Referencias Bíblicas
• John 13:16-20
• Obispo Robert Barron
Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús anuncia la traición justo después de haber transformado el pan y el vino en su Cuerpo y Sangre. Es un gran momento que, inmediatamente después de este evento extraordinario, Jesús habla de traición: “El que comparte mi pan se volvió contra mí”.
En la lectura bíblica, los deseos de Dios han sido, desde un principio, confrontados. Consistentemente, los seres humanos hemos preferido el aislamiento del pecado a la festividad de la comida sagrada.
Los teólogos llaman a esta tendencia el mysterium iniquitatis (el misterio del mal) porque no hay fundamento racional para ello. Por lo tanto, no debería sorprendernos demasiado que, a medida que la comida sagrada llega a su expresión más rica posible, el mal le acompañe.
Judas, el traidor, expresa el mysterium iniquitatis con un poder simbólico particular, ya que había pasado varios años en la intimidad de Jesús, asimilando las acciones y pensamientos del Señor de modo cercano y compartiendo en comunión de mesa con él y, sin embargo, consideró oportuno entregar a Jesús a sus enemigos.
Aquellos de nosotros que nos reunimos regularmente alrededor de la mesa en la intimidad de Cristo y, sin embargo, participamos consistentemente en obras de la oscuridad, debemos vernos reflejados en el traidor.
Isidro Labrador, Santo
Laico, 15 de mayo
Por: Jesús Martí Ballester
Fuente: Catholic.net
Martirologio Romano: En Madrid, capital de España, labrador, que juntamente con su mujer, santa María de la Cabeza o Toribia, llevó una dura vida de trabajo, recogiendo con más paciencia los frutos del cielo que los de la tierra, y de este modo se convirtió en un verdadero modelo del honrado y piadoso agricultor cristiano. († 1130)
Fecha de canonización: 12 de marzo de 1622 por el Papa Gregorio XV.
Breve Biografía
Cuarenta años antes de que ocurriera, había escrito Cicerón: “De una tienda o de un taller nada noble puede salir”. Unos años después, en el año primero de la era cristiana, salió de un taller de carpintero el Hijo de Dios. Las mismas manos que crearon el sol y las estrellas y dibujaron las montañas y los mares bravíos, manejaban la sierra, el formón, la garlopa, el martillo y los clavos y trabajaban la madera. Desde entonces, ni la azada ni el arado ni la faena de regar y de escardar tendrían que avergonzarse ante la pluma ni ante el manejo de los medios modernos de comunicación, ni ante las coronas de los reyes. El patrón de aquella villa recién conquistada a los musulmanes, Madrid, hoy capital de España, no es un rey, ni un cardenal, ni un rey poderoso, ni un poeta ni un sabio, ni un jurista, ni un político famoso. El patrón es un obrero humilde, vestido de paño burdo, con gregüescos sucios de barro, con capa parda de capilla, con abarcas y escarpines y con callos en las manos. Es un labrador, San Isidro. Como el Padre de Jesús, cuyas palabras nos transmite San Juan en el evangelio 15,1: “Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador”.
SE POSTRARON LOS REYES
Ante su sepulcro se postraron los reyes, los arquitectos le construyeron templos y los poetas le dedicaron sus versos. Lope de Vega, Calderón de la Barca, Burguillos, Espinel, Guillén de Castro, honraron a este trabajador madrileño. El historiador Gregorio de Argaiz le dedicó un gran libro: «La soledad y el campo, laureados por San Isidro». Fue su misión, laurear el campo, frío, duro, ingrato, calcinado por los soles del verano y estremecido por los hielos de los inviernos. El campo quedó iluminado y fecundado por su paciencia, su inocencia y su trabajo. No hizo nada extraordinario, pero fue un héroe.
Fue un héroe que cumplió el “Ora et labora” benedictino. La oración era el descanso de las rudas faenas; y las faenas eran una oración. Labrando la tierra sudaba y su alma se iluminaba; los golpes de la azada, el chirriar de la carreta y la lluvia del trigo en la era, iban acompañados por el murmullo de la plegaria de alabanza y gratitud mientras rumiaba las palabras escuchadas en la iglesia. Acariciando la cruz, aprendió a empuñar la mancera. He ahí el misterio de su vida sencilla y alegre, como el canto de la alondra, revolando sobre los mansos bueyes y el vuelo de los mirlos audaces.
TAN POBRE
Alegre y, sin embargo, tan pobre. Isidro no cultivaba su prado, ni su viña; cultivaba el campo de Juan de Vargas, ante quien cada noche se descubría para preguntarle: «Señor amo, ¿adónde hay que ir mañana?» Juan de Vargas le señalaba el plan de cada jornada: sembrar, barbechar, podar las vides, limpiar los sembrados, vendimiar, recoger la cosecha. Y al día siguiente, al alba, Isidro uncía los bueyes y marchaba hacia las colinas onduladas de Carabanchel, hacia las llanuras de Getafe, por las orillas del Manzanares o las umbrías del Jarama. Cuando pasaba cerca de la Almudena o frente a la ermita de Atocha, el corazón le latía con fuerza, su rostro se iluminaba y musitaba palabras de amor. Y las horas del tajo, sin impaciencias ni agobios, pero sin debilidades, esperando el fruto de la cosecha “Tened paciencia, hermanos, como el labrador que aguanta paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía” Santiago 5, 7. Así, todo el trabajo duro y constante, ennoblecido con las claridades de la fe, con la frente bañada por el oro del cielo, con el alma envuelta en las caricias de la madre tierra.
NO SABÍA LEER
El Cielo y la tierra eran los libros de aquel trabajador animoso que no sabía leer. La tierra, con sus brisas puras, el murmullo de sus aguas claras, el gorjeo de los pájaros, el ventalle de sus alamedas y el arrullo de sus fuentes; la tierra, fertilizada por el sudor del labrador, y bendecida por Dios, se renueva año tras año en las hojas verdes de sus árboles, en la belleza silvestre de sus flores, en los estallidos de sus primaveras, en los crepúsculos de sus tardes otoñales, con el aroma de los prados recién segados. Isidro se quedaba quieto, silencioso, extático, con los ojos llenos de lágrimas, porque en aquellas bellezas divisaba el rostro Amado. Seguro que no sabia expresar lo que sentía, pero su llanto era la exclamación del contemplativo en la acción, con la jaculatoria del poeta místico Ramón Llull: «¡Oh bondad! ¡Oh amable y adorable y munificentísima bondad!». O del mínimo y dulce Francisco de Asís, el Poverello: “Dios mío y mi todo”. “Loado seas mi Señor por todas las criaturas, por el sol, la luna y la tierra y el agua, que es casta, humilde y pura”. O también con el sublime poeta castellano como él: “¡Oh montes y espesuras – plantados por las manos del Amado – oh prado de verduras, de flores esmaltado – decid si por vosotros ha pasado!!!. “El que permanece en mí y yo en él ese da fruto abundante” Juan 15,5. Así, el día se le hacía corto y el trabajo ligero. Bajaban las sombras de las colinas. Colgaba el arado en el ubio, se envolvía en su capote y entraba en la villa, siguiendo la marcha cachazuda de la pareja de bueyes.
UNA SANTA
Empezaba la vida de familia. A la puerta le esperaba su mujer con su sonrisa y su amor y su paz. María Toribia era también una santa, Santa María de la Cabeza. Un niño salía a ayudar a su padre a desuncir y conducir los bueyes al abrevadero. Era su hijo, que lo era doblemente, porque después de nacer, Isidro le libró de la muerte con la oración. Luego arregla los trastos, cuelga la aguijada, ata los animales, los llama por su nombre, los acaricia y les echa el pienso en el pesebre, pues, según la copla castellana: “Como amigo y jornalero, – pace el animal el yero, – primero que su señor; – que en casa del labrador, – quien sirve, come primero”. Hasta que llega María restregándose las manos con el delantal: «Pero ¿qué haces, Isidro, no tienes hambre? -le dice cariñosamente-. Ya en la mesa, la olla de verdura con tropiezos de vaca. Pobre cena pero sabrosa, condimentada con la conformidad y animada con la alegría, la paz y el amor. Y eso todos los días; dias incoloros pero ricos a los ojos de Dios. Sin saber cómo, Isidro se ha ido convirtiendo en santo. “Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin” Salmo 1,1. “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante” Juan 15,6
Ya su aguijada tiene la virtud de abrir manantiales en la roca, porque: “Mucho puede hacer la oración intensa del justo…Elías volvió a orar, y el cielo derramó lluvia y la tierra produjo sus frutos” Santiago 5, 17. “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis y se realizará” Juan 15, 7. Ya puede Isidro rezar con tranquilidad entre los árboles aunque le observe su amo, porque los ángeles empuñan el arado. ¡Oh arado, oh esteva, oh aguijada de San Isidro, sois inmortales como la tizona del Cid, el báculo pastoral de San Isidoro y la corona del rey San Fernando!, exclama el poeta. Con la pluma de Santa Teresa habéis subido a los altares. Así es como la villa y corte, centro de España, tiene por patrón a un labrador inculto, sin discursos, ni escritos, ni hechos memorables, sólo con una vida escondida y vulgar de un aldeano, hombre de aquella pequeña villa que se llamaba Madrid, recién reconconquistada al Islam. En 1083 Alfonso VI había entrado por la cuesta de la Vega. El contraste es instructivo y proclama el estilo de Dios cuando nos regala sus santos. “Escondiste estos secretos a los sabios, y los revelaste a las gentes sencillas”. San Isidro labrador era un simple; reconocerlo es admirar los planes de Dios.
EL DIÁCONO DE SAN ANDRÉS
Lo que sabemos de su vida se debe al diácono de San Andrés, que conoció a su paisano y sólo ocupa media docena de páginas. ¿Quién es capaz de extender más la descripción de un labriego sencillísimo que cruza por esta vida sin ninguna aventura externa y sin más complicación que la personalísima de ser santo a los ojos de Dios? Fue un hombre sencillo, su villa era pequeña. Madrid era rica en aguas y en bosques, con su docena de pequeñas parroquias, sus estrechas calles y en cuesta, su alcázar junto al río, su morería y sus murallas. Un puñado de familias cristianas, entre ellas, la de los Vargas, que era la más rica, alrededor de la parroquia de San Andrés, a cuyo servicio estaba Isidro. San Isidro nos ofrece todo un programa de vida sencilla, de honrada laboriosidad, de piedad infantil aunque madura, de caridad fraterna, ejemplo para esta sociedad compleja, y llena de mundo, de vida callejera, de codicia y de egoísmo, que lamenta hoy el zarpazo del terrorismo atroz y espera el nacimiento del nuevo Infante heredero. Ambos acontecimientos, tan dispares, laten en el corazón celeste de San Isidro, en su calidad de Patrón de Madrid que lo es, en cierto modo, de España.
Los pequeños dones con grande aprecio
Santo Evangelio según San Juan 13, 16-20.
Jueves IV de Pascua.
Por: H. Alexis Montiel, L.C.
Fuente: missionkits.org
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Mi Señor, yo te pido que me laves no sólo los pies, sino todo mi pecado, para que me pueda poner siempre en tu presencia, y te ame, te experimente, te quiera…
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 13, 16-20
En aquel tiempo, después de lavarles los pies asus discípulos, Jesús les dijo: «Yo les aseguro:el sirviente no es más importante que su amo,ni el enviado es mayor que quien lo envía. Si entienden esto y lo ponen en práctica, serán dichosos.
No lo digo por todos ustedes, porqueyo sé a quiénes he escogido. Pero esto es paraque se cumpla el pasaje de la Escritura, quedice: El que comparte mi pan me ha traicionado. Les digo esto ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, crean que Yo soy.
Yo les aseguro: el que recibe al que yo envío, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me ha enviado».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Qué pobre soy. Me enfada que se puedan burlar de mí en el colegio, en la universidad, con mis amigos; que me digan mocho, anticuado.
¡Qué ridículo soy! ¿Qué me pueden decir los demás…? Que digan lo que quieran, Tú lo dejaste bien claro, no he muerto yo, Tú moriste por mí, Tú eres quien diariamente es ofendido cada vez que yo insinúo pronunciar tu nombre, vivir tu mensaje, ¿y me siento la víctima de las ofensas?
Tú has dicho que quien te recibe a Ti, recibe a quien te ha enviado, quien me recibe a mí, recibe a quien me ha enviado… soy enviado tuyo, no puedo quedarme indiferente ante tanto mal, ante tanta tristeza, ante tanto dolor…
Más de alguna vez me he sentido solo, sin nadie que me acompañase, y en vez de abandonarme en mi tristeza y soledad, Tú mandaste alguien que me consoló, alguien que me dio la mano cuando nadie confiaba en mí, alguien que me mostró tu rostro con una sonrisa, con un gesto, con unas palabras de aliento; y luego viene un «que Dios te bendiga.» Les daré el mismo nombre que tenían en la antigüedad: Ángeles, pues no se contentan con mi bien corporal, sino que Tú les das la gracia de ser mensajeros y, sin embargo, ¿cuántas veces no los ofendo con las mismas palabras que tengo miedo de escuchar sobre mí…?
El Señor nos escucha: llamadlo. Señor, mira esto. Mira cuánta pobreza, cuánta indiferencia, cuánto se mira para otro lado. «Esto, no me concierne a mí, no me importa». Hablad con el Señor: «Señor, ¿por qué? Señor, ¿por qué? ¿Por qué soy tan débil y tú me has llamado a este servicio? Ayúdame, dame fuerza y humildad». El núcleo de la misericordia es este diálogo con el corazón misericordioso de Jesús. (Homilía del Papa Francisco, 3 de septiembre de 2016)
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Haré a un lado el respeto humano y bendeciré los alimentos delante de mis amigos, familia, compañeros…
Despedida
Jesús manso y humilde de Corazón, -Escúchame.
Del deseo de ser alabado, Líbrame Jesús
Del deseo de ser honrado, Líbrame Jesús
Del deseo de ser aplaudido, Líbrame Jesús
Del deseo de ser preferido a otros, Líbrame Jesús
Del deseo de ser consultado, Líbrame Jesús
Del deseo de ser aceptado, Líbrame Jesús
Del temor de ser humillado, Líbrame Jesús
Del temor de ser despreciado, Líbrame Jesús
Del temor de ser reprendido, Líbrame Jesús
Del temor de ser calumniado, Líbrame Jesús
Del temor de ser olvidado, Líbrame Jesús
Del temor de ser puesto en ridículo,Líbrame Jesús
Del temor de ser injuriado,Líbrame Jesús
Del temor de ser juzgado con malicia, Líbrame Jesús
Que otros sean más amados que yo, Has, Jesús, que lo desee
Que otros sean más estimados que yo, Has, Jesús, que lo desee
Que otros crezcan en la opinión del mundo y yo me eclipse, Has, Jesús, que lo desee
Que otros sean alabados y de mí no se haga caso, Has, Jesús, que lo desee
Que otros sean empleados en cargos y a mí se me juzgue inútil, Has, Jesús, que lo desee
Que otros sean preferidos a mí en todo, Has, Jesús, que lo desee
Que los demás sean más santos que yo con tal que yo sea todo lo santo que pueda, Has, Jesús, que lo desee
Oración y despedida:
Oh Jesús que, siendo Dios, te humillaste hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda nuestro orgullo y amor propio. Concédenos la gracia de aprender y practicar tu ejemplo, para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo.
Amén.
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
El primer “Papa matemático” revela la unidad de fe y razón
El Papa León XIV es el único de los 133 cardenales electores -y el único Papa de la historia- licenciado en matemáticas. ¿Por qué es tan importante?
Un pequeño detalle sobre nuestro nuevo Papa pasó casi desapercibido en el primer alboroto de la cobertura mediática. Pero podría ser uno de los detalles más importantes y reveladores, no solo sobre el Papa, sino sobre nuestra fe católica.
El Papa León XIV es el único de los 133 cardenales del cónclave -y probablemente de todos los papas de la historia- que tiene una licenciatura en matemáticas (obtenida en la Universidad de Villanova).
¿Por qué es tan importante?
En un mundo que califica erróneamente a los cristianos de anticientíficos, la formación matemática del Papa León XIV ofrece una poderosa contraargumentación.
Hablando claro, pensar que la ciencia y la religión son enemigas no es propio del catolicismo. Para los católicos, la fe y la razón no son enemigas, sino aliadas estrechamente vinculadas en la búsqueda de la verdad.
Como escribió san Juan Pablo II:
«La fe y la razón son como dos alas sobre las que el espíritu humano se eleva a la contemplación de la verdad; y Dios ha puesto en el corazón humano el deseo de conocer la verdad -en una palabra, de conocerse a sí mismo- para que, conociendo y amando a Dios, los hombres lleguen también a la plenitud de la verdad sobre sí mismos».
El vínculo inquebrantable entre fe y razón
Un principio central de la fe católica es que la ciencia y la teología no pueden entrar en conflicto. Aquí está, directamente del Catecismo:
«Aunque la fe está por encima de la razón, nunca puede haber discrepancia real entre la fe y la razón. Puesto que el mismo Dios que revela los misterios e infunde la fe ha otorgado la luz de la razón a la mente humana, Dios no puede negarse a sí mismo, ni la verdad puede contradecir jamás a la verdad». Por consiguiente, la investigación metódica en todas las ramas del saber, siempre que se lleve a cabo de manera verdaderamente científica y no pase por encima de las leyes morales, nunca puede entrar en conflicto con la fe, porque las cosas del mundo y las cosas de la fe derivan del mismo Dios. (159)
Vemos la unidad de la fe y la razón en la larga y sólida historia de las contribuciones católicas a la ciencia y las matemáticas.
El padre Georges Lemaître no sólo contribuyó a la cosmología, sino que la revolucionó al proponer por primera vez la teoría del Big Bang.
Gregor Mendel, agustino como el Papa León XIV, no se limitó a estudiar la genética, sino que estableció sus fundamentos.
A lo largo de la historia, los católicos han celebrado la investigación intelectual como medio para comprender la creación de Dios.
Ahora, en el Papa León XIV, tenemos un símbolo vivo y un recordatorio de esta unidad.
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Los matemáticos responden al nombramiento de uno de los suyos como Papa
El Papa León no es ciertamente el primer Papa de mentalidad científica. El Papa Francisco es licenciado en química, y los papas que le han precedido han tenido un gran respeto y aprecio por la ciencia, como se puede ver en escritos como la encíclica Fe y Razón de San Juan Pablo II.
Pero su formación matemática aporta algo nuevo y diferente. En honor a ello, Aleteia se puso en contacto con matemáticos para que comentaran la elección del Papa León XIV.
El Dr. Vladimir Piterbarg, Jefe de Análisis Cuantitativo de NatWest Markets y Profesor Visitante del Imperial College de Londres, compartió esta contundente respuesta:
«Es a la vez inspirador y profundamente simbólico ver que el nuevo Santo Padre no es sólo el Vicario de Cristo, sino también el primer Papa -y el único cardenal- licenciado en matemáticas. En un mundo que con demasiada frecuencia traza una falsa línea divisoria entre la fe y la razón, su singular formación constituye un poderoso testimonio de su armonía. Del mismo modo que Isaac Newton vio su investigación científica como un medio para comprender mejor la creación de Dios, y que Blaise Pascal utilizó tanto la razón como el misticismo para explorar la verdad divina, nuestro nuevo Papa nos recuerda que el lenguaje de los números y el misterio de la fe no están reñidos. Al contrario, ambos nos conducen hacia la misma verdad trascendente: el orden, la belleza y el amor en el corazón del universo de Dios. Que su papado inspire a una nueva generación de fieles que no tengan miedo de buscar a Dios a través del alma y la mente».
Mark Bauer, matemático estadounidense que trabaja en finanzas cuantitativas, compartió una profunda reflexión sobre cómo una formación matemática puede dar forma a la perspectiva del Papa León:
«¡Qué emocionante es tener un Papa licenciado en matemáticas! En esencia, las matemáticas son el estudio del funcionamiento real del universo, una exploración de la lógica, la simetría y la estructura. Es una disciplina arraigada en la razón y construida axiomáticamente, que revela la belleza y el orden incluso en las ideas más abstractas.
Con estos antecedentes, el Papa León XIV aporta una perspectiva única al papado. Su comprensión de la belleza matemática y la simetría puede profundizar su apreciación del orden divino en la creación. No es difícil imaginar que esto le ayudará a ver -y a cuidar- el alma de cada persona como bellamente hecha a imagen de Dios.
Esta perspectiva también puede inspirarnos a todos a reconocer a los que pasan desapercibidos, a recordar a los que más fácilmente se olvidan y a valorar a cada ser humano como un reflejo de la belleza divina».
Un nuevo lenguaje para las verdades eternas
Sólo podemos preguntarnos cómo su formación matemática podría configurar el papado de León XIV. Sabemos que las matemáticas enseñan la precisión del pensamiento, la belleza de la estructura lógica y la humildad ante la vasta complejidad de la realidad, y que todas estas son cualidades que podrían servir bien a un pastor de almas.
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