Escolástica, Santa
Memoria Litúrgica, 10 de febrero
Virgen
Martirologio Romano: Memoria de la sepultura de santa Escolástica, virgen, hermana de san Benito, la cual, consagrada desde su infancia a Dios, mantuvo una perfecta unión espiritual con su hermano, al que visitaba una vez al año en Montecasino, en la Campania, para pasar juntos una jornada de santas conversaciones y alabanza a Dios (c. 547).
Breve Biografía
La única fuente histórica sobre la vida de Santa Escolástica, hermana de San Benito, son los capítulos 33 y 34 del segundo libro de los Diálogos de San Gregorio Magno. Las noticias, legendarias que se añadieron, enriquecen poco la imagen sencilla e intensa de la santa. Pero a San Gregorio no le interesaba presentarnos una noticia biográfica completa de Santa Escolástica, sino completar el perfil interior del padre del monacato occidental.
Parece que el año del nacimiento de los dos santos coincide: el 480. Por tanto, Benito y Escolástica probablemente fueron gemelos, y si no lo fueron anagráficamente, sí lo fueron espiritualmente, pues sus vidas fueron paralelas hasta la muerte, en el 547, a 40 días de distancia.
Escolástica nació en Nursia y desde muy joven se consagró a Dios; después siguió a su hermano San Benito a Subiaco y a Montecassino. En Piumarola, a los pies del monte, estableció su monasterio, como si humildemente hubiera querido detenerse en las faldas de la montaña, en cuya cumbre el hermano había fijado su habitación. Pero, a pesar de estar tan cerca en el lugar y en el afecto, Benito bajaba a visitar a la hermana sólo una vez al año. Es comprensible que Santa Escolástica quisiera detenerse un poco más con su hermano, pero San Benito era muy riguroso en el cumplimiento de la regla que él mismo se había impuesto.
En el último coloquio, que tuvo lugar tal vez el primer jueves de cuaresma del 547, Dios demostró que le agradaba más el gesto de afectuosa caridad que el cumplimiento riguroso de la regla. En efecto, Escolástica le pidió al hermano que permaneciese con ella, como refiere San Gregorio, “para que toda la noche hasta el día siguiente pudieran hablar de la alegría de la vida celestial”. Ante el severo reproche de Benito, Escolástica juntó las manos y permaneció en oración. “Pudo más ante Dios porque amó más”, comenta San Gregorio Magno.
Y efectivamente, pocos instantes después pareció que se abrían las cataratas del cielo: el aguacero y los truenos obligaron a San Benito a desistir de regresar al monasterio, pero le echó la culpa a la hermana que cándidamente replicó: “Pues bien, yo te lo pedí y no me quisiste escuchar; pedí al Señor y Él si me escuchó; vete si puedes, y regresa al monasterio”.
En el lugar del prodigio se construyó la llamada “iglesia del coloquio” y en recuerdo de ese episodio se invoca a Santa Escolástica contra los rayos y para obtener la lluvia. A los tres días de ese maravilloso coloquio, San Benito, durante la oración, vio que el alma de Escolástica volaba al cielo en forma de paloma, y a los 40 días él la siguió para vivir eternamente “la alegría celestial”.
Postrados a los pies de Cristo con humildad
Santo Evangelio según san Marcos 7, 24-30. Jueves V del Tiempo Ordinario.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, ayúdame a poder llegar a ti.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 7, 24-30
En aquel tiempo, Jesús salió de Genesaret y se fue a la región donde se encuentra Tiro. Entró en una casa, pues no quería que nadie se enterara de que estaba ahí, pero no pudo pasar inadvertido. Una mujer, que tenía una niña poseída por un espíritu impuro, se enteró enseguida, fue a buscarlo y se postró a sus pies.
Cuando aquella mujer, una siria de Fenicia y pagana, le rogaba a Jesús que le sacara el demonio a su hija, él le respondió: “Deja que coman primero los hijos. No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos”. La mujer le replicó: “Sí, Señor; pero también es cierto que los perritos, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños”.
Entonces Jesús le contestó: “Anda, vete; por eso que has dicho, el demonio ha salido ya de tu hija”. Al llegar a su casa, la mujer encontró a su hija recostada en la cama, y ya el demonio había salido de ella.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Describiendo la escena vemos a una mujer griega desesperada, porque quiere salvar a su hija, en los pies de Jesús y Él responde «deja que coman primero los hijos», repuesta con palabras muy fuertes como para salir de la boca de Dios. Pero Jesús termina siendo más duro al decir que no está bien alimentar a los perros con el pan que está destinado sólo para los hijos de Israel, sólo para los hijos de Dios. Pero esta respuesta de Dios a la mujer griega es para regalarle algo importante, la repuesta fuerte es para ayudarle.
La actitud de la griega es una actitud completamente suplicante, llena de fe porque creía que Jesús salvaría a su hija; llena de esperanza porque confiaba que Dios la escucharía y llena de amor porque estaba tirada sobre los pies de Jesús solamente porque amaba a su hija. Parece que la fe, la esperanza y la caridad son los elementos que necesitamos para que Dios nos dé lo que pedimos; pero Jesús nos ayuda constantemente, como ayudó a la mujer griega, para que nuestra súplica esté llena de una sincera humildad.
El estar a los pies de Jesús parece ser un acto de humildad, pero en realidad no lo es, porque ella, por ser quién era, no merecía estar con Dios; era una pagana cerca del Dios judío ¿Cuántos de nosotros merecemos estar a los pies de nuestro Señor? ¿Cuántos de nosotros tenemos el honor de ser llamados hijos de Dios? La griega, por la repuesta de Jesús, conoció que no merecía el pan de Dios, que no tenía derecho de pedirlo pero, si algo sobraba ella sabía que podía tenerlo; llegó a conocer que el amor de Dios es tan grande que siempre acoge a todos, conoció el amor que Dios nos tiene.
Esto es lo importante en nuestra relación con Dios, el saber que aunque sea un pecador, siempre me va a dar de su pan, de su amor, y que toda repuesta o silencio de su parte es para que yo crezca en el conocimiento del amor que Él me tiene. Una sincera humildad regalada por Dios me ayudará a creer, confiar y, sobre todo, a amar al Amor; me ayudará a levantarme de los pies de Cristo con mi hija curada o no, pero con la conciencia de que Dios me ama.
«Esta es la enseñanza de Jesús: a quien confía en el Señor, que es pastor, no le falta nada. Aunque vaya por un valle oscuro, sabe que el mal es un mal de momento, pero el mal definitivo no existirá, porque el Señor, “porque tú estás conmigo, tu cayado y tu vara me dan seguridad”. Pero ésta es un gracia, debemos pedirla: “Señor, enséñame a encomendarme en tus manos, a confiar en tu guía, incluso en los momentos feos, en los momentos oscuros, en el momento de la muerte, confío en ti porque tú no defraudas jamás, tú eres fiel”»(Homilía de S.S. Francisco, 14 de marzo de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Participar hoy en una hora eucarística o al menos hacer una visita al Santísimo, porque veré la Eucaristía como la mayor demostración del amor de Dios.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Vengo a pedirte una limosna
Sé que estás muy ocupado, sé que tienes muchas cosas que hacer. Tan sólo dame un minuto de tu tiempo
A ti, que puedes dármela. En nombre de miles de jóvenes, que no han sido tan afortunados como tú; en nombre de cientos de muchachos y niños entre los 12 y 20 años, que intentaron suicidarse, y en nombre de los cientos de chicos y chicas que no sólo lo intentaron, sino que se quitaron la vida. Dame una limosna de esperanza para los cientos de jóvenes entre los 12 y 25 años, que un día me han dicho llorando de desesperación: «No encuentro sentido a mi vida».
Un niño de 14 años me dijo un día: «Me quiero morir». Una limosnita de caridad para los miles de gentes que no creen en Dios, que no creen en nada, que viven sin ilusión, gente sin esperanza, que camina por ahí sin rumbo. Una limosnita por amor de Dios. No te pido que me des todo lo que tienes, dame un poquito de lo que te sobra, las migajas de tu fe, de tu esperanza, de tu ideal.
Te pido una limosna en memoria de los que han muerto en pecado mortal, y se han condenado para siempre. No te la pido para ellos, ya que les llegaría demasiado tarde, te pido una limosna de oración para los que están en la fila. Una limosna para los que, hartos de todo, se arrancaron la vida violentamente, porque nadie les tendió la mano a tiempo.
Sé que estás muy ocupado, sé que tienes muchas cosas que hacer. Tan sólo dame un minuto de tu tiempo, una sonrisa, una palabra de aliento. Tú que pareces feliz, dime: ¿crees que puedo ser feliz en este mundo?
Tú que te sientes tan sereno, ¿cómo le haces? Tú que hablas de un Dios que te alegra la vida, ¿podrá alegrar también la mía? Tú que pareces tener un por qué vivir, ¿no quieres dármelo a mí? Date prisa, porque ya me estoy hartando de seguir viviendo, de seguir pudriéndome en esta vida sin sentido. Y, posiblemente, si tardas, ya me habré ido al otro lado.
Una limosna pequeña. Mira esta mano extendida, es mi mano, pero esta mano representa muchas manos; por ejemplo, la de aquél que dijo: «Y sigo pensando en mi Cristo Místico, compuesto por cada uno de mis hermanos. Y escucho su voz que clama: Tengo hambre y no me das de comer: hambre de Dios; tengo sed y no me das de beber: sed de vida eterna; estoy desnudo y no me vistes, no me defiendes de mis enemigos. Y me convenzo de que esta hambre de Dios puede convertirse en desesperación, esta sed puede convertirse en rabioso frenesí, esta desnudez puede llegar a ser muerte».
Y, si das esa limosna, en nombre de Dios y en nombre de todos esos infelices, ¡gracias!, ¡muchas gracias!
La vida es un derecho, no la muerte, que debe ser acogida, no suministrada
Catequesis del Papa Francisco, 9 de febrero de 2022
En la catequesis de la audiencia general del segundo miércoles de febrero, el Papa Francisco continuó profundizando sobre la figura de San José, centrándose hoy en la devoción especial que el pueblo cristiano siempre ha tenido por él como “patrono de la buena muerte”, considerando que “José murió en presencia de la Virgen María y de Jesús”.
Una devoción aconsejada por el Papa Benedicto XV hace un siglo, recuerda Francisco, en su Motu proprio Bonum sane, en el que animaba pías prácticas en honor de San José a favor de los moribundos.
El Pontífice inició su reflexión afirmando que nuestra relación con la muerte no se refiere nunca al pasado, sino siempre al presente. “La llamada cultura del ‘bienestar’ – evidenció – trata de eliminar la realidad de la muerte, pero de forma dramática la pandemia del coronavirus la ha vuelto a poner en evidencia. Muchos hermanos y hermanas han perdido a personas queridas sin poder estar cerca de ellas, y esto ha vuelto la muerte todavía más dura de aceptar y de elaborar”.
La fe ayuda a afrontar la muerte
A pesar de esto, Francisco constata que se trata por todos los medios de alejar el pensamiento de nuestra finitud, engañándonos así para quitarle su poder a la muerte y ahuyentar el miedo. Pero – precisa –“la fe cristiana no es una forma de exorcizar el miedo a la muerte, sino que nos ayuda a afrontarla. La verdadera luz que ilumina el misterio de la muerte viene de la resurrección de Cristo”.
Por la resurrección de Jesús, miramos con ojos nuevos toda la vida
Y asegura que “solo por la fe en la resurrección nosotros podemos asomarnos al abismo de la muerte sin que el miedo nos abrume”. La muerte, “iluminada por el misterio de Cristo –añade el Santo Padre – “ayuda a mirar con ojos nuevos toda la vida”.
¡Nunca he visto, detrás de un coche fúnebre, un camión de mudanzas! No tiene sentido acumular si un día moriremos. Lo que debemos acumular es la caridad, es la capacidad de compartir, de no permanecer indiferentes delante de las necesidades de los otros. O, ¿qué sentido tiene pelear con un hermano, con una hermana, con un amigo, con un familiar, o con un hermano o hermana en la fe si después un día moriremos? Delante de la muerte muchas cuestiones se redimensionan. Está bien morir reconciliados, ¡sin dejar rencores y sin arrepentimientos!
Inmoral el encarnizamiento terapéutico
“El Evangelio nos dice que la muerte llega como un ladrón” – prosigue el Papa – recordando que aunque intentemos querer tener bajo control su llegada, quizá programando nuestra propia muerte, “permanece un evento con el que tenemos que rendir cuentas y delante al cual también hacer elecciones”. Y señala dos consideraciones “para nosotros cristianos”. La primera, presente en el Catecismo de la Iglesia Católica.
No podemos evitar la muerte, y precisamente por esto, después de haber hecho todo lo que humanamente es posible para cuidar a la persona enferma, resulta inmoral el encarnizamiento.
Acompañar a la muerte, no provocarla
La segunda consideración tiene que ver con la calidad de la muerte misma, del dolor, del sufrimiento:
Debemos estar agradecidos por toda la ayuda que la medicina se está esforzando por dar, para que a través de los llamados “cuidados paliativos”, toda persona que se prepara para vivir el último tramo del camino de su vida, pueda hacerlo de la forma más humana posible. Pero debemos estar atentos a no confundir esta ayuda con derivas inaceptables que llevan a la eutanasia. Debemos acompañar a la muerte, pero no provocar la muerte o ayudar al suicidio asistido.
Cuidado para todos, en especial para los más débiles
Francisco insiste en que se debe “privilegiar siempre el derecho al cuidado y al cuidado para todos, para que los más débiles, en particular los ancianos y los enfermos, nunca sean descartados.
La vida es un derecho, no la muerte, que debe ser acogida, no suministrada. Y este principio ético concierne a todos, no solo a los cristianos o a los creyentes.
Una experiencia de la misericordia de Dios. “Que San José pueda ayudarnos a vivir el misterio de la muerte de la mejor forma posible”, reza finalmente el Papa. “Para un cristiano – subraya – la buena muerte es una experiencia de la misericordia de Dios, que se hace cercana a nosotros también en ese último momento de nuestra vida”. Y recuerda que “también en la oración del Ave María, nosotros rezamos pidiendo a la Virgen que esté cerca de nosotros “ahora y en la hora de nuestra muerte”. Por eso invita a concluir rezando todos juntos un Ave María “por los agonizantes y por los que están viviendo un luto”.
Éxito y santidad
El éxito se forja con esfuerzo, tenacidad y constancia. Nadie nace en la cima del triunfo, se va escalando día a día.
Cuánto desearíamos ser reconocidos como hombres ilustres, ser aclamados como insignes, ser aplaudidos como lo fue un día Alejandro Magno o Aníbal.
Digamos que en cierto modo la fama es una aspiración universal; pero son pocos los que encuentran la receta, siendo esta tan fácil.
Pensemos que los hombres conspicuos, cuyos nombres van y vienen de boca en boca por los siglos, tuvieron que comenzar desde cero a construir la gloria de su nombre. Porque ningún hombre nace con fama, y mucho menos, se ha tropezado con ella por casualidad; es como querer encontrar un trébol en el Sahara.
Los nombres más célebres lo son, gracias a las voluntades intrépidas de quienes los llevaron. Por ejemplo, todos pensamos que la figura de Napoleón es el emblema de los militares más brillantes de todos los tiempos; y adjudicamos su fama a las tremendas hazañas bélicas con las que hizo y deshizo las fronteras de su imperio tamaño Europa.
Pero pocas personas otorgan estas glorias militares al Bonaparte, que con tanta ambición, con tanta audacia explotó sus talentos. En su juventud, el corso tuvo que poner mucha voluntad para formarse. Leía con voracidad y soñaba con prestar brillantes servicios a su tierra. Era pésimo en el estudio del Latín, pero era magnífico para la historia y la geografía, lo cual, aprovechó al máximo. Además, en sus lecturas recibió una poderosa influencia de los héroes clásicos.
Así, Napoleón Bonaparte se formó con tesón, y posteriormente, conquistó la cumbre de la fama. Y hoy es un hecho lo que su epitafio anuncia: Hic cinera. Ubique nomen. (Aquí yacen sus restos, pero su nombre está por todas partes).
Otro buen ejemplo puede ser el del mago de lo abstracto, Isaac Newton. En sus años de adolescencia, el físico inglés, fue siempre un muchacho serio, pensativo y silencioso. Ocupó los últimos lugares de la clase; pero con empuje y tenacidad, logró colocarse en el primer lugar de toda su clase y, años después, fue nombrado presidente de la Royal Society. Descubrió las leyes que rigen el universo, ganándose la admiración de todos los hombres, pues nadie, hasta el momento en que Einstein las reformuló, pudo llegar a tales especulaciones físico-matemáticas.
Como vemos, hasta los hombres genios tuvieron que trabajar duro. Soñaban, sí. Pero siempre despertaban. Mejor dicho, soñaban trabajando, luchando, quemando y arriesgando sus cualidades, sus talentos, para conquistar hazañas y adornar sus nombres con sus empresas.
La tenacidad y la intrepidez vive en todos. Solo hay que despertarla. Qué sería de los hombres, de ti o de mí, si nos pusiéramos a invertir nuestros talentos con voluntad decidida, férrea. Si nos decidiéramos a despertar la audacia que llevamos dentro, ¿Acaso no habría más hombres ilustres?
Bien sabemos que el hombre no es un ser meramente horizontal, sino que toda su vida está dirigida a Dios, nuestro Gozo Pleno. Por ello, en la vida espiritual no bastan los buenos ánimos y los sentimientos de querer ser grandes, sino que necesitamos de la gracia de Dios. No es grande meramente quien consigue triunfos etéreos, sino quien llega a ser santo en compañía de Dios. Sólo los santos dejan la auténtica huella en el mundo. Los santos son luz en el mundo, pues están unidos al único que fulmina para el bien con el amor: Cristo.
La vida de los santos está constituida por un don y por una respuesta personal a la gracia divina. Quizá uno de mayores dones que podemos alcanzar con la virtud y el amor es la santidad. Esta día a día se alcanza, se conserva y se aumenta por medio de las virtudes teologales: fe, esperanza y caridad.
En la medida en que más creemos, esperamos y amamos a Dios y a los hombres, seremos más perfectos.
Lo más grande que podemos alcanzar es estar con Dios para toda la eternidad, es decir para aquello que jamás terminará, y por ello, tiene sentido ser santo.
Si luchamos por tener éxito en la vida a un nivel humano, ¿Por qué no hemos de vivir con mayor pasión en la lucha por ser santos? No pensemos que santo significa estar en los altares, con los ojitos en blanco, posturas torvas… ¡No! Santidad conlleva todas nuestras dimensiones naturales hacia lo que nos hace plenamente felices. Pues ya lo dijo san Juan de la Cruz: “Al final de la vida, me examinarán del amor”.
Cuando las cosas cuestan es cuando mayor sentido toman ante Dios y ante nuestros hermanos. Ser santo es arduo y está lleno de sacrificio por todas las partes en las que se mira y se trabaja. ¡Pero vale la pena!
Es muy significativo que el Papa Benedicto XVI en los últimos números de su encíclica hable de los santos. Lo realmente importante es ser santo: “La vida de los Santos no comprende sólo su biografía terrena, sino también su vida y actuación en Dios después de la muerte. En los Santos es evidente que, quien va hacia Dios, no se aleja de los hombres, sino que se hace realmente cercano a ellos” (DCE 42).
Cuando tienes que lanzar el ancla
Sembrando Esperanza II. Cuando tu fe, esperanza y caridad son reales y prácticas, estás preparado para enfrentar la tempestad que sea…
La vida nos deparará muchas sorpresas, muchas de ellas llegarán de forma intempestiva e inesperada, es como una tormenta que llega de repente sin avisar; en ese instante, utilizamos todos los recursos a nuestro alcance y dependiendo de la agilidad y astucia con que nos movamos, saldremos airosos y vencedores de estos momentos de angustia.
Todo sería tan fácil como seguir los consejos de este buen escritor inglés: lanza tu ancla y asegura tu barco, así la tempestad pasará sin dañarte.
Un escritor inglés, del siglo pasado, cuenta en una de sus obras que en la playa cerca de su casa, una cosa muy interesante podía ser vista con frecuencia:
Un navío lanzando su ancla en el mar enfurecido.
Difícilmente existe una cosa más interesante o sugestiva que esa. El navío danza sobre las olas, parece estar bajo el poder y a la merced de ellas.
El viento y el agua se combinan para hacer del navío su juguete. Parece que va a haber destrucción; pues si el casco del navío fuera lanzado sobre lasrocas, sería despedazado.
Pero observamos que el navío mantiene su posición. Aunque a primera vista parece un juguetito desamparado a merced de los elementos, el navío no es vencido.
¿Cuál es el secreto de la seguridad de este navío?, ¿cómo puede resistir las fuerzas de la naturaleza con tanta tranquilidad?
¡Existe seguridad para el navío en medio de la tempestad, porque él está anclado! La cuerda a la cual él está amarrado no depende de las aguas, ni de cualquier otra cosa que fluctúe dentro de ellas, ella las atraviesa y está fijada al fondo sólido del mar.
No importa cuán fuerte el viento sople o cuán altas sean las olas del mar… su seguridad depende del ancla que está inmóvil en el fondo del océano.
Muchas veces nos sentimos en medio de una tormenta, siendo tirados por las olas de la vida para arriba y para abajo y azotados por el viento de la adversidad.
Nos parece, algunas veces, que no conseguiremos sobrevivir a determinados períodos de nuestras vidas.
Sin una vida espiritual, sin una fe sólida, sin una esperanza gozosa y un amor desinteresado, nuestra vida es como un navío sacudido por el mar enfurecido por las circunstancias incontrolables de la vida; mas, confiando en Dios, experimentamos su presencia y amor como el ancla de nuestra vida, nos sentimos fortalecidos y esperanzados.
Esa esperanza mantiene segura y firme nuestra vida, así como el ancla mantiene seguro el barco.
Cuando tu fe, esperanza y caridad son reales y prácticas, estás preparado para enfrentar la tempestad que sea… Pide al Señor que te las dé, fortalécelas mediante actos concretos, pero sobre todo, lanza tu ancla y clávala en DIOS…
Oración para antes y después de comer
Bendícenos, Señor, y bendice estos alimentos…
Al iniciar
En el nombre del Padre y del hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Padre Nuestro.
Bendícenos, Señor, y bendice estos alimentos que dados por tu bondad vamos a tomar. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
Al terminar
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
Santa Escolástica, el alma gemela de san Benito
Fundó la rama femenina de la orden benedictina, pero ese fue solo un aspecto de la profunda unión espiritual con su hermano…
Santa Escolástica nació en el año 480, en Nursia, Italia. Fue hermana de san Benito, probablemente gemela, y si no físicamente espiritualmente pues la unión de los hermanos fue muy profunda toda su vida.
Como cuenta san Gregorio Magno en su segundo libro de los Diálogos, Escolástica a los doce años fue enviada junto a su hermano a Roma para terminar sus estudios clásicos. Pero ellos no estaban contentos con la vida disoluta que se llevaba donde estaban. Fue entonces cuando Benito decidió retirarse como eremita en las montañas de Subiaco. Más tarde su hermana le siguió. Rechazó la notable herencia de la familia y cualquier apego a los bienes terrenales.
Tres años después san Benito fundó la abadía en Montecassino. Y ofreció una regla a sus monjes conocida luego como la “Santa Regla”.
Su hermana quiso seguirlo fundando la rama femenina de la Orden Benedictina. Se estableció a 7 kilómetros de Montecassino, en Piumarola.
Escolástica mantuvo una perfecta unión espiritual con su hermano. Una vez al año le visitaba en Montecassino.
Allí pasaban juntos un día, con santas conversaciones y alabanza a Dios.
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Patronazgo
Es patrona de las monjas benedictinas, de las madres en estado de puerperio y de los niños que sufren convulsiones. Y protectora en contra de las tormentas y lluvias.
Lugares de culto
Los grandes lugares donde se festeja el culto a santa Escolástica son la Abadía de Montecasino, en Subiaco, y la Abadía de Fleury.
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Curiosidades sobre santa Escolástica
Igual que la llegada al mundo de san Benito y santa Escolástica estuvo unida, también dejaron la vida terrenal a menos de un mes uno del otro.
San Gregorio cuenta de un milagro ocurrido en el último encuentro de los dos hermanos. Aquel día Escolástica pidió a su hermano que continuara con la conversación espiritual hasta el día siguiente. Pero Benito se opuso para no romper la regla.
Luego, Escolástica le suplicó al Señor que no dejara que su hermano se fuera y se echó a llorar.
Inmediatamente después, una tormenta inesperada y violenta estalló y obligó a Benito (que lo reconoció como un milagro) a quedarse con ella conversando toda la noche. Gregorio concluye la narración del episodio diciendo:
“Pudo más, la que más amó”. Tres días después, la santa murió. Y su hermano, que se encontraba absorto en la oración, tuvo la visión del alma de su hermana ascendiendo al cielo en forma de paloma.
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Arte y cultura en torno a la santa
En el arte es común encontrar a santa Escolástica junto a su hermano san Benito, pues ellos estuvieron unidos en su vida y amor a Cristo.
Oración
Oh Dios, que para mostrar la inocencia de su vida, hiciste que el alma de tu bendita virgen Escolástica se viera subiendo al cielo en forma de paloma, concédenos, Te rogamos, por sus méritos y oraciones, que podamos vivir inocentemente para llegar a las alegrías eternas, a través de Jesucristo, Tu Hijo unigénito Nuestro Señor, que contigo y el Espíritu Santo vive y reina, por los siglos de los siglos. Amen.