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Jueves, 28 de abril de 2022

SEGUNDA SEMANA DE PASCUA

JUAN 3, 31-36

Amigos, el Evangelio de hoy promete vida eterna a quienes crean en el Hijo de Dios.

 

En casi todas las religiones, una vida de fe tiene que ver con la relación de una criatura con el Creador. Casi todas las religiones hablan de la dependencia de la criatura respecto a Dios, de su sujeción a la providencia divina y de su necesidad de gracia y perdón. El cristianismo también articula estas relaciones básicas, pero las empuja más allá porque habla de la Encarnación y los dones que están asociados con ella.

En el tercer capítulo del Evangelio de Juan escuchamos que “Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna”. Este conocido versículo resume la fe cristiana y da expresión a su carácter distintivo, ya que habla de la posibilidad de que una criatura pueda compartir la vida de Dios.

El propósito del envío del Hijo era reunir la raza humana con la vida divina —el ritmo del amor Trinitario— para que podamos relacionarnos con Dios no solo como criaturas sino como amigos. Vemos entonces que el amor sólo se completa cuando hay otro que puede recibir totalmente lo que el amante quiere dar.

Abandonarse con total confianza

Jesús fue constituido jefe y rey de toda la herencia de Dios, porque por su sangre nos dio los derechos a esta herencia: “El Padre puso todo en sus manos”. Permanecemos en él por la fe y el amor, él permanece en nosotros por su gracia y sus méritos. Él nos ofrece a su Padre y su Padre nos encuentra en él. (…) Dios nos ofrece encontrar la fuente de toda gracia y perfección en el Hijo de su complacencia: “El que no escatimó a su Hijo… ¿no nos concederá con él toda clase de favores?” (cf. Rom 8,32). Debemos abandonarnos con toda confianza a esta voluntad todopoderosa, que es el amor mismo. No sólo fijó las leyes de nuestra perfección, es también su principio y fuente. (…) Donde no encuentra obstáculos a su acción, la gracia actúa soberanamente, lleva al grado más elevado de santidad y hace actuar.

 

El Espíritu de Dios interviene poderosamente donde no es contrariado, “contristado”, como escribe san Pablo (Ef 4,30). Mismo si la voluntad de Dios es soberana y es extenso su poder e infinito su amor, Dios espera que eliminemos todo lo que dificulta su gracia. ¡Qué el alma permanezca en esa actitud de humildad y confianza que la hace esperar todo de Dios!

Entonces, esto significa que el juicio final ya está en acción, comienza ahora en el curso de nuestra existencia. Tal juicio se pronuncia en cada instante de la vida, como confirmación de nuestra acogida con fe de la salvación presente y operante en Cristo, o bien de nuestra incredulidad, con la consiguiente cerrazón en nosotros mismos. Pero si nos cerramos al amor de Jesús, somos nosotros mismos quienes nos condenamos. La salvación es abrirse a Jesús, y Él nos salva. Si somos pecadores —y lo somos todos— le pedimos perdón; y si vamos a Él con ganas de ser buenos, el Señor nos perdona. Pero para ello debemos abrirnos al amor de Jesús, que es más fuerte que todas las demás cosas. (Audiencia General, 11 de diciembre de 2013)

Obedecer a Dios antes que a los hombres

 

Las lecturas de los Hechos de los Apóstoles de estos días nos lo manifiestan claramente. Las autoridades religiosas del pueblo judío quieren parar el movimiento de Jesús, quieren darle por muerto y que nadie hable más de él. Pero a los apóstoles, a los que Jesús abrió su entendimiento y su corazón, se les apareció y les convenció que había resucitado. Por eso, los apóstoles ya no pueden callar, son testigos de la vida, muerte y resurrección de Jesús y quieren proclamarlo como se lo pidió el mismo Jesús para alegrar la vida de sus oyentes.

 

El Sumo sacerdote y el Consejo les meten en la cárcel, les prohíben volver a hablar de Jesús, pero ellos, ya liberados, no les hacen caso: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. No pueden dejar de hablar de Jesús, de extender su buena noticia, una noticia que es capaz de llenar de alegría, de sentido, de esperanza a todo el que la escuche. “Id por todo el mundo y predicad el evangelio”.

El que Dios envió habla las Palabras de Dios

Todas las expresiones de Jesús a Nicodemo tienen una única finalidad: resaltar que Jesús es el enviado de Dios, el Hijo de Dios, y que tenemos que escuchar sus palabras. No son cualquier palabra, son “las Palabras de Dios”. Están muy por encima de las más sabias palabras de un hombre. “El que viene del cielo está por encima de todos”.

 

 

Y lo mejor es que son palabras que nos hablan no de problemas matemáticos, de problemas del espacio o de los océanos, son palabras que giran en torno a nuestra vida humana, que quieren arrojar luz y desentrañar los interrogantes más importantes de nuestra existencia, indicándonos de dónde venimos, hacia dónde vamos y cuáles son las actitudes fundamentales que hemos de adoptar ante todo lo que nos salga en la vida para encontrar el sentido y la felicidad que todos vamos buscando. “Yo soy la luz del mundo el que viene detrás de mí no andará en tinieblas”.

 

 

Luis María Grignion de Montfort, Santo

Memoria Litúrgica. 28 de abril

Presbítero y Fundador

El santo de la verdadera devoción Mariana

Martirologio Romano: San Luis María Grignion de Montfort, presbítero, que evangelizó las regiones occidentales de Francia, anunciando el misterio de la Sabiduría Eterna, y fundó dos congregaciones.

Predicó y escribió acerca de la Cruz de Cristo y de la verdadera devoción hacia la Santísima Virgen, y, después de convertir a muchos, descansó de su peregrinación terrena en la aldea francesa de Saint-Laurent-sur-Sévre. († 1716)

Fecha de canonización: 20 de julio de 1947, durane el pontificado de Pio XII

Breve Biografía

La Divina Providencia preparó a este gran santo y lo dio al mundo al final del S. XVII hasta apenas comenzado el XVIII.

Nacido en 1673 en Francia, recibe su educación en uno de los Colegios de la Compañía de Jesús y en 1700 se ordena sacerdote.

Morirá en 1716, habiendo realizado en tan corta carrera cantidad de misiones populares, echado los cimientos de dos congregaciones religiosas (que no llegó a ver en vida), restaurado templos de la Virgen ruinosos o abandonados y, sobre todo, arrancando las almas de las garras del jansenismo para devolverlas al amor ardiente de Dios, mediante la contemplación tierna de Jesús Crucificado y la verdadera devoción a María Santísima.

 

 

El jansenismo apartaba a las almas de la intimidad con Dios, de la relación sencilla y confiada característica del espíritu de filiación que es fruto del Espíritu Santo y la presencia de María en la vida del cristiano, acentuando en forma desmedida la Majestad y Santidad Infinita de Dios y nuestra indignidad.

De ahí la obsesión por interminables preparaciones, exámenes de conciencia más que escrupulosos, vueltas y revueltas sobre sí mismo, como si uno tuviera que lograr cierto grado de perfección previa para recibir los Sacramentos… ¡que son los que, en realidad, nos curan y nos perfeccionan..!

 

La gracia sería (dentro de este esquema), más bien un premio al propio esfuerzo, tal como Jesús nos lo ilustra en la parábola del fariseo y el publicano, que muchos no comprenden todavía…

Y aún nosotros mismos, cada vez que tememos acercarnos al sacramento de la Confesión ‘’porque tengo demasiadas culpas…’’. ¿Y para qué está el Sacramento? Precisamente porque tenemos demasiadas culpas, necesitamos confesarnos con frecuencia y comulgar, porque sólo Jesucristo nos lava de nuestras culpas y nos fortalece para que las recaídas se vayan extinguiendo, poco a poco.

Luis María Grignion de Montfort reacciona con santa violencia ante el estrago que semejante postura causaba dentro de la Iglesia en ese momento, y ante la difusión de una falsa sabiduría en el ambiente intelectual cristiano, que desdibuja la radicalidad del Evangelio y huye del Camino de la Cruz.

 

Tanto en sus misiones populares como en sus escritos, planta firmemente a Cristo Crucificado (cumbre de la verdadera sabiduría, la sabiduría Divina), y la devoción a María como medio insustituible y necesario para que Cristo se forme realmente en cada alma bautizada.

 

El desarrollo de estas ideas lo realiza en su primera obra: ‘’El Amor de la Sabiduría Eterna’’ (1703-1704). El capítulo XVII de este libro es ya un anticipo de lo que explicará largamente acerca del papel de María Santísima en nuestra santificación, en el célebre ‘’Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen’’ (1712, aprox.). Valiosísimos consejos de orden práctico para vivir la dependencia total de María nos son dados en su otra obra: ‘’El Secreto de María’’, como resumen y complemento del ‘’Tratado…’’.

El Hijo de Dios, 2da. Persona de la Santísima Trinidad (o también ‘’Verbo’’, o ‘’Sabiduría Eterna’’), ha querido salvarnos y glorificar al Padre haciéndose hombre y muriendo en la Cruz.

Y todo esto lo realizó Por María, Con María, En María y Para María, porque a Ella se entregó primero y para Ella en primer lugar derramó su Sangre Preciosa. No ha querido venir a nosotros directamente, sino a través de María.

Y así lo sigue haciendo, porque ha hecho de su Madre verdadera Madre nuestra, ‘’Mater Gratiae’’, Madre de la Gracia en nuestras almas. El Espíritu Santo realiza cada día el milagro de formar a Cristo en el bautizado en unión con María, tal como lo hizo desde el principio.

 

 

Soy testigo

Santo Evangelio según san Juan 3, 31-36. Jueves II de Pascua

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.

¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, vengo a encontrarme contigo al inicio del día, para escuchar lo que quieres de mí. Enséñame a creerte y a seguirte para experimentar tu Palabra que salva.

Haz que este momento se convierta en un verdadero encuentro que me anime a hacer lo que debo hacer, andar hacia donde Tú me llamas y así, logre cumplir tu voluntad.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Juan 3, 31-36

«El que viene de lo alto está por encima de todos; pero el que viene de la tierra pertenece a la tierra y habla de las cosas de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. Da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. Aquel a quien Dios envió habla las palabras de Dios, porque Dios le ha concedido sin medida su Espíritu.

El Padre ama a su Hijo y todo lo ha puesto en sus manos. El que cree en el Hijo tiene vida eterna. Pero el que es rebelde al Hijo no verá la vida, porque la cólera divina perdura en contra de él».

Palabra del Señor.

 

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Más de alguna vez en la historia de la humanidad, el hombre encontró dificultades al querer conocer, alcanzar o entender a Dios. ¿Quién de nosotros no ha sentido, de alguna u otra forma, esta incapacidad?

Por eso, cada vez que leemos el Evangelio es volvernos poner en presencia del que ha venido de lo alto como testigo de la luz, como testigo de lo que la inteligencia y la voluntad del hombre nunca hubiesen podido comprender. Ha entrado, en la vida de cada uno de nosotros, el Testigo del Amor puro, a fin de que nosotros podamos imitar este acto de donación.

Gracias a este hecho, ahora podemos hablar el lenguaje del cielo y pensar según los criterios que echan sus raíces en un plano sobrenatural. El arte del servicio, de la fidelidad y de la entrega incondicional sin recibir nada a cambio sólo se vive con una mentalidad sobrenatural.

Nuestra meta es ser testigos del que se nos ha presentado como la Bondad, la Belleza y la Verdad…

«Cada uno de vosotros, con vuestras limitaciones y fragilidades, podrá ser testigo de Cristo allá donde vive, en la familia, en la parroquia, en las asociaciones y en los grupos, en los ambientes de estudio, de trabajo, de servicio, de ocio, donde quiera que la providencia os guie en vuestro camino». (Homilía de S.S. Francisco, 31 de julio de 2016).

 

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy daré testimonio de la Bondad, de la Belleza, de la Verdad en mi vida ordinaria.

 

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

 

El futuro del mundo depende del «puente» entre jóvenes y ancianos

Catequesis del Papa Francisco, 27 de abril de 2022.

 

 

El Papa se inspiró en el libro de Rut, para exponer su séptima catequesis sobre la vejez, titulada en esta ocasión “Noemí, el pacto entre generaciones que abre el futuro”. En efecto, la lectura bíblica introductoria (Rut 1, 8.16-17) relata que la anciana Noemí, tras la muerte de sus hijos, se siente incapaz de aportar algo a las jóvenes nueras que han quedado viudas y, de forma generosa y altruista, las invita a volver a sus hogares para rehacer sus vidas con los suyos. Pero Rut se niega a abandonarla. De ese modo, el inicial pesimismo de esta suegra es vencido por la fidelidad de Rut, hasta el punto de que Noemí toma la iniciativa y la anima a encontrar marido en Israel.

El amor y el valor recíproco supera las dificultades

 

De hecho, Rut respondió a su suegra que no insistiera, puesto que no iba a abandonarla y pronunció las conocidas palabras “porque donde tú vayas, yo iré, y donde te quedes, me quedaré; tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios. Y donde tú mueras, moriré yo, y allí seré enterrada”. De ahí que Francisco afirmara a los numerosos fieles y peregrinos reunidos en una soleada plaza de San Pedro que “en esta historia vemos muchos elementos de conflicto que se van pacificando: el hecho de ser mujeres y estar solas, además de su condición de extranjeras las hace vulnerables, pero el amor y el valor que se dan recíprocamente supera las dificultades. Y es así que Noemí, cuando nace el hijo de Rut y Booz, puede ver el futuro con esperanza”.

Gramática familiar del amor

El Santo Padre afirmó que la parábola de Rut ilumina la belleza de los vínculos familiares que se generan por la relación de pareja, pero que van más allá de ese vínculo y que establece “vínculos de amor capaces de ser igualmente fuertes, en los cuales se irradia la perfección de ese poliedro de los afectos fundamentales que forman la gramática familiar del amor”.

“Esta gramática lleva savia vital y sabiduría generativa en el conjunto de las relaciones que edifican la comunidad”.

 

 

Poder, poesía y fidelidad de la constelación familiar

Francisco añadió que respecto al Cantar de los Cantares, el libro de Rut “es como la otra cara del díptico del amor nupcial. Igualmente importante, igualmente esencial, celebra el poder y la poesía que deben habitar los vínculos de generación, parentesco, entrega, fidelidad que envuelven a toda la constelación familiar. Y que se vuelven incluso capaces, en las coyunturas dramáticas de la vida de pareja, de llevar una fuerza de amor inimaginable, capaz de relanzar la esperanza y el futuro”.

“Sabemos que los lugares comunes sobre vínculos de parentela creados por el matrimonio, sobre todo entre suegra y nuera, hablan contra esta perspectiva. Pero, precisamente por esto, la palabra de Dios se vuelve valiosa”.

 

 

Redescubrir el libro de Rut

El Santo Padre dijo asimismo que “la inspiración de la fe sabe abrir un horizonte de testimonio contra los prejuicios más comunes, un horizonte valioso para toda la comunidad humana”. Y añadió textualmente:

“¡Los invito a redescubrir el libro de Rut! Especialmente en la meditación sobre el amor y en la catequesis sobre la familia”.

Tras explicar que Noemí aparece más resignada que feliz por la oferta de su nuera el Pontífice recordó que “en ciertos casos, la tendencia de los ancianos al pesimismo necesita ser contrarrestado por la presión afectuosa de los jóvenes”. Además, el Papa dijo que “Noemí, que estaba llena de amargura, después revive, y en su vejez conocerá la alegría de tener una parte en la generación de un nuevo nacimiento. ¡Miren cuántos ‘milagros’ acompañan la conversión de esta anciana mujer! Ella se convierte al compromiso de hacerse disponible, con amor, por el futuro de una generación herida por la pérdida y con el riesgo de abandono”.

“Y todo ello porque la joven Rut se ha empeñado en ser fiel a un vínculo expuesto al prejuicio étnico y religioso”.

El Pontífice añadió algunas consideraciones acerca del papel de la suegra en nuestros días y afirmó:

“Si los jóvenes se abren a la gratitud por lo recibido y los ancianos toman la iniciativa de relanzar su futuro, ¡nada podrá detener el florecimiento de las bendiciones de Dios entre los pueblos!”.

 

 

Saludos del Papa

Al saludar cordialmente a los peregrinos de lengua española el Papa les dijo:

“Los animo a ver los milagros que se producen en este breve episodio y a intentar sacar una lección para nuestra vida. Aprendamos de Noemí a recuperar el ánimo y a estar disponibles para recomponer las heridas de los jóvenes que necesitan nuestro apoyo. De ese modo, superaremos las barreras de la desconfianza y reconstruiremos vínculos de amor y respeto en la sociedad”.

A los fieles de lengua portuguesa Francisco les pidió que perseveren en la oración incesante por la paz.

“Que callen las armas, para que los que tienen el poder de detener la guerra escuchen el grito de paz de toda la humanidad”.

A los peregrinos de lengua alemana el Obispo de Roma les recordó que en los Evangelios de este tiempo de Pascua escuchamos a menudo cómo el Señor Resucitado se aparece a las personas más diversas, dándoles una nueva esperanza y una nueva vida. Y les deseó también ellos experimenten su presencia viva y revitalizadora.

 

 

Al saludar a los fieles de lengua inglesa presentes en la Audiencia de esta mañana, el Papa se dirigió de modo especial a los procedentes de Inglaterra, Dinamarca y Estados Unidos de América. “En la alegría de Cristo resucitado, les dijo, invoco sobre cada uno de ustedes, y sobre sus familias, el amor misericordioso de Dios nuestro Padre”.

Lo mismo hizo el Santo Padre al saludar a los peregrinos de los países francófonos, especialmente a los seminaristas de Rennes y Toulouse, a los jóvenes de Francia y Suiza, sobre todo a la pastoral juvenil de la diócesis de Lyon, y a los confirmandos de Friburgo.

 

 

“En este momento difícil en el que la humanidad tiene sed de paz y fraternidad, es urgente que la alianza entre mayores y jóvenes sea fecunda y lleve a cada uno, en su estado de vida, a ser testigo y mediador de las bendiciones de Dios entre los pueblos”.

Al saludar cordialmente a los fieles polacos, el Papa dio su bienvenida de modo especial a los peregrinos de la archidiócesis de ?ód?, que, junto con sus pastores, dan gracias a Dios por el centenario de su diócesis. También saludó a los fieles de la parroquia polaca de Swindon, en Inglaterra, y de la Basílica de la Santísima Virgen María Reina de Polonia en Gdynia. Y recordó que después de esta audiencia procedería a bendecir las coronas con las que se adornará la imagen de la Virgen que se encuentra en esta iglesia.

Aniversario de la canonización de san Juan Pablo II

“Hoy, en el octavo aniversario de la canonización de san Juan Pablo II, pidamos por su intercesión ser testigos fieles de Cristo y de su amor misericordioso en el mundo, en la familia y en el trabajo. Los bendigo a todos con todo mi corazón”.

Como es habitual el Papa también saludó a los fieles de lengua árabe a quienes les dijo: “Si los jóvenes se abren a la gratitud por lo que han recibido y los ancianos toman la iniciativa de relanzar su futuro, ¡nada podrá detener el florecimiento de las bendiciones de Dios entre los pueblos!”.

Por otra parte, el Pontífice saludó con alegría a los peregrinos croatas, especialmente a la delegación del Ministerio de Defensa de la República de Croacia, junto con el Ministro y los demás oficiales del Estado Mayor y de la Academia Militar, así como a los oficiales del Ordinariato Militar acompañados por su Obispo, a quienes les dijo:

“Queridos amigos, que el encuentro y el camino cotidiano con el Señor resucitado inflame sus corazones para que, con entusiasmo, puedan dar testimonio de la fe y proclamar las grandes obras de Dios, como verdaderos artífices de la paz en la sociedad y en el mundo”.

Por último, al dar su cordial bienvenida a los peregrinos de lengua italiana, Francisco saludó especialmente a las Hermanas de la Compañía de María Nuestra Señora, a las Monjas Clarisas de Anagni, a la Autoridad Sanitaria de Nápoles 3 Sur y al Club de Fútbol de la Isla de Elba, a quienes les dijo “¡ganarán el campeonato!”. Asimismo dirigió un saludo especial a los fieles de Vignale Monferrato, acompañados por el Obispo, y renovó su gratitud por todo lo que han hecho en favor de un joven de Ghana que está enfermo en fase terminal.

 

 

Como siempre, el pensamiento del Obispo de Roma se dirigió a los ancianos, a los enfermos, a los jóvenes y a los recién casados. En este tiempo de Pascua, les dijo, “que la gloria del Señor sea una fuente de nuevas energías para cada uno de nosotros en nuestro camino hacia la salvación:

“Que los ayude, jóvenes, a seguir fielmente el Evangelio; que los sostenga, ancianos y enfermos, para seguir adelante con confianza y esperanza; y que los guíe, recién casados, para fundar familias sólidas en el signo de la verdad evangélica”.

Y tras el canto del Padrenuestro en latín, el Papa pidió disculpas por saludar sentado a causa de su dolor de rodillas que tarda en curarse.

 

 

No es suficiente tener un empleo remunerado sino un trabajo digno y seguro

Preocupación de la Santa Sede ante el crecimiento económico que no ha beneficiado por igual a toda la sociedad

 

El arzobispo Bernardito Aúza, Observador Permanente de la Santa Sede ante la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York , intervino el pasado 10 de febrero en la 53 sesión de la Comisión por el desarrollo social. En su discurso, el nuncio destacó la preocupación de la Santa Sede ante el crecimiento económico que aún ofreciendo nuevos desafíos, no ha beneficiado por igual a toda la sociedad.

”Con el fin de ser sostenible y para el beneficio de todos, el desarrollo social debe ser ético, moral y estar centrado en la persona -dijo-. Debemos prestar atención a los indicadores que dan una imagen completa del bienestar de cada individuo en la sociedad, promoviendo al mismo tiempo políticas que fomenten un enfoque verdaderamente integral para el desarrollo de la persona humana en su conjunto”.

”No es suficiente tener un empleo remunerado sino un trabajo digno y seguro. Invertir en la educación, el acceso a servicios básicos de salud y la creación de redes de seguridad social son factores primarios para mejorar la calidad de vida de la persona y asegurar una distribución equitativa de la riqueza y de los recursos en la sociedad. Y sólo colocando a la persona humana en el centro del desarrollo y fomentando las inversiones y políticas que respondan a las necesidades reales, el progreso hacia la erradicación de la pobreza seguirá siendo permanente y la sociedad será más resistente a posibles crisis”.

El arzobispo señaló que la economía de mercado no existe para servirse a si misma sino para servir al bien común de toda la sociedad, y resaltó la importancia de prestar mayor atención al bienestar de los más vulnerables. A esto añadió que el desarrollo integral auténtico de la persona y la erradicación de la pobreza sólo puede lograrse centrándose en la importancia de la familia para la sociedad, y adoptando un enfoque estratégico basado en la verdadera justicia social, con el fin de ayudar a reducir el sufrimiento de millones de hermanos y hermanas. Para ello las políticas de desarrollo social deben abordar no sólo las necesidades de la vida económica y política, sino también la dimensión espiritual y moral de toda persona humana.

 

 

Nunca subestimes el poder de tus palabras o acciones

Sembrando Esperanza I. Hoy puedes dar una palabra de ánimo, de consuelo y de apoyo, no pierdas la oportunidad de hacerlo, puede marcar la vida de otros.

 

 

Dickens fue un gran observador de la naturaleza humana, y me atrevo a decir, que un gran amante del hombre, por ello desvela con tanta precisión sentimientos y pensamientos ocultos, con los que de alguna manera uno acaba encontrándose e identificándose.

Es un hecho maravilloso y digno de reflexionar sobre él, que cada uno de los seres humanos es un profundo secreto para los demás. A veces, cuando entro de noche en una ciudad, no puedo menos que pensar que cada una de aquellas casas envueltas en la sombra, guarda su propio secreto; que cada una de las habitaciones de cada una de ellas encierra, también, su secreto; que cada corazón que late en los centenares de millares de pechos que allí hay, es, en ciertas cosas, un secreto para el corazón que más cerca de él late.

Hoy podemos constatar, que en el corazón de nosotros se almacenan muchos secretos y muchos sentimientos, tal vez hoy te toque dar una palabra de ánimo, de consuelo y de apoyo, no pierdas la oportunidad de hacerlo, este pequeño acto de amor y de respeto puede marcar la vida de los otros y tu propia vida.

 

 

Un día, cuando era estudiante de secundaria, vi a un compañero de mi clase caminando de regreso a su casa, se llamaba Kyle. Iba cargando todos sus libros y pensé: ¿Por qué se estará llevando a su casa todos los libros el viernes? Debe ser un «empollón». Yo ya tenía planes para todo el fin de semana, fiestas y un partido de futbol con mis amigos el sábado por la tarde, así que me encogí de hombros y seguí mi camino.

Mientras caminaba, vi a un montón de chicos corriendo hacia él. Cuando lo alcanzaron le tiraron todos sus libros y le hicieron una zancadilla que lo tiró al suelo. Vi que sus gafas volaron y cayeron al suelo como a tres metros de él. Miró hacia arriba y pude ver una tremenda tristeza en sus ojos. Mi corazón se estremeció, así que corrí hacia él mientras gateaba buscando sus gafas. Vi sus lágrimas correr por el rostro, le acerqué a sus manos sus gafas y le dije: «Esos chicos son unos tarados, no deberían hacer esto». Me miró y me dijo: «¡Gracias!». Había una gran sonrisa en su cara; una de esas sonrisas que mostraban verdadera gratitud.

 

Le ayudé con sus libros, vivía cerca de mi casa. Le pregunté por qué no lo había visto antes y me contó que se acababa de cambiar de una escuela privada. Yo nunca había conocido a alguien que fuera a una escuela privada. Caminamos hasta casa. Le ayudé con sus libros; parecía un buen chico. Le pregunté si quería jugar al futbol el sábado conmigo y mis amigos, y aceptó.

Estuvimos juntos todo el fin de semana. Mientras más conocía a Kyle, mejor nos caía, tanto a mí como a mis amigos.

Llegó el lunes por la mañana y ahí estaba Kyle, con aquella enorme pila de libros de nuevo. Me paré y le dije: «Hola, vas a sacar buenos músculos si cargas todos esos libros todos los días», se rió y me dio la mitad para que le ayudara.

Durante los siguientes cuatro años, nos convertimos en los mejores amigos. Cuando ya estábamos por terminar la secundaria, Kyle decidió ir a la Universidad de Georgetown y yo a la de Duke. Sabía que siempre seríamos amigos, que la distancia no sería un problema. Él estudiaría medicina y yo administración, con una beca de futbol.

Llegó el gran día de la Graduación, él preparó el discurso; yo estaba feliz de no ser el que tenía que hablar y Kyle se veía realmente bien. Era uno de esas personas que se había encontrado a sí mismo durante la secundaria, había mejorado en todos los aspectos, se veía bien con sus gafas; tenía más citas con chicas que yo, y todas lo adoraban. ¡Caramba! Algunas veces hasta me sentía celoso… hoy era uno de esos días.

 

Pude ver que él estaba nervioso por el discurso, así que le di una palmadita en la espalda y le dije: «Vas a estar genial, amigo». Me miró con una de esas miradas (realmente de agradecimiento) y me sonrió: «Gracias», me dijo. Limpió su garganta y comenzó su discurso:

«La graduación es un buen momento para dar gracias a todos aquellos que nos han ayudado a través de estos años difíciles: tus padres, tus maestros, tus hermanos, quizá algún entrenador…, pero principalmente, a tus amigos. Yo estoy aquí para decirles que ser amigo de alguien es el mejor regalo que podemos dar y recibir y, a este propósito, les voy a contar una historia». Yo miraba a mi amigo incrédulo cuando comenzó a contar la historia del primer día que nos conocimos.

Aquel fin de semana él tenía planeado suicidarse. Habló de cómo limpió su armario y por qué llevaba todos sus libros con él: para que su madre no tuviera que ir después a recogerlos a la escuela. Me miraba fijamente y me sonreía. «Afortunadamente fui salvado. Mi amigo me salvó de hacer algo irremediable». Yo escuchaba con asombro cómo este apuesto y popular chico contaba a todos ese momento de debilidad.

 

 

Sus padres también me miraban y me sonreían con esa misma sonrisa de gratitud. En ese momento, me di cuenta de lo profundo de sus palabras: «Nunca subestimes el poder de tus acciones: con un pequeño gesto, puedes cambiar la vida de otra persona, para bien o para mal. Dios nos pone a cada uno frente a la vida de otros para impactarlos de alguna manera».

«Los amigos son ángeles que nos llevan en sus brazos cuando nuestras alas tienen problemas para recordar cómo volar». Hay personas que se dedican a iluminar las vidas de otros con su alegría y su cariño, y eso a veces vale mucho.

 

 

Muchas veces omitimos hacer el bien, porque nos da pena, nos asusta el qué dirán; y esa acción y omisión, puede determinar el futuro de una persona, no pierdas la oportunidad…

 

 

El trabajo

Jesús Martí Ballester habla del trabajo como virtud, de la colaboración y lo que dice el Evangelio al respecto.

 

 

El Angélico no enumera el trabajo como virtud. Lo estudia en la cuestión 187 de la 2-2, pero lo sitúo aquí después de las virtudes de la paciencia, perseverancia y constancia, que son necesarias para cumplir con este deber impuesto a los hombres por el Creador, porque, realizado con fidelidad y con espíritu de colaboración a sus mandatos, se convierte, sin ser propiamente virtud, en trabajo virtuoso y corredentor.

Fue impuesto por Dios para asegurar la subsistencia del hombre: «Comerás el pan con el sudor de tu frente» (Gn 3, 19). «Te alimentarás con el trabajo de tus manos» (Sal 127, 2). El trabajo suprime la ociosidad, de la que nacen muchos males: «Envía a tu siervo a trabajar para que no esté ocioso, pues la ociosidad enseña mucha malicia» (Eclo 33, 28). Permite dar limosna: «El que robaba que no robe; antes bien, trabaje con sus manos en algo de provecho para tener qué dar al necesitado» (Ef 4, 28). «El que no trabaja, que no coma» (2 Tes 3, 10).

 

 

La naturaleza ha dotado al hombre de manos, en vez de las armas o escamas de los animales, para que por medio de ellas se procure todo lo necesario. Y san Pablo en el mismo lugar citado, amonesta a los que viven en una inquieta vagancia, no haciendo nada y mezclándose en todo: «A todos estos ordenamos y rogamos que trabajen en silencio para poder comer su pan».

El trabajo dignifica al hombre, porque cumple la voluntad de Dios; le restituye el dominio perdido sobre la naturaleza al pecar; continúa el trabajo del Creador; redunda en bien del hombre que trabaja y de la entera sociedad, y porque imita a Jesús, trabajador en Nazaret, en Cafarnaúm, en Betania y en Jerusalén.

 

Fecundidad del trabajo

 

El trabajo es forjador del carácter porque ofrece la ocasión de practicar muchas virtudes, acrecienta la conciencia de la propia responsabilidad, exige la constancia en el deber monótono y tantas veces oscuro, frena los instintos de la naturaleza rebelde, aleja de las ocasiones de pecado, distrae del objeto de la concupiscencia, fatiga el organismo, satisface lo debido por los propios pecados y por los del mundo, y santifica las almas. «Si me mandáis trabajar – Morir quiero trabajando», escribirá Santa Teresa, a quien el Señor «le hacía merced de ser la primera en el trabajo». «El amor hace tener por descanso el trabajo».

El Dios que trabaja. Poema

Inmenso Dios creando como un torbellino inmóvil y amoroso, afanándose en su obra para su gloria en el hombre.

Pasa revista a todo, estrellas, mares, calandrias y elefantes, aves del paraíso y águilas reales, altísimas montañas, palomas raudas, palmeras y cipreses, colibrís y elefantes… el hombre y la mujer…, dijo: ¡Bien. Todo está bien. Me ha quedado todo estupendo!…

Y vio Dios que lo había hecho bien.
El amor de Dios ya se nos manifiesta
en la creación.
Maravillas de amor del trigo verde.
Maravillas de amor de los ríos caudalosos.

De los hondos mares bravíos.
De las altas montañas escarpadas.
Del ondular de las colchas de sangre de amapolas.
De los rosarios rosados del maíz.
Del néctar de los melones deliciosos.
De los crujientes cacahuetes.
De los prados de verduras
De los racimos de los plátanos.

Y vio Dios que lo había hecho bien.
Riquezas de amor del oro pálido.
De los diáfanos diamantes.
De los zafiros y de los topacios.
De las aguas marinas románticas.
De los rojos corales.
De las amatistas y rubíes de sangre.
De la plata rutilante.

Y vio Dios que lo había hecho bien.
El regalo de amor de la vida animal.
De los ágiles caballos.
De las gacelas tímidas.
De los jilgueros y de los gorriones cantarines.
De los locuaces periquitos.
De los toros solemnes y orgullosos.
De las ballenas como casas.
De los leones regios.
De los pavos reales de ensueño.
De las altísimas jirafas.
De los canarios melodiosos.

Y vio Dios que lo había hecho bien.
Y el lujo de los jardines.
Las rosaledas lujuriantes, jaspeadas.
Los jazmines embriagadores.
Las madreselvas de embrujo.
Los claveles rojos, naranja, blancos, amarillos.
Los tulipanes de nácar.

Y vio Dios que lo había hecho bien.
Maravillas de amor.
Y el hombre. Y la mujer.
Y el paraíso sin dolor.
La chispa primera de la inteligencia.
El latido de la primera emoción, del primer amor.
Y vio Dios que lo había hecho bien.

Misterio de amor.
Y la Redención.
Hijos en el Hijo.
Vida de Dios. Como si a las hormigas
las eleváramos a la vida humana,
inteligente y voluntaria.
Como si les pudiéramos decir:

¡Hormigas, qué alegría,
sois hombres, siendo a la vez hormigas!
Hombres – dioses.

Y vio Dios que lo había hecho bien.
Al animal con suplemento
de inteligencia: hombre.
Al hombre con la gracia = dios.
Divinizado Pero comprado con Sangre divina.
La Sangre del Cordero.
Y ese hombre, ya liberado en general,
tiene que ser liberado en concreto.
Tú, yo, él, todos.
La Iglesia.
La humanidad.
La humanidad en el crisol.
Y vio Dios que lo había hecho bien.

Y le dijo a Adán

 

 

Y le dijo a Adán: Prolonga tú ahora mi obra creadora, toma mis fuerzas y sigue creando, yo estaré contigo y descansaré. Trabaja conmigo, que es tu oficio. Trabajar para Adán era hermoso, era «coser y cantar», siempre con el corazón henchido de alegría, porque crear deleita. El sudor vino después; la amargura y el cansancio y la fatiga fueron posteriores al pecado. «Con el sudor de tu frente», la tierra se te resistirá, y las ideas se te irán escurridizas, y se bloqueará el ordenador, y los cardos y las espinas, son, pueden ser, expiación y penitencia.

 

La Laborem Exercens

 

«Existe, dice Juan Pablo II en la «Laborem exercens», una dimensión esencial del trabajo humano, en la que la espiritualidad fundada sobre el evangelio, penetra profundamente. Todo trabajo —tanto manual como intelectual— está unido inevitablemente a la fatiga El libro del Génesis lo expresa de manera verdaderamente penetrante, contraponiendo a aquella originaria bendición del trabajo, contenida en el misterio mismo de la creación, y unida a la elevación del hombre como imagen de Dios, la maldición, que el pecado ha llevado consigo: «Por ti será maldita la tierra. Con trabajo comerás de ella todo el tiempo de tu vida» (Gén 3,17). Este dolor unido al trabajo señala el camino de la vida humana sobre la tierra y constituye el anuncio de la muerte: «Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra; pues de ella has sido hecho…» (Gén 3,19).

La Revelación

Casi como un eco de estas palabras, se expresa el autor de uno de los libros sapienciales: «Entonces miré todo cuanto habían hecho mis manos y todos los afanes que al hacerlo tuve…» (Ecl 2,11). No existe un hombre en la tierra que no pueda hacer suyas estas palabras. El Evangelio pronuncia, en cierto modo, su última palabra, en el misterio pascual de Jesucristo. Y aquí también es necesario buscar la respuesta a estos problemas tan importantes para la espiritualidad del trabajo humano. En el misterio pascual está contenida la cruz de Cristo, su obediencia hasta la muerte, que el Apóstol contrapone a aquella desobediencia, que ha pesado desde el comienzo a lo largo de la historia del hombre en la tierra (Rm 5,19). Está contenida en él también la elevación de Cristo, el cual mediante la muerte de cruz vuelve a sus discípulos con la fuerza del Espíritu Santo en la resurrección. El sudor y la fatiga, que el trabajo necesariamente lleva en la condición actual de la humanidad, ofrecen al cristiano y a cada hombre, que ha sido llamado a seguir a Cristo, la posibilidad de participar en el amor en la obra que Cristo ha venido a realizar (Jn 17,4). Esta obra de salvación se ha realizado a través del sufrimiento y de la muerte de cruz.

 

El hombre Cotrabajador

 

Soportando la fatiga del trabajo en unión con Cristo crucificado por nosotros, el hombre colabora en cierto modo con el Hijo de Dios en la redención de la humanidad. Se muestra verdadero discípulo de Jesús llevando a su vez la cruz de cada día en la actividad que ha sido llamado a realizar. Cristo, sufriendo la muerte por todos nosotros, pecadores, nos enseña con su ejemplo a llevar la cruz que la carne y el mundo echan sobre los hombros que buscan la paz y la justicia»; pero, al mismo tiempo, «constituido Señor por su resurrección, Cristo, al que le ha sido dada toda potestad en la tierra, obra ya por la virtud de su Espíritu en el corazón del hombre purificando y robusteciendo también, con ese deseo, aquellos generosos propósitos con los que la familia humana intenta hacer más llevadera su propia vida y someter la tierra a este fin». En el trabajo cristiano descubre una pequeña parte de la cruz de Cristo y la acepta con el mismo espíritu de redención, con el cual Cristo ha aceptado su cruz por nosotros. En el trabajo, merced a la luz que penetra dentro de nosotros por la resurrección de Cristo, encontramos siempre un tenue resplandor de la vida nueva, del nuevo bien, casi como un anuncio de los «nuevos cielos y otra tierra nueva», los cuales precisamente mediante la fatiga del trabajo, son participados por el hombre y por el mundo. A través del cansancio y jamás sin él. Esto confirma, por una parte, lo indispensable de la cruz en la espiritualidad del trabajo humano; pero, por otra parte, se descubre en esta cruz y fatiga un bien nuevo que comienza con el mismo trabajo: con el trabajo entendido en profundidad y bajo todos sus aspectos, y jamás sin él.

 

La Creación de la Tierra Nueva

 

¿No es ya este nuevo bien —fruto del trabajo humano— una pequeña parte de la «tierra nueva», en la que mora la justicia? ¿En qué relación está ese nuevo bien con la resurrección de Cristo, si es verdad que la múltiple fatiga del trabajo del hombre es una pequeña parte de la cruz de Cristo? También a esta pregunta intenta responder el Concilio, tomando las mismas fuentes de la Palabra revelada: «Se nos advierte que de nada le sirve al hombre ganar todo el mundo, si se pierde a sí mismo (Lc 9,25). (Vat II, Const sobre la Iglesia en el mundo actual Gaudium et Spes, 38). No obstante, la espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien avivar, la preocupación de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva familia humana, el cual puede de alguna manera anticipar un vislumbre del siglo nuevo. Por ello, aunque hay que distinguir cuidadosamente progreso temporal y crecimiento del reino de Cristo, sin embargo, el primero, en cuanto puede contribuir a ordenar mejor la sociedad humana, interesa en gran medida al reino de Dios». El cristiano que está en actitud de escucha de la palabra del Dios vivo, uniendo el trabajo a la oración, sepa el puesto que ocupa su trabajo no sólo en el progreso terreno, sino también en el desarrollo del Reino de Dios, al que todos somos llamados con la fuerza del Espíritu Santo y con la palabra del Evangelio».Y así, trabajando, es como el hombre se convierte en dominador de la materia y concreador del mundo, que le estará sometido en la medida de su trabajo; y pondrá a su servicio todas las criaturas, inferiores a él. Y así se dignifica y crece. «El que no quiera trabajar que no coma», dice san Pablo; quien ha de comer tiene que trabajar. El deber de trabajar arranca de la misma naturaleza. «Mira, perezoso, mira la hormiga…», y mira la abeja, y aprende de ellas a trabajar, a ejercitar tus cualidades desarrollando y haciendo crecer y perfeccionando la misma creación. Que por eso naciste desnudo y con dos manos para que cubras tu desnudez con el trabajo de tus manos y te procures la comida con tu inventiva eficaz.

El Trabajo Baluarte

 

El trabajo será también tu baluarte, será tu defensa, contra el mundo porque te humilla, cuando la materia o el pensamiento se resisten a ser dominados y sientes que no avanzas. Te defenderá del demonio, que no ataca al hombre trabajador y ocupado en su tarea con laboriosidad. Absorbido y tenaz. Te defenderá del ataque de la carne, porque el trabajo sojuzga y amortigua las pasiones, y con él expías tu pecado y los pecados del mundo con Cristo trabajador, creando gracia con El y siendo redentor uniendo tu esfuerzo al suyo, de carpintero y de predicador entregado a la multitud y comido vorazmente por ella. Así es cómo el trabajo cristiano, se convierte en fuente de gracia y manantial de santidad. Pero si el hombre debe continuar creando con Dios, su trabajo debe ser entregado a la Iglesia y a la comunidad humana, llamada toda al Reino. El que trabaja, cumple un deber social. Ahora bien, si el trabajo es un deber, si el hombre debe trabajar, el hombre tiene el derecho ineludible de poder trabajar, de tener la posibilidad de ejercer el deber que le viene impuesto por la propia naturaleza, por el mismo Dios Creador, Trabajador, Redentor y Santificador. El derecho social al trabajo es consecuencia del deber del trabajo. Pío XII en la “Sponsa Christi” recuerda incluso a las monjas de clausura el deber de trabajar con eficacia.

 

Trabajo para todos

 

 

Pero la realidad es que, así como hay en el mundo una injusticia social en el reparto de la riqueza, la hay también en el reparto del trabajo. Mientras haya parados, no puede haber hombres pluriempleados; por dos razones: primera, porque sus varios empleos quitan, roban, puestos de trabajo a los que de él carecen; segunda, porque los que tienen varios empleos difícilmente los cumplirán bien y a tope. El «enchufismo» no es sinónimo de perfección, sino todo lo contrario. Se habla de estructuras injustas en órdenes diversos; pero la estructura injusta, y había que revisarla si es injusta, se da también en la distribución del trabajo. Que un sacerdote, y son muchos, no tengan nada que hacer, en todo el día, salvo celebrar la misa, cuando hay también muchos que no pueden abarcar todas las misiones que se les encomiendan, puede ser consecuencia de unas estructuras, o de una interpretación de las mismas, que en todo caso, deberán ser, en justicia, revisadas. La sociedad no puede desperdiciar energías, pero la Iglesia tiene que aprovechar todas las piedras vivas, para edificar el Cuerpo de Cristo.

 

 

San Pedro Chanel, patrón de Oceanía

Un ardiente misionero en Polinesia de origen francés que entregó su vida por la evangelización

 

 

Pedro Chanel nació en Cuet (Francia) el 12 de julio de 1803, en una familia acomodada. Hizo la Primera Comunión a los 15 años y entonces sintió la llamada de Dios a ser misionero.

Fue ordenado sacerdote en 1827 y pidió al obispo de Lyon que lo enviara a las misiones. Pero el prelado le respondió que en aquel momento él era más necesario en la evangelización de su propio país.

Hacia 1830 se unió a un grupo de sacerdotes con vocación misionera que formaban la Sociedad de María (Maristas). A finales de 1836 viajó por fin a la Polinesia.

Con otro hermano marista desembarcó en Futuna, isla francesa en el Pacífico. Era el 12 de noviembre de 1837.

Pedro Chanel predicaba a las dos tribus que vivían en la isla aunque eran enemigas. Había abundantes guerras entre ellas y en agosto de 1839 una tribu prácticamente aniquiló a la otra.

El rey vencedor creía que los misioneros cristianos indignaban a sus dioses, así que el 28 de abril de 1841 el propio yerno del rey mató a Pedro Chanel de un hachazo.

San Pedro Chanel sería canonizado en 1889 y fue proclamado mártir en 1954.

Santo patrón

San Pedro Chanel es patrón de Oceanía.

Oración

Señor, tú que has concedido la palma del martirio a san Pedro Chanel cuando trabajaba por extender tu Iglesia,
concédenos a nosotros que, en medio de las alegrías pascuales,
celebremos de tal modo el misterio de Cristo muerto y resucitado,
que seamos verdaderamente testigos de una vida nueva.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.