John 6:52-59

Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús dice: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo”. Se refiere al pan como algo vivo. El pan es algo bueno, pero no está vivo. Por otro lado, cuando lo asimilamos y nuestros cuerpos lo convierten en grasa, músculo o hueso, entonces cobra vida.

Pero esto es todo lo contrario al pan vivo de Cristo. Esto lo asimilamos y cobramos vida de una manera que no éramos antes. Y es por ello por lo que Jesús dice que es pan bajado del cielo.

¿Qué es el cielo? San Pablo nos dice: “El ojo no ha visto y el oído no ha oído lo que Dios ha preparado para aquellos que lo aman”. Este comentario contundente de Pablo nos da una pista: “aquellos que lo aman”. Sea lo que fuere, el cielo es el reino de Dios y, por lo tanto, es un reino de amor.

¿Qué es la Eucaristía, este alimento celestial, sino una participación en el amor entre el Padre y el Hijo? En la Eucaristía, el sacrificio de Cristo se hace presente, y el sacrificio de Cristo es la expresión más plena del amor del Padre y del Hijo.

Pacomio, Santo

Abad, 9 de mayo

Por: P. Ángel Amo | Fuente: Catholic.net

Martirologio Romano: En la región de Tebaida, en Egipto, san Pacomio, abad, que, cuando aún era pagano, se sintió impresionado por el testimonio de caridad cristiana para con los soldados detenidos en la cárcel común y, después de abrazar el cristianismo, recibió el hábito monástico de manos del anacoreta Palamón. Al cabo de siete años, por inspiración divina fue abriendo numerosos monasterios con el fin de recibir a los monjes en régimen de vida común, y escribió para ellos una célebre Regla († 347/348).

Breve Biografía

La extraordinaria vida de los ermitaños, con sus mortificaciones a veces exageradas y con aquella especie de encarnizamiento en sobrecargarse de abstinencias, ayunos, vigilias, era verdaderamente la traducción práctica del Evangelio. Su soledad podía de hecho tapar el engaño de sus extravagancias y de su orgullo.

Para eliminar este peligro un monje egipcio del siglo IV, San Pacomio, tuvo la idea de una nueva forma de monaquismo: el cenobitismo, o la vida en común, donde la disciplina y la autoridad reemplazaba la anarquía de los anacoretas.

Educó a sus monjes a la vida en común, constituyendo, poco lejos de las riberas del Nilo, la primera “koinonía”, una comunidad cristiana, a imitación de la fundada por los apóstoles en Jerusalén, basada en la comunión en la oración, en el trabajo y en el alimento y concretada en el servicio recíproco.

El documento fundamental que regulaba esta vida era la Sagrada Escritura, que el monje aprendía de memoria y recitaba en voz baja durante el trabajo manual. Esta era también la forma principal de oración: un contacto con Dios mediante el sacramento de la Palabra.

San Pacomio nació en el Alto Egipto el año 287, de padres paganos. Enrolado a la fuerza en el ejército Imperial a la edad de 20 años, acabó en prisión en Tebas con todos los reclutas. Protegidos por la oscuridad, por la noche los cristianos les llevaban un poco de alimento. El gesto de los desconocidos conmovió a Pacomio, quien preguntó quién los incitaría a traer esto. “El Dios de los cielos” fue la respuesta de los cristianos. Aquella noche Pacomio rezó al Dios de los cristianos que lo liberara de las cadenas, prometiéndole a cambio dedicar su propia vida a su servicio.

Tan pronto recobró su libertad cumplió el voto uniéndose a una comunidad cristiana de una aldea del sur, la actual Kasr-es-Sayad en donde tuvo instrucción necesaria para recibir el bautismo.

Por algún tiempo llevó una vida de asceta entregándose al servicio de la gente del lugar, después se puso por siete años bajo la guía de un monje anciano, Palamone. Durante un paréntesis de soledad en el desierto una voz misteriosa lo invitó a establecer su residencia en aquel lugar, al cual después habrían llegado numerosos discípulos. A la muerte de Pacomio, los monasterios masculinos eran nueve, más uno femenino.

Del santo se desconoce el lugar de la sepultura, pues en su lecho de muerte dijo al discípulo Teodoro que escondiera sus restos para evitar que sobre su tumba edificaran una iglesia, a imitación de los “martyrion” o capillas construidas en las tumbas de los mártires.

La verdadera comida

Santo Evangelio según San Juan 6, 52-59. Viernes III de Pascua.

Por: H. Rubén Tornero, L.C. | Fuente: missionkits.org

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Amado Jesús, Tú sabes todo lo que sucede en mi vida en este momento. Conoces cuáles son mis deseos más profundos, mis heridas más dolorosas, mis alegrías más hermosas; todo mi ser te es conocido. Gracias por haberme traído hasta este momento de oración.

Aumenta mi fe. Dame la gracia de saber descubrir tu voluntad. Aumenta mi confianza. Que nunca desconfíe del infinito amor que tienes por mí. Aumenta mi amor. Ayúdame a saber recibir tu amor y a ser un reflejo luminoso de tu presencia para los demás, y así ser un instrumento para la instauración de tu Reino. Amen.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Juan 6, 52-59

En aquel tiempo, los judíos se pusieron a discutir entre sí: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?».

Jesús les dijo: «Yo les aseguro: Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día.

Mi carne es verdadera comida y mi Sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así también el que me come vivirá por mí.

Éste es el pan que ha bajado del cielo; no es como el maná que comieron sus padres, pues murieron. El que come de este pan vivirá para siempre».

Esto lo dijo Jesús enseñando en la sinagoga de Cafarnaúm.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Muy amada alma:

Has escuchado que les dije a los judíos que mi carne es verdadera comida y mi sangre, verdadera bebida. Lo mismo te digo a ti: Ven y sáciate de mí.

Aquí estoy yo, tu Dios y creador que por tu amor se ha hecho tu pan… ¿A quién podría asustar un pan? Si yo me presentase como un Dios Todopoderoso a la manera en que el mundo lo piensa, cuyo dedo manda fulminantes rayos y cuya mirada hace a los mismos cimientos de la tierra estremecerse, me tendrías miedo y no amor; por eso vengo a ti como tu alimento, como algo necesario para ti, pero que puedes rechazar.

Para poder ser amado, he tenido que hacerme vulnerable; para ser escogido por ti, he tenido que aceptar el riesgo de ser rechazado por ti.

Hoy tantos en el mundo te ofrecen alimentos, a raudales se te ofrecen los caramelos envenenados de la lujuria, de la avaricia, de la soberbia, que no solamente no te sacian, sino que además te enferman y atentan contra tu vida y auténtica felicidad.

Ven, no tengas miedo. Aquí estoy Yo. Quiero saciar tu sed de amar y ser amado. Yo quiero ser tu alimento. ¿Puedo?

Atte. Jesús

Él aceptó la muerte para salvar a los hombres que el Padre le había entregado y que estaban muertos en la esclavitud del pecado. Jesús se hizo nuestro hermano y compartió nuestra condición hasta la muerte; con su amor rompió el yugo de la muerte y nos abrió las puertas de la vida. Con su cuerpo y su sangre nos alimenta y nos une a su amor fiel, que lleva en sí la esperanza de la victoria definitiva del bien sobre el mal, sobre el sufrimiento y sobre la muerte.

(Homilía de S.S. Francisco, 3 de noviembre de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy haré una visita a Jesús Eucaristía dándole gracias por su presencia.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Santa Luisa de Marillac, patrona de los cuidadores

Aleteia

Dolors Massot – publicado el 06/05/22 – actualizado el 14/03/24

Esposa, madre, viuda y religiosa. Fue la cofundadora de la Hijas de la Caridad junto con san Vicente de Paúl

Louise de Marillac nació el 12 de agosto de 1591 en París. Era hija natural de un noble y nunca llegó a conocer a su madre. Su padre falleció cuando tenía 13 años.

Enseguida notó su vocación religiosa pero por su mala salud no pudo ser aceptada en el convento de las capuchinas del Faubourg Saint-Honoré. Así que, su familia le aconsejó que se casara y su tío organizó el matrimonio con Antonio Legras en 1613.

Un año después nació su único hijo, Antonio, que murió muy pronto. También su marido, dos años después.

Su confesor era san Francisco de Sales, que falleció en 1622. En 1625 su director espiritual pasó a ser san Vicente de Paúl, quien la orientaba en conversaciones personales y por carta.

Entonces Luisa de Marillac vio que Dios le pedía dedicarse a los más desamparados.

Puso orden a la iniciativa que san Vicente de Paúl llevaba algunos años organizando y crearon las Hijas de la Caridad, bajo el lema «Amar a los pobres y honrarlos como honrarían al propio Cristo».

Serían mujeres dedicadas a la oración y a la atención de enfermos, pobres, enfermos mentales, ancianos y huérfanos, algo que no se llevaba a cabo en la Francia del siglo XVII.

De París, en vida de la santa la congregación se extendió a otras ciudades de Francia y Polonia: trabajaron en los hospitales en colaboración con los médicos y enfermeras, y atendieron también a las víctimas de la Guerra de los Treinta Años.

Santa Luisa de Marillac falleció el 15 de marzo de 1660. Su cuerpo incorrupto está en la capilla de la casa madre de las Hijas de la Caridad, en la Rue du Bac de París.

Santa patrona

Santa Luisa de Marillac es la patrona de los trabajadores sociales y cuidadores.

Oración

¡Oh, gloriosa Santa Luisa de Marillac!

Esposa fiel, madre modelo,

formadora de catequistas, maestras y enfermeras.

Ven en nuestra ayuda y alcanza del Señor:

socorro a los pobres,

alivio a los enfermos,

protección a los desamparados,

caridad a los ricos,

conversión a los pecadores,

vitalidad a nuestra Iglesia

y paz a nuestro pueblo.

Cuida nuestro hogar

y cuanto hay en él.

Que sea un camino recto

que nos conduzca a nuestra casa del cielo,

y que tu bendición descienda todos los días

sobre cada uno de los que en el vivimos.

Bendito seas, buen Dios,

porque sembraste el amor en Santa Luisa

para ejemplo nuestro

e imitación de Jesús,

Camino, Verdad y Vida.

Amén