Josafat Kunsevich, Santo

Memoria Litúrgica, 12 de noviembre

Obispo y Mártir

Martirologio Romano: Memoria de la pasión de san Josafat (Juan) Kuncewicz, obispo de Polock y mártir, que animó con constante celo a su grey a la unidad católica, cultivó con amorosa devoción el rito eslavo-bizantino y, en Vitebsk en Bielorusia, en aquel tiempo bajo la jurisdicción polaca, cruelmente asaltado por una multitud de personas adversaria a él, murió por la unidad de la Iglesia y por la verdad católica († 1623). 

Fecha de beatificación. 16 de mayo de 1643 por el Papa Urbano VIII
Fecha de canonización: 29 de junio de 1867 por el S.S. Pío IX

Breve Biografía

En Octubre de 1595, el metropolitano de los ortodoxos disidentes de Kiev y otros cinco obispos, que representaban a millones de rutenos (hoy llamados ucranianos), hallándose reunidos en Brest-Litovsk, ciudad de Lituania, decidieron someterse al Papa y estar en comunión con la Iglesia católica. Se trata de la histórica Unión de Brest. Esta unificación dio lugar a grandes controversias llegándose hasta la violencia. San Josafat por aquel tiempo era muy jovencito, pero aquellos eventos tendrían un profundo impacto en su vida ya que el mismo daría su vida por la unidad de la Iglesia.

Su nombre de bautismo era Juan Kunsevich. Su padre, que era un católico de buena familia, puso a su hijo en la escuela de su pueblo natal. Después Juan entró a trabajar como aprendiz en una tienda de Vilna, pero en vista de que el comercio no estaba en su corazón, empleaba sus tiempos libres aprendiendo el eslavo eclesiástico para comprender mejor los divinos oficios y poder recitar diariamente el oficio bizantino. Juan conoció por entones a Pedro Arcudius, rector del colegio oriental de Vilna, así como a los jesuitas Valentín Fabricio y Gregorio Gruzevsky, quienes se interesaron por él y le alentaron a seguir adelante. Al principio, el amo de Juan no veía con muy buenos ojos sus inquietudes religiosas, pero el joven supo cumplir tan bien con sus obligaciones, que el comerciante acabó por ofrecerle que se asociase con él y tomase por esposa a una de sus hijas.

Juan rehusó ambas proposiciones, pues estaba decidido a hacerse monje.

En 1601 ingresó en el monasterio de la Santísima Trinidad de Vilna. El santo indujo también a seguir su ejemplo a José Benjamín Rutsky, un hombre muy culto, convertido del calvinismo. Los dos jóvenes monjes empezaron juntos a trazar planes para promover la unión y reformar la observancia en los monasterios rutenos. Desde entonces se llamó Josafat, recibió el diaconado, después el sacerdocio y pronto adquirió fama por sus sermones sobre la unión con Roma.

Su vida personal era muy austera, ya que añadía a las penitencias acostumbradas en las reglas monásticas del oriente, otras mortificaciones tan severas, que en más de una ocasión le criticaron los mismos monjes. En el proceso de beatificación el burgomaestre de Vilna declaró que «no había en el pueblo ningún religioso más bueno que el P. Josafat.»

Josafat, al notar que su superior, Samuel, el abad del monasterio de la Santísima Trinidad, manifestaba tendencia a separarse de Roma, se lo advirtió a sus superiores. El arzobispo de Kiev sustituyó a Samuel por Josafat. Bajo su gobierno, el monasterio se repobló. Ello movió a sus superiores a retirarle del estudio de los Padres orientales para que fundase otros monasterios en Polonia.

En 1614, Rutsky fue elegido metropolitano de Kiev y Josafat Ie sucedió en el cargo de abad de Vilna. Cuando el nuevo metropolitano fue a tomar posesión de su catedral, Juan le acompañó en el viaje y aprovechó la ocasión para visitar el famoso monasterio de las Cuevas de Kiev. Pero la comunidad de dicho monasterio, que se componía de más de 200 monjes, estaba relajada y el reformador católico estuvo a punto de ser arrojado al río Dnieper. Aunque sus esfuerzos por hacer volver a la unidad a la comunidad fracasaron, su ejemplo y sus exhortaciones consiguieron hacer cambiar un tanto la actitud de los monjes.

Obispo ejemplar

En 1617, el P. Josafat fue consagrado obispo de Vitebsk con derecho de sucesión a la sede de Polotsk. Pocos meses después murió el anciano arzobispo de esa sede y Josafat se halló al frente de una eparquía extensa pero poco fervorosa. Muchos se inclinaban al cisma porque temían que Roma interfiriese en sus ritos y costumbres. Las iglesias estaban en ruinas y se hallaban manos de los laicos. Muchos miembros del clero secular habían contraído matrimonio, algunos varias veces. La vida monástica estaba en decadencia. Josafat pidió ayuda a algunos de sus hermanos de Vilna y emprendió la tarea: reunió sínodos en las ciudades principales, publicó e impuso un texto de catecismo, redactó una serie de ordenaciones sobre la conducta del clero y combatió la interferencia de los «señores» en los asuntos de las iglesias locales. A todo ello añadió el ejemplo de su vida, su celo en la instrucción, la predicación, la administración de sacramentos y la visita a los pobres, a los enfermos, a los prisioneros y a las aldeas más remotas.

Hacia 1620, prácticamente toda la eparquía era ya sólidamente católica, el orden estaba restaurado y el ejemplo de aquel puñado de hombres buenos había producido un renacimiento de la vida cristiana. Pero en ese mismo año, disidentes en la región que se había unido a Roma, establecieron obispos paralelos, contrarios a Roma. Así, un tal Melecio Smotritsky fue nombrado arzobispo de Polotsk, sede de San Josafat, y se dedicó enérgicamente a destruir la obra del arzobispo católico, diciendo que Josafat se había «convertido al latinismo», que iba a obligar a sus fieles a seguir su ejemplo y que el catolicismo no era la forma tradicional del cristianismo ruteno. La nobleza y la mayoría del pueblo estaban por la unión, pero habían zonas disidentes. Un monje llamado Silvestre Smotritsky recorrió las poblaciones de Vitebsk, Mogilev y Orcha sublevando a la gente contra el catolicismo. Cuando el rey de Polonia proclamó un decreto afirmando que Josafat era el único arzobispo legítimo de Polotsk, se produjeron desórdenes no sólo en Vitebsk, sino en la misma Vilna. El decreto fue leído públicamente en presencia del santo y éste estuvo a punto de perder la vida.

El canciller de Lituania, León Sapieha, que era católico, temeroso de los resultados políticos de la inquietud general, prestó oídos a los rumores esparcidos por los disidentes que, fuera de Polonia, acusaban a San Josafat de haber sido el causante de los desórdenes con su política. Así pues, en 1622, Sapieha escribió al santo acusándole de emplear la violencia para mantener la unión, de exponer el reino al peligro de una invasión de los cosacos, de sembrar la discordia entre el pueblo, de haber clausurado por la fuerza ciertas iglesias no católicas y de otras cosas por el estilo. Tan solo era cierto que Josafat había pedido el auxilio del gobierno para recobrar la iglesia de Mogilev, de la que se habían apoderado los disidentes. El arzobispo tuvo que hacer frente también a la oposición, las críticas y la falta de comprensión de algunos católicos. Una de las razones por la que que una parte del pueblo fácilmente se dejó llevar por las falsas acusaciones era para evitar la disciplina y las exigencias morales del renacimiento católico.

En octubre de 1623, sabedor de que Vitebsk era todavía el centro de la oposición, decidió ir allá personalmente. Sus amigos no lograron disuadirle ni convencerle de que llevase una escolta militar. «Si Dios me juzga digno de merecer el martirio, no temo morir´», respondió San Josafat. Así pues, durante dos semanas predicó en las iglesias de Vitebsk y visitó a los fieles sin distinción alguna. Sus enemigos le amenazaban continuamente y provocaban a sus acompañantes para poder asesinarle aprovechando el desorden. El día de la fiesta de San Demetrio, una turba enfurecida rodeó al mártir, el cual les dijo:
«Sé que queréis matarme y que me acecháis en todas partes: en las calles, en los puentes, en los caminos, en la plaza central. Pero yo estoy entre vosotros como vuestro pastor y quiero que sepáis que me consideraría muy feliz de dar la vida por vosotros. Estoy pronto a morir por la sagrada unión, por la
supremacía de San Pedro y del Romano Pontífice.»

Martirio

Smotritsky, fomentador de la agitación, probablemente solo pretendía obligar al santo a salir de la ciudad. Pero sus partidarios empezaron a tramar una conspiración para asesinar a Josafat el 12 de noviembre, a no ser que se excusase ante ellos por haber empleado la violencia. Un sacerdote llamado Elías fue el encargado de penetrar en el patio de la casa del arzobispo e insultar a sus criados por su religión y al amo a quien servían. Como la escena se repitiese varias veces, San Josafat dio permiso a sus criados de arrestar al sacerdote, si volvía a presentarse. En la mañana del 12 de noviembre, cuando el arzobispo se dirigía a la iglesia para el rezo del oficio de la aurora, Elías le salió al encuentro y comenzó a insultarle. El santo dio entonces permiso a su diácono para que mandase encerrar al agresor en un aposento de la casa. Eso era precisamente lo que deseaban sus enemigos que buscaban pretexto para atacarle. Al punto, echaron a vuelo las campanas, y la multitud empezó a clamar que se pusiese en libertad a Elías y se castigase al arzobispo.

Después del oficio, San Josafat volvió a su casa y devolvió la libertad a Elías, no sin antes haberle amonestado. A pesar de ello, el pueblo penetró en la casa, exigiendo la muerte de Josafat y golpeando a sus criados. El santo salió al encuentro de la turba y preguntó: «¿Por qué golpeáis a mis criados, hijos míos? Si tenéis algo contra mí, aquí estoy; dejadlos a ellos en paz.» (Palabras muy parecidas a las de Santo Tomás Becket en ocasión semejante). La turba comenzó entonces a gritar: «¡Muera el Papista!», y San Josafat cayó atravesado por una alabarda y herido por una bala. Su cuerpo fue arrastrado por las calles y arrojado al río Divna.

El martirio del santo produjo como resultado inmediato un movimiento en favor de la unidad católica. Desgraciadamente, la controversia se prolongó con violencia y los disidentes tuvieron también un mártir, el abad Anastasio de Brest, quien fue ejecutado en 1648. Por otra parte, el arzobispo Melecio Smotritsky se reconcilió más tarde con la Santa Sede.

La gran reunión rutena existió, con altos y bajos, hasta que, después de la repartición de Polonia, los soberanos rusos obligaron por la fuerza a los rutenos católicos a unirse con la Iglesia Ortodoxa de Rusia. El comunismo favoreció la opresión de la fe católica. Hoy como ayer es necesaria la intercesión y el ejemplo de San Josafat a favor de la unión en la verdad y el amor.

San Josafat Kunsevich fue canonizado en 1867 por el Papa Pío IX. Fue el primer santo de la Iglesia de oriente canonizado con proceso formal de la Sagrada Congregación de Ritos. Quince años más tarde, León XIII fijó el 14 de noviembre como fecha de la celebración de su fiesta en toda la Iglesia de occidente. La reforma litúrgica movió la fiesta al 12 de noviembre.

El Papa Pío XI declaró a San Josafat Patrón de la Reunión entre Ortodoxos y Católicos el 12 de noviembre de 1923, III centenario de su martirio.

El 25 de Noviembre de 1963, durante el Concilio Vaticano II y por petición del Papa Juan XXIII, quién estaba muy interesado en la unidad, el cuerpo de San Josafat finalmente encontró su descanso en el altar de San Basilio en la Basílica de San Pedro.

No vivamos la vida a la carrera

Santo Evangelio según san Lucas 17, 26-37. Viernes XXXII del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, quiero escuchar tu voz. Cuántas veces mi corazón está preocupado por muchas cosas. Cuántas veces voy corriendo de un lado a otro. Y en el fondo te busco a ti. Cuando me quedo delante en silencio, delante de ti, en la Eucaristía, experimento esa paz profunda que me permite maravillarme de tu amor silencio. Por eso vengo a tus pies, me meto en el fondo de tu corazón y permanezco en silencio.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 17, 26-37

En aquellos días, Jesús dijo a sus discípulos: «Lo que sucedió en el tiempo de Noé también sucederá en el tiempo del Hijo del hombre: comían y bebían, se casaban hombres y mujeres, hasta el día en que Noé entró en el arca; entonces vino el diluvio y los hizo perecer a todos.

Lo mismo sucedió en el tiempo de Lot: comían y bebían, compraban y vendían, sembraban y construían, pero el día en que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y los hizo perecer a todos. Pues lo mismo sucederá el día en que el Hijo del hombre se manifieste.

Aquel día, el que esté en la azotea y tenga sus cosas en la casa, que no baje a recogerlas; y el que esté en el campo, que no mire hacia atrás. Acuérdense de la mujer de Lot. Quien intente conservar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará.

Yo les digo: aquella noche habrá dos en un mismo lecho: uno será tomado y el otro abandonado; habrá dos mujeres moliendo juntas: una será tomada y la otra abandonada».

Entonces, los discípulos le dijeron: «¿Dónde sucederá eso, Señor?» Y él les respondió: «Donde hay un cadáver, se juntan los buitres».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

¿Cuándo llegará el día de mi muerte? Sin duda que algunas veces escuchamos mensajes apocalípticos anunciados en las carteleras del cine. O podríamos leer innumerables libros que describen el fin del mundo. Pero si vamos un poco más a fondo nos podemos dar cuenta de que algunas veces pensamos en cómo nos gustaría morir. Lo hablamos con los amigos y al mismo tiempo escuchamos sus propias expectativas.

Unos dicen a mí me gustaría vivir muchos años, otros, por el contrario, prefieren aprovechar al máximo los primeros años de la juventud y después pasar a mejor vida. También escucharemos que algunos prefieren una muerte rápida y otros una agonía lenta pero sin dolor. Pero cuántas veces escuchamos también de aquel chico que murió repentinamente, aquel familiar que en un momento le dio un infarto y, cada uno, puede darse cuenta que la muerte llega de un momento a otro sin llamar a la puerta.

Una vez le preguntaron a santo Domingo Savio, que haría si supiese que ese mismo día muriese. Él, con su sencillez infantil, dijo que seguiría jugando. Y he ahí el secreto. Este pequeño santo vivía preparado para el encuentro con Dios. Tenía la puerta abierta y no tenía un calendario. Vivía los acontecimientos más ordinarios con amor. A veces se puede vivir la vida a la carrera sin disfrutar cada momento. Podemos pasar por un parque sin disfrutar de la flor que ha nacido. Podemos visitar muchos países sin pararnos a contemplar una pintura. Podemos ser cristianos sin ser amigos de Jesús.

«¡Cuánta gente buena hemos conocido y conocemos!, y decimos: «esta persona es un santo». Lo decimos, nos viene espontáneamente. Estos son los santos de la puerta de al lado, los que no están canonizados pero viven con nosotros. Imitar sus gestos de amor y de misericordia es un poco como perpetuar su presencia en este mundo. Y, en efecto, esos gestos evangélicos son los únicos que resisten a la destrucción de la muerte: un acto de ternura, una ayuda generosa, un tiempo dedicado a escuchar, una visita, una palabra buena, una sonrisa… Ante nuestros ojos estos gestos pueden parecer insignificantes, pero a los ojos de Dios son eternos, porque el amor y la compasión son más fuertes que la muerte».

(Ángelus, de S.S. Francisco, 1 de noviembre de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy Jesús, viviré el día haciendo cada cosa lo mejor posible. Si estoy trabajando pondré todo el esfuerzo en hacerlo bien, si hablo con alguien le prestaré atención,… Viviré cada cosa con sencillez y con pasión.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

¿Y si hoy fuera el último día de mi vida?

Hay una fecha en el calendario, que sólo Dios conoce, no la conocemos nosotros. La muerte no avisa, simplemente llega.

No pretendemos asustar a nadie, al hablar de la muerte. Vamos a considerarla como maestra de vida, vamos a decirle que nos enseñe a vivir. Será una maestra severa, pero nos dice la verdad. Aunque sólo fuera para que no nos ocurra aquello de: ¨cuando pude cambiar todo, arreglar todo, no quise hacerlo; y, ahora que quiero, ya no puedo”.

Vivir como si fuera hoy el último día de mi vida, es una fantástica forma de vivir. A la luz de este último día debiéramos analizar todas las decisiones grandes y pequeñas de la vida. Ahora nos engañamos, hacemos cosas que no nos perdonaremos a la hora de la muerte. Simplemente analiza esto: Si hoy fuera el último día; ¿qué pensarías de muchas cosas que has hecho hasta el día de hoy? En ese último día pensarás de una forma tan radicalmente distinta del mundo, de Dios, de la eternidad, de los valores de esta vida.

Si nosotros no pensamos en la muerte, ella sí piensa en nosotros. Dios nos ha dado a cada uno un cierto número de años, y, desde el día que nacemos, comienza a caminar el reloj de nuestra vida, el que va a contar uno tras otro todos los días, el que se parará el último día, el de nuestra muerte. Este reloj está caminando en este momento. ¿Me encuentro en el comienzo, a la mitad, cerca del final? ¿Quizá he recorrido ya la mitad del camino?

Si alguna vez he visto morir a una persona, debo pensar que por ese trance tengo que pasar yo también. La muerte no respeta categorías de personas: mueren los reyes, los jefes de estado, los jóvenes, los ricos y los pobres. Como decía hermosamente el poeta latino Horacio: “La muerte golpea con el mismo pie las chozas de los pobres y los palacios de los ricos”.

Hay una fecha en el calendario, que sólo Dios conoce, no la conocemos nosotros. La muerte no avisa, simplemente llega. Podemos morir en la cama, en la carretera, de una enfermedad…, algunos hemos tenido accidentes serios; pudimos habernos quedado ahí.

La muerte sorprende como ladrón, según la comparación puesta por el mismo Cristo hablando de la muerte. No es que nos pongamos pesimistas. Él quería que estuviéramos siempre preparados. Sus palabras exactas son: “Vigilad, porque no sabéis el día ni la hora; a la hora que menos penséis, vendrá el Hijo del Hombre”. El ladrón no pasa normalmente tarjeta de visita; llega cuando menos se piensa. Nadie de nosotros tenemos escrito en nuestra agenda: “Tal día es la fecha de mi muerte y la semana anterior debo arreglar todos mis asuntos, despedirme de mis familiares, para morir cristianamente”.
Si somos jóvenes, estamos convencidos de que no moriremos en la juventud; nos sentimos con un gran optimismo vital: “No niego que voy a morir algún día, pero ese día está muy lejano”. Si es uno mayor, suele contestar: “Me siento muy bien”.

La experiencia nos demuestra que cada día mueren en el mundo alrededor de 200 mil personas. Entre ellos hay hombres y mujeres, jóvenes y viejos, y muchos niños. Ningún momento más inoportuno para la cita con la muerte que un viaje de bodas; y, sin embargo, varios han muerto así. Con 20 años en el corazón parece imposible morir, y sin embargo, se muere también a los 20 años. Recuerdo una persona que sacó su boleto de México a Monterrey y sólo caminó 15 kms.

Puesto que hemos de morir sin remedio, no luchemos contra la muerte sino a favor de la vida. Si hemos de morir, que sea de amor y no de hastío.

Los gobiernos deben luchar contra la pornografía infantil, es como la mafia

El Papa Francisco habla para la revista francesa Paris Match.

Fuente: Vatican News

Los grupos responsables de la producción de pornografía infantil «se comportan como mafias que se esconden y defienden» y «los gobiernos deben tomar medidas» contra este fenómeno «lo antes posible». Así lo dijo el Papa Francisco en una entrevista con Caroline Pigozzi para la revista francesa Paris Match, al tiempo que calificó de «vergüenza» el escándalo de los abusos en la Iglesia.

Lucha contra Covid en favor de los más pobres

A la pregunta de qué puede hacer la Iglesia para que la lucha contra el Covid no beneficie a unos pocos, como las empresas farmacéuticas que producen las vacunas, Francisco respondió describiendo el eficaz trabajo de la Comisión vaticana creada en el seno del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, que ha implicado a Iglesias, instituciones y voluntarios en acciones concretas para combatir la pandemia sobre el t14:39

Algunos de los retos actuales

A continuación, el Papa habló de los proyectos futuros, de los «nuevos desafíos a los que hay que prepararse», de la reforma de la Curia: «Desde mi elección al trono de Pedro, he tratado de poner en práctica lo que los cardenales pidieron durante las reuniones previas al cónclave. No todo se ha conseguido hasta ahora».

Santo Padre, ¿cómo está?

También le preguntó por su salud, unos meses después de la operación a la que se sometió en el Hospital Gemelli: «Está bien», respondió el Papa, «llevo una vida normal y puedo trabajar al mismo ritmo que antes.

La entrevista aparecerá en el libro «Pourquoi eux» (Por qué ellos), publicado por la editorial Plon, que saldrá a la venta el 18 de noviembre, en el que Caroline Pigozzi relata sus encuentros con Papas, jefes de Estado y otras personalidades.

¿Qué hago con mi dinero?

La Iglesia y el trabajo humano / Desarrollo humano y laboral

Luis es el mayor de cinco hijos; acaba de cumplir 18 años y ahora que se gradúa de la preparatoria planea un viaje con sus amigos de toda la vida; es un regalo que sus padres le darán a pesar del sacrificio económico que representa para la familia. Sus padres siempre han buscado que él y sus hermanos tengan todo lo necesario en su educación, salud y recreación.Tres días antes de la salida a su viaje, Ana, la hermana menor de Luis, es hospitalizada debido a una rara enfermedad pulmonar. El diagnóstico es incierto y Ana tendrá que estar unas semanas internada en observación. Esta es una situación nueva que angustia a la familia. La salud de Ana es frágil y su recuperación requerirá tiempo y… dinero.Dinero, dinero, dinero…

El dinero es siempre un tema delicado. No se puede hablar fácilmente de él y separa a las personas entre ricos y pobres. Esta división entre ricos y pobres es una separación práctica pero no es natural. Todos somos personas y nuestro valor más auténtico va más allá del grosor de nuestras billeteras, pero tristemente en la vida diaria, sí que se perciben distinciones entre quienes tienen y quienes no.

¿Deberían los gobiernos asegurarse de que todos tengan lo mismo?, o simplemente permitir que cada quien acumule lo que pueda. Tener o no tener; en economía y política, esa es la pregunta. Y es que si hablamos de sistemas económicos pronto nos encontramos con una variedad de opciones que hacen difícil que dos personas se pongan de acuerdo. No todo es blanco y negro.

¿Qué hago con lo que tengo?

Independientemente del país y del sistema económico en que nos encontremos todos somos responsables del correcto uso de los bienes. Luis, el protagonista de nuestra historia, ya tenía planes antes de la enfermedad de su hermana menor; ese dinero ya estaba destinado a cubrir los gastos de su viaje. Pero ahora las prioridades han cambiado. Los padres de Luis, incapaces de solventar todos los gastos tendrán que reajustar su gestión. Ahora la diversión pasa a un plano muy secundario; todos tendrán que apretarse el cinturón un poco.  

Imagina que Luis fuera un mal hermano y una persona egoísta, que insistiera en que ya se le había prometido un viaje y que ahora no es  justo que se le quite ese bien. Imagina que intentara convencer a sus papás de que pagaran el viaje. Cuesta imaginarse a alguien así, ¿verdad?
Nuestra actitud…

En una familia es fácil ver que una actitud como la de Luis no es correcta ni humana. ¿Cómo puede un hermano mayor preferir su propia diversión por encima de la salud de su hermana menor? El problema es que esto sí se da a gran escala entre grupos de personas y entre sectores sociales. Claman al cielo las diferencias abismales que separan a ricos y pobres en muchas partes del mundo. Son contados los países en los que hay poca diferencia entre los que tienen más y los que tienen menos. En el resto del mundo, se vive como si los ricos olvidaran que tienen hermanos menores pobres.

Los bienes con que contamos no son infinitos, pero sí deberían ser suficientes. En el Evangelio de Lucas (19, 1-10) se narra el encuentro entre Jesús y un hombre llamado Zaqueo.
Las riquezas en la Biblia

Zaqueo era jefe de publicanos y era rico. Llama la atención que en un momento Zaqueo se pone de pie y promete que dará la mitad de sus bienes a los pobres y pagará el cuádruple si ha defraudado a alguno. Jesús asegura que ese día llegó la salvación a la casa de Zaqueo.

Seguramente Zaqueo era un hombre audaz en los negocios; Jesús reconoce eso, no le pide que renuncie a todos sus bienes como haría con el Joven Rico (Mt. 10, 17-30); cada uno tiene una misión particular con exigencias particulares.

Jesús quería que Zaqueo fuera inteligente y generoso; que usara sus talentos para mejorar la situación de quienes lo rodeaban. La sociedad necesita de más Zaqueos, de personas capaces que tengan su corazón y su esperanza puesta en Dios y sus ojos y sus manos dedicadas al prójimo.
Creatividad y generosidad

Lo que falta no es dinero sino creatividad y generosidad. Entre los hombres unos tienen más capacidades y otros tenemos menos; el siervo inútil de la parábola de los talentos (Mt. 25, 14-30) es el que entierra lo que ha recibido, ya sea por miedo o por egoísmo. Y al final en esa Parábola el hombre que había recibido más talentos y los usa bien termina recibiendo los que desaprovechó el timorato (o egoísta).

Yo siempre me pregunto, ¿seré yo capaz de solucionar la pobreza en el mundo? Probablemente no la pobreza de todo el mundo, pero sí creo que soy responsable de la pobreza de mi prójimo. Y es que de la misma manera en que Luis tendrá que renunciar a un bien legítimo para que se recupere su hermana, así yo también tendré que preguntarme si hay algo en mi vida a lo que tengo que renunciar para que mis hermanos más pobres estén mejor.

En la familia humana también hay que apretarse el cinturón.

Aire fresco

A cada día le basta su afán (cf. Mt 6,34)

El ambiente, enrarecido, oprime nuestro corazón. Sentimos que el aire es poco sano. Las tensiones acumuladas nos aturden.

Necesitamos una bocanada de aire fresco. Abrimos la ventana del alma en espera de un poco de alivio.

En la vida humana hay momentos en los que brisas de belleza, de bondad, de justicia, de ternura, alivian y consuelan.09:19

Frente a los problemas que se acumulan poco a poco, o que llegan como granizadas dañinas, sentir la caricia de un aire renovador y suave nos consuela y nos ayuda a reemprender la lucha.

Levanto la cabeza. Por encima de las nubes, un color diferente me enseña un panorama más completo.

Existe un cielo, existe un juicio, existe un Dios que es justicia y misericordia. Quedan espacios para la esperanza y para la alegría.

El aire fresco alivia. El calor deja de oprimir mi alma. Siento una paz que se explica desde Dios y que me lanza a pensar en mis hermanos.

El reloj corre. Los problemas no durarán eternamente. Siguen ahí, es cierto, pero los veo desde una perspectiva diferente.

Con el alivio y la fuerza que me llegan como don de Dios Padre pongo, nuevamente, las manos en el arado. Y recuerdo que a cada día le basta su afán (cf. Mt 6,34).

San Josafat, un mártir de la unidad de los cristianos rusos

Mykola Swarnyk / CC BY-NC 2.0

Dolors Massot – publicado el 12/11/14

Patrón de Ucrania y de quienes trabajan por la unidad de los cristianos

Josafat Kuncewicz nació en 1580 en una familia noble. Se bautizó en la Iglesia bizantina separada de Roma que se había extendido a territorios rusos y en las regiones vecinas. Pero fue a formarse a Vilnius (actual Lituania) y allí descubrió la fe católica y se convirtió.

Ingresó en el monasterio de san Basilio. Se convirtió en sacerdote y se dedicó a que los católicos estuvieran unidos a la Iglesia de Roma. Era hombre de oración, mortificado, austero.

Recuperar a los cismáticos

El papa Pablo V lo nombra arzobispo de Polotsk (actual Bielorrusia). Su objetivo es la recuperación de los cristianos cismáticos: rechaza inmiscuirse en política y se entrega al ministerio pastoral.

Restaura la catedral, construye iglesias y monasterios… recupera para Roma a muchos ortodoxos. Esto despierta envidias y calumnias.

Asesinado en su casa

Un presbítero llamado Elías, junto con algunos clérigos cismáticos, entra un día de 1623 en su casa. Lo insultan, lo golpean y lo matan a hachazos. En la calle lo rematan de dos disparos.

Arrojan el cadáver al río Duna, pero a los cinco días se recuperan sus restos y son llevados a la catedral de Vitebsk. Poco después, a la sede arzobispal de Polotsk.

Conversión de su enemigo

Cuatro años más tarde, el obispo cismático de Polotsk (que tanto lo había atacado) se convertirá al catolicismo y hará la profesión de fe en Roma ante el Papa.

Santo patrón San Josafat es patrono de las personas que trabajan por la unidad de los cristianos. También es patrón de Ucrania. Oración

Señor, aviva en tu Iglesia el Espíritu que impulsó a san Josafat a dar la vida por su rebaño,
y concédenos, por su intercesión, que el  mismo Espíritu nos dé fuerza
para que no dudemos en entregar nuestra vida por los hermanos.
Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.


Acabamos de escuchar en el evangelio el anuncio de que ha cambiado la historia humana y ha abierto para todos un horizonte fundamental de esperanza: Jesús de Nazaret, el crucificado, ha resucitado. Es la buena nueva que llena de alegría y toda la vida de los cristianos. Incluso en este tiempo de pandemia, porque nos dice que la vida tiene sentido, que el dolor y la muerte no tienen el dominio último de la existencia humana porque Jesucristo resucitado nos abre de par en par las puertas de la vida inmortal

Tal y como hemos oído, las primeras en recibir el anuncio de la resurrección son las tres mujeres que el domingo por la mañana fueron al sepulcro llevando especies aromáticas para acabar de ungir el cuerpo de Jesús. Están preocupadas por cómo lo harán para hacer rodar la gran piedra redonda que cerraba el sepulcro. Pero al llegar, constatan con estupor que la piedra ha sido removida y que el cuerpo de Jesús no está en el sepulcro. Hay un joven -según el evangelista Marco- que les dice que no tengan miedo, que Jesús de Nazaret no está allí, que ha resucitado. Además, les encarga que vayan a anunciarlo a Pedro ya los demás discípulos y les digan que vayan a Galilea y allí verán a Jesús. Pero la reacción de las mujeres no es de alegría. Asustadas y llenas de miedo, huyen del sepulcro sin comunicar el mensaje ni decir nada a nadie. A nosotros nos sorprende esta reacción y nos parece que habrían tenido que salir corriendo a anunciar la Buena Nueva. Sin embargo, no lo hacen. Quizás las frena el estupor sagrado de estar tan cerca de un hecho que manifiesta el misterio de Dios y su intervención en la resurrección de Jesús. Pero, además, les cuesta entender y aceptar la novedad del anuncio que les han hecho. Les cuesta comprender el misterio de la vida que brota de la muerte. Tienen miedo ante lo que les es radicalmente desconocido. Y, sin embargo, el mensaje que han recibido será el núcleo central de la fe cristina.

Por suerte su fuga y su silencio fueron pasajeros y el anuncio se fue extendiendo. Y lo fue repitiendo la Iglesia antigua: Jesús de Nazaret, el crucificado, ha resucitado, subrayando siempre la identidad de quien fue clavado en la cruz y de lo que va resucitado. Todavía hoy el pueblo cristiano anuncia en todo el mundo que Jesús de Nazaret vive y es vencedor del mal, del pecado y de la muerte. Su resurrección nos ofrece una nueva visión del ser humano, del sufrimiento, de la muerte, de la historia, del mundo.

El evangelio de esta noche santa nos invita a no quedarnos mirando el sepulcro vacío, donde Jesús no está. Por el contrario, nos invita a ir a Galilea que es donde se encuentra el Resucitado. No en la Galilea geográfica de paisajes entrañables a la que fueron convocados apóstoles, según hemos oído, sino en la Galilea espiritual. Porque la Galilea geográfica, donde Jesús anunció por primera vez el Reino de Dios, es un símbolo de la Galilea espiritual.

El evangelio de esta noche nos dice ir al lugar en el que resuena constantemente el anuncio del Evangelio, donde podemos vivir la intimidad con Jesús escuchando su voz y dialogando con él en la oración. En la Galilea espiritual se nos dice hacer obra de justicia y de misericordia, se nos invita a abnegarnos siguiendo el modelo de Jesús hasta tomar la propia cruz para seguirlo construyendo cada día el Reino hasta el momento que seremos llamados a participar de su gloria pascual. Él, resucitado, el Viviente, nos va delante abriéndonos el camino y nos hace participar de su misión.

La solemnidad de Pascua, pues, no nos trae sólo el gozo de la resurrección de Jesús, el Señor. Nos hace compartir, también, la vida nueva que él nos comunica desde que por el bautismo fuimos incorporados sacramentalmente a su Pascua y, como dice el Apóstol, empezamos a resucitar junto a Cristo (Col 3, 1). Por eso a lo largo del velatorio hemos ido encontrando muchas referencias al agua como alegoría del bautismo. Se nos ha hablado del agua que da vida, del agua que ahoga el mal y se vuelve paso hacia una realidad nueva y salvadora, del agua que sacia la sed del corazón y que por eso lo tenemos que delear cómo la cierva delea el agua del torrente; se nos ha hablado, también, del agua que brota de las fuentes de El Salvador con una expresión que nos remite al lado abierto de Jesús sobre la cruz de donde brotó sangre y agua; se nos ha hablado, todavía, del agua pura que Dios vierte sobre su pueblo para purificarlo de toda mácula y sacarle el corazón de piedra para darle uno de carne. Y finalmente, se nos ha hablado del agua bautismal que nos ha sumergido en la muerte de Cristo -como decía san Pablo- para que nosotros emprendamos una vida nueva viviendo ya en él hasta el momento de nuestra participación eterna en la resurrección de Jesucristo. Pascua, por tanto, es también la fiesta gozosa de nuestra incorporación a la vida nueva que Cristo resucitado nos comunica. Es la fiesta del inicio del intercambio de vida entre él y cada uno de nosotros. Y por eso es la fiesta de nuestra filiación divina.

María se fue decididamente a la Montaña de Judá para visitar a su prima Isabel. La Providencia divina ha relacionado espiritualmente estas dos montañas en torno a la persona de Santa María, la Madre de Jesús y por eso Madre de Dios.

El evangelio es uno de los pasajes más bellos y más llenos de alegría de toda la Sagrada Escritura. Hemos escuchado cómo María iba a visitar Isabel. Lo hacía, decía el evangelista, con decisión, con convencimiento, con amor. En el momento de recibir el anuncio de que sería Madre de Jesús, el Mesías Salvador, y ante su extrañeza por algo tan grande y tan insólito, sin que ella lo pidiera, le fue dicho, como una señal de que no hay nada imposible para Dios, que su prima, ya mayor, esperaba a un hijo (cf. Lc 1, 36). María no se quedó, pues, en casa meditando el don de la maternidad que había recibido, sino que se va a casa de Isabel, no para comprobar la veracidad de lo dicho, sino para ayudar. Ella, la madre del Señor, como le dice la prima, no viene a casa de ella para ser servida sino para servir. Porque María no vive para sí misma sino para los demás. Por eso se pone en camino llevando al Hijo de Dios a las entrañas, con el corazón lleno de “magnificado”, bajo el impulso del amor y el deseo de servir.

En este encuentro entrañable se encuentran la fe, la humildad la voluntad de servir y la alabanza a Dios de María con la maravilla y la alegría que experimenta Isabel que alaba a María por haber creído y por su maternidad. Pero sobre todo, en el encuentro de ambas mujeres, está la presencia de Jesucristo y la acción del Espíritu Santo. Todo en la mayor simplicidad impregnada del amor fiel de Dios. María, con el hijo en las entrañas, es la nueva arca de la alianza portadora de la presencia de Dios ante la que, como un nuevo David (cf. 2S 6, 2-16)), Juan Bautista salta de júbilo dentro de las entrañas de su madre.

También aquí es sitio de visitación.

Dios, en su amor, ha querido que en esta CASA DE PAX se hiciera presente espiritualmente la Virgen María. Esta presencia espiritual de Santa María desde hace años, ha convertido este lugar en un espacio de encuentro con ella para que ella nos muestre a Jesús, tal y como bellamente expresa la Imagen de nuestra Virgen  de Lourdes y Morena.

PAX es pues, lugar de encuentro con María, lugar de visita. Pero, ¿quién visita a quien? En la montaña de Judá fue María quien visitó Isabel. En PAX, paradójicamente, en el fondo es ella quien nos visita y otorga los frutos de la visitación a su prima Isabel. Visitándonos, nos presenta a Jesucristo para que le dejemos entrar más y más en nuestras vidas hasta que nuestra persona sea plenamente evangelizada. Visitándonos y presentándonos Jesucristo nos hace experimentar el gozo del Espíritu Santo, nos invita a crecer en el amor y a ponernos, como ella, al servicio de los demás. Nos invita y nos ayuda con su intercesión.

Hoy, con la Virgen María magnificamos al Señor por las maravillas que ha obrado en ella desde la concepción inmaculada y la plenitud de la gracia hasta la asunción al cielo. Magnificamos al Señor, también, por las obras que ha hecho y hace a nuestro favor y de toda la humanidad. Y, al mismo tiempo, proclamamos bienaventurada a María por su fe, por las grandes obras que Dios ha hecho en ella. Y pidámosle que nos sea madre de consuelo y de esperanza, patrona solícita de nuestro Pueblo en esta hora que estamos aquejados por la pandemia y sus graves consecuencias, pero que experimentamos también las capacidades de nuestra sociedad para hacerlo frente y envigorar el tejido social mientras se desarrolla una economía al servicio de las personas ya favor sobre todo de los más pobres e injustamente dejados de lado. Y le pedimos, aún, que ayude al gobierno que se pueda formar, el Parlamento y todas las instituciones públicas y privadas a trabajar para superar el momento difícil que estamos viviendo y hacer una sociedad más justa y solidaria, más atenta al crecimiento humano y espiritual de las personas que a la ganancia por la ganancia. Y le pedimos, también, que la Iglesia que peregrina al Perú, pastores y fieles, esté llena de vitalidad evangélica y sea testigo gozosa de Jesucristo resucitado.

Todo el mundo merece una segunda oportunidad. Dios no niega al apóstol Tomás una segunda oportunidad para creer. Cuando ayer, teniendo en la cabeza este evangelio de la duda de Santo Tomás, leí el evangelio que tocaba, un fragmento de San Marcos, me di cuenta de que el apóstol Tomás se ha cargado bastante solo la fama de no haber creído en Jesús resucitado y haber necesitado una segunda oportunidad.

En cambio, este evangelio de San Marcos, de ayer, sábado de la Octava de Pascua, que era un breve resumen de las tres grandes apariciones de Jesús Resucitado: primero a las mujeres, después a los discípulos que iban de camino y finalmente a los apóstoles afirmaba que después de las dos primeras apariciones, los apóstoles tampoco creyeron el testimonio, ¡e incluso el mismo Jesucristo les reprochó después de que les hubiera costado tanto la fe! Podemos pensar que el reconocimiento del Resucitado no fue fácil para nadie y que la incredulidad de Santo Tomás no es una excepción y que los mismos apóstoles en su conjunto necesitaron una segunda oportunidad y una experiencia más personal de Jesucristo resucitado para ser capaces de creer en ella.

Estas anotaciones sobre la debilidad de los apóstoles, de quienes habían convivido con Jesús, sorprenden más si pensamos en el ambiente de euforia misionera que debería rodear el momento de la redacción de los evangelios, en el nacimiento del cristianismo y hacen por ello un testigo importante del realismo de las primeras comunidades, que a pesar de ser descritas y deseadas como ideales de fe y de caridad, también tenían sus ambigüedades como todo lo humano.

Nos sentimos un poco aligerados cuando leemos que los apóstoles, los discípulos también necesitaban segundas oportunidades, y seguramente terceras y cuartas y muchas más. Aligerados porque abre un espacio a nuestras propias dudas y faltas, abre un espacio de comunión en la debilidad, abre un espacio donde Dios puede actuar en nosotros, donde puede salvar.

Dios hace posible las segundas oportunidades porque es muy paciente y muy insistente. por eso me gusta leer el evangelio también desde el punto de vista de Dios, y no sólo desde nuestra fe.

Pensamos si nosotros, después de que alguien nos hubiera cuestionado de la manera que Santo Tomás cuestionó a Jesús resucitado, hubiésemos dado una segunda oportunidad o bien hubiéramos puesto en marcha para siempre quien hubiese osado dudar tan de nosotros. Pero Dios no. Dios no pone en marcha. Dios sigue insistiendo, pacientemente: con Tomás, con los discípulos y con nosotros. Forma parte de su naturaleza. La paciencia y la insistencia son dos características de Dios que se potencian siempre en nuestro bien.

Admirar la vida de Jesucristo, su coherencia, su maestría es difícil, pero es razonablemente muy defendible, el reto de reconocerle resucitado, esto es vencedor de la muerte, es un reto de fe, mayor, quizá el mayor. No es fácil en este mundo tan lleno de dolor y sufrimiento, acentuados en todo este último año por la pandemia, afirmar con esperanza de que la vida ha vencido a la muerte. Pero nunca olvidemos que la resurrección no es el final de una vida ordenada, políticamente correcto, ganada por el propio esfuerzo, de manera fácil, sino que llega como don de Dios después de una muerte en cruz.

Pero aunque no sea fácil, afirmar todo esto es posible: la primera lectura no dudaba en afirmar: Nuestra fe es la victoria que ya ha vencido al mundo. La fe no permanece en la abstracción, ni siquiera cuando se centra en la Resurrección de Jesús. La fe vence al mundo, esto significa que vence al mal del mundo. En las tres lecturas de hoy está muy presente esta dimensión de vencer al mundo, vencerlo por la caridad: está en la descripción ideal de la comunidad de los Hechos de los Apóstoles, en la primera lectura: donde la unidad de corazón y de alma provocaba la solidaridad radical de los hermanos entre ellos, está en la segunda lectura donde tan claramente hemos leído que amar a Dios significa amar a los hijos de Dios, y también está en el Evangelio, donde la consecuencia inmediata del reconocimiento del resucitado es la misión. Yo os envío, a perdonar…

Nosotros somos hijos e hijas de esos primeros cristianos. Si nos consuela compartir sus dudas que también nos provoque y nos mueva imitar su fe y su caridad para que reconozcamos a Jesús como viviente en medio de nosotros y dejemos que esta fe nos haga transformadores y vencedores del mal del mundo, confiados en todas las oportunidades que Él nos da. Éste es el sentido de centrar nuestra fe en la resurrección de Jesucristo, de recordarla en cada eucaristía, de celebrarla constantemente durante ocho días enteros por Pascua y de repetir Hoy es el día en que ha obrado el Señor , aleluya, aleluya.