John 14:23-29
Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús dice que el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en nombre de Cristo, enseñará todo a sus discípulos. El Espíritu Santo es el amor que comparten el Padre y el Hijo. Nosotros tenemos acceso a este Sagrado Corazón de Dios solo porque el Padre envió al Hijo al mundo, a nuestra disfuncionalidad, incluso llegando a los límites del abandono por Dios, y así reunió a todo el mundo en el dinamismo de la vida divina.
Los que viven en Cristo no están fuera de Dios como mendigos o suplicantes; más bien, están en Dios como amigos, partícipes en el Espíritu. Y esta vida espiritual es lo que nos da el conocimiento de Dios —un conocimiento desde adentro.
Cuando los grandes maestros del cristianismo hablan de conocer a Dios, no usan el término en un sentido distanciado o analítico; lo utilizan en el sentido bíblico, lo que implica conocimiento a través de una intimidad personal. Esta es la razón por la cual San Bernardo de Clairvaux, por ejemplo, insiste en que los recién iniciados en la vida espiritual conozcan a Dios no solo a través de libros y conferencias, sino a través de la experiencia, de la misma manera en que un amigo conoce a otro. Este conocimiento es lo que facilita el Espíritu Santo.
Beda el Venerable, Santo
Memoria Litúrgica, 25 de mayo
Por: P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net
Presbítero y Doctor de la Iglesia
Martirologio Romano: San Beda el Venerable, presbítero y doctor de la Iglesia, el cual, servidor de Cristo desde la edad de ocho años, pasó todo el tiempo de su vida en el monasterio de Wearmouth, en Northumbria, en Inglaterra. Se dedicó con fervor en meditar y exponer las Escrituras, y entre la observancia de la disciplina regular y la solicitud cotidiana de cantar en la iglesia, sus delicias fueron siempre estudiar, o enseñar, o escribir († 735).
Etimológicamente: Beda = Aquel que es un buen guerrero, es de origen germánico.
Breve Biografía
El nombre de Beda o Baeda en lengua sajona quiere decir oración. San Beda, “padre de la erudición inglesa” como lo definió el historiador Burke, murió a los 63 años en la abadía de Jarrow, en Inglaterra, después de haber dictado la última página de un libro suyo y de haber rezado el Gloria Patri. Era la víspera de la Ascensión, el 25 de mayo del 735. Cuando sintió que se acercaba la muerte, dijo: “He vivido bastante y Dios ha dispuesto bien de mi vida”.
Beda nació en el año 672 de una modesta familia obrera de Newcastle y recibió su formación en dos monasterios benedictinos de Wearmouth y Jarrow, en donde fue ordenado a los 22 años.
Las dos más grandes satisfacciones de su vida las condensó él mismo en tres verbos: aprender, enseñar, escribir. La mayor parse de su obra de escritor tiene su origen y finalidad en la enseñanza. Escribió sobre filosofía, cronología, aritmética, gramática, astronomía, música, siguiendo el ejemplo de san Isidro. Pero san Beda es ante todo un teólogo, de estilo sencillo, accesible a todos.
Se le presenta como uno de los padres de toda la cultura posterior, influyendo, por medio de la escuela de York y la escuela carolingia, sobre toda la cultura europea. Entre los monumentos insignes de la historiografía queda su Historia eclesiástica gentis Anglorum, que le mereció ser proclamado en el sínodo de Aquisgrana, en el 836, “venerabilis et modernis temporibus doctor admirabilis”. Le gustaba definirse “historicus verax”, historiador veraz, consciente de haber prestado un servicio a la verdad.
Terminó su voluminosa obra histórica con esta oración: “Te pido, Jesús mío, que me concediste saborear con delicia las palabras de tu sabiduría, concederme por tu misericordia llegar un día a ti, fuente de sabiduría, y contemplar tu rostro”. El Papa Gregorio II lo había llamado a Roma, pero Beda le suplicó que lo dejara en la laboriosa soledad del monasterio de Jarrow, del que se alejó sólo por pocos meses, para poner las bases de la escuela de York, de la que después salió el célebre Alcuino, maestro de la corte carolingia y fundador del primer estudio parisiense.
Después de haber dictado la última página de su Comentario a san Juan, le dijo al monje escribano: “ahora sostenme la cabeza y haz que pueda dirigir los ojos hacia el lugar santo donde he rezado, porque siento que me invade una gran dulzura”. Fueron sus últimas palabras.
La paz del cristiano
Santo Evangelio según san Juan 14, 23-29. Domingo VI de Pascua
Por: José Alberto Rincón Cárdenas, LC | Fuente: somosrc.mx
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, ten misericordia de mí y enséñame a deleitarme en tu paz.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 14, 23-29
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “El que me ama, cumplirá mi palabra y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada.
El que no me ama no cumplirá mis palabras. Y la palabra que están oyendo no es mía, sino del Padre, que me envió.
Les he hablado de esto ahora que estoy con ustedes; pero el Paráclito, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he dicho.
La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo. No pierdan la paz ni se acobarden. Me han oído decir: ‘Me voy, pero volveré a su lado’. Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Se lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, crean”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Amor y paz. Son estos los dos núcleos del pasaje de hoy. Uno conduce al otro. Amor. Todavía está en nuestro corazón el recuerdo de la Semana Santa, en que una vez más acompañamos a Jesús en el momento en que presentó, ante el Padre, su espíritu por amor. Aún resuena en nuestros oídos aquel momento en que nos aseguró que nadie tenía mayor amor que el que daba la vida por sus amigos, y lo hemos visto precisamente entregarse por nosotros.
Hagamos una primera pausa. Preguntémonos: ¿sigo sintiendo ese amor?, ¿sigo dejándome amar por Él?, ¿o la rutina de la vida ha ido apagando su llama? Ahora, miremos al futuro cercano. En pocos días celebraremos Pentecostés, la venida del Espíritu Santo sobre la Virgen María y los apóstoles. Jesús les hizo saber, antes de su muerte, que estas cosas pasarían. Hoy nos las recuerda para que no perdamos de vista el horizonte.
Paz. Viene el Espíritu Santo. El don que nos trae es la paz, la misma que Jesús prometió dejarnos. Mas no es la paz según el criterio del mundo. Muchas veces podemos preguntarnos dónde es que se encuentra, si aún hay guerra y dolor. Se nos olvida que la crueldad puede muy bien provenir del corazón del hombre, mientras que la paz sólo puede llegar de fuera del hombre. ¿Cómo es esta paz que Jesús da?
Ciertamente, no es sinónimo de que nada malo sucede, como si todos nuestros problemas se acabasen con tan sólo acogerla. No. Es una paz que tiene sabor de eternidad y, por tanto, exige responsabilidad. Es, en una palabra, la paz de saber que, incluso en medio de las mayores dificultades, la victoria ya ha sido ganada, ya somos hijos de Dios, y ya nos aguarda la vida eterna. Amor y paz. Sí, amor que nos viene de Dios y nos prepara para recibir la paz, que también viene de Él. Así pues, que no tiemble nuestro corazón; antes bien, que siga creyendo en el Amor y esperando en la paz del Señor.
«Cada nuevo día en la vida de nuestras familias y cada nueva generación trae consigo la promesa de un nuevo Pentecostés, un Pentecostés doméstico, una nueva efusión del Espíritu, el Paráclito, que Jesús nos envía como nuestro Abogado, nuestro Consolador y quien verdaderamente nos da valentía. Cuánta necesidad tiene el mundo de este aliento que es don y promesa de Dios».
(Homilía de S.S. Francisco, 26 de agosto de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
No permitiré que en este día las cosas pasajeras me quiten la paz de saberme profundamente amado por Dios, para así poder, a su vez corresponder, a ese amor.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
San Beda el Venerable, un gran sabio medieval
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Dolors Massot – publicado el 25/05/22 – actualizado el 23/05/23
Conoce a un monje benedictino y doctor de la Iglesia que promovió la evangelización y el conocimiento teológico en tierras anglosajonas
San Beda el Venerable fue un monje benedictino que fortaleció la evangelización en el actual Reino Unido. Escribió la Historia eclesiástica del pueblo de los Anglos.
Destacó en cálculo, con aportaciones como la práctica de datar las fechas antes y después de Cristo, expresada como Anno Domini, que había inventado Dionisio el Exiguo.
También fue lingüista y traductor. Y con sus traducciones de los Padres de la Iglesia del latín y del griego al inglés ayudó a sus colegas anglosajones a comprender mejor la Patrística.
Vivió casi siempre en el monasterio. Pero sus escritos de teología, sus comentarios bíblicos y su ejemplo hicieron un gran servicio a la propagación de la fe.
Se le considera el sabio más importante de los siglos VII a IX. Fue declarado Doctor de la Iglesia.
Murió el 27 de mayo del año 735.
Santo patrón
San Beda el Venerable es el santo patrono de los historiadores.
Oración
Dios todopoderoso,
que has derramado por toda la creación reflejos de tu infinita belleza y bondad,
haciendo el hombre a tu imagen y semejanza.
Tanto amas a quienes se entregan totalmente,
que nos los pones como modelo, quieres que les veneremos y haces innumerables beneficios y milagros por su intercesión.
Por ello y mediante tu siervo san Beda el Venerable
te rogamos nos concedas (mencionar aquí la petición)
y con ello una mayor correspondencia a tu amor.
Señor Dios, que has iluminado a tu Iglesia con la sabiduría de san Beda el Venerable, permítenos orientarnos por las enseñanzas de tu santo sacerdote
y ser ayudados por sus méritos.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.