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Referencias Bíblicas
• John 16:5-11
Obispo Robert Barron

 

Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús dice a sus discípulos que cuando regrese al Padre enviará al Abogado para que esté con ellos.



Se supone que este “Abogado” es ontológicamente uno mismo con el Padre y el Hijo. Jesús dice, “El [el parakletos] me glorificará, porque recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes. Todo lo que es del Padre es mío. Por eso les digo, ‘Recibirá de lo mío y se lo anunciará a ustedes’”.



Al recibir el Espíritu, la Iglesia, a lo largo de su historia, asume la identidad del Hijo, una identidad arraigada, a su vez, en el Padre. Cada santo a lo largo de los siglos representa con su vida única esta entidad fundamental del Hijo, reflejo del Padre y hecho posible por la morada del parakletos.



La obra del Espíritu es hacer presente y visible, de una manera infinitamente variada a través del espacio y el tiempo, la co-inherencia que caracteriza al Padre y al Hijo.

 

 

El Papa a los jugadores del Nápoles: la victoria es fruto del trabajo en equipo

Al recibir en audiencia a los nuevos campeones de la Serie A, León XIV recordó el “valor social” del fútbol: los talentos del individuo deben ponerse al servicio del equipo. El Pontífice hizo un llamamiento a padres y directivos a estar atentos y velar por el “crecimiento humano” de los jóvenes deportistas.

 

 

“Ganar el campeonato es un logro al final de un largo camino, en el que lo que más cuenta no es la hazaña de una vez, o la prestación extraordinaria de un campeón. El campeonato lo gana el equipo»: con estas palabras, el Papa León XIV se dirigió a los directivos y a los jugadores del Club Deportivo de Fútbol del Nápoles, a quienes recibió en audiencia este martes 27 de mayo en la Sala Clementina en el Vaticano.

Al recibirlos, el Papa extendió sus felicitaciones a los presentes por haber ganado el campeonato, “¡Una gran fiesta para la ciudad de Nápoles!”, exclamó y, aprovechando la ocasión del encuentro, reflexionó sobre el significado de la victoria alcanzada, recalcando:

El campeonato lo gana el equipo, y cuando digo «el equipo» me refiero tanto a los jugadores, al entrenador y a todo el equipo, como al club.

El valor social del éxito: «al servicio del conjunto»

 

 

“Me complace recibirlos ahora, para destacar este aspecto de su éxito, que considero el más importante. Y yo diría que también lo es desde el punto de vista social”, aseguró el Santo Padre. Y constatando la popularidad del fútbol en Italia y en todo el mundo, añadió.

También desde este punto de vista, me parece que el valor social de un acontecimiento como éste, que va más allá del hecho meramente técnico-deportivo, es el ejemplo de un equipo -en el sentido más amplio- que trabaja unido, en el que los talentos de los individuos se ponen al servicio del conjunto.

Atención a la «calidad moral» del deporte

El Papa León subrayó, asimismo, otro aspecto, el educativo: “Desgraciadamente – remarcó– cuando el deporte se convierte en negocio, corre el riesgo de perder los valores que lo hacen educativo, e incluso puede llegar a ser deseducativo. Es algo sobre lo que hay que estar alerta, especialmente cuando se trata con los adolescentes”. Por ello, hizo un llamamiento a los padres y a los dirigentes deportivos:

Debemos ser muy atentos a la calidad moral de la experiencia deportiva a nivel competitivo, porque está en juego el crecimiento humano de los jóvenes. Creo que nos hemos entendido, y no hacen falta muchas palabras.

 

 

El pensamiento para la señora Rosa

Al saludar al equipo, el Papa León XIV renovó también la felicitación al Nápoles de la señora Rosa, que es hincha del equipo napolitano:

«Felicitaciones también de parte de una señora que me está haciendo la comida estos días y que es de Nápoles y les dice: ‘¡Felicitaciones!’. Quisiera estar aquí también ella, la señora Rosa, ¡muy simpatizante! Felicitaciones a todos ustedes y que el Señor los bendiga a ustedes y a sus familias.  

Al principio de la audiencia, el Papa bromeó sobre el hecho de que la prensa dice que él es hincha de la Roma:

¡No todo lo que leen en la prensa es verdad!

 

 

Agustín de Canterbury , Santo

Memoria Litúrgica, 27 de mayo

 

Por: P. Ángel Amo
Fuente: Catholic.net
Obispo

Martirologio Romano: San Agustín, obispo de Canterbury, en Inglaterra, el cual, habiendo sido enviado junto con otros monjes por el papa san Gregorio I Magno para predicar la palabra de Dios a los anglos, fue acogido de buen grado por el rey Etelberto de Kent, e imitando la vida apostólica de la primitiva Iglesia, convirtió al mismo rey y a muchos otros a la fe cristiana y estableció algunas sedes episcopales en esta tierra. Murió el día 26 de mayo († 604/605)

Etimológicamente: Agustín = Aquel que es venerado, es de origen latino.

Breve Biografía


La Gran Bretaña, evangelizada desde los tiempos apostólicos (según la leyenda, el primer misionero que desembarcó en la isla fue José de Arimatea), había recaído en la idolatría después de la invasión de los sajones en el quinto y sexto siglo. Cuando el rey del Kent, Etelberto, se casó con la princesa cristiana Berta, hija del rey de París, éste le pidió que fuera erigida una iglesia y que algunos sacerdotes cristianos celebraran allí los ritos sagrados. Cuando el Papa san Gregorio Magno supo la noticia, juzgó que los tiempos estaban maduros para la evangelización de la isla. Le encomendó la misión al prior del monasterio benedictino de San Andrés, cuya principal cualidad no era la valentía, sino la humildad y la docilidad. Ese monje era Agustín.


En el año 597 salió de Roma encabezando un grupo de cuarenta monjes. Se detuvo en la isla de Lérins. Aquí le hablaron del temperamento belicoso de los sajones, y esto lo aterró hasta el punto de hacerlo regresar a Roma a pedirle al Papa que le cambiara de programa. Para animarlo, Gregorio lo nombró abad y poco después, casi para hacerle dar el paso definitivo, tan pronto llegó a Galia, lo hizo consagrar obispo. Continuó su viaje con breves etapas. Finalmente llegó a la isla británica de Thenet, a donde el rey fue personalmente a darle la bienvenida, por invitación de su piadosa esposa.

Los misioneros avanzaron hacia el cortejo real en procesión y cantando las letanías, según el rito recientemente introducido en Roma. Para todos fue una feliz sorpresa. El rey acompañó a los monjes hasta la residencia que le habían preparado en Canterbury, a mitad de camino entre Londres y el mar, en donde se levantó la célebre abadía que después llevará el nombre de Agustín, corazón y sagrario del cristianismo inglés. La obra de los monjes misioneros tuvo un éxito inesperado, pues el mismo rey pidió el bautismo, llevando con su ejemplo a miles de súbditos a abrazar la religión cristiana.

El Papa se alegró con la noticia que llegó a Roma, y expresó su satisfacción en las cartas escritas a Agustín y a la reina. El santo pontífice envió con un grupo de nuevos colaboradores el palio y el nombramiento a Agustín como arzobispo primado de Inglaterra, y al mismo tiempo lo amonestaba paternalmente para que no se enorgulleciera por los éxitos alcanzados y por el honor del alto cargo que se le confería. Siguiendo las indicaciones del Papa para la repartición en territorios eclesiásticos, Agustín erigió otras sedes episcopales, la de Londres y la Rochester, consagrando obispos a Melito y a Justo.

El santo misionero murió el 26 de mayo del 604 y fue enterrado en Canterbury en la iglesia que lleva su nombre.

 

 

El auténtico Consolador

San Juan 16, 5-11.

 

 

VI Martes de Pascua
Por: H. Cristian Gutiérrez, L.C.
Fuente: www.missionkits.org

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

 

Gracias, Señor, por tu presencia y tu acción en mi vida. Gracias porque sé que eres un Dios cercano a mí, que me conoces, me comprendes y sobre todo, me amas. Infunde en mi alma tu Santo Espíritu para que me enseñe lo que quieres de mí y me ayude a realizarlo por amor. Señor, te necesito. Aumenta mi fe, mi confianza en Ti y mi caridad. Aparta de mi vida todo aquello que me aleja de Ti. Perdona mis pecados. 

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Lectura del santo Evangelio según san Juan 16, 5-11

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Me voy ya al que me envió y ninguno de ustedes me pregunta: ‘¿A dónde vas?’ Es que su corazón se ha llenado de tristeza porque les he dicho estas cosas. Sin embargo, es cierto lo que les digo: les conviene que me vaya; porque si no me voy, no vendrá a ustedes el Paráclito; en cambio, si me voy, yo se lo enviaré.

Y cuando él venga, establecerá la culpabilidad del mundo en materia de pecado, de justicia y de juicio; de pecado, porque ellos no han creído en mí; de justicia, porque me voy al Padre y ya no me verán ustedes; de juicio, porque el príncipe de este mundo ya está condenado». 

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Comprendo, Señor, la tristeza de los apóstoles cuando ya saben que tu partida se acerca. Pero esta tristeza demuestra el afecto que ellos tenían por Ti. Sabes bien cuánto nos duele la partida de un ser querido. Y esto es lo que pasa en este pasaje. Ellos están tristes porque no conciben una vida sin Ti. Yo también, Señor, he sentido lo vacía que es la vida cuando se está sin Ti, cuando se está apartado de tu lado. ¿Qué sería de mi vida sin Ti, Jesús?

 

Por lo mismo, prometes un consolador. ¡Cuánto consuelo necesita mi alma! Hay tantas cosas, Señor, que me entristecen, me confunden, me turban. Tú lo sabes. El consolador que me prometes no es uno cualquiera. Te refieres al Espíritu Santo. Éste sí que es un verdadero consolador.

Para consolar plenamente se necesita conocer la situación, comprender, compadecerse. Todo ello lo hace el Divino Espíritu. Nadie mejor que Él conoce mi interior, me comprende, me compadece y, por lo mismo, nadie mejor que Él me consuela. Dame la gracia, Señor, de experimentar en mi vida esta presencia divina y su acción que siempre va guiando mis pasos por el mejor sendero.

«La esperanza cristiana es un don que Dios nos da si salimos de nosotros mismos y nos abrimos a él. Esta esperanza no defrauda porque el Espíritu Santo ha sido infundido en nuestros corazones. El Paráclito no hace que todo parezca bonito, no elimina el mal con una varita mágica, sino que infunde la auténtica fuerza de la vida, que no consiste en la ausencia de problemas, sino en la seguridad de que Cristo, que por nosotros ha vencido el pecado, ha vencido la muerte, ha vencido el miedo, siempre nos ama y nos perdona. Hoy es la fiesta de nuestra esperanza, la celebración de esta certeza: nada ni nadie nos podrá apartar nunca de su amor.»
(Homilía de S.S. Francisco, 26 de marzo de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy invocaré con fervor y atención al Espíritu Santo antes de todas mis  actividades. 

 

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

Cómo evangelizar fraternalmente, a ejemplo de san Agustín de Canterbury

San Agustín de Canterbury, conocido como el Apóstol de los ingleses, fue un monje benedictino. A través de su vida y misión podemos aprender varias lecciones

 

 

Aunque han pasado más de mil 400 años desde que san Agustín de Canterbury emprendió su misión a las tierras anglosajonas, su ejemplo sigue siendo sorprendentemente actual. 

San Agustín es conocido por ser un verdadero misionero, por lo que hoy podemos aprender de sus enseñanzas para anunciar la Buena Nueva. A pesar de los retos que enfrentamos en el mundo actual, es necesario compartir con amor la Palabra de Dios. 

Aquí te mostramos las lecciones de este monje para evangelizar fraternalmente.

1 Valentía y obediencia a la misión

 

 

San Agustín fue enviado por el papa san Gregorio Magno a evangelizar un territorio desconocido, pagano y potencialmente hostil: el reino de Kent. A pesar de sus temores iniciales (incluso quiso regresar), obedeció y perseveró.

Lección: la verdadera misión implica salir de la zona de confort, confiar en la providencia y mantenerse fiel a la vocación, incluso ante la incertidumbre. Esa misión empieza en tu hogar y puede estar en la escuela, en el trabajo, o bien, en alguna comunidad que no conozca de Dios.

2 Evangelizar con sensibilidad cultural y paciencia

Agustín no impuso la fe, sino que supo adaptar el anuncio del Evangelio a la realidad cultural de los anglosajones. Siguió el consejo de san Gregorio de conservar lo que fuera bueno en la cultura local, transformándolo desde dentro con el mensaje cristiano.

Lección: el anuncio del Evangelio no puede ser rígido o impositivo. Los misioneros del siglo XXI deben evangelizar respetando las culturas, dialogando con otras visiones del mundo y entendiendo el contexto antes de hablar.

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3 Formar comunidad: no basta predicar, hay que edificar Iglesia

Agustín fundó la diócesis de Canterbury, ordenó obispos, formó clero local y trabajó por la organización eclesial. Su misión no fue solo personal, sino estructural y comunitaria.

Lección: el misionero está llamado, no solo a convertir personas, sino a formar comunidades vivas, promover vocaciones locales y dejar una Iglesia sólida que perdure más allá de su presencia.

4 La unidad como horizonte evangélico

 

 

Uno de los desafíos de Agustín fue unir a los cristianos celtas con la Iglesia romana. Aunque no lo logró plenamente, sembró el deseo de comunión.

Lección: la misión debe siempre apuntar a la unidad. En un mundo fragmentado, el misionero también es un sembrador de comunión, diálogo ecuménico e interreligioso.

5 Perseverancia en medio del fracaso aparente

Agustín no vio todos los frutos de su misión. La evangelización fue un proceso largo, con retrocesos y resistencias.

Lección: el misionero del siglo XXI debe aprender a sembrar sin obsesión por los resultados. La paciencia, esperanza y confianza en Dios son fundamentales cuando la conversión no es inmediata.
Este santo nos recuerda que, evangelizar no es conquistar, sino servir; no es imponer, sino proponer con amor; no es lograr resultados, sino ser fiel al envío. Pues llevó las palabras del mismo Evangelio: «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación» (Mc 15, 16). 

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