CON MIS MEJORES DESEOS DE PAZ Y GRACIA PARA TODOS USTEDES DESEANDOLES DE TODO CORAZON UNAS FELICES FIESTAS PATRIAS
CON AMOR Y UNIDOS A LAS SISTERS.
Ser sacerdote
«Don y misterio». Don recibido, don compartido.
El sacerdote vive, en la Iglesia, una misión propia, que nace del corazón de la misión de Cristo: santificar, enseñar, acompañar a sus hermanos en la fe. Todo ello puede llevarlo a cabo en tareas y lugares diferentes. Hay sacerdotes que sirven en parroquias, otros en hospitales, otros en colegios y universidades, otros en cárceles, otros en monasterios o congregaciones religiosas.
Otros sacerdotes han llegado a la vejez, o sufren por enfermedades que les limitan, pero no por ello dejan de ser sacerdotes: pueden orar, pueden celebrar la Eucaristía, pueden dar consejos.12:19
En un escrito anónimo, quizá del siglo XVII, se enumeraba una amplia lista de tareas desarrolladas por los sacerdotes, que iban desde el coro, el huerto, la asistencia a los huéspedes, hasta los sacramentos de la Eucaristía y la Penitencia.
Pero el autor anónimo añadía una reflexión importante: “No olvides, sin embargo, que el sacerdote conserva su misión propia más en aquello que es y no en aquello que hace; más en lo que Dios ha hecho en él, que no en aquello que él hace por Dios” (Maestro di San Bartolo, Abbi a cuore il Signore, Edizioni San Paolo, Milano 2020, p. 242).
El sacerdote, por lo tanto, se explica desde Dios y para Dios. Lo importante no es lo que pueda hacer, con mayor o menor competencia, sino lo que Dios hace en su corazón y a través de su entrega de cada día, sea cual sea la tarea que realice.
De modo especial, el sacerdote se explica y se comprende en tanto en cuanto “ocupa el lugar de Cristo”, con el que se identifica al imitar el sacrificio del Maestro a favor de la santificación de los hombres (cf. Concilio Vaticano II, Presbyterorum ordinis, n. 13).
Es una tarea enorme, que solo puede ser asumida desde la confianza en Dios, y con una actitud semejante a la Cristo: con la disponibilidad completa en las manos del Padre, y con un amor pastoral hacia las ovejas.
Ser sacerdote es, en definitiva, según el título de un hermoso libro de san Juan Pablo II, “Don y misterio”. Don recibido, don compartido. Misterio que surge desde el corazón de Dios, que llama a algunos para que sean administradores de los misterios de la salvación (cf. 1Co 4,1; Rm 1,16).
Pedro Poveda Castroverde, Santo
Sacerdote y Mártir, 28 de julio
Martirologio Romano: En Madrid, capital de España, San Pedro Poveda Castroverde, presbítero y mártir, fundador de la Institución Teresiana destinada a promover la formación cristiana, que al comienzo de la persecución contra la Iglesia fue asesinado por odio a la religión, dando un claro testimonio de su fe († 1936).
Fecha de beatificación: 10 de octubre de 1993, por S.S. Juan Pablo II
Fecha de canonización: 4 de mayo de 2003 por S.S. Juan Pablo II
Breve Biografía
Nacido en Linares (Jaén) en 1874 en el seno de una familia muy cristiana, Pedro José Luis Francisco Javier Poveda Castroverde era el mayor de seis hermanos. De temprana vocación sacerdotal, ingresa joven en el Seminario de Jaén, aunque por motivos económicos se traslada con una beca al Seminario de Guadix (Granada). Compagina los estudios eclesiásticos con los civiles.
Fue ordenado sacerdote en 1897 y, al tiempo que continúa sus estudios, da clases, atiende catequesis, predica misiones populares, dirige a seminaristas… Su preocupación por los niños que vivían en las Cuevas de Guadix le lleva a fundar las Escuelas del Sagrado Corazón, donde ofrece enseñanza gratuita, alimento y vestido a los más necesitados de esta zona suburbial de la ciudad.
En 1906 es nombrado canónigo de la Basílica de Covadonga (Asturias), donde permanece hasta 1913.
Allí, estudia la situación educativa de la España de principios de siglo, pensando qué respuesta puede dar desde el humanismo cristiano para la educación de los niños y la formación de los educadores en el momento histórico que le toca vivir.
Así, en 1911 funda en Oviedo la primera Academia de la Institución Teresiana. En 1913 regresa a Jaén, donde conocerá a Josefa Segovia, quien será su fiel colaboradora y cofundadora de la Institución. En 1921 las Academias, Centros de formación de educadores, cuyo campo principal de actuación será la escuela pública, estaban en doce poblaciones de importancia. En 1917 la Institución Teresiana obtiene la aprobación eclesiástica y civil en Jaén, y en 1924 la aprobación pontificia como Pía Unión.
El Padre Poveda se traslada a Madrid en 1921, al ser nombrado Capellán de la Casa Real. Sigue trabajando en la consolidación y expansión de la Institución Teresiana, participa en la fundación de la FAE (Federación de Amigos de la Enseñanza), y colabora con proyectos e instituciones a favor del profesorado católico. El 27 de julio de 1936 es detenido en su casa de Madrid. Muere mártir, como sacerdote de Jesucristo, el 28 de julio de 1936.
¿Cuáles son los rasgos personales del Padre Poveda?
Convencido de que la fuerza del Evangelio puede transformar la realidad, se preocupa por la formación de la persona humana y promueve la educación como medio de transformación social.
Su contacto con realidades de pobreza, hambre, enfermedad, paro, e injusticia, en su infancia, le lleva a luchar contra ello y a trabajar por la dignidad humana mediante la formación de las clases populares; confía en la capacidad de la juventud para transformar el mundo; reclama y promueve la presencia de la mujer en el campo de la educación, de la ciencia, de la investigación. Le preocupa la actualización pedagógica del profesorado, la asociación profesional de los maestros y su promoción social, así como su compromiso con la realidad desde su ser creyente. Humanista y pedagogo, educador de educadores, impulsor del laicado, maestro de oración, hombre de paz, audaz y solidario con los más desfavorecidos, creyó que la renovación de la educación, de la cultura y de las relaciones entre los hombres eran posibles desde la fe.
Sacrificado y paciente, manso y humilde, sencillo, afable y respetuoso, de fino sentido del humor y gran fortaleza interior. Con una entrega entusiasta a Dios, gran devoción a la Virgen, y filial amor a la Iglesia. Austero para sí y tolerante con todo excepto con el pecado. El trabajo, la oración, el estudio, el amor entregado a los demás, el hacer la voluntad de Dios, fueron constantes en su vida. Poveda es ante todo sacerdote y apóstol de Jesucristo. Y la Eucaristía, el centro de su existir. Testigo fiel, acaba dando la vida en testimonio de su fe. Su grandeza se basa en la coherencia de su vida con el Evangelio, en la intuición de los signos de su tiempo y en la radicalidad de su entrega a Dios, a los hombres y al mundo que le tocó vivir.
Fue beatificado por S.S. Juan Pablo II el 10 de octubre de 1993 y canonizado el 4 de mayo de 2003.
La verdadera riqueza es y está en Dios
Santo Evangelio según san Mateo 13, 44-46. Miércoles XVII del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, enciende mi corazón con el fuego de tu amor a fin de que, amándote en todo y sobre todo, pueda obtener aquellos bienes que no puedo por mí mismo ni siquiera imaginar y que has prometido Tú a los que te aman. Multiplica sobre mí los signos de tu misericordia, para que, bajo tu guía providente, de tal modo me sirva de los bienes pasajeros que pueda adherirme a los eternos. Por nuestro Señor Jesucristo que vive y reina por los siglos de los siglos. Amen.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 13, 44-46
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: «El Reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en un campo. El que lo encuentra lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, va y vende cuanto tiene y compra aquel campo.
El Reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una perla muy valiosa, va y vende cuanto tiene y la compra».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
¿Qué tesoro es tan valioso para vender todo lo que se tiene? ¿Qué merece desprenderse de cuanto se posee para conseguir otro bien? ¿Qué hallazgo puede producir inmensa alegría? No cabe la menor duda que lo que encontró el hombre tiene un valor inestimable, inmedible, y lo más grande en valor, es el Reino de Dios, y por él se puede renunciar a todo, y ésta sería la mejor decisión tomada.
Quien encuentra un tesoro como éste, el Reino de los Cielos, debe dejarlo todo por él, y renunciar con alegría a lo que tiene terrenalmente, pues es indudable que no podemos comparar los bienes terrestres con la posesión de Dios, «Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y al dinero» (Mt 6-24).
Jesús también nos agrega la parábola del comerciante de perlas. Ambas parábolas nos muestran que merece mucho la pena hacer un gran esfuerzo por conseguir algo muy valioso, como el Evangelio, como el amor de Cristo, como el Reino de Dios, con fe, veremos que la valoración de la posesión de Dios, que es el tesoro del que nos habla Jesús, no puede tener ninguna comparación.
Pero para poseer a Dios, debemos despojarnos de todo lo que aprisiona nuestro corazón. Es decir de nuestros afectos, o inclinaciones, pasiones e instintos, de todo cuanto nos impida la posesión de Dios. Si vaciamos el corazón de nosotros mismos, éste podrá ser ocupado por Dios.
Un muy buen negocio nos propone Jesús, el mejor de los trueques, un intercambio o entrega de cosas de poco precio, por otras valiosísimas, es así, como nos pone el ejemplo de un negociante, para indicarnos que es un hombre que conoce el valor de las cosas, y se desprende de todo por una perla fina.
Es así, como nos invita, pero también nos condiciona, que para la adquisición del Reino de los Cielos, tenemos que renunciar con alegría a todo, porque la renuncia a lo material tiene el mejor de los premios, como es la posesión de Dios. La verdadera riqueza es Dios.
«El tesoro y la perla valen más que los otros bienes, y por tanto, el campesino y el comerciante, cuando lo encuentran, renuncian a todo lo demás para poder conseguirlo. No necesitan hacer razonamientos, pensar, reflexionar: se dan cuenta en seguida del valor incomparable de lo que han encontrado, y están dispuestos a perder todo para tenerlo. Así es el Reino de Dios: quien lo encuentra no tiene dudas, siente que es lo que buscaba, que esperaba y que responde a sus aspiraciones más auténticas. Y es realmente así: quien conoce a Jesús, quien lo encuentra personalmente, se queda fascinado, atraído por tanta bondad, tanta verdad, tanta belleza, y todo en una gran humildad y sencillez. Buscar a Jesús, encontrar a Jesús. Este es el gran tesoro».
(Homilía de S.S. Francisco, 27 de julio de 2014).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación. Hoy estaré especialmente atento a descubrir en los acontecimientos del día qué me está pidiendo Dios y lo transformaré en pequeños actos de acción de gracias con las personas que me rodean: actos de caridad, muestras de cariño, sonrisas de agradecimiento, etc.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Lo más importante al educar
Lo más importante en la educación de los hijos es formarlos y elevarlos para que logren desarrollar todas sus aptitudes y lleguen a ser lo que Dios quiere de ellos
La educación es un deber esencial, es una responsabilidad ante Dios y ante los hombres.
Cuando nace un niño, no cabe más que pensar en su futuro: ¿Qué será de este niño? ¿Cómo será? ¿Tendrá éxito?.
Lo mismo se preguntaban de Juan el Bautista, cuando nació: ¿qué será de éste niño? Solo Dios sabía ya la misión que realizaría este niño, así como sabe ya la misión que tendrá el hijo que tenemos en nuestros brazos.
Este niño está hecho a “imagen y semejanza de Dios” y es responsabilidad de sus padres formar y educar a los hijos que la Iglesia de Dios espera, prepararlos para que un día lleguen al cielo sin perder esa semejanza con Dios.
Los hijos llegarán a ser lo que sus padres le ayuden a llegar a ser.
Un hijo, con su sola presencia nos recuerda que su derecho a ser educado es nuestro deber primario.
La educación es un trabajo magnífico y a la vez es un gran reto.
Educar a nuestros hijos en los primeros años de vida, en el orden, la limpieza, y los buenos modales, es muy importante ya que será una plataforma sobre la que construirán los hábitos que mantendrán la salud y harán que la convivencia sea más alegre y respetuosa.
Sin embargo, lo más importante es:
FORMARLOS– Enseñarles el oficio de ser hombres. Ser hombres es pensar, juzgar, obrar con constancia y espíritu consecuente, según la recta razón. “Hombres, sed humanos: ese es vuestro deber”
Cultivar una de sus principales aptitudes, utilizando los métodos más apropiados y eficaces para que logren desarrollarla y alcanzar el éxito que los motive a seguir adelante. Lograr su autonomía y responsabilidad personal.
EDUCARLOS.- E-ducere, quiere decir. “Hacer salir”.
Educar es hacer salir todas las riquezas que oculta el niño en su alma. El niño ya es, en potencia, el hombre que deberá ser. Es como una semilla sin germinar, la planta ya está, solo hay que ponerle los medios necesarios para que crezca de forma recta.
ELEVARLOS.- Es hacer que alcance toda su estatura de hombre y de hijo de Dios. La fe vivida desde pequeños, ayuda a que los hijos enfrenten situaciones y problemas de la vida a la luz de los valores sobrenaturales.
Elevarlo es ayudarlo a que el mismo se eleve, lograr que el mismo colabore en su proceso de superación.
La educación debe realizarse por dentro, en el interior del niño, no basta la dirección y la presión exterior.
La educación es obra del niño tanto como de los padres.
El arte del educador consiste en provocar en el niño el deseo y la ambición de crecer, el querer ser él mismo, con todas sus aptitudes y dones.
“Hacer a un hombre es darle un cielo lo suficiente llamativo para que tenga deseos de dirigir a él su ímpetu con toda la intensidad de que sea capaz.”
“La educación es la ciencia (principios teóricos) y el arte (procedimientos prácticos) que dan al niño la posibilidad y la facilidad de llegar a ser él mismo, desarrollando todo su ser en germen y esperanza, de tal manera que en la total expresión de su personalidad, pueda, de adulto, vivir su vida con plenitud y belleza para felicidad de los demás y de Dios, su Dueño y Creador.
San Juan Crisóstomo nos dice: “Qué cosa más grande que dirigir las almas y formar a los niños en la virtud” Modelar las almas, éste es el arte de las artes, más excelente que la del pintor o del escultor.
En todo hombre, conforme al Plan de Dios es posible distinguir:
1) Al hombre con sus dotes y riquezas personales.
2) Al ser social orientado hacia los demás.
3) Al cristiano escogido por Dios Nuestro Señor para una misión especial en esta vida para llegar al cielo como su único fin.
4) Al miembro de la Iglesia.
El niño es una esperanza absoluta llena de promesas para la familia, para la patria, para toda la sociedad humana; esperanza igualmente para la Iglesia, para el cielo, para Dios mismo, de quien es y debe ser hijo.
Para que esta esperanza no defraude, sino que se realice plenamente, hay que educar al hijo y educarlo bien. Educación física que fortalezca las energías del cuerpo, educación intelectual que desarrolle y enriquezca los recursos del espíritu, educación moral y religiosa que ilumine y guíe la inteligencia, que forme y fortifique la voluntad, que discipline y santifique con el prototipo divino que la haga digna de figurar en el cielo.
Entra al Tema Controvertido ¿Es válido oponerse a la vocación religiosa de los hijos?
El hambre en el mundo es un escándalo y un crimen contra los derechos humanos
S.S. Francisco recordó que es deber de todos
Reto, escándalo, crimen, injusticia: la definición del Papa sobre el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición en la era Covid-19 es muy clara. Y lo hace en un mensaje dirigido a António Guterres, secretario general de Naciones Unidas, con motivo de la pre-Cumbre de la ONU sobre sistemas alimentarios, prevista desde hoy hasta el miércoles 28 de julio en Roma. El acto se celebra antes de la Cumbre conclusiva mundial que se celebrará en septiembre en Nueva York (Estados Unidos). Es un “importante encuentro”, escribe Francisco, sobre todo porque “esta pandemia nos ha enfrentado con las injusticias sistémicas que socavan nuestra unidad como familia humana «, entre ellas la pobreza y el daño infligido a la Tierra, «nuestra Casa Común», por «clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella».
Es necesario un cambio radical
De ahí el fuerte llamamiento del Papa a “un cambio radical”: no basta con centrarse en la tecnología para aumentar la capacidad del planeta, si el resultado es “explotar la naturaleza hasta el punto de esterilizarla, ampliando así no solamente desiertos externos sino también desiertos espirituales internos”; no basta con producir “alimentos suficientes” si luego muchos “se quedan sin su pan de cada día». No es suficiente, reitera Francisco, porque «esto constituye un verdadero escándalo, un crimen que viola los derechos humanos básicos” y “una injusticia” que todos tienen el deber de extirpar “mediante acciones concretas y buenas prácticas, y a través de políticas locales e internacionales audaces”.
Sistemas alimentarios sostenibles y respetuosos con el medio ambiente
Entonces, ¿qué se puede hacer? El Pontífice ofrece algunas sugerencias concretas: en primer lugar, juega un papel importante “la transformación cuidadosa y correcta de los sistemas alimentarios”, para que sean «ambientalmente sostenibles y respetuosos con las culturas locales”. Su objetivo, en esencia, debe ser » aumentar la resiliencia, fortalecer las economías locales, mejorar la nutrición, reducir el desperdicio de alimentos, brindar dietas saludables accesibles para todos”. Pero el cambio debe empezar desde dentro, advierte Francisco, porque el objetivo de «hambre cero» no se consigue con la mera producción de alimentos, sino “necesita una nueva mentalidad y un nuevo enfoque integral y diseñar sistemas alimentarios que protejan la Tierra y mantengan la dignidad de la persona humana”.
Restablecer la centralidad del sector agrícola y rural
En segundo lugar, prosigue el mensaje papal, hay que garantizar “suficientes alimentos a nivel mundial” y promover “el trabajo decente a nivel local» para poder alimentar al mundo de hoy «sin comprometer el futuro». Otros puntos esenciales indicados por el Papa se refieren al restablecimiento de la centralidad del sector rural y a la urgencia de que “el sector agropecuario recupere un rol prioritario en el proceso de toma de decisiones políticas y económicas”, especialmente en la fase post-pandémica. En particular, Francisco insta a considerar «a los pequeños agricultores y a las familias campesinas” como “actores privilegiados», cuyos conocimientos tradicionales “no deben pasarse por alto ni ignorarse” para comprender mejor sus necesidades reales.
La familia, componente esencial de los sistemas alimentarios
Por el contrario, el Papa subraya que «la familia es un componente esencial de los sistemas alimentarios» porque en ella “se aprende a disfrutar el fruto de la tierra sin abusar de él y se descubren las mejores herramientas para difundir estilos de vida respetuosos del bien personal y colectivo”. Por lo tanto, las necesidades de las mujeres rurales, los jóvenes y los agricultores de las zonas «más pobres y remotas» deben satisfacerse plenamente mediante políticas eficaces. Somos conscientes – afirma el Papa – de que los intereses económicos individuales, cerrados y conflictivos – pero poderosos – nos impiden diseñar un sistema alimentario que responda a los valores del Bien Común, a la solidaridad y a la “cultura del encuentro”. Si queremos mantener un multilateralismo fructífero y un sistema alimentario basado en la responsabilidad, la justicia, la paz y la unidad de la familia humana es primordial.
El sueño de Francisco: que nadie quede atrás
Además, el sueño que todos tienen «la responsabilidad de realizar», escribe Francisco, es el de “mundo en donde el pan, el agua, las medicinas y el trabajo fluyan en abundancia y lleguen primero a los más menesterosos”. “La Santa Sede y la Iglesia católica – asegura – se pondrán al servicio de este noble fin, ofreciendo su contribución, uniendo fuerzas y voluntades, acciones y sabias decisiones”. “Pido a Dios que nadie quede atrás, concluye el mensaje papal, y que toda persona pueda hacer frente a sus necesidades básicas”, para » construir una sociedad pacífica y próspera, y sembrar semillas de paz que nos permitan caminar en autentica fraternidad”.
El problema de ser tonto
Un problema que nos puede afectar a todos y es bueno saberlo entre el tonto y el perspicaz. El perspicaz se sorprende a sí mismo siempre a «Nos encontramos, pues, con la misma diferencia que eternamente existe dos dedos de ser tonto; por ello hace un esfuerzo para escapar a la inminente tontería, y en ese esfuerzo consiste la inteligencia».
«El tonto, en cambio, no se sospecha a sí mismo: se parece sensatísimo, y de ahí la envidiable tranquilidad con que el necio se instala en su propia torpeza. Como esos insectos que no hay manera de extraer fuera del orificio en que habitan, no hay modo de desalojar al tonto de su tontería, llevarle de paseo un rato más allá de su ceguera y obligarle a que contraste su torpe visión habitual con otros modos de ver más sutiles».
«El tonto es vitalicio y sin poros. Por eso decía Anatole France que un necio es mucho más funesto que un malvado. Porque el malvado descansa algunas veces; el necio jamás».
Estas reflexiones de Ortega y Gasset resultan muy interesantes para todos, porque todos tenemos algo de necedad, y sobre todo porque sólo demostramos ser inteligentes cuando sabemos advertirla y escapar de ella con normalidad. Nos manifestamos inteligentes precisamente cuando advertimos que con nuestras intuiciones totalmente previsibles, con nuestra aburrida reiteración de prejuicios y estereotipos, con nuestra incapacidad para cambiar de punto de vista sobre las personas o los asuntos, o con nuestro ridículo empeño en aparecer como personas más documentadas e inteligentes de lo que somos, lo que demostramos en realidad con todo eso es que no hemos advertido que estábamos a dos dedos de ser tontos, o que lo hemos advertido pero no hemos sabido parar a tiempo.
Todos incubamos necedad, y quizá debemos seguir el consejo de Ortega y atrevernos a dar un paseo más allá de nuestras seguridades, esforzarnos por contrastar nuestra visión de las cosas con las de otras personas, a las que quizá hasta ahora hemos menospreciado sin molestarnos mucho en entenderlas.
Ser tonto no es tener mayor o menor coeficiente intelectual. Todos conocemos personas con un CI modesto pero con una enorme sensatez. Y personas supuestamente muy inteligentes pero tan engreídas que son verdaderamente tontas. Los tontos han llegado a serlo a base de repetir actuaciones en las que les ciega una vanidad tonta, una susceptibilidad necia, una suficiencia estúpida o una envidia torpe.
Todos tenemos limitaciones, y demostramos inteligencia al advertirlas y procurar aceptarlas y superarlas poco a poco. El tonto, en cambio, no las advierte, y si las advierte, intenta disimularlas a todo trance, y eso nunca sale bien.
Para no hacer el tonto, lo primero es estar dispuestos a reconocer la verdad de las cosas. «No conozco otro modo de extirpar un defecto o un vicio personal que declararlo y ponerlo sobre la mesa de la sinceridad», escribió Gregorio Marañón. Si somos sinceros advertiremos que con demasiada frecuencia nos empeñamos en mantener nuestra opinión aunque sea manifiestamente mejorable, o queremos aparentar una seguridad que no tenemos y hacemos entonces el ridículo más espantoso, o estamos demasiado pendientes de nuestro rango y resultamos patéticos.
Ser tonto tiene mucho que ver con el prejuicio y el estereotipo, pues ambos son jubilaciones del esfuerzo por pensar. Enjuiciamos todo con arreglo a lo que nos cae bien, a nuestra intuición quizá un poco apolillada por manías y obstinaciones. Nos dejamos llevar por antojos intelectuales que conducen a la ofuscación y a la terquedad. Permitimos que las ideas fijas sustituyan al pensamiento abierto y libre. Perdemos así la lozanía mental y nos aproximamos paso a paso al problema de ser tonto.
Oración a Dios
Creo Señor, que eres mi Padre…
Te adoro Dios mío y te amo
con todo el corazón
Te doy gracias por haberme creado,
llamado a la fe católica
y conservado durante esta noche.
Te ofrezco el día que comienza
para que en todo momento
cumpla con tu voluntad
y sepa darte gloria.
Líbrame del pecado y de todo mal.
Que tu gracia esté siempre conmigo
y con todos los que amo.
Amén.
El Ser humano: Cuerpo, alma y espíritu
Unidad integral de cuerpo, alma y espíritu en la que lo que sucede con cada una de las dimensiones repercute en las otras
Al aproximarnos al ser humano para responder a su propia identidad no podemos sino mirarlo como una unidad: cuerpo, alma y espíritu. La persona humana es, «por su propia naturaleza, una unidad bio-psico-espiritual. Existe por lo tanto una íntima relación entre lo exterior y lo interior, de manera que lo exterior repercute en lo interior, y viceversa»(1).
La palabra “unidad” nos hace entender que el ser humano no es un compuesto, una suma de partes o elementos. No son tres naturalezas. Son tres dimensiones de una misma persona. Para comprender mejor esta unidad trial propia del ser humano, recordemos las palabras de San Pablo: «Que Él, el Dios de la paz, os santifique plenamente, y que todo vuestro ser, el espíritu, el alma, y el cuerpo, se conserve sin mancha hasta la Venida de nuestro Señor Jesucristo» (1Tes 5,23).
El hombre es, por su propia naturaleza, una unidad bio-psico-espiritual. Unidad integral de cuerpo, alma y espíritu en la que lo que sucede con cada una de las dimensiones repercute en las otras.
El hombre es un ser corporal; ésta es una realidad que se constata inmediatamente. Nuestro cuerpo tiene requerimientos físicos, necesidades vinculadas a esta dimensión, que no pueden ser desatendidas: respiración, alimento, bebida, abrigo y otras necesidades vinculadas al bienestar. La persona además de necesitar lo básico para sobrevivir requiere que su organismo mismo se desarrolle y viva en un ambiente adecuado para su expansión adecuada.
Es claro que lo biológico no explica todo lo que somos. Si seguimos avanzando en nuestra propia experiencia como personas, advertimos que nuestra relación con el mundo trasciende este nivel: así llegamos a descubrir que poseemos una dimensión psicológica. Esta dimensión tiene también sus propios requerimientos o necesidades, que el hombre experimenta como necesidades intelectuales (de saber, comprender, abarcar la realidad, etc.) y necesidades afectivas.
En ese sentido, podemos decir que en la dimensión del alma, o psico-afectiva, el hombre experimenta también una serie de necesidades que deben ser saciadas y que preceden en orden de dignidad a las necesidades físicas.
Ninguna de estas dos dimensiones agota la realidad del ser humano, sino que descubrimos algo más profundo e íntimo. Dicha realidad es la espiritual, que permanece como referencia continua de mi vida. Ésta dimensión se expresa como huella de Dios en el ser humano, lo que se llama mismidad, que consiste en el núcleo mismo del hombre. En dicha dimensión se encuentra la conciencia y la libertad humana, así como la apertura al encuentro, la capacidad de relacionarse con Dios, y la apertura al sentido de la existencia.
Un gran problema en la actualidad es el reduccionismo; esto significa que al tratar de entendernos a nosotros mismos tendemos a tomar una parte de lo que vemos y convertirla en la explicación global. De manera que podemos decir que el hombre no es solamente sus sentimientos o emociones, como tampoco es solamente su cuerpo, o sus roles o personajes, o pensamientos.
El ser humano es unidad y la dimensión espiritual es la más importante, pero no anula a las demás áreas sino que debe haber una jerarquía, de manera que sea lo espiritual lo que dirija y nutra la realidad corporal y psicológica.
Quien pretenda la realización humana sólo saciando las necesidades físicas o buscando el equilibrio psicológico sin la vida espiritual, permanecerá frustrado, incluso en el ámbito físico y psicológico.
Hoy en día el hombre contemporáneo es invitado a plenificar su existencia como unidad: cuerpo, alma y espíritu. Se trata de vivir el señorío de sí mismo, trabajando porque sus tres dimensiones apunten armónicamente a la santidad en la vida cotidiana.
El Papa: El tesoro que vale no es la cuenta bancaria
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Homilía de Francisco en la Domus Santa Marta sobre lo que perdura: el amor, la caridad, el servicio, la paciencia, la bondad, la ternura
Pedir al Señor la gracia de un corazón que sepa amar y no se desvíe con tesoros inútiles. Este ha sido el corazón de la homilía que pronunció el papa Francisco el 21 de junio de 2013 en la Casa Santa Marta.
La búsqueda del único tesoro que nos podemos llevar más allá de la muerte es la razón de ser de un cristiano.
Es la razón de ser que Jesús explica a los discípulos en la cita del Evangelio de Mateo: “Donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón”.
Tesoros arriesgados
El problema, explica el Papa, está en la confusión de las riquezas. “Hay tesoros arriesgados” que seducen pero “que debemos abandonar”, aquellos acumulados durante la vida pero que la muerte hace vanos.
Constató con leve ironía el Papa: “nunca he visto un camión de mudanzas detrás de un cortejo fúnebre, nunca”.
Las verdaderas riquezas que perduran
Pero existe un tesoro que “podemos llevar con nosotros”, un tesoro que nadie puede robar, que no es –afirma- “lo que hemos ahorrado”, sino “lo que hemos dado a los demás”.
“Este tesoro que nosotros hemos dado a los demás, es lo que nos llevamos. Este será nuestro mérito –entre comillas, porque es ¡el ‘mérito’ de Jesús en nosotros!
Es lo que debemos llevar. Es lo que el Señor nos deja llevarnos. El amor, la caridad, el servicio, la paciencia, la bondad, la ternura, son tesoros bellísimos: los que podemos llevarnos. Los otros, no”.
Por tanto, como asegura el Evangelio, el tesoro que vale a los ojos de Dios, es el que desde la tierra se acumula en el Cielo.
Corazón inquieto
Pero Jesús, revela el papa Francisco, va un paso más allá: vincula el tesoro al “corazón”, crea una “relación” entre los dos términos. Esto, añadió, porque nuestro corazón es “un corazón inquieto” que el Señor “ha hecho así para que lo busquemos a Él”.
“El Señor nos ha metido esta inquietud en el corazón para que le busquemos, para encontrarlo, para crecer.
Pero si nuestro tesoro es un tesoro que no está cercano al Señor, nuestro corazón se inquieta porque esto no es bueno, no funciona con estos tesoros…
Tanta gente, también nosotros nos inquietamos… Por tener esto, por llegar a algún sitio, al final nuestro corazón se cansa, nunca se llena: se cansa, se vuelve vago, se convierte en un corazón sin amor.
El cansancio del corazón. Pensemos en ello.
¿Qué tengo yo? ¿Un corazón cansado, que solo quiere apañarse con tres o cuatro cosas, una cuenta llena en el banco, y dos o tres cosas más o un corazón inquieto, que busca siempre las cosas que no puede tener, las cosas del Señor? A esta inquietud del corazón hay que atenderla siempre”.
El corazón, origen del mal o del bien
En este punto, prosigue el papa Francisco, Cristo nos llama la atención sobre el “ojo”, que es el símbolo de “la intención del corazón” y que se refleja en el cuerpo: un “corazón que ama” hace que el cuerpo sea “luminoso”, un corazón “malo” lo oscurece.
De este contraste, luz-tinieblas, destaca el Papa, depende “nuestro juicio sobre las cosas”, como, por otro lado, demuestra el hecho que de “un corazón de piedra”, “cogido a un tesoro de la tierra” –a un “tesoro egoísta” que puede convertirse también en un tesoro “del odio”- vienen “las guerras…”.
Por eso, reza finalmente el Papa, por intercesión de san Luis Gonzaga, pidamos la “gracia de un corazón nuevo”, un “corazón de carne”.
“Que todos estos pedazos del corazón que son de piedra, el Señor los haga humanos, con esta inquietud, con el ansia buena de seguir adelante, buscándolo a Él y dejándonos encontrar por Él.
¡Que el Señor nos cambie el corazón! ¡Y así nos salvará! Nos salvará de los tesoros que no pueden ayudarnos a encontrarnos con Él, en el servicio a los demás, y también que nos dé luz para conocer y juzgar según el verdadero tesoro: su verdad.
Que el Señor nos cambie el corazón para buscar este verdadero tesoro y así convertirnos en personas luminosas y no en personas de tinieblas”.