Luke 4:16-30

Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús comienza a predicar en Galilea con un mensaje profético que realiza la sinagoga de Nazaret: “El Espíritu del Señor está sobre Mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”.

Ha llegado el momento, un tiempo privilegiado, el kairos; ha aparecido alguien que los seres humanos han anhelado, se han esforzado y tenido esperanza de ver. En Jesús de Nazaret, lo divino y lo humano se han unido de modo salvífico, y esta reconciliación es el tan esperado reino de Dios.

Un tema persistente en las Escrituras es el deseo apasionado de liberación, un clamor del corazón hacia el Dios, de quien la gente se siente enajenada. Lo que Jesús anuncia en este primer sermón, y lo que demuestra a lo largo de Su vida y obra, es que el deseo de los antepasados, esta esperanza contra toda esperanza, esta unión íntima de Dios y la humanidad, es un hecho consumado, algo que se puede ver, y ser escuchado y tocado.

«La Buena Noticia puede parecer una expresión más, entre otras, para decir «Evangelio»: como buena nueva o feliz anuncio. Sin embargo, contiene algo que cohesiona en sí todo lo demás: la alegría del Evangelio. Cohesiona todo porque es alegre en sí mismo. La Buena Noticia es la perla preciosa del Evangelio. No es un objeto, es una misión. Lo sabe el que experimenta «la dulce y confortadora alegría de anunciar»».
(Homilía de S.S. Francisco, 3 de abril de 2017)..

Rosalía, Santa

Virgen, 4 de septiembre

Virgen Ermitaña

Martirologio Romano: En Palermo, de Sicilia, santa Rosalía, virgen, de quien se dice que practicó la vida solitaria en el monte Pellegrino (s. XII).

Etimología: Rosalía = rosal florido”. Viene de la lengua griega

Breve Biografía

Vivió en el siglo XII y murió hacia 1160.

Aunque se desconocen datos sobre su patria y vida, una leyenda asegura que a los 14 años se retiró a una cueva del monte Coscina y luego a otra del monte Pellegrino, cercano a Palermo.

En la Edad Media se le dedicaron varias iglesias y se le consideró Protectora y Patrona de Palermo.

Sus restos fueron descubiertos un 15 de julio y el Papa Urbano VIII la incluyó como santa en el Martirologio.

Se le invoca como abogada contra la peste y los terremotos. La iconografía la presenta como ermitaña o bien revestida con hábito agustino.

Sus principales atributos son: una corona de rosas, en alusión a su nombre; y un crucifiJo y una calavera, por su ascesis.

¡Dale hoy la oportunidad a Cristo!

Santo Evangelio según San Lucas 4,16-30. Lunes XXII de Tiempo Ordinario.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

«A ti, Señor, me acojo: no quede yo nunca defraudado.
Tú, que eres justo, ponme a salvo, inclina tu oído hacia mí;
Ven aprisa a librarme, sé la roca de mi refugio, un baluarte donde me salve,
Tú que eres mi roca y mi baluarte; por Tu nombre dirígeme y guíame.
A tus manos encomiendo mi espíritu: Tú, el Dios leal, me librarás.» (Salmo 30)

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 4,16-30

En aquel tiempo, fue Jesús a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desarrollándolo, y encontró el pasaje donde estaba escrito: El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado para llevar a los pobres la buena nueva, para anunciar la liberación a los cautivos y la curación a los ciegos, para dar libertad a los oprimidos y proclamar el año de gracia del Señor.

Enrolló el volumen, lo devolvió al encargado y se sentó. Los ojos de todos los asistentes a la sinagoga estaban fijos en él. Entonces comenzó a hablar, diciendo: «Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura, que ustedes acaban de oír». Todos le daban su aprobación y admiraban la sabiduría de las palabras que salían de sus labios, y se preguntaban: «¿No es éste el hijo de José?». Jesús les dijo: «Seguramente me dirán aquel refrán: ‘Médico, cúrate a ti mismo, y haz aquí, en tu propia tierra, todos esos prodigios que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm’ «. Y añadió: «Yo les aseguro que nadie es profeta en su tierra. Había ciertamente en Israel muchas viudas en los tiempos de Elías, cuando faltó la lluvia durante tres años y medio, y hubo un hambre terrible en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda que vivía en Sarepta, ciudad de Sidón. Había muchos leprosos en Israel, en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado sino Naamán, que era de Siria». Al oír esto, todos los que estaban en la sinagoga se llenaron de ira, y levantándose, lo sacaron de la ciudad y lo llevaron hasta un precipicio de la montaña, sobre el que estaba construida la ciudad, para despeñarlo. Pero él, pasando por en medio de ellos, se alejó de allí.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

¡Hoy se cumple la Escritura. Realmente. Cristo quiere cumplir todas estas profecías en mi propia vida. Él está aquí, frente a mí, ungido con el Espíritu que renueva todas las cosas. Él quiere tocar mi vida y transformarla, traer la redención precisamente en ese lugar de mi alma que necesita la gracia de Dios.

Él quiere llenar la pobreza del mundo con el tesoro del Evangelio. Él quiere devolver la vista a quien se siente a oscuras. Él quiere poner en libertad a todos los oprimidos y cautivos por el error y el pecado. A todos nos cuesta reconocernos limitados e imperfectos, pero podemos tener plena confianza delante del mejor Amigo. Abramos nuestro corazón a Él y compartamos con Cristo cuáles son nuestras pobrezas, nuestros puntos de oscuridad y confusión, aquello que nos oprime o esclaviza, impidiéndonos ser libres para amar a Dios y a nuestros hermanos. Si Él quiere y puede salvarnos, ¿por qué no darle la oportunidad de hacerlo?

Tal vez no nos cuesta tanto abrir nuestro corazón.

Y entonces, sin querer, podemos poner un segundo obstáculo: refugiarnos en la rutina. Cuando decimos que ya conocemos a Jesús demasiado bien, que ya sabemos qué podemos esperar de Él, entonces nos hemos hecho un Jesús a nuestra medida, y no es ya el verdadero Jesús. Porque Jesús es un amigo impredecible. Le gusta romper esquemas y preparar sorpresas. Le gusta sacar la bendición ahí donde abundaban problemas, hacer de la cruz la fuente de la vida, convertir en gozo lo que era oscuridad y dolor. Pero para esto hay que confiar incondicionalmente, que significa firmarle el cheque en blanco. Significa no huir de la oscuridad, la cruz o los problemas, sino afrontarlos con la esperanza puesta en su amor y su gracia. Hay que actuar en esas situaciones poniendo lo mejor de nosotros mismos, pero sabiendo que Él también pondrá lo mejor de su parte. Para el hombre y mujer que confía, Él cumple todas sus promesas de redención.

«La Buena Noticia puede parecer una expresión más, entre otras, para decir «Evangelio»: como buena nueva o feliz anuncio. Sin embargo, contiene algo que cohesiona en sí todo lo demás: la alegría del Evangelio. Cohesiona todo porque es alegre en sí mismo. La Buena Noticia es la perla preciosa del Evangelio. No es un objeto, es una misión. Lo sabe el que experimenta «la dulce y confortadora alegría de anunciar»».

(Homilía de S.S. Francisco, 3 de abril de 2017)..

Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy buscaré acercarme a algún compañero o compañera de trabajo que vea alejado o excluido para trasmitirle la Buena Noticia del Evangelio.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Para ser felices no hace falta ser grandes, ricos o poderosos

En su homilía de la Misa que el Papa Francisco presidió este domingo en Ulán Bator.

Dos mil fieles participaron en la Misa que el Papa Francisco presidió en el Steppe Arena de Ulán Bator, el moderno y primer “Palacio de Hielo” de la capital mongola. La celebración eucarística, correspondiente a este XXII domingo del Tiempo Ordinario se llevó a cabo en inglés mientras la oración de los fieles también se hizo en mongol, coreano, ruso y chino.

Con las palabras del Salmo que se había proclamado: “Oh Dios… mi alma tiene sed de ti, por ti suspira mi carne como tierra sedienta, reseca y sin agua”. El Santo Padre comenzó afirmando en su homilía que “esta estupenda invocación acompaña el viaje de nuestra vida, en medio de los desiertos que estamos llamados a atravesar”.

La buena noticia llega hasta nosotros

“Y es precisamente en esa tierra árida donde llega hasta nosotros la buena noticia. En nuestro camino no estamos solos; nuestras sequedades no tienen el poder de hacer estéril para siempre nuestra vida; el grito de nuestra sed no permanece sin respuesta”

El Papa explicó que “Dios Padre ha enviado a su Hijo para darnos el agua viva del Espíritu Santo que apague la sed de nuestra alma. Y Jesús – lo hemos escuchado hace un momento en el Evangelio – nos muestra el camino para apagar nuestra sed: es el camino del amor, que Él ha recorrido hasta el final, hasta la cruz, desde la cual nos llama a seguirlo “perdiendo la vida para encontrarla” nuevamente. A continuación Francisco invitó a los fieles a detenerse en estos dos aspectos: la sed que nos habita el amor que apaga la sed.

La sed que nos habita

“Ante todo, estamos llamados a reconocer la sed que nos habita. El salmista grita a Dios la propia aridez porque su vida se asemeja a un desierto. Sus palabras – dijo el Papa – tienen una resonancia particular en una tierra como Mongolia; un territorio inmenso, rico de historia y de cultura, pero marcado también por la aridez de la estepa y del desierto”.

Acostumbrados a la belleza y a la fatiga de caminar

El Papa también destacó que muchos de ellos están acostumbrados a la belleza y a la fatiga de tener que caminar, una acción que evoca un aspecto esencial de la espiritualidad bíblica, representado por la figura de Abrahán y, más en general, algo distintivo del pueblo de Israel y de cada discípulo del Señor.

Todos somos “nómadas de Dios”

Todos, en efecto – prosiguió en su homilía – somos “nómadas de Dios”, peregrinos en búsqueda de la felicidad, caminantes sedientos de amor. El desierto evocado por el salmista se refiere, entonces, a nuestra vida; somos nosotros esa tierra árida que tiene sed de un agua límpida, un agua que apaga la sed profundamente.

“Es nuestro corazón el que desea descubrir el secreto de la verdadera alegría, la que incluso en medio de las sequedades existenciales, puede acompañarnos y sostenernos”

Después de afirmar que “arrastramos una sed inextinguible de felicidad”, que “buscamos un significado y un sentido para nuestra vida, una motivación para las actividades que llevamos a cabo cada día; y sobre todo estamos sedientos de amor, porque sólo el amor apaga verdaderamente nuestra sed, nos hace estar bien, nos abre a la confianza haciéndonos saborear la belleza de la vida”, el Papa agregó:

“Queridos hermanos y hermanas, la fe cristiana responde a esta sed; la toma en serio; no la descarta, no intenta aplacarla con paliativos o sustitutos. Porque en esta sed está nuestro gran misterio; esta sed nos abre al Dios vivo, al Dios amor que viene a nuestro encuentro para hacernos hijos suyos y hermanos y hermanas entre nosotros”

El amor que apaga la sed

En cuanto al segundo aspecto, el amor que apaga la sed, Francisco dijo que “éste es el contenido de la fe cristiana”:

“Dios, que es amor, en su Hijo Jesús se ha hecho cercano a ti, desea compartir tu vida, tus trabajos, tus sueños, tu sed de felicidad”

Al mismo tiempo destacó que “a veces nos sentimos como una tierra sedienta, reseca y sin agua, pero también es verdad que Dios se hace cargo de nosotros y nos ofrece el agua límpida que apaga la sed, el agua viva del Espíritu que, brotando en nosotros, nos renueva y nos libra del peligro de la sequedad. Esta agua nos la da Jesús”.

Con san Agustín

Y como afirma san Agustín, el Obispo de Roma añadió que “si nos reconocemos como sedientos, nos reconoceremos también como quienes beben”. Efectivamente, si tantas veces en nuestra vida experimentamos el desierto, la soledad, el cansancio, la esterilidad, no debemos olvidar esto: “Pero a fin de que no desfallezcamos en este desierto – añade san Agustín – Dios nos envió el rocío de su Palabra, para que de tal manera sintamos sed, que podamos beber”.

“Dios se ha compadecido de nosotros, y nos ha abierto un camino en el desierto: el mismo Señor nuestro Jesucristo; y nos ha brindado un consuelo en el desierto, enviándonos predicadores de su Palabra; nos dio a beber agua en el desierto, colmando del Espíritu Santo a sus predicadores, para que surgiese en ellos la fuente de agua que brota hasta la vida eterna”

Por otra parte, el Papa afirmó: “Estas palabras, queridos hermanos, evocan nuestra historia. En el desierto de la vida, en el trabajo de ser una comunidad pequeña, el Señor no nos hace faltar el agua de su Palabra, especialmente a través de los predicadores y los misioneros que, ungidos por el Espíritu Santo, siembran su belleza”.

Hacer de nuestra vida una ofrenda de amor

“Y la Palabra siempre nos lleva a lo esencial de la fe: dejarnos amar por Dios para hacer de nuestra vida una ofrenda de amor. Porque sólo el amor apaga verdaderamente nuestra sed”

El Papa también recordó lo que Jesús dice, “con un tono fuerte, al apóstol Pedro en el Evangelio de hoy. Él no acepta el hecho de que Jesús tenga que sufrir, ser acusado por los jefes del pueblo, pasar por la pasión para después morir en la cruz”. Luego  afirmó que el Señor reprende a Pedro, porque su modo de pensar es “el de los hombres” y no el de Dios.

Si pensamos que para apagar la sed de la aridez de nuestra vida sean suficientes el éxito, el poder, las cosas materiales, esta es una mentalidad mundana, que no lleva a nada bueno, sino que además nos deja más secos que antes.

Jesús, sin embargo – prosiguió diciendo el Santo Padre – nos indica el camino: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará”.

“Hermanos, hermanas, este es el mejor camino de todos: abrazar la cruz de Cristo. En el corazón del cristianismo se encuentra esta noticia desconcertante y extraordinaria: cuando pierdes tu vida, cuando la ofreces generosamente, cuando la arriesgas comprometiéndola en el amor, cuando haces de ella un don gratuito para los demás, entonces vuelve a ti abundantemente, derrama dentro de ti una alegría que no pasa, una paz en el corazón, una fuerza interior que te sostiene”

Ser sus discípulos

Antes de concluir su homilía e Pontífice dijo: “esta es la verdad que Jesús nos invita a descubrir, que Jesús quiere revelar a todos, a esta tierra de Mongolia:

“Para ser felices no hace falta ser grandes, ricos o poderosos. Sólo el amor apaga la sed de nuestro corazón, sólo el amor cura nuestras heridas, sólo el amor nos da la verdadera alegría. Y este es el camino que Jesús nos ha enseñado y ha abierto para nosotros”

Y tal como el Señor dijo a Pedro, también nosotros – afirmó el Papa – escuchemos esas palabras: “Ve detrás de mí”, es decir: sé mi discípulo, realiza el mismo camino que hago yo y no pienses más como el mundo.

De ese modo – concluyó el Papa – y con la gracia de Cristo y del Espíritu Santo, “podremos transitar por el camino del amor. Incluso cuando amar conlleve negarse a sí mismos, luchar contra los egoísmos personales y mundanos, atreverse a vivir fraternalmente”.

“Porque si es verdad que todo esto cuesta esfuerzo y sacrificio, y a veces implique tener que subir a la cruz, no es menos cierto que cuando perdemos la vida por el Evangelio, el Señor nos la da en abundancia, llena de amor y alegría, para la eternidad”.

Moisés, el hombre con el que Dios trataba cara a cara

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Dolors Massot – publicado el 03/09/21

Fue el precursor de Cristo, el profeta que sacó al pueblo de Israel de Egipto y lo llevó a la entrada de la Tierra Prometida

Moisés es uno de los grandes personajes de la Historia Sagrada. Fue profeta y patriarca, precursor de Jesucristo y escogido de Dios para liberar al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto y conducirlo hacia la Tierra Prometida. La Iglesia celebra a este hombre santo del Antiguo Testamento el 4 de septiembre.

El nombre de Moisés significa “Salvado de las aguas”. Se debe a que, según relata el Éxodo, el faraón de Egipto había ordenado matar a todos los bebés varones que nacieran de mujer hebrea. Pero las parteras desobedecieron porque preferían no obrar contra Dios. Así, el faraón insistió en que se matara a los niños. Una hebrea tuvo un hijo y para que no se lo asesinaran hizo un canasto de juncos y lo escondió en un carrizal en el Nilo. Allí lo encontró la hija del faraón y lo adoptó. Miriam, la hermana mayor de Moisés y Aarón, le sugirió que le buscaría una mujer hebrea para alimentarlo y así pudo ser la propia madre de Moisés quien le amamantara.

Entonces, Moisés creció en el palacio del faraón. Pero un día, viendo la violencia con que un capataz trataba a los hebreos, lo mató. Esto hizo que tuviera que huir de Egipto y hacerse pastor en Madián. Allí trabajó para el sacerdote Jetró y se casó con su hija mayor, Séfora (Sipora). Tuvieron dos hijos, Gersón y Elizer.

La zarza ardiente

Un día, en el monte Horeb Moisés vio una zarza ardiente que no se consumía. Dios se le manifestó así, diciendo: «Yo soy el que soy». Le comunicó su misión:

“Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus opresores, pues he conocido sus angustias. Por eso he descendido para librarlos de manos de los egipcios y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a una tierra que fluye leche y miel”.

En muchos pasajes de la Biblia Moisés es denominado “siervo de Yahvé”, instrumento de la Providencia, profeta “a quien Yahvé trataba cara a cara” (Dt 34,10). Tremendo elogio para un hombre.

A continuación, Moisés será el protagonista de la salida del pueblo de Israel que era esclavo en Egipto. Está a la cabeza en los pasajes donde se narran los encuentros y desencuentros del pueblo elegido con Dios: las diez plagas sobre Egipto, los diálogos con el faraón, la institución de la Pascua judía, el milagroso paso del Mar Rojo, el Arca de la Alianza, la aparición de las codornices y el maná… Moisés será su mediador y su líder. Aunque, por su falta de fe, Yahvé decidió que no entraría en la Tierra Prometida y muriera en el monte Nebo, ya a punto de llegar.

Los Diez Mandamientos

En el Monte Sinaí, el Señor le dio a Moisés las tablas de la Ley, los Diez Mandamientos. Después, el pueblo de Israel pasó 40 años en la península del Sinaí, de camino a la tierra que Dios les tenía prometida. Sin embargo, Moisés y su hermano Aarón, que eran los líderes, cuando ya se encontraban cerca de ella, mandaron a doce espías para que les informaran de si era cierto que era una tierra maravillosa. Diez enviados regresaron dando noticias pesimistas y solo Josué y Caleb informaron de que era verdaderamente un regalo de Yahvé.

El acto de desconfianza en Dios

Por otra parte, estando en Meribá, Moisés tocó dos veces una roca para que brotara agua con que apagar la sed del pueblo. Así fue como por no haber confiado en Dios, Yahvé castigó a Moisés no dejándole pisar la Tierra prometida. La contemplaría desde lo alto del monte Nebo (en la actual Jordania) y allí moriría a la edad bíblica de 120 años.

Cántico de Moisés (Ex 15, 1-18)

«Entonces Moisés y los israelitas entonaron este canto en honor del Señor: «Cantaré al Señor, que se ha cubierto de gloria: él hundió en el mar los caballos y los carros.

El Señor es mi fuerza y mi protección, él me salvó. Él es mi Dios y yo lo glorifico, es el Dios de mi padre y yo proclamo su grandeza.

El Señor es un guerrero, su nombre es «Señor».

Él arrojó al mar los carros del Faraón y su ejército, lo mejor de sus soldados se hundió en el Mar Rojo.

El abismo los cubrió, cayeron como una piedra en lo profundo del mar.

Tu mano, Señor, resplandece por su fuerza, tu mano, Señor, aniquila al enemigo.

Con la inmensidad de tu gloria derribas a tus adversarios, desatas tu furor, que los consume como paja.

Al soplo de tu ira se agolparon las aguas, las olas se levantaron como un dique, se hicieron compactos los abismos del mar.

El enemigo decía: «Los perseguiré, los alcanzaré, repartiré sus despojos, saciaré mi avidez, desenvainaré la espada, mi mano los destruirá».

Tú soplaste con tu aliento, y el mar los envolvió; se hundieron como plomo en las aguas formidables.

¿Quién, como tú, es admirable entre los santos, terrible por tus hazañas, autor de maravillas?

Extendiste tu mano y los tragó la tierra.

Guías con tu fidelidad al pueblo que has rescatado y lo conduces con tu poder hacia tu santa morada.

Tiemblan los pueblos al oír la noticia: los habitantes de Filistea se estremecen,

cunde el pánico entre los jefes de Edom, un temblor sacude a los príncipes de Moab, desfallecen todos los habitantes de Canaán.

El pánico y el terror los invaden, la fuerza de tu brazo los deja petrificados, hasta que pasa tu pueblo, Señor, hasta que pasa el pueblo que tú has adquirido.

Tú lo llevas y lo plantas en la montaña de tu herencia, en el lugar que preparaste para tu morada, en el Santuario, Señor, que fundaron tus manos.

¡El Señor reina eternamente!».»