas las cosas, de las visibles y de las invisibles, de las criaturas espirituales y las corporales, y que a unas y a otras las creó de la nada.
En 1870, debido al materialismo y racionalismo que existía en esa época, el Concilio Vaticano I afirmó de nuevo la existencia de los ángeles.
Pablo VI volvió a poner de manifiesto la existencia de los ángeles en 1968 al formular el «Credo del Pueblo de Dios».
En la reforma litúrgica de la Iglesia de 1969 quedó establecido el día 29 de septiembre para recordar a los arcángeles San Miguel, San Rafael y San Gabriel y el día 2 de Octubre como el día para memoria de los ángeles custodios.
¡Cuida tu corazón!
El ser humano permanece siempre abierto al crecimiento interior, al perfeccionamiento como persona.
«¡Cuida tus alas!», decía San Agustín a los jóvenes. En obvia alusión a sus deseos de volar alto, de volar lejos, de volar con prisa. Hoy Jesús parece decirnos: «¡Cuida tu corazón!». Porque el corazón, en sentido bíblico, constituye las alas del espíritu.
Ahí, en tu corazón, decides si levantas el vuelo o te quedas en tierra; si vuelas con rumbo o vas a la deriva del viento; si vuelas alto o bajo; si vuelas lejos o te quedas revolando sobre restos putrefactos. Por eso, más allá de la polémica de Jesús con los fariseos y su tradicional hipocresía, me parece que el evangelio de hoy nos grita a todos ¡cuida tu corazón!
¿Qué es el corazón?
El pensamiento griego –particularmente Aristóteles– separa como esferas distintas de la persona, aunque íntimamente relacionadas, sensibilidad, emotividad, afectividad, inteligencia y voluntad.
El pensamiento hebreo, en cambio, mucho más sintético y vivencial, concentra todas estas dimensiones en el corazón de la persona.
Así, para la Biblia, el corazón es la sede no sólo de los sentimientos y afectos, de los sueños y proyectos, sino también de las grandes decisiones morales. Todo «se cocina» ahí dentro.
Corazón y moralidad
En el Evangelio de hoy, Jesús insiste, particularmente, en el corazón como centro de la moralidad del ser humano. Ahí donde decidimos nuestra calidad, estatura y valor como personas. Porque la esencia de la persona humana, a diferencia de la de los animales y las cosas, es una esencia abierta.
El ser humano permanece siempre abierto al crecimiento interior, al perfeccionamiento como persona. Más aún, dicho crecimiento es una ley interior, un mandato inscrito en su propia esencia. Por eso en nuestro corazón resuena siempre una voz que nos dice: «¡Sé más!». So pena de ser menos.
El ser humano no puede seguir siendo el mismo con el paso del tiempo: o crece y mejora, o empeora; o se humaniza más o se deshumaniza. Lo explicaba el filósofo español José Ortega y Gasset: «Mientras el tigre no puede dejar de ser tigre, no puede «destigrarse», el hombre vive en riesgo permanente de deshumanizarse». La dignidad moral del ser humano radica, en definitiva, en esa posibilidad de ser más o ser menos persona.
Y para Jesús, el ser más o ser menos persona se juega en el corazón. «No es lo de fuera lo que mancha al hombre; es lo que sale del hombre lo que mancha al hombre». Ahí, en el sagrario íntimo de tu corazón, es donde tú decides quién realmente quieres ser.
La maldad del corazón
El corazón humano puede llegar a ser muy bueno. El pecado original introdujo la malicia en el corazón humano. Sin por ello eliminar la aspiración congénita del corazón a la verdad, a la bondad, a la belleza. Por eso, en el corazón humano tantas veces se dan cita lo mejor y lo peor de cada persona. Tristemente, con frecuencia ha prevalecido la maldad.
El profeta Jeremías dejó constancia de esta realidad: «El corazón es lo más retorcido; no tiene arreglo: ¿quién lo conoce?» (Jer. 17, 9). Y Jesús, en el Evangelio de hoy, apunta en la misma dirección: «Porque de dentro, del corazón, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre»
Corazón y libertad
Como vimos, en realidad cada uno decide qué cocina en su corazón: Si intenciones buenas, nobles, generosas, altruistas, bondadosas. O intenciones malas, mezquinas, egoístas, amargas. Y, en particular, tú decides, en cada momento, qué haces con lo que te llega de fuera o con lo que te brota de dentro.
De fuera pueden venir tentaciones, ofensas, agresiones, olvidos. De dentro pueden venir malas inclinaciones, pasiones desordenadas, emociones descontroladas. Tú decides qué haces con todo ello. Puedes sentir la fuerza de las tentaciones o de las malas inclinaciones, pero tu corazón tiene siempre la suprema libertad de consentir o no.
Viktor Frankl, neurólogo y psiquiatra austriaco, célebre por su experiencia en los campos de concentración nazis, solía fortalecer su corazón durante el cautiverio con lo que él llamaba ejercicios de suprema libertad. El régimen nazi, para debilitar, desmoralizar y hasta «animalizar» a los presos, les proporcionaba una ración claramente insuficiente de pan al día. Frankl tomaba su minúsculo trozo, lo partía a la mitad, y se comía la cantidad que él decidía tomar. El resto lo compartía. Así mantenía su libertad intacta, por muy «preso» que estuviera. Así seguía siendo «dueño de sí mismo».
La decisión de ser más o ser menos persona no depende de las circunstancias; está en tu corazón.
Y tú, ¿cuidas tu corazón?
Tu corazón es un jardín. De él brotan tus pensamientos, deseos y acciones. Si de tu corazón brotan buenos pensamientos, deseos nobles, acciones honestas, volarás y serás más y más persona.
Si de tu corazón brotan malos pensamientos, deseos perversos, acciones viles, no volarás, y serás menos persona. ¡Cuida tu corazón! Claro está, cuidar el corazón supone trabajar el corazón.
El corazón se cultiva igual que un jardín: hay que escoger bien lo que se siembra, arrancar abrojos, eliminar plagas, regar frecuentemente y podar cuando hace falta. Los corazones buenos no se improvisan.
María
María, como buena Madre, conoce como nadie el corazón humano. Pon el tuyo en sus manos. Dile que quieres cuidarlo. Pídele que te ayude a sembrar y cultivar en él sólo buenos pensamientos, buenos deseos y buenas acciones.
Guía para intimar con los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael
¿Por qué si hay millones de ángeles sólo conocemos tres con nombre propio?
Hay millones de millones de ángeles (cfr. Dn. 7,10), y sin embargo, solamente conocemos tres con nombre propio, aunque los “ángeles son criaturas personales” (cfr. Cat. 330) y por ello ante Dios tienen nombre.
El libro del Apocalipsis presenta otro ángel, el ángel caído, la bestia o Satanás, pero al momento de mencionarlo lo presenta como aquel que no tiene nombre, es un número “666” (Ap. 13,18).
Respecto a esto el papa Benedicto XVI ha escrito:
«La bestia es número y convierte en número”. Dios, en cambio, tiene un nombre y nos llama por nuestro nombre. Es persona y busca a la persona. Tiene un rostro y busca nuestro rostro. Tiene un corazón y busca nuestro corazón”.
RATZINGER, J. El Dios de los Cristianos, Sígueme, Salamanca, p. 23
Y estos tres arcángeles con sus respectivos nombres todos terminados en la partícula «el», que significa Dios. Dios está en sus nombres, Dios está inscrito en su naturaleza.
Identidad y misión
La fiesta de san Miguel, san Gabriel y san Rafael nos recuerda que ante Dios todos tenemos una identidad personal que es salvaguardada, cuidada y protegida por estas criaturas espirituales.
Una identidad personal que será plena en la medida en que acojamos cada día más ser de Dios.
Así mismo, como lo enseña san Gregorio Magno, el nombre personal de los ángeles indica su misión particular.
Y de ahí la importancia de conocer los nombres de estos tres arcángeles, pues sabiendo su nombre conocemos la misión específica para la cual nos son enviados.
¿Hay alguna razón por la cual solo conozcamos los nombres Miguel, Gabriel y Rafael, de los ángeles?
Se puede pensar que Dios mismo es quien ha querido que conozcamos a estos tres arcángeles, que los invoquemos con su nombre y que mantengamos una relación especial con ellos.
Esto es algo que debe ser acogido con profunda alegría y también con reverencia y humildad.
Cabe recordar que la Iglesia enseña que “hay que rechazar el uso de dar a los ángeles nombres particulares, excepto Miguel, Gabriel y Rafael, que aparecen en la Escritura” (Directorio de la Piedad Popular, 217).
Para una mejor relación con san Miguel, san Gabriel y san Rafael es necesario conocer sus actividades en favor del hombre, en favor de la historia de salvación. A continuación expondremos las actividades de estos tres arcángeles.
San Miguel Arcángel
Su nombre significa ¿Quién como Dios?, y manifiesta que nadie puede hacer lo que sólo Dios puede hacer.
Este nombre de san Miguel nos recuerda que solo se vence cuando se deja a Dios actuar.
En este aspecto, san Miguel nos enseña a luchar permitiendo que sea el que Dios actúe, abandonarnos en el poder de Dios.
De esta manera este arcángel defiende la unicidad de Dios, así como su inviolabilidad: sólo hay un Dios que todopoderoso, al cual se le debe toda honra, honor y gloria.
Igualmente la Sagrada Escritura en el libro de Daniel 10,21 muestra que este glorioso arcángel es el protector del pueblo de Dios, por esta razón la Tradición lo invoca como protector y defensor del nuevo pueblo de Dios, la Iglesia.
San Miguel está al lado de la Iglesia de Dios para ayudarla y defenderla contra las iniquidades del demonio. En este sentido el arcángel Miguel nos da una gran ayuda para discernir entre el camino del bien y el camino del mal.
Esta ayuda de san Miguel es para toda la Iglesia, pero al mismo tiempo para cada persona humana. Este ángel defiende la grandeza de cada hombre contra el demonio que lo acusa y que quiere apartarlo de Dios (Ap. 12,10).
Esta ayuda se extiende hasta el momento en que el alma sale de este mundo, por ello este arcángel es considerado protector y defensor de los moribundos; la Iglesia recomienda el alma de los fallecidos a la protección de este arcángel.
Como se verá, la necesidad de acudir a este arcángel y de pedir su protección es de una gran actualidad.
Pío XII afirmaba que “extrañamente, recurrir al Arcángel es mucho más urgente que entonces. El mundo intoxicado por la mentira y por la deslealtad, herido por los excesos de la violencia, ha perdido la santidad moral y la alegría”.
Oración a San Miguel:
Querido San Miguel, Señor de la Espada, tú que custodias nuestros corazones, aparta de nosotros todo el mal, corta nuestros malos apegos, de tal forma que, libres de las pequeñeces y mediocridades de nuestro corazón, podamos percibir el Amor Infinito de Dios y podamos así conformar nuestra voluntad con la voluntad de Dios para vivir sumergidos en El y tener vida en abundancia. Amén.
San Gabriel Arcángel
Paolo de Matteis | PD
Su nombre significa “Mensajero de Dios” o “Fortaleza de Dios”. Si bien es cierto que el evangelista san Lucas al hablar de él lo llama “ángel” (Lc. 1,26), también lo es que ha sido quien tuvo la tarea más importante de todos los tiempos: anunciar la Encarnación del Hijo de Dios, y por ello, en este sentido, puede ser llamado el primero de los Arcángeles.
San Gabriel recibe de Dios el misterio más grande que es la Encarnación y, unido a esto, tiene la misión de ser el primero en manifestar al mundo este misterio.
Este hecho de Dios hecho hombre es lo que ha traído la alegría al mundo y en este sentido Gabriel es el mensajero de la alegría: Dios con nosotros.
Al mismo tiempo, así como fortaleció a la Virgen Maria en el momento de la Anunciación, así también este arcángel fortalece nuestros sentidos corporales para abrirnos a las realidades trascendentes.
En el libro del profeta Daniel (8,15-25 ;9), san Gabriel le explica al profeta la visión que tiene y lo hace señalando un tiempo mesiánico, un “príncipe mesías” (Dn. 9,25). Asi este arcángel se encuentra muy unido a la presencia del Mesías, del Hijo de Dios, en Él está la fuente de la verdadera y eterna alegría.
Así mismo, san Gabriel es quien fortalece al profeta Daniel (Dn. 10,4-12, 13).
Por lo anterior san Gabriel nos fortalece y alegra con el mensaje de la presencia de Dios hecho hombre… ¡qué actualidad la misión de este arcángel cuando hoy se quiere desvirtuar la divinidad de Jesús y cuando el mismo Papa Francisco ha dicho que “con Jesucristo siempre nace y renace la alegría!” (EG, 1)
Oración a san Gabriel Arcángel:
Oh, excelso Arcángel san Gabriel, llamado justamente la fuerza de Dios, puesto que fuiste escogido para anunciar a María el misterio de la Encarnación en el que el Todopoderoso desplegó la fuerza de su brazo, haznos conocer los tesoros encerrados en la Persona del Hijo de Dios, sé nuestro abogado ante Él y su augusta Madre en el cielo, y nuestro guía y protector en la tierra. Amén.
San Rafael Arcángel
Su nombre significa “Medicina de Dios”. Este arcángel se presenta como uno de los siete que se encuentra ante la faz de Dios (Tb. 12,15), por ello se debe pensar que debe ser uno de los principales Ángeles.
Si san Miguel manifiesta los derechos de Dios y san Gabriel la fortaleza de Dios, san Rafael viene a manifestar la activa caridad y esto se puede leer en el libro de Tobias.
Precisamente de los actos que realiza este arcángel es de donde viene su nombre: él le da una medicina a Tobías para curar la ceguera de su padre Tobit (Tb. 11,1-14) y brinda una medicina espiritual para librarse de los ataques del demonio (Tb. 6,1-9).
Este arcángel, además de ser considerado la medicina de Dios, es el arcángel que presenta nuestras oraciones ante Dios (Tb. 12,12), el que nos lleva a hacer buenas obras, el protector de los viajeros.
Algo de resaltar en este arcángel es que nos lleva a la acción de gracias. San Miguel nos lleva a los derechos de Dios, San Gabriel a la alegría y San Rafael a la acción de gracias y a manifestar en nuestras vidas lo que Dios ha hecho (Tb. 12,6-7).
De esta manera la fiesta de los santos arcángeles nos lleva a reconocer con alegría, confianza y gratitud la presencia de Dios en nuestras vidas.
Que cada uno de nosotros logre, en unión con ellos, ser cada día más de Dios.
Oración a San Rafael Arcángel:
Oh Dios, que diste al bienaventurado Arcángel Rafael como compañero de ruta a tu siervo Tobías: concédenos, a nosotros que somos también tus siervos, beneficiarnos siempre de su cuidado y su ayuda. Amén.
Oración
San Miguel, asístenos con tus santos Ángeles, ayúdanos y ruega por nosotros
San Gabriel, asístenos con tus santos Ángeles, ayúdanos y ruega por nosotros
Arcángel san Rafael, asístenos con tus santos Ángeles, ayúdanos y ruega por nosotros