Teresa del Niño Jesús, Santa

Memoria Litúrgica, 1 de octubre

Virgen y Doctora de la Iglesia

Martirologio Romano: Memoria de santa Teresa del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia, que entró aún muy joven en el monasterio de las Carmelitas Descalzas de Lisieux, llegando a ser maestra de santidad en Cristo por su inocencia y simplicidad. Enseñó el camino de la perfección cristiana por medio de la infancia espiritual, demostrando una mística solicitud en bien de las almas y del incremento de la Iglesia, y terminó su vida a los veinticinco años de edad, el día treinta de septiembre ( 1897)

Fecha de canonización: 17 de mayo de 1925, por el Papa Pío XI

Breve Biografía

Santa Teresita del Niño Jesús o de Lisieux. Sencillez y perfección en las cosas pequeñas, la Iglesia le dedica este día para que la conozcamos y tratemos de imitar sus virtudes de delicadeza y perfección en las cosas pequeñas.

Hay dos santas con el mismo nombre: Santa Teresita del Niño Jesús o de Lisieux y Santa Teresa de Ávila (15 de Octubre). Ambas fueron monjas carmelitas, nos dejaron una autobiografía y son santas doctoras de la Iglesia.

María Francisca Teresa (Santa Teresita del Niño Jesús o de Lisieux) nació el 2 de Enero de 1873 en Francia. Hija de un relojero y una costurera de Alençon. Tuvo una infancia feliz y ordinaria, llena de buenos ejemplos. Teresita era viva e impresionable, pero no particularmente devota.

En 1877, cuando Teresita tenía cuatro años, murió su madre. Su padre vendió su relojería y se fue a vivir a Lisieux donde sus hijas estarían bajo el ciudado de su tía, la Sra. Guerin, que era una mujer excelente. Santa Teresita era la preferida de su padre. Sus hermanas eran María, Paulina y Celina. La que dirigía la casa era María y Paulina que era la mayor se encargaba de la educación religiosa de sus hermanas. Les leía mucho en el invierno.

Cuando Teresita tenía 9 años, Paulina ingresó al convento de las carmelitas. Desde entonces, Teresita se sintió inclinada a seguirla por ese camino. Era una niña afable y sensible y la religión ocupaba una parte muy importante de su vida.

Cuando Teresita tenía catorce años, su hermana María se fue al convento de las carmelitas igual que Paulina. La Navidad de ese año, tuvo la expeirencia que ella llamó su “conversión”.

Dice ella que apenas a una hora de nacido el Niño Jesús, inundó la oscuridad de su alma con ríos de luz. Decía que Dios se había hecho débil y pequeño por amor a ella para hacerla fuerte y valiente.

Al año siguiente, Teresita le pidió permiso a su padre para entrar al convento de las carmelitas y él dijo que sí. Las monjas del convento y el obispo de Bayeux opinaron que era muy joven y que debía esperar.

Algunos meses más tarde fueron a Roma en una peregrinación por el jubileo sacerdotal del Papa León XIII. Al arrodillarse frenta al Papa para recibir su bendición, rompió el silencio y le pidió si podía entrar en el convento a los quince años. El Papa quedó impresionado por su aspecto y modales y le dijo que si era la voluntad de Dios así sería

Teresita rezó mucho en todos los santuarios de la peregrinación y con el apoyo del Papa, logró entrar en el Carmelo en Abril de 1888. Al entrar al convento, la maestra de novicias dijo; “ Desde su entrada en la orden, su porte tenía una dignidad poco común de su edad, que sorprendió a todas las religiosas.” Profesó como religiosa el 8 de Septiembre de 1890. Su deseo era llegar a la cumbre del monte del amor.

Teresita cumplió con las reglas y deberes de los carmelitas. Oraba con un inmenso fervor por los sacerdotes y los misioneros. Debido a esto, fue nombrada después de su muerte, con el título de patrona de las misiones, aunque nunca había salido de su convento.

Se sometió a todas las austeridades de la orden, menos al ayuno, ya que era delicada de salud y sus superiores se lo impidieron. Entre las penitencias corporales, la más dura para ella era el frío del invierno en el convento. Pero ella decía “Quería Jesús concederme el martirio del corazón o el martirio de la carne; preferiría que me concediera ambos.” Y un día pudo exclamar “He llegado a un punto en el que me es imposible sufrir, porque todo sufrimiento es dulce.”

En 1893, a los veinte años, la hermana Teresa fue nombrada asistente de la maestra de novicias. Prácticamente ella era la maestra de novicias, aunque no tuviera el título. Con respecto a esta labor, decía ella que hacer el bien sin la ayuda de Dios era tan imposible como hacer que el sol brille a media noche.

Su padre enfermó perdiendo el uso de la razón a causa de dos ataques de parálisis. Celina, su hermana, se encargó de cuidarlo. Fueron unos año difíciles para las hijas. Al morir el padre, Celina ingresó al convento con sus hermanas.

En este mismo año, Teresita se enfermó de tuberculosis. Quería ir a una misión en Indochina pero su salud no se lo permitió. Sufrió mucho los últimos 18 meses de su vida. Fue un período de sufrimiento corporal y de pruebas espirituales. En junio de 1897 fue trasladada a la enfermería del convento de la que no volvió a salir. A partir de agosto ya no podía recibir la Comunión debido a su enfermedad y murió el 30 de Septiembre de ese año. Fue beatificada en 1923 y canonizada en 1925. Se le presenta como una monja carmelita con un crucifijo y rosas en los brazos. Ella decía que después de su muerte derramaría una lluvia de rosas.

El culto a esta santa comenzó a crecer con rapidez. Los milagros hechos gracias a su intercesión atrajeron a atención de los cristianos del mundo entero.

Escribió el libro “Historia de un alma” que es una autobiografía. Escribe frases preciosas como éstas en ese libro: “Para mí, orar consiste en elevar el corazón, en levantar los ojos al cielo, en manifestar mi graitud y mi amor lo mismo en el gozo que en la prueba.”; “Te ruego que poses tus divinos ojos sobre un gran número de almas pequeñas.” Teresita se contaba a sí misma entre las almas pequeñas, decía “Yo soy un alma minúscula, que sólo puede ofrecer pequeñeces a nuestro Señor.”

¿Qué nos enseña Santa Teresita?
Nos enseña un camino para llegar a Dios: la sencillez de alma. Hacer por amor a Dios nuestras labores de todos los días. Tener detalles de amor con los que nos rodean. Esta es la “grandeza” de Santa Teresita. Decía: “Quiero pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra.”El secreto es reconocer nuestra pequeñez ante Dios, nuestro Padre. Tener una actitud de niño al amar a Dios, es decir, amarlo con simplicidad, con confianza absoltua, con humildad sirvendo a los demás. Esto es a lo que ella llama su “caminito”. Es el camino de la infancia espiritual, un camino de confianza y entrega absoluta a Dios.

Nos enseña a servir a los demás con amor y perfección viendo en ellos a Jesús. Toda su vida fue de servicio a los demás. Ser mejores cada día con los demás en los detalles de todos los días.

Nos enseña a tener paciencia ante las dificultades de la vida. Su enfermedad requi-rió de mucha paciencia y aceptación. Sólo estando cerca de Dios el sufrimiento se hace dulce.
Nos enseña a tener sentido del humor ante lo inevitable. Dicen que durante la meditación en el convento, una de las hermanas agitaba su rosario y esto irritaba a Santa Teresita. Decidió entonces en lugar de tratar de no oir nada, escuchar este ruido como si fuera una música preciosa. En nuestras vidas hay situaciones o acciones de los demás que nos molestan y que no podemos evitar. Debemos aprender a reirnos de éstas, a disfrutarlas por que nos dan la oportunidad de ofrecer algo a Dios.
Nos enseña que podemos vivir nuestro cielo en la tierra haciendo el bien a los que nos rodean. Actuar con bondad siempre, buscando lo mejor para los demás. Esta es una manera de alcanzar el cielo.

Nos enseña a ser sencillos como niños para llegar a Dios. Orar con confianza, con simplicidad. Sentirnos pequeños ante Dios nuestro Padre.

Oración
Virgen María y Santa Teresita, ayúdenme a tener más amor a Dios para servir mejor a los que me rodean.

¿Y qué es la conversión?

Santo Evangelio según san Lucas 10, 13-16. Viernes XXVI del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Dame la gracia, Señor, de siempre optar por tu Amor.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 10,13-16

En aquel tiempo, Jesús dijo: “¡Ay de ti, ciudad de Corozaín! ¡Ay de ti, ciudad de Betsaida! Porque si en las ciudades de Tiro y de Sidón se hubieran realizado los prodigios que se han hecho en ustedes, hace mucho tiempo que hubieran hecho penitencia, cubiertas de sayal y de ceniza.

Por eso el día del juicio será menos severo para Tiro y Sidón que para ustedes. Y tú, Cafarnaúm, ¿crees que serás encumbrada hasta el cielo? No. Serás precipitada en el abismo”.

Luego, Jesús dijo a sus discípulos: “El que los escucha a ustedes, a mí me escucha; el que los rechaza a ustedes, a mí me rechaza y el que me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Hemos escuchado muchas historias de personas que andaban caminando por las calles como muertos en vida.

Personas que gastaban sus días, sus horas en cosas que no valían la pena. Sin embargo un día, por alguna razón, experiencia o circunstancia, cambiaron; de la foto gris pasaron a color, de las lágrimas pasaron a las sonrisas… de la muerte pasaron a la vida. Cuando conocemos a alguien así, solemos decir “se convirtió”, pero… ¿qué es la conversión?

La conversión es una luz que ilumina, que permite ver con claridad aquello que el corazón más desea. La conversión es un encuentro consiente con Aquél que me busca y que se revela; con Aquél que se muestra y me demuestra su grande y personal amor. La conversión no es un momento anecdótico en mi historia… es una decisión libre de cada día de seguir a Aquél que se ha mostrado, que se ha revelado.

Sin embargo, ante esta revelación, ante esta demostración de amor, se encuentra una respuesta. Una respuesta que exige un cambio… que podemos libremente escuchar; libremente aceptar o rechazar.

La conversión no es algo que le ha pasado a algunas personas… es una gracia que tenemos que pedir todos los días.

«Así es Cristo para nosotros. Hay una dimensión de la experiencia cristiana que quizá dejamos un poco en la sombra: la dimensión espiritual y afectiva. El sentirnos unidos por un vínculo especial al Señor como las ovejas a su pastor. A veces racionalizamos demasiado la fe y corremos el riesgo de perder la percepción del timbre de esa voz, de la voz de Jesús buen pastor, que estimula y fascina».

(Homilía de S.S. Francisco, 7 de mayo de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Ante el Santísimo, pedir la gracia al Señor de una verdadera conversión del corazón.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Dogma-fobia

Aquel temor intenso e irracional a creer en lo revelado por Dios

En la cultura moderna, existe un notable rechazo a la palabra “dogma” pues es vista como la imposición de una doctrina inventada por parte de la Iglesia de forma indiscutible e irreformable, que puede estar equivocada e incluso obsoleta.

Este rechazo existe de forma abundante en el protestantismo relativamente joven y las comunidades eclesiales no denominacionales, para las cuales “no existen dogmas” como tampoco hay “religión». Ellos prefieren llamarle “relación», que en el fondo es lo mismo pero les hace sentirse más a gusto con su religión a su medida.

No sucede así con el protestantismo tradicional, que aunque difiere de nosotros en cuales doctrinas admiten como dogmas, reconoce tener dogmas y reconoce al cristianismo como una religión. 14:39

En la parte del catolicismo infestada por las tesis modernistas, la dogma-fobia se ha ido expandiendo como gangrena. Una expresión de este rechazo lo vemos en las declaraciones de Juan Zapatero Ballesteros, sacerdote de Sant Feliú de Llobregat (Barcelona, España), en la que intentando defender a Sor Lucía Caram luego de que negara el dogma de la virginidad de María, ha expresado en una entrevista: «¡Qué mal si mi fe se fundamentara en los dogmas!» y continúa diciendo: «menos mal que no es así ni mucho menos; la verdad que no me quitan el sueño ni me aportan nada por lo que a mi fe se refiere».

Definición de dogma

Según el Diccionario de la Real Academia Española, un dogma se define como:

  • 1. m. Proposición tenida por cierta y como principio innegable.
  • 2. m. Conjunto de creencias de carácter indiscutible y obligado para los seguidores de cualquier religión.
  • 3. m. Fundamento o puntos capitales de un sistema, ciencia o doctrina.

Los católicos llamamos “dogma” a una verdad que pertenece al campo de la fe o de la moral, que ha sido revelada por Dios, transmitida desde los Apóstoles ya a través de la Escritura, ya de la Tradición, y propuesta por la Iglesia para su aceptación por parte de los fieles.

Importancia de los dogmas

La existencia de dogmas es fundamental porque nos permite profesar juntos una misma fe, como dice San Pablo tenemos: Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo (Efesios 4,5). San Pablo también nos exige en nombre de Jesús que “no haya entre vosotros divisiones; antes bien, estéis unidos en una misma mentalidad y un mismo juicio” (1 Corintios 4,1) y es tan radical y coherente en esto, que excomulga a cualquiera que llegaba enseñando un evangelio diferente (Gálatas 1,8).

Imaginemos por ejemplo, que yo afirmo ser católico pero no creo que Cristo sea Dios, mientras mi vecino que también dice serlo cree lo contrario. ¿Podremos decir que ambos somos católicos? De ser ese el caso bien podría un luterano o calvinista o inclusive un testigo de Jehová llamarse católico aunque creamos doctrinas bien distintas en casi cualquier tema.

No nos confundamos: el problema no es que existan nombres para las denominaciones, sino que dichos nombres denominacionales permiten identificar grupos de personas que profesan creencias o “dogmas” comunes y comparten una misma fe y doctrina. Un luterano se llama a sí mismo luterano porque comparte con otras personas las mismas enseñanzas que enseñó Lutero, y esto aunque el día de mañana prefiera llamarse a secas “cristiano». 

Todos tenemos “dogmas”

De hecho, incluso aquellos que afirman no creer en dogmas, lo suelen hacer de forma inconsciente. La mayoría de protestantes como los que he conversado que rechazan creer en dogmas, están muy seguros de doctrinas que ellos consideran ciertas e inmutables. Aunque no lo admitan, esos son sus “dogmas”. La diferencia es que son dogmas creados en base a su propia opinión, o la de los fundadores de su denominación y no verdades reveladas por Dios, ni definidas de forma solemne por la Iglesia.

El controvertido sacerdote que dice que su fe no se fundamenta en dogmas, no explica sobre qué se fundamenta. Seguramente dirá que su fe se fundamenta en Cristo, pero ¿quién es Cristo?, quizá responda que el Hijo de Dios, en cuyo caso estará expresando su fe en un dogma.

El problema probablemente con este sacerdote no sea solo una deficiente comprensión del significado de lo que es un dogma de fe católica, sino que él no considera los dogmas católicos como relevantes o importantes, lo cual es mucho peor porque significa que no profesa la fe católica, ni la comparte.

El mismo admite que el dogma de la virginidad de María es también para él irrelevante. ¿pensará lo mismo del dogma de la primacía del Papa, o de la existencia del purgatorio, de la comunión de los santos, o de la transubstanciación? ¿Nada de esto agrega ni quita?.

Centralidad de los dogmas de fe católica

Evidentemente hay una jerarquía entre los dogmas: hay dogmas más centrales en la fe cristiana que otros. Pero si dejamos de profesar aunque sea un solo dogma de fe dejamos de ser católicos. Eso es lo que nos diferencia de los protestantes, donde cada denominación agrupa a aquellos que piensan similar, y cada vez que alguien comienza a profesar doctrinas distintas, puede hacer una nueva denominación en la que aun sin hacerlo explícitamente comparten un nuevo conjunto de “dogmas».

La naturaleza de la Iglesia Católica es muy distinta. No debemos ser como “niños, llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viento de doctrina, a merced de la malicia humana y de la astucia que conduce engañosamente al error” (Efesios 4,5).

Como católicos creemos que sólo hay una religión verdadera, y sus dogmas son revelados por Dios. Puede parecer arrogante, pero si a alguien le parece así, es síntoma de que él también ya ha dejado de ser católico. Quien sí es arrogante es aquel que inconscientemente cree que puede ser su propia fábrica de dogmas.

X Encuentro Mundial de las Familias

Del 22 al 26 de junio de 2022, tendrá lugar en Roma el X Encuentro Mundial de las Familias.

Encuentro Mundial de las FamiliasEl jueves 30 de septiembre, en torno a las 11:30 de la mañana, tuvo lugar en la Oficina de Prensa de la Santa Sede, en directo streaming, la conferencia de presentación del X Encuentro Mundial de las Familias, que se celebrará en Roma del 22 al 26 de junio de 2022, y cuyo tema es «El amor familiar: vocación y camino de santidad».

Tal como informa la oficina de prensa de la Santa Sede, a través de un comunicado, en el evento participaron el cardenal Kevin Farrell, Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida; el cardenal Angelo De Donatis, vicario general del Papa Francisco para la diócesis de Roma; la Profesora Gabriella Gambino, subsecretaria del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, Monseñor Walter Insero, director de la Oficina de Comunicaciones Sociales de la diócesis de Romay Giovanni; así como Elisabetta Scifoni, familia representante de la diócesis de Roma.

También estuvieron presentes Monseñor Marco Frisina, autor del himno del X Encuentro Mundial de las Familias, y el padre Marko Ivan Rupnik, a quien se debe la imagen, símbolo del evento.:18

Farrell: «Hacer fecunda la belleza del amor familiar»

En su intervención, el cardenal Kevin Farrell recordó que la celebración del X Encuentro Mundial de las Familias no se desarrollará con un único encuentro en Roma, sino que será un verdadero evento multicéntrico y desplegado por todas las diócesis del mundo:

“Un acontecimiento mundial, que permitirá a todas las familias participar en los encuentros diocesanos, las celebraciones y la santa misa, que cada obispo está invitado a organizar en su propia diócesis, en los mismos días en que el Papa reunirá en Roma sólo a los delegados de las conferencias episcopales, los movimientos y las asociaciones familiares”

 El purpurado también señaló que la belleza de esta oportunidad radica en que no sólo los agentes de pastoral familiar, sino todas las familias de las parroquias y diócesis podrán encontrarse en torno a su obispo:

“No podemos pensar en sostener la pastoral familiar si no involucramos en estos momentos importantes de encuentro eclesial a las familias, sobre todo, porque son el «terreno que irrigar», pero al mismo tiempo «la semilla que sembrar en el mundo» para hacerlo fecundo con testimonios reales y creíbles de la belleza del amor familiar”

De Donatis: «Dedicarnos con entusiasmo a la pastoral familiar»

Por su parte, el cardenal Angelo De Donatis, vicario general del Papa Francisco para la diócesis de Roma, subrayó durante su intervención que la Iglesia de Roma se prepara con alegría para acoger a los delegados y participantes en el X Encuentro Mundial de las Familias.

“La comunidad diocesana ha aceptado con gusto la invitación de nuestro obispo, el Papa Francisco, y considera esta cita no sólo un acontecimiento extraordinario, sino una preciosa oportunidad para dedicarnos con entusiasmo a la pastoral familiar: cónyuges, familias y pastores juntos”

En este sentido, el purpurado hace hincapié en que haber elegido como sede principal del Encuentro «la ciudad que conserva la memoria de los apóstoles Pedro y Pablo» pone de manifiesto la vocación original de la Iglesia de Roma, que «preside la comunión de las Iglesias».

Efectivamente -añadió- la comunidad eclesial de Roma recibirá a los delegados de la pastoral familiar de las Conferencias Episcopales del mundo para que asistan al Encuentro, en comunión con las iniciativas promovidas a nivel local por las demás Iglesias.

Asimismo, De Donatis indicó que en el año dedicado a Amoris Laetitia, la preparación del X Encuentro Mundial de las Familias coincide con la primera etapa del proceso sinodal en nuestra Iglesia diocesana (octubre 2021 – abril 2022).

Por ello -concluyó- nuestra comunidad eclesial, implicada en el «dinamismo de la escucha mutua», dará prioridad a la escucha de las familias con la intención de «caminar juntos» con los pastores, en la conciencia de que sólo escuchándonos unos a otros, como ha reiterado el Santo Padre, escucharemos al Espíritu que habla a la Iglesia.  

Gabriella Gambino presentó el programa del congreso

Otro de los participantes en la conferencia de presentación fue la profesora Gabriella Gambino, subsecretaria del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, quien explicó que el congreso pastoral de Roma se estructurará de la siguiente manera:

«El miércoles 22 de junio, por la tarde, tendrá lugar el Festival con los testimonios de las familias, en presencia del Santo Padre; el jueves 23, el viernes 24 y el sábado 25 por la mañana, el congreso pastoral, que incluirá celebraciones y adoración eucarística, conferencias pastorales y paneles para poner en diálogo experiencias pastorales de todo el mundo. El sábado por la tarde se celebrará una misa en la Plaza de San Pedro que, además de incluir a los delegados invitados, será un acto abierto especialmente a las familias de la diócesis de Roma, que podrán reunirse en torno a su obispo, el Santo Padre», dijo Gabriella Gambino informando que en todos los continentes, se podrá seguir la semana de actividades vía streaming y en parte también por televisión.

Cabe destacar que la misa del congreso se celebrará el sábado por la tarde «para que las familias de todo el mundo puedan celebrar con su obispo el domingo». El programa concluirá el domingo por la mañana con el Ángelus con el Santo Padre en la Plaza de San Pedro.

Octubre mes de las Misiones

La Iglesia Católica vive el mes de octubre dedicado a despertar el Espíritu Misionero en los fieles

La Iglesia Católica vive el mes de octubre dedicado mundialmente a despertar el Espíritu Misionero en los fieles, con gestos de solidaridad hacia los 200,000 misioneros que entregan sus vidas por el anuncio del Evangelio en el mundo.

Durante este mes, llamado «Mes de las Misiones» se intensifica la animación misionera, uniéndonos todos en oración, el sacrificio y el aporte económico a favor de las misiones, a fin de que el evangelio se proclame a todos los hombres.

Juan Pablo II en el Nº 72 de la Redemptoris Missio, mencioó a los «movimientos eclesiales dotados de dinamismo misionero» que, «cuando se integran con humildad en la vida de las iglesias locales y son acogidos cordialmente por los Obispos y sacerdotes en las estructuras diocesanas y parroquiales, representan un verdadero don de Dios para la nueva evangelización y para la actividad misionera propiamente dicha».

Queridísimos hermanos y hermanas:

El compromiso misionero de la Iglesia constituye, también en este comienzo del tercer milenio, una urgencia que en varias ocasiones he querido recordar. La misión, como he recordado en la Encíclica Redemptoris Missio, está aún lejos de cumplirse y por eso debemos comprometernos con todas nuestras energías en su servicio (cfr. n.1). Todo el Pueblo de Dios, en cada momento de su peregrinar en la historia, está llamado a compartir la «sed» del Redentor (cfr Jn 19, 28). Los santos han advertido siempre con mucha fuerza esta sed de almas que hay que salvar: baste pensar, por ejemplo, a santa Teresa de Lisieux, patrona de las misiones, y a monseñor Comboni, gran apóstol de África, que he tenido la alegría de elevar recientemente al honor de los altares.

Consagrados y enviados para la misión

Todos nosotros, miembros de la Iglesia e impulsados por el mismo Espíritu, somos consagrados, aunque de diverso modo, para ser enviados: por el bautismo se nos confía la misma misión de la Iglesia. A todos se nos llama y todos estamos obligados a evangelizar, y esta misión fontal, común a todos los cristianos, ha de constituir un verdadero «acicate» cotidiano y una solicitud constante de nuestra vida.

Es muy bello y estimulante recordar la vida de las comunidades de los primeros cristianos, cuando éstos se abrían al mundo, al que por vez primera miraban con ojos nuevos: era la mirada de quien ha comprendido que el amor de Dios se debe traducir en servicio por el bien de los hermanos. El recuerdo de su experiencia de vida me induce a reafirmar la idea central de la reciente encíclica: «La misión renueva la Iglesia, refuerza la fe y la identidad cristiana, da nuevo entusiasmo y nuevas motivaciones. ¡La fe se fortalece dándola!»(n. 2). Sí, la misión nos ofrece la extraordinaria oportunidad de rejuvenecer y embellecer a la Esposa de Cristo y, al mismo tiempo, nos hace experimentar una fe que renueva y fortalece la vida cristiana, precisamente porque se dona.

Pero la fe que renueva la vida y la misión que fortalece la fe no pueden ser tesoros escondidos o experiencias exclusivas de cristianos aislados. Nada está tan lejos de la misión como un cristiano encerrado en sí mismo: si su fe es sólida, está destinada a crecer y debe abrirse a la misión.

El primer ámbito de desarrollo del binomio fe-misión es la comunidad familiar. En una época en la que parece que todo concurre a disgregar esta célula primaria de la sociedad, es necesario esforzarse para que sea, o vuelva a ser, la primera comunidad de fe, no sólo en el sentido de la adquisición, sino también del crecimiento, de la donación y, por tanto, de la misión. Es hora de que los padres de familia y los cónyuges asuman como deber esencial de su estado y vocación evangelizar a sus hijos y evangelizarse recíprocamente, de modo que todos los miembros de la familia y en toda circunstancia -especialmente en las pruebas del sufrimiento, la enfermedad y la vejez- puedan realmente recibir la Buena Nueva. Se trata de una forma insustituible de educación a la misión y de preparación natural de las posibles vocaciones misioneras, que casi siempre encuentran su cuna en la familia.

Otro ámbito, asimismo importante, es la comunidad parroquial, o la comunidad eclesial de base, la cual, mediante el servicio de sus pastores y animadores, debe ofrecer a los fieles el alimento de la fe e ir en busca de los alejados y extraños, realizando así la misión. Ninguna comunidad cristiana es fiel a su cometido si no es misiones: o es comunidad misionera o no es ni siquiera comunidad cristiana, pues se trata de dos dimensiones de la misma realidad, tal como es definida por el bautismo y los otros sacramentos. Además, este empeño misionero de cada comunidad reviste la máxima urgencia hoy que la misión, entendida incluso en el sentido específico de primer anuncio del Evangelio a los no-cristianos, está llamando a las puertas de las comunidades cristianas de antigua evangelización y se presenta cada vez más como «misión entre nosotros».

Motivo de esperanza, para responder a las nuevas exigencias de la misión actual, son asimismo los Movimientos y grupos eclesiales, que el Señor suscita en la Iglesia para que su servicio misionero sea más generoso, oportuno y eficaz.

Cómo cooperar en la actividad misionera de la Iglesia.

Si todos los miembros de la Iglesia son consagrados para la misión, todos son corresponsables de llevar a Cristo al mundo con la propia aportación personal. La participación en este derecho-deber se llama «cooperación misionera» y se enraiza necesariamente en la santidad de vida: sólo injertados en Cristo, como los sarmientos en la vid (cf. Jn 15, 5), daremos mucho fruto. El cristiano que vive su fe y observa el mandamiento del amor dilata los horizontes de su actuación hasta abarcar a todos los hombres mediante la cooperación espiritual, hecha oración, sacrificio y testimonio, que permitió proclamar co-patrona de las misiones a santa Teresa del Niño Jesús, aunque nunca fue enviada a la misión.

La oración debe acompañar el camino y la obra de los misioneros para que la gracia divina haga fecundo el anuncio de la Palabra. El sacrificio, aceptado con fe y sufrido con Cristo, tiene valor salvífico. Si el sacrificio de los misioneros debe ser compartido y sostenido por el de los fieles, entonces todo el que sufre en el espíritu y en el cuerpo puede llegar a ser misionero, si ofrece con Jesús al Padre los propios sufrimientos. El testimonio de vida cristiana es una predicación silenciosa, pero eficaz, de la palabra de Dios. Los hombres de hoy, aparentemente indiferentes a la búsqueda del Absoluto, experimentan en realidad su necesidad y se sienten atraídos e impresionados por los santos que lo revelan con su vida.

La cooperación espiritual en la obra misionera debe tender sobre todo a promover las vocaciones misioneras. Por eso, invito una vez más a los jóvenes y a las jóvenes de nuestro tiempo a decir «sí», si el Señor les llama a seguirlo con la vocación misionera. No hay opción más radical y valiente que ésta: dejan todo para dedicarse a la salvación de los hermanos que no han recibido el don inestimable de la fe en Cristo.

La Jornada mundial de las misiones une a todos los hijos de la Iglesia, no sólo en la oración, sino también en el esfuerzo de solidaridad, compartiendo la ayuda y bienes materiales para la misión ad gentes. Tal esfuerzo responde al estado de necesidad que sufren tantas personas y poblaciones de la tierra. Se trata de hermanos y hermanas que, necesitados de todo, viven principalmente en los países identificados con el Sur del mundo y que coinciden con los territorios de misión. Los pastores y los misioneros necesitan, pues, medios ingentes, no sólo para la obra de la evangelización -que es, ciertamente, primaria y onerosa-, sino también para salir al paso de las múltiples necesidades materiales y morales mediante las obras de promoción humana que acompañan siempre a toda misión.

Ojalá que la celebración de la Jornada mundial de las misiones sea un estímulo providencial para poner en marcha las estructuras de caridad y para que cada uno de los cristianos y sus comunidades den testimonio efectivo de la caridad. Se trata de «una cita importante en la vida de la Iglesia, porque enseña cómo se ha de dar: en la celebración eucarística, esto es, como ofrenda a Dios, y para todas las misiones del mundo» (Redemptoris missio, 81).

La animación de las Obras Misionales Pontificias.

En la obra de animación y cooperación misionera, que atañe a todos los hijos de la Iglesia, deseo reafirmar el cometido peculiar y la responsabilidad específica que incumben a las Obras Misionales Pontificias, como lo hice destacar ya en la citada encíclica (cf. n. 84).

Las cuatro Obras – Propagación de la fe, San Pedro Apóstol, Infancia Misionera y Unión Misional- tienen como objetivo común promover el espíritu misionero en el pueblo de Dios. Son la expresión de la universalidad en las Iglesias locales.

Deseo recordar especialmente la Unión Misional, que celebra su 75º aniversario de fundación. Tiene el mérito de realizar un esfuerzo continuo de sensibilización entre los sacerdotes, religiosos, religiosas y animadores de las comunidades cristianas, para que el ideal misionero se traduzca en formas adecuadas de pastoral y de catequesis misionera.

Las Obras Misionales deben ser las primeras en llevar a la práctica cuanto afirmé en la encíclica: «Las Iglesias locales, por consiguiente, han de incluir la animación misionera como elemento primordial de su pastoral ordinaria en las parroquias, asociaciones y grupos, especialmente los juveniles» (n. 83). Las Obras Misionales han de ser protagonistas de este importante mandato en la animación, formación misionera y organización de la caridad para la ayuda a las misiones.

Pero, una vez recordada la función de estas Obras y el empeño permanente en favor de la misión, no puedo terminar esta exhortación sin hacer llegar expresamente a los misioneros y misioneras -sacerdotes, religiosos y laicos esparcidos por el mundo- una expresión de afectuoso agradecimiento y estímulo, para que perseveren con confianza en su actividad evangelizadora, aun cuando llevarla a cabo pueda costar y cueste los mayores sacrificios, incluso el de la vida.

Queridísimos misioneros y misioneras: mi pensamiento y afecto os acompañan siempre, junto con la gratitud de toda la Iglesia. Sois la esperanza viva de la Iglesia, como testigos y artífices de su misión universal en el acto mismo que se realiza, y también el signo creíble y visible del amor de Dios, que a todos nos ha llamado, consagrado y enviado, pero que a vosotros os ha dado un mandato especial: el don singular de la vocación ad gentes. Vosotros lleváis a Cristo al mundo; y, en su nombre, como Vicario suyo, os bendigo y os llevo en el corazón. Con vosotros, bendigo a todos aquellos que con amor y generosidad participan en vuestro apostolado de evangelización y de promoción integral del hombre.

Misioneros, que María, Reina de los Apóstoles, guíe y acompañe vuestros pasos y los de todos aquellos que, de cualquier forma, cooperan en la misión universal de la Iglesia.

Octubre: Mes del Rosario

La Iglesia ha dedicado un mes, el de Octubre, para honrar a María con el rezo del Santo Rosario

Origen e historia de esta devoción:

En la antigüedad, los romanos y los griegos solían coronar con rosas a las estatuas que representaban a sus dioses, como símbolo del ofrecimiento de sus corazones. La palabra “rosario” significa «corona de rosas».

Siguiendo esta tradición, las mujeres cristianas que eran llevadas al martirio por los romanos, marchaban por el Coliseo vestidas con sus ropas más vistosas y con sus cabezas adornadas de coronas de rosas, como símbolo de alegría y de la entrega de sus corazones al ir al encuentro de Dios. Por la noche, los cristianos recogían sus coronas y por cada rosa, recitaban una oración o un salmo por el eterno descanso del alma de las mártires.

La Iglesia recomendó entonces rezar el rosario, el cual consistía en recitar los 150 salmos de David, pues era considerada una oración sumamente agradable a Dios y fuente de innumerables gracias para aquellos que la rezaran. Sin embargo, esta recomendación sólo la seguían las personas cultas y letradas pero no la mayoría de los cristianos. Por esto, la Iglesia sugirió que aquellos que no supieran leer, suplantaran los 150 salmos por 150 Avemarías, divididas en quince decenas. A este “rosario corto” se le llamó “el salterio de la Virgen”.

Cuenta la Historia que un día, a finales del siglo XII, Santo Domingo de Guzmán quien sufría mucho al ver que la gravedad de los pecados de la gente estaba impidiendo la conversión de los albigenses, decidió ir al bosque a rezar. Estuvo en oración tres días y tres noches haciendo penitencia y flagelándose hasta perder el sentido. En este momento, se le apareció la Virgen con tres ángeles y le dijo que la mejor arma para convertir a las almas duras no era la flagelación, sino el rezo de su salterio. Santo Domingo se dirigió en ese mismo momento a la catedral de Toulouse, sonaron las campanas y la gente se reunió para escucharlo. Cuando iba a empezar a hablar, se soltó una tormenta con rayos y viento muy fuerte que hizo que la gente se asustara. Todos los presentes pudieron ver que la imagen de la Virgen que estaba en la catedral alzaba tres veces los brazos hacia el Cielo. Santo Domingo empezó a rezar el salterio de la Virgen y la tormenta se terminó.

En otra ocasión, Santo Domingo tenía que dar un sermón en la Iglesia de Notre Dame en París con motivo de la fiesta de San Juan y, antes de hacerlo, rezó el Rosario. La Virgen se le apareció y le dijo que su sermón estaba bien, pero que mejor lo cambiara y le entregó un libro con imágenes, en el cual le explicaba lo mucho que gustaba a Dios el rosario de Avemarías porque le recordaba ciento cincuenta veces el momento en que la humanidad, representada por María, había aceptado a su Hijo como Salvador.

Santo Domingo cambió su homilía y habló de la devoción del Rosario y la gente comenzó a rezarlo con devoción, a vivir cristianamente y a dejar atrás sus malos hábitos.

Santo Domingo murió en 1221, después de una vida en la que se dedicó a predicar y hacer popular la devoción del Rosario entre las gentes de todas las clases sociales para el sufragio de las almas del Purgatorio, para el triunfo sobre el mal y prosperidad de la Santa Madre de la Iglesia.

El rezo del Rosario mantuvo su fervor por cien años después de la muerte de Santo Domingo y empezó a ser olvidado.

bibliaEn 1349, hubo en Europa una terrible epidemia de peste a la que se le llamó ¨la muerte negra” en la que murieron muchísimas personas.

Fue entonces cuando el fraile Alan de la Roche, superior de los dominicos en la misma provincia de Francia donde había comenzado la devoción al Rosario, tuvo una aparición, en la cual Jesús, la Virgen y Santo Domingo le pidieron que reviviera la antigua costumbre del rezo del Santo Rosario. El Padre Alan comenzó esta labor de propagación junto con todos los frailes dominicos en 1460. Ellos le dieron la forma que tiene actualmente, con la aprobación eclesiástica. A partir de entonces, esta devoción se extendió en toda la Iglesia.

¿Cuándo se instituyó formalmente esta fiesta?

El 7 de octubre de 1571 se llevó a cabo la batalla naval de Lepanto en la cual los cristianos vencieron a los turcos. Los cristianos sabían que si perdían esta batalla su religión podía peligrar y por esta razón confiaron en la ayuda de Dios, a través de la intercesión de la Santísima Virgen. El Papa San Pío V pidió a los cristianos rezar el rosario por la flota. En Roma estaba el Papa despachando asuntos cuando de pronto se levantó y anunció que sabía que la flota cristiana había sido victoriosa. Ordenó el toque de campanas y una procesión. Días más tarde llegaron los mensajeros con la noticia oficial del triunfo cristiano. Posteriormente, instituyó la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias el 7 de octubre.

Un año más tarde, Gregorio XIII cambió el nombre de la fiesta por el de Nuestra Señora del Rosario y determinó que se celebrase el primer domingo de Octubre (día en que se había ganado la batalla). Actualmente se celebra la fiesta del Rosario el 7 de Octubre y algunos dominicos siguen celebrándola el primer domingo del mes.

La fuerza del Rosario

A lo largo de la historia se ha visto como el rezo del Santo Rosario pone al demonio fuera de la ruta del hombre y de la Iglesia. Llena de bendiciones a quienes lo rezan con devoción. Nuestra Madre del Cielo ha seguido promoviéndolo, principalmente en sus apariciones a los pastorcillos de Fátima.

El Rosario es una verdadera fuente de gracias. María es medianera de las gracias de Dios. Dios ha querido que muchas gracias nos lleguen por su conducto, ya que fue por ella que nos llegó la salvación.

Todo cristiano puede rezar el Rosario. Es una oración muy completa, ya que requiere del empleo simultáneo de tres potencias de la persona: física, vocal y espiritual. Las cuentas favorecen la concentración de la mente.

Rezar el Rosario es como llevar diez flores a María en cada misterio. Es una manera de repetirle muchas veces lo mucho que la queremos. El amor y la piedad no se cansan nunca de repetir con frecuencia las mismas palabras, porque siempre contienen algo nuevo. Si lo rezamos todos los días, la Virgen nos llenará de gracias y nos ayudará a llegar al Cielo. María intercede por nosotros sus hijos y no nos deja de premiar con su ayuda. Al rezarlo, recordamos con la mente y el corazón los misterios de la vida de Jesús y los misterios de la conducta admirable de María: los gozosos, los dolorosos, los luminosos y los gloriosos. Nos metemos en las escenas evangélicas: Belén, Nazaret, Jerusalén, el huerto de los Olivos, el Calvario, María al pie de la cruz, Cristo resucitado, el Cielo, todo esto pasa por nuestra mente mientras nuestros labios oran.

Las Letanías

El Rosario no es una oración litúrgica, sino sólo un ejercicio piadoso. Las Letanías forman una parte oficial de la liturgia en cuanto que las invocaciones reciben permiso de la Santa Sede. Se cree que su origen fue, probablemente, antes del siglo XII.

La forma actual en la que las rezamos se adoptó en el santuario mariano de Loreto, en Italia y por eso se llama Letanía lauretana. En 1587, el Papa Sixto V la aprobó para que la rezaran todos los cristianos. Todos los cristianos hemos recurrido a la Virgen en momentos de alegría llamándola “Causa de nuestra alegría”, en momentos de dolor diciéndole “Consoladora de los afligidos”, etc.
Podemos rezar las Letanías con devoción, con amor filial, con gozo de tener una Madre con tantos títulos y perfecciones, recibidos de Dios por su Maternidad divina y por su absoluta fidelidad. Al rezarlas, tendremos la dicha de alabar a María, de invocar su protección y de ser ayudados siempre ya que la Virgen no nos deja desamparados.

Como rezar el Rosario

Como se trata de una oración, lo primero que hay que hacer es saludar, persignarnos y ponernos en presencia de Dios y de la Santísima Virgen.
Luego, se enuncian los misterios del día que se van a rezar y comenzamos a meditar en el primero de estos cinco misterios. Durante la oración de cada misterio, trataremos de acompañar a Jesús y a María en aquellos momentos importantes de sus vidas. Aprovechamos de pedirles ayuda para imitar las virtudes y cualidades que ellos tuvieron en esos momentos. Al meditarlos frecuentemente, estas guías pasan a formar parte de nuestra conciencia, de nuestra vida. Podemos ofrecer cada misterio del rosario por una intención en particular y se puede leer una parte del Evangelio que nos hable acerca del misterio que estamos rezando.
Cada misterio consta de un Padrenuestro seguido de diez Avemarías y un Gloria. Usamos nuestro rosario pasando una cuenta en cada Avemaría. Así seguimos hasta terminar con los cinco misterios.

Al terminar de rezar los cinco misterios, se reza la Salve y se termina con las Letanías.

Los Misterios

Los veinte misterios que se rezan nos recuerdan la vida de Jesús y, dependiendo del día, se rezan de la siguiente forma:

LUNES Y SÁBADO
MISTERIOS GOZOSOS 
VIRTUD (sugerida)

1. La Anunciación del ángel a la Virgen. La obediencia.
2. La Visita de la Virgen a su prima Isabel. Amor al prójimo.
3. El Nacimiento del Hijo de Dios. Desprendimiento
4. La Presentación del niño Jesús en el templo. Pureza de intención.
5. El Niño Jesús perdido y hallado en el templo Sabiduría en cosas de Dios.

MARTES Y VIERNES
MISTERIOS DOLOROSOS 
VIRTUD (sugerida)

1. La Oración de Jesús en el huerto. Verdadero arrepentimiento de los pecados.
2. La flagelación de nuestro Señor Jesucristo. Espíritu de sacrificio
3. La coronación de espinas. Desapego a lo material
4. Jesucristo es cargado con la Cruz. Paciencia por mi cruz.
5. La crucifixión de nuestro Señor Jesucristo. Generosidad

MIERCOLES Y DOMINGOS.
MISTERIOS GLORIOSOS 
VIRTUD (sugerida)

1. La Resurrección de Jesucristo. Fe, Esperanza y Caridad
2. La Ascensión del Señor a los Cielos. Deseo de ir al Cielo
3. La venida del Espíritu Santo. Deseo de vivir en Gracia
4. La Asunción de la Virgen a los Cielos. Amor a María
5. La Coronación de la Virgen en los Cielos. Perseverancia

JUEVES.
MISTERIOS LUMINOSOS

1. El Bautismo de Jesús en el Jordán 2 Co 5, 21; . Mt 3, 17.
2. Las bodas de Caná; Jn 2, 1-12.
3. El anuncio del Reino de Dios Mc 1, 15; Mc 2. 3-13; Lc 47-48.
4. La Transfiguración; Lc 9, 35.
5. La Institución de la Eucaristía, expresión sacramental del misterio pascual. Jn13, 1.

Sobre la música

¿Por qué la música ocupa un lugar destacado en nuestras vidas?

Miles de músicas a lo largo de la historia han acompañado a los seres humanos. En las llanuras y en las montañas, entre cabañas y rascacielos, melodías y letras han estado siempre presentes.

¿Por qué la música ocupa un lugar destacado en nuestras vidas? Porque la música llega hasta lo más íntimo del corazón. Consuela o entristece. Anima o desalienta. Educa o deforma.

Los ritmos y las armonías influyen, consciente o inconscientemente, en cada uno. A veces suscitan una emoción serena, confortante. Otras veces provocan un extraño sentimiento de inquietud o pasiones incontroladas.

  • Esto es la Biblia: Episodio 2 – Génesis 1. La creació10:44

Las letras también entran en las mentes de las personas. Con ellas se promueve la bondad o se exalta la vileza, se defienden las virtudes o se difunden los vicios.

Por eso las familias y los educadores necesitan tomar conciencia de la importancia de la música, para resaltar aquella que promueva el bien y para denunciar la que lleve hacia el desorden y la injusticia.

Por desgracia, en muchos lugares la música se ha convertido en un medio para fomentar el odio, la sensualidad, la avaricia, la sed de venganza. Duele, por indicar solo un ejemplo, ver a miles de personas cantar a gritos un himno lleno de rabia y desprecio hacia personas o pueblos vistos como “enemigos”.

Al revés, resulta confortante encontrar tantas otras músicas que defienden principios buenos y virtudes sólidas, que alaban la belleza del matrimonio y la familia, que invitan a una vida solidaria y llena del amor verdadero.

La música tiene, además, una rica dimensión religiosa. Por eso numerosos grupos de creyentes le han dado un especial relieve en sus ritos y ceremonias.

También la Iglesia católica ha promovido, desde sus primeros siglos, melodías y canciones para acercar el alma de los bautizados a Dios y para recordar los grandes hechos de la historia salvífica.

La música, bien dosificada, es una gran ayuda en el camino de los pueblos. Por lo mismo, vale la pena una reflexión serena que permite dejar a un lado canciones que dañan, y que promueva y fomente tantas otras melodías que conducen suavemente los corazones hacia la bondad, la justicia, la belleza, la entrega generosa a los demás seres humanos.

¿Qué hay después de la muerte? El esperanzador mensaje de Teresa de Lisieux

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Cuando leemos las últimas conversaciones de la pequeña Teresa en su lecho de muerte, nos damos cuenta de que espera con impaciencia este paso a la vida eterna, incluso con alegría. Sabe que estará aún más cerca de todos los que ha conocido y amado

«No muero, entro en la vida»: esta frase de santa Teresa de Lisieux en una de sus últimas cartas expresa la fe que la animó durante su larga y dolorosa enfermedad.

La joven monja carmelita de 24 años, también llamada santa Teresita del Niño Jesús o la santa del “pequeño camino”, padeció durante semanas tuberculosis.

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Las palabras de Teresa al final de su vida

Sus dos hermanas, la Madre Inés (Paulina) y la hermana Genoveva (Celina) mientras actuaban como cuidadoras y enfermeras, tomaron nota de todas las palabras de la moribunda, sintiendo que no debían perderse.

En este pequeño extracto de sus últimos encuentros, la fe de la pequeña Teresa aparece en todo su esplendor: sabe que después de su muerte estará aún más cerca de todas las personas que ha conocido y amado:

“El señor abad me dijo: ‘ Tendrás que hacer un gran sacrificio cuando dejes a tus hermanas… ‘Le respondí:’ Pero, Padre, creo que no las dejaré; al contrario, estaré aún más cerca de ellas después de mi muerte».

El relato de sus últimos días revela también su total abandono, en la confianza y el amor, culminando con esta última palabra dicha el día de su muerte, el 30 de septiembre de 1897, mientras mira su crucifijo:

«Dios mío … ¡te amo !».

Enamorada de Dios y heroica, su mensaje está lleno de realismo y alegría.

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Descubre las más célebres frases de santa Teresa de Lisieux

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Lo mejor de «Historia de un Alma», seleccionado por Aleteia

Santa Teresita del Niño Jesús o santa Teresa de Lisieux, es la más joven de los Doctores de la Iglesia, proclamada por san Juan Pablo II el 19 de octubre de 1997; la más joven porque murió desconocida a los 24 años de edad.

Sin embargo muy pronto se hizo conocer, por vida cristiana de santidad, sus milagros y por el gran legado espiritual que dejó a través de sus obras literarias.

Hoy quisiéramos recordarla con estas, sus frases más celebres, la mayoría extraídas del libro Historia de un Alma, una verdadera joya espiritual de nuestro tiempo.

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Quién es santa Teresita

Santa Teresa de Lisieux es la autora del “caminito espiritual”, la santa que descubrió que su misión en el corazón de la Iglesia era ser el amor.

Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz, Teresita de Lisieux, es una maravillosa monja carmelita que ha hecho llover flores sobre el mundo, una de las santas más queridas por su nobleza, su genio espiritual y su dulzura de amor.

Tenía un corazón misionero, a pesar de que entró en un monasterio carmelita de clausura donde las monjas rara vez pasan más allá de los muros que lo rodean.

Ella siempre rezaba por los sacerdotes misioneros y por aquellos a quienes servían como ministros. Su corazón estaba lleno del amor de Dios y quería que todo el mundo lo poseyera.

Aquí algunas imágenes de la santa, tomadas por su hermana: