Hechos de los Apóstoles 1:1:11 – Efesios 1:17-23 3:15-18 – Mateo 28:16-20
No, hermanos y hermanas. No hay contradicción entre la primera lectura y el evangelio que acabamos de escuchar. La primera lectura, del libro de los Hechos de los Apóstoles, decía que Jesús despegó ante ellos […] y una nube se la llevó y la perdieron de vista. Y, en cambio, el evangelio decía: yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. Parece que pueda haber una contradicción, porque por un lado se nos dice que una nube se la llevó y la perdieron de vista y, por otra, que seguiría en medio de ellos y que continuará están con sus discípulos a lo largo de la historia, todos los días hasta el fin del mundo.
La nube y el perderlo de vista, es una manera de decir que Jesús entra en una nueva realidad. Tal y como decimos en el Credo, “por nosotros y por nuestra salvación descendió del cielo […] y se hizo hombre”, él estaba con Dios desde el principio (Jn 1, 2). Ahora, en la Ascensión, vuelve hacia Dios; lo decimos, también en el Credo: “se subió al cielo, donde se sienta a la derecha del Padre”. Sentarse a la derecha es una expresión, que también hemos encontrado en la segunda lectura, y que significa que Jesús participa plenamente de la señoría de Dios; de la gloria, del honor, de la autoridad, del amor infinito del Padre, en un ámbito divino que no es visible en nuestros ojos humanos. Jesús vuelve a la realidad de antes de hacerse hombre, pero llevando su cuerpo humano y sus heridas gloriosas, porque desde la encarnación ha quedado indisolublemente unido a nuestra naturaleza humana. En el seno de Dios, en lo más íntimo de la esencia divina, tenemos a un hermano nuestro en humanidad.
La ascensión, sin embargo, no aleja a Jesús de nosotros. Deja de ser perceptible a nuestros sentidos, pero sigue presente en medio de los suyos. De ahí la gran alegría de los discípulos después de la ascensión (cf. Lc 24, 52) y la de la Iglesia (cf. colecta) al celebrarla. La causa de esa alegría es doble. Por un lado porque el Señor y el Maestro ha vuelto a la gloria que le corresponde como Hijo de Dios; y, por otra parte, también porque no nos abandona sino que sigue estando en medio de los discípulos. Y no con una presencia estática. Sino con una presencia activa, sanadora, salvadora, portadora de gracia y de vida. Él mismo había dicho antes: no os dejaré huérfanos (Jn 114, 18). Y ahora les dice: yo estaré con vosotros todos los días, haciendo camino a su lado.
Tal y como decía el Apóstol en la segunda lectura, Jesucristo actúa en nosotros con su poder, nos comunica la fuerza de la vida nueva que viene de la resurrección, nos ilumina la mirada interior de nuestro corazón para que vivamos con la esperanza que también nosotros podremos participar de las riquezas de gloria que nos tiene reservadas cuando entramos a participar de la heredad que él nos quiere dar entre los santos en la gloria a la que él ha devuelto. Así Jesucristo, a lo largo de la historia, va conduciendo su cuerpo que es la Iglesia y cada uno de los miembros de ese cuerpo que somos los bautizados, hacia la plena participación de su vida.
La solemnidad de la ascensión nos hace comprender que la salvación está ya en nuestro interior de bautizados y que se desplegará en plenitud traspasado el umbral de la muerte. Todo por don de Dios gracias a la muerte y la resurrección de Jesucristo. Ser conscientes de esto nos hace vivir con alegría. Pero no podemos guardarlo para nosotros solos. Los dones que ya hemos recibido y que recibimos en virtud de la fe y de la gracia de los sacramentos, y la esperanza de la participación futura de la gloria de Jesucristo, deben traducirse en amor a los demás, sobre todo a los que sufren , a los que están tristes, a los que no tienen esperanza.
Los dones recibidos y la esperanza que anida en nuestro interior deben traducirse, también, en contribución a construir la sociedad particularmente ahora que la pandemia mengua en nuestra casa y nos encontramos con una crisis económica muy fuerte que tiene numerosas consecuencias en nivel social: crecen quienes pasan hambre, quienes han perdido el trabajo, quienes no pueden llegar a fin de mes, quienes experimentan de una u otra manera la precariedad. Entre todos –agentes institucionales, políticos, económicos, sociales, etc.- debemos encontrar la forma de crear una nueva realidad económica y social justa y solidaria. También la Iglesia –que es “experta en humanidad”, como dijo san Pablo VI en la ONU-, debe aportar su reflexión sobre temas sociales y económicos y su experiencia, particularmente la vivida en los lugares de mayor pobreza y de mayor marginación del mundo. Si, como parece, la crisis nos empobrecerá todos, debemos trabajar ya desde ahora para que no crezcan más las desigualdades.
La ascensión, pues, lejos de evadirnos de la realidad humana, nos inserta plenamente. Desde el bautismo, hemos recibido la llamada a ser continuadores de la misión que Jesús confió a los discípulos: ser testigos de él con la fuerza del Espíritu Santo, anunciar el evangelio de la misericordia y de la curación de los corazones, col ·laborar a construir un mundo justo donde la dignidad de cada persona y de cada pueblo sea respetada y valorada, trabajar porque todos los pueblos conozcan y acojan a la persona de Jesucristo y su Palabra. Esta misión la hemos recibido desde el bautismo, pero debemos ejercerla toda la vida a nivel individual, hasta donde llegue nuestra irradiación, ya nivel comunitario, eclesial. La presencia de Jesús en nuestro interior de bautizados unida a la vivencia espiritual de la oración nos da luz y fuerza para llevar a cabo la misión recibida. La llamada que nos hace ir hacia la gloria a la que él ha llegado, nos es un ánimo que nos da esperanza.
No le dejaré. Yo estaré con vosotros todos los días. En la Eucaristía tenemos el momento más intenso de la presencia de Jesucristo resucitado en medio de nosotros. Está presente en la Palabra que hemos proclamado. Está presente en el sacramento de la Eucaristía que nos disponemos a celebrar y recibir. Está presente en cada hermano de nuestra asamblea o que se une a nosotros a través de los medios de comunicación. Acojámoslo, pues, en cada una de estas presencias, con amor y con agradecimiento. Y hagámonos heraldos de su persona y de su Evangelio.
JUAN 16, 12-15
En el Evangelio de hoy Jesús promete enviar al Espíritu Santo para guiar a la Iglesia a través de los tiempos. “Todavía tengo muchas cosas que decirles, pero ustedes no las pueden comprender ahora. Cuando venga el Espíritu de la Verdad, Él los introducirá en toda la verdad”.
Como Jesús es el Hijo, es Dios, y es imposible para nosotros interpretarlo adecuadamente por nuestro propio poder de percepción. Necesitamos un pedagogo divino a través del cual entender lo que nos dice del Padre. Este es el abogado al cual llamamos Espíritu Santo.
Las palabras del Evangelio de hoy son extremadamente profundas ya que hablan no solo de la vida interior de Dios sino también de la dinámica central en la vida de la Iglesia. El Padre, a través del Hijo, habló en plenitud acerca de Su vida, Su ser y la Verdad, pero la Iglesia, en sus primeros días, era incapaz de asimilar esto completamente.
Lo que requería (y todavía requiere) es una influencia continua del Espíritu, el intérprete divino de la Palabra, que hace Su trabajo de manera gradual y poderosa a medida que la Iglesia viaja a través del espacio y del tiempo.
En él vivimos, nos movemos y existimos
San Pablo, como buen predicador, se dirige a los atenieses sirviéndose de signos que ellos tienen. En concreto, para hablarles del Dios cristiano se vale de la inscripción de uno de sus altares: “Al Dios desconocido”. De aquí parte para hablarles del único Dios, “al que veneráis sin conocerlo”, el creador del cielo y tierra, “el que a todos da la vida y todo”, el que quiere que los hombres le busquen y descubran, algo que no es tan difícil pues “en él vivimos, nos movemos y existimos”. Muchos hombres han encontrado al verdadero Dios, al preguntase por el responsable de todo lo que existe, e impulsados por esa huella, esa marca divina que Dios ha metido en nuestro corazón.
Pero el mismo Dios nos ha echado una mano. Para ayudarnos a que le encontrásemos más fácilmente nos ha enviado hasta nosotros a su propio Hijo Jesús, que nos ha hablado con mucha más claridad de la que nuestro humano entendimiento puede llegar. Y no solo nos ha hablado de Dios, su Padre, sino que ha venido para indicarnos por qué caminos hemos de andar, qué actitudes hemos de tener para encontrar el sentido y la alegría de vivir.
Algunos hombres de su tiempo no lo entendieron así y le colgaron de una cruz. Pero su Padre Dios le resucitó al tercer día y consiguió para todos nosotros la resurrección después de nuestra muerte. Algunos atenienses creyeron lo de “la resurrección de os muertos”, y otros lo tomaron a broma. Nosotros sabemos que Cristo ha resucitado y le nombramos el Rey y Señor de nuestras vidas. Sin él no sabríamos vivir.
La gran promesa para el tiempo de espera
Sabemos que Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, aunque iguales entre sí, la Escritura les asigna una función distinta “hacia fuera”, hacia nosotros. El Padre nos envía al Hijo hasta nosotros, el Hijo nos comunica su buena noticia, y el Espíritu Santo viene a completar la labor de ambos. “Muchas cosas me queda por deciros… cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad plena”.
Cuando Jesús dejó esta tierra después de su resurrección nos prometió una doble ayuda y una doble presencia. Nos prometió que, de manera distinta, se iba a quedar con nosotros y nos iba a acompañar siempre “Yo estaré siempre con vosotros hasta la consumación de los siglos”. Algo que nos recuerda en cada eucaristía: “Tomad y comed esto es mi cuerpo, tomad y bebed esta es mi sangre”. Nos prometió también el envío del Espíritu Santo, el Espíritu de la verdad, cuya labor principal es la de recordarnos y hacernos vivir las verdades que Jesús nos predicó. Convencernos que Jesús es el Hijo de Dios y que lo mejor que podemos hacer es hacerle caso en todo. Seguirle. Él nos guiará hasta verdad plena.
¿Cuál es, entonces, la acción del Espíritu Santo en nuestra vida y en la vida de la Iglesia para guiarnos a la verdad? Ante todo, recuerda e imprime en el corazón de los creyentes las palabras que dijo Jesús, y, precisamente a través de tales palabras, la ley de Dios se inscribe en nuestro corazón y se convierte en nosotros en principio de valoración en las opciones y de guía en las acciones cotidianas; se convierte en principio de vida. En efecto, es del interior de nosotros mismos de donde nacen nuestras acciones: es precisamente el corazón lo que debe convertirse a Dios, y el Espíritu Santo lo transforma si nosotros nos abrimos a Él. (Audiencia General, 15 mayo 2013)
Beda el Venerable, Santo
Memoria Litúrgica, 25 de mayo
Presbítero y Doctor de la Iglesia
Martirologio Romano: San Beda el Venerable, presbítero y doctor de la Iglesia, el cual, servidor de Cristo desde la edad de ocho años, pasó todo el tiempo de su vida en el monasterio de Wearmouth, en Northumbria, en Inglaterra. Se dedicó con fervor en meditar y exponer las Escrituras, y entre la observancia de la disciplina regular y la solicitud cotidiana de cantar en la iglesia, sus delicias fueron siempre estudiar, o enseñar, o escribir († 735).
Etimológicamente: Beda = Aquel que es un buen guerrero, es de origen germánico.
Breve Biografía
El nombre de Beda o Baeda en lengua sajona quiere decir oración. San Beda, “padre de la erudición inglesa” como lo definió el historiador Burke, murió a los 63 años en la abadía de Jarrow, en Inglaterra, después de haber dictado la última página de un libro suyo y de haber rezado el Gloria Patri. Era la víspera de la Ascensión, el 25 de mayo del 735. Cuando sintió que se acercaba la muerte, dijo: “He vivido bastante y Dios ha dispuesto bien de mi vida”.
Beda nació en el año 672 de una modesta familia obrera de Newcastle y recibió su formación en dos monasterios benedictinos de Wearmouth y Jarrow, en donde fue ordenado a los 22 años.
Las dos más grandes satisfacciones de su vida las condensó él mismo en tres verbos: aprender, enseñar, escribir. La mayor parse de su obra de escritor tiene su origen y finalidad en la enseñanza. Escribió sobre filosofía, cronología, aritmética, gramática, astronomía, música, siguiendo el ejemplo de san Isidro. Pero san Beda es ante todo un teólogo, de estilo sencillo, accesible a todos.
Se le presenta como uno de los padres de toda la cultura posterior, influyendo, por medio de la escuela de York y la escuela carolingia, sobre toda la cultura europea. Entre los monumentos insignes de la historiografía queda su Historia eclesiástica gentis Anglorum, que le mereció ser proclamado en el sínodo de Aquisgrana, en el 836, “venerabilis et modernis temporibus doctor admirabilis”. Le gustaba definirse “historicus verax”, historiador veraz, consciente de haber prestado un servicio a la verdad.
Terminó su voluminosa obra histórica con esta oración: “Te pido, Jesús mío, que me concediste saborear con delicia las palabras de tu sabiduría, concederme por tu misericordia llegar un día a ti, fuente de sabiduría, y contemplar tu rostro”. El Papa Gregorio II lo había llamado a Roma, pero Beda le suplicó que lo dejara en la laboriosa soledad del monasterio de Jarrow, del que se alejó sólo por pocos meses, para poner las bases de la escuela de York, de la que después salió el célebre Alcuino, maestro de la corte carolingia y fundador del primer estudio parisiense.
Después de haber dictado la última página de su Comentario a san Juan, le dijo al monje escribano: “ahora sosténme la cabeza y haz que pueda dirigir los ojos hacia el lugar santo donde he rezado, porque siento que me invade una gran dulzura”. Fueron sus últimas palabras.
Tengo muchas cosas que decirles
Santo Evangelio según san Juan 16, 12-15. Miércoles VI de Pascua
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Envía, Señor, tu Espíritu sobre mí para poder escucharte y convertirme en mensajero de tu paz y tu verdad.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 16, 12-15
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Aún tengo muchas cosas que decirles, pero todavía no las pueden comprender. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él los irá guiando hasta la verdad plena, porque no hablará por su cuenta, sino que diría lo que haya oído y les anunciará las cosas que van a suceder. El me glorificará, porque primero recibirá de mí lo que les vaya comunicando. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho que tomará de lo mío y se lo comunicará a ustedes”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¿Jesús habla aún hoy? ¿O acaso los cristianos estamos locos por pensar que vamos a recibir un mensaje a milenios de distancia?
No hay nada imposible para Dios, lo que tenemos que hacer es aprender a reconocer cuál es el medio por el cual nos habla, porque el mismo Jesús nos dijo que aún tiene muchas cosas que decirnos. Desde el primer versículo de la Biblia, el Señor nos revela su forma de comunicarse con nosotros, en medio del caos, Dios Padre habló y el Espíritu aleteaba sobre las aguas.
En medio de las aguas de nuestro caos, Dios Padre habla a través de Jesucristo, Palabra encarnada y esa palabra se hace vida por el Espíritu Santo. Cuando todo parece oscuro, el Espíritu está pronto para traernos esa paz que tanto buscamos. Sólo debemos actuar como María que guardaba la Palabra en su corazón, porque ella sabía en primera persona lo que era tener al Verbo de Dios en su vientre. Así nosotros, cuando relacionamos nuestra vida con el Evangelio, podemos entender y superar lo que nos sucede en el día a día.
En segundo lugar, el Espíritu nos guía hacia la verdad completa. Cuando agudizamos nuestro oído para ver qué nos quiere decir Dios, no siempre estamos de acuerdo con lo que nos pide; Sin embargo, buscar la verdad en su voluntad nos hace estar un paso más cerca de ser santos. El mundo propone muchas pseudo-verdades, pero para distinguir entre eso y la Verdad de Dios, que es la única que nos hace libres, se necesita el silencio y discernir la voz del Espíritu Santo.
En conclusión, Jesús no puede callar hoy, porque Él siendo la Palabra eterna del Padre nos sigue hablando también a través de medios humanos. La voz de Dios no se escucha exclusivamente en predicaciones o explicaciones de personas «conocedoras», la voz de Dios se escucha en la humildad y sencillez de la vida cotidiana en el saber estar atento a observar, pensar y actuar como Jesús lo haría. De esta forma nos vamos transformando en Evangelio vivo de Dios.
«Concreta, tierna y humilde: así la evangelización será alegre. No puede ser presuntuosa la evangelización. No puede ser rígida la integridad de la verdad, porque la verdad se ha hecho carne, se ha hecho ternura, se ha hecho niño, se ha hecho hombre, se ha hecho pecado en cruz. El Espíritu anuncia y enseña “toda la verdad” y no teme hacerla beber a sorbos. El Espíritu nos dice en cada momento lo que tenemos que decir a nuestros adversarios e ilumina el pasito adelante que podemos dar en ese momento».
(Homilía de S.S. Francisco, 13 de abril de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hablaré de la alegría de mi encuentro con la Palabra de Dios con otra persona.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
La plenitud de la Verdad
Encontramos la Verdad, ¿sólo en la Iglesia?
¡Me dirán soberbio y pedante! No es la primera vez que me lo dicen, cuando afirmo que la plenitud de la Verdad se encuentra en la Iglesia Católica. Y toda argumentación sobre este tema, comenzará explicando una segunda objeción que suelo recibir – aparte de ser pedante (que ya lo sabemos) – y es, ¿por qué la Verdad con “V” mayúscula? ¡Sencillo!, porque al hablar de la plenitud de la Verdad, me estoy refiriendo a una Persona y no meramente a una palabra, me estoy refiriendo a Jesucristo, el Hijo de Dios, el Único Dios Verdadero del que Él mismo se autodenomina Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida[1].
LA PLENITUD DE LA VERDAD ¿SÓLO EN LA IGLESIA?
“Solamente por medio de la Iglesia Católica de Cristo, que es auxilio general de la salvación, puede conseguirse la plenitud total de los medios salvíficos”[2]
Esta es una de esas cosas que suelen ser malentendidas para aquellos que se encuentran fuera de la Iglesia (y bueno, honestamente, también por muchos que están dentro de ella). El asunto podría sonar como si la Iglesia estuviese diciendo que cualquier cosa fuera del Catolicismo no puede ser considerada como verdadera. Sin embargo, este no es el caso. De hecho, existen verdades religiosas fuera de la Iglesia, como el hecho de la existencia de Dios. La Iglesia reconoce que muchas personas han sido capaces de descubrir la existencia de Dios haciendo uso sólo de la razón humana, de hecho, quien les escribe entra en esa categoría. En otras palabras, expresar la idea de la Iglesia como la “plenitud de la Verdad” no puede ser entendido como una especie de monopolio de la verdad, como si no existiesen verdades fuera de la Iglesia.
¿Entonces qué significa? Significa que la verdad que Cristo vino a revelarnos fue confiada, en toda su plenitud, a la Iglesia Católica. Cuando se trata de aquellas cosas que Cristo quiso hacernos conocer para nuestra salvación (lo que solemos llamar Revelación), la plenitud de esta verdad se encuentra en las enseñanzas de la Iglesia Católica, la cual fue establecida por Jesucristo para transmitir estas verdades a través de la historia.
Es entendible que para muchas personas – especialmente los predicadores del relativismo – les fastidie una afirmación de este calibre, sin embargo es parte de lo que tanto las Escrituras como la Historia Universal confirman de manera irrefutable. Esto, por otro lado, no nos pone a los católicos en la postura de “dueños de la Verdad”, sino de testigos de Ella. Ante esto, vale la pena acotar, que esto no es una especie de “dignidad”, sino una responsabilidad sobre la cual seremos juzgados. De más está decir, que cada persona será juzgada de acuerdo a su consciencia y a lo poco o mucho que ha conocido de la Verdad, en cuyo caso, un bautizado será juzgado como tal, mientras que un ateo será juzgado según los parámetros de bien y verdad que haya podido conocer.
¿QUÉ SUCEDE CON LOS CRISTIANOS NO CATÓLICOS?
Con ello la Iglesia trata de descubrir las «semillas de la Palabra» el «destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres», semillas y destellos que se encuentran en las personas y en las tradiciones religiosas de la humanidad[3].
Desde la “Reforma” protestante el Cristianismo fue desmembrado en cientos de miles de denominaciones y sectas de manera que ahora existen muchos grupos de personas que se denominan “cristianos” – y que lo son, siempre y cuando hayan recibido un Bautismo válido – pero que no pertenecen a la Iglesia Católica. La Iglesia reconoce en estos múltiples grupos y denominaciones, muchos elementos que son buenos y verdaderos. Sin embargo, estas denominaciones han abandonado ciertos elementos que contienen la plenitud de la Revelación que Cristo les confió a los Apóstoles, tales como el papel fundamental de la Iglesia y la naturaleza de los sacramentos. De manera que, a pesar de que estos grupos puedan tener ciertos elementos de la Verdad, la plenitud de la Verdad se encuentra solamente en la Iglesia Católica.
RELIGIÓN “DE MENÚ”
En realidad toda la cuestión puede resumirse en esto… para muchas personas es sumamente difícil aceptar y adherirse a las enseñanzas de Cristo en su plenitud, debido a que no son compatibles con sus caprichos o criterios, pensando – equivocadamente – que las reuniones que tenía Jesús con sus Apóstoles eran una especie de mesa democrática en donde el Señor les preguntaba si estaban de acuerdo o no. La realidad es muy distinta, pues el Señor nos ha dejado una Iglesia y una doctrina, de manera que – por amor a Él y por nuestra salvación – le sigamos.
[1] Jn. 14, 6
[2] Decreto Unitatis Redintegratio, sobre el Ecumenismo
[3] Carta Encíclica Redemptoris Missio de S.S. Juan Pablo II, 56
Obispos de Estados Unidos piden oraciones tras el tiroteo en una escuela primaria en Texas, E.E. U.U.
18 niños y un adulto fallecieron a manos de un adolescente de 18 años que entró solo para dispararles.
Dos obispos de Estados Unidos elevaron sus oraciones por los 18 niños y un adulto asesinados en un tiroteo, en una escuela primaria en la localidad de Uvalde, en el estado de Texas en Estados Unidos.
“Uno mis fervientes oraciones a las de muchos otros por las víctimas del horrible tiroteo en la escuela de Uvalde, Texas”, escribió el Obispo de Providence, Mons. Thomas Tobin, este martes 24 de mayo en su cuenta de Twitter.
“Que Dios conceda la paz eterna a los fallecidos y el mayor consuelo posible en esta hora oscura a sus familiares y seres queridos”, agregó el Prelado.10:32
Por su parte Mons. Michael F. Olson, Obispo de Fort Worth, alentó a rezar “por las familias de estos niños asesinados o traumatizados por esta mala acción y demos pasos serios para proteger la vida vulnerable y promover la justicia para la seguridad de nuestros niños”.
Según informa CNN en Español, el gobernador de Texas, Greg Abbott, dijo que el sospechoso ingresó alrededor de las 2:00 p.m. a la Robb Elementary School en Uvalde, con una pistola y posiblemente con un rifle, y empezó a disparar.
Abbott indicó que el atacante fue abatido por las fuerzas del orden en la escuela, de donde fueron evacuadas unas 200 personas.
75% de la población de Uvalde es latina. Este lugar está ubicado a unos 120 kilómetros de la frontera con México, al oeste de la ciudad de San Antonio.
Este nuevo ataque, la novena masacre de 2022 en Estados Unidos, ocurre solo diez días después de la ocurrida en Buffalo, en el estado de Nueva York, donde murieron 14 personas, 11 de las cuales eran negras.
El mundo como jaula
La desaparición del sentido de Dios ha reducido los horizontes, ha pesar del crecimiento económico, técnico y científico. Tenemos muchas mas capacidades y a la vez menos voluntad de avanzar hacia lo incierto, lo desconocido
En la medida en que la cultura de la desvinculación se apodera de nosotros y se extiende la idea de que la realización personal exige la satisfacción de los deseos hedonistas, narcisos y avariciosos, la percepción del mundo se va cerrando, los horizontes y ambiciones se vuelven pequeños y mezquinos, carentes de toda grandeza, porque la cultura hegemónica la condena como peligrosa. El resultado son seres humanos cada vez más atomizados; por una parte se consideran más libres para satisfacer sus impulsos, por otra cada vez son más dependientes de un Estado, de una burocracia de despersonalización a la que debe supeditarse para aspirar a su cota de bienestar.
La paradoja es excesiva. En los años sesenta y setenta del siglo pasado se inició con entusiasmo social la “conquista del espacio”, hoy prácticamente detenida y limitada a la observación. El mundo es ahora más rico, mucho más, la tecnología ha dado un salto extraordinario, los conocimientos son mucho mayores, pero aquel impulso es casi una idea ‘friki’, y se considera un malgasto a pesar de que constituye un extraordinario motor del crecimiento económico. Cuando la ciencia abre horizontes inmensos nosotros nos encerramos en nuestra pequeñez. La pregunta es obligada: ¿por qué? Y aventuramos una hipótesis: en la medida en que Occidente se ha secularizado y pierde sentido de Dios, sus espacios vitales empequeñecen, al igual que lo hacen los ideales. Se reducen y fragmentan en miríadas de pequeñas satisfacciones híper individualistas, básicamente relacionadas con el “tener” sexo y dinero; y que ambas cosas, sin límites, sean reconocidas por la sociedad. Son las políticas del deseo.
Esto es así porque desaparece el sentido de lo quién es el ser humano. Como escribe Marko Ivan Rupnic en El Arte de la Vida, el hombre es la unión entre lo divino y lo terrestre, y es a través del soplo de Dios que difunde la gracia en toda la creación, que lo necesita porque sin él todo lo creado gime y sufre, como dice San Pablo, esperando la redención. Sin el hombre, los seres vivos y las plantas, el universo crece sin sentido, se convierte en una casa muerta y mecánica, porque fuimos creados por Dios para crecer y multiplicarnos en todo el orbe conocido, y solo el ser humano puede nombrar a los minerales y seres vivos descifrando así la huella del Verbo grabada en ellos. El hombre -escribe Rupnik- “es la esperanza de recibir la gracia y de unirse a Dios… Si se encierra solo en el ‘más acá’ en lo material sin soplo del espíritu de Dios, se vuelve carne exangüe como dice San Irineo porque cierra al cosmos el camino para unirse a Dios, y también entonces, el cosmos primero y el mundo después, se van cerrando hasta convertirse en una cárcel para el ser humano”.
El cristianismo es amor, justicia, y también llevar al hombre alienado, en el fondo cada vez más temeroso, la confianza en la gran aventura del vivir, la construcción de nuevos horizontes, que no tienen su límite en el planeta Tierra sino que nos piden lanzarnos más allá.
El Espíritu Santo, don grandísimo de Dios
Jesús, con todo el poder que tiene como Dios, nos manda el Espíritu Santo, para que tome posesión de nuestros corazones.
Cuando hablamos del Espíritu Santo en nuestros mensajes parece que se anima el Programa. Ese día estamos pensando en Dios más que nunca. Y esto a lo mejor es lo que nos va a pasar hoy…
Un himno de la Liturgia se dirige al Espíritu Santo y le dice: Eres el regalo grande del Dios altísimo. Tan grande, que Dios echó el resto con el Espíritu Santo y se quedó sin nada más que darnos.
Parece mentira cómo hace Dios las cosas. Todas las hace en grande, como Dios que es. En Él no cabe hacer nada pequeño. Y así es cómo se nos ha dado Dios desde el principio. Ha ido escalonando las cosas que daba, y al fin se ha quedado sin nada más.
¿Y el Cielo?, preguntarán algunos. Sí, Dios a estas horas nos ha dado ya también el Cielo. Porque incluso el Cielo ya lo llevamos dentro. Lo único que falta es que se rompa el velo de la carne mortal para que podamos disfrutar en gloria lo que ya poseemos en gracia.
Las Tres Divinas Personas se nos han dado las tres, cada una a su manera, y se han dado del todo en forma asombrosa. Aunque, cuando se nos daba una Persona, se nos daban las otras por igual, cada una según es en el seno de la Santísima Trinidad.
El primero que se nos dio fue el Padre con la creación. Toda la obra inmensa que contemplan nuestros ojos salió de sus manos amorosas y la puso en las manos nuestras para que la disfrutemos a placer. Nos creó en inocencia y nos dio su gracia, de modo que desde el principio éramos hijos suyos.
Se nos daba después el Hijo en la obra de la Redención. Cuando cometimos la culpa y perdimos la gracia, Dios manda su Hijo al mundo para que nos salve, y ya sabemos cómo se nos dio Jesús. Desde la cuna de Belén y desde Nazaret hasta el Calvario, y a través de todos los caminos de Galilea, ¡hay que ver cómo se entregaba Jesús! Y cuando había de marchar de este mundo, se las ingenió para irse y quedarse a la vez. Porque, si no, ¿qué otra cosa es la Eucaristía?… Y, ya en el Cielo, nos va a hacer junto con el Padre el regalo de los regalos.
Finalmente, le tocaba el turno al Espíritu Santo.
Sentado a la derecha del Padre, Jesús, con todo el poder que tiene como Dios, nos manda el Espíritu Santo, la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, para que tome posesión de nuestros corazones, derrame en nosotros el Amor increado de Dios, nos llene de su santidad, nos colme con todos sus dones, produzca en nosotros todos los frutos del Cielo, y sea la prenda de nuestra vida eterna.
Así Dios, el Dios Uno en las Tres divinas Personas de la Santísima Trinidad, siendo infinitamente rico, se queda sin nada más que darnos…
El Espíritu Santo es el resto, el colmo, el regalo grande del Dios altísimo, que ya no puede inventar nada mayor para poderlo regalar.
Son muchas las personas que en nuestros días, volviendo a la devoción que la Iglesia de los primeros siglos tuvo al Espíritu Santo, nos han dado una verdadera lección de felicidad. ¡Hay que ver cómo disfrutan del Espíritu Santo en sus asambleas! Parecen tener la feliz enfermedad de un Felipe de Neri, el Santo más simpático que llenó la Roma del siglo dieciséis.
Se preparaba para celebrar la fiesta de Pentecostés, porque era muy devoto del Espíritu Santo, cuando se sintió de repente abrasado por un fuego devorador.
– ¡Que no puedo más! ¡Que no puedo más!…
Los que le rodeaban empezaron a buscar agua fría, le aplicaban al pecho paños mojados, y nada… El corazón palpitaba como un tambor. Hasta las costillas se levantaban como para estallar.
Felipe no podía aguantar el gozo inexplicable que le invadía:
– ¡Basta! ¡Que no puedo con tanta felicidad!…
Aquel fenómeno místico no se lo explicaba nadie, porque aquel calor le duraba como duraban las llagas a San Francisco de Asís o al Padre Pío…
Llegaba el invierno y tenía que descubrirse la ropa del pecho para que el calor del amor no se sintiera tan intenso. Y como nadie sabía de qué procedía, el Santo, como hacía con todas sus cosas, lo tomaba a risa delante de los demás. Caminaba así descubierto en pleno invierno por las calles de Roma, por mucho frío que hiciese, y se les reía a los jóvenes:
– ¡Vamos! A vuestra edad, ¿y no aguantáis el poco frío que hace?
Los médicos, que tampoco entendían nada, le daban medicinas equivocadas y no conseguían nada tampoco. Ni disminuían las palpitaciones, ni se arreglaban las costillas. El Santo seguía riéndose:
– Pido a Dios que estos médicos puedan entender mi enfermedad…
Pues, bien. Eso que ni los jóvenes ni los médicos entendían, es lo que hace en nosotros el Espíritu Santo que se nos ha dado. Así estalla su amor en el corazón. Dios lo quiso manifestar externamente en Felipe Neri para que nosotros entendiéramos la realidad mística y profunda que llevamos dentro.
El Espíritu Santo es el Huésped de nuestras almas y el que santifica nuestros cuerpos. El Espíritu Santo es el que ilustra nuestras mentes para que entendamos la verdad y penetremos en las intimidades de Dios. El Espíritu Santo es quien nos empuja hacia Dios con la oración que suscita en nosotros.
El Espíritu Santo, don grandísimo de Dios, lo último que le quedaba a Dios… Eso, eso es lo que Dios nos ha dado…
Flor del 25 de mayo: María, refugio de los pecadores
Meditación: Yo pecador, yo que me olvido de Dios, yo que no llevo Su Voz y no doy amor, ¿por qué reclamo obtendré los favores del Señor?. Les puedo responder que por los de la Madre del Juez, ya que la Santa Palabra nos señala “si alguno peca, tenemos un intercesor, ante el Padre: Jesucristo” (Primera carta de Juan 2,1), y El nos dejó Su Madre Santa como Abogada para defender a sus hijos del enemigo y evitar el martirio eterno de no ver el Cielo. Toda alma esforzada que busca este Santo Refugio será protegida y enriquecida conservando la verdadera Vida.
Oración: María refugio de los pecadores, Madre de los confesores, llena de misericordia, escóndenos en tu Corazón para que sólo seamos fieles a vos y al Señor. Amén.
Decena del Santo Rosario (Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria).
Florecilla para este día: Realizar una buena confesión con el firme propósito de llegar a la pureza y humildad de María, para fortalecerme en Ella y no volver a caer.
San Beda el Venerable, un gran sabio medieval
Conoce a un monje benedictino y doctor de la Iglesia que promovió la evangelización y el conocimiento teológico en tierras anglosajonas
San Beda el Venerable fue un monje benedictino que fortaleció la evangelización en el actual Reino Unido. Escribió la Historia eclesiástica del pueblo de los Anglos.
Destacó en cálculo, con aportaciones como la práctica de datar las fechas antes y después de Cristo, expresada como Anno Domini, que había inventado Dionisio el Exiguo.
También fue lingüista y traductor. Y con sus traducciones de los Padres de la Iglesia del latín y del griego al inglés ayudó a sus colegas anglosajones a comprender mejor la Patrística.
Vivió casi siempre en el monasterio. Pero sus escritos de teología, sus comentarios bíblicos y su ejemplo hicieron un gran servicio a la propagación de la fe.
Se le considera el sabio más importante de los siglos VII a IX. Fue declarado Doctor de la Iglesia.
Murió el 27 de mayo del año 735.
Santo patrón
San Beda el Venerable es el santo patrono de los historiadores.
Oración
Dios todopoderoso,
que has derramado por toda la creación reflejos de tu infinita belleza y bondad,
haciendo el hombre a tu imagen y semejanza.
Tanto amas a quienes se entregan totalmente,
que nos los pones como modelo, quieres que les veneremos y haces innumerables beneficios y milagros por su intercesión.
Por ello y mediante tu siervo san Beda el Venerable
te rogamos nos concedas (mencionar aquí la petición)
y con ello una mayor correspondencia a tu amor.
Señor Dios, que has iluminado a tu Iglesia con la sabiduría de san Beda el Venerable, permítenos orientarnos por las enseñanzas de tu santo sacerdote
y ser ayudados por sus méritos.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.
Amén.