.

 

 

• John 3:31-36

El Evangelio de hoy promete vida eterna a quienes crean en el Hijo de Dios.

 

En casi todas las religiones la vida de la fe tiene que ver con la relación de una criatura con el Creador. Casi todas las religiones hablan de la dependencia de la criatura a Dios, de su sujeción a la providencia divina y de su necesidad de gracia y perdón. El cristianismo también articula estas relaciones básicas, pero las empuja más allá porque habla de la Encarnación y los dones que están asociados con ella.

En el tercer capítulo del Evangelio de Juan escuchamos que “Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna”. Este conocido versículo resume la fe cristiana y da expresión a su carácter distintivo, ya que habla de la posibilidad de que una criatura pueda compartir la vida de Dios.

El propósito de enviar al Hijo es llevar a la raza humana a la vida divina —el ritmo del amor Trinitario— para que podamos relacionarnos con Dios no solo como criaturas sino como amigos. Vemos entonces que el amor sólo se completa cuando hay otro que puede recibir totalmente lo que el amante quiere dar.

El que cree en Él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios» (Jn 3, 17-18).

Entonces, esto significa que el juicio final ya está en acción, comienza ahora en el curso de nuestra existencia.

Tal juicio se pronuncia en cada instante de la vida, como confirmación de nuestra acogida con fe de la salvación presente y operante en Cristo, o bien de nuestra incredulidad, con la consiguiente cerrazón en nosotros mismos.

 

 

Pero si nos cerramos al amor de Jesús, somos nosotros mismos quienes nos condenamos. La salvación es abrirse a Jesús, y Él nos salva. (…) Pero para ello debemos abrirnos al amor de Jesús, que es más fuerte que todas las demás cosas. El amor de Jesús es grande, el amor de Jesús es misericordioso, el amor de Jesús perdona. Pero tú debes abrirte, y abrirse significa arrepentirse, acusarse de las cosas que no son buenas y que hemos hecho. (Audiencia General, 11 diciembre 2013)

 

 

Inés de Montepulciano, Santa

Virgen, 20 de abril


 

Martirologio Romano: En Montepulciano, en la Toscana, Italia, santa Inés, virgen, que vistió el hábito de las vírgenes a los nueve años, y a los quince, en contra de su voluntad, fue elegida superiora de las monjas de Procene, fundando más tarde un monasterio, sometido a la disciplina de santo Domingo, donde dio muestras de una profunda humildad († 1317).

Etimológicamente: Inés = Aquella que se mantiene pura, es de origen latino.

Breve Biografía

Nació alrededor del año 1270. Hija de la toscana familia Segni, propietarios acomodados de Graciano, cerca de Orvieto.



Cuanto solo tiene nueve años, consigue el permiso familiar para vestir el escapulario de «saco» de las monjas de un convento de Montepulciano que recibían este nombre precisamente por el pobre estilo de su ropa.



Seis años más tarde funda un monasterio con Margarita, su maestra de convento, en Proceno, a más de cien kilómetros de Montepulciano.

Mucha madurez debió ver en ella el obispo del lugar cuando con poco más de quince años la nombra abadesa. Dieciséis años desempeñó el cargo y en el transcurso de ese tiempo hizo dos visitas a Roma; una fue por motivos de caridad, muy breve; la otra tuvo como fin poner los medios ante la Santa Sede para evitar que el monasterio que acababa de fundar fuera un día presa de ambiciones y usurpaciones ilegítimas. Se ve que en ese tiempo podía pasar cualquier cosa no sólo en los bienes eclesiásticos que detentaban los varones, sino también con los que administraban las mujeres.



Apreciando los vecinos de Montepulciano el bien espiritual que reportaba el monasterio de Proceno puertas afuera, ruegan, suplican y empujan a Inés para que funde otro en su ciudad pensando en la transformación espiritual de la juventud. Descubierta la voluntad de Dios en la oración, decide fundar. Será en el monte que está sembrado de casas de lenocinio, «un lugar de pecadoras», y se levantará gracias a la ayuda económica de los familiares, amigos y convecinos. Ha tenido una visión en la que tres barcos con sus patronos están dispuestos a recibirla a bordo; Agustín, Domingo y Francisco la invitan a subir, pero es Domingo quien decide la cuestión: «Subirá a mi nave, pues así lo ha dispuesto Dios».

 

 



Su fundación seguirá el espíritu y las huellas de santo Domingo y tendrá a los dominicos como ayuda espiritual para ella y sus monjas.



Con maltrecha salud, sus monjas intentan procurarle remedio con los baños termales cercanos; pero fallece en el año 1317.



Raimundo de Capua, el mayor difusor de la vida y obras de santa Inés, escribe en Legenda no sólo datos biográficos, sino un chorro de hechos sobrenaturales acaecidos en vida de la santa y, según él, confirmados ante notario, firmados por testigos oculares fidedignos y testimoniados por las monjas vivas a las que tenía acceso por razones de su ministerio. Piensa que relatando prolijamente los hechos sobrenaturales -éxtasis, visiones y milagros-, contribuye a resaltar su santa vida con el aval inconfundible del milagro.

 

Por ello habló del maná que solía cubrir el manto de Inés al salir de la oración, el que cubrió en interior de la catedral cuando hizo su profesión religiosa, o la luz radiante que aún después de medio siglo de la muerte le ha deslumbrado en Montepulciano; no menos asombro causaba oírle exponer cómo nacían rosas donde Inés se arrodillaba y el momento glorioso en que la Virgen puso en sus brazos al niño Jesús (antes de devolverlo a su Madre, tuvo Inés el acierto de quitarle la cruz que llevaba al cuello y guardarla después como el más preciado tesoro). Cariño, poesía y encanto.



Santa Catalina de Siena, nacida unos años después y dominica como ella, será la santa que, profundamente impresionada por sus virtudes, hablará de lo de dentro de su alma. Llegó a afirmar que, aparte de la acción del Espíritu Santo, fueron la vida y virtudes ejemplares vividas heroicamente por santa Inés las que le empujaron a su entrega personal y a amar al Señor. Resalta en carta escrita a las monjas hijas de Inés de Montepulciano -una santa que habla de otra santa- la humildad, el amor a la Cruz, y la fidelidad al cumplimiento de la voluntad de Dios. Pero el mayor elogio que puede decirse de Inés lo dejó escrito en su Diálogo, poniéndolo en boca de Jesucristo: «La dulce virgen santa Inés, que desde la niñez hasta el fin de su vida me sirvió con humildad y firme esperanza sin preocuparse de sí misma».



Fue canonizada por S.S. Benedicto XIII en el año 1726.

 

 

Rendirme ante Dios

Santo Evangelio según san Juan 3, 31-36.

Jueves II de Pascua


 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)



¿Qué son mis días sin ti, Señor? ¿Qué son mis alegrías… mis preocupaciones sin ti, mi Dios?… ¿Qué soy yo sin ti?…



Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Juan 3, 31-36



El que viene de lo alto está por encima de todos; pero el que viene de la tierra pertenece a la tierra y habla de las cosas de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. Da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. Aquel a quien Dios envió habla las palabras de Dios, porque Dios le ha concedido sin medida su Espíritu. El Padre ama a su Hijo y todo lo ha puesto en sus manos. El que cree en el Hijo tiene vida eterna. Pero el que es rebelde al Hijo no verá la vida, porque la cólera divina perdura en contra de él.


Palabra del Señor.



Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.



La vida muchas veces se nos presenta como un camino… Un camino que hay que recorrer. Un camino que es hermoso pero que también tiene sus sendas estrechas, con uno que otro obstáculo que hacen difícil el paso.
Mientras lo recorremos se nos dice que hay que luchar, que no hay que rendirse… que hay que seguir hasta el final. «Es una lucha… es un combate» -se nos dice. Es apasionante…, muchas veces dolorosa; muchas veces se torna cansada. Ésa es, en ocasiones, la filosofía de vida.

La vida con Dios, por otro lado, nos invita a hacer lo contrario… nos invita a rendirnos. No ante la vida, ni ante nosotros mismos…Nos invita a rendirnos ante Él mismo…rendirnos ante Dios.

Rendirse ante Dios es dejarlo entrar en la propia vida….

 

 

Rendirse ante Dios es dejar que Él guíe mi caminar; es vivir sabiendo que nos espera la eternidad. Rendirse ante Dios no significa dejar de luchar, muy al contrario, significa confiar en que sólo con Él puedo ganar.

Rendirse ante Dios es aceptar su testimonio; aceptar su palabra… aceptar su amor.
Rendirme ante Dios es ya no poner resistencia a lo que Él quiera hacer conmigo… Es confiar en que el camino de la vida sólo rindiéndose tiene sentido.
Hoy me rindo ante ti, Señor.

«Por esto no tenemos más miedo: nuestra vida ya se ha salvado de la perdición. Nada ni nadie podrá arrancarnos de las manos de Jesús, porque nada ni nadie puede vencer su amor. ¡El amor de Jesús es invencible! El maligno, el gran enemigo de Dios y de sus criaturas, intenta de muchas maneras arrebatarnos la vida eterna. Pero el maligno no puede nada si nosotros no le abrimos las puertas de nuestra alma, siguiendo sus halagos engañosos».
(Homilía de S.S. Francisco, 17 de abril de 2016).



Diálogo con Cristo


Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.


Propósito


Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.


Hacer un acto de caridad oculta como fruto de la contemplación del testimonio de amor de Jesucristo.


Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

No se mata en nombre de Dios

Catequesis del Papa Francisco, 19 de abril de 2023


 

 

Bajo el tibio sol de este miércoles el Santo Padre llegó a plaza de San Pedro en su papamóvil para recorrer el hemiciclo de Bernini y abrazar, idealmente, a los fieles procedentes de distintas partes del mundo para escuchar su catequesis en el ámbito de la tradicional audiencia general. Como ya es costumbre, el Papa dio la bienvenida a algunos niños en el jeep que lo condujo entre los festivos peregrinos.

Una vez llegado al atrio de la basílica vaticana, el Obispo de Roma dio inicio a su undécima catequesis sobre el tema del celo apostólico, que dedicó, en esta ocasión, a las figuras de los mártires.

Frutos maduros y excelentes de la viña del Señor

Testigos del Evangelio «hasta el derramamiento de la sangre» y no héroes, aclaró el Pontífice, sino hombres y mujeres «que dieron su vida por Cristo», «frutos maduros y excelentes de la viña del Señor, que es la Iglesia».

 

 

Dinámica de gratitud y de reciprocidad gratuita del don

hasta la muerte fuera de las murallas de Jerusalén», recordó Francisco, al recurrir a san Agustín para explicar «el dinamismo espiritual que animaba a los mártires». En un discurso sobre san Lorenzo, el obispo de Hipona explicaba que el joven diácono de la diócesis de Roma comprendió y puso en práctica lo que Cristo hizo por los hombres, lo amó en su vida y lo imitó en su muerte, y así surgió en él una dinámica de gratitud y de reciprocidad gratuita del don.

Los cristianos están llamados al testimonio de la vida

Hoy, subrayó una vez más el Papa, los mártires son más numerosos que en los primeros siglos; son aquellos numerosos cristianos que, por confesar su fe, han sido expulsados de la sociedad o han sido encarcelados. Como precisa el Concilio Vaticano II, se asemejan a Cristo en la efusión de la sangre y su muerte es estimada por la Iglesia «como don insigne y prueba suprema de caridad».

“Los mártires, a imitación de Jesús y con su gracia, convierten la violencia de quienes rechazan el anuncio en una gran ocasión de amor, supremo de amor, que llega hasta el perdón de sus propios verdugos”

 

 

Francisco se detuvo en el perdón de los mártires hacia sus verdugos y afirmó, tal como se lee en la Lumen gentium, que «aunque sean pocos los llamados al martirio, ‘todos, sin embargo, deben estar dispuestos a confesar a Cristo ante los hombres y a seguirlo por el camino de la cruz durante las persecuciones, que nunca faltan a la Iglesia'». A continuación, el Santo Padre recordó las numerosas persecuciones que existen hoy en el mundo, subrayando el mensaje que los mártires ofrecen a los creyentes.


“Los mártires nos muestran que todo cristiano está llamado al testimonio de la vida, incluso cuando no llegue hasta el derramamiento de la sangre, haciendo de sí mismo un don a Dios y a los hermanos, a imitación de Jesús”

Los mártires del siglo XXI

Entre los numerosos testigos cristianos, presentes «en todos los rincones del mundo», Francisco mencionó a los que han muerto en Yemen, «una tierra herida desde hace muchos años por una guerra terrible y olvidada», que ha matado a muchas personas «y que todavía hace sufrir a muchas personas, especialmente a los niños».

“En esta misma tierra ha habido brillantes testimonios de fe, como el de las Hermanas Misioneras de la Caridad que dieron allí su vida. Aún hoy siguen presentes en Yemen, donde ofrecen asistencia a ancianos enfermos y a personas con discapacidad. Algunas de ellas han sufrido el martirio, pero las demás continúan, arriesgan su vida y siguen adelante. Acogen a todos, estas hermanas, de cualquier religión, porque la caridad y la fraternidad no tienen fronteras”

 

 

Misioneras de la Caridad asesinadas en Yemen junto a fieles musulmanes

El pensamiento del Pontífice se dirigió asimismo a las religiosas Aletta, Zelia y Michael, asesinadas por ser cristianas por un fanático en julio de 1998, cuando volvían a casa después de la Misa. También recordó a las hermanas Anselm, Marguerite, Reginette y Judith, asesinadas en marzo de 2016 «junto con algunos laicos que las ayudaban en la obra de caridad entre los últimos». A quienes definió “mártires de nuestro tiempo”, recordando asimismo que, entre ellas, había creyentes musulmanes que trabajaban con esas monjas.

“Nos conmueve ver cómo el testimonio de la sangre puede unir a personas de distintas religiones. Nunca hay que matar en nombre de Dios, porque para Él todos somos hermanos. Pero juntos podemos dar la vida por los demás”

Semillas de paz para un mundo más humano y fraterno

No debemos cansarnos de «dar testimonio del Evangelio incluso en tiempos de tribulación», concluyó su catequesis Francisco, que invitó por ello a rezar, con la esperanza de que «todos los santos y santas mártires sean semilla de paz y reconciliación entre los pueblos para un mundo más humano y fraterno».

 

 

Oración por Ucrania

Tras el resumen de la catequesis en las demás lenguas, en que el Papa reiteró la importancia del testimonio de fe ofrecido con el martirio de la propia vida, antes de los saludos en italiano invitó a rezar por la «querida y martirizada Ucrania” que, reiteró Francisco, “sigue soportando terribles sufrimientos».

Saludos en nuestro idioma

Tras leer el resumen de su catequesis para los fieles de nuestro idioma, el Santo Padre los saludó con la sugerencia de dirigirse al Señor Jesús:

“Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Por intercesión de los santos mártires, que proclamaron la fe hasta derramar su sangre, pidamos al Señor que no nos cansemos de ser sus testigos, sobre todo en los momentos de tribulación. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias”.

 


Santa Inés de Montepulciano, elegida desde la cuna

Conoce a una abadesa de la Orden de santo Domingo llena de humildad, piedad y sencillez

 

 

Inés de Montepulciano nace en Gracciano Vecchio, cerca de Montepulciano (Italia) en 1268, en la rica familia Segni.

Al nacer, en la cuna se vieron una luminarias encendidas y eso se interpretó como una señal de elección por parte de Dios.

A los nueve años se retiró al monasterio de Montepulciano para servir a Dios.

Era tan notable su santidad que a los 15 años fue elegida priora de un monasterio en Procena (Viterbo), que ella misma había promovido. Ella creía que debía rechazar el cargo para ser humilde pero el Papa intervino y tuvo que aceptarlo.

 

Veintidós años más tarde regresó a Montepulciano para presidir un nuevo monasterio fundado por ella, bajo la regla de san Agustín primero y más tarde bajo la regla de santo Domingo.

Falleció el 20 de abril de 1317, después de una vida modélica de sencillez, abnegación y caridad.

De la vida de santa Inés se cuentan numerosos milagros, entre ellos que se le apareció la Virgen y le entregó al Niño Jesús en brazos. 

 

Oración

Tú, Señor, que concediste a santa Inés de Montepulciano 
el don de imitar con fidelidad a Cristo pobre y humilde,


concédenos también a nosotros, por intercesión de esta santa, que, 
viviendo fielmente nuestra vocación, 
tendamos hacia la perfección que nos propones en la persona de tu Hijo, 
que vive y reina contigo por los siglos de los siglos. 


Amén