¿Por qué viene el Hijo? ¿Porque Dios está enojado? ¿Porque Dios quiere enseñorearse de nosotros? ¿Porque Dios necesita algo? No, él viene puramente por amor, por el deseo de Dios de que florezcamos: “Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”.
No es para resolver sus problemas de ira que el Padre envía al Hijo, sino para que la justicia del mundo sea restaurada. Jesús es el cumplimiento del intento salvífico de Dios, manifestado a lo largo del Antiguo Testamento.
Macario de Antioquía, Santo
Peregrino, 10 de abril
Por: Redacción | Fuente: Catholic.net
Martirologio Romano: En Gante, en Flandes, ahora en Bélgica, san Macario, peregrino, que fue recibido entre los monjes de San Bavón, y al año siguiente falleció consumido por la peste († 1012).
Hijo de una familia cristiana de origen armenio, fue educado por el arzobispo de Antioquía, fue tan buen estudiante que muy pronto se vio ejerciendo tareas encargadas por su mentor, en su cumplimiento resaltaban siempre sus conocimientos y virtudes, por lo que el arzobispo decidió nombrarlo su sucesor.
Gobernó durante algún tiempo la Iglesia en Antioquía, pero temiendo que los honores que recibía constantemente le hicieran perder la humildad, renunció al cargo y partió en secreto en peregrinación a Palestina. Allí se intenta convertir a sarracenos reacios a escucharle, y fue echado a la cárcel, atado de pies y manos y cargado una pesada piedra colgada de su cuello. Sin embargo, milagrosamente logra escapar sin sufrir ningún daño.
Decidió, entonces, peregrinar hacia el oeste, pasa por varias provincias de Francia, llegando finalmente a Flandes y, deteniéndose en Gante, donde es recibido por los monjes de San Bavón . Después de unos meses, pensó regresar al este, pero una terrible enfermedad cayó sobre Gante, por lo que decidió quedarse para atender a los enfermos, mientras en sus oraciones pedía al Señor que permitiera la sanación del pueblo que sufría, ofreciendo su vida a cambio de la vida de toda esa gente, murió poco después, y junto con él desapareció la enfermedad, era el 12 de abril de 1012.
Actitudes de amor
Santo Evangelio según San Juan 3,16-21. Miércoles II de Pascua.
Por: José Torres | Fuente: somosrc.mx
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que estas junto a mí, que me oyes, y es por eso que quiero hablarte desde lo más profundo de mi corazón; te pido la gracia de hacer de este rato de oración, un momento de intimidad gozosa con tu corazón misericordioso.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 3, 16-21
Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él. El que cree en él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios. La causa de la condenación es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran. En cambio, el que obra el bien conforme a la verdad, se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Como podríamos comenzar nuestra meditación sin pensar en la palabra que resuena en la primera frase de este Evangelio, que es la palabra «entregó».Es el mismísimo Dios, el eterno creador que entrega a su Hijo para nuestra salvación, y es ahora Él, el que nos interpela y nos pide una entrega según nuestras posibilidades. Es hermoso ver la vida de los santos y de personas que han desgastado sus vidas por amor a Cristo, por su misión y para la salvación de las almas, en fin, para que Cristo pueda reinar en todos los corazones.
Pidamos al Señor la gracia de corresponder a ese amor; que podamos ser verdaderos apóstoles; que ese amor que experimentamos cada vez que hacemos una visita eucarística, cada vez que recibimos su preciosísimo Cuerpo y su Sangre en la Eucaristía, haga que nuestros corazones sean verdaderas llamas de amor, y que con ellas podamos iluminar a quienes están necesitados de una lámpara para seguir el camino o para reemprender el sendero.
Hoy, en especial, nos pide que seamos ejemplo, que con nuestras obras y con nuestro testimonio, llevemos cada vez más almas a Cristo. No nos olvidemos que nuestro trabajo de cada día es una ocasión para agradar a Dios y, de ese modo, santificarnos y santificar lo que hacemos, porque lo hacemos con amor y responsabilidad de apóstoles de Cristo.
«Cuánta alegría y consuelo nos dan las palabras de san Juan que hemos escuchado: es tal el amor que Dios nos tiene, que nos hizo sus hijos, y, cuando podamos verlo cara a cara, descubriremos aún más la grandeza de su amor. No sólo eso. El amor de Dios es siempre más grande de lo que podemos imaginar, y se extiende incluso más allá de cualquier pecado que nuestra conciencia pueda reprocharnos. Es un amor que no conoce límites ni fronteras; no tiene esos obstáculos que nosotros, por el contrario, solemos poner a una persona, por temor a que nos quite nuestra libertad».
(Homilía de S.S. Francisco, 9 de marzo de 2018).
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hacer una visita eucarística pidiendo por todas las personas que quieren pero, por diversas circunstancias, no pueden comulgar.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.