Si hay auténtico Amor, no hay ni primero ni segundo, sólo hay un Matrimonio, una Familia Cristiana, una escuela de Amor, una escuela de servicio. El apóstol San Pablo llega a comparar, como un “gran misterio”, esta estimación total. «Cristo es el Cabo y Salvador de la Iglesia, que es como su cuerpo». Como una sola familia, y uno solo el Amor recíproco, de Cristo y su Iglesia.
El Evangelio que les voy a proclamar es como el epílogo final del capítulo sexto de Juan, el Pan de Vida. Encontramos a Jesús en la ciudad de Cafarnaún en la orilla del lago de Tiberíades en la región de Galilea. Jesús en medio del gentío pide a todos sus seguidores, (Apóstoles, Hombres y Mujeres, Maestros de la Ley y Curiosos), su fidelidad total a Él. Pero sus Palabras, que son Espíritu, y son Pan de Vida, y que es Don del Padre de reconocer a Jesús como Señor, abocan a muchos discípulos a una situación de crisis, de abandono.
Encuentran incomprensible su lenguaje de exigencia personal. Seguían al Maestro exteriormente, pero no habían llegado a admitirlo interiormente. Jesús muy consciente de la grave situación interroga a los propios Apóstoles con una pregunta decisiva, trascendental y crucial: “¿Vosotros también queréis dejarme?” Ahora toca a todos decidirnos, escoger, elegir con libertad, ¡se trata del todo o nada! Simón Pedro toma la Palabra en nombre de toda la Iglesia de ayer, hoy y siempre, y hace su sincera, humilde y confiada profesión de FE con Palabras del Pescador: “Señor, ¿a quién iríamos? Sólo TU tienes palabras de vida eterna, y nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios”. Palabras simples que manifiestan una gran confesión de Fe. Ser seguidor de Jesús hoy, supone mantener firmemente sus propios criterios ante la general incomprensión e incluso ante el desprecio activo social.
*Antigua Alianza del pueblo de Israel en Siquem.
*Alianza de amor Matrimonial.
*Finalmente la nueva Alianza de San Pedro y la Iglesia en Cafarnaún.
Queridas Hermanas. Las lecturas de hoy nos traen y nos han preparado el camino hacia la Eucaristía, la gran acción de gracias que estamos celebrando. Participamos pues activamente de la Mesa del Pan de Vida que es comer su Cuerpo y beber su Sangre, prenda y esperanza, de vida eterna hacia la que todos tendemos. Que Jesús- Sacramentado sea nuestra fuerza, nuestra generosidad y nuestro Amor Liberador. Amén.
“Jesucristo fue pobre en su nacimiento, más pobre durante su vida terrena y extremadamente pobre en la Cruz” (San Bernardo)
Puede parecer más natural o más fácil buscar en otro sitio el sentido de nuestra vida, en certezas aparentemente más sólidas, más inmediatas o que creemos que dependen únicamente de nosotros mismos. Pero, en realidad, es una ilusión, todos conocemos las limitaciones y la fragilidad de las cosas humanas. Es mejor confiarse en Dios, que ha escogido la finitud para manifestar el infinito, que ha escogido las palabras de un hombre para manifestar su Palabra.
No hay necesidad de esfuerzos sobre humanos por comprender las cosas del cielo. Quien desee conocer a Dios debe conocer a su Hijo. Quien quiera comprender el misterio de Dios, basta con leer el Evangelio. Quien se deja atraer por el Evangelio se deja atraer por Dios y recibe un alimento que no muere; un amor que no traiciona, sino que dura eternamente y es capaz de transmitirnos la vida que dura para siempre.
Alimentarse de Cristo significa saber acogerlo en la propia vida y dejar que su Palabra se convierta en la energía que alimenta nuestras acciones, los pensamientos y las palabras y dirige toda la voluntad hacia la voluntad de Aquel que quiere que seamos como Él en todas las cosas, que seamos verdaderamente santos.
En Jesús la vida encuentra la satisfacción de sus necesidades, porque Él es la respuesta a lo que se encuentra en el fondo de toda búsqueda. Jesús es el auténtico pan de vida, y no lo mandó del desierto. La diferencia entre ambos se encuentra en sus consecuencias, la muerte o la vida.
QUERIDAS, el pan ofrecido en el desierto en Elías, agotado por la fatiga y deprimido por el deseo de muerte, se convierte para nosotros en un símbolo del “pan de vida” que es Jesús. El agua ofrecida junto con el pan se convierte para nosotros en un símbolo del don de la vida eterna, del don del Espíritu Santo. Como Elías, caminamos hacia la montaña de Dios, el Horeb de la presencia del Padre que nos espera a todos por la comunión eterna con Él. Y NOS DICE JESUS DEJAD QUE LOS NIÑOS VENGAN A MI NO SE LO IMPIDAIS, DE LOS QUE SON COMO ELLOS ES EL REINO DE DIOS. OS ASEGURO QUE EL QUE NO ACEPTE EL REINO DE DIOS COMO UN NIÑO, NO ENTRARA EN EL.
Alejandro de Alejandría, Santo
Patriarca de Alejandría, 26 de febrero
Martirologio Romano: Conmemoración de san Alejandro, obispo, anciano célebre por el celo de su fe, que fue elegido para la sede alejandrina como sucesor de san Pedro y rechazó la nefasta herejía de su presbítero Arrio, que se había apartado de la comunión de la Iglesia. Junto con trescientos dieciocho Padres participó en el primer Concilio de Nicea, que condenó tal error († 326)
Etimológicamente: Alejandro = Aquel que protege a los hombres. Viene de la lengua griega.
Breve Biografía
San Alejandro, patriarca de Alejandría, tiene una especial significación en la historia de la Iglesia a principios del siglo IV, por haber sido el primero en descubrir y condenar la herejía de Arrio y haber iniciado la campaña contra esta herejía, que tanto preocupó a la Iglesia durante aquel siglo. A él cabe también la gloria de haber formado y asociado en el gobierno de la Iglesia alejandrina a San Atanasio, preparándose de este modo un digno sucesor, que debía ser el portavoz de la ortodoxia católica en las luchas contra el arrianismo.
Nacido Alejandro hacia el año 250, ya durante el gobierno de Pedro de Alejandría se distinguió de un modo especial en aquella Iglesia. Los pocos datos que poseemos sobre sus primeras actividades nos han sido transmitidos por los historiadores Sócrates, Sozomeno y Teodoreto de Ciro, a los que debemos añadir la interesante información de San Atanasio. Así, pues, en general, podemos afirmar que las fuentes son relativamente seguras.
El primer rasgo de su vida, en el que convienen todos los historiadores, nos lo presenta como un hombre de carácter dulce y afable, lleno siempre de un entrañable amor y caridad para con sus hermanos y en particular para con los pobres. Esta caridad, unida con un espíritu de conciliaci6n, tan conforme con los rasgos característicos de la primitiva Iglesia, proyectan una luz muy especial sobre la figura de San Alejandro de Alejandría, que conviene tener muy presente en medio de las persistentes luchas que tuvo que mantener más tarde contra la herejía; pues, viéndolo envuelto en las más duras batallas contra el arrianismo, pudiera creerse que era de carácter belicoso, intransigente y acometedor. En realidad, San Alejandro era, por inclinación natural, todo lo contrario; pero poseía juntamente una profunda estima y un claro conocimiento de la verdadera ortodoxia, unidos con un abrasado celo por la gloria de Dios y la defensa de la Iglesia, lo cual lo obligaba a sobreponerse constantemente a su carácter afable, bondadoso y caritativo, y a emprender las más duras batallas contra la herejía.
De este espíritu de caridad y conciliación, que constituyen la base fundamental de su carácter, dio bien pronto claras pruebas en su primer encuentro con Arrio. Este comenzó a manifestar su espíritu inquieto y rebelde, afiliándose al partido de los melecianos, constituido por los partidarios del obispo Melecio de Lycópolis, que mantenía un verdadero cisma frente al legítimo obispo Pedro de Alejandría. Por este motivo Arrio había sido arrojado por su obispo de la diócesis de Alejandría. Alejandro, pues, se interpuso con todo el peso de su autoridad y prestigio, y obtuvo, no sólo su readmisión en la diócesis, sino su ordenación sacerdotal por Aquillas, sucesor de Pedro en la sede de Alejandría.
Muerto, pues, prematuramente Aquillas el año 313, sucedióle el mismo Alejandro, y por cierto son curiosas algunas circunstancias que sobre esta elección nos transmiten sus biógrafos. Filostorgo asegura que Arrio, al frente entonces de la iglesia de Baucalis, apoyó decididamente esta elección, lo cual se hace muy verosímil si tenemos presente la conducta observada con él por Alejandro. Mas, por otra parte, Teodoreto atestigua que Arrio había presentado su propia candidatura a Alejandría frente a Alejandro, y que, precisamente por haber sido éste preferido, concibió desde entonces contra él una verdadera aversión y una marcada enemistad.
Sea de eso lo que se quiera, Arrio mantuvo durante los primeros años las más cordiales relaciones con su obispo, el nuevo patriarca de Alejandría, San Alejandro. Este desarrolló entre tanto una intensa labor apostólica y caritativa en consonancia con sus inclinaciones naturales y con su carácter afable y bondadoso. Uno de los rasgos que hacen resaltar los historiadores en esta etapa de su vida, es su predilección por los cristianos que se retiraban del mundo y se entregaban al servicio de Dios en la soledad. Precisamente en este tiempo comenzaban a poblarse los desiertos de Egipto de aquellos anacoretas que, siguiendo los ejemplos de San Pablo, primer ermitaño, de San Antonio y otros maestros de la vida solitaria, daban el más sublime ejemplo de la perfecta entrega y consagración a Dios. Estimando, pues, en su justo valor la virtud de algunos entre ellos, púsoles al frente de algunas iglesias, y atestiguan sus biógrafos que fue feliz en la elección de estos prelados.
Por otra parte se refiere que hizo levantar la iglesia dedicada a San Teonás, que fue la más grandiosa de las construidas hasta entonces en Alejandría. Al mismo tiempo consiguió mantener la paz y tranquilidad de las iglesias del Egipto, a pesar de la oposición que ofrecieron algunos en la cuestión sobre el día de la celebración de la Pascua y, sobre todo, de las dificultades promovidas por los melecianos, que persistían en el cisma, negando la obediencia al obispo legítimo. Pero lo más digno de notarse es su intervención en la cuestión ocasionada por Atanasio en sus primeros años. En efecto, niño todavía, había procedido Atanasio a bautizar a algunos de sus camaradas, dando origen a la discusión sobre la validez de este bautismo. San Alejandro resolvió favorablemente la controversia, constituyéndose desde entonces en protector y promoviendo la esmerada formación de aquel niño, que debía ser su sucesor y el paladín de la causa católica.
Pero la verdadera significación de San Alejandro de Alejandría fue su acertada intervención en todo el asunto de Arrio y del arrianismo, y su decidida defensa de la ortodoxia católica. En efecto, ya antes del año 318, comenzó a manifestar Arrio una marcada oposición al patriarca Alejandro de Alejandría. Esta se vio de un modo especial en la doctrina, pues mientras Alejandro insistía claramente en la divinidad del Hijo y su igualdad perfecta con el Padre, Arrio comenzó a esparcir la doctrina de que no existe más que un solo Dios, que es el Padre, eterno, perfectísimo e inmutable, y, por consiguiente, el Hijo o el Verbo no es eterno, sino que tiene principio, ni es de la misma naturaleza del Padre, sino pura criatura. La tendencia general era rebajar la significación del Verbo, al que se concebía como inferior y subordinado al Padre. Es lo que se designaba como subordinacianismo, verdadero racionalismo, que trataba de evitar el misterio de la Trinidad y de la distinción de personas divinas. Mas, por otra parte, como los racionalistas modernos, para evitar el escándalo de los simples fieles, ponderaban las excelencias del Verbo, si bien éstas no lo elevaban más allá del nivel de pura criatura.
En un principio, Atrio esparció estas ideas con la mayor reserva y solamente entre los círculos más íntimos. Mas como encontrara buena acogida en muchos elementos procedentes del paganismo, acostumbrados a la idea del Dios supremo y los dioses subordinados, e incluso en algunos círculos cristianos, a quienes les parecía la mejor manera de impugnar el mayor enemigo de entonces, que era el sabelianismo, procedió ya con menos cuidado y fue conquistando muchos adeptos entre los clérigos y laicos de Alejandría y otras diócesis de Egipto. Bien pronto, pues, se dio cuenta el patriarca Alejandro de la nueva herejía e inmediatamente se hizo cargo de sus gravísimas consecuencias en la doctrina cristiana, pues si se negaba la divinidad del Hijo, se destruía el valor infinito de la Redención. Por esto reconoció inmediatamente como su deber sagrado el parar los pasos a tan destructora doctrina. Para ello tuvo, ante todo, conversaciones privadas con Arrio; dirigióle paternales amonestaciones, tan conformes con su propio carácter conciliador y caritativo; en una palabra, probó toda clase de medios para convencer a buenas a Arrio de la falsedad de su concepción.
Mas todo fue inútil. Arrio no sólo no se convencía de su error, sino que continuaba con más descaro su propaganda, haciendo cada día más adeptos, sobre todo entre los clérigos. Entonces, pues, juzgó San Alejandro necesario proceder con rigor contra el obstinado hereje, sin guardar ya el secreto de la persona. Así, reunió un sínodo en Alejandría el año, 320, en el que tomaron parte un centenar de obispos, e invitó a Arrio a presentarse y dar cuenta de sus nuevas ideas. Presentóse él, en efecto, ante el sínodo, y propuso claramente su concepción, por lo cual fue condenado por unanimidad por toda la asamblea.
Tal fue el primer acto solemne realizado por San Alejandro contra Arrio y su doctrina. En unión con los cien obispos de Egipto y de Libia lanzó el anatema contra el arrianismo. Pero Arrio, lejos de someterse, salió de Egipto y se dirigió a Palestina y luego a Nicomedia, donde trató de denigrar a Alejandro de Alejandría y presentarse a si mismo como inocente perseguido. Al mismo tiempo propagó con el mayor disimulo sus ideas e hizo notables conquistas, particularmente la de Eusebio de Nicomedia.
Entre tanto, continuaba San Alejandro la iniciada campaña contra el arrianismo. Aunque de natural suave, caritativo, paternal y amigo de conciliación, viendo, la pertinacia del hereje y el gran peligro de su ideología, sintió arder en su interior el fuego del celo por la defensa de la verdad y de la responsabilidad que sobre él recaía, y continuó luchando con toda decisión y sin arredrarse por ninguna clase de dificultades. Escribió, pues, entonces algunas cartas, de las que se nos han conservado dos, de las que se deduce el verdadero carácter de este gran obispo, por un lado lleno de dulzura y suavidad, mas por otro, firme y decidido en defensa de la verdadera fe cristiana.
Por su parte, Arrio y sus adeptos continuaron insistiendo cada vez más en su propaganda. Eusebio de Nicomedia y Eusebio de Cesarea trabajaban en su favor en la corte de Constantino. Se trataba de restablecer a Arrio en Alejandría y hacer retirar el anatema lanzado contra él. Pero San Alejandro, consciente de su responsabilidad, ponía como condición indispensable la retractación pública de su doctrina, y entonces fue cuando compuso una excelente síntesis de la herejía arriana, donde aparece ésta con todas sus fatales consecuencias.
Por su parte, el emperador Constantino, influido sin duda por los dos Eusebios, inició su intervención directa en la controversia. Ante todo, envió sendas cartas a Arrio y a Alejandro, donde, en la suposición de que se trataba de cuestiones de palabras y deseando a todo trance la unión religiosa, los exhortaba a renunciar cada uno a sus puntos de vista en bien de la paz. El gran obispo Osio de Córdoba, confesor de la fe y consejero religioso de Constantino, fue el encargado de entregar la carta a San Alejandro y juntamente de procurar la paz entre los diversos partidos. Entre tanto Arrio había vuelto a Egipto, donde difundía ocultamente sus ideas y por medio de cantos populares y, sobre todo, con el célebre poema Thalia trataba de extenderlas entre el pueblo cristiano.
Llegado, pues, Osio a Egipto, tan pronto como se puso en contacto con el patriarca Alejandro y conoció la realidad de las cosas, se convenció rápidamente de la inutilidad de todos sus esfuerzos. Así se confirmó plenamente en un concilio celebrado por él en Alejandría. Sólo con un concilio universal o ecuménico se podía poner término a tan violenta situación. Vuelto, pues, a Nicomedia, donde se hallaba el emperador Constantino, aconsejóle decididamente esta solución. Lo mismo le propuso el patriarca Alejandro de Alejandría. Tal fue la verdadera génesis del primer concilio ecuménico, reunido en Nicea el año 325.
Dejen que se acerquen a mí
Santo Evangelio según san Marcos 10,13-16. Sábado VII del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Mi vocación, mi misión, mi llamada… todo para ti, Señor, para darte gloria.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 10,13-16
En aquel tiempo, la gente le llevó a Jesús unos niños para que los tocara, pero los discípulos trataban de impedirlo.
Al ver aquello, Jesús se disgustó y les dijo: “Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios es de los que son como ellos. Les aseguro que el que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”. Después tomó en brazos a los niños y los bendijo imponiéndoles las manos.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Jesús está ahí, predicando, hablando de la misericordia del Padre, de las bellezas del mundo, de una cosa maravillosa. Un niño se le acerca insolentemente; ¿por qué vienes a fastidiar?, ¿por qué vienes a fastidiar? Ese niño se voltea, vemos su rostro, somos nosotros… Ese niño que está dentro a salido para decirle al Señor cómo lo hemos tratado mal, con qué descaro lo hemos encerrado de la mirada de los demás, cuántas veces nos hemos visto en la «necesidad» de renunciar a nuestras convicciones de niños por temor a lo que los demás puedan pensar.
Es entonces cuando Jesús me mira, su mirada me lo dice todo, le decepciona que le haya dejado; ese niño se había ilusionado y no dejé que lo manifestara; ese niño se maravillaba de las cosas que veía, se alegraba de cosas tan simples como un dulce, veía la maravilla en un gatito, la lluvia, las aves…
Qué complicado es ser grande, no poder ser un niño, disfrutar sin que nadie me diga que es extraño, raro, reírme de lo que sea, jugar con lo que sea y poder dar una caricia para consolar… Lo peor de todo, es que no le puedo ver con esa misma sensibilidad, mis recuerdos de Él se desvanecen poco a poco, ya no distingo muchas de las cosas que están bien o mal, lo peor es que no le puedo hablar como antes.
Déjame hablarte como antes, Señor, sin miedo a lo que los demás me digan, sin miedo a lo que piensen de mí; solamente déjame abandonarme en tus brazos como un niño en los brazos de su madre.
«El Evangelio nos habla del afecto con el que Jesús acogía a los niños, tomándolos en sus brazos y bendiciéndolos, porque “de los que son como ellos es el reino de los cielos”. Y las palabras más fuertes de Jesús son precisamente para el que escandaliza a los más pequeños: “Más le valdría que le colgasen una piedra de molino al cuello y lo arrojasen al fondo del mar”. Por lo tanto, debemos dedicarnos a proteger la dignidad de los niños con ternura pero también con gran determinación, luchando con todas las fuerzas contra esa cultura de descarte que hoy se manifiesta de muchas maneras en detrimento sobre todo de los más débiles y vulnerables, como son precisamente los menores». (Homilía de S.S. Francisco, 6 de octubre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Escuchar con atención a los niños que se me acerquen, como Cristo lo haría.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cultivar la inocencia es enseñar a mirar
La inocencia, cuestión educativa (III)
El primer rasgo que caracteriza a la inocencia es el realismo. El realismo (capacidad de conocer las cosas como son en su verdad) no es que sea solamente una consecuencia de la inocencia, sino que es una de las dimensiones de la propia inocencia. Cabe decir que la persona inocente ve las cosas como son, mientras que la no inocente no tiene esa capacidad. El hombre o la mujer inocente al acercarse a ellas les deja ser lo que son, no las distorsiona ni las deforma sino que las recibe con gratitud y respeto; no las filtra de manera interesada, antes al contrario, las mantiene intactas. La primera dimensión de imponderable valor que debemos a la inocencia es que produce la mirada más transparente que puede darse ya que, por su propia naturaleza, ofrece un campo de visión de la realidad absolutamente limpio. Esto es así porque despeja y limpia todo aquello que interviene en la mirada, ya sean los órganos de la visión, ya sea aquello que se ofrece a la mirada. La inocencia, al impedir la existencia de elementos que desenfoquen o deformen la mirada, hace que no haya nada que estorbe a los ojos para mirar (entender) lo que la persona mira.
Digamos alguna cosa sobre el acto y sobre los modos de mirar.
El acto de mirar es la mirada. La mirada se realiza con el ojo, órgano sensorial y externo con el cual miramos y vemos. Para que la mirada se produzca se necesita un sujeto que mira y un objeto que es mirado. Esto hace que con el ojo se produzca un doble movimiento entre sujeto y objeto, un movimiento de vaivén entre el sujeto, que es el que mira, y el objeto, que es lo mirado. Quien mira es siempre un hombre o una mujer, una persona humana, un sujeto, es decir, alguien subjetivo que para mirar no tiene más herramientas que sus ojos, los cuales, al mirar, captan lo que hay de visible afuera y lo traen hacia adentro, lo in-corporan al sujeto. Lo mirado, al ser mirado, pasa a pertenecer al sujeto que mira, por vía de conocimiento.
Ahora bien, el ojo, siendo un órgano sensorial, es más que un mero órgano, porque no solo capta la exterioridad de lo que mira, como lo hace de manera artificial el objetivo de una cámara. El ojo no solo trae las imágenes exteriores, sino que al hacerlo, simultáneamente, está proyectando la interioridad del sujeto sobre lo mirado.
Al mirar, tomo lo objetivo del mundo exterior y lo traigo a mí y al mismo tiempo (no en un segundo momento, sino a la vez), proyecto mi mundo interior sobre lo mirado. Esta es la peculiaridad de la mirada humana, que en un solo acto concita los dos ámbitos en los que se desenvuelve la totalidad de la persona: el mundo interior y subjetivo del que mira con el mundo exterior y objetivo que se percibe al mirar.
Lo que el hombre ve es, pues, el resultado de la fusión de ambos polos (fusión, no mezcla ni yuxtaposición): el de la realidad objetiva que es mirada y el de la proyección subjetiva que se realiza al mirar. Mediante la mirada traigo las cosas a mí, y a la vez, aun sin pretenderlo, plasmo mi propio ser en las cosas. La mirada nos hace, de algún modo, constructores del mundo exterior objetivo. No porque construyamos las cosas en su ser, ¡cuidado con esto! (ese es el gran error del idealismo filosófico). En sí mismas, en su propio ser, las cosas son como Dios las ha hecho, o como las ha permitido estar en el mundo, pero queramos o no queramos, nos afectan, y al afectarnos, cobran significado subjetivo.
Uno de los enfoques más luminosos para entender al hombre es considerarlo como el ser que tiene vocación de realidad. Eso quiere decir, entre otras cosas, que quiera o no quiera, no puede huir de lo real a no ser que renuncie a vivir, porque vivir en este mundo consiste precisamente en eso, en manejarse y entenderse con lo real. Esta relación forzosa hombre-realidad hace que las cosas nos afecten y en la medida en que nos afectan, las cargamos de significado subjetivo de tal modo que siendo lo que son en sí mismas, solo podemos movernos entre ellas de acuerdo con lo que son para nosotros.
Por este motivo, las cosas, sin dejar de ser ellas, al mismo tiempo, en cierto modo, son construcción nuestra. Nosotros no les damos su sentido, el cual nos es ajeno y nos viene dado, está ahí, impuesto por su propio ser, pero desde el momento en que son miradas pasan a ser nuestras por conocimiento, puesto que el hombre, por ser inteligente, es el único ser de este mundo capacitado para entrar en el interior del ser, descubrirlo, profundizar en él y comprenderlo desde dentro. (El animal también mira el mundo, pero solo desde fuera, su conocimiento y su relación con él acontecen únicamente en la superficie, la relación animal es pura exterioridad ya que no tiene la capacidad de entrar dentro de las cosas y hacerlas suyas).
Llegados a este punto podemos afirmar que la realidad captada por el hombre es la síntesis de esas dos dimensiones indisociables, subjetiva y objetiva, que no admiten divorcio ya que ambas constituyen el acto único de mirar y ambas producen lo que el hombre ve. Mirar y ver no son la misma cosa. Por más esfuerzos de objetividad que la persona quiera hacer, siempre verá las cosas con “sus” ojos particulares. A la hora de mirar y de ver, los ojos no son indiferentes. Están afectados por el conocimiento previo de lo que se mira, por las experiencias vividas, por posibles prejuicios, por la curiosidad, por las expectativas, por los temores, etc. Todo ello conforma la salud del ojo. Sea cual sea la realidad que el ojo ve, las imágenes que transmita vendrán determinadas por su salud.
Pues bien, cuando el ojo está sano, la mirada es inocente y en consecuencia, la realidad es buena. Aún lo podemos decir con mayor precisión si afirmamos que la realidad, que de suyo es buena, solo puede ser vista como tal por los ojos inocentes, o sea, sanos. San Pablo lo dirá de otra forma: “Todo es puro para los puros” (Tito 1, 15).
Vayamos ahora con los modos de mirar. En relación con la inocencia, hay que consignar dos modos básicos de mirar que encuentran su correlato en los dos grandes puntales con los que la humanidad ha construido su historia: Adán, y Jesucristo, el Nuevo Adán. Adán, el caído, y el Nuevo Adán, levantado en alto, representan esos dos modos de mirar, que en realidad son los dos únicos que existen. Sus miradas son miradas opuestas porque sus planteamientos fueron radicalmente opuestos. Adán quiso ser como Dios por apropiación, quiso arrebatar a Dios la condición divina, y Jesucristo, en cambio, siendo de condición divina, se despojó de ella, pasando por uno de tantos (véase Filipenses 2, 5 y siguientes).
Sabemos que tras el pecado original Adán y Eva cambiaron su modo de mirar. Lo sabemos porque “se les abrieron los ojos” (Génesis 3, 7) y reaccionaron defendiéndose recíprocamente, cada uno de la mirada del otro. No sabemos, porque no se nos dice, cómo se miraban antes de la caída, pero sí sabemos que no necesitaban ocultarse; la inocencia no suponía peligro. El dato de la reciprocidad es muy interesante porque no se ocultaron uno sí y otro no, sino que se ocultaron los dos. Ambos se protegieron de igual modo el uno del otro ya que cada uno, por la experiencia personal de su propia mirada, pudo entender cómo era mirado por el otro. Ambos experimentaron la mutación producida en su interior, los dos sabían lo que era haber vivido en estado de inocencia y los dos sabían lo que se cocía en su interior en esta nueva situación que les tocaba vivir. Ya no se miraban como se miraban antes y ellos lo sabían. Había aparecido un elemento antes inexistente, el peligro, y con él la paradoja más chocante y más rompedora: cada uno tuvo que defenderse en solitario del que había sido creado para ser uno con él. Su mirada pasó de ser inocente a ser posesiva, es decir, a ser mirada de rapiña. Aquí está la clave, en que en este nuevo modo de mirar la gran protagonista era la mirada de rapiña, mirada ambiciosa, ‘succionante’, voraz, egoísta. Entre los ojos que miraban y lo mirado se había interpuesto una turbidez codiciosa y absorbente. Ya no se miraban las cosas en su pureza, en su verdad, sino con mirada interesada; ya no estaban ahí como don en sí mismas, sino como botín susceptible de saqueo.
Frente a esta manera de mirar está la de Jesucristo, el cual, precisamente por su despojamiento, porque no actuó con avidez (ni siquiera retuvo para sí el hecho de ser igual a Dios) pudo devolver a las cosas su esplendor original, restaurarlas en su verdad y, en definitiva, hacerlas nuevas. Cristo inició una nueva era, un tiempo nuevo marcado con el sello de la restauración de todas las cosas que aún no está concluido y a la vez una nueva era para el hombre al cual, si quiere aceptarlo, se le capacita para recobrar la salud de su ojo (y no solo para recobrarla, sino para dotar a los propios ojos de la misma mirada de Cristo) y de este modo poder mirar las cosas en su más pura realidad, como lo que son, don de Dios; es decir, para poder mirarlas desde la inocencia.
Si ahora trasladamos estas reflexiones al campo que nos ocupa, que es el de la educación, podemos entender sin dificultad que la inocencia aparece como el estado idóneo para el conocimiento, como la mejor de las condiciones posibles para el acceso a la verdad en todos los ámbitos en que esta puede ser descubierta y/o conquistada. Esto es justamente lo que hace que muchas de las reflexiones que los niños hacen desde su inocencia estén cargadas de un candor y una sensatez que no pocas veces desconcierta a los adultos, especialmente cuando el adulto, con el devenir de la vida, se ha instalado en la complicación y en la falta de sencillez.
Cultivar la inocencia es enseñar a mirar. Y no solo mirar, sino mirar dos veces. ¡Mirar y mirar!, que insistía Ortega y Gasset. Mirar reposadamente, mirar parándose a mirar. Esta es la fuente del respeto, (del latín re-spectus: re-mirar, mirar otra vez). Así, y de ningún otro modo, puede surgir el respeto natural, que es el respeto verdaderamente valioso, al cual, sin temor a desbarrar, podríamos apellidar ontológico porque brota del mismo ser de las cosas y del mismo ser que mira las cosas. No es tanto el respeto impuesto por la norma moral, que es muy valioso y muy aprovechable y al que hay que acudir necesariamente en la infancia y cada vez que la situación lo exija, pero que es un respeto de peso inferior, de menos quilates.
Quizá, lector, pueda surgirte la duda sobre si educar en la inocencia no será desarmar al niño o al joven frente a las embestidas dañosas que con toda seguridad va a encontrar en su vida. La respuesta es un no absoluto, sin paliativos ni excepciones. Es al contrario, la inocencia será el cimiento más estable sobre el que forjar la vida, el arma más poderosa para encontrar la verdad, que será cabalmente lo único que le permita encaminarse y vivir en la auténtica libertad, la que como hijos de Dios Padre nos corresponde, la única que puede afianzar a la persona en su proyecto personal de vida. Una libertad que no es “libertad de” sino “libertad para” y, que, por otra parte, no es una libertad cualquiera, sino eximia, “la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (Romanos 8, 21). Nada puede liberar como la verdad, y “la” verdad no se encuentra, no se ve, no se puede ver, con ojos turbios. Con ojos turbios lo que vemos es la verdad distorsionada por el interés o el egoísmo, una verdad trufada, “mi” verdad, “tu” verdad, pero esa, recordando a Antonio Machado, no sirve:
¿Tu verdad? No, la Verdad.
Y ven conmigo a buscarla.
La tuya, guárdatela.
Que Dios te bendiga. Mil gracias por tu atención.
El Papa en la embajada rusa expresa su preocupación por la guerra en Ucrania
El Santo Padre Francisco visitó al embajador de la Federación Rusa ante la Santa Sede.
Fuente: Vatican News
El director de la oficina de prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni, ha informado que el Papa Francisco visitó este 25 de febrero, la embajada de la Federación Rusa ante la Santa Sede ubicada en la Vía de la Conciliación (Roma).
Durante su visita, que duró más de media hora -explicó Matteo Bruni- el Papa quiso expresar al embajador Alexander Avdeev, su preocupación por la guerra en Ucrania ante la evolución de hechos, tras los primeros ataques militares perpetrados por Rusia en territorio ucraniano que comenzaron la noche de ayer, 24 de febrero.
El Santo Padre sigue de cerca toda la actualidad de la delicada situación en el país del Este, donde ya se cuentan varios muertos y heridos.
Llamamiento del Papa en su Audiencia General
El propio Pontífice expresó su «gran dolor de corazón» por el empeoramiento de la situación en el país, el pasado miércoles 23 de febrero, al final de su audiencia general celebrada en el Aula Pablo VI del Vaticano, cuando todavía no había estallado la violencia.
En esa ocasión, el Papa lanzó un llamamiento «a quienes tienen responsabilidades políticas para que hagan un serio examen de conciencia ante Dios, que es el Dios de la paz y no de la guerra».
«Pido a todas las partes implicadas que se abstengan de toda acción que provoque aún más sufrimiento a las poblaciones, desestabilizando la convivencia entre las naciones y desacreditando el derecho internacional», dijo Francisco.
El 2 de marzo, oremos por la paz
Igualmente, el Pontífice invitó a creyentes y no creyentes a que se unan a una oración colectiva por la paz:
«Jesús nos ha enseñado que a la insensatez diabólica de la violencia se responde con las armas de Dios, con la oración y el ayuno. Invito a todos a hacer del próximo 2 de marzo, Miércoles de Ceniza, una Jornada de ayuno por la paz. Animo de forma especial a los creyentes para que en ese día se dediquen intensamente a la oración y al ayuno», concluyó Francisco, invocando a la Virgen María, la Reina de la paz, para que «preserve al mundo de la locura de la guerra».
Recemos en silencio a la Virgen María
Igualmente, el domingo 13 de febrero, después de haber rezado la oración mariana del Ángelus junto a los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre pidió nuevamente oración por el pueblo ucraniano:
«Las noticias que llegan de Ucrania son muy preocupantes. Encomiendo a la intercesión de la Virgen María y a la conciencia de los responsables políticos cada esfuerzo por la paz. Recemos en silencio», concluyó Francisco.
La solidaridad humana
La solidaridad se manifiesta en primer lugar en la distribución de bienes y la remuneración del trabajo.
Por: Catecismo de la Iglecia | Fuente: Catecismo de la Iglecia
El principio de solidaridad, expresado también con el nombre de ‘amistad’ o ‘caridad social’, es una exigencia directa de la fraternidad humana y cristiana :
Un error, ‘hoy ampliamente extendido, es el olvido de esta ley de solidaridad humana y de caridad, dictada e impuesta tanto por la comunidad de origen y la igualdad de la naturaleza racional en todos los hombres, cualquiera que sea el pueblo a que pertenezca, como por el sacrificio de redención ofrecido por Jesucristo en el altar de la cruz a su Padre del cielo, en favor de la humanidad pecadora’ .
La solidaridad se manifiesta en primer lugar en la distribución de bienes y la remuneración del trabajo. Supone también el esfuerzo en favor de un orden social más justo en el que las tensiones puedan ser mejor resueltas, y donde los conflictos encuentren más fácilmente su solución negociada.
Los problemas socioeconómicos sólo pueden ser resueltos con la ayuda de todas las formas de solidaridad: solidaridad de los pobres entre sí, de los ricos y los pobres, de los trabajadores entre sí, de los empresarios y los empleados, solidaridad entre las naciones y entre los pueblos. La solidaridad internacional es una exigencia del orden moral. En buena medida, la paz del mundo depende de ella.
La virtud de la solidaridad va más allá de los bienes materiales. Difundiendo los bienes espirituales de la fe, la Iglesia ha favorecido a la vez el desarrollo de los bienes temporales, al cual con frecuencia ha abierto vías nuevas. Así se han verificado a lo largo de los siglos las palabras del Señor: ‘Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura’ (Mt 6, 33):
Desde hace dos mil años vive y persevera en el alma de la Iglesia ese sentimiento que ha impulsado e impulsa todavía a las almas hasta el heroísmo caritativo de los monjes agricultores, de los libertadores de esclavos, de los que atienden enfermos, de los mensajeros de fe, de civilización, de ciencia, a todas las generaciones y a todos los pueblos con el fin de crear condiciones sociales capaces de hacer posible a todos una vida digna del hombre y del cristiano (Pío XII, discurso de 1 junio 1941).
¿Condena la Biblia festejar cumpleaños?
Existen algunos grupos religiosos, como los Testigos de Jehová, que consideran que no es correcto celebrar cumpleaños porque a Dios no le agrada ¿Están ellos en lo correcto?
La fecha de nuestro cumpleaños es un momento de alegría, es una fecha especial que nos permite compartir con nuestros familiares y amigos, y en donde recibimos su cariño de forma más especial. Sin embargo, existen algunos grupos religiosos como los Testigos de Jehová que consideran que no es correcto celebrar cumpleaños porque a Dios no le agrada, lo evidenciamos cuando en una familia o en la oficina estas personas se abstienen de compartir el momento de celebración.
Cuando conocemos los argumentos que dan estas personas por lo general se remiten a algún pasaje bíblico en el que el festejo del cumpleaños era en honor a un personaje no creyente y en el que hubo una muerte. Esto lo vemos en Génesis cuando el Faraón cumplió años y ese día mandó a matar al panadero (Gen 40, 20), o cuando fue el cumpleaños de Herodes y ese día mandaron a matar a Juan Bautista (Mt 14, 6). Por tanto, al ser las únicas dos referencias, estos grupos creen que la Biblia los condena. Pero, ¿es así? Sería muy forzado que la enseñanza de estos pasajes sea decir: no debo celebrar cumpleaños. Veamos el por qué.
En el caso del copero del rey, hay que leer completa la historia. En el verso 1 leemos:
Después de estas cosas sucedió que el escanciador y el panadero del rey de Egipto ofendieron a su señor, el rey de Egipto.
Faraón se enojó contra sus dos eunucos, contra el jefe de los escanciadores y el jefe de los panaderos, y les puso bajo la custodia en casa del jefe de los guardias, en prisión, en el lugar donde estaba detenido José. (Gen 40, 1-3)
La historia real es que el panadero había actuado mal, y por eso había sido encarcelado. Luego vemos que el panadero tuvo un sueño en el que narra que un cuervo se comía los panes de tres cestas que había en su cabeza, y José al interpretar el sueño le augura su muerte:
“Las tres cestas, son tres días. A vuelta de tres días levantará Faraón tu cabeza y te colgará en un madero, y las aves se comerán la carne que te cubre.» (Gen 40, 18)
De esto podemos deducir que la muerte del panadero fue producto de su mal obrar y que fue anunciada antes del cumpleaños del Faraón. No fue el cumpleaños el causante del mal obrar del panadero, así que es forzado decir que por esto sea malo celebrarlos. Por otro lado, el copero del rey fue restituido el día del cumpleaños del Faraón:
“Al jefe de escanciadores le restituyó en su oficio, y volvió a poner la copa en manos de Faraón.” (Gen 40, 21)
Así que fácilmente podría argumentar que, gracias al cumpleaños del Faraón, el copero real fue restituido y por tanto es bueno celebrarlos. Obviamente no podría argumentar algo así, pero tampoco podría condenar los festejos por lo sucedido al panadero. Es decir, el pasaje es irrelevante para justificarlos o condenarlos, y la prueba es que un Faraón no necesitaba de su cumpleaños para ordenar muertes en la Biblia:
“Entonces Faraón dio a todo su pueblo esta orden: «Todo niño que nazca lo echaréis al Río; pero a las niñas las dejaréis con vida.»” (Ex 1, 22)
“Supo Faraón lo sucedido y buscaba a Moisés para matarle” (Ex 2, 15)
Ahora, por otro lado, el hecho que una cultura le dé un sentido a algo, no implica que al hacerlo nosotros le debamos dar el mismo sentido. Incluso, así sucedió en Israel con varios elementos que fueron transformados siendo que tenían un origen prestado:
Las más antiguas instituciones de Israel (por ejemplo, la circuncisión, el sacrificio de primavera, el reposo sabático) no le son específicas. Las ha tomado de los pueblos vecinos. Una gran parte de la cultura de Israel tiene un origen parecido. Sin embargo, el pueblo de la Biblia ha hecho que estos préstamos, cuando los ha incorporado a su fe y a su práctica religiosa, sufrieran cambios profundos. Los ha discernido a través de la fe en el Dios personal de Abrahán (creador libre y ordenador sabio del universo, en el que el pecado y la muerte no pueden tener su origen). El encuentro con este Dios, vivido en la Alianza, permitió comprender al hombre y a la mujer como seres personales y, consecuentemente, rechazar los comportamientos inhumanos inherentes a otras culturas [1].
Por tanto, el hecho de que, para las culturas antiguas, el celebrar cumpleaños sea como dicen los Testigos de Jehová, algo pagano o mágico, no implica que al hacerlo nosotros sea para eso. Citemos a San Pablo:
“Unos tienen preferencia por algunos días, mientras que para otros, todos los días son iguales. Que cada uno se atenga a su propio juicio. El que distingue un día de otro lo hace en honor del Señor” (Rom 14, 5-6)
Y eso hacemos los católicos cuando celebramos los cumpleaños, no lo hacemos por algún motivo pagano, sino para darle gracias al Señor.
En el caso del cumpleaños de Herodes, la muerte de Juan Bautista ya era deseada por Herodías (Mc 6, 19) antes, pues la predicación de Juan denunciaba su pecado, no fue el cumpleaños lo que hizo que ella deseara matar a Juan. El mensaje de la historia no es que no celebremos cumpleaños, el mensaje de la historia es que podemos morir por la verdad. Por tanto, es una distorsión del pasaje asumir que el evangelista quiere condenar los cumpleaños. Lo que se condena es hasta donde lleva el pecado a una persona con tal de lograr su cometido, y eso lo vemos en la Biblia incluso sin cumpleaños: (el rey David cuando mandó a matar a Urías)
Si vemos, en el pasaje, Herodes se entristece de que la solicitud de la joven sea la muerte de Juan, pues él lo respetaba de algún modo. Es decir, no es el deseo de Herodes, por tanto no puede culparse la celebración del cumpleaños como condenable. Herodías intentaba matar a Juan, y esa intención la buscaba de alguna manera, no que el cumpleaños fuera una celebración propicia para dar muerte.
Si usáramos el argumento de los Testigos de Jehová, llegaríamos a decir que Dios condenaría que celebremos el acontecimiento del nacimiento de Cristo, porque a raíz de ello, Herodes el Grande mandó a matar los infantes. ¿Sería absurdo un argumento así cierto? Más cuando ese acontecimiento de su nacimiento fue motivo de alegría:
“Les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor” (Lc 2, 11)
Otro argumento utilizado es: “Más vale el buen nombre que un buen perfume
y el día de la muerte, más que el del nacimiento” (Ecle 7, 1)
Pero en esa cita, se muestra cómo a veces situaciones no agradables son mejores, como el verso 3: “más vale la tristeza que la risa”, ¿diremos entonces que la risa es mala o es mejor estar tristes? No, un cumpleaños es un día para dar gracias a Dios por el don de la vida, por saber que su misericordia nos permite seguir en este mundo para cumplir su voluntad y es sobre eso que los demás nos regocijamos.
Finalmente, los Testigos de Jehová tienden a colocar fuentes de respaldo pero que por lo general no mencionan un autor como tal, sino enciclopedias, que no permiten verificar los autores. Para este caso particular, el tema de los cumpleaños, en su página web citan autores de respaldo[2], pero lo hacen de la siguiente forma:
• The Lore of Birthdays
• The World Book Encyclopedia
¿Cómo podríamos saber en qué parte de dichas obras se menciona lo que ellos sostienen? Incluso, en artículos que escriben en páginas de testigos de Jehová, citan también obras muy viejas, obras que distan de los investigaciones y nuevos hallazgos históricos, y esto es muy común en sus obras. Para este tema, por ejemplo citan[3]:
· The History of the Christian Religion and Church, During the Three First Centuries [La historia de la religión y la iglesia cristianas, durante los primeros tres siglos], Nueva York, 1848, por Augustus Neander, traducida al inglés por Henry John Rose; pág. 190.)
Es curioso que este autor que citan de respaldo diga lo siguiente:
“La noción de una fiesta de cumpleaños era muy ajena a las ideas de los cristianos de este período en general”, siendo que el único autor que se oponía a los cumpleaños era Orígenes, pero asociado a la doctrina del pecado original, algo que no creen los Testigos de Jehová. Es decir, no hay más autores condenando los festejos de cumpleaños.
· The Imperial Bible-Dictionary, Londres, 1874, redactado por Patrick Fairbairn; tomo I, pág. 225.)
A este respecto, David Brattston en un artículo sobre esta problemática expone[4]:
“Otro problema es que las fuentes no Testigos que citan son demasiado viejas para ser autoritativas o estar disponibles. Por ejemplo, en Razonamiento de las Escrituras (1989) se basan en libros publicados en 1848, 1874 y 1952. Debido a que los primeros escritos cristianos perdidos se han descubierto hace dos décadas o más aproximadamente, hoy sabemos mucho más acerca de la fe primitiva que las generaciones modernas anteriores. Nuevos descubrimientos significativos de la primitiva Iglesia son proporcionados por descubrimientos recientes como la Tradición Apostólica de Hipólito y el manuscrito Toura en nuestro tiempo”
Así que, sepamos qué responder a quienes incautamente han caído en los engaños de los Testigos de Jehová.
Origen del cosmos
Empecemos por la huella que Dios ha dejado en el cielo
Por: P. Jorge Loring | Fuente: Para Salvarte
Las cosas no se hacen solas; es decir, alguien tiene que hacerlas. Tanto la mesa y la casa, como el Sol, la Tierra y las estrellas han sido hechos por alguien. La mesa ha sido hecha por el carpintero, la casa ha sido hecha por el albañil.
1.- EL SOL, LA TIERRA Y LAS ESTRELLAS HAN SIDO HECHOS POR DIOS
1. Si paseas por la playa un día que ha bajado la marea, conoces, por las huellas en la arena, si lo que pasó por allí antes que tú fue un hombre, un perro o un pájaro. Lo mismo vamos a hacer nosotros para averiguar la existencia de Dios.
A Dios no le podemos ver, porque es espíritu 1; y el espíritu no se ve con los ojos de la cara. «A Dios no lo ha visto nadie» 2;.
Pero vamos a conocer a Dios por las huellas que ha dejado en la creación. Dice San Pablo que Dios es cognoscible con la razón a través de las criaturas 3
Empecemos por la huella que Dios ha dejado en el cielo.
Tú sabes que aquellas huellas en la arena no se han hecho solas.
Pues mira el cielo. ¿Puedes contar las estrellas?
El Atlas del cosmos, que ya se ha empezado a publicar, constará de veinte volúmenes, donde figurarán unos quinientos millones de estrellas. El número total de las estrellas del Universo se calcula en unos 200.000 trillones de estrellas: ¡un número de veinticuatro cifras! 4; .
El Sol tiene diez planetas: Mercurio, Venus, la Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno, Plutón, (descubierto en 1931 por Percival Lowell 5, y el décimo que se acaba de descubrir. Unos le llaman el planeta X 6. El Dr. John Murray, de la Open University, lo llama Némesis 7.
Nuestra galaxia, la Vía Láctea, tiene cien mil millones de soles 8.. Y galaxias como la nuestra se conocen cien mil millones 9.
En nuestra galaxia hay mil millones de púlsares que son estrellas de neutrones en rotación, que dan seiscientas cincuenta vueltas por segundo, y su densidad es de mil millones de toneladas por centímetro cúbico 10.
Los púlsares provienen de la explosión de supernovas 11. Emiten haces de radiación como un faro costero, con pulsaciones de periodicidad perfecta. Por eso, en un principio, se creyó que se debían a civilizaciones extraterrestres 12.
La Nebulosa de Andrómeda consta de doscientos mil millones de estrellas.
Pues, si unos hoyos en la arena no se pueden haber hecho solos, ¿se habrán hecho solos los millones y millones de estrellas que hay en el cielo?
Alguien ha hecho las estrellas. A ese Ser, Causa Primera de todo el Universo, llamamos Dios.
La observación del cielo interesa al hombre desde tiempos remotísimos. Podríamos decir que la Historia de la Astronomía 13, prescindiendo de los chinos, empezó con los babilonios, egipcios, griegos y árabes.
A los babilonios se debe la división del día en veinticuatro horas, y éstas en sesenta minutos, y éstos en sesenta segundos.
Los griegos dieron nombre a muchas constelaciones y planetas, que después latinizaron los romanos.
Los árabes dieron nombre a muchas estrellas.
Voy a dar algunos datos.
2. La Luna, está a 384.000 kilómetros de la Tierra. El Sol a 150.000.000 kilómetros. Plutón a 6.000.000.000 de kilómetros 14. Fuera del sistema solar, Sirio, la estrella más brillante del firmamento 15 , a ocho años luz; Arturo a treinta y seis años luz.
La luz, a 300.000 kilómetros. por segundo, recorre en un año una distancia igual a 200 millones de vueltas a la Tierra. En kilómetros son unos diez billones de kilómetros 16 . Para caer en la cuenta de lo que es un billón, pensemos que un billón de segundos son casi treinta y dos mil años.
La velocidad de la Luz, según las leyes de la Física, no puede superarse 17 . La velocidad de la luz es tope, como demostró matemáticamente Einstein; pues según la ecuación e=mc2 a esa velocidad la masa se haría infinita.18
Fuera de nuestra galaxia, la nebulosa de Andrómeda, que es la más cercana a nuestra galaxia de la Vía Láctea, está a dos millones de años-luz 19Coma de Virgo a 200 millones de años-luz.
Y el Cúmulo de Hidra a 2.000 millones de años luz 20 .
Éste es el límite de percepción de los telescopios ópticos 21 .
Pero los radiotelescopios profundizan más.
El astro más lejano detectado es el Quásar PKS 2.000-330, está a quince mil millones de años-luz 22 .
Los quásares son radio-estrellas que emiten ondas hertzianas. Se detectaron por vez primera en 1960. 23
Santa Paula Montal, fundadora de las escolapias
Conoce a la española que fundó las Religiosas de las Escuelas Pías y es patrona de las encajeras
Paula Montal de San José de Calasanz nació el 11 de octubre de 1799 en Arenys de Mar (Barcelona). Su nombre oficial era Paula Montal Fornés.
Pertenecía a una familia sencilla y numerosa. Su padre era maestro cordelero. Se quedó viudo con siete hijos y, al casarse en segundas nupcias, tuvo otros cinco.
Paula era la mayor de este matrimonio y pronto se puso a trabajar para ayudar al sostenimiento económico de la familia, porque su padre falleció cuando tenía 10 años. Durante muchos años hizo encaje de bolillos.
Desde pequeña también colaboró en la catequesis de su parroquia para atender primero a las niñas y más tarde a las jóvenes.
Hijas de María
A los 30 años, en 1829, funda la Congregación de Hijas de María, Religiosas de las Escuelas Pías. Abrirá un primer colegio femenino en Figueres (Girona) y pronto otros siete. Su lema era “Salvar las familias enseñando a las niñas el temor de Dios”.
La Madre Paula, como la llaman, fallece en Olesa de Montserrat el 26 de febrero de 1889. En el momento de la muerte una enfermera ve cómo levanta los brazos al cielo, dice: “¡Madre, Madre mía!” y expira. En ese momento la orden religiosa contaba ya con 308 monjas y educaba a más de 3.400 niñas en 19 colegios extendidos por España.
Santa Paula Montal fue canonizada por Juan Pablo II el 25 de noviembre de 2001.
Santa patrona
Santa Paula Montal es patrona de las encajeras y bolilleras.
Oración a santa Paula
Padre nuestro que estás en el cielo,
te damos gracias porque nos diste en santa Paula Montal de San José de Calasanz
una imagen viva del Evangelio de tu Hijo.
Haz que se sepamos ver en ella la madre que nos enseña con su palabra
y nos estimula con su ejemplo.
Para que podamos imitarla, alcánzanos:
la fortaleza en las dificultades,
la humildad en la verdad,
la fidelidad a la gracia,
la generosidad en la entrega por amor a ti y a nuestros hermanos los hombres.
Concédenos, por tu intercesión, la gracia… (pídase).
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.
Amén.