.

 

 

Tatiana G. CapanemaAcesse o nosso suporte: http://wa.me/5551989945455
 
QUERIDA DOCTORA TATIANA Y FAMILIA. MUCHAS GRACIAS POR EL DON QUE NOS HAN RAGALADO, COMO GRACIAS DE DIOS, SIEMPRE CON AMOR Y PAZ A SUS HERMOSOS CORAZONES, Con AMOR. P. Roberto Padrós +

MATEO 13:24-30

Amigos, nuestro Evangelio de hoy es acerca de la parábola del trigo y la cizaña. Dios siembra la buena semilla, Su palabra, Su amor y compasión, pero este proyecto encuentra oposición. Y el mal es tal que se mezcla en el mismo tejido del bien.

En teología clásica se habla del mal como una privatio boni, una privación de lo bueno. Esto significa que el mal siempre y en todas partes es un parásito del bien. Y como un parásito vive del cuerpo sano (y por lo tanto lo debilita), así el mal moral vive del alma buena, de la sociedad buena, de la Iglesia buena (y los debilita).

¿Cuál es el resultado? Es excepcionalmente difícil sacar al mal de lo bueno sin dañar lo que es bueno. Por ello es extremadamente difícil —y a menudo contraproducente— ir tras estos males con el espíritu de las cruzadas.

Ciertamente algunos males simplemente deben abordarse —en ese momento, sin preguntas, sin vacilaciones. Pero hay otros males (y son males de verdad) que es mejor dejarlos solos por el momento, no sea que se haga más daño en el proceso de extraerlos.

No soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí

A Pablo le llegan noticias de que las comunidades están inmersas en una grave crisis de de identidad cristiana. La incorporación de judíos judaizantes muy “radicales”, revolucionaron la unidad de las comunidades: cumplimiento de la Ley y la circuncisión.

Pablo creía que siguiendo los principios de la ley, sería considerado una buena persona por Dios y podría ir al cielo a su presencia.  Así vivió gran parte de su vida hasta que tuvo su encuentro con el Señor en su camino a Damasco.  Pudo comprender que esa ley lo único que traía a su vida era esclavitud y frustración pues, por él mismo, jamás lograría cumplirla en su totalidad.  Por eso nos dice que Cristo no murió en vano sino que trajo justicia a nuestras vidas por su gracia y no porque nosotros tuviéramos que seguir la ley.

Nos recuerda que, en Cristo Jesús, hay un antes y un después.  Que en Cristo Jesús, nuestra forma de vivir y de pensar son crucificadas junto con Él para no vivir más así sino empezar un nuevo camino en sus términos.  Un camino que le da sentido a nuestra vida.  Un camino que trae bendición.

Piénsalo.  Cada vez que pones trabas a los principios de Dios ¿Qué pasa en tu vida?  Por el contrario, ¿Cuál es tu experiencia cuando has obedecido y dejado que Dios guíe tus decisiones?

Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador

Hoy el Evangelio nos habla de la «vid y los sarmientos» para expresarnos la relación vital existente entre Jesús y el creyente, entre la Palabra de Jesús y el que la acepta como propia. La comparación que nos pone resalta la compenetración que tiene que haber entre Jesús y el creyente, entre el redentor y el redimido.

La salvación, viene a decirnos el Señor, es un regalo de Dios pero no se opera de un modo mágico. Insiste en la necesidad de permanecer unidos para dar frutos, guardando los mandamientos y manteniendo el amor mutuo. Quienes escuchaban a Jesús comprendían bien el alcance mesiánico de su mensaje ya que, a través de la Sagrada Escritura, el pueblo de Dios fue comparado en muchas ocasiones con la «viña»: una viña cuidada con gran cariño por Dios y, sin embargo, ella le responde con amargos frutos.

El labrador cuida con gran atención y cariño sus viñas para que no se deterioren y arruinen. Dios cuida de nosotros, pero debemos dejar que nos atienda, que nos «pode», que corte sarmientos inútiles. Si no le dejamos actuar, si nos desentendemos de él, quedaremos arruinados. Seremos como esos sarmientos que, desgajados de la cepa, se secan y solamente sirven para ser quemados.
La unión con Cristo es indispensable para dar fruto.¡Es imposible ser eficaces cristianamente si no estamos unidos a él! Ser cristiano exige vivir unido a Cristo. Sin esta unión de amistad seremos miembros secos en su Comunidad, en su Iglesia: «el que permanece en Mí y yo en él, ése dará mucho fruto». Por eso el Señor afirma que «sin Mí no podéis hacer nada».

“La vida cristiana es permanecer en mí”. Permanecer. Y este permanecer no es un permanecer pasivo, un adormecimiento en el Señor: esto sería quizás un “sueño beatífico”, pero no es eso. Este permanecer es un permanecer activo, y también es un permanecer recíproco. ¿Por qué? Porque Él dice: «Permaneced en mí, como yo en vosotros» (v. 4). Él también permanece en nosotros, no sólo nosotros en Él.

 

Es una permanencia recíproca. En otra parte dice: Yo y el Padre «vendremos a él y haremos morada en él» (Jn 14,23). Es un misterio, pero un misterio de vida, un hermoso misterio. Esta permanencia recíproca. También con el ejemplo de los sarmientos: es cierto, los sarmientos sin la vid no pueden hacer nada porque la savia no circula, necesitan la savia para crecer y dar fruto; pero también el árbol, la vid necesita sarmientos, porque los frutos no están unidos al árbol, a la vid. Es una necesidad recíproca, es una permanencia recíproca para dar fruto. (Hmilía Casa Santa Marta, 13 mayo 2020)

 

 

Brígida de Suecia, Santa

Memoria Litúrgica, 23 de julio
 
Fundadora

Martirologio Romano: Santa Brígida, religiosa, nacida en Suecia, que contrajo matrimonio con el noble Ulfo, del que tuvo ocho hijos, a los cuales educó piadosamente, consiguiendo al mismo tiempo con sus consejos y con su ejemplo que su esposo llevase una vida de piedad. Muerto éste, peregrinó a muchos santuarios y dejó varios escritos, en los que habla de la necesidad de reforma tanto de la cabeza como de los miembros de la Iglesia. Puestos los fundamentos de la Orden del Santísimo Salvador, en Roma pasó de este mundo al cielo († 1373).

Etimológicamente: Brigida = Aquella que es poderosa y fuerte, el origen es incierto, posiblemente hebreo o céltico.

Fecha de canonización: 7 de octubre de 1391 por el Papa Bonifacio IX.

Breve Biografía

SANTA BRIGIDA era hija de Birgerio, gobernador de Uplandia, la principal provincia de Suecia. La madre de Brígida, Ingerborg; era hija del gobernador de Gotlandia oriental. Ingerborg murió hacia 1315 y dejó varios hijos. Brígida, que tenía entonces doce años aproximadamente, fue educada por una tía suya en Aspenas. A los tres años, hablaba con perfecta claridad, como si fuese una persona mayor, y su bondad y devoción fueron tan precoces como su lenguaje. Sin embargo, la santa confesaba que de joven había sido inclinada al orgullo y la presunción.

La Pasión: centro de su vida

A los siete años tuvo una visión de la Reina de los cielos. A los diez, a raíz de un sermón sobre la Pasión de Cristo que la impresionó mucho, soñó que veía al Señor clavado en la cruz y oyó estas palabras: «Mira en qué estado estoy, hija mía.» «¿Quién os ha hecho eso, Señor?», preguntó la niña. Y Cristo respondió: «Los que me desprecian y se burlan de mi amor.» Esa visión dejó una huella imborrable en Brígida y, desde entonces, la Pasión del Señor se convirtió en el centro de su vida espiritual.

Matrimonio

Antes de cumplir catorce años, la joven contrajo matrimonio con Ulf Gudmarsson, quien era cuatro años mayor que ella. Dios les concedió veintiocho años de felicidad matrimonial. Tuvieron cuatro hijos y cuatro hijas, una de las cuales es venerada con el nombre de Santa Catalina de Suecia. Durante algunos años, Brígida llevó la vida de la época, como una señora feudal, en las posesiones de su esposo en Ulfassa, con la diferencia de que cultivaba la amistad de los hombres sabios y virtuosos.

En la Corte

Hacia el año 1335, la santa fue llamada a la corte del joven rey Magno II para ser la principal dama de honor de la reina Blanca de Namur. Pronto comprendió Brígida que sus responsabilidades en la corte no se limitaban al estricto cumplimiento de su oficio. Magno era un hombre débil que se dejaba fácilmente arrastrar al vicio; Blanca tenía buena voluntad, pero era irreflexiva y amante del lujo. La santa hizo cuanto pudo por cultivar las cualidades de la reina y por rodear a ambos soberanos de buenas influencias. Pero, aunque Santa Brígida se ganó el cariño de los reyes, no consiguió mejorar su conducta, pues no la tomaban en serio.

Las Visiones

La santa empezó tener por entonces las visiones que habían de hacerla famosa. Estas versaban sobre las más diversas materias, desde la necesidad de lavarse, hasta los términos del tratado de paz entre Francia e Inglaterra. «Si el rey de Inglaterra no firma la paz -decía– no tendrá éxito en ninguna de sus empresas y acabará por salir del reino y dejar a sus hijos en la tribulación y la angustia.» Pero tales visiones no impresionaban a los cortesanos suecos, quienes solían preguntar con ironía: «¿Qué soñó Doña Brígida anoche?»

Problemas familiares y peregrinaciones

Por otra parte, la santa tenía dificultades con su propia familia. Su hija mayor se había casado con un noble muy revoltoso, a quien Brígida llamaba «el Bandolero» y, hacia 1340, murió Gudmaro, su hijo menor. Por esa pérdida la santa hizo una peregrinación al santuario de San Olaf de Noruega, en Trondhjem. A su regreso, fortalecida por las oraciones, intentó con más ahinco que nunca volver al buen camino a sus soberanos. Como no lo lograse, les pidió permiso de ausentarse de la corte e hizo una peregrinación a Compostela con su esposo. A la vuelta del viaje, Ulf cayó gravemente enfermo en Arras y recibió los últimos sacramentos ya que la muerte parecía inminente. Pero Santa Brígida, que oraba fervorosamente por el restablecimiento de su esposo, tuvo un sueño en el que San Dionisio le reveló que no moriría. A raíz de la curación de Ulf, ambos esposos prometieron consagrarse a Dios en la vida religiosa.

Viuda, vida religiosa, aumentan las visiones

Según parece, Ulf murió en 1344 en el monasterio cisterciense de Alvastra, antes de poner por obra su propósito. Santa Brígida se quedó en Alvastra cuatro años apartada del mundo y dedicada a la penitencia. Desde entonces, abandonó los vestidos lujosos, solo usaba lino para el velo y vestía una burda túnica ceñida con una cuerda anudada. Las visiones y revelaciones se hicieron tan insistentes, que la santa se alarmó, temiendo ser víctima de ilusiones del demonio o de su propia imaginación. Pero en una visión que se repitió tres veces, se le ordenó que se pusiese bajo la dirección del maestre Matías, un canónigo muy sabio y experimentado de Linkoping, quien le declaró que sus visiones procedían de Dios. Desde entonces hasta su muerte, Santa Brígida comunicó todas sus visiones al prior de Alvastra, llamado Pedro, quien las consignó por escrito en latín. Ese período culminó con una visión en la que el Señor ordenó a la santa que fuese a la corte para amenazar al rey Magno con el juicio divino; así lo hizo Brígida, sin excluir de las amenazas a la reina y a los nobles. Magno se enmendó algún tiempo y dotó liberalmente el monasterio que la santa había fundado en Vadstena, impulsada por otra visión.

 

 

En Vadstena había sesenta religiosas. En un edificio contiguo habitaban trece sacerdotes (en honor de los doce apóstoles y de San Pablo), cuatro diáconos (que representaban a los doctores de la Iglesia) y ocho hermanos legos. En conjunto había ochenta y cinco personas. Santa Brígida redactó las constituciones; según se dice, se las dictó el Salvador en una visión. Pero ni Bonifacio IX con la bula de canonización, ni Martín V, que ratificó los privilegios de la abadía de Sión y confirmó la canonización, mencionan ese hecho y sólo hablan de la aprobación de la regla por la Santa Sede, sin hacer referencia a ninguna revelación privada.

En la fundación de Santa Brígida, lo mismo que en la orden de Fontevrault, los hombres estaban sujetos a la abadesa en lo temporal, pero en lo espiritual, las mujeres estaban sujetas al superior de los monjes. La razón de ello es que la orden había sido fundada principalmente para las mujeres y los hombres sólo eran admitidos en ella para asegurar los ministerios espirituales. Los conventos de hombres y mujeres estaban separados por una clausura inviolable; tanto unos como las otras, asistían a los oficios en la misma iglesia, pero las religiosas se hallaban en una galería superior, de suerte que ni siquiera podían verse unos a otros.

 

 

El monasterio de Vadstena fue el principal centro literario de Suecia en el siglo XV. A raíz de una visión; Santa Brígida escribió una carta muy enérgica a Clemente VI, urgiéndole a partir de Aviñón a Roma y establecer la paz entre Eduardo III de Inglaterra y Felipe IV de Francia. El Papa se negó a partir de Aviñón pero, en cambio envió a Hemming, obispo de Abo, a la corte del rey Felipe, aunque la misión no tuvo éxito. Entre tanto, el rey Magno, que apreciaba más las oraciones que los consejos de Santa Brígida, trató de hacerla intervenir en una cruzada contra los paganos letones y estonios. Pero en realidad se trataba de una expedición de pillaje. La santa no se dejó engañar y trató de disuadir al monarca. Con ello perdió el favor de la corte, pero no le faltó el amor del pueblo, por cuyo bienestar se preocupaba sinceramente durante sus múltiples viajes por Suecia.

En Roma e Italia

Había todavía en el país muchos paganos, y Sarta Brígida ilustraba con milagros la predicación de sus capellanes. En 1349, a pesar de que la «muerte negra» hacía estragos en toda Europa, Brígida decidió ir a Roma con motivo del jubileo de 1350. Acompañada de su confesor, Pedro de Skeninge y otros, se embarcó en Stralsund, en medio de las lágrimas del pueblo, que no había de volver a verla. En efecto, la santa se estableció en Roma, donde se ocupó de los pobres de la ciudad, en la espera de la vuelta del Pontífice a la Ciudad Eterna. Asistía diariamente a misa a las cinco de la mañana, se confesaba todos los días y comulgaba varias veces por semana (según era permitido en aquella época). El brillo de su virtud contrastaba con la corrupción de costumbres que reinaba entonces en Roma: el robo y la violencia hacían estragos, el vicio era cosa normal, las iglesias estaban en ruinas y lo único que interesaba al pueblo era escapar de sus opresores. La austeridad de la santa, su devoción a los santuarios, su severidad consigo misma, su bondad con el prójimo, su entrega total al cuidado de los pobres y los enfermos, le ganaron el cariño de muchos. Santa Brígida atendía con particular esmero a sus compatriotas y cada día daba de comer a los peregrinos suecos en su casa que estaba situada en las cercanías de San Lorenzo in Damaso.

 

 

Pero su ministerio apostólico no se reducía a la práctica de las buenas obras ni a exhortar a los pobres y a los humildes. En cierta ocasión, fue al gran monasterio de Farfa para reprender al abad, «un hombre mundano que no se preocupaba absolutamente por las almas». Hay que decir que, probablemente, la reprensión de la santa no produjo efecto. Más éxito tuvo su celo por la reforma de otro convento de Bolonia. Allí se hallaba Brígida cuando fue a reunirse con ella su hija, Santa Catalina, quien se quedó a su lado y, fue su fiel colaboradora hasta el fin de su vida. Dos de las iglesias romanas más relacionadas con nuestra santa son la de San Pablo extramuros y la de San Francisco de Ripa. En la primera se conserva todavía el bellísimo crucifijo, obra de Cavallini, ante el que Brígida acostumbraba orar y que le respondió más de una vez; en la segunda iglesia se le apareció San Francisco y le dijo: «Ven a beber conmigo en mi celda». La santa interpretó aquellas palabras como una invitación para ir a Asís. Visitó la ciudad y de allí partió en peregrinación por los principales santuarios de Italia, durante dos años.

Profecías y revelaciones

Las profecías y revelaciones Santa Brígida se referían a las cuestiones mas candentes de su época. Predijo, por ejemplo, que el Papa y el emperador se reunirían amistosamente en Roma. Al poco tiempo así lo hicieron (El Papa Beato Urbano V y Carlos IV, en 1368). La profecía de que los partidos en que estaba dividida la Ciudad Eterna recibirían el castigo que merecían por sus crímenes, disminuyeron un tanto la popularidad de la santa y aun le atrajeron persecuciones. Brígida fue arrojada de su casa y tuvo que ir con su hija a pedir limosna al convento de las Clarisas.Por otra parte, ni siquiera el Papa escapaba a sus severas admoniciones proféticas.

 

 

El gozo que experimentó la santa con la llegada de Urbano a Roma fue de corta duración, pues el Pontífice se retiró poco después a Viterbo, luego a Montesfiascone y aun se rumoró que se disponía a volver a Aviñón.

Al regresar de una peregrinación, a Amalfi, Brígida tuvo una visión en la que Nuestro Señor la envió a avisar al Papa que se acercaba la hora de su muerte, a fin de que diese su aprobación a la regla del convento de Vadstena. Brígida había ya sometido la regla a la aprobación de Urbano V, en Roma, pero el Pontífice no había dado respuesta alguna. Así pues, se dirigió a Montefiascone montada en su mula blanca. Urbano aprobó, en general, la fundación y la regla de Santa Brígida, que completó con la regla de San Agustín. Cuatro meses más tarde, murió el Pontífice. Santa Brígida escribió tres veces a su sucesor, Gregorio XI, que estaba en Aviñón, conminándole a trasladase a Roma. Así lo hizo el Pontífice cuatro años después de la muerte de la santa.

En 1371, a raíz de otra visión, Santa Brígida emprendió una peregrinación a los Santos Lugares, acompañada de su hija Catalina, de sus hijos Carlos y Bingerio, de Alfonso de Vadaterra y otros personajes. Ese fue el último de sus viajes. La expedición comenzó mal, ya que en Nápoles, Carlos se enamoró de la reina Juana I, cuya reputación era muy dudosa. Aunque la esposa de Carlos vivía aún en Suecia y el marido de Juana estaba en España; ésta quería contraer matrimonio con él y la perspectiva no desagradaba a Carlos. Su madre, horrorizada ante tal posibilidad, intensificó sus oraciones. Dios resolvió la dificultad del modo más inesperado y trágico, pues Carlos enfermó de una fiebre maligna y murió dos semanas después en brazos de su madre. Santa Brígida prosiguió su viaje a Palestina embargada por la más profunda pena. En Jaffa estuvo a punto de perecer ahogada durante un naufragio Sin embargo durante, la accidentada peregrinación la santa disfrutó de grandes consolaciones espirituales y de visiones sobre la vida del Señor.

 

 

A su vuelta de Tierra Santa, en el otoño de 1372, se detuvo en Chipre, donde clamó contra la corrupción de la familia real y de los habitantes de Famagusta quienes se habían burlado de ella cuando se dirigía a Palestina. Después pasó a Nápoles, donde el clero de la ciudad leyó desde el púlpito las profecías de Santa Brígida, aunque no produjeron mayor efecto entre el pueblo.

La comitiva llegó a Roma en marzo de 1373. Brígida, que estaba enferma desde hacía algún tiempo, empezó a debilitarse rápidamente, y falleció el 23 de julio de ese año, después de recibir los últimos sacramentos de manos de su fiel amigo, el Padre Pedro de Alvastra. Tenía entonces setenta y un años. Su cuerpo fue sepultado provisionalmente en la iglesia de San Lorenzo in Panisperna. Cuatro meses después, Santa Catalina y Pedro de Alvastra condujeron triunfalmente las reliquias a Vadstena, pasando por Dalmacia, Austria, Polonia y el puerto de Danzig.

Santa Brígida, cuyas reliquias reposan todavía en la abadía por ella fundada, fue canonizada en 1391 y es la patrona de Suecia.

Visiones y escritos

Uno de los aspectos más conocidos en la vida de Santa Brígida, es el de las múltiples visiones con que la favoreció el Señor, especialmente las que se refieren a los sufrimientos de la Pasión y a ciertos acontecimientos de su época. Por orden del Concilio de Basilea, el Juan de Torquemada, quien fue más tarde cardenal, examinó el libro de las revelaciones de la santa y declaró que podía ser muy útil para la instrucción de los fieles; pero tal aprobación encontró muchos opositores. Por lo demás; la declaración de Torquemada significa únicamente que la doctrina del libro es ortodoxa y que las revelaciones no carecen de probabilidad histórica. El Papa Bcnedicto XIV, entre otros, se refirió a las revelaciones de Santa Brígida en los siguientes términos: «Aunque muchas de esas revelaciones han sido aprobadas, no se les debe el asentimiento de fe divina; el crédito que merecen es puramente humano, sujeto al juicio de la prudencia, que es la que debe dictarnos el grado de probabilidad de que gozan para que crearnos píamente en ellas.»

Santa Brígida, con gran sencillez de corazón, sometió siempre sus revelaciones a las autoridades eclesiásticas y, lejos de gloriarse por gozar de gracias tan extraordinarias, las aprovechó como una ocasión para manifestar su obediencia y crecer en amor y humildad. Si sus revelaciones la han hecho famosa, ello se debe en gran parte a su virtud heroica, consagrada por el juicio de la Iglesia.

El libro de sus revelaciones fue publicado por primera vez en 1492.

 

 

Las brigidinas tienen unas lecciones de maitines tomadas de sus revelaciones sobre las glorias de María, conocidas con el nombre de «Sermo Angelicus», en recuerdo de las palabras del Señor a la santa: «Mi ángel te comunicará las lecciones que las religiosas de tus monasterios deben leer en maitines, y tú las escribirás tal como él te las dicte».

 

 

Qué hacer ante el mal

Santo Evangelio según san Mateo 13, 24-30. Sábado XVI del Tiempo Ordinario

 
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, dame tu luz para ver las cosas como Tú las ves y actuar como Tú actúas.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 13, 24-30

En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la muchedumbre: «El Reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño, sembró cizaña entre el trigo y se marchó. Cuando crecieron las plantas y se empezaba a formar la espiga, apareció también la cizaña.

Entonces los trabajadores fueron a decirle al amo: ‘Señor, ¿qué no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, salió esta cizaña?’. El amo les respondió: ‘De seguro lo hizo un enemigo mío’. Ellos le dijeron: ‘¿Quieres que vayamos a arrancarla?’. Pero él les contestó: ‘No. No sea que al arrancar la cizaña, arranquen también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha y, cuando llegue la cosecha, diré a los segadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla; y luego almacenen el trigo en mi granero’”».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Muchas veces nos preguntamos por qué hay tanto mal en el mundo y por qué la gente inocente también tiene que sufrir. La cizaña de la que habla el Evangelio es un tipo de respuesta a la situación del mal en el mundo. Tenemos que pedirle al Señor que nos ilumine para saber cuándo actuar y qué hacer porque, de otra manera, las cosas nos saldrían peor de lo que están.

El discernimiento, que es saber que haría Cristo, nos ayuda a comprender cómo llevar nuestra vida para nuestro bien y el de los demás, porque la actitud de desesperación no es una actitud cristiana. Debemos reconocer que solos no podemos con todos nuestros problemas porque nos superan, pero confiando en el Señor y aprendiendo de Él a través de la oración y la lectura del Evangelio podemos salir delante y hacerle frente a nuestros males. Al final, los que hayan cumplido la voluntad de Dios serán recompensados, los otros no.

«El cristiano sabe que el Reino de Dios, su Señoría de amor está creciendo como un gran campo de grano, aunque en medio está la cizaña. Siempre hay problemas, están los chismorreos, están las guerras, están las enfermedades… están los problemas. Pero el grano crece, y al final el mal será eliminado. El futuro no nos pertenece, pero sabemos que Jesucristo es la gracia más grande de la vida: es el abrazo de Dios que nos espera al final, pero que ya desde ahora nos acompaña y nos consuela en el camino. Él nos conduce a la gran “tienda” de Dios con los hombres, con muchos otros hermanos y hermanas, y llevaremos a Dios el recuerdo de los días vividos aquí abajo. Y será bonito descubrir en ese instante que nada se ha perdido, ninguna sonrisa y ninguna lágrima. Por mucho que nuestra vida haya sido larga, nos parecerá haber vivido en un suspiro»(Audiencia de S.S. Francisco, 23 de agosto de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

En un rato de oración, le pediré al Espíritu Santo que me ilumine para conocer qué es lo que Dios quiere de mí hoy.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

¿Trigo o cizaña?

Al hombre moderno le resulta difícil aceptar la idea de un juicio final de Dios sobre el mundo y la historia
 
Con tres parábolas, Jesús presenta en el Evangelio la situación de la Iglesia en el mundo. La parábola del grano de mostaza que se convierte en un árbol indica el crecimiento del Reino, no tanto en extensión, sino en intensidad; la parábola de la levadura indica la fuerza transformadora del Evangelio que «levanta» la masa y la prepara para convertirse en pan.

Los discípulos comprendieron fácilmente estas dos parábolas; pero esto no sucedió con la tercera, la parábola del trigo y la cizaña, y Jesús tuvo que explicársela a parte.

El sembrador, dijo, era él mismo; la buena semilla, los hijos del Reino; la cizaña, los hijos del maligno; el campo, el mundo; y la siega, el fin del mundo.

Esta parábola de Jesús, en la antigüedad, fue objeto de una memorable disputa que es muy importante tener presente también hoy. Había espíritus sectáreos, donatistas, que resolvían la cuestión de manera simplista: por una parte, está la Iglesia (¡su iglesia!) constituida sólo por personas perfectas; por otra, el mundo lleno de hijos del maligno, sin esperanza de salvación. A estos se les opuso san Agustín: el campo, explicaba, ciertamente es el mundo, pero también en la Iglesia; lugar en el que viven codo a codo santos y pecadores y en el que hay lugar para crecer y convertirse. «Los malos –decía– están en el mundo o para convertirse o para que por medio de ellos los buenos ejerzan la paciencia».

 

 

Los escándalos que de vez en cuando sacuden a la Iglesia, por tanto, nos deben entristecer, pero no sorprender. La Iglesia se compone de personas humanas, no sólo de santos. Además, hay cizaña también dentro de cada uno de nosotros, no sólo en el mundo y en la Iglesia, y esto debería quitarnos la propensión a señalar con el dedo a los demás. Erasmo de Roterdam, respondió a Lutero, quien le reprochaba su permanencia en la Iglesia católica a pesar de su corrupción: «Soporto a esta Iglesia con la esperanza de que sea mejor, pues ella también está obligada a soportarme en espera de que yo sea mejor».

Pero quizá el tema principal de la parábola no es el trigo ni la cizaña, sino la paciencia de Dios. La liturgia lo subraya con la elección de la primera lectura, que es un himno a la fuerza de Dios, que se manifiesta bajo la forma de paciencia e indulgencia. Dios no tiene simple paciencia, es decir, no espera al día del juicio para después castigar más severamente. Se trata de magnanimidad, misericordia, voluntad de salvar.

La parábola del trigo y de la cizaña permite una reflexión de mayor alcance. Uno de los mayores motivos de malestar para los creyentes y de rechazo de Dios para los no creyentes ha sido siempre el «desorden» que hay en el mundo. El libro bíblico de Qoelet (Eclesiastés), que tantas veces se hace portavoz de las razones de los que dudan y de los escépticos, escribía: «Todo le sucede igual al justo y al impío… Bajo el sol, en lugar del derecho, está la iniquidad, y en lugar de la justicia la impiedad» (Qoelet 3, 16; 9,2). En todos los tiempos se ha visto que la iniquidad triunfa y que la inocencia queda humillada. «Pero –como decía el gran orador Bossuet– para que no se crea que en el mundo hay algo fijo y seguro, en ocasiones se ve lo contrario, es decir, la inocencia en el trono y la iniquidad en el patíbulo».

 

 

La respuesta a este escándalo ya la había encontrado el autor de Qoelet: «Dije en mi corazón: Dios juzgará al justo y al impío, pues allí hay un tiempo para cada cosa y para toda obra» (Qoelet 3, 17). Es lo que Jesús llama en la parábola «el tiempo de la siega». Se trata, en otras palabras, de encontrar el punto de observación adecuado ante la realidad, de ver las cosas a la luz de la eternidad.

Es lo que pasa con algunos cuadros modernos que, si se ven de cerca, parecen una mezcla de colores sin orden ni sentido, pero si se observan desde la distancia adecuada, se convierten en una imagen precisa y poderosa.

No se trata de quedar con los brazos cruzados ante el mal y la injusticia, sino de luchar con todos los medios lícitos para promover la justicia y reprimir la injusticia y la violencia. A este esfuerzo, que realizan todos los hombres de buena voluntad, la fe añade una ayuda y un apoyo de valor inestimable: la certeza de que la victoria final no será de la injusticia, ni de la prepotencia, sino de la inocencia.

 

 

Al hombre moderno le resulta difícil aceptar la idea de un juicio final de Dios sobre el mundo y la historia, pero de este modo se contradice, pues él mismo se rebela a la idea de que la injusticia tenga la última palabra. En muchos milenios de vida sobre la tierra, el hombre se ha acostumbrado a todo; se ha adaptado a todo clima, inmunizado a muchas enfermedades. Hay algo a lo que nunca se ha acostumbrado: a la injusticia. Sigue experimentándola como intolerable. Y a esta sed de justicia responderá el juicio. Ya no sólo será querido por Dios, sino también por los hombres y, paradójicamente, también por los impíos. «En el día del juicio universal –dice el poeta Paul Claudel–, no sólo bajará del cielo el Juez, sino que se precipitará a su alrededor toda la tierra».

¡Cómo cambian las vicisitudes humanas cuando se ven desde este punto de vista, incluidas las que tienen lugar en el mundo de hoy! Tomemos el ejemplo que tanto nos humilla y entristece a nosotros, los italianos, el crimen organizado, la mafia, la ‘ndrangheta, la camorra…, y que con otros nombres está presente en muchos países. Recientemente el libro «Gomorra» de Roberto Saviano y la película que se ha hecho sobre él han documentado el nivel de odio y de desprecio alcanzado por los jefes de estas organizaciones, así como el sentimiento de impotencia y casi de resignación de la sociedad ante este fenómeno.

En el pasado, hemos visto personas de la mafia que han sido acusadas de crímenes horrorosos defenderse con una sonrisa en los labios, poner en jaque a jueces y tribunales, reírse ante la falta de pruebas. Como si, librándose de los jueces humanos, habrían resuelto todo. Si pudiera dirigirme a ellos, les diría: ¡no os hagáis ilusiones, pobres desgraciados; no habéis logrado nada! El verdadero juicio todavía debe comenzar. Aunque acabéis vuestros días en libertad, temidos, honrados, e incluso con un espléndido funeral religioso, después de haber dado grandes ofertas a obras pías, no habréis logrado nada. El verdadero Juez os espera detrás de la puerta, y no se le puede engañar. Dios no se deja corromper.

Debería ser, por tanto, motivo de consuelo para las víctimas y de saludable susto para los violentos lo que dice Jesús al concluir su explicación sobre la parábola de la cizaña: «De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre».

 

 

El Papa encomienda a la Virgen María su «peregrinación penitencial» a Canadá

Este 22 de julio, el Santo Padre realizó su tradicional visita a la Basílica de Santa María La Mayor.

 

 
“Esta mañana, viernes 22 de julio, el Papa Francisco ha visitado la Basílica de Santa María La Mayor para rezar ante el icono de la Virgen Salus Populi Romani y encomendarle su próximo Viaje a Canadá. Al final regresó al Vaticano”, así informó la Oficina de Prensa de la Santa Sede en un comunicado en el cual da a conocer que, dos días antes de su partida hacia Canadá, el Pontífice visitó la Basílica de Santa María La Mayor para encomendar a la Virgen María su 37º Viaje Internacional, en programa del 24 al 30 de julio de 2022.

Oración silenciosa.

Ante el icono de la Virgen María, la Salus Populi Romani, patrona de la Ciudad de Roma, el Papa rezó unos instantes a solas, en silencio, sentado en su silla de ruedas, pidiendo protección y apoyo para lo que describió como una «peregrinación penitencial» que tiene como núcleo la reconciliación entre la Iglesia y los pueblos indígenas canadienses, víctimas en el pasado de políticas de asimilación perpetradas también por institutos religiosos católicos.

Una tradición desde el inicio de su pontificado

Recordamos que, desde el inicio de su pontificado, en marzo de 2013, el Papa Francisco, antes y después de cada Viaje Internacional, se detiene durante varios minutos en oración ante el icono mariano que se conserva en la capilla Borghese, tan querida por el pueblo de Roma. Se han realizado más de 60 visitas a esta Basílica mariana. Con motivo de su viaje a Canadá, el Papa viajó dos días antes (y no la víspera) de su salida de Roma a Edmonton, donde llegará en la tarde (hora italiana) del domingo 24 de julio. El Papa Francisco permanecerá en el país hasta el día 30, visitando no sólo Edmonton. sino también las ciudades de Maskwacis, Quebec e Iqaluit.

 

 

Reflexión sobre los fines de semana de los jóvenes

Voy a comentar algunas impresiones mías sobre los fines de semana. Lo hago con la esperanza de ayudar a reflexionar sobre ello a los jóvenes

 

 
Al hablar de este tema, me refiero al estilo que tienen muchos jóvenes de pasar las noches del fin de semana velando, y los días durmiendo. Y me dirijo a los jóvenes, no a los mayores, ya que, en vez de quejarnos, deberíamos plantearnos cómo os estamos ayudando con nuestro ejemplo para que podáis apreciar los grandes valores.

1) ¿SON NORMALES ESAS DIVERSIONES NOCTURNAS?

No creo que sea muy normal que los fines de semana los pasen pendientes de la diversión. Este estilo de vivir ni los eleva ni los dignifica. Y no olvidéis, jóvenes, que el tiempo libre puede ayudaros a ser personas, o puede destruiros. Si orientáis bien los fines de semana, vuestra personalidad puede salir fortalecida. Yo digo a los padres que si yo lo fuese, no me preocuparía de que mis hijos volviesen a casa a cualquier hora de la madrugada, si viese que mis hijos estaban bien formados; porque sabrían “estar” en cualquier parte, y sabrían adónde ir, con quién ir, y qué hacer. Pero si los hijos no están bien formados, cualquiera se los lleva y hace con ellos lo que quiere. Ejemplos de esto conocemos muchos.

Otro inconveniente de este tipo de vida para los cristianos es que, después de una noche en vela, no es fácil levantarse a tiempo para asistir a misa el domingo. Con ello se van desconectando de la comunidad cristiana en la acción de gracias a Dios, y va perdiendo el sentido religioso de la vida.

2) CONSECUENCIAS

Es posible que lo que hagan no sea malo, pero ¿son positivas las repercusiones que tiene? En mi tierra, cuando ven que una obra no ha estado bien realizada o ha salido defectuosa, suelen decir que “ha sido hecha en lunes”. Y es que después de tres noches en vela hasta la mañana, y de pasarse prácticamente tres días durmiendo, el cuerpo no está para bromas ni para el cumplimiento de las tareas laborales. Aparte de eso, se crea un clima de ligereza en cuanto a asumir las responsabilidades de cualquier tipo que sean. Vive uno pendiente de los ratos pasados o de los que va a pasar los próximos fines de semana en las discotecas o lugares de diversión.

A esto hay que añadir los accidentes que se producen a altas horas de la noche en los que los jóvenes son víctimas o causantes de muchos de ellos. Da pena pensar en tantas vidas jóvenes rotas o que han quedado disminuidas para siempre. Estos accidentes se producen, yo diría que tontamente, bien sea por el cansancio del día o de la noche, o por haber tomado alcohol un poquito más de lo debido, o por presentarse ante amigos y amigas como jóvenes “lanzados”, o en algunos casos, incluso, por algo de droga.

3) PADRES

Con respecto a vuestros padres, ¿creéis que hay derecho a que se pasen las noches de los fines de semana casi sin dormir, pensando que pueden ser sus hijos las víctimas del próximo accidente de las madrugadas de viernes a domingo? ¿No creéis que debiérais replantearos vuestro estilo de vivir, de disfrutar y de divertiros los fines de semana?

4) AUTORIDAD

Tampoco la autoridad puede cruzarse de brazos dimitiendo de su responsabilidad, porque está en juego el bien común; y al mismo tiempo que debe velar por la libertad, no puede separarla de su deber de velar por el bien común de los ciudadanos.

Y no es cuestión sólo de legislar; hay que hacer cumplir la legislación y, sobre todo, hay que capacitar a los ciudadanos, ya de pequeños, para que actúen movidos por valores. Y esto es fruto de la educación. De ahí que lo primero que debe preguntarse la autoridad es si está fomentando la educación en valores. Y aquí entra lo que tantas veces decimos los obispos, que es necesaria la formación religiosa o ética en la escuela. La leyes ayudan, pero lo principal es la educación.

5) TOMARSE LA VIDA EN SERIO

Jóvenes, tened sensatez y sed formales. Los jóvenes que mueren cada semana en nuestras carreteras no creían que serían ellos las siguientes víctimas. Tampoco vosotros creéis que vais a ser vosotros. ¿Por qué no os planteáis una nueva forma de divertiros sin que tengáis que exponeros ni exponer a los demás a perder inútilmente la vida? Esa manera tonta de pasar los fines de semana, ¿creéis que compensa los desvelos e insomnios de vuestros padres semana tras semana? Tened conocimiento y sensatez.

El hecho de que se estén perdiendo tantas vidas jóvenes los fines de semana, nos debe mover a plantearnos nuestras responsabilidades. Respetemos la libertad de los jóvenes como debemos respetar todas las libertades. Pero evitemos que se rompan tontamente sus vidas.

 

 

La vida es bonita. Vividla en plenitud. ¿Por qué no probáis una manera de vivirla que es viviendo la amistad con Cristo? El Papa dijo en Paría a los jóvenes de todo el mundo que acepten la invitación de Jesús a irse con Él. Y es que, como ha recordado, “sólo la adhesión a la fe da la felicidad”.

Decidíos a ser felices, queridos jóvenes.

 

 

¿Qué dice la Biblia sobre María Magdalena?

Ella es la anunciadora del acontecimiento más importante del cristianismo: la Resurrección.

 

 
María Magdalena es para la Iglesia Católica la feliz anunciadora del acontecimiento más importante del cristianismo: la Resurrección de Cristo. Y le agradecemos, a través del tiempo, su amor fiel que le permitió llorar con la Virgen al pie de la Cruz, acompañar el cuerpo de su Señor a la tumba y ser, también, testigo de su Resurrección. Nos alegramos con ella porque Cristo ha Resucitado.

Pero ¿qué dicen los Evangelios sobre María Magdalena? En primer lugar, los Evangelios presentan a María Magdalena como una discípula de Jesús, testigo presencial de su muerte en la cruz, y primera testigo de su Resurrección. En los cuatro evangelios hay doce referencias a ella, once de las cuales se vinculan directamente con la Pasión y Resurrección de Jesús (Mc 15, 40.47; 16,9; Jn 19, 25; 20,1-2; 11-18; Lc 24,1-11; Mt 27, 55-56.61; 28,1; Lc 24,10).

Sólo Lucas (8, 2) agrega el detalle de que “María, llamada la Magdalena” era la mujer a quien Jesús liberó de siete demonios. No se sabe nada más. Tampoco puede afirmarse que haya sido prostituta como se cree comúnmente. Ese error se debió a una confusión del Papa Gregorio el Grande en una homilía del año 591, en la que confundió a la pecadora arrepentida de Lc 7,37 con María Magdalena.

El Resucitado, fue enviada por el mismo Jesús a anunciar a los apóstoles la buena noticia. Juan Pablo II en la carta Mulieris Dignitatem se refirió a ella como la apóstol de los apóstoles, título que ya usaban los padres de la Iglesia en los primeros siglos y la describió como una de esas “mujeres que demostraron ser más fuertes que los apóstoles” en el momento de la crucifixión, permaneciendo al lado de Jesús.

El 10 de junio de 2016, la Santa Sede elevó por decreto la memoria de santa María Magdalena a grado de fiesta en el Calendario Romano General, y se le celebra el 22 de julio.

 

 

Santa Brígida de Suecia: noble, viuda, religiosa y bendecida con visiones
 
Dar los mensajes de Dios a los interesados (reyes y papas, algunos de ellos) no le resultó fácil ni le hicieron caso, pero obedeció siempre

 

 

Santa Brígida era hija del gobernador de Uplandia, la principal provincia de Suecia. Su madre era Ingerborg, hija del gobernador de Gotlandia oriental. Brígida quedó huérfana a los 12 años aproximadamente.

A los siete años tuvo una visión de la Reina de los cielos. La Pasión del Señor fue el centro de su vocación espiritual.

A los diez años, a raíz de un sermón sobre la Pasión de Cristo que le causó una fuerte impresión, soñó que veía al Señor clavado en la cruz y oyó estas palabras: «Mira en qué estado estoy, hija mía«. «¿Quién os ha hecho eso, Señor?», le preguntó ella. Y Cristo respondió: «Los que me desprecian y se burlan de mi amor».

Un matrimonio feliz

Antes de los 14 años se casó con Ulf Gudmarsson, que tenía 18, y fueron un matrimonio feliz durante 28 años. Tuvieron 4 hijas y 4 hijos. Una de las hijas sería santa Catalina de Suecia.

Brígida se distinguía por llevar una vida de señora feudal en Ulfassa, pero tenía interés en el fomento de la cultura y el estudio. También valoraba el diálogo con personas sabias y prudentes.

Primera dama de la reina

En torno a 1335, fue llamada a la corte del rey Magnus II para ser la principal dama de la reina Blanca de Namur.

Brígida se encontró entonces con un rey débil y una reina superficial e influenciable. Así que trató de que las personas de la corte fueran leales y supusieran una influencia positiva en los monarcas.
El rey y la reina le agradecían sus atenciones pero seguían su estilo de vida.

Visiones durante toda su vida

Entonces comenzó a tener visiones, de los más variados temas. Santa Brígida hubo de soportar entonces las burlas de la corte.

En cuanto a su familia, padeció por sus hijos. Su hija mayor se casó con un noble a quien la santa llamaba “El Bandolero” y su hijo pequeño murió.

Esto le llevó a peregrinar al santuario de san Olaf de Noruega y a su regreso se empeñó más en que los reyes llevaran una vida ordenada.

De nuevo volvió a fracasar: el rey estaba muy entregado a los vicios y la reina prefería pensar en el lujo.

La santa pidió entonces permiso para peregrinar a Santiago de Compostela con su marido.

A la vuelta del viaje, Ulf cayó gravemente enfermo. Pero en una visión san Dionisio le comunicó que su marido no moriría. Efectivamente, Ulf se curó; y el matrimonio decidió entregarse a Dios en la vida religiosa.

Ulf muere

Antes de haberse trasladado cada uno a un convento, Ulf murió. Ya viuda, Brígida se quedó en Alvastra cuatro años, apartada del mundo y con una vida penitente.

Como las visiones cada vez eran más frecuentes, tuvo miedo de que procedieran del diablo, así que decidió consultar al maestre Matías, canónigo de Linkoping. Este le confirmó que eran de Dios.

Desde aquel momento, santa Brigida fue comunicando las visiones al prior de Alvastra, quien al ver la acción de Dios a través de esa mujer decidió ponerlas por escrito.

En una de las visiones, Dios le mandó ir a ver al rey Magnus para amenazarle por su conducta, haciéndole considerar que le esperaba el juicio de Dios. Lo mismo hizo con la reina.

Magnus rectificó algún tiempo, incluso dotó al monasterio que santa Brígida acababa de fundar en Vadstena (esta fundación procedía también de una visión).

Redactó sus Constituciones y pronto se convirtió en el centro cultural y espiritual de Suecia.

En Roma

En 1350 viajó a Roma para celebrar el jubileo y decidió quedarse allí a vivir. En la Ciudad Eterna, que estaba en decadencia, se ocupaba de atender a los pobres mientras esperaba el regreso del Papa, que se había trasladado a Aviñón (ella le había aconsejado que volviera a Roma por una visión que había tenido, pero no le hizo caso).

Brígida destacó entonces por su generosidad y su entrega. Cada día daba de comer a los peregrinos suecos en su casa.

Viajando por Italia, en Bolonia se unió a ella su hija santa Catalina de Suecia, quien sería su más estrecha colaboradora hasta la muerte.

Santa Brígida iba actuando según las visiones de Dios le indicaban lo que tenía que hacer. Un día se le apareció san Francisco de Asís y le dijo: “Ven a beber conmigo en mi celda”. Y así viajó a Asís.

No solo a veces sus mensajes proféticos no eran escuchados por los interesados sino que le causaron sufrimiento.

Por ejemplo, después de predecir un castigo sobre los partidos que confundían a Roma, la echaron de su casa y tanto ella como su hija tuvieron que pedir limosna en el convento de las Clarisas.

Santa Brígida de Suecia falleció en Roma, después de una peregrinación a Tierra Santa y un regreso por Chipre y Nápoles, el 23 de julio de 1373. Tenía 71 años. Sus reliquias están el monasterio de Vadstena.

La fiesta de santa Brígida de Suecia se celebra el 23 de julio.

Patronazgo

Santa Brígida de Suecia es la patrona de su país.

Oración (escrita por santa Brígida)

¡Oh, Dulce Jesús!, herid mi corazón a fin de que mis lágrimas de amor y penitencia me sirvan de pan, día y noche. Convertidme enteramente, ¡oh, mi Señor!, a Vos. Haced que mi corazón sea vuestra habitación perpetua y que mi conversación os sea agradable. Que el fin de mi vida os sea de tal suerte loable que, después de mi muerte, pueda merecer vuestro Paraíso y alabaros para siempre en el Cielo con todos vuestros santos.
Amén.