Escucha ahora Mi palabra.
Y yo leí 2 Tesalonicenses 2:13—17.
Nosotros debemos siempre dar gracias en Su nombre, hermanos a quienes el Señor ha favorecido. Dios los ha escogido desde el principio para la salvación, mediante la santificación del espíritu y la fe en la verdad; Él los ha llamado a través de nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de Nuestro Señor Jesucristo. Permanezcan firmes, hermanos, manteniendo la doctrina que ustedes han aprendido, por nuestra palabra o en los escritos. Así Nuestro Señor Jesucristo y Dios, nuestro Padre, nos han mostrado tanto amor, dándonos consuelo y esperanza a través de Su gracia, confortando nuestros corazones y confirmándonos en todo hábito recto de acción y de palabra.
7 de marzo de 2008 Primer viernes
Yo te agradezco por quedarte en Mi presencia esta tarde, por mantenerte en Mi Compañía en Mi amarga Pasión. Te Miro desde el Sacramento de Mi amor como miré a Juan, Mi amado discípulo. Aprende a quedarte tú en Mi compañía. Es suficiente para Mí que tú Me busques y permanezcas en silencio en Mi presencia y contento de estar Conmigo. No necesito de tus pensamientos, no necesito de tus palabras. Es suficiente para Mí que Me ofrezcas una adoración con el corazón lleno de amor y agradecimiento por Mi permanente presencia en el Santísimo Sacramento.
Me complace que en el comienzo de la adoración hayas renovado tu ofrenda por los sacerdotes con un espíritu de acción de gracias y reparación. Yo estoy complacido que apeles a Mi Corazón Eucarístico para obtener la gracia que buscas para el padre N. Yo ofrezco audiencia voluntariamente a todos los que vengan a Mi presencia Eucarística y como el más amable de los reyes, doy grandes favores a quienes lo pidan de Mí. Cuando apelas a Mi Corazón Eucarístico, no puedo rechazar lo que tú Me pides. A veces Mi Corazón dará un regalo mejor que aquel que deseas, porque tú pides con la miopía y limitación de tu naturaleza mortal y Yo doy acorde con la sabiduría y la infinita benevolencia de Mi Corazón. Bendigo a los que Me presentas. Que la luz de Mi Rostro Eucarístico brille sobre ellos y te bendigo desde las profundidades de Mi Corazón traspasado.
Matthew 8:28-34
Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús expulsa demonios a dos personas poseídas. Debemos notar que los demonios siempre saben quién es Jesús. La voz demoníaca representa una estructura pecaminosa de la conciencia; es la voz de un alma dominada por un ego temeroso.
Cuando aparece el Nuevo Ser, cuando emerge la nueva conciencia en la persona de Jesús, es precisamente este poder demoníaco quien lo reconoce más claramente, así como un animal amenazado es más consciente cuando se acerca un depredador. La psique dominada por el ego sabe intuitivamente lo que Jesús significa: “¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?”
Lo importante para nosotros, espiritualmente, es escuchar con gran atención estas voces internas de protesta, a estos demonios dentro de nosotros, ya que, paradójicamente, facilitarán una asimilación a Cristo, mostrándonos claramente dónde tenemos que cambiar.
También nosotros somos tentados, también nosotros somos objeto del ataque del demonio». Esto sucede «porque el espíritu del mal no quiere nuestra santidad, no quiere el testimonio cristiano, no quiere que seamos discípulos de Jesús». «¿Cómo hace el espíritu del mal para alejarnos del camino de Jesús con su tentación?». «La tentación del demonio tiene tres características y nosotros debemos conocerlas para no caer en las trampas». «la tentación comienza levemente, pero crece, siempre crece». Luego «contagia a otro»: se «transmite a otro, trata de ser comunitaria». Y «al final, para tranquilizar el alma, se justifica». «crece, se contagia y se justifica». «Todos somos tentados porque la ley de nuestra vida espiritual, de nuestra vida cristiana, es una lucha». Y lo es en consecuencia del hecho que «el príncipe de este mundo no quiere nuestra santidad, no quiere que sigamos a Cristo». Hablar del diablo hoy sea cosa «de antiguos». «El diablo existe también en el siglo XXI y debemos aprender del Evangelio cómo luchar» contra él para no caer en la trampa. Para hacerlo no hay que ser «ingenuos». (Homilía da Santa Marta, 11 abril 2014)
Antonio María Zaccaría, Santo
Memoria Litúrgica, 5 de julio
Presbítero y Fundador
Martirologio Romano: San Antonio María Zaccaria, presbítero, fundador de la Congregación de los Clérigos Regulares de San Pablo o Barnabitas, para la reforma de las costumbres de los fieles cristianos, y que voló al encuentro del Salvador en Cremona, ciudad de la Lombardía (1539).
Etimológicamente: Antonio = Aquel que es digno de estima, es de origen latino.
Breve Biografía
Nació en Cremona (Italia) el año 1502 y murió en la misma ciudad el 5 de julio de 1539. Basta la escueta indicación de estas fechas para comprender la trascendencia que, para la vida de la Iglesia, tuvieron los días que vivió Antonio María Zacarías. Inquietud y aspiración de reforma, ansias de renovación por caminos no siempre gratos a la jerarquía eclesiástica, miedo pusilánime en unos y excesos imprudentes en no pocos, definen el clima en el que debía germinar la semilla de un nuevo reformador santo, entre otros que, como San Cayetano de Thiene y San Ignacio de Loyola, produjo la Iglesia católica en el siglo XVI. Reformador, santo y, además añadimos, precursor del gran San Carlos Borromeo en la elevación espiritual de la diócesis de Milán.
Antonio María fue obra de la gracia, que comenzó por materializarse en el regalo de una piadosísima madre; de su seno salió a contemplar la luz de este mundo y de sus brazos tuvo la dicha indecible de volar a contemplar la claridad de Dios. La buena Antonieta Pescaroli recibió con conciencia de responsabilidad el encargo y la confianza que la Providencia en ella depositó al darle un hijo para hacer de él un buen cristiano; por fidelidad a él, y para mejor dedicarse a su formación, rehusó la joven viuda un nuevo matrimonio. Antonio María Zacarías pudo así aprender de su madre a ser pobre para poder ser caritativo, hasta tanto que, con el fin de facilitar a ésta el ejercicio de la caridad en favor de los necesitados, renunció notarialmente a los bienes que le correspondían por herencia paterna; se nos hará, pues, natural que, como un necesitado más, solicite humilde de su madre lo indispensable para su sustento, sin permitirse jamás nada que pueda parecer superfluo o lujoso; para Antonio María supondría ello privar a otros de lo necesario para vivir.
Quiso prepararse por el estudio de la medicina para ser un ciudadano útil a sus hermanos los hombres. Pero el Señor le quería escoger para curar dolencias de otra índole. En los años de estudiante la piedad y amor a la Santísima Virgen, a quien había consagrado su virginidad, sostuvo firme su propósito de virtud y su espíritu de caritativo servicio a los hermanos, que fue poco a poco transformándose en el deseo de ser sacerdote.
Pero, a pesar de que la decadencia de las costumbres, aun en el clero, hiciera a sus contemporáneos poco respetable la dignidad sacerdotal, supo él descubrir la grandeza de la misión del sacerdote, a la vez que la profundidad de su indignidad, de manera que sólo por el prudente consejo de su director espiritual se decidiera a entrar por el camino del sacerdocio.
En una época en que la Reforma de la Iglesia aspiraba no solamente a la purificación de las costumbres, sino a la consolidación de la doctrina, no bastaba ser virtuoso para responder a las exigencias que su tiempo tenía, consciente o inconscientemente, respecto de los sacerdotes. Hacía falta doctrina sólida inspirada precisamente en las fuentes puras de la revelación, en la Sagrada Escritura. Visto desde la perspectiva del siglo XX, nos parece sumamente moderno y actual el esfuerzo puesto por Antonio María Zacarías, estudiante para el sacerdocio, de llegar a la comprensión de la doctrina católica, en la teoría y en el espíritu de San Pablo, a través de sus preciosas epístolas. Libertad y gracia, virginidad y cuerpo místico, locura por Cristo crucificado y desprecio de las realidades terrestres, son unos de los muchos temas en los cuales se fue empapando el futuro apóstol y reformador, cuya íntima preocupación no fue otra que la de reproducir la imagen del apóstol Pablo, gran enamorado de Cristo.
Once años escasamente fue Antonio María sacerdote; pero los santos saben vivir con intensidad su tiempo, y así debió vivirlo quien en tan poco tiempo mereció ser llamado por su bondad y caridad, por su prudencia y celo, el «Ángel de Cremona» y el «Padre de la Patria».
Su madre le enseñó a compadecer y a aliviar el sufrimiento ajeno, y, ordenado sacerdote, no tuvo que hacer otra cosa que seguir la misma trayectoria, poniendo al servicio de sus hermanos el gran don del sacerdocio, que fue en él luz, mortificación, amor.
En un siglo de exaltación de la razón y de la cultura, y de optimismo desbordado por los valores humanos, Antonio María Zacarías luchó por llevar a los creyentes la ceguera de la fe y la locura de la cruz; la Eucaristía y la pasión fueron las devociones que con mayor ardor trató de inculcar en el pueblo cristiano, y aún perduran todavía ciertas prácticas que él introdujo, como son el recuerdo piadoso de la pasión y de la muerte del Señor al toque de las tres de la tarde de todos los viernes, y la práctica de las cuarenta horas de adoración al Santísimo Sacramento, solemnemente expuesto sucesivamente en diversas iglesias para salvar la continuidad del culto.
Los santos no suelen ser guardianes egoístas de los tesoros que en ellos deposita la gracia; buscan la comunicación abundante y fecunda, en vistas a una mayor eficacia apostólica; por esto es frecuente que en torno a ellos surjan familias religiosas vivificadas por su espíritu y penetradas de su misma inquietud apostólica. Antonio María descubrió en el mundo en que la Providencia le situó, una gran indigencia; vio en su cristianismo una radiante luz que la colmara; y su vida personal, lo mismo que la de los clérigos de la Congregación de San Pablo, no será otra cosa que la dedicación a la obra de la salvación de los hermanos, en el sacrificio total de las apetencias puramente personales.
Así nació en Milán esta asociación para la reforma del clero y del pueblo, que más tarde sería conocida con el nombre de los «barnabitas», por la sede en que se instalaron definitivamente a partir del año 1545. Clemente VII la aprobó en 1533. Un sacerdote y un seglar, Bartolomé Ferrari y Jacobo Morigia, fueron sus primeros colaboradores. Y no solamente en el espíritu y la doctrina quisieron estos hombres de Dios imitar a San Pablo; como éste en el foro, se lanzaron ellos a las calles de Milán, predicando, mucho más que por la preparación de su elocuencia, por la austeridad y la mortificación de la vida. No faltaron quienes se escandalizaron ante estas santas «excentricidades», acusándoles de hipócritas y aun heréticos. Se les promovió una causa ante el senado y la curia episcopal de Cremona, de la que la nueva asociación salió fortalecida, pues le valió la bula de Paulo III, quien el año 1539 puso a la nueva Congregación religiosa bajo la inmediata jurisdicción de la Santa Sede.
Con el fin de llevar el espíritu de la Reforma a las jóvenes y a las mujeres, Antonio María transformó un instituto erigido, con esta finalidad por la condesa Luisa Torrelli de Guastalla en monasterio de religiosas que tomará por nombre el de Angélicus, que fue también aprobado por Paulo III. Siguiendo fiel a su espíritu, la base de la transformación religiosa y moral la puso el fundador en la instrucción religiosa, sin la cual no puede existir una verdadera reforma. San Carlos Borromeo se sirvió de ella aun para la reforma de los monasterios, elogiándola tanto que la llamó «la joya más preciosa de su mitra».
No sería completa la reseña sobre la obra de San Antonio María Zacarías si pasáramos por alto una de sus preocupaciones que plasmó en una realización que a nosotros, hombres del siglo XX, nos parece especialmente interesante y actual. Consciente por experiencia propia de lo que la vida familiar, honradamente vivida, puede colaborar en la elevación de las costumbres privadas y públicas, creó una Congregación para los unidos en matrimonio, ordenada a la reforma de las familias.
Al echar ahora una mirada retrospectiva sobre la vida de Antonio María, canonizado el 27 de mayo de 1890 por Su Santidad el Papa León XIII, llama poderosamente la atención no sólo la abundancia de su obra, realizada en tan breve espacio de tiempo, sino también, y en mayor grado aún, la perspicacia y claridad de la visión que tuvo de los problemas, que le hizo buscar los remedios verdaderos y permanentes de todas las situaciones difíciles de la vida de la Iglesia: el estudio de la verdad, el amor de la caridad, el sacrificio por el hermano. Por esto San Antonio María Zacarías nos parece aun hoy un santo moderno, actual, capaz de iluminarnos con el resplandor de su vida y de su espíritu.
Nuestras seguridades
Santo Evangelio según san Mateo 8, 28-34. Miércoles XIII del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey Nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Te amo, Señor, fortaleza mía, roca mía, castillo mío, mi libertador.
En ti confiaré, eres mi escudo y la fuerza de mi corazón.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 8, 28-34
En aquel tiempo, cuando Jesús desembarcó en la otra orilla del lago, en tierra de los gadarenos, dos endemoniados salieron de entre los sepulcros y fueron a su encuentro. Eran tan feroces, que nadie se atrevía a pasar por aquel camino. Los endemoniados le gritaron a Jesús: «¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Acaso has venido hasta aquí para atormentarnos antes del tiempo señalado?». No lejos de ahí había una numerosa piara de cerdos que estaban comiendo. Los demonios le suplicaron a Jesús: «Si vienes a echarnos fuera, mándanos entrar en esos cerdos». Él les respondió: «Está bien». Entonces los demonios salieron de los hombres, se metieron en los cerdos y toda la piara se precipitó en el lago por un despeñadero y los cerdos se ahogaron. Los que cuidaban los cerdos huyeron hacia la ciudad a dar parte de todos aquellos acontecimientos y de lo sucedido a los endemoniados. Entonces salió toda la gente de la ciudad al encuentro de Jesús, y al verlo, le suplicaron que se fuera de su territorio.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
La gente le suplicó que se fuera de su territorio… Ante lo sobrenatural es una reacción normal el asombro y un cierto miedo, pues sentimos que perdemos el control de la situación. Pero esto sólo se debe a que nuestras seguridades están puestas en cosas materiales, e incluso en nosotros mismos.
Es por ello que cuando Dios toca a nuestra vida, en lugar de abrirle las puertas de nuestro corazón, las cerramos e ignoramos su llamada, pues no queremos perder el aparente control de nuestras vidas. De hecho, muchas personas consideran que jamás serán santas porque no quieren cambiar su personalidad, como si Dios les fuera a quitar la riqueza personal que tienen y los convirtiera en santos de vitrina aburridos y sin vida.
No, Dios no quita nada, al contrario, nos lo da todo. Él quiere la mejor versión de nosotros mismos. No nos empobrece llenarnos de Dios, al contrario, tenemos a la misma fuente de la riqueza dentro de nosotros. Ser santo es ser la mejor versión de nosotros mismos, la más rica, la más alegre, la más feliz.
Ayúdanos, Señor, a derribar las barreras psicológicas y espirituales que nos impiden poder optar totalmente por ti.
«¿Soy un cristiano que quiere todas las seguridades o soy un cristiano que arriesga? ¿Soy un cristiano cerrado o un cristiano de horizontes, de esperanza? ¿Cómo va mi esperanza? ¿Mi corazón está anclado en el horizonte, yo estoy agarrado a la cuerda y creo también en los momentos feos? ¿Y en los momentos feos soy capaz de soportar porque sé que Dios no decepciona, sé que la esperanza no decepciona? ¿Cómo soy yo? ¿Cómo es mi vida de fe? ¿Es una vida de horizontes, de esperanza, de valor, de ir adelante, o una vida tibia que ni siquiera sabe soportar los momentos feos?».
(Papa Francisco, 17 de enero de 2017, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración. Disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Haré una visita a la Santísima Virgen pidiéndole que me quite todo miedo a Dios y que me enseñe a verlo como ese Padre providente que sólo busca la felicidad de sus hijos.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
¿Qué pueden hacer los demonios? ¿Qué es lo que no pueden hacer?
Doctrina teológica sobre los demonios. —He aquí, brevísimamente expuesta, la doctrina de la Iglesia sobre los demonios y las principales conclusiones a que han llegado los teólogos partiendo de los datos revelados
1) Es de fe que existen los demonios, o sea, un número considerable de ángeles que fueron creados buenos por Dios, pero que se hicieron malos por su propia culpa.
2) Los demonios ejercen, por permisión de Dios, un maligno influjo sobre los hombres, incitándoles al mal y a veces invadiendo y torturando sus mismos cuerpos.
3) En medio de los asaltos y torturas de los demonios, la voluntad humana siempre permanece libre. La razón es porque—como explica Santo Tomás de Aquino —la voluntad sólo puede ser inmutada de dos maneras: intrínseca o extrínsecamente. Ahora bien: sólo Dios puede moverla intrínsecamente, ya que el movimiento voluntario no es otra cosa que la inclinación de la voluntad a la cosa querida, y sólo Aquel que ha dado esa inclinación a la naturaleza intelectual puede inmutarla intrínsecamente; porque así como la inclinación natural procede del Autor de la naturaleza, así la inclinación voluntaria no viene sino de Dios, que es el autor de la misma voluntad. Extrínsecamente, la voluntad puede ser movida de dos maneras: a) Efficaciter, o sea, actuando sobre el mismo entendimiento y haciéndole aprehender el objeto como bien apetecible (y en este sentido sólo Dios puede mover eficazmente la voluntad, porque sólo Él puede penetrar directa e intrínsecamente en el entendimiento), y b) Inefficaciter, o sea, a modo de simple persuasión («per modum suadentis tantummodo»).
Y éste es el modo que corresponde a los ángeles—buenos o malos—y a los demás seres creados, que pueden influir sobre nosotros. El demonio, pues, sólo puede mover la voluntad extrínsecamente «per modum suadentis», esto es, ofreciendo a los sentidos externos e internos las especies de las cosas que incitan al mal o excitando el apetito sensitivo para que tienda desordenadamente a esos bienes sensibles; jamás inmutando intrínsecamente la misma voluntad.
4) Los ángeles buenos y los demonios pueden inmutar intrínsecamente la imaginación y los demás sentidos internos y externos, La razón es porque esta inmutación puede producirse por el movimiento local de las cosan exteriores o de nuestros humores corporales, y la naturaleza corporal obedece al ángel en cuanto a su movimiento local, como explica Santo Tomás de Aquino.
5) Los demonios no pueden hacer verdaderos milagros, como quiera que éstos excedan por definición las fuerzas de toda naturaleza creada o creable. Pero como la potencia de la naturaleza angélica—que conservan íntegra después de su pecado—excede con mucho las fuerzas naturales humanas, pueden los demonios hacer cosas prodigiosas, que exciten la admiración del hombre en cuanto que sobrepasan sus fuerzas y conocimientos naturales.
El demonio, pues, tiene una potencia natural muy superior a la del hombre y puede obrar con ella cosas prodigiosas, que, sin ser verdaderos y propios milagros, exciten la admiración de los hombres y planteen verdaderos problemas para el discernimiento de esos fenómenos en su relación con los naturales y los sobrenaturales. En su lugar señalaremos las principales reglas de discernimiento en cada caso; pero bueno será que ya desde ahora adelantemos, en sintética visión de conjunto, lo que el demonio no puede hacer de ninguna manera por exceder en absoluto sus fuerzas naturales y lo que de suyo no excede su capacidad y potencia natural, y podría por lo mismo realizar con la permisión divina.
- A) Lo que el demonio no puede hacer
- Producir un fenómeno sobrenatural de cualquier índole que sea. Es algo que rebasa y trasciende toda naturaleza creada o creable, siendo propio y exclusivo de Dios.
- Crear una substancia. Supone un poder infinito el hacer pasar una cosa de la nada al ser. Por eso, las criaturas no pueden ser utilizadas por Dios ni siquiera como instrumentos de creación.
- Resucitar verdaderamente a un muerto. Únicamente podría simular una resurrección aletargando a un enfermo o produciendo en él un estado de muerte aparente para producir la ilusión de su maravillosa resurrección.
- Curar instantáneamente heridas o llagas profundas. La naturaleza —incluso en manos de la potencia angélica—requiere siempre cierto tiempo para poder realizar esas cosas. Lo instantáneo está tan sólo en manos de Dios.
- Las traslaciones verdaderamente instantáneas. Suponen una alteración de las leyes de la naturaleza, que únicamente puede realizarla su Autor. El demonio, como espíritu puro, puede trasladarse de un sitio a otro sin pasar por el medio. Pero no puede trasladar un cuerpo sin que éste tenga que recorrer todo el espacio que separa el punto de partida (término a quo) del punto de llegada (término ad quem); y esto no puede hacerse instantáneamente por muy rápido que supongamos ese movimiento.
- Las leyes actuales no permiten en modo alguno la compenetración de los cuerpos sólidos. El demonio, espíritu puro, puede, sin duda, atravesar a su arbitrio las substancias materiales; pero conferir a un cuerpo el privilegio de compenetrarse con otros—atravesando, v.gr (por ejemplo)., una pared—supone una virtud trascendente que Dios se reserva para sí.
- La profecía estrictamente dicha sobrepasa las fuerzas diabólicas, aunque puede el demonio simularla con ayuda de previsiones naturales, de fórmulas equívocas o de mentiras audaces. Sin embargo, Dios puede valerse de falsos profetas para anunciar alguna cosa verdadera, como en el caso de Balaam o de Caifas; pero entonces aparece claro por el conjunto circunstancias que el falso profeta es utilizado en aquel momento como instrumento de Dios.
- El conocimiento de los pensamientos y de los futuros libres escapa igualmente al control de Satanás; sólo puede valerse de conjeturas. Pero téngase presente que para la extraordinaria potencia intelectual de la naturaleza angélica las conjeturas son mucho más fáciles que para el psicólogo más eminente; el temperamento, los hábitos adquiridos, las experiencias pasadas, la actitud del cuerpo, la expresión de la fisonomía, el conjunto de circunstancias, etc., etc., hacen adivinar fácilmente a los espíritus angélicos las meditaciones silenciosas de nuestro entendimiento y las determinaciones secretas de nuestra voluntad.
- El demonio no puede producir en nosotros fenómenos de orden puramente intelectual o volitivo. Ya hemos señalado más arriba la razón: en el santuario de nuestra alma, nadie, fuera de Dios, puede penetrar directamente.
Estas son, brevemente expuestas, las principales cosas que el demonio no puede hacer, relacionadas todas con los fenómenos místicos. Omitimos muchas otras cosas que no interesan a nuestro propósito. Veamos ahora rápidamente los fenómenos místicos que el demonio podría falsificar.
- B) Lo que el demonio puede hacer permitiéndolo Dios
- Producir visiones y locuciones corporales o imaginarias (no las intelectuales).
- Falsificar el éxtasis (produciendo un desmayo preternatural).
- Producir resplandores en el cuerpo y ardores sensibles en el corazón. Hay más de un ejemplo de «incandescencia diabólica».
- Producir ternuras y suavidades sensibles.
- Curar, incluso instantáneamente, ciertas enfermedades extrañas producidas por su acción diabólica. Claro está que no se trata propiamente de curación, sino tan sólo de «dejar de dañar», como dice Tertuliano. Como la pretendida enfermedad era debida exclusivamente a la acción de Satanás, cesando la causa, desaparece instantáneamente el efecto.
- Producir la estigmatización y los demás fenómenos corporales y sensibles de la mística, tales como los olores suaves, coronas, anillos, etc. Nada de esto sobrepasa las fuerzas naturales de los demonios.
- No puede el demonio derogar las leyes de la gravedad, pero puede simular milagros de este género por el concurso invisible de sus fuerzas naturales. Téngase presente para la cuestión de la levitación: pueden darse levitaciones diabólicas, como en el caso de Simón Mago.
- Puede substraer los cuerpos a nuestra vista interponiendo entre ellos y nuestra retina un obstáculo que desvíe la refracción de la luz o produciendo en nuestro aparato visual una impresión subjetiva completamente diferente de la que vendría del objeto.
- Puede producir la incombustión de un cuerpo interponiendo un obstáculo invisible entre él y el fuego.
En resumen: todos los fenómenos que puedan resultar de un movimiento natural de fuerzas físicas, aunque el hombre no sea capaz de producirlas ni siquiera llevando hasta el límite máximo sus energías naturales, puede en absoluto producirlas el demonio —supuesta la permisión divina— en virtud de su propia potencia natural, extraordinariamente superior a la del hombre. Pero, cualquiera que sea la naturaleza del fenómeno producido por las fuerzas diabólicas, no rebasará jamás la esfera y el orden puramente natural. Lo sobrenatural no existe aquí más que por relación al hombre, esto es, en cuanto que los fenómenos producidos sobrepujan las fuerzas humanas; pero, considerados en sí mismos, se trata de realidades pura y simplemente naturales. Es un caso típico de sobrenatural relativo, que debe llamarse, con mayor precisión y exactitud teológica, «preternatural».
Recomendamos:
La existencia del demonio y su actuación sobre el hombre: El demonio es como un gran perro encadenado, que solamente muerde a quienes se le acercan demasiado
La elevación sobrenatural y el pecado original: Ayuda a distinguir lo que es propio de la naturaleza humana en cuanto tal de lo que es consecuencia de la herida del pecado en la naturaleza humana.
Pecado, concupiscencia y elevación sobrenatural del hombre: Algunas consecuencias de nuestra condición de pecadores llamados a ser hijos de Dios
Los fenómenos sobrenaturales: Al referirnos a fenómenos sobrenaturales hacemos relación a lo que trasciende lo natural, lo que está más allá de las leyes normales
Medios ordinarios de lucha espiritual contra el demonio.
San Antonio María Zaccaría, creador de una potente devoción
Este joven cura italiano puso en marcha con otros dos sacerdotes la adoración eucarística de las 40 horas en plena Reforma protestante
San Antonio María Zaccaría nació en Cremona (Italia) en el año 1502. Era de familia noble y pronto se vio llamado a ser médico para cuidar a las demás personas.
Leyendo la Biblia y particularmente las Cartas de san Pablo decidió formar parte de grupos de estudio bíblico, en tiempos en que arreciaba la Reforma protestante.
Pensó que un modo de ser mejor instrumento en manos de Dios sería estudiar Teología, y así lo hizo.
Poco a poco entendió que el Señor quería que fuera sacerdote para cuidar a las almas.
Creó pequeñas comunidades entre los fieles. En el caso de los sacerdotes, él y otros dos sacerdotes formaron en 1530 una asociación de clérigos regulares, con una regla común de vida y apostolado, sin ser frailes.
El Papa la aprobó como Clérigos Regulares de san Pablo o barnabitas, en honor a su primera iglesia, dedicada a san Bernabé, quien acompañó a san Pablo.
Predicaban especialmente a los matrimonios y promovieron la atención de las mujeres en desamparo, al tiempo que vivían la pobreza.
El toque de campanas los viernes a las 3
Para fomentar la unión con Cristo, impulsaron la devoción eucarística. Concretamente, impulsaron la adoración de las 40 horas.
También promovieron el toque de campanas los viernes a las 3 de la tarde, en recuerdo de la hora en que murió Jesús en la Cruz.
San Antonio María Zaccaría murió joven de agotamiento, en brazos de su madre, cuando contaba sólo 37 años.
Oración
Concédenos Señor, aquel profundo conocimiento de Cristo
que otorgaste a san Antonio María Zaccaría
para que, amándolo como él,
sintamos también la urgente necesidad de darlo a conocer a todos los hombres.
Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.
«La adoración a Cristo en este sacramento de amor debe encontrar expresión en diversas formas de devoción eucarística. Plegarias personales ante el Santísimo, horas de adoración, exposiciones breves, prolongadas, anuales (las cuarenta horas, bendiciones eucarísticas, pro-cesiones eucarísticas, Congresos eucarísticos).»
Juan Pablo II, El Misterio y el culto de la Eucaristía (carta a los obispos), n.3.