Soliloquio de una semilla
El tema de la kenosis continúa en el discurso de Jesús de hoy. Una monja contemplativa, a la que había pedido que me adoptara para la oración, me regaló una pequeña tarjeta de felicitación por mi profesión perpetua. Llevaba un poema con el título anterior. Al no mencionarse el nombre de la autora, no sé si era un poema propio o de otra persona. Todavía guardo la tarjeta, con su pequeño poema, en mi Biblia. Se ajusta al tema de hoy.
Algo me dice que
Para rendirse
Todo lo que soy
Y espero ser
Y descender
La oscuridad de la tierra
Para transformarse
En un árbol;
Pero para subir
Me atrevo a bajar
Y piensa que un árbol
¿Puede caber en mí?
Lorenzo, Santo
Memoria Litúrgica, 10 de agosto
Diácono y Mártir
Martirologio Romano: Fiesta de san Lorenzo, diácono y mártir, que deseó ardientemente acompañar al papa Sixto II en su martirio. Según cuenta san León Magno, recibió del tirano la orden de entregar los tesoros de la Iglesia, y él, burlándose, le presentó a los pobres en cuyo sustento y abrigo había gastado abundantes riquezas. Por la fe de Cristo, tres días más tarde superó el tormento del fuego, y el instrumento de su tortura se convirtió en distintivo de su triunfo, siendo enterrado su cuerpo en el cementerio de Campo Verano, que desde entonces fue llamado con su nombre (258).
Breve Biografía
San Lorenzo (mártir), uno de los diáconos de la iglesia romana, fue una de las víctimas de la persecución de Valeriano en el año 258, al igual que lo fueron el Papa Sixto II y muchos otros clérigos romanos. A comienzos del mes de agosto del año 258, el emperador emitió un edicto ordenando matar inmediatamente a todos los obispos, curas y diáconos («episcopi et presbyteriet diacones incontinenti animadvertantur» — Cipriano, Epist. lxxx, 1).
Esta orden imperial se ejecuto inmediatamente en Roma. El 6 de agosto, el Papa Sixto II fue capturado en una catacumba y ejecutado de inmediato («Xistum in cimiterio animadversum sciatis VIII id. Augusti et cum eo diacones quattuor.» Cipriano, ep. lxxx, 1). Otros dos diáconos, Felicísimo y Agapito, fueron ejecutados el mismo día.
En el calendario romano de fiestas del siglo IV su fiesta coincide con dicha fecha. Cuatro días más tarde, el 10 de agosto del mismo año, Lorenzo, el último de los siete diáconos, también sufrió la muerte de un mártir. La muerte de este santo mártir es en esa fecha según el calendario de Filocalo para el año 354.
Este almanaque es un inventario de las principales fiestas de los mártires romanos de mitad del siglo IV; también menciona la calle donde se encontraría su tumba, la Vía Tiburtina («III id. Aug. Laurentii in Tibertina»; Ruinart, «Acta sincera», Ratisbona, 1859, 632). Los itinerarios de las tumbas de los mártires romanos, como se dieron a conocer en el siglo VII, mencionan que este mártir fue enterrado en la Catacumba de Ciriaca en agro Verano (De Rossi, «Roma Sott.», I, 178).
Desde el siglo IV, San Lorenzo ha sido uno de los mártires más venerados de la iglesia romana. Constantino el Grande fue el primero en erigir un pequeño oratorio sobre el lugar donde fue enterrado. El Papa Pelagio II (579-90) amplió y embelleció el lugar. El Papa Sixto III (432-40) construyó, en la cima de la colina donde fue enterrado, una gran basílica de tres naves cuyo ábside está apoyado en la vieja iglesia. En el siglo XIII, el Papa Honorio III convirtió los edificios en uno y así es como se encuentra la Basílica de San Lorenzo hoy en día. El Papa San Dámaso (366-84) escribió un panegírico en verso que se grabó en mármol y se colocó sobre su tumba. Dos contemporáneos de este Papa, San Ambrosio de Milán y el poeta Prudencio, dieron detalles concretos sobre la muerte de San Lorenzo.
Ambrosio relata (De officiis min. Xxviii) cuando se le preguntó a San Lorenzo por los tesoros de la Iglesia, este, hizo comparecer a los pobres entre los que, en lugar de darles limosna, había repartido el tesoro; también contó que cuando se llevaban al Papa Sixto II para ejecutarlo, éste reconfortó a San Lorenzo que deseaba compartir su martirio, diciéndole que le seguiría en tres días. El santo Obispo de Milán también explica que San Lorenzo fue quemado hasta la muerte en una parrilla de hierro (De offic., xli). De igual manera, pero con más detalles poéticos, Prudencio describe el martirio del diácono romano en su himno a San Lorenzo («Peristephanon», Hymnus II).
El encuentro entre San Lorenzo y el Papa Sixto II, cuando éste último iba a ser ejecutado, según el relato de San Ambrosio, no es compatible con los informes contemporáneos sobre la persecución de Valeriano. La forma en que fue ejecutado –quemado en una parrilla de hierro al rojo vivo—también hace surgir importantes dudas. Las narraciones de Ambrosio y Prudencio se basan más en la tradición oral que en escritos.
Es bastante posible que entre el año 258 y el final del siglo IV surgieran leyendas populares sobre esté diácono romano tan venerado y que algunas de esas historias hayan sido preservadas por estos dos autores. En cualquier caso, nosotros carecemos de medios para verificar en fuentes anteriores los detalles que derivan de San Ambrosio y Prudencio, o para establecer hasta que punto esos detalles se basan en la tradición histórica anterior. Probablemente, a principios del siglo VI se crearon otras versiones más completas sobre el martirio de San Lorenzo, y en estas narraciones muchos de los mártires de la Vía Tiburtina y de las dos Catacumbas de San Ciriaca en agro Verano y San Hipólito estaban relacionados de una forma romántica y totalmente legendaria.
detalles que se dan en estas Actas sobre el martirio de San Lorenzo y su actividad antes de su muerte carecen de credibilidad. Sin embargo, a pesar de las críticas a las últimas versiones de su martirio, no cabe duda de que San Lorenzo fuera un personaje histórico real ni de que el diácono fue martirizado; tampoco existen dudas sobre el lugar donde ocurrió ni sobre la fecha de su entierro. El Papa Dámaso construyó una basílica en Roma dedicada a San Lorenzo; ésta es la iglesia conocida como San Lorenzo en Dámaso. La iglesia de San Lorenzo en Lucina, también dedicada a este santo, aún existe. El día de San Lorenzo sigue siendo el 10 de agosto (fecha de su muerte). Aparece dibujado con la parrilla de hierro en la que se supone que fue asado hasta la muerte.
Condición de la corrección: el amor
Santo Evangelio según san Mateo 18, 15-20. Miércoles XIX del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, te agradezco por este nuevo día de vida que me concedes, gracias por todos los dones espirituales y materiales que me das. Gracias, incluso, por aquellas gracias que me han pasado desapercibidas en mi vida. Gracias por tu presencia y tu acción en mi día a día. Ayúdame a creer en ti con más firmeza, a esperar con más confianza y a amarte con más pasión. Te renuevo mi deseo de seguirte y de jamás abandonarte.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 18, 15-20
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Si tu hermano comete un pecado, ve y amonéstalo a solas. Si te escucha, habrás salvado a tu hermano. Si no te hace caso, hazte acompañar de una o dos personas, para que todo lo que se diga conste por boca de dos o tres testigos. Pero si ni así te hace caso, díselo a la comunidad; y si ni a la comunidad le hace caso, apártate de él como de un pagano o de un publicano.
Yo les aseguro que todo lo que aten en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra, quedará desatado en el cielo.
Yo les aseguro también que si dos de ustedes se ponen de acuerdo para pedir algo, sea lo que fuere, mi Padre celestial se lo concederá; pues donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Las correcciones son un tema que desde niños no nos agradan. Muchas veces en la vida he tenido que escuchar las correcciones de mis padres, de mis maestros, de mis entrenadores, de mis jefes de trabajo, de mi pareja, incluso de mis amigos. Hasta las de mi propia conciencia. Escuchar que otro me tenga que corregir no es lo más agradable, pero sí es bastante saludable. Poniendo una imagen a esto, es como los vegetales para ciertos niños: desagradables, pero saludables.
Como sabías esto, en este pasaje lanzas la invitación a aceptar las correcciones y ayudarnos unos a otros a crecer en el camino de la vida cristiana. Sabes bien que nadie es buen juez de su propia causa y, por ello, los demás pueden ser de gran ayuda en el camino de la santidad. Corregir y ser corregido requiere de humildad, de respeto, de comprensión, pero sobre todo de amor.
Sin amor es mejor no corregir, porque hace mal a los dos. Es como comer un vegetal en mal estado. Ya no es saludable y menos aún agradable al gusto. En el caso de mis padres puedo descubrir un verdadero ejemplo de corrección cristiana: una corrección hecha por amor, porque se busca el beneficio del otro; que no es vengativa; que no busca quedar bien sino de verdad ayudar; servir, iluminar, guiar. Ayúdame, Señor, a saber escuchar las correcciones de mis hermanos, a agradecerlas y ponerlas en práctica. Que sepa discernir cuando pueda ayudar a otro con una corrección, pero siempre motivada de la pureza de intención, de la humildad, del cariño, del amor.
«El Espíritu de perdón, que conduce todo a la armonía, nos empuja a rechazar otras vías: esas precipitadas de quien juzga, las que no tienen salida propia del que cierra todas las puertas, las de sentido único de quien critica a los demás. El Espíritu en cambio nos insta a recorrer la vía de doble sentido del perdón ofrecido y del perdón recibido, de la misericordia divina que se hace amor al prójimo, de la caridad que “ha de ser en todo momento lo que nos induzca a obrar o a dejar de obrar, a cambiar las cosas o a dejarlas como están”. Pidamos la gracia de que, renovándonos con el perdón y corrigiéndonos, hagamos que el rostro de nuestra Madre la Iglesia sea cada vez más hermoso: sólo entonces podremos corregir a los demás en la caridad».
(Homilía de S.S. Francisco, 4 de junio de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Recibiré con humildad las correcciones que pueda recibir este día y procuraré hacer con delicadeza las que tenga que hacer.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
¿Salvados sólo por la fe?
Estudio bíblico sobre la relación entre fe y buenas obras.
Por: Martín Zavala | Fuente: Apologetica.org
Durante los últimos días hemos visto aparecer en la opinión pública debates muy interesantes a propósito de enfrentamientos entre católicos y protestantes. Por una parte por la violencia utilizada en nuestra contra y en contra, incluso, imágenes veneradas de la Excelsa Madre de Dios o de Nuestro Señor Jesucristo. Por otra, la falsa noción sobre el acercamiento que la Iglesia intenta de los protestantes: no se trata de cambiar nuestra fe sino de sentar bases sobre lo que en común sostenemos para dialogar.
¿Qué es «Sola Fide»?
Es la creencia de que estamos salvados ÚNICAMENTE por nuestra fe en Jesucristo, y que, como la salvación viene sólo por la fe, no estamos obligados a las obras buenas, o, como mínimo, no representan nada para salvarnos. En otras palabras, perfectamente podemos faltar a la caridad – por ejemplo abandonando al prójimo en su sufrimiento – y aún así salvarnos. Quienes creen en la sola fe no luchan contra el mal, sino que se combate con fuerza a quienes tratan de oponérsele. Obstinados, sólo se empeñan en defenderse.
La primera consecuencia de este error tremendo es que, por sentido común, permite que la gente sea mala, que peque como desee ya que mientras tenga fe en que Cristo la salvó alcanzará la vida eterna. ¿Y la coherencia en el bien, la unidad entre lo que digo, siento, pienso y actúo? No existe, o mejor aún, no importa. La Verdad, la verdad plena y auténtica, sólo permite y exige con fuerza el triunfo de la Justicia y de la pureza.
Suplantando al Espíritu Santo
Si es tan absurda y perversa esta idea, ¿en qué se basa para ser defendida con tanto fanatismo?
Podemos recordar brevemente las persecuciones, las matanzas y las guerras que movilizaron a los protestantes contra los católicos en nombre de esta idea. Entonces, ¿será que la Biblia lo enseña y la Iglesia fundada por Cristo se apartó de ella?
No. Eso nunca, jamás, podría ocurrir, porque es Su cabeza y porque la sucesión apostólica ha sido ininterrumpida, porque el Espíritu Santo al conforta y asiste, porque el Santo padre es infalible en materias de fe y de moral, y ante todo, porque el error, la mentira, tiene que imitar a la verdad.
¿Qué tiene que ver esto último con lo que trabajamos? En que los protestantes se apoyan y argumentan con un versículo del Santo Evangelio. Si el lector nos hace un favor y toma un ejemplar de las Sagradas Escrituras podrá leer en la epístola de San Pablo a los Gálatas, 3:11:
«El justo vivirá por la fe».
¿Pero qué decimos? Dice:
«El justo vivirá por la fe sola«.
¿Tienen razón, entonces, en que es por la fe sola que nos salvamos?
Absolutamente NO. Porque Lutero, como autodenominado ‘corrector’ del Espíritu Santo AGREGÓ la palabra ‘sola’ a esa epístola. Así podía coincidir lo que él quería que dijese para apoyar sus ideas con lo que, a partir de entonces, podía leerse en las Escrituras Sagradas. El nuevo texto, ‘corregido’ a su gusto, lo apoyaba irrebatiblemente. De hecho, si se revisan otras traducciones no protestantes o anteriores a las de Lutero, puede leerse siempre la misma frase original de San Pablo, porque ha sido considerado el texto primitivo o ha sido removido definitivamente. Leemos, entonces, al Apóstol verdadero sin el agregado adulterador de Lutero.
Sin embargo, algunos se confunden y oros se cierran ciegamente creyendo que la sola fe es el único camino de salvación.
Revisando el origen
Los días extraordinarios que contemplaron al Verbo Encarnado sobre la tierra presenciaron además el amanecer de la Cristiandad. Los primeros hombres eran hombres de fe, muy fieles a su religión original, que creyeron en el mesías esperado. Y se entregaron en cuerpo y alma a la Buena Nueva.
Y los gentiles y paganos conocieron con lágrimas de alegría la Noticia y fueron instruidos en la fe. Como aceptaron y creyeron, fueron bautizados e ingresaron a la Iglesia de Cristo. Es decir, primero creían y luego se bautizaban. Deseaban adherir a todo y pertenecer al Pueblo Santo. La buena nueva (evangelio) corría por la tierra y quienes se enteraban se convertían de corazón.
Nosotros no tenemos que creer para ser bautizados. Somos bautizados, accedemos a la salvación inmediatamente y luego somos predicados, formados en la fe e instruidos en ella.
En este sentido, podemos decir que los primeros cristianos (cuyos padres y antecesores no poseían la fe cristiana) tenían que creer antes de bautizarse y sólo en ese sentido podemos decir que su fe los salvaba, porque por ella accedían al bautismo y por él a la salvación. Nosotros, en cambio, fuimos salvados por la fe de nuestros padres, que tuvieron la prudencia y caridad de bautizarnos desde pequeños.
El sentido común y las Sagradas Escrituras
Como mencionamos arriba, es la misma Biblia que ellos interpretan antojadizamente la que los contradice abundantemente. Como si la palabra de Dios no fuese suficiente para ellos, el sentido común más elemental puede contestarles.
Examinemos más de cerca la carta de San Pablo a los Gálatas:
3:9 «De modo que los que toman el camino de la fe reciben la bendición junto con el creyente Abraham». 3:10 » Al contrario, pesa una maldición sobre los que quieren practicar la Ley, pues está escrito: Maldito sea el que no cumple siempre todo lo que está escrito en la Ley».
3:11 «Por el camino de la Ley, nadie llega a ser justo a los ojos de Dios, pues ya fue escrito: El justo vivirá por la fe».
La profundidad de su contenido exige más detenimiento. El versículo 3:11 es una cita tomada del libro de Habacuq (2:4). Observemos bien: no es una idea simple o un simple decir. Se trata, evidentemente, de una cita bíblica, o no diría «ya fue escrito».
Esto es, en realidad, bellísimas y contundentes palabras de apoyo para los justos que tengan fe en Dios Nuestro Señor, y confirmación de condenación eterna de los injustos. En su contexto real, el versículo 3:11 es un mensaje del Apóstol de Gentiles a la Iglesia naciente contra aquellos que aún creían que era necesario cumplir con la ley de Moisés para salvarse.
Nuestros amigos protestantes probablemente insistirán en este punto, alegando que en consecuencia aquellos que crean en Jesús serán salvados así nada más, sólo por eso y sin importar nada más.
Pero las mismas Escrituras Sagradas son espada de doble filo contra aquellos que intentan manipularlas aún a costa de agregar o suprimir palabras. ¿Qué golpe le dan a los protestantes? Un argumento simple, rotundo y final: el versículo 3:11 no dice
«el hombre vivirá por la fe», sino que dice exactamente y aún en sus imitaciones de Biblia lo reconocen:
«el JUSTO vivirá por la fe»
Es algo fatigoso y limitante vivir la fe desde la interpretación literal o antojadiza de las Escrituras, pero para quienes la viven actualmente así es importante exponerla desde esta forma.
El versículo en cuestión nos dice que creemos, es verdad, pero si nuestros actos demuestran que no tenemos amor, entonces nuestra fe de nada nos sirve. Es como la higuera maldita porque no dio frutos.
El ardiente apóstol Santiago nos dice en 2:26:
«Así como el cuerpo sin espíritu está muerto, del mismo modo la fe que no produce obras está muerta»
¿Podrían las Escrituras ser más claras y concluyentes?
Al parecer si, porque el mismo San Pablo (porque podría ser que alguna escuela protestante o evangelista niegue a Santiago porque lo contradice) se encarga de recalcar el asunto que enseña en toda su obra. Leamos la carta a los Corintios:
1Cor 13:1 «Si yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, y me faltara el amor, no sería más que bronce que resuena y campana que toca.» 13:2 » Si yo tuviera el don de profecías, conociendo las cosas secretas con toda clase de conocimientos, y tuviera tanta fe como para trasladar los montes, pero me faltara el amor, nada soy.»
13:13 «Ahora tenemos la fe, la esperanza y el amor, los tres. Pero el mayor de los tres es el amor.»
La pregunta es vergonzosa: si según San Pablo (como los protestantes quieren que sea) dice que somos salvados sólo por la fe, ¿por qué el mismo Apóstol sigue afirmando que el amor es el más grande, en lugar de la fe? ¿Y por qué nos sigue alentando para que hagamos el bien? (2-Tes 3:13) Y el mismo Pablo recalca el punto insistiendo en que hay gente peor que aquellos que no creen y que aquellos que después de creer, regresan al pecado.
Podría ser, si no media la buena voluntad y el deseo sincero de comprender la Verdad, que aún persistan las dudas. Recurramos entonces a la primera carta a Timoteo donde nos dice:
1:18 «… tienes que pelear el buen combate con la fuerza que te da la fe y la buena conciencia. Algunos rechazaron esta buena conciencia hasta que naufragó su fe.»
5:8 «… Quien no se preocupa de los suyos, especialmente de los que viven con él, ha renegado de la fe y es peor que el que no cree.»
Y aún el mismo San Pedro, en su segunda carta, nos previene contra los maestros falsos:
2:15 «Abandonaron el camino recto y siguieron a Balaam, hijo de Bosor, que se perdió para ganar dinero haciendo el mal. Este, sin embargo, fue reprendido por su torpeza…» 2:17 «Ellos son fuentes sin agua, nubes empujadas por el huracán, que corren hacia densas tinieblas…»
2:20 «En efecto, después de haberse librado de los vicios del mundo por el conocimiento del Señor y Salvador Cristo Jesús, vuelven a esos vicios y se dejan dominar por ellos; y resulta que su estado actual es peor que el primero.»
¿Qué significa esto, entonces? Simplemente, que aunque creamos, nuestra fe puede morir por nuestra falta de amor hacia nuestros semejantes. En sus epístolas, Santiago Apóstol nos dice más sobre la fe y las obras de una manera inequívoca y radicalmente opuesta a la tesis protestante.
2:14 «Hermanos, ¿qué provecho saca uno cuando dice que tiene fe, pero no la demuestra con su manera de actuar? ¿Acaso lo puede salvar su fe?»
2:15 «Si a un hermano o hermana les falta ropa y el pan de cada día,» 2:16 «y uno de ustedes les dice: «Que les vaya bien; no sientan frío ni hambre», sin darles lo que necesitan, ¿de qué les sirve?» 2:17 «Así pasa con la fe si no se demuestra por la manera de actuar: está completamente muerta.»
El lector a esta altura con seguridad se estará preguntando ¿cómo es posible que precisamente la gente que más se ufana de conocer las Escrituras no conozca estas otras afirmaciones tan contrarias a ese único versículo adulterado en que basan su fe?
Leamos en San Mateo sobre quienes están en peores condiciones y su justo castigo:
Mateo 25:42-45 «´Porque tuve hambre y no me dieron de comer, porque tuve sed y no me dieron de beber; era forastero y no me recibieron en su casa; no tenía ropa y no me vistieron; estuve enfermo y encarcelado y no me visitaron.´
Aquellos preguntarán también: ´Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, sediento, desnudo o forastero, enfermo o encarcelado, y no ayudamos?´
Y el Rey [Dios] les responderá: ´En verdad les digo que siempre que no lo hicieron con alguno de estos más pequeños, que son mis hermanos, conmigo no lo hicieron.´
Y éstos [aquellos a la izquierda de Dios] irán al suplicio eterno y los buenos a la vida eterna.»
Sigamos ahora, con la epístola de Santiago:
2:18-19 «Y será fácil rebatir a cualquiera: ´Tú tienes la fe y yo hago el bien, ¿dónde está tu fe que no produce nada? Yo por mi parte te mostraré mi fe por el bien que hago.´ ¿Crees que hay un solo Dios? Muy bien. No olvides que también los demonios creen y, sin embargo, tiemblan.»
2:21 «Acuérdate de Abraham, nuestro padre. ¿No fue reconocido justo por sus obras, sacrificando a su hijo Isaac en el altar? Y ya ves: la fe inspiraba sus obras, y por las obras su fe llegó a ser perfecta.»
Es impresionante que exista gente que aprenda de memoria las Escrituras y no medite o relacione su contenido, ¿verdad? Porque hasta los demonios creen, nos dice le Apóstol. Para los lectores más ardientes recomendamos leer completos los pasajes: Mateo 25: 31-46, y Santiago 2:14-26.
¿Dónde quedan sus objeciones?
El problema queda entonces resuelto, pero abiertas más preguntas: si aún pensamos que creemos en Jesucristo Nuestro Señor, debemos probarlo, no a otros, sino más bien a NOSOTROS MISMOS. El mismo Divino Redentor dijo a sus apóstoles que aquel que cree en El haría cosas más grandes que El, mientras les pedía que creyeran en El por sus propias obras (Juan 14:10)
«… Créanme:» 14:11 » Yo estoy en el Padre, y el Padre está en mí. Al menos créanmelo por mis obras.» 14:12 «En verdad, el que cree en mí hará las mismas cosas que yo hago, y aún hará cosas mayores que éstas».
Acerquémonos a nuestros amigos protestantes y con confianza plena en que Dios desea convertir esos corazones orgullosos o convertidos preguntémosles:
«Y tú, ¿crees en Cristo? ¿Crees en el amor? Quizá, querido amigo, te gustaría rebatirme, diciendo que el libro de Santiago es sólo paja, algo insignificante, y que lo que dice el apóstol Santiago tampoco importa mucho y que San Mateo evangelista tampoco tiene mucha importancia. «Deberíamos seguir a Pablo en vez de Santiago», me dices con la Biblia en la mano. Pero escucha, hermano querido, San Pablo también está a favor de las obras para PERMANECER salvados. Te escucho hablar interrumpiéndome y decirme: «Cortaron las ramas para injertarme a mí». Muy bien colega. Fueron cortadas porque no creyeron, y tú te sostienes sólo por la fe. Pero no te creas tanto, sino que más bien ten cuidado. Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, tampoco te perdonará a ti»
«Fíjate a la vez en la bondad y en la severidad de Dios: fue severo con los que cayeron, y bueno contigo, pero con tal de que sigas siendo bueno. De lo contrario, tú también serás cortado. Lee en tu Biblia querida Romanos 11:19-22
«Así pues, no se requiere sólo la Fe para ser salvado. Tienes que dar FRUTOS para PERMANECER salvado. Recuerda lo que Jesús le dijo a aquellos que NO practican la palabra de Dios (eso es, no hacen nada en favor de sus prójimos):
«¿Por qué me llaman Señor, Señor, y no hacen lo que yo digo? Les voy a decir a quién se parece el que viene a escuchar mis palabras y las practica. Se parece a un hombre que, al construir su casa, cavó bien profundamente y puso los cimientos sobre la roca. Vino una inundación y la corriente se precipitó sobre su casa, pero no pudo removerla porque estaba bien construida. Por el contrario, el que escucha mi palabra, pero no la práctica, se parece a un hombre que construye su casa sobre la tierra, sin cimientos. La corriente se precipitó sobre ella y en seguida se desmoronó, siendo grande el desastre de esa casa.» Lc 6:46-49
Si sigues pensando que en ninguna parte de la Biblia se menciona que tienes que ser bueno para ser salvado, lee este pasaje:
Yo soy la Vid verdadera, y mi Padre el viñador. Si alguna de mis ramas no produce fruto, él la corta; y limpia toda rama que produce fruto para que dé más. El que no se quede en mí, será arrojado afuera y se secará como ramas muertas: hay que recogerlas y echarlas al fuego, donde arden. Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo permanezco en el amor de mi Padre, guardando sus mandatos. Yo les he dicho todas estas cosas para que participen en mi alegría y sean plenamente felices. Ahora les doy mi mandamiento: Ámense unos con otros, como yo los amo a ustedes.
A esto es a lo que se refería San Pablo cuando hablaba en Romanos 11. Permanecer en Cristo. Y ¿cómo sabemos si permanecemos en Él? Siendo buenos, Y ADEMÁS amando a nuestros prójimos. Si no amamos a nuestros prójimos, entonces NO estamos en Cristo, y seremos echados al fuego, donde arderíamos.
¿Entonces es esto suficiente para creer que necesitas obedecer los mandamientos de Cristo (amarnos los unos a los otros como El nos amó), hacer obras buenas (dar frutos) para permanecer en El (la viña) y no ser quemados (en el infierno)?
Perdón si esto te asusta querido amigo, pero yo sólo repito lo que Jesús dijo. Y esto es necesario para que seas completamente feliz, en la compañía de Jesús.»
Últimas objeciones
Entonces, te escucho preguntar asfixiado por los argumentos e intentando no ya tanto refutarme con la Biblia sin ridiculizando mis palabras: «¿qué significa lo que dijo San Pablo en su epístola a los Romanos, sobre salvados por la Fe? ¿Y por qué Santiago nos dice que tenemos que tener obras buenas? ¿No se contradice la Biblia?»
No. En absoluto. Claro que la fe ES necesaria para ser salvados. Cuando el dulcísimo Redentor se presenta a nuestras vidas, lo aceptamos como a Nuestro Señor y Salvador, y eso es lo que nos salva (por el momento). Pero si dejas de ser bueno, y te olvidas de tu prójimo, ya no estás en Él. Y la fe no ayudará.
Digamos esto más claramente: Primero es la fe. Y ENTONCES, se necesitan las obras. No estamos salvado sólo por las obras. Estamos salvados porque creímos, y mientras estamos en la gracia de Jesucristo seguiremos dando frutos. Los frutos de la fe Y nuestros trabajos.
Pero ¿vamos a pecar porque hemos pasado de la Ley [Judía] al reino de la gracia? Claro que no. Desde el momento en que se entregaron a alguien para ser sus servidores y cumplir sus órdenes, deben hacerle caso y obedecerlo. Si ese dueño es el pecado, irán a la muerte, pero si obedecen a la fe llevarán una vida santa.
Otra pregunta bella para hacerle a nuestros hermanos extraviados es la siguiente: «Cuando ustedes eran los esclavos del pecado, no sentían ninguna obligación respecto al bien, pero ¿qué provecho sacaron de las cosas que ahora les dan vergüenza? El resultado final es la muerte. Pero ahora ustedes están libres del pecado y sirven a Dios; su oficio es hacerse santos y tendrán por premio la vida eterna. Pues el salario del pecado es la muerte; pero el don gratuito de Dios es la vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor. (Rom 6:15-16, 20-23) ¿Ven ahora? No pueden dar frutos si no están en Cristo, sino que son esclavos del pecado. Cuando aceptaron a Jesucristo como su Señor y Salvador, no fue sólo una palabra que no cumplirán. TIENEN que cumplir esa palabra. Y eso es dejar que Jesucristo Nuestro Señor sea realmente el Señor de sus vidas. ¿De qué sirve decirle que es Señor, si en vez de hacer lo que El quiere, hacemos lo que nos da la gana? Es como decirle a alguien: Mira, ten. Esto es mi tesoro. Pero en vez de dárselo lo escondemos en una caja fuerte para nosotros mismos. ¿No era Señor de nuestras vidas? Entonces, ¿Por qué no lo dejamos que USE ese derecho que le dimos?
En otras palabras, si creemos en Cristo, esa fe no nos salvará si no nos dejamos salvar por Él. Si nos dejamos llevar por el pecado, entonces, obviamente seguimos siendo esclavos del pecado. Nuestra conducta probará de quién somos servidores.
La cuestión se reduce a este punto: ¿a quién sirvo? ¿A Jesucristo, nuestro Salvador? ¿O a Satanás, que nos tiene inmersos en el pecado?
Conclusión
Del punto anterior se nos presenta algo que es absurdo negar u omitir: la importancia de la Gracia. Si no nos preocupamos por hacer oración, no podremos salir del pecado. Sólo Dios nos puede sacar, pero nos corresponde a nosotros llamarlo para que El nos haga libres.
Para hablar de acuerdos entre protestantes y católicos debemos pensar lo mismo respecto a la misma cosa, pero si coincidimos en este o aquel punto y en lo esencial o en sus consecuencias diferimos hasta arriesgar la salvación, no podemos en absoluto decir que coincidimos en ese punto doctrinario. Creemos que si, que la salvación es efectivamente un regalo. Pero un regalo que implica responsabilidades.
Recordemos la parábola de los Talentos: vemos claramente como los Talentos son un regalo, que es la salvación.
Un hombre de gran familia se dirigió a un país lejano para ser nombrado rey y volver en seguida. Llamó a diez empleados suyos, les entregó a cada uno una moneda de oro y les dijo: Trabajen este dinero hasta que yo vuelva. Pero sus compatriotas lo odiaban y mandaron detrás de él una comisión encargada de decir: Nosotros no lo queremos por rey.
Cuando volvió, había sido nombrado rey. Entonces hizo llamar a los empleados a los que había entregado dinero, para averiguar cuánto había ganado cada uno. Se presentó el primero y dijo: «Señor, tu moneda produjo otras diez.» El le contestó: «Está bien, servidor bueno, ya que fuiste fiel en lo poco, recibe el gobierno de diez ciudades».
Vino el segundo y dijo: «Señor, tu moneda produjo otras cinco». El rey contestó igualmente a éste: «También tú gobierna cinco ciudades».
Vino el tercero y dijo: «Señor, aquí tienes tu moneda. La guardé envuelta en un pañuelo, porque tuve miedo de ti. Eres un hombre exigente, reclamas lo que no has depositado y cosechas lo que no has sembrado».
Contestó el rey: «Servidor malo, te juzgo por tus propias palabras. Sabías que soy hombre exigente, que reclamo lo que no he depositado y que cosecho lo que no he sembrado; entonces, ¿por qué no pusiste mi dinero en el banco? A mi regreso yo lo habría cobrado con intereses.» Y dijo el rey a los que estaban presentes: «quítenle la moneda y désenla al que tiene diez».
«Pero señor, le contestaron, ya tiene diez monedas».
Yo les declaro que a todo hombre que tenga se le dará, pero al que no tenga se le quitará aún lo que tiene.
En cuanto a mis enemigos, que no me quisieron por rey, tráiganlos para acá y mátenlos en mi presencia.» (Lc 19:12-27)
Este pasaje nos enseña muchas cosas: Primero, tenemos que usar nuestras ´monedas´, esto es, nuestra Gracia, para santificarnos y santificar al próximo, para procurar su salvación.
Y es que mientras no estemos trabajando para Cristo, esto es, escuchando Sus divinas palabras y no haciendo nada, los enemigos de Dios, esto es, los sirvientes del demonio, estarán tratando de arrastrar a todos los que caminan en la duda.
Por eso es que tenemos que trabajar para Dios, no sólo para NUESTRA salvación, sino para la salvación de OTROS. Es por eso que Sola Fide se queda corta en esto. No sirve, favorece en su restricción a la actuación de Satanás. Si no trabajamos y acercamos a la gente a la Verdad, a la Verdadera y Santa Iglesia fundada por Cristo para nuestra salvación, pero tuviésemos posibilidad, seremos culpables de dejar que esa gente se pierda. Y el día del Juicio en que compareceremos ante Dios, nuestro justo Juez, todas y cada una de esas almas se presentarán ante nosotros para presentar testimonio en contra nuestra. Nos señalarán y seremos responsables por nuestra inacción, por nuestra omisión o por nuestros pecados que los escandalizaron.
El juez que cometió el crimen más monstruoso de la Historia, Poncio Pilatos, lo hizo al no hacer nada, al marginarse del asunto. De la misma manera, somos culpables de que otras gentes se pierdan por no hacer nada al respecto.
Si Pilatos aún pudiera excusarse en que no creía en el Divino Redentor (cosa dudosa, en vista de testimonio del Evangelio), nosotros no, porque creemos en Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre. Entonces, tenemos más responsabilidades que los no creyentes. ¿Acaso no tenemos Fe? ¿No amamos a nuestros hermanos? Bien, usemos, pues, nuestra fe, ¡y demos fruto! Debemos salvar a nuestros prójimos, y darles amor.
Los criminales más ruines, los traficantes de niños, de mujeres, de armas o de drogas, los abortistas o los enemigos de Dios o de la civilización cristiana también creen, como los demonios también creen. Su destino es horrible, según el mismo Evangelio. Y las mismas cosas les pasarán a los que creen en Jesús de palabras, pero no lo aceptan en sus corazones: Serán cortados y echados al fuego.
Como buenos cristianos los evangelistas y protestantes saben que no es por miedo que basamos nuestra fe, sino por amor. Pero la realidad de los novísimos debe, nos obliga a hacernos pensar. El Juicio, el Purgatorio, el cielo y el Infierno son realidades que no pueden negarse aunque lo queramos. El que nada debe, nada teme. Ese es un proverbio muy sabio. Si amas a tu prójimo, daremos fruto. Esa es la promesa que el Divino Redentor nos hizo a todos.
Por amor, daremos frutos así como por los frutos conoceremos el árbol, según el Evangelio. «Obras son amores y no buenas razones» dice el refrán popular. Por amor obramos y la fe sin obras es como guitarra sin cuerdas.
Si acaso nuestros hermanos en Cristo siguen oponiéndose en sus corazones a aceptar la multitud de citas evangélicas y de la simple razón, podemos recomendarle, además, que mediten los siguientes pasajes que prueban que son imprescindibles las obras para la salvación:
1.La higuera que no dio frutos (Lucas 13:1-9)
2.La lámpara que debe alumbrar (Lucas 8:16-18)
3.El buen samaritano (Lucas 10:25-37)
4.Renunciar a las riquezas para poder entrar al Cielo (Mateo 19:16 ss.; Marcos 10:17 ss)
5.Permanecer fiel (la parábola de las diez jóvenes (Mateo 25:1-13)
6.No quitarles la fe a los pequeños, y alejarse de la tentación (Marcos 9:42-48)
Artículo cortesía de http://apologetica.org
Annie Clark: la caligrafía es más bella sin manos
Siete años, una gran sonrisa y sin manos.
Siete años, una gran sonrisa… y sin manos. Es la perfecta descripción de Annie Clark, una niña norteamericana de Pittsburgh, Pennsylvania (EEUU). Aunque aquello que más le caracteriza en realidad su carácter decisivo: cualidad que le llevó a ganar la 21ª edición de la Competencia Anual de Caligrafía de los Estados Unidos (2012) para discapacitados. Un logro que ha conmovido al país entero…
Su padre, Tom, dice con una sonrisa: «Mi hija siempre ha sido muy, muy autosuficiente. Es capaz de ir en bicicleta, de nadar, de abrir una lata de refresco o incluso de pintarse las uñas de los pies». Y claro, también puede vestirse y comer sola… circunstancia que ayuda mucho a su numerosa familia: Tom y Mary Ellen Clark tienen nueve hijos, tres biológicos y seis adoptados de China (Annie entre ellos).
De hecho, si uno visita a la familia Clark, se da cuenta de dónde le viene a Annie esa fortaleza de ánimo. De los seis hijos adoptados, cuatro tienen una discapacidad, entre las que están Alyssa de 18 años y Abbey de 21 –ésta última hija biológica– que tienen Síndrome de Down.
«No es que buscásemos adoptar siempre a niños con necesidades especiales, pero así es como surgió todo», dice Mary Ellen. Y mirando a su hija Annie, dice: «es una niña maravillosa. De mayor quiere ser escritora de libros sobre animales». Una meta a la que el padre está seguro que llegará: «tiene tanta determinación que no hay nada que se le resista».
Esta sana tozudez también ha sido comprobada por los profesores. Dicen que Annie a veces puede ser un poco tímida, pero que es siempre tenaz y diligente: «Cuando escribe, quiere asegurarse que lo está haciendo en forma clara y concisa y realmente se enorgullece de su trabajo», dice Laura Erb, la maestra de Annie de la Academia Wilson Christian. «Sostiene el lápiz entre sus antebrazos y en ocasiones tiene que pararse para permanecer dentro de los renglones. A pesar de su discapacidad, Annie nunca se queda atrás en las clases y aprende rápidamente».
Suceda lo que suceda en el futuro, lo cierto es que hoy Annie se ha llevado a casa el trofeo Nicholas Maxim para niños con discapacidad, además de mil dólares dados por la editorial Zaner–Bloser, patrocinadora del concurso. ¿Está feliz? Es Mary Ellen, la orgullosísima madre, la que responde: «Este premio le ha dado una gran confianza en sí misma. Está orgullosa de ser quien es y como madre estoy absolutamente feliz por eso».
San Lorenzo: Asado por defender los tesoros de la Iglesia
«Ya estoy asado por un lado. Ahora que me vuelvan hacia el otro lado para quedar asado por completo»
Lorenzo nació en Huesca, España, en la primera mitad del siglo III. Estudió teología en Zaragoza y allí conoció al futuro papa Sixto II. Juntos fueron a Roma.
Allí Lorenzo se distinguió por su piedad y caridad hacia los pobres. Gracias a sus dones, el papa Sixto II lo nombró diácono. Fue uno de los siete primeros diáconos de la Iglesia.
Tenía que supervisar la administración de los bienes, aceptar ofrendas y custodiarlas, para poder proveer a los necesitados, huérfanos y viudas.
Lorenzo fue capturado por los soldados del emperador Valeriano el 6 de agosto de 258 en las catacumbas de San Calixto junto con el papa Sixto II y otros diáconos.
Los «tesoros» de la Iglesia
Mientras que el Papa y los otros diáconos sufrieron el martirio de inmediato, Lorenzo se salvó porque el emperador quería que le entregara los tesoros de la iglesia.
El santo en seguida repartió lo que tenía con los pobres y luego llegó delante del emperador Valeriano, acompañado de numerosos pobres y enfermos y dijo:
“Aquí están los tesoros de la Iglesia”.
La tradición dice que el emperador enojado lo mandó a torturar quemado vivo en una parrilla ardiente y después de un rato de estarse quemando en la parrilla el mártir dijo:
“Ya estoy asado por un lado. Ahora que me vuelvan hacia el otro lado para quedar asado por completo”.
San Agustín dice que el gran deseo que el mártir tenía de ir junto a Cristo le hacía no darle importancia a los dolores de esa tortura.
Los cristianos vieron el rostro del mártir rodeado de un esplendor hermosísimo, y sintieron un aroma muy agradable mientras lo quemaban. Los paganos ni veían ni sentían nada de eso.
Patronazgo
San Lorenzo es patrono de los diáconos, los cocineros y los bomberos.
Lugares de culto
A partir del siglo IV, Lorenzo fue uno de los mártires más venerados de la Iglesia de Roma. Constantino I fue el primero en construir un pequeño oratorio, que luego será la basílica, en el lugar de su martirio, el ager Veranus un terreno para cultivos, llamado así quizás por el nombre del propietario Lucio Vero.
De allí toma el nombre el monumental cementerio de Roma que se encuentra atrás de la basílica, el “cementerio del Verano”.
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Curiosidad
La noche del 10 de agosto día que se celebra el santo se produce un fenómeno meteorológico muy popular en el hemisferio Norte, conocido como “lluvia de estrellas” o “Perseidas”, y que la tradición popular ha bautizado como “lágrimas de san Lorenzo”.
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Oración
Señor Dios: Tú le concediste a este mártir
un valor impresionante para soportar sufrimientos por tu amor,
y una generosidad total en favor de los necesitados.
Haz que esas dos cualidades
las sigamos teniendo todos en tu Santa Iglesia;
generosidad inmensa para repartir nuestros bienes entre los pobres,
y constancia heroica para soportar los males y
dolores que tú permites que nos lleguen.
Amén