Adoro predicar sobre el profeta Jeremías. Y nuestra primera lectura de este fin de semana es del capítulo veinte de Jeremías. En Jeremías, obviamente, hay mucha sabiduría espiritual y todo eso, pero más que ningún otro profeta, llegamos a conocerlo bien. Aflora su personalidad. Hay mucho sobre la vida del profeta Jeremías, y de cierto modo, ese es el asunto. De cierto modo, lo que muestra el mensaje que tiene es el mismo desarrollo de su vida. El asunto sobre Jeremías es que es alternativamente majestuoso y muy sabio y temeroso y enfadado y frustrado. Ven el amplio rango de emociones. Es que, no piensen en Jeremías el profeta, como este tipo que desde el principio era centrado y enviaba oráculos de verdad en todas direcciones. Era una persona como nosotros, a veces conflictuada y confundida, y en la presencia de Dios pero sin saber lo que eso significa, y temeroso de sus consecuencias, y todo ello. Piensen en ese pasaje maravilloso de la llamada de Jeremías. Es muy jovencito. Quiero decir, los académicos arriesgan que puede haber estado en sus quince o dieciséis años cuando fue llamado. Encontrarán esto en casi toda ceremonia de ordenación, este pasaje cuando el Señor lo llama y Jeremías dice, “Mira, Señor, soy muy joven. Créeme, tú no deseas que sea yo”. Y Dios dice, “No digas que eres muy joven. Yo te he elegido”. Así que desde el comienzo, está dubitativo, como inseguro de lo que Dios desea. Y luego el Señor le da esta terrible carga. No le dice, “Ey, Jeremías, vas a anunciar buenas y maravillosas noticias, y por causa de ello, vas a ser la persona más popular en Israel”. Al contrario, al contrario, se le hace entregar un mensaje terrible, que es que Israel va a caer bajo el juicio de Dios. Dios va a utilizar a los babilonios para castigar a Israel por su infidelidad, su idolatría, su maltrato a los pobres y no hay escapatoria. Todo lo que pueden hacer es aceptar este juzgamiento, rendirse a este invasor extranjero y aceptar su exilio y derrota.
Ese es el mensaje. Ese es el mensaje. ¿Esto lo volvió popular? No; por el contrario, todos odiaban a Jeremías. ¿Cuál era uno de sus sobrenombres? “Terror en todos lados”, porque en cuanto miraba a su alrededor, eso era lo que veía y escuchaba. La amenaza de Babilonia, sí, que Dios le dijo que anunciara, pero también el terror provocado por sus contemporáneos que estaban tan enojados con su mensaje. Más aun, no lo escucharon. Digamos que fuera como Jonás el profeta. Jonás anuncia que deben arrepentirse, y Nínive se arrepiente. Lo aceptan. Incluso las reses se arrepintieron. Quiero decir, Jonás es el profeta más exitoso de la historia de Israel. Jeremías, lo opuesto. No lo escuchan. Lo persiguen. Lo echan dentro de una cisterna. Y no tenemos esto por cierto, pero es muy probable que haya sido ejecutado por su propio pueblo. Así que esa es la carrera profética que tiene. Así que con eso en mente, escuchen a la frase inicial de nuestro pasaje de este fin de semana. Este es Jeremías mismo hablando: “Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir; fuiste más fuerte que yo y me venciste. He sido el hazmerreír de todos; día tras día se burlan de mí”. Este no es alguien que se para serenamente en la presencia de Dios, ofreciendo una simple oración al altísimo. Es alguien que está diciendo, “Mira, me hiciste un profeta, pero en cierto modo me sedujiste, como que te aprovechaste de mi. Me diste esta terrible carga y ahora la estoy cargando y todos me odian”. Escuchen cómo sigue: “Desde que comencé a hablar, he tenido que anunciar a gritos violencia y destrucción”. Es cierto, ese es el mensaje que se le dio para pronunciar. “Por anunciar la palabra del Señor, me he convertido en objeto de oprobio y de burla todo el día”. Habla de un “cri de coeur”, como dicen los franceses, un llanto desde el corazón. Esta es una persona religiosa, si se quiere, anunciando la palabra de Dios en el medio de una cultura, en el medio de un pueblo, que no quiere escucharla. Ahora, cuando lo expresan de esa manera, ¿no comienza a sonarles bastante familiar?. ¿El ser una persona religiosa en el medio de una cultura que no quiere escuchar la palabra de Dios? Ahora, he tenido mucha experiencia con esto. He estado haciendo este trabajo de predicación en Internet. Y sí, miren, es maravilloso, y sí, llegas a toda clase de personas de modos grandiosos, pero admitámoslo: la cultura occidental actual no es precisamente abierta a la religión. Es bastante escéptica, bastante crítica de la religión.
Comencé a realizar este trabajo poco tiempo después de que emergieran los Nuevos Ateístas, hablo de Hitchens y Dawkins y Sam Harris y Dennett y toda esa gente. ¿Cuál fue el famoso libro de Hitchens, primero en ventas en 2005 o por ahí? “La Religión lo Envenena Todo”. La religión es una sarta de mitologías de la Edad de Bronce. Es aferrarse a un viejo sinsentido precientífico. Es superstición, es abuso de niños, es engañar a la gente. Y créanme lo que les digo, está plagado de discípulos de Hitchens y compañía. Si realizas tu trabajo en internet en la actualidad, te encontrarás con esta extraordinaria oposición. Más aún, intenten hablar de las implicancias en la conducta desde un punto de vista religioso. Así que hablar sobre Dios y todo eso es una cosa, pero comenzar a hablar de cómo debería cambiar tu vida debido a tus creencias religiosas . . . Intenten hablar hoy en el foro público sobre la dignidad infinita de toda persona humana desde la concepción hasta la muerte natural. Buena suerte. Hablando de terror por todos lados. Vivimos en una cultura, por supuesto, que en su gran mayoría pide aborto a la carta hasta e incluso más allá del momento del nacimiento.
Tenemos una cultura donde en muchísimos estados de nuestro país, se provee la eutanasia; la matanza de los ancianos esponsorizada por el estado, incluso si su vida no está bajo amenaza en lo inmediato. Ahora, si te paras y sostienes, “El Señor me ha encargado que diga que la vida humana debe ser respetada desde la concepción hasta la muerte natural”. Comenzarán a sentirse como Jeremías bastante rápido, me parece a mí. Intenten urgir para que todos —negros, Hispanos, asiáticos, inmigrantes, musulmanes, gais, todos— sean tratados con estima y respeto. Intenten decir eso en todos los rincones de nuestra sociedad, que es la perspectiva bíblica básica. Al mismo tiempo, intenten decirle a la gente que está totalmente volcada a la ideología de la autocreación que tienes ciertas responsabilidades morales, que existe una estructura para tu vida moral y sexual que debe ser respetada. Intenten decir eso en el foro público. Buena suerte. Tal como digo, en una cultura que está afirmando constantemente, “No, no, es totalmente como yo quiero; es mi prerrogativa determinar quién soy y cómo vivo”, intentar anunciar que existen verdaderos valores morales objetivos que deben regir la manera de vivir. Escucharán terror por todas partes muy rápidamente. ¿Saben lo que van a escuchar? Escuchen de nuevo a Jeremías: “He sido el hazmerreír de todos; día tras día se burlan de mí . . . Por anunciar la palabra del Señor, me he convertido en objeto de oprobio y de burla todo el día”. Tal vez un poquito autocomplaciente, pero no muy lejos de la verdad, especialmente en la actualidad en occidente cuando anuncias valores religiosos. De acuerdo, así que estarán diciendo, “Está bien Obispo, ese es un mensaje bastante deprimente”. Bueno, de cierto modo, sí, estoy intentando desplazarme al ámbito de Jeremías porque allí es donde vivió. No vivió en un ámbito de éxito. No halló éxito gozoso en la obra que estuvo realizando. Encontró escarnio y burla y rechazo. De acuerdo, de acuerdo, entonces, ¿abandonamos? No. Y aquí viene el mensaje último y en cierta manera la parte más importante de esto. Habiendo dicho todo eso —y no voy contradecir una sola palabra— habiendo dicho todo eso de la dimensión del “miedo en todas partes” de ser un profeta, escuchen lo que dice: “He llegado a decirme: ‘Ya no me acordaré del Señor ni hablaré más en su nombre’. Pero había en mí como un fuego ardiente, encerrado en mis huesos; yo me esforzaba por contenerlo y no podía”. Tremendo. Esta es la otra cara de la experiencia de Jeremías. Toda la negatividad, es completamente honesto sobre ella; no la esconde, no la desmiente, no simula que no está allí. No, no, no. La admite plenamente. Y es tentado. Pueden oírlo. Está tentado de decir, “Me rindo. No voy a hacer más esto”. Yo lo he experimentado. Pienso que todos los que han estado envueltos en predicación y enseñanza de un modo público han sentido eso. “Olvídate. Ya está. Es muchísima crítica. Sólo quiero abandonar”. “Pero había en mí como un fuego ardiente, encerrado en mis huesos; yo me esforzaba por contenerlo y no podía”. ¿Cómo es la palabra de Dios? Es como este fuego. Los profetas usan esta imagen a menudo, de un pergamino de la palabra de Dios que se consume, y es como miel en la boca. Es la dulzura de la palabra de Dios. Y hay algo de eso, cuando se vuelven a las Escrituras; incorporan esta palabra, que lo sé, lo sé, a menudo es profundamente desafiante, pero no pueden resistírsele. ¿Qué dice San Pablo? Él fue también un personaje muy al estilo de Jeremías, ¿cierto? ¿San Pablo se encuentra siempre con el éxito? Al contrario. Lo apedrearon y lo echaron de las ciudades y lo persiguieron. Finalmente lo ejecutaron. Quiero decir, Pablo tuvo la misma experiencia que tuvo Jeremías, pero aún así Pablo dice, “Ay de mí si no evangelizara”. Lo mismo, la palabra de Dios penetró tan hondo en San Pablo que no podía no evangelizar. Ese es Jeremías también. “¿Cómo podría mantener esto dentro? Es como un fuego en mí”. Bueno, ese es el ámbito al que todos los profetas tienen que desplazarse. Y les he dicho esto antes, es doctrina católica básica, toda persona bautizada es ungida como sacerdote, profeta y rey. Su sacerdocio es ejercido cada vez que van a Misa, cada vez que rezan, cada vez que interceden; ese es su sacerdocio. Realeza, toda vez que ordenan las cosas en función del reino de Dios. Profecía, toda vez que pronuncian la palabra de Dios. ¿Es solo para gente rara como Jeremías y Pablo? No, cada uno de ustedes, cada uno de ustedes que está bautizado es un profeta. ¿Cómo va a ser eso? “Mira, no quiero esa responsabilidad, Señor”. Bueno, de acuerdo, ese es Jeremías. “Terror en todas partes”. Sí, espérenlo. Especialmente hoy cuando anuncian la palabra de Dios, esperen un montón de oposición. De acuerdo, bien. Pero luego, luego, no los abandonará. Si permiten que la palabra de Dios penetre hondo en sus corazones y mentes y en sus cuerpos, no los abandonará. Se convierte en un fuego que arde dentro suyo y no pueden contenerlo. Dirán, “Ay de mi si no evangelizo”. Así que allí está. Lean esta sección, capítulo 20 de Jeremías. Allí se expresa toda esta textura, toda la emoción y la experiencia de ser un profeta. Aprovechen su experiencia y conviértanse ustedes mismos en un gran profeta. Y Dios los bendiga.
Matthew 16:21-27
La semana pasada escuchamos el gran Evangelio de la confesión de Pedro. Él dice correctamente quién es Jesús y se lo declara roca, terreno firme sobre el cual se construirá la Iglesia. Y solo unos momentos después —en nuestro Evangelio para hoy— Jesús le dice Satanás, un obstáculo, que piensa no como Dios sino como los hombres. ¿Cómo se explica este notable cambio?
En el Evangelio siempre es relativamente simple: no comprender el significado de la cruz. Todo el impulso de la vida de Jesús es hacia la cruz. Todo tipo de fuerzas están tratando de evitarlo —algunas por interés propio, otras por preocupación genuina. Pero todos tienen esto en común: no la entienden, no la entienden.
Entonces Pedro, probablemente por amor genuino a Jesús, lo trata de alejar de la Pasión: “Dios no lo permita, Señor, eso no sucederá”. Habiendo confesado correctamente quién es Jesús, Pedro rápidamente olvida lo que eso significa. Pensaba que ser el Hijo de Dios significaba poder y señorío, no ignominia y muerte.
- «El que no se niega a sí mismo no puede aproximarse a Aquel que está sobre él. Pero si nos abandonamos a nosotros mismos, ¿a dónde iremos fuera de nosotros?» (San Gregorio Magno)
- «No se trata de una cruz ornamental, o de una cruz ideológica, sino que es la cruz del propio deber, la cruz del sacrificarse por los demás con amor. Asumiendo esta actitud siempre se “pierde” algo, pero es un perder para ganar» (Francisco)
- «Por su obediencia amorosa a su Padre, ‘hasta la muerte de cruz’ (Flp 2,8), Jesús cumplió la misión expiatoria del Siervo doliente que ‘justifica a muchos cargando con las culpas de ellos’ (Is 53,11)» (Catecismo de la Iglesia Católica, nº 623)
¡Apártate de mí, Satanás!
Domingo XXII Ordinario Ciclo A (Mateo 16, 21-27).
¿Quién no quiere realizarse como persona? ¿Quién no busca, por todos los medios, su plenitud? ¿Quién no aspira a ser feliz? El carbón o el estaño, el naranjo o la margarita, la vaca o el ciervo, no necesitan preocuparse por su realización; están programados para cumplir su meta. Si encuentran las condiciones necesarias, serán lo que tienen que ser y ya está… Pero nosotros… Nosotros somos otro cuento… La realización no nos llega automáticamente, sino que tenemos que construirla paso a paso, escalón tras escalón. El camino de los hombres y las mujeres ‘se hace al andar’, decía el poeta andaluz y cantaba el juglar catalán… no encontramos hecho el camino, lo tenemos que hacer.
Pero, ¿Cuál es el camino que nos lleva a desplegar todas nuestras potencialidades? ¿Cómo llegar a ser auténticamente humanos? ¿Cómo llegar a ser plenamente felices? La familia, con muy buenas intenciones, pero no siempre de manera acertada, nos advierte sobre las ventajas y los peligros de una u otra opción profesional, matrimonial, existencial… Los amigos y amigas nos aconsejan, muchas veces de acuerdo a su propia experiencia, por dónde debemos seguir… La sociedad, a través de los medios de comunicación y la publicidad, nos señala senderos de plenitud y felicidad, que terminan siendo sólo realidad de novela o alegrías de cartón… Todos quieren ayudarnos a encontrar el secreto de la felicidad.
Sin embargo, a casi nadie se le ocurre decirnos que, para encontrar la vida, tenemos que perderla. ¡Qué locura! ¡Cómo se te ocurre! ¡Estás loco! Como Pedro, cuando escuchó a Jesús diciendo que “tendría que ir a Jerusalén, y que los ancianos, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley lo harían sufrir mucho”, nuestros seres queridos, nuestros amigos, la sociedad entera nos lleva aparte y nos reprende: “¡Dios no lo quiera (…)! ¡Esto no puede pasar!”
La reacción de Jesús es tal vez la expresión más fuerte que haya dirigido a ningún ser humano; a los fariseos los llamó “raza de víboras”; a los escribas les dijo “sepulcros blanqueados”; a Pedro le dice: “¡Apártate de mí Satanás, pues eres un tropiezo para mí! Tu no ves las cosas como las ve Dios, sino como las ven los hombres”. Poco antes Lo había llamado dichoso “(…) porque esto no lo conociste por medios humanos, sino porque te lo reveló mi Padre que está en el cielo”.
El camino de la felicidad es el despojo de nosotros mismos y de nuestras seguridades: “Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía, la encontrará. ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si pierde la vida?”
¿En qué dirección va la búsqueda de nuestra plenitud? ¿Hacia dónde caminamos cuando aspiramos a realizarnos en la vida? ¿Dónde buscamos la felicidad? Este camino que nos señala el Señor es el único que nos podrá llevar al desarrollo pleno de todas nuestras potencialidades. A los otros planes y proyectos, habrá que decirles con sencillez, pero con decisión: “¡Apártate de mí Satanás!”.
Gregorio Magno, Santo
Papa y Doctor de la Iglesia, 3 de septiembre
Martirologio Romano:Memoria de san Gregorio I Magno, papa y doctor de la Iglesia, que siendo monje ejerció ya de legado pontificio en Constantinopla y después, en tal día, fue elegido Romano Pontífice. Arregló problemas temporales y, como siervo de los siervos, atendió a los cuidados espirituales, mostrándose como verdadero pastor en el gobierno de la Iglesia, ayudando sobre manera a los necesitados, fomentando la vida monástica y propagando y reafirmando la fe por doquier, para lo cual escribió muchas y célebres obras sobre temas morales y pastorales. Murió el doce de marzo (604).
Etimológicamente:Gregorio = Vigilante o aquel que está siempre preparado, es de origen griego.
Fecha de canonización:Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma, el Papa.
Breve Biografía
GREGORIO MAGNO, DE LA FAMILIA DE LOS ANICIOS
Familia profundamente cristiana de la que ha llegado a los altares; sus padres y sus dos tías, Társila y Emiliana. En este ambiente de religiosidad se desarrolló su espíritu mientras Roma llegaba a lo más bajo de la curva de su caída.
Cuando el poder imperial fue restablecido en Roma, en manos ya de Constantinopla, Gregorio comienza su formación cultural. No sobresale en la literatura, pero sí en los estudios jurídicos, donde encuentra una magnífica preparación para sus futuras actividades. Terminada su carrera de Derecho, acepta del emperador Justino II el cargo de prefecto de Roma, con todas las funciones administrativas y judiciales.
GREGORIO MONJE
Per su corazón aspiraba a cosas más altas, y tras una desgarradora lucha interior, que manifiesta en una carta a su amigo San Leandro de Sevilla, Roma ve un día cómo su prefecto cambia sus ricas vestiduras por los austeros hábitos de los campesinos que San Benito había adoptado para sus monjes. Su mismo palacio del monte Celio fue transformado en monasterio.
Gregorio es feliz en la paz del claustro, aunque pronto será arrancado de ella por el mismo Sumo Pontífice, que le envía como Nuncio a Constantinopla. De aquí en adelante añorará siempre aquellos cuatro años de vida monacal.
EL MONJE GREGORIO, PAPA
En 586, llega a Roma cuando las aguas del Tíber se desbordan y siembran la desolación. Personas ahogadas, palacios destruidos, hambre y la peste. Una de las víctimas de la peste es el Papa Pelagio II. Y Gregorio es elegido Papa para suderer a Pelagio, quedando apartado de la soledad que buscaba en el monasterio. Ya no vivirá más la paz de la vida monacal, pero la espiritualidad de aquellos hombres entregados a la oración le marcará para siempre. En su fecundo Pontificado, destaca su celo por la liturgia, la organización definitiva del canto litúrgico, que se conoce aún con el nombre de «canto gregoriano». Era el “Psalite sapienter” del salmo y de San Benito, cuyo estilo y estética litúrgicos, ha heredado también Benedicto XVI, a más del nombre del Fundador de los Monjes de Occidente y Patrono de Europa: San Benito.
Gregorio es el pastor auténtico, que quiere lo mejor para sus ovejas que viven en la unidad del mismo Amor.
No ahorrará para ello trabajos ni sacrificios. Su voz se levanta potente y su pluma escribe sin descanso; el que no había sobresalido en sus estudios literarios nos ha legado un tesoro inagotable en sus escritos, de estilo sencillo y cordial. Y no se contenta con las ovejas que ya están en el verdadero redil; su corazón se lanza a la conquista de Inglaterra, ganándola para el catolicismo. Para todos es el padre amante, cuyas preocupaciones son las de sus hijos. Su honor es el de la Iglesia universal y su grandeza el ser y llamarse «Siervo de los siervos de Dios», título que pasarán a utilizar desde entonces todos los Papas.
VIRTUDES DEL PASTOR
«Importa que el pastor sea puro en sus pensamientos, intachable en sus obras, discreto en el silencio, provechoso en las palabras, compasivo con todos, más que todos levantado en la contemplación, compañero de los buenos por la humildad y firme en velar por la justicia contra los vicios de los delincuentes. Que la ocupación de las cosas exteriores no le disminuya el cuidado de las interiores y el cuidado de las interiores no le impida el proveer a las exteriores», escribe San Gregorio Magno en su «Regla Pastoral», y éste fue el programa de su actuación. Genio práctico en la acción, fue ante todo el buen pastor cuya solicitud se extiende a toda su grey. No es tan sólo Roma la que merece sus cuidados, sino todas las Iglesias España, Galia, Inglaterra, Armenia, el Oriente, toda Italia, especialmente las diez provincias dependientes de la metrópoli romana. Fue incansable restaurador de la disciplina católica. En su tiempo se convirtió Inglaterra y los visigodos abjuraron el arrianismo.
EL CULTO Y LA CARIDAD
Renovó el culto y la liturgia y reorganizó la caridad en la Iglesia. Sus obras teológicas y la autoridad de las mismas fueron indiscutidas hasta la llegada del protestantismo. Dio al pontificado un gran prestigio. Su voz era buscada y escuchada en toda la cristiandad. Su obra fue curar, socorrer, ayudar, enseñar, cicatrizar las llagas sangrantes de una sociedad en ruinas. No tuvo que luchar con desviaciones dogmáticas, sino con la desesperación de los pueblos vencidos y la soberbia de los vencedores.
La obra realizada por San Gregorio Magno fue inmensa; aune con su gran humildad, había procurado por todos los medios no aceptar el mando supremo de la Iglesia.
Pero una vez elegido Papa por el clero, el senado y el pueblo fiel, y bien vista su elección por el emperador, se entregó a aquella tarea para la que toda su vida anterior había sido una providencial preparación.
JUAN PABLO I SE PROPUSO IMITARLE
Al tomar posesión de la Catedral de San Juan de Letrán pronunció estas palabras Juan Pablo I: “En Roma, estudiaré en la escuela de San Gregorio Magno, que dice: «Esté cercano el pastor a cada uno de sus súbditos con la compasión. Y olvidando su grado, considérese igual a los súbditos buenos, pero no tenga temor en ejercer, contra los malos, el derecho de su autoridad. Recuerde que mientras todos los súbditos dan gracias a Dios por cuanto el pastor ha hecho de bueno, no se atreven a censurar lo que ha hecho mal; cuando reprime los vicios, no deje de reconocerse, humildemente, igual que los hermanos a quienes ha corregido y siéntase ante Dios tanto más deudor cuanto más impunes resulten sus acciones ante los hombres » (Reg. past. parte II, 5 y 6). Murió el 12 de marzo de 604.
¡Felicidades a quienes lleven este nombre!
Memorables frases del padre de la Iglesia san Gregorio Magno
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«No te preocupes por lo que tienes, sino por lo que eres»: la sabiduría de un papa extraordinario
San Gregorio Magno fue uno de los grandes Padres de la Iglesia y uno de los cuatro doctores de Occidente.
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Fue el primer monje en ser elegido papa, por los sacerdotes y el pueblo, el día 3 de septiembre del 590.
A pesar de su mala salud, desarrolló una actividad intensa en el gobierno de la Iglesia, defendió la supremacía del Papa y trabajó por la reforma del clero y la vida monástica.
Autor y legislador en el campo de la liturgia y el canto sagrado, a él se debe la creación del «canto gregoriano».
Elaboró un Sacramentario que lleva su nombre y constituye el núcleo fundamental del Misal Romano.
Dejó escritos de carácter pastoral, moral, espiritual, y magnánimas homilías que formaron generaciones enteras de cristianos, especialmente en la Edad Media.
El papa Benedicto XVI, en su audiencia general del 28 de mayo del 2008, refiriéndose a San Gregorio Magno, dijo:
«En un tiempo desastroso, más aún, desesperado, supo crear paz y dar esperanza. Este hombre de Dios nos muestra dónde están las verdaderas fuentes de la paz y de dónde viene la verdadera esperanza; así se convierte en guía también para nosotros hoy».
Gracias a este, su extraordinario trabajo y dedicación por la Iglesia, le valió el título de magno, «El Grande».
Te compartimos algunas de sus frases, tomadas casi todas de sus homilías: