SABEMOS POR LA HISTORIA de las Revelaciones privadas, aprobadas, que NUESTRO SEÑOR y NUESTRA SEÑORA, intervienen de manera especial en tiempos de crisis eclesial, mundanalidad, tibieza, infelicidad, confusión intelectual o angustia espiritual. Nos hablan de verdades que se han oscurecido, descuidado o contradicho, nos instruyen en actitudes, virtudes y prácticas que son olvidadas, despreciadas, mal entendidas o pobremente cultivadas. Son maestros amables y guías firmes, infalibles sus diagnósticos e inequívocos en sus consejos. El corazón de nuestra situación, en nuestros peregrinajes como peregrinos al infinito y en los callejones sin salida a la que ha llegado nuestra sociedad y nuestra cultura. EL SEÑOR Y SU SANTÍSIMA MADRE, nos traen su atención celestial, el brillo purificador de su mirada, la profundidad inagotable de su sabiduría y el ardor de su caridad. No desean dejarnos huérfanos. En nuestra época, por lo que nos dirigen un mensaje que sin añadir ni quitar el contenido establecido de la Revelación Pública, nos trae una nueva luz y realce sobre las verdades antiguas y el camino de la SANTIDAD.

El Corazón de PAX brilla con una luminosidad y un fervor reconfortante ya que abarcan y se sumergen profundamente, en tantos aspectos fundamentales de la VIDA ESPIRITUAL. ¨A AMAR Y SER AMADOS POR DIOS¨. La práctica de la oración, en todas sus dimensiones, el poder único de la ADORACIÓN, la entrega confiada a la LA PROVIDENCIA, LOS SACRAMENTOS, EL MISTERIO DEL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA, la identidad SACERDOTAL y la fecundidad apostólica. El papel de la SANTISIMA VIRGEN MARIA y de las SANTOS en nuestras vidas. El pecado y sus heridas, la MISERICORDIA, la SANACIÓN y la PURIFICACIÓN, EL ANHELO POR EL CIELO, Y LA ANSIADA RENOVACIÓN DE La iglesia católica en la tierra. Se presentan tantas verdades consoladoras y desafiantes en nuestra época que está en extrema necesidad, invitando a las respuestas de nuestros corazones, llamándonos a la conversión e impulsandonos a una nueva forma de vida. Hemos llegado a un mayor  conocimiento y a un amor más entrañable a NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO y a SU SANTÍSIMA  MADRE y a su REINO ETERNO Y UNIVERSAL. UN REINO DE VERDAD Y DE VIDA, UN REINO DE SANTIDAD Y DE GRACIA, UN REINO DE JUSTICIA, DE AMOR Y PAZ. Que esta humilde enseñanza traiga bendición y Paz a todos USTEDES. PIDIENDO POR TODOS LOS SACERDOTES, QUE BUSQUEN EN EL CORAZON DE JESUS Y DE MARÍA SU SANTIFICACIÓN Y ENTREGA SACERDOTAL.

MEMORIA DE SAN BUENAVENTURA, OBISPO Y DOCTOR DE LA IGLESIA  

MATEO 12:1-8 

Amigos, en los Evangelios Jesús es descrito, una y otra vez, como alguien que no respeta el sagrado mandamiento de descansar en el séptimo día. Un ejemplo de ello es que a menudo realiza curaciones durante el Sabbat, causando mucha indignación entre aquellos que protegían la ley Judía.

Entonces, en el Evangelio de hoy, después de que sus discípulos habían estado recogiendo granos durante el Sabbat, Jesús declara que Él es «el Señor del Sabbat». Es difícil expresar cuán conmovedor habría sido para un judío del siglo primero este tipo de declaración. Sólo Yahvé podría haberse puesto el título «Señor del Sabbat». Entonces, ¿qué está Jesús insinuando aquí?

En breve, Él nos dice que está por encima de los rituales, también sobre las prácticas piadosas de los judíos, porque Él es el Señor. Por ello, las reglas deben estar subordinadas al Reino de Dios, ese Reino al que el Señor Jesús nos conduce aquí y ahora.Señor, acuérdate que he caminado en tu presencia con corazón sincero

El profeta Isaías nos presenta hoy un pasaje que interpela a nuestra fe, a nuestra confianza en Dios. El Señor, a través del profeta, le anuncia a Ezequías su inminente muerte. La reacción que tiene éste nos debería hacer reflexionar cuál sería nuestra respuesta ante una noticia así.

Tendríamos dos opciones, una es patalear, maldecir y llenarnos de miedo y la otra sería dirigirnos a Dios con el arma más poderosa que tenemos, que es la oración, una oración de súplica apelando a su infinita misericordia. Así lo hizo Jesucristo, como nos indica la carta a los Hebreos: “Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y suplicas al que podía salvarlo de la muerte”, y así también lo hace el rey Ezequías y la respuesta de Dios es: “He escuchado tu oración y he visto tus lágrimas”

Con esta misma confianza también nosotros, los cristianos, debemos orar a Dios, sabiendo que Él siempre nos escucha, pero también tenemos que tener presente que no siempre nos concederá lo que pedimos, porque tal vez no nos conviene. Dios ve más allá que nosotros y Él nunca se equivoca.

Cuando a Ezequías se le anuncia que va a morir, no sólo oró al Señor, sino   que le presentó sus buenas obras, su rectitud de vida y su fidelidad a Dios. Esto nos lleva a preguntarnos si nosotros también podríamos decirle lo mismo a Dios: “he caminado en tu presencia con un corazón íntegro y sincero y he hecho lo que te agrada”

Vivamos como si cada día fuera el último de nuestra existencia, así viviremos fieles a lo único que da sentido a nuestra vida, a Dios. No olvidemos que la oración nos pone en onda con Dios y su Espíritu, y nos da fuerzas para seguir luchando.

Señor, aumenta nuestra fe y concédenos confiar siempre y en toda circunstancia en la fuerza de la oración.

Misericordia quiero y no sacrificios

El Evangelio de la Misa de hoy nos relata uno de los muchos enfrentamientos de los fariseos con Jesús. Éstos se escandalizan de que Jesús quebrante las normas y deje que sus discípulos también lo hagan.

Aquí se nos plantean dos actitudes muy diferentes, una la de los fariseos, que viven esclavos de la ley y la otra la de Jesús y sus discípulos, que viven en la libertad de los hijos de Dios. Los fariseos que están anclados en la apariencia, en lo que se ve, en el cumplimiento, con un corazón vacío, aún no han descubierto que por encima de todas las normas está la ley principal, que es la que vino a traer Cristo, esto es, la ley del amor y de la misericordia.

En realidad, Cristo no vino a abolir la ley, sino que quiere mostrarles que la ley del amor es mucho más importante que cualquier otro precepto. Él quiere poner las normas en el sitio que les corresponde, porque las normas nos enseñan el camino pero lo importante es la meta que es Dios mismo, el poder experimentar su amor y misericordia.

Estemos atentos, porque también nosotros corremos el riesgo de vivir como los fariseos, en la apariencia, cumpliendo los preceptos y las leyes, y sin darnos cuenta dejando a Dios en un segundo plano y creernos que con nuestro esfuerzo podemos alcanzar la santidad. Así les pasaba a los fariseos que identificaban la santidad con el cumplimiento escrupuloso de las normas.

Jesús hoy nos invita a vivir en la libertad de los hijos de Dios, a poner por encima de todo el amor y la misericordia.

“Misericordia quiero y no sacrificios” Repítelo muchas veces para que se grabe en tu corazón, porque Dios, que es rico en misericordia, nos quiere misericordiosos.

Buenaventura, Santo

Memoria Litúrgica, 15 de julio

Cardenal, Obispo de Albano.
General de los Frailes Menores Franciscanos.
Doctor de la Iglesia.

Martirologio Romano: Memoria de la inhumación de san Buenaventura, obispo de Albano y doctor de la Iglesia, celebérrimo por su doctrina, por la santidad de su vida y por las preclaras obras que realizó en favor de la Iglesia. Como ministro general rigió con gran prudencia la Orden de los Hermanos Menores, siendo siempre fiel al espíritu de san Francisco y en sus numerosos escritos unió suma erudición y piedad ardiente. Cuando estaba prestando un gran servicio al II Concilio Ecuménico de Lyon, mereció pasar a la visión beatífica de Dios (1274).

Fecha de canonización: 14 de mayo de 1482 por el Papa Sixto IV

Breve Biografía

Por lo que se refiere a sus primeros años, lo único que sabemos acerca de este ilustre hijo de san Francisco de Asís es que nació en Bagnorea, cerca de Viterbo, en Italia, probablemente en 1217, fue bautizado con el nombre de Giovanni (Juan) Fidanza y que sus padres fueron Juan Fidanza y María Ritella. Después de tomar el hábito en la orden seráfica, estudió en la Universidad de París, bajo la dirección del maestro inglés Alejandro de Hales. De 1248 a 1257, enseñó en esta universidad teología y Sagrada Escritura.

A su genio penetrante unía un juicio muy equilibrado, que le permitía ir al fondo de las cuestiones y dejar de lado lo superfluo para discernir todo lo esencial y poner al descubierto los sofismas de las opiniones erróneas. El santo se distinguió en filosofía y teología escolásticas.

El santo no veía en sí más que faltas e imperfecciones y, por humildad, se abstenía algunas veces de recibir la comunión, por más que su alma ansiaba acercarse a la fuente de gracia. Pero un milagro de Dios permitió a San Buenaventura superar tales escrúpulos.

Durante los años que pasó en París, compuso una de sus obras más conocidas, el «Comentario sobre las Sentencias de Pedro Lombardo», que constituye una verdadera suma de teología escolástica. Guillermo de Saint Amour hizo en la obra titulada «Los peligros de los últimos tiempos» un ataque directo a San Buenaventura. Ataque que el santo contestó con un tratado sobre la pobreza evangélica, titulado «Sobre la pobreza de Cristo». En 1257, San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino recibieron juntos el título de doctores. San Buenaventura escribió un tratado «Sobre la vida de perfección», destinado a la Beata Isabel, hermana de San Luis de Francia y a las Clarisas Pobres del convento de Longchamps. Otras de sus principales obras son el «Soliloquio» y el tratado «Sobre el triple camino».

En 1257, Buenaventura fue elegido superior general de los frailes Menores. No había cumplido aún los 36 años y la orden estaba desgarrada por la división entre los que predicaban una severidad inflexible y los que pedían que se mitigase la regla original. El joven superior general escribió una carta a todos los provinciales para exigirles la perfecta observancia de la regla y la reforma de los relajados. El primero de los cinco capítulos generales que presidió San Buenaventura, se reunió en Narbona en 1260. Ahí presentó una serie de declaraciones de las reglas que fueron adoptadas y ejercieron gran influencia sobre la vida de la orden. San Buenaventura empezó a escribir la vida de San Francisco de Asís.

El santo gobernó la orden de San Francisco durante 17 años, y por eso se le llama el segundo fundador. En 1265, el Papa Clemente IV trató de nombrar a San Buenaventura arzobispo de York, a la muerte de Godofredo de Ludham , pero el santo consiguió disuadir de ello al Pontífice. Sin embargo, al año siguiente, el Beato Gregorio X le nombró cardenal obispo de Albano, ordenándole aceptar el cargo por obediencia. Se le encomendó la preparación de los temas que se iban a tratar en el Concilio ecuménico de Lyon, acerca de la unión de los griegos ortodoxos.

San Buenaventura se caracterizaba por la sencillez, la humildad y la caridad. Mereció el título de «Doctor Seráfico» por las virtudes angélicas que realzaban su saber. Fue canonizado en 1482 y declarado Doctor de la Iglesia en 1588.

Un corazón misericordioso

Santo Evangelio según san Mateo 12, 1-8. Viernes XV del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, una vez más me tienes aquí, en tu presencia. Te doy las gracias por el don de la fe que me has regalado el día de mi bautismo. Gracias porque me has obsequiado tu presencia en mi corazón. Soy tu hijo. Me amas. Tú siempre has cuidado de mí infinitamente más de lo que una madre cuida a su pequeño o de lo que yo mismo me cuido. Nunca me ha faltado ni tu amistad ni tu amor. A todos lados llega tu gracia y en todo momento me da la fuerza de seguir adelante. Gracias, Jesús, no permitas que en esta oración endurezca mi corazón. Dame la gracia de reconocer tu voz y la fuerza para seguirla.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 12, 1-8

Un sábado, atravesaba Jesús por los sembrados. Los discípulos, que iban con Él, tenían hambre y se pusieron a arrancar espigas y a comerse los granos. Cuando los fariseos los vieron, le dijeron a Jesús: «Tus discípulos están haciendo algo que no está permitido hacer en sábado».

Él les contestó: «¿No han leído ustedes que lo hizo David una vez que sintieron hambre él y sus compañeros? ¿No recuerdan cómo entraron en la casa de Dios y comieron los panes consagrados, de los cuales ni él ni sus compañeros podían comer, sino tan sólo los sacerdotes?

¿Tampoco han leído en la ley que los sacerdotes violan el sábado porque ofician en el templo y no por eso cometen pecado? Pues Yo les digo que aquí hay alguien más grande que el templo.

Si ustedes comprendieran el sentido de las palabras: Misericordia quiero y no sacrificios, no condenarían a quienes no tienen ninguna culpa. Por lo demás, el Hijo del hombre también es dueño del sábado».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Jesús, en este texto del evangelio invitas a los fariseos a comprender que Tú quieres misericordia y no sacrificios; los invitas a amar como Tú amas: misericordiosamente.

Jesús, a veces se me olvida que Tú amabas también a los fariseos. Tus reproches no tenían como fin fastidiarlos, sino despertarlos del funesto sopor de sentirse justos.

Muchas veces, Jesús, este peligro también se hace presente en mi vida. Puedo correr el riesgo de sentirme mejor que los demás precisamente porque reconozco mis pecados. Me he dado la libertad de ser juez de los jueces, de juzgar farisaicamente a los fariseos, de quejarme de lo malo que sucede a mi alrededor sin apenas mover un dedo para solucionarlo.

Es real el peligro de despreciar y tachar de intransigentes e inmisericordes a quienes denuncian los pecados ajenos, sin darme cuenta de que yo caigo en ese mismo error. Es como si la mujer adúltera, luego de ser perdonada por Ti, hubiera arengado a la multitud a apedrear a sus acusadores. No me parece que esa sea tu actitud.

Tú detestas el pecado… pero nunca rechazas a ningún pecador. Y si Tú no lo haces, ¿por qué yo tendría que hacerlo?
Ayúdame, Jesús, a experimentar profundamente en don de tu amor misericordioso de manera que yo pueda ser un reflejo de ese mismo amor.
Jesús, dame tu corazón y enséñame a amar a los demás como los amas Tú.

«La misión nos purifica del pensar que hay una Iglesia de los puros y una de los impuros: todos somos pecadores y todos necesitamos el anuncio de Cristo, y si yo cuando anuncio en la misión a Jesucristo no pienso, no siento que lo que digo a mí mismo, me separo de la persona y me creo —puedo creerme— puro y al otro como impuro que tiene necesidad. La misión nos afecta a todos como pueblo de Dios, nos transforma: nos cambia el modo de ir por la vida, de “turista” a comprometido, y nos quita de la cabeza esa idea de que hay grupos, que en la Iglesia hay puros e impuros: todos somos hijos de Dios. Todos pecadores y todos con el Espíritu Santo dentro que tiene la capacidad de hacernos santos».

(Discurso de S.S. Francisco, 27 de mayo de 2017).

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy voy a evitar hacer juicios negativos o condenatorios de las personas que me rodean.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Descanso del alma

¿Quién no ha sentido en algún momento la necesidad de descansar?

¿Quién no ha sentido en algún momento la necesidad de descansar? Después de un trabajo o un estudio prolongado, unas horas de sueño o unos días de vacaciones vienen de maravilla, y una concentración de la mente en un objetivo exigente se compensa con la distracción del deporte o un pasatiempo. Si nos fijamos con atención en nuestra vida, es necesario también un descanso más profundo; aquel que necesita el alma, que no se obtiene sólo con vacaciones o distracciones y que nos quitaría el peso de tanto desasosiego interior… ¡Eso es! El descanso que prometió Jesús a sus apóstoles:

    Venid a mí, todos los que estáis fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis reposo para vuestras almas. (Mt 11,28-29)

Espero que estas reflexiones nos ayuden a apreciar mejor las palabras de Cristo, recorriendo algunas escenas de la Escritura.  Espero también que estas palabras y estas escenas puedan iluminar y guiar nuestra propia vida.

Vemos en primer lugar el descanso de la tierra prometida.

Esto es lo que la Biblia en griego llama “katapausis”. Después de tantos siglos de trabajos forzados en Egipto, después de un camino largo y pesado en el desierto durante cuarenta años, después de batallas y batallas con los pueblos de Canaán, finalmente se establece el reino de Israel. David y Salomón llegan a un período de paz. Incluso se construye un templo en el corazón de Jerusalén. Se cumple así la ansiada espera, y la historia se resuelve con el reposo del pueblo elegido y de Dios en medio de ellos.

El rey Salomón entonces pronuncia estas palabras:

“Bendito sea el Señor, que ha dado el reposo a su pueblo, conforme a lo que había dicho; ninguna de las promesas hechas por medio de Moisés, su siervo, ha fallado…”

(1 Re 8, 56)

El Señor nos ha prometido una meta al final del camino. La lucha y el trabajo no serán en vano. Aunque parezca que la fatiga se alarga, y que no vemos colmada nuestra esperanza, al final Dios cumplirá sus promesas. Él llevará a término su obra en nuestro corazón y, una vez concluida, podremos descansar en él. Sólo tenemos que mantenernos unidos a su Palabra con la esperanza viva. No podemos permitir que con el tiempo y las preocupaciones se endurezca el corazón, como le pasó a Israel en el desierto (Sal 95, 8-11). Cada día tenemos que renovar nuestra intención de mantenernos en el camino de Dios, si queremos entrar finalmente en el lugar de descanso que Él nos ha reservado.

Anapausis

Pero Jesús quiere decir algo un poco diverso. Él habla de un reposo que los evangelistas describen con la palabra “anapausis”. Se trata de la serenidad que nos abre a un nuevo día y que se percibe en el silencio de cada amanecer. Es el reposo de la nueva creación que ha logrado muriendo en la cruz, bajando a los infiernos y alzándose del sepulcro. No fue en vano tanta fatiga. No acabó en el silencio de la muerte, sino que dio el paso a una nueva vida.

Sólo el que sigue a Cristo tomando el yugo de la cruz llega a poseer esta sabiduría (Sir 51, 34-35). Es el descanso de quien renueva sus fuerzas directamente en la fuente. Es el reposo que llena de ánimo para comenzar de nuevo, no importa lo que se haya padecido antes. Cada día se puede retomar la lucha, porque la sangre de Cristo nos regenera sin cesar. Entonces sí se cumplen plenamente las promesas de los profetas sobre un Dios que vive en medio de su pueblo (Is 66,1). Él mismo derrama sobre su Iglesia toda la vitalidad del agua sobre la tierra reseca, la misma vitalidad que sana las heridas y da el vigor a los miembros cansados.

III. Descanso de las promesas cumplidas

San Jerónimo, además, desdobla el sentido de esta palabra y la traduce de dos maneras diferentes. La primera vez nos habla del descanso que restaura. En latín se habla de “refectio” (Mt 11, 28), es decir, de un re-hacerse, tal como hemos visto más arriba. Pero poco después leemos la palabra “requies” (Mt 11, 29), que nos describe la tregua al final de una guerra. Es el descanso después de una larga tensión, el final de un gran problema que buscamos solucionar. Por fin se ha alcanzado el objetivo, y ahora sí el alma queda saciada…

Este descanso se parece mucho al de las promesas cumplidas. Sin embargo, no es sólo la obra de Dios que llega a su fin en nosotros, sino también nuestro corazón que ha encontrado lo que buscaba con tanta inquietud. Porque la verdadera tierra prometida, esa que hace descansar lo más profundo del alma, no es ni un lugar ni una situación sin problemas: la tierra prometida es un Rostro, es una Persona divina que se ha hecho carne y que ha habitado entre nosotros.

Cristo es el auténtico descanso para nuestras almas. Tomemos, pues, su invitación: “Venid a mí…”. ¿Cómo ir a Jesús? Él nos propone unos pasos concretos:

    “Tomad mi yugo sobre vosotros…

    ..aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón…

    Y hallaréis descanso para vuestras almas.”

S.S. Francisco anima nuevamente a trabajar por un mundo fraterno

El Santo Padre escribió el prólogo al libro «Diálogos Fraternos».

Un llamado a caminar juntos –a reflexionar, sentir, trabajar, tomar la palabra, encontrar nuestro sentido de pertenencia y la posibilidad de transformación- es lo que hallaremos en las siguientes páginas capaces de recoger y dar voz a la experiencia de nuestros pueblos. Valorar el ejemplo y la experiencia de quienes dedican su tiempo a servir a los demás nos permite animarnos a repensar nuestro modo de vida, nuestras relaciones, la organización de nuestras sociedades y, sobre todo, el sentido de nuestra existencia. Pero sobre todo nos posibilita redescubrir la importancia de sentirnos convocados a tomar parte de estos diálogos de amistad social; porque la pandemia también nos recordó que nos necesitamos, que nadie se salva solo. En el diálogo con el otro, sea cual sea su procedencia, podremos abrir ventanas, recuperar horizontes y encontrar creativamente la mejor forma de vivir juntos.

Vivirá feliz quien ame “a su hermano tanto cuando está lejos de él como cuando está junto a él”, escribía san Francisco de Asís. Con este espíritu los invito a entrar en diálogo con estos Diálogos Fraternos y a no tener miedo de caminar juntos aprendiendo y valorando, inclusive, nuestras diferencias. Es mi deseo que este encuentro nos permita soñar juntos con la amistad social, con la dignidad de nuestros pueblos, y con un mundo sin descarte en el que no falten ni la tierra, ni el techo, ni el pan, ni el trabajo; y en el que la esperanza nos impulse a trabajar hacia un horizonte mejor. Trabajar por un mundo en el cual la fraternidad se exprese no sólo en palabras llenas de sentido y de valor sino también y sobre todo en un modo de tejer y forjar la historia. Los invito a dejar que estos Diálogos Fraternos hagan eco en nuestra imaginación con tanta fuerza que nos impulsen a querer transformarlos en acción. Comencemos a dialogar…

Significado de la Santa Misa

Curso La Eucaristía 6a parte

Significado de la Santa Misa
« Como sea tu Misa, así será tu fe.
Como sea tu fe, así será tu moral.
Como sea tu moral, así será tu vida.
Y como haya sido tu vida, así será tu eternidad»

Mons.Tihamer Toth

La Santa Misa es la celebración dentro de la cual se lleva a cabo el sacramento de la Eucaristía. Su origen se remonta a los primeros tiempos de la Iglesia, en donde los apóstoles y los primeros discípulos se reunían el primer día de la semana, recordando la Resurrección de Cristo, para estudiar las Escrituras y compartir el pan de la Eucaristía.

La Santa Misa es una reunión del Pueblo de Dios y es el medio de santificación más perfecto, pues en él conocemos a Dios y nos unimos a Jesucristo y a toda la Iglesia en su labor santificadora.

Durante la misa nosotros participamos estrechamente en la vida y misterio de Jesucristo, por Él, con Él y en Él, ofreciendo nuestras obras, ofreciéndonos nosotros mismos, pidiendo perdón por nuestros pecados y, con esto, alcanzamos gracias para toda la Iglesia, reparamos las ofensas de otros y rendimos una alabanza de valor infinito porque lo hacemos por medio de Jesucristo.

El hombre con frecuencia tiene poco tiempo para dedicarse a las cosas de Dios. Tiene poco tiempo para conocerlo y entenderlo.
La Iglesia, consciente de este problema y sabiendo que si sus miembros no conocen a Dios no podrá cumplir con la misión que le ha sido encomendada, ha querido asegurar que se le dedique un tiempo a la semana a este conocimiento de las cosas de Dios y ha dado un mandamiento: Oír misa entera los domingos y días de precepto.

Con este mandamiento, la Iglesia asegura que sus miembros conozcan los lineamientos del Fundador y de esta manera «no perderán el estilo», no olvidarán su fin último y se esforzarán por cumplir su labor personal dentro de la Iglesia.

Entre la ciencia y la fe

Algo propio de nuestra época es considerar lo científico como una especie de verdad absoluta…

Cada época humana, cada cultura, acepta una serie de ideas como verdaderas. Desde ellas los hombres y las mujeres piensan y deciden en los mil asuntos de la vida concreta.

Algo propio de nuestra época es considerar lo “científico” como una especie de verdad absoluta. Los investigadores llegan a ser vistos como “oráculos” que determinan la naturaleza de las cosas, lo que es bueno y lo que es malo, lo pasado y lo futuro. No faltan quienes tachan de enemigos del progreso y de fundamentalistas a quienes pongan en duda las afirmaciones que ofrecen los hombres de ciencia.

En realidad, quienes conocen el mundo de los laboratorios saben que no todo está claro, y que muchas afirmaciones y leyes aceptadas como “absolutas” no son más que etapas provisionales de un camino entre tinieblas.

Pero hay muchas personas que no conocen la provisionalidad propia del método científico. Acogen, entonces, lo presentado como científico como absolutamente verdadero. Durante sus estudios leen libros, manuales, revistas científicas de biología, de paleontología, de climatología, de medicina, y consideran que lo allí afirmado vale siempre.

Las ideas sobre el funcionamiento de las células, sobre el origen de los mamíferos, sobre la utilidad de ciertas medicinas, sobre la situación climática del planeta, están en discusión entre quienes hacen ciencia de verdad, aunque algunos propongan sus conclusiones como verdades indiscutibles o “conquistas definitivas”.

Respecto a la historia del planeta tierra, respecto al origen de la vida y a la evolución de las especies, la situación de las investigaciones es mucho más compleja. En parte, porque quedan muchas preguntas por resolver, en parte porque los datos no son suficientes para llegar a conclusiones absolutas, en parte porque existen muchas teorías y propuestas para explicar lo ocurrido hace millones y millones de años.

A pesar de la confusión que reina respecto del pasado, miles de personas creen, como si fuesen certezas indiscutibles, las afirmaciones que encuentran en libros divulgativos, en gráficos claros y bien pensados, en reportajes televisivos hechos con muy buen gusto y, a veces, con poca seriedad científica. Así, están convencidos de que la vida se originó en un medio acuático, que pasó luego de formas simples a formas más complejas, que luego pasó del agua a la tierra firme…

Así, a través de dibujos y animaciones, aceptan que unos animales dieron origen a otros, hasta llegar a la aparición, hace miles de años, de ese animal tan complejo que somos los seres humanos.

Estas teorías, desde luego, tienen apoyos y “pruebas” importantes. Se han encontrado huesos aquí y allá, se han analizado terrenos estratificados, se conoce cada vez más la semejanza que existe entre el ADN de los distintos tipos de vivientes. Pero todos estos apoyos, todos los datos recogidos por distintas ciencias, no son suficientes para decir que hay una certeza del 100 % acerca de que el animal “X” surgió hace tantos años del animal “Y”. Las teorías y creencias que los científicos proponen hoy sobre estos “detalles” no son sólo diversificadas, sino provisionales, pues dentro de algunos años nuevos descubrimientos o nuevos datos científicos obligarán a revisar, cambiar o incluso renunciar a aquello que en el siglo XXI parecía tan claro.

En este sentido, es oportuno recordar cómo uno de los padres de la ciencia moderna, Galileo, atacó con poca seriedad las propuestas de Kepler para explicar el fenómeno de las mareas. Hoy sabemos que Kepler tenía más razón (en su tiempo) que Galileo, y que Galileo se dejó cegar por su fama y por su apego a lo que para él parecía “más científico”, cuando no lo era.

Los creyentes necesitamos conocer estos aspectos humanos del mundo científico, para relativizar lo que es relativo, y para no sentir que nuestra fe es puesta en peligro cada vez que dicen haber descubierto por ahí un nuevo fósil humano. Porque la ciencia analiza datos con instrumentos limitados, mientras que la fe se apoya en una certeza profunda que se basa en acoger la intervención de Dios en la historia humana.

Es cierto que algunos quieren ver la fe como si se tratase de algo provisional, como si estuviese sometida a las probetas de los laboratorios. Pero es una cosa muy distinta.

Así lo explica el Compendio del Catecismo de la Iglesia católica (n. 28): “El acto de fe es un acto humano, es decir un acto de la inteligencia del hombre, el cual, bajo el impulso de la voluntad movida por Dios, asiente libremente a la verdad divina. Además, la fe es cierta porque se fundamenta sobre la Palabra de Dios; «actúa por medio de la caridad» (Ga 5,6); y está en continuo crecimiento, gracias, particularmente, a la escucha de la Palabra de Dios y a la oración”.

Dios entró en la historia humana: se manifestó al Pueblo de Israel, caminó entre los hombres con la venida de Cristo al mundo. Cada uno de nosotros es invitado a acoger su Presencia entre nosotros en la libertad. También los científicos, que tanto bien pueden hacer si aceptan en sus vidas la verdades del Evangelio y si viven su vocación al estudio con actitud de servicio y con esa humildad que reconoce que algo sabemos sobre la fascinante historia de la vida, pero que todavía nos queda mucho por saber…

Diviértete, aprovecha que eres joven

¡Vive la vida al máximo! Como estas frases, ¡cuántas no hemos escuchado!

¡Diviértete, aprovecha que eres joven! ¡Vive la vida al máximo! Cuando tengas mi edad, ya no vas a poder disfrutar. Hoy que no tienes responsabilidades, goza de tu inactividad…

Lamentablemente, nos hemos zampado toda esa sarta de tonterías. Claro, somos jóvenes, ¿no? Sólo se es joven una vez… luego entonces, hay que irse de juerga, porque si no, no estamos viviendo nuestra “juventud”. También hay que darle la espalda a todas aquellas cosas que podemos hacer de provecho porque, ¡qué carambas!, no estamos en edad de tener responsabilidades serias. ¡Que se den de santos si pasamos… o panzamos… en la universidad! Por supuesto, hay que vivir la vida al máximo, sentir todo lo que se puede sentir, experimentar todo lo que podamos… Y esta actitud nos puede llevar a un peligroso acercamiento al precipicio del vicio y del placer sin escrúpulos.

Y es que no nos damos cuenta de que ser joven es mucho más que pasárnosla bien, divertirnos, “vivir la vida al máximo” o no tener responsabilidades. ¡Cuántos jóvenes ancianos hay, y cuántos ancianos jóvenes podríamos encontrarnos si tan solo buscáramos un poco! En efecto, la juventud no es sólo una cuestión física. La juventud, la verdadera juventud, se lleva en el alma. Es una cuestión de actitud y de compromiso de frente a la vida, a los demás y a uno mismo.

No sé si eres católico, hindú, budista, judío o musulmán, estimado lector, pero un claro ejemplo universal de un auténtico joven, es S.S. Juan Pablo II o, si lo prefieres, Karol Wojtila. ¿Joven?, dirás, ¡pero si el hombre murió cerca de los 90 años… 85, para ser exactos! Pues sí, joven, mucho más joven que tú o que yo. Joven, porque supo conservar ese espíritu luchador característico de los idealistas y de los héroes; porque nunca dejó de trabajar con ahínco por lo que creía; porque conservó un sentido del humor que lo hacía similar a los niños, y el coraje y la decisión de un hombre.

Si, un auténtico joven es aquel que sabe qué quiere y a dónde va, es aquel que tiene metas definidas e ideales muy altos. Es aquel que no tiene miedo a caerse porque tiene la suficiente fuerza para levantarse y seguir caminando. En resumen, un joven es quien tiene esperanza, quien es capaz de seguir asombrándose de la perfección de la naturaleza, quien sabe tomarse las cosas muy en serio, pero que puede reírse como una criatura de las bromas de un cómico.

Que no te vendan la idea barata de que no tienes responsabilidades y, por ende, puedes divertirte a lo loco. ¡Claro que sí!, diviértete, eso no está mal… pero responsabilidades, ¡vaya si las tienes! Tú eres el presente y el futuro de este mundo, lo que dejes de hacer tú, nadie más lo hará por ti. Eres joven, y eso significa que tienes más fuerza para luchar. No pierdas el tiempo precioso de la juventud. Cuando seas viejo y mires hacia atrás, te lamentarás y dirás “si yo hubiera”. Si yo hubiera empleado mi vitalidad en proyectos benéficos para el mundo, si no hubiera perdido tantas horas tumbado bajo los efectos del alcohol o de las drogas, si no hubiera malgastado mi inteligencia… y ahora, ahora que me doy cuenta de la importancia del tiempo, ahora que valoro la fuerza de un cuerpo joven… es cuando he perdido mi oportunidad de ser alguien en la vida.

No te dejes llevar por esos prototipos de juventud… o “jumentud”, valga la expresión… que te muestran en televisión. No es cierto que para ser joven tengas que ser “rebelde”. ¿Rebelde? ¿Según quien? La mayoría de los jóvenes están inmersos en la “cultura RBD”… y son todo menos rebeldes, porque siguen la corriente; una “cultura” que se niega a sí misma desde el momento en el que genera seres “dóciles” a esos modelos de “rebeldía”. ¿No es absurdo?

Joven, tú estás llamado a hacer grandes cosas. Los grandes líderes también fueron jóvenes algún día, la diferencia es que ellos empezaron a construirse y a forjarse desde muy temprana edad. Y tú, ¿qué vas a hacer? Tienes en tus manos uno de los tesoros más valiosos: el futuro. Cuántos intentos por controlar, leer y entender el futuro, se han hecho a lo largo de toda la historia de la humanidad… ¡Y tú lo tienes ahí! Y es que el futuro no se lee ni se ve… el futuro se construye todos los días y tú eres parte de esa obra maestra.

San Buenaventura, el sabio que salvó a los franciscanos

Fue superior general de los franciscanos e hizo frente a los ataques a la orden en la Universidad de París y en el seno de la comunidad

San Buenaventura nació en Bagnorea, cerca de Viterbo (en la actual Italia), en 1221. Entró en la Orden de los Hermanos Pobres de san Francisco Seráfico y estudió en la Universidad de París.

Allí fue profesor desde 1248 hasta 1257. Más tarde, por su sabiduría se le llamaría “Doctor Seráfico”.

Era muy inteligente, juicioso, iba al fondo de las cuestiones y sabía encontrar el error filosófico o teológico y rebatirlo con autoridad.

Supo unir su vida intelectual a la vida de oración, que consideraba clave para ser buen instrumento de Dios.

Intenso amor a la Eucaristía

Durante algún tiempo tuvo escrúpulos y quería recibir la Eucaristía pero no lo hacía por la humildad de considerarse pecador indigno.

Sin embargo, se cuenta que un día en que asistía a la misa y meditaba en la Pasión del Señor, se le apareció un ángel.

Este tomó la hostia consagrada de las manos del sacerdote y le dio la comunión. Los escrúpulos se disiparon.

Precisamente san Buenaventura compuso una oración para después de la Comunión que la Iglesia ha recomendado a lo largo de los siglos: “Traspasa, dulcísimo Jesús y Señor mío,…”.

En sus años de París escribió una de sus obras más famosas: el «Comentario sobre las Sentencias de Pedro Lombardo», que constituye una verdadera suma de teología escolástica. El papa Sixto IV dijo:

«La manera como se expresa sobre la teología, indica que el Espíritu Santo hablaba por su boca.»

Ataques furibundos contra los franciscanos

San Buenaventura sufrió en sus propias carnes los ataques a los franciscanos de parte de miembros de la Universidad que preferían llevar una vida mundana.

El filósofo escolástico Guillermo de Saint-Amour, canónigo de Beauvais y rector de la Universidad de París, llegó a escribir el libro Los peligros de los últimos tiempos, que era un ataque directo a san Buenaventura y más extensamente a los frailes y las órdenes mendicantes.

El santo tuvo que retirarse del trabajo de dar clases durante algún tiempo y contestar a los ataques escribiendo el libro Sobre la pobreza de Cristo.

El papa Alejandro IV tomó cartas en el asunto: nombró una comisión de cardenales que estudió el caso y esta ordenó finalmente quemar el libro de Saint-Amour y devolver las cátedras a los franciscanos.

Un año más tarde, san Buenaventura y santo Tomás de Aquino recibieron el título de doctores.

San Buenaventura escribió también, entre otras obras, el tratado Sobre la vida de perfección, para su hermana Isabel y las Clarisas Pobres del convento de Longchamps.

Jean Gerson, quien fuera nombrado canciller de la Universidad de París en 1395, dice de san Buenaventura:

“Entre todos los doctores católicos, Eustaquio (porque así podemos traducir el nombre de Buenaventura) es el que más ilustra la inteligencia y enciende al mismo tiempo el corazón”.

Valor de las cosas pequeñas

“La perfección del cristiano -afirmaba san Buenaventura- consiste en hacer perfectamente las cosas ordinarias. La fidelidad en las cosas pequeñas es una virtud heroica«.

Fue elegido superior general de los Franciscanos en un tiempo en que recibían ataques externos en la Universidad pero también había división interna entre “los espirituales”, que eran rigoristas y desobedecían, y los que querían unos cambios excesivos para la regla franciscana.

Buenaventura presentó, en el primero de los cinco capítulos generales que presidió, algunos cambios, que a los rigoristas no les parecieron bien.

Entonces, para encontrar una solución al problema interno, decidió escribir la vida de san Francisco de Asís. Con ella logró una mayor unidad.

Considerado «el segundo fundador» de los franciscanos

Por esta tarea de lograr cohesión y mayor grado de santidad en los franciscanos se llama a san Buenaventura “el segundo fundador” de la orden.

En 1266, después de haber rechazado ser arzobispo de York tal como quería el papa Clemente IV el año anterior, el papa Gregorio IX lo nombró cardenal.

Los enviados pontificios fueron a entregarle el capelo cardenalicio y lo encontraron lavando los platos. Aceptó el honor con suma humildad.

En 1245, fue el teólogo más destacado del concilio ecuménico de Lyon (santo Tomás de Aquino murió cuando iba de camino).

En él se logró la unión con los griegos ortodoxos (sin embargo Constantinopla rechazó después esta decisión).

Entretanto, san Buenaventura falleció la noche del 14 al 15 de julio.

San Buenaventura fue canonizado en 1482 y declarado Doctor de la Iglesia en 1588. Su fiesta se celebra el 15 de julio.

Patronazgo

San Buenaventura es patrono de varias poblaciones en el mundo, entre ellas la ciudad de Buenaventura en Colombia. También lo es de la Facultad de Matemáticas de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Oración para después de la Comunión, de san Buenaventura

Traspasa, dulcísimo Jesús y Señor mío, la médula de mi alma con el suavísimo y saludabilísimo dardo de tu amor; con la verdadera, pura y santísima caridad apostólica, a fin de que mi alma desfallezca y se derrita siempre solo en amarte y en deseo de poseerte: que por Ti suspire, y desfallezca por hallarse en los atrios de tu Casa; anhele ser desligada del cuerpo para unirse contigo.

Haz que mi alma tenga hambre de Ti, Pan de los Ángeles, alimento de las almas santas, Pan nuestro de cada día, lleno de fuerza, de toda dulzura y sabor, y de todo suave deleite.

Oh, Jesús, en quien se desean mirar los Ángeles: tenga siempre mi corazón hambre de Ti y el interior de mi alma rebose con la dulzura de tu sabor; tenga siempre sed de Ti, fuente de vida, manantial de sabiduría y de ciencia, río de luz eterna, torrente de delicias, abundancia de la Casa de Dios: que te desee, te busque, te halle; que a Ti vaya y a Ti llegue; en Ti piense, de Ti hable, y todas mis acciones encamine a honra y gloria de tu nombre, con humildad y discreción, con amor y deleite, con facilidad y afecto, con perseverancia hasta el fin: para que Tú solo seas siempre mi esperanza, toda mi confianza, mi riqueza, mi deleite, mi contento, mi gozo, mi descanso y mi tranquilidad, mi paz, mi suavidad, mi perfume, mi dulzura, mi comida, mi alimento, mi refugio, mi auxilio, mi sabiduría, mi herencia, mi posesión, mi tesoro, en el cual esté siempre fija y firme e inconmoviblemente arraigada mi alma y mi corazón.