HOY VOY A HABLARLES CON EL CORAZON DE PAX Y NO VOY A REPETIRME PORQUE ME SACARIAN DE LA SEÑAL. LES PIDO DISCULPAS Y COMPRENSION AQUÍ VA MI POBRE MENSAJE PERO ESTO SI LLENO DE AMOR, PAZ Y RESPETO PARA TODOS USTEDES QUE ME SIGUEN Y QUE ESTAN EN MI CORAZON Y PAX.
Conviértase. Ésta es la palabra que escuchamos por encima de todas las demás en la liturgia de hoy. Conviértase con todo tu corazón, conviértase al Señor, conviértase y cree en el Evangelio, por citar sólo aquellas que literalmente contienen el verbo convertir porque la idea todavía aparece más veces.
Convertir en su significado más normal significa transformar una cosa en otra, darle la vuelta. Su significado más antiguo y básico sería cambiar. Este es el grito del miércoles de Ceniza, éste es el grito de toda la Cuaresma: ¡cambie! Transforme, gire, ABRA SUS OJOS Y SU MENTE, INVESTIGUE, PREGUNTE. Para que todos estos verbos tengan sentido necesitamos evidentemente saber de qué a qué debemos cambiar. Éste es en el fondo, el camino que debemos recorrer durante todas estas semanas, quizás durante toda nuestra vida de creyentes: tomar conciencia de dónde estamos y dónde vamos. No avanzaremos sólo en este itinerario. Sabemos que caminamos siempre bajo la mirada de Dios. En el evangelio, hemos escuchado cuatro veces el verbo ver, de mirar, dos referidas a Dios y dos referidas a la gente. Permítanme que utilice la imagen de esta mirada para contarme.
Para averiguar de dónde estamos y dónde vamos necesitamos primero una mirada sobre nosotros mismos. La liturgia de hoy no es demasiado optimista. Pone de relieve más bien toda la oscuridad, todo el pecado, todo lo que no hacemos bien y nos invita a ser conscientes de ello, ya que éste es el primer paso para transformarlo. Esto lo digo pensando sobre todo por los niños y los que han sido acholitos y a los jóvenes: hace años, una Sister habló mucho de ordenadores, de sistemas operativos y de informática.
Durante algunos años, a esta Sister que es de nuestra Comunidad de Jesús pero que viene de vez en cuando, le decían la antivirus, porque de su enseñanza y presión pero en todo caso me ha parecido que pueden entender bien que es la cuaresma con este ejemplo. Cuando nos miramos a nosotros mismos -es como si miráramos nuestro ordenador, nuestro ipad, el móvil y viéramos que no funciona perfectamente. ¿Quizás un virus, quizás alguna aplicación no actualizada? Primero debemos pasar uno de esos programas que te dicen que lo limpian y luego seguramente deberemos instalar un antivirus o descargarnos algunas actualizaciones. Esto es al vuelo de Dios. Que miremos qué no funciona, es decir dónde estamos, y a base de algunas prácticas, la oración, la ayuda a los demás y renunciar a algunas cosas que nos gustan, que tendrán que hacer de antivirus, intentamos ser mejores, intentamos ir hacia donde Dios quiere que vayamos. Es decir que nuestro ordenador funcione perfectamente, que nosotros como personas, también amamos y trabajamos por los demás al cien por cien. Ya le aviso que todo esto a veces es más lento que simplemente instalarse un programa o descargarse una aplicación. Estoy seguro de que también lo han entendido perfectamente todos Ustedes los y las computadas!
La ceniza en la cabeza era un signo de estar de luto. De estar tristes. Nos la ponemos hoy en este sentido de mirarnos a nosotros mismos y reconocer que no podemos estar del todo satisfechos con nosotros mismos y que necesitamos transformarnos en el camino del Evangelio, que es el camino señalado por Jesús y por todas sus enseñanzas. Esta mirada individual es la que domina más hoy ya que cada uno es responsable de su vida y de sus acciones y el llamamiento que sentimos va muy dirigido a cada uno en concreto, de una manera muy personal. Pero también existe una mirada colectiva. Todos somos solidarios.
La Guerra de Ucrania, por su proximidad a nustros corazones, nos hace realmente reflexionar sobre la humanidad, sobre cómo es posible todo esto que hemos visto y escuchado estos días. Si miramos ya no a nosotros mismos sino con una mirada colectiva en Europa y en el mundo, no nos gusta dónde estamos, no nos gusta nada. Naturalmente no nos gusta la invasión, y tampoco vemos tan clara tan limpia y tan libre de intereses las respuestas. ¿Nos queda claro que las personas y las vidas son lo más importante? Aquí es donde deberíamos ir y no es ciertamente dónde estamos. VAMOS MAL CON ESTAS EXIGENCIAS QUE NOS IMPONEN SI NO TE VACUNAS NO PUEDES ESTAR BIEN… Y LA VERDAD ES QUE NO SABEN LO QUE INOCULAN HASTA A LOS NIÑOS Y JOVENES Y A CUANTOS MAS MEJOR TODOS CUMPLIDITOS… Y LAS COMPLICACIONES QUE ELLAS DESATAN, LAS MUERTES Y NOS CALLAMOS Y NO NOS NOTIFICAN LAS INCONVENIENCIAS. EN PAX SE AMA LA VIDA Y SE LA RESPETA DEJENSE DE ESTAR ENGAÑADOS COMO SI NADA PASARA. ES UN VERDADERO HOMICIDIO Y UNAS EXIGENCIAS DIRIGIDAS Y NEFASTAS, POR MI PARTE NO VOY A HABLAR MAS SOBRE ESTE TEMA. No me dejan…
dirigidas por corazones que no ven lo que tienen delante. Abran sus ojos. Y dejen de estar engañados y engañando. Vayan a COMUSAV. Com y veran donde estamos y que es lo que pretenden con nuestro hermoso mundo…
El Papa Francisco ha llamado a solidarizarnos todos por la paz, con las prácticas cuaresmales de siempre: la oración, el ayuno y la ayuda. Los sacerdotes de la primera lectura lloraban entre el vestíbulo y el altar, como rezaremos ahora en el motete del ofertorio: Inter vestibulum et altare llorando sacerdotes…, ¿por qué lloraban? Por el pueblo, por el mundo. Qué buen ejemplo para nosotros.
La situación de Ucrania puede ser un toque de atención a tantas otras situaciones mundiales donde las personas no están en el centro. Llorar es el fruto de ver dónde estamos con preocupación, pero de ahí debe venir la fuerza de conformarnos en uno el mundo tal y como está, sino querer cambiarlo, darle la vuelta incluso. Nuestra transformación colectiva debería ir en esa dirección, poner a los seres humanos y la preservación de la tierra en el centro. ¿Cómo debe ser esa mirada individual y colectiva? Deberíamos mirar cómo mira Dios. Dios no mira ni se queda dónde estamos, Dios mira dónde vamos. Mejor aún: Dios ve allá donde podemos llegar. Dios es benigno y entrañable, lento para el castigo, rico en el amor. Dios abre siempre la perspectiva de un futuro mejor. Y además esa mirada de Dios es auténtica como nos dice el Evangelio. Ve la realidad de nuestros corazones. No mira cómo mira a la gente. Dios nos dice muy claramente que esta transformación a la que nos invita cada Cuaresma no es para exhibirla, es para que sea real, en el corazón y en la vida de cada uno y de todos. Pongámonos con toda la sinceridad ante tantas mentiras cono nos bombardean. PAX LE AMA CON JESUS Y MARIA y ama la vida como don de Dios y de bendicion y salud. USTED ES LIBRE DE IR POR EL CAMINO QUE DESEE Y TENGA SU PROPIA OPINION RECUERDE QUE PAX SIEMPRE LE TENDRA LAS PUERTAS Y EL CORAZON ABIERTOS. CON AMOR DESEANDOLE UNA SANTA CUARESMA Y UNA FELIZ PASCUA.
Teresa Eustoquio, Santa
Virgen Fundadora, 3 de marzo
Martirologio Romano: En Brescia, en Lombardía, santa Teresa Eustoquio (Ignacia) Verzeri, virgen, fundadora del Instituto de Hijas del Sacratísimo Corazón de Jesús († 1852).
Etimológicamente: Teresa = “bella y ardiente como el sol del verano” o “mujer amable y fuerte”. Viene de la lengua griega y alemana.
Fecha de beatificación: 27 de octubre de 1946 por el Papa Pío XII
Fecha de canonización: 10 de junio de 2001 por S.S. Juan Pablo II.
Nació Bérgamo de Lombardía, en el seno de los condes de Pedroça-Grumelli y se llamaba Teresa Eustoquio. Intentó tres veces hacerse religiosa benedictina, pero el canónigo de la catedral de Bérgamo, José Bengalio, la hizo salir tres veces del convento, cosa que le supuso a Teresa no pocas críticas y burlas, pero ella lo soportó por obediencia.
Después de haber salido por tercera vez del convento, Teresa se consagró enteramente a la instrucción religiosa de las niñas en una pequeña casa llamada Gromo, que pronto se convirtió en la semilla de la nueva congregación religiosa que había de fundar. Antonia, su hermana y otras dos jóvenes, se le unieron al poco tiempo. Las cuatro hicieron la profesión de votos simples ante el canónigo Benaglio, quien las destinó a la enseñanza de la juventud. La vida de la nueva comunidad era muy austera, con largos períodos de silencio y ayuno. Teresa tuvo que hacer frente a muchas dificultades espirituales, dudas y tentaciones. La Congregación empezó pronto a crecer, pues ingresaron en ella numerosas jóvenes de buena familia, entre las que se contaban tres hermanas de Teresa, además de su propia madre que había quedado viuda. El canónigo Benaglio se encargaba de la dirección espiritual de la comunidad y ayudó a redactar las reglas y constituciones que comprendían diferentes obras de caridad: escuelas para los niños pobres, visitas a las mujeres enfermas, centros religiosos y de recreación para las jóvenes que se hallaban en peligro y sobre todo, retiros para mujeres, según el espíritu de San Ignacio de Loyola.
El obispo de Bérgamo, Mons. Carlos Gritti-Morlacchi, favoreció al principio a la nueva congregación, pero después se dedicó a obstaculizar su crecimiento. Mayor prueba fue para Teresa su propia indecisión y humildad. ¿La llamaba Dios realmente a fundar una nueva congregación, dado que ya existían otros institutos similares, como el del Sagrado Corazón, fundado por santa Magdalena Sofía Barat. Teresa fue a Turín, donde la madre Barat había empezado a organizar, desde 1832, los retiros para mujeres y se sintió muy inclinada a unir su Congregación con la de la santa. Pero pronto comprendió que la voluntad de Dios era diferente, pues había campo más que suficiente para las dos congregaciones, por similares que fuesen. Así pues, la beata tuvo que superar ésta y otras dificultades y soportar con paciencia numerosas desilusiones, antes de conseguir que se estableciera sólidamente su Instituto. Finalmente, en 1841, Teresa y sus compañeras pudieron hacer la profesión solemne en manos del mismo prefecto de la Congregación de obispos y religiosos, el cardenal Constantino Patrizi. Unos cuantos días más tarde, fue publicado el decreto aprobatorio de la Santa Sede y la Congregación fue definitivamente confirmada en 1847. Con esta ocasión, se autorizó a la fundadora a abrir una casa en Roma.
Entre los que ayudaron a Teresa Verzeri en las dificultades, se contaba el beato Luis Pavoni, de Brescia, quien se encargó de imprimir las Constituciones de la nueva Congregación, en un momento en que esto significaba exponerse a muchas molestias; pero el beato hizo caso omiso de las murmuraciones y hablillas. Además, intercedió ante Mons. Speranza para que apoyase en Roma la causa de las Hijas del Sagrado Corazón. Cuando Teresa compró un antiguo monasterio en Brescia, el Beato Luis proyectó los cambios que era necesario hacer al edificio y se encargó de vigilar personalmente la obra. Para ayudar a Teresa, hizo varios viajes a Bérgamo y a Trento, y se comprometió a asegurar la misa diaria en la casa madre. Nada era demasiado difícil para el Beato Luis, cuando se trataba de ayudar a las religiosas. La gran estima mutua que se profesaban el Beato Luis y la Beata Teresa ha continuado entre sus Congregaciones respectivas, en el siglo que ha transcurrido desde su muerte.
La beata vivió todavía cuatro años después de la fundación de la casa de Roma. Durante ellos creció en gracia y santidad y su Congregación con ella. El cólera que azotó el norte de Italia, arrebató a la beata el 3 de marzo de 1852. La multitud que asistió a sus funerales fue el mejor testimonio de la reputación de santidad de que gozaba y que no ha hecho sino aumentar con el tiempo.
Unir mi cruz a la cruz de Cristo
Santo Evangelio según san Lucas 9, 22-25. Jueves después de Ceniza
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Creo, Señor, que la oración es el mejor momento en el que puedo entrar en relación contigo. Sabes bien cuánto te amo y los deseos que tengo de amarte en este día un poco más. Gracias por todos los dones y beneficios que presentas en mi vida. Aumenta mi fe, mi esperanza y mi caridad. Concédeme en esta cuaresma prepararme bien para encontrarme contigo en la Semana Santa.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 9, 22-25
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, que sea entregado a la muerte y que resucite al tercer día».
Luego, dirigiéndose a la multitud, les dijo: «Si alguno quiere acompañarme, que no se busque a sí mismo, que tome su cruz de cada día y me siga. Pues el que quiera conservar para sí mismo su vida, la perderá; pero el que la pierda por mi causa, ese la encontrará. En efecto, ¿de qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si se pierde a sí mismo o se destruye?».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
En este pasaje me presentas los padecimientos que sabías iban a venir en los días de tu pasión. El dolor y el sufrimiento son elementos que quisiste tomar cuando te hiciste hombre por mí. Siendo Dios pudiste haber elegido una vida tranquila, cómoda, sin dolores, sin traiciones, sin sufrimientos, sin preocupaciones. Una vida de algodón. Sin embargo, quisiste compartir conmigo la realidad en la que me encuentro a diario. Una vida de cruz.
¿Qué hombre hay que no sufra? ¿Qué ser humano se encuentra libre de toda preocupación, dolor, traición, engaño, enfermedad o miseria?
Ninguno. Tú, quisiste por ello dar sentido y valor a esta dimensión que llevo conmigo. Tú sabías bien lo que te esperaba en pocos días, pudiste huir y evitarlo. Pero no. Lo acogiste, lo enfrentaste, lo padeciste. Y todo ello, por amor a mí.
Permíteme, Señor, contemplar tu dolor y tu sufrimiento, permíteme contemplar tu amor porque en Ti encuentro el modelo a mi actuar. Desde que aceptaste esta realidad humana no hay hombre que no se pueda sentir identificado contigo. Tú, Jesús, padeciste la traición de los amigos, el abandono de los cercanos, la injuria, la difamación, la ira, la violencia, la debilidad, el cansancio, la sed, la desnudez, para con ello pagar mi entrada en el cielo y demostrarme que Tú, mi Dios, me conoces, me comprendes, me entiendes, me amas.
Dime, Señor, qué encontraste en el sufrimiento y la cruz que no huiste de ella aunque pudiste hacerlo. Dime qué se oculta en esa cruda realidad que la aceptaste con amor y paciencia. Enséñame los frutos del dolor, del sufrimiento en mi vida. Porque ellos no son algo vano desde que Tú los aceptaste.
Dame la gracia, Señor, de unir mi cruz a la tuya y no padecer sólo los males de esta vida. Sino siempre tener la confianza que caminas a mi lado, sufres conmigo, lloras conmigo y me sostienes con tu amor para llegar así a la gloria de la resurrección.
«La paz de Jesús brota de la victoria sobre el pecado, sobre el egoísmo que nos impide amarnos como hermanos. Es don de Dios y signo de su presencia. Todo discípulo, llamado hoy a seguir a Jesús cargando la cruz, recibe en sí la paz del Crucificado Resucitado con la certeza de su victoria y a la espera de su venida definitiva» (Homilía de S.S. Francisco, 1 de mayo de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy cuando algo me sea costoso o no me guste, se lo ofreceré al Señor por alguna intención.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Arriesgarse a perder
Arriesgarse es perder pie por un tiempo, pero no arriesgarse es perder la vida por completo
No hace mucho mostraba Ignacio Sánchez Cámara su inquietud ante la progresión de una nueva leva –o quizá no tan nueva– de falsos héroes, muy aficionados a abrazar causas que ya no es necesario defender, o cuando ya no se corre el menor riesgo al hacerlo. Se sacrifican por los tópicos de moda, dan su vida y su hacienda por lo que no cuesta nada, ni vida ni hacienda. Es un heroísmo de verbena y de guiñol, porque apuestan siempre a caballo ganador.
Se trata de un héroe que es un batallador de causas ganadas, que rema afanosamente a favor de la corriente, finge lágrimas y sudores, exhibe agravios y derrotas, pero nunca paga el menor tributo personal por defender lo que defiende. Del perdedor adopta la estética, digna y abatida. Del ganador toma las cartas y las bazas. Combina la estética de la derrota y la cuenta de resultados de la victoria. Y como en muchos ambientes la exhibición del agravio y de la queja suele ser el mejor camino hacia la victoria, utiliza agravios reales o fingidos para obtener ventaja, para medrar.
Ante ese lamentable espectáculo, es cuestión de buen gusto preferir a quien defiende lo que no está de moda, a quien tiene el valor de ir contracorriente, a quien sabe decir que no cuando todos ceden y decir que sí cuando nadie se atreve a dar el primer paso.
Muchas personas tienen auténtico terror a sentirse solas, sienten una especie de horror que les paraliza. Es cierto que llevar la contraria por sistema es patético, pero pasarse la vida mirando de reojo a ambos lados antes de posicionarse, para así nunca salirse de la fila, eso no es otra cosa que cobardía. Todo aquel que quiera tener ideas propias, o ejercer algún tipo de liderazgo, o sacar cualquier cosa adelante, ha de asumir que en algunos momentos tendrá que sentirse solo. Es un peso inevitable que todos, de un modo u otro, hemos de llevar sobre nuestros hombros. Un costalero que no sintiera la carga del paso, que no se cansaáa, puede estar seguro de que está quitando el hombro, que son los demás quienes llevan el peso.
De todo hay
Se puede uno deslizar por la vida sin entregarse enérgicamente a ella. No exponerse a los fracasos, a los errores, a las decepciones, a los azares adversos, al dolor. Son –en expresión de Julián Marías– formas tímidas de suicidio, de negación de la vida. Con frecuencia se trata de una especie de avaricia vital, de incapacidad de dar. Otras veces, de un inmoderado afán de seguridad, de temor a exponerse, a arriesgar. O de una vida dominada por la pereza, por la evitación del cansancio y del esfuerzo.
Hay vidas extremadamente modestas en cuanto a sus dotes –físicas, intelectuales, de posición social, etc.–, pero que son espléndidas por la intensidad y la entrega con que viven, a pesar de la limitación de sus recursos. Y hay ejemplos evidentes de lo contrario: vidas admirablemente dotadas, ricas en posibilidades, cuya realización muestra una pobreza lindante con la miseria. Vidas sin riesgo, sin compromiso, sin ilusión, un triste panorama de muertos en vida.
Vivir es arriesgarse. No importa perder una batalla si estamos bien situados. Tener esperanza es arriesgarse a fracasar. Pero un poco hay que arriesgar, porque el riesgo más grande en la vida es no arriesgarse. Los que no arriesgan nada, no hacen nada, están encadenados por sus miedos, son esclavos de ellos, han perdido su libertad. Como decía Kierkegaard, arriesgarse es perder pie por un tiempo, pero no arriesgarse es perder la vida por completo.
La oración, caridad y ayuno pueden cambiar la historia
Este 2 de marzo, Miércoles de Ceniza, el Santo Padre lo señaló en su homilía.
“Oh Señor, tú que ves en lo secreto y nos recompensas más allá de todas nuestras expectativas, escucha las oraciones de todos los que confían en ti, especialmente de los más humildes, de los más probados, de los que sufren y huyen bajo el estruendo de las armas. Devuelve la paz a nuestros corazones, da de nuevo tu paz a nuestros días. Amén”. Es la oración que elevó el Papa Francisco en su homilía – leída por el Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado Vaticano, en la Basílica de Santa Sabina de Roma – durante la Santa Misa con el rito de bendición e imposición de las Cenizas, con el cual se da inicio al Tiempo de Cuaresma y Jornada de oración y ayuno por la paz en Ucrania.
La sed de alcanzar una recompensa
Como cada año, la celebración del Miércoles de Ceniza en la Basílica de Santa Sabina de Roma estuvo precedida por una procesión penitencial, con el canto de las letanías de los Santos desde la cercana iglesia de San Anselmo. El Cardenal Secretario de Estado, Pietro Parolin presidió la celebración en lugar del Santo Padre, quien a causa de una gonalgia aguda, es decir, un dolor agudo en la rodilla, no pudo presidir la Eucaristía y continúa con el periodo de reposo prescrito por el médico. En su homilía, el Pontífice recordó que, “normalmente, en el Miércoles de Ceniza nuestra atención se centra en el compromiso que requiere el camino de fe, más que en la recompensa a la que conduce. Sin embargo, hoy el discurso de Jesús vuelve siempre a este término, la
“Hay en nosotros, en nuestro corazón, una sed, un deseo de alcanzar una recompensa, que nos atrae e impulsa todo lo que hacemos”
La recompensa del Padre y la de los hombres
En este sentido, el Papa Francisco señaló que se pueden distinguir dos tipos de recompensa a la que puede aspirar la vida de una persona; por un lado, está la recompensa del Padre y, por otro, la recompensa de los hombres. La primera es eterna, es la verdadera y definitiva recompensa, el propósito de la vida. La segunda, en cambio, es transitoria, es un disparate al que tendemos cuando la admiración de los hombres y el éxito mundano son lo más importante para nosotros, la mayor gratificación. Pero es una ilusión, es como un espejismo que, una vez alcanzado, nos deja con las manos vacías. Los que buscan la recompensa del mundo nunca encuentran la paz, ni saben tampoco cómo promoverla.
“Tienen la posibilidad de disfrutar de una recompensa infinita, una recompensa sin parangón: tengan cuidado, pues, de no dejarse deslumbrar por las apariencias, persiguiendo recompensas baratas, que se desvanecen en vuestras manos”
Una medicina para curar la enfermedad de la apariencia
Es por ello que, el rito de la ceniza, que recibimos sobre la cabeza, afirmó el Santo Padre, tiene por objeto salvarnos del error de anteponer la recompensa de los hombres a la recompensa del Padre. Este signo austero, que nos lleva a reflexionar sobre la caducidad de nuestra condición humana, es como una medicina amarga pero eficaz para curar la enfermedad de la apariencia. Es una enfermedad espiritual, que esclaviza a la persona, llevándola a depender de la admiración de los demás. Es una verdadera “esclavitud de los ojos y de la mente”, que lleva a vivir bajo el signo de la vanagloria, de modo que lo que cuenta no es la limpieza del corazón, sino la admiración de la gente; no la mirada de Dios sobre nosotros, sino cómo nos miran los demás. Y no se puede vivir bien contentándose con esta recompensa.
“El problema es que esta enfermedad de la apariencia socava incluso los ámbitos más sagrados.Y es sobre esto en lo que Jesús insiste hoy”
Atención a la carcoma de la autosatisfacción
Incluso la oración, la caridad y el ayuno, subrayó el Papa Francisco, pueden volverse autorreferenciales. En cada gesto, inclusive en el más bello, puede esconderse la carcoma de la autosatisfacción. Entonces el corazón no es completamente libre porque no busca el amor al Padre y a los hermanos, sino la aprobación humana, el aplauso de la gente, la propia gloria. Y todo puede convertirse en una especie de fingimiento ante Dios, ante uno mismo y ante los demás. Por eso la Palabra de Dios nos invita a mirar dentro de nosotros mismos, para ver nuestras hipocresías.
“Hagamos un diagnóstico de las apariencias que buscamos; tratemos de desenmascararlas. Nos hará bien”
La mundanidad es como el polvo
La ceniza, indicó el Pontífice, saca a la luz la nada que se esconde detrás de la búsqueda frenética de recompensas mundanas. Nos recuerdan que la mundanidad es como el polvo, que un poco de viento es suficiente para llevársela. Hermanas, hermanos, no estamos en este mundo para perseguir el viento; nuestros corazones tienen sed de eternidad. La Cuaresma es un tiempo que el Señor nos da para volver a la vida, para curarnos interiormente y caminar hacia la Pascua, hacia lo que permanece, hacia la recompensa del Padre. Es un camino de curación. No para cambiar todo de la noche a la mañana, sino para vivir cada día con un espíritu nuevo, con un estilo diferente. Este es el propósito de la oración, la caridad y el ayuno.
“Purificados por la ceniza cuaresmal, purificados de la hipocresía de las apariencias, recobran toda su fuerza y regeneran una relación viva con Dios, con los hermanos y consigo mismos”
Redescubramos el diálogo íntimo con el Señor
Es por ello, señaló el Papa Francisco, la oración humilde, hecha «en lo secreto», en el recogimiento de la propia habitación, se convierte en el secreto para hacer que la vida florezca hacia afuera. Es un cálido diálogo de afecto y confianza, que reconforta y abre el corazón. Especialmente en este período de Cuaresma, oremos mirando el Crucifijo: dejémonos invadir por la conmovedora ternura de Dios y pongamos en sus llagas nuestras heridas y las del mundo. No nos dejemos llevar por la prisa, estemos en silencio ante Él. Redescubramos la fecunda esencialidad del diálogo íntimo con el Señor. Porque a Dios no le gustan las cosas ostentosas, sino que le gusta dejarse encontrar en lo secreto. Es “el secreto del amor”, lejos de toda ostentación y de tonos llamativos.
“La caridad cuaresmal, purificada por la ceniza, nos devuelve a lo esencial, a la íntima alegría de dar. La limosna, hecha sin llamar la atención de los demás, da paz y esperanza al corazón”
El ayuno no es una dieta
Por último, el Santo Padre dijo que, el ayuno no es una dieta, sino que más bien nos libera de la autorreferencialidad de la búsqueda obsesiva de bienestar físico, para ayudarnos a mantener en forma no el cuerpo sino el espíritu. El ayuno nos reconduce a darle a las cosas su valor correcto. En concreto, nos recuerda que la vida no debe estar sujeta a la escena pasajera de este mundo. El ayuno no debe limitarse sólo a la comida; en Cuaresma debemos ayunar, sobre todo, de lo que nos hace dependientes; que cada uno reflexione sobre esto, para hacer un ayuno que realmente tenga un impacto en la vida concreta de cada uno.
“La oración, la caridad y el ayuno no son medicamentos sólo para nosotros, sino para todos; de hecho, pueden cambiar la historia. En primer lugar, porque quien experimenta sus efectos, casi sin darse cuenta, los transmite a los demás; y, sobre todo, porque la oración, la caridad y el ayuno son las principales vías que permiten a Dios intervenir en nuestras vidas y en la vida del mundo. Son las armas del espíritu, y es con ellas que, en esta jornada de oración y ayuno por Ucrania, imploramos a Dios esa paz que los hombres solos no pueden construir”.
El comienzo de la Cuaresma
Cuaresma. Miércoles de ceniza. Si busco a Dios, es el momento para caminar, para buscarlo, para encontrarlo y purificar mi corazón.
Miércoles de Ceniza
Hoy empezamos la Cuaresma a través de la imposición de las cenizas, un símbolo que es muy conocido para todos. La ceniza no es un símbolo de muerte que indica que ya no hay vida ni posibilidad de que la haya. Nosotros la vamos a imponer sobre nuestras cabezas pero no con un sentido negativo u oscuro de la vida, pues el cristiano debe ver su vida positivamente. La ceniza se convierte para nosotros al mismo tiempo en un motivo de esperanza y superación. La Cuaresma es un camino, y las cenizas sobre nuestras cabezas son el inicio de ese camino. El momento en el cual cada uno de nosotros empieza a entrar en su corazón y comienza a caminar hacia la Pascua, el encuentro pleno con Cristo.
Jesucristo nos habla en el Evangelio de algunas actitudes que podemos tener ante la vida y ante las cosas que hacemos. Cristo nos habla de cómo, cuando oramos, hacemos limosna, hacemos el bien o ayudamos a los demás, podríamos estar buscándonos a nosotros mismos, cuando lo que tendríamos que hacer es no buscarnos a nosotros mismos ni buscar lo que los hombres digan, sino entrar en nuestro interior: “Y allá tu Padre que ve en lo secreto te recompensará.”
Es Dios en nuestro corazón quien nos va a recompensar; no son los hombres, ni sus juicios, ni sus opiniones, ni lo que puedan o dejen de pensar respecto a nosotros; es Nuestro Padre que ve en lo secreto quien nos va a recompensar. Que difícil es esto para nosotros que vivimos en una sociedad en la cual la apariencia es lo que cuenta y la fama es lo que vale.
Cristo, cuando nosotros nos imponemos la ceniza en la cabeza nos dice: “Tengan cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los hombres; de lo contrario no tendrán recompensa con su Padre Celestial”. ¿Qué recompensa busco yo en la vida?
La Cuaresma es una pregunta que entra en nuestro corazón para cuestionarnos precisamente esto: ¿Estoy buscando a Dios, buscando la gloria humana, estoy buscando la comprensión de los demás? ¿A quién estoy buscando?
La señal de penitencia que es la ceniza en la cabeza, se convierte para nosotros en una pregunta: ¿A quién estamos buscando? Una pregunta que tenemos que atrevernos a hacer en este camino que son los días de preparación para la Pascua; la ceniza cae sobre nuestras cabezas, pero ¿cae sobre nuestro corazón?
Esta pregunta se convierte en un impulso, en un dinamismo, en un empuje para que nuestra vida se atreva a encontrarse a sí misma y empiece a dar valor a lo que vale, dar peso a lo que tiene.
Este es el tiempo, el momento de la salvación, nos decía San Pablo. Hoy empieza un período que termina en la Pascua: La Cuaresma, el día de salvación, el día en el cual nosotros vamos a buscar dentro de nuestro corazón y a preguntarnos ¿a quién estamos buscando?
Y la ceniza nos dice: quita todo y quédate con lo que vale, con lo fundamental; quédate con lo único que llena la vida de sentido. Tu Padre que ve en lo secreto, sólo Él te va a recompensar.
La Cuaresma es un camino que todo hombre y toda mujer tenemos que recorrer, no lo podemos eludir y de una forma u otra lo tenemos que caminar. Tenemos que aprender a entrar en nuestro corazón, purificarlo y cuestionarnos sobre a quién estamos buscando.
Este es le sentido de la ceniza en la cabeza; no es un rito mágico, una costumbre o una tradición. ¿De qué nos serviría manchar nuestra frente de negro si nuestro corazón no se preguntara si realmente a quien estamos buscando es a Dios? Si busco a Dios, esta Cuaresma es el momento para caminar, para buscarlo, para encontrarlo y purificar nuestro corazón.
El camino de Cuaresma va a ser purificar el corazón, quitar de él todo lo que nos aparta de Dios, todo aquello que nos hace más incomprensivos con los demás, quitar todos nuestros miedos y todas las raíces que nos impiden apegarnos a Dios y que nos hacen apegarnos a nosotros mismos. ¿Estamos dispuestos a purificar y cuestionar nuestro corazón? ¿Estamos dispuestos a encontrarnos con Nuestro Padre en nuestro interior?
Este es el significado del rito que vamos hacer dentro de unos momentos: purificar el corazón, dar valor a lo que vale y entrar dentro de nosotros mismos. Si así lo hacemos, entonces la Cuaresma que empezaremos hoy de una forma solemne, tan solemne como es el hecho de que hoy guardamos ayuno y abstinencia (para que el hambre física nos recuerde la importancia del hambre de Dios), se convertirá verdaderamente en un camino hacia Dios.
Este ha de ser el dinamismo que nos haga caminar durante la Cuaresma: hacer de las mortificaciones propias de la Cuaresma como son lo ayunos, las vigilias y demás sacrificios que podamos hacer, un recuerdo de lo que tiene que tener la persona humana, no es simplemente un hambre física sino el hambre de Dios en nuestros corazones, la sed de la vida de Dios que tiene que haber en nuestra alma, la búsqueda de Dios que tiene haber en cada instante de nuestra alma.
Que éste sea el fin de nuestro camino: tener hambre de Dios, buscarlo en lo profundo de nosotros mismos con gran sencillez. Y que al mismo tiempo, esa búsqueda y esa interiorización, se conviertan en una purificación de nuestra vida, de nuestro criterio y de nuestros comportamientos así como en un sano cuestionamiento de nuestra existencia. Permitamos que la Cuaresma entre en nuestra vida, que la ceniza llegue a nuestro corazón y que la penitencia transforme nuestras almas en almas auténticamente dispuestas a encontrarse con el Señor.
La Justicia Social
La sociedad asegura la justicia social procurando las condiciones que permitan a las asociaciones y a los individuos obtener lo que les es debido.
Por: Catecismo de la Iglesia Católica | Fuente:
1943 La sociedad asegura la justicia social procurando las condiciones que permitan a las asociaciones y a los individuos obtener lo que les es debido.
1944 El respeto de la persona humana considera al prójimo como ‘otro yo’. Supone el respeto de los derechos fundamentales que se derivan de la dignidad intrínseca de la persona.
1945 La igualdad entre los hombres se vincula a la dignidad de la persona y a los derechos que de ésta se derivan.
1946 Las diferencias entre las personas obedecen al plan de Dios que quiere que nos necesitemos los unos a los otros. Esas diferencias deben alentar la caridad.
1947 La igual dignidad de las personas humanas exige el esfuerzo para reducir las excesivas desigualdades sociales y económicas. Impulsa a la desaparición de las desigualdades inicuas.
1948 La solidaridad es una virtud eminentemente cristiana. Es ejercicio de comunicación de los bienes espirituales aún más que comunicación de bienes materiales.
1. Sonia: Amar ¿ está en mi mano ?
¿Es posible enamorarse por voluntad y decisión o es imposible?
1.- SONIA
AMAR: ¿ESTÁ EN MI MANO?
1. Padre:
Aprovecho la presente, para hacerle una pregunta que desde hace un tiempo está dando vueltas en mi cabeza: ¿Es posible enamorarse por voluntad y decisión o es imposible, siendo el único camino para el enamoramiento la espontánea y casi natural inclinación del corazón por alguien? Es decir, ¿Se puede un hombre proponer a amar a una mujer o viceversa? De mi parte a veces pienso que sí y otras que no…
¿Será que el mundo actual es tan sensiblero y hedonista? No sé. Se lo pregunto por algo que me está pasando a mí misma y me hace dudar dolorosamente. A mí me está ocurriendo que a mis treinta y un años siento más con la cabeza y mi corazón está más ecuánime.
Pues le cuento que yo tengo un enamorado maravilloso, un hombre muy bueno que me quiere mucho y ese amor suyo me ha dejado atónita hasta el punto de dudar si lo que yo siento por él es lo mismo… me aterra pensar que no pueda corresponder a ese amor grande, pues es todo lo que yo siempre soñé y pedí al Señor que me diera. Lo quiero muchísimo pero me preocupa no sentir por el ese apasionamiento del latir del corazón sino mas bien un amor tranquilo, sereno, conforme… y esto me llevó a creer si acaso realmente lo amaba.
Sin embargo, yo deseo corresponderle y serle fiel y casarme con él, tal como lo soñamos… Mas, como le decía no soy la adolescente que antes amaba con furor a sus amores imposibles… y no ser así me ha dado preocupación, pero como le digo, deseo seguir con él adelante porque mi corazón me dice que él es la persona indicada y soy feliz.
Me encantará muchísimo recibir su respuesta, mil Gracias, Padre.
Sonia
Primera parte de mi respuesta
Muy estimada Sonia:
Paso a contestar tu pregunta sobre si el amor entre varón y mujer puede ser una decisión de la voluntad. Entiendo que me preguntas si uno podría enamorarse de cualquiera, del que uno quisiera o decidiera enamorarse. Quizás, como en tu caso, de alguien que lo ama a uno, y por el que uno no se siente apasionadamente enamorado, o duda de estar enamorado con amor verdadero, porque tiene sentimientos distintos a los que sentía siendo más joven.
Primero te contesto con una visión global del hecho del amor humano
El amor «debe» ser una decisión de la voluntad, pero no puede ser solamente de la voluntad. ¿Por qué? Primero porque el ser humano no consta solamente de voluntad y segundo, porque a consecuencias del pecado original, la razón y la voluntad no tienen el dominio de toda la persona.
Me sigo explicando: El ser humano es un ser complejo, compuesto de cuerpo y alma De ahí que sus operaciones o acciones son también complejas. El amor humano también es una operación de todo el ser humano: de su alma o su espíritu, donde reside la voluntad, pero también de sus apetitos sensibles, pasionales e instintivos. Claro está que son la razón y la voluntad las que deben regirlos a todos los demás, por ser las potencias o facultades espirituales y más elevadas. Por eso, podemos decir que amar es un acto principalmente de la inteligencia y la voluntad, pero no solamente de ellos.
A esta consideración es necesario agregar otra. Y es que, a consecuencia del pecado original, el poder de la razón y de la voluntad sobre los apetitos sensibles se ve disminuido y a veces hasta anulado, de modo que la atracción hacia el otro puede convertirse en un impulso predominante o puramente sensible, (sentimental), o predominantemente pasional e interesado (lujuria, avaricia, promoción social) y hasta violento e instintivo con anulación de la razón (como en el violador compulsivo).
Así que, enamorarse por voluntad o por una pura decisión voluntaria, «debería» ser posible si la creatura humana hubiera conservado el dominio de sus facultades espirituales sobre las sensibles que tenía antes del pecado original, en el estado de inocencia.
Pero puesto que por el pecado original el ser humano ha perdido ese dominio, el amor se ha convertido en un lugar de conflicto entre sus facultades o potencias espirituales y sus facultades o potencias sensibles.
Y eso, no solamente en el momento de enamorarse, sino durante toda la vida en común de los enamorados, hasta que la muerte los separe. Por eso, dice San Pablo con entera verdad, que los que se casan “sufrirán tribulación en la carne” (1ª Corintios 7, 28). Con el pecado original los deseos ya no obedecen a la razón, y sobreviene lo que se llama concupiscencia, o desorden de las pasiones, que las potencias espirituales no podrían dominar por sí solas, si no fuera con el auxilio de Dios y de su gracia. Por lo que Dios primero dio la Ley de Moisés y luego instituyó un sacramento de sanación, gracia y santificación: el matrimonio. Este sacramento auxilia en las tribulaciones de la carne, pero no las anula, ni las ahorra.
Vuelvo pues a tu pregunta y sigo matizando la respuesta. Es posible enamorarse del que uno decida querer, por la voluntad y pura decisión, en la medida en que la gracia sana la naturaleza herida por el pecado original y le devuelve a las potencias espirituales, el dominio sobre las potencias sensibles. Es decir, en la medida en que la sanación por la gracia devuelve a un ser humano el dominio de sus potencias por su razón y su voluntad sanadas.
Amarse es amistad recíproca. Para amarse se necesita que se amen los dos.
Pero avancemos ahora un paso más. El amor entre varón y mujer, por ser un amor de amistad supone que se amen los dos. Es decir que los dos tomen la decisión de amarse. Para eso sería necesario que los dos estuvieran tan sanados por la gracia, que su razón y voluntad pudieran hacer un acuerdo perfecto, dominando todo el ámbito de los afectos, sentimientos etc.
Aquí se ve que tu pregunta, por referirse a una sola de las partes, parece estar suponiendo que la otra parte ya ama. La pregunta sería sobre si es posible corresponder al amor del otro por uno, por pura voluntad o decisión. ¿Puede una mujer decidir enamorarse del hombre que la ama, sin tener mayores sentimientos hacia él, por pura voluntad o decisión?
Comentario de Jorge
En mi experiencia personal sí es posible enamorarse y aún más amar a una persona por la voluntad. No olvidemos que el acto de amar es un acto de voluntad y de realizar el esfuerzo de andar en la Gracia del Señor. Me enamoré de mi esposa y la amo por propia voluntad, pero dentro de este amor quiero que ella sea feliz.
Segunda parte de mi respuesta
Sonia:
Ahora voy a repetirte la respuesta que te adelanté globalmente en la entrada anterior, pero procediendo esta vez por pasos
Tu pregunta era, en resumen, ésta: ¿Es posible enamorarse por voluntad y decisión o es imposible, siendo el único camino para el enamoramiento la espontánea y casi natural inclinación del corazón por alguien?
1º) Por ser el ser humano una creatura compuesta: «espiritual-sensible-instintiva», los actos de la potencia espiritual que es la voluntad, tendrán resonancias en las demás esferas: sensible, afectiva, pasional. Por su naturaleza, las resonancias en el dominio sensible, son más «ruidosas» o «perceptibles» que el deseo o decisión espiritual de la voluntad.
2º) Pero, a consecuencia del pecado original, sucede que el hombre es movido a menudo «involuntariamente», al margen de su voluntad, o aún en contra de ella.
Es movido ¿por quién? por los afectos, los sentimientos, las pasiones. A consecuencia del pecado original, éstas quedaron independizadas del gobierno de la razón. Y así puede suceder, por ejemplo, que alguien no sienta afectos de amor hacia el que lo ama. Que no sea bastante motivo para moverse a amar al otro, el hecho de que el otro lo ame.
El motivo de que se presente el drama del amor no correspondido es que, a consecuencia del pecado original, alguien puede sentirse incapaz de amar “por pura voluntad o por decisión” (como dices tú, Sonia) al que ve que lo ama.
3º) La voluntad, que es la potencia amorosa, por la que nos movemos hacia el bien conocido por la razón y la inteligencia, es ciega. Ella se mueve por el bien que la inteligencia y la razón conocen como bien y le presentan como bien. Por eso el diosecillo griego del amor que llaman Cupido, es representado como un niño con los ojos vendados y con un arco y flecha en la mano: un niño, sin razón madura, caprichoso, y que arroja sus flechas a ciegas.
Una de las consecuencias del pecado original, es una herida su inteligencia: la ignorancia. Y por eso, una voluntad guiada por una razón ignorante, puede abrazarse a lo que las pasiones o los instintos le presentan como un bien, siendo que de hecho son un mal. En ese caso, la voluntad no hace culpable al hombre cuando él sigue las indicaciones que le da su inteligencia ignorante y hace el mal que su inteligencia le presenta como bueno.
Si al varón le dicen que debe fornicar y que no es hombre si no fornica, y si ese hombre no conoce la ley de Dios que prohíbe fornicar, cuando hace lo que dicen los hombres sigue con su voluntad lo que le presentan como bueno. Por eso era necesario que el Señor promulgara la Ley, porque la razón humana ya no distinguía entre bien y mal.
Así que viniendo a tu pregunta. Sería posible amar con la sola voluntad al que nos ama
1.- Si el alma fuera sanada por la gracia e instalada en el orden de: a) una inteligencia sanada de la ignorancia. ¿Cómo? Gracias, 1º) a la revelación divina; 2º) a la fe y 3º) a la instrucción religiosa ortodoxa, 4º) a una cultura familiar y social que se lo enseñe, facilite y apruebe.
b) una voluntad sanada de su malicia
c) una sensibilidad ordenada por la templanza y la fortaleza.
Dicho cortito: En la medida en que la inteligencia y la voluntad tengan dominio sobre la sensibilidad, las pasiones y los deseos instintivos, es posible amar por pura voluntad. En la medida en que pase al revés, las pasiones pueden más que la voluntad. Eso es lo que procuro dar a conocer en este Blog del Buen Amor. Por eso, agradezco tu pregunta que me permite exponerla.
Bueno, vienen a buscarme y tengo que abandonar para seguir en otro momento, porque el tema da para mucho. Y para responder bien tu pregunta hay que tener en cuenta muchas cosas acerca de la verdad del corazón humano, creado, caído, salvado por la gracia.
Tercera y última parte de mi respuesta
Sonia, sigo tratando del tema que me planteaste con tu pregunta…
Ayudará a entender el hecho considerar lo que pasa con los jóvenes. Resulta que la edad en que los jóvenes se ennovian es precisamente la edad de las pasiones, en que éstas, especialmente las amorosas y sexuales, son muy fuertes y compiten con la razón por el dominio de la voluntad.
Los jóvenes en este caso, evidentemente, están muy influidos por la pasión en su elección amorosa. Podrían elegir con la voluntad en edad más avanzada, pero entonces se ha perdido capacidad dialogal y para adaptarse al otro. Se ha perdido precisamente la vitalidad y la fuerza que dan las pasiones. Los seres humanos se han hecho más razonadores, pero no siempre por virtud, sino por desengaños o malas experiencias.
Lo ideal sería aunar el vigor de las certezas de la razón con la fuerza de las pasiones y de los sentimientos, y la inteligencia dirigiéndolo todo, iluminada por el conocimiento del Bien (Dios) y la voluntad orientada hacia Él.
Eso no sucede debido al pecado original.
Creo que la cultura católica, inspirada por las virtudes teologales, cuando ella regía la cultura social y política, iniciaba desde niños a la cultura de las pasiones dominadas y gobernadas por el amor a Dios. Educaba personas para el matrimonio, desde niños .
A los varones les enseñaba especialmente a dominar su ira y su tristeza, así como el impulso a la voracidad, por amor a Dios y respeto a sus padres a sus hermanas, a los suyos. A las niñas les enseñaba a hacerse libres frente a sus caprichos, capaces de renunciar a su propia voluntad, por amor a Dios, a los suyos, a los más débiles. Así se preparaban desde niños para el dominio de las pasiones instintivas (más bien los varones) y las pasiones del alma (más bien las niñas). Y a gobernarse por la razón y por el buen amor, a Dios y a los demás, jerarquizado en ese «los demás» con el orden cristiano.
Tal como están las cosas en el orden (es más bien desorden) de la naturaleza caída, elevada por la gracia y sanada por Cristo en los sacramentos, es muy difícil «enamorarse por voluntad y decisión», pero no imposible. Creo que aquí, como en lo del celibato o virginidad por el Reino de los Cielos, vale lo que dice Jesús: «el que pueda entender que entienda».
En la vida de Santo Tomás Moro se lee que hizo una elección muy racional de la que sería su esposa y la madre de sus hijos.
Hace unas semanas subí al blog el video de María Cecilia y Salvador, porque demuestra cuánto puede superar en la tolerancia de los defectos físicos en el otro, la voluntad de construir algo juntos y de perpetuarse en los hijos.
Las culturas de los pueblos demuestran también que en muchas, no eran ni los sentimientos, ni la decisión personal la que determinaba el casamiento, sino la voluntad de los padres, de la familia. Y eso no era obstáculo para que interiorizando los imperativos del interés familiar o social, los esposos compartieran un fin común y de ese modo creciera entre ellos el afecto y la amistad que hace fieles.
En una entrada del 31 de diciembre de 2008 subí a este Blog del Buen Amor, una página de una web judía que expone su punto de vista sobre el amor humano:
Allí leemos: “El verdadero amor, no consiste en que dos personas se sientan atraídos el uno hacia el otro por algo exterior que los junta. Hay verdadero amor cuando se sienten más bien atraídos por la esencia del otro. Ellos se identifican el uno con el otro y, en consecuencia, sus propias naturalezas hacen que su amor mutuo sea inevitablemente verdadero y perdurable” .
El tema da para largo… y pienso seguir tratándolo, pero ya no por mi cuenta, sino a la luz de un libro que ha tratado el tema en forma muy profunda e interesante . Bueno, me empieza a pesar mucho el sueño. Que el Señor la bendiga mucho.
Comentario de Jorge
Excelente post, muchos pensamos que el amor es solo romanticismo, pero el amor maduro va más allá, y para eso requiere prepararse.
La respuesta final de Sonia
Por viajes y otras distintas ocupaciones, Sonia recién se enteró meses después de nuestra respuesta a su pregunta. Le impresionó especialmente la intervención de Mariana (ver el próximo testimonio). Sonia nos hizo llegar este eco final.
¡Padre, me dio mucha alegría ver mi pregunta en el blog!,
De hecho como no encontraba mi nombre no sabía dónde estaba; ahora sé que yo era «Sonia» y bueno, leí todo y como siempre su respuesta me volvió a dar luces y a confirmar lo que ahora siento por él.
Más aún, me llenó de alegría y gratitud el testimonio de Mariana… ¡sinceramente qué alegría! pues pensé que sólo a mí me pasaba y hasta en algún momento creí que era una cosa extraña lo que sentía, sin precedentes… y mire usted, luego cuando me respondió sentí tranquilidad, paz, seguridad.
A estas alturas, le cuento, que me siento felizmente enamorada, muy segura de Manuel y sé -me lo dice la realidad por todos los lados- que es el amor de mi vida. Incluso, en Una historia de Amor de Felicita lo leí… José le describía su amor como algo tranquilo, suave sin aspavientos. (Un poco me recuerda a la llegada del Espíritu Santo, sin rayos ni relámpagos como uno se le esperaba).
Amo a Manuel más allá de lo que yo misma creía y todo lo ha hecho Dios. Ese doloroso tiempo de dudas, que jamás antes había sentido porque jamás antes me había enamorado, pasó poco tiempo después de lo que usted me dijo, en su respuesta.
¡Ahora puedo confirmar que Mariana tiene mucha razón!… y yo, así como ella de su esposo, me enamoro cada vez más de Manuel. ¡Por favor, le da usted muchas gracias de mi parte! Dígale que estoy muy feliz. Iba a escribir un comentario al pie de su testimonio pero pensé que tal vez saldría mi verdadero nombre y me abstuve.
Gracias Padre, por ayudarme tanto.
Manuel estuvo aquí en agosto, no recuerdo si le conté mi historia de amor, y nos pensamos casar pero por motivos circunstanciales todavía el año que viene por lo que le ruego que me ayude a rezar para que todo salga bien. Ahora, estoy haciendo los trámites para viajar al país donde vive él y conocer a su familia.
Conocí a Manuel el siete de febrero de este año. Recibí un correo electrónico suyo donde me contaba que me había visto participar en el foro de solteros de «Catholic.net»… de ahí en adelante conversamos mucho por este medio hasta que vio posible venir a verme en Semana Santa, para vernos y así fue. Luego, debí ir yo en julio pero no pude pero él sí pudo venir por segunda vez y por más tiempo en agosto. Ahora yo antes de fin de año debo ir al país y a la ciudad donde él vive. Es un hombre maravilloso, todo lo que soñé, su aparición en mi vida fue providencial. Lo que sí cuesta mucho… y eso lo vemos pacientemente como una prueba también, es la distancia… y queremos superarla prontamente.
Bueno Padre, lamento haberme extendido. Le doy muchas Gracias por estar siempre ahí, Dios lo bendiga y que todo le salga bien en Paraguay y luego en Argentina.
Catalina Drexel, santa luchadora contra la discriminación racial
Una pionera que renunció a una gran fortuna para defender la justicia en Estados Unidos
Nació en Filadelfia, Pennsylvania, Estados Unidos, el 26 de noviembre de 1858. Era la segunda hija de un filántropo, el conocido financiero Francis Anthony Drexel. Perdió a su madre Hannah Jane Langstroth al mes de nacer.
Francis contrajo nuevo matrimonio con Emma Bouvier, y ambos educaron a las niñas –dos del primer matrimonio del banquero– para que compartiesen sus posesiones, inculcándoles la idea de que sus cuantiosos bienes eran un simple préstamo que habían recibido.
Catalina llevó a rajatabla esta enseñanza.
Un ambiente familiar excepcional
En su casa se abrían las puertas constantemente a los necesitados. Además, su padre ejercía un mecenazgo sobre ellos con el cariz evangélico del anonimato: dar sin que nadie lo sepa.
En ese amplio abanico de receptores, el Sr. Drexel incluía a los sacerdotes que ejercían su admirable labor pastoral entre los desfavorecidos.
Junto a estas acciones caritativas, oraban y asistían a misa comunitariamente. Las tres hermanas recibieron una espléndida formación.
La gran visión de Emma propició la inclusión de otras enseñanzas útiles y prácticas para la vida cotidiana de las jóvenes: confección y cocina, complementarias al eficaz aprendizaje que les proporcionaba la labor asistencial que llevaban a cabo.
De este modo se acostumbraron a apreciar el valor del esfuerzo y a ser agradecidas por lo que tenían, entre otras virtudes que adquirieron como la sencillez y la humildad.
Durante unos años, la familia gozó de la situación ventajosa que tenía, viajando en completa armonía por distintos países de Europa que abrieron los ojos de Catalina a un mundo nuevo, desconocido, lleno de rica tradición espiritual en su cultura.
Dificultades convertidas en lecciones
Cuando tenía 21 años, ese paradisíaco hogar se quebró por la súbita enfermedad de Emma.
Y durante tres años ella se convirtió en su ángel custodio. La cubrió de atenciones con exquisita ternura, y constató las crudas aristas del dolor.
Ningún bien de este mundo pudo devolverle la salud y la vida a Emma. Catalina entendió de golpe, y de manera definitiva, la futilidad de las riquezas.
En enero de 1883 Emma fallecía, y en noviembre de ese año el resto de la familia fue a Venecia.
Allí una imagen de María en la Basílica de San Marcos se hizo notar para Catalina recordándole el gratis data evangélico. Quedaba marcado su acontecer.
Dos años más tarde moría su padre y heredaba una gran fortuna. Pero quedó destrozada, y buscando otros aires viajó a Europa nuevamente.
Ardiente misionera
Poco antes había recorrido con su familia el oeste de los Estados Unidos y estaba impactada por las carencias que detectó.
En Alemania buscó misioneros para paliarlas, y desde allí se trasladó a Roma con la misma idea.
En la audiencia mantenida con León XIII, esta laica solicitó que le enviara personas entregadas para las misiones que financiaba.
El Papa hizo notar que ella misma podía ser misionera, una propuesta que Catalina acogió con visible sorpresa ya que no había pensando en esa opción vital.
Conoció a los indios americanos y a los afro-americanos viendo in situ las pésimas condiciones de vida.
Y en 1887 estableció la escuela St. Catherine Indian School en Santa Fe, Nuevo México.
Trece nuevos centros fundados en cuatro años dan idea de su ardor apostólico.
En su ánimo pesaba desde hacía mucho tiempo su anhelo de ser religiosa, aunque su director espiritual, el obispo James O’Connor no lo tenía tan claro. Pensaba más en las dificultades que le esperaban y le sugirió orar.
Catalina Drexel fundadora
Como en 1888 seguía experimentando el anhelo de consagrarse, el prelado la animó a fundar una Institución, hasta entonces desconocida, que tuviera entre sus fines la asistencia de indios y negros.
«La responsabilidad de semejante llamada me abruma, porque soy infinitamente pobre en las virtudes necesarias«, dijo ella humildemente. Pero el 19 de marzo, bajo el amparo de san José, dio el paso.
A pesar de los recelos de muchos que la querían (y estaban seguros de que la chica de sociedad nunca podría sobrevivir a una vida de pobreza, castidad y obediencia), Catalina renunció a su millonaria fortuna y fundó una orden religiosa para el servicio de los negros e indígenas.
La Madre Catalina pasó el resto de su vida viajando por el país y estableciendo conventos y escuelas para servir a las personas que amaba.