John 20:1-9
Amigos, nuestro Evangelio de Pascua contiene el magnífico relato de la resurrección según San Juan. Fue temprano en la mañana del primer día de la semana, dice Juan. Todavía estaba oscuro – tal como en el principio de los tiempos, antes que Dios dijera, “Hágase la luz”. Pero una luz estaba a punto de brillar y una nueva creación estaba a punto de suceder.
La piedra había sido quitada. Esa piedra que bloqueaba la entrada a la tumba de Jesús representa la finalidad de la muerte. Cuando alguien a quien amamos muere, es como si una gran piedra se interpusiera bloqueando permanentemente nuestro acceso a él. Y es por eso que lloramos la muerte—no solo por dolor sino por una especie de frustración existencial.
Pero para Jesús, la piedra ha sido movida. Sin duda, los primeros discípulos deben haber pensado que un ladrón de tumbas había estado allí. Y la maravillosa ironía de San Juan es que efectivamente el mayor de los ladrones de tumbas estuvo presente. El Señor le dice al profeta Ezequiel, “Abriré las tumbas y los levantaré de ellas”.
Lo que se había soñado, lo que se mantenía como esperanza contra toda esperanza, se ha convertido en una realidad. Dios ha abierto la tumba de su Hijo, y las ataduras de la muerte han sido destrozadas para siempre.
Domingo de Resurrección
Solemnidad
Por: Cristina Huete García | Fuente: hagiopedia.blogspot.com
Martirologio Romano: En este día, que el Señor ha realizado, solemnidad de las solemnidades y nuestra Pascua: Resurrección de nuestro Salvador Jesucristo según la carne.
por José-Román Flecha.
«La Gloria de la Pascua» es el título homilético de José Román Flecha para Homilía Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor.
«¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?» Esa es la pregunta que la comunidad de los cristianos dirige en este día de Pascua a María Magdalena. Nosotros somos los que creen si haber visto. Por eso nos atrevemos a preguntar a los testigos de la primera hora qué es lo que han visto. En la mañana del aquel primer día de la semana. En la mañana de nuestra fe.
VER Y CREER
El amanecer del primer día de la semana es evocado también en el evangelio que hoy se proclama (Jn 20, 1-9). En la experiencia del amor, siempre se recuerdan con gozo los momentos iniciales del encuentro. En la experiencia de la fe pascual, los cristianos volvemos con gratitud a aquel amanecer que siguió a la condena, a la muerte y a la sepultura de Jesús.
El texto subraya la importancia de «ver». Al llegar al sepulcro de Jesús, María Magdalena se espantó. Vio la losa del sepulcro del Señor. Pero en el primer momento no pudo ver al Señor que habían depositado en el sepulcro. De pronto sintió que le faltaba la referencia última al Señor al que había seguido por los caminos. El creer y el ver se unían en su recuerdo.
A falta del punto de apoyo que había encontrado en el Maestro de los discípulos, fue a buscarlo en los discípulos del Maestro. Si ella corrió a llamarlos, corriendo fueron ellos al sepulcro. Al llegar al sepulcro vacío, Pedro «vió» las vendas y el sudario con que había envuelto el cuerpo y la cabeza de Jesús, pero no se dice que creyera.
El discípulo amado entró también al sepulcro. Vio lo mismo que Pedro y comenzó a creer. Pedro no había hecho todavía su profesión de amor a su Maestro. Magdalena y el otro discípulo son recordado por su amor. Así pues, para creer en la resurrección no basta ver con los ojos. Es preciso que el amor nos acerque al misterio del Señor.
LA MUERTE EN TI NO MANDA
El relato evangélico termina con una observación importante: «Hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos».
• Jesús había explicado a sus seguidores que tenía que ser condenado y que le darían muerte. Pero los discípulos guardaban en el corazón sus propias expectativas. Sus intereses personales no les permitían descubrir el misterio de su Maestro. Para que la fe surja en nuestra vida no basta con escuchar la palabra del Señor.
• Jesús había preguntado con frecuencia a sus discípulos si entendían su mensaje. Ellos solían responder afirmativamente. Pero el relato pascual nos revela que no es lo mismo entender las palabras del Maestro que aceptar su entrega. El proceso de la fe pasa por hacer nuestra la vida y la suerte del Señor.
– Señor Jesús, «primicia de los muertos, sabemos por tu gracia que estás resucitado; la muerte en ti no manda. Rey vencedor, apiádate de la miseria humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa». Amén. ¡Aleluya!
Jesús, gracias
Santo Evangelio según san Juan 20, 1-9. Domingo de Resurrección
Por: Iker Trillas Diaz, LC | Fuente: Somosrc.mx
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, aumenta mi fe.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 20, 1-9
El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”. Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró. En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
¡Domingo de Resurrección! ¡Es hoy! Todos los domingos del año son fiesta por lo que celebramos hoy. Es el centro de nuestra fe. Es el sol que alumbra las tinieblas. Es la victoria de la vida sobre la muerte. Dios que ha bajado y tomado carne, al cual hemos crucificado, ha resucitado. ¡Vive! Vive Jesús. Está en ti, está en mí. Nos llama, nos escucha, nos anhela, nos ama.
Pedro y Juan están encerrados, con miedo, traumados por la muerte tan devastadora de su Jesús. Pensemos en lo fuerte que es la muerte de una persona querida. Y como les ha de haber golpeado a los pobres apóstoles. Ellos son humanos como tú y yo y esto se nos puede escapar sabiendo la historia. Pero es un trauma lo que ellos pasaron y vieron. Y afecta lo humano y lo espiritual.
La fe está adormecida, la esperanza está congelada por la fuerza de la maldad y del pecado volcado sobre su Amigo. Estaban en la penumbra. ¿La Luz había cesado? ¿Estaban esperando el tercer día?
Hasta que María Magdalena, portadora de la Buena Nueva, anuncia que el cuerpo no está y el sepulcro está vacío. Pero como puede ser si ellos mismo pusieron el cuerpo en el sepulcro. Ellos cerraron la tumba con la piedra. Ellos vieron que estaba ahí el cuerpo sin vida. Como juega la realidad con nuestra fe. Nos hace dudar sobre si creo en Jesús o no. Sobre si vale la pena creer en Jesús o no.
Al escuchar a María Magdalena salen corriendo. Quedaba una pequeña luz dentro de ellos y querrían que fuera un incendio forestal dentro de su alma. Al llegar ven y creen. Creen en la Palabra que Jesús les había dicho antes. Creen en los profetas, creen en las promesas hechas a lo largo de la historia de Israel. El Mesías, su Amigo, ha resucitado.
Creamos nosotros también, con fuerza, que Jesús vive. Así sacamos las dudas con las que el demonio nos quiera tentar. Así podemos escucharlo, así disponemos nuestra alma para entrar en contacto con Él hoy, dos mil años después, dejemos que nuestra alma corra a Jesús, porque lo anhela. Dejemos que vuele a Jesús porque lo desea. Démosle espacio a Jesús para que habite en nosotros. Tengamos hoy rostros de Domingo de Resurrección que contagien la alegría de Jesús.
«Y en Él también nosotros hemos resucitado, pasando de la muerte a la vida, de la esclavitud del pecado a la libertad del amor. Dejémonos, por lo tanto, alcanzar por el consolador mensaje de la Pascua y envolver de su luz gloriosa, que dispersa las tinieblas del miedo y la tristeza. Jesús resucitado camina junto a nosotros. Él se manifiesta a quienes lo invocan y lo aman. Antes que nada, en la oración, pero también en los simples gozos vividos con fe y gratitud. Este día de fiesta, en el que es costumbre gozar de un poco de distracción y de gratuidad, nos ayuden a experimentar la presencia de Jesús. Pidamos a la Virgen María poder tocar con las manos llenas la paz y la serenidad del Resucitado, para compartirlos con los hermanos, especialmente con los que tienen más necesidad de consuelo y de esperanza».
(Regina coeli de S.S. Francisco, 22 de abril de 2019).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Tener rostro de Domingo de Resurrección (una sonrisa para todos).
Despedida
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
(VIDEO) ¿Qué sentido tiene la Resurrección?
Fátima Navarro – Redacción de Aleteia – publicado el 30/03/24
En este video, el Padre Tadeo nos cuenta qué sentido tiene la Resurrección, la fiesta más importante del cristianismo.
¿Qué sentido tiene la Resurrección? ¡Todo!, porque dice san Pablo que, «si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe» (1Co 15, 14) y todavía estarían en su pecado, enfatiza el Apóstol.
Y precisamente, el sacrificio de Cristo nos ha salvado del pecado, pero la Resurrección del Señor es la prueba de la salvación, primero porque no se trata de cualquier sacrificio, y segundo porque el Señor ha vencido a la muerte que entró al mundo por el pecado.
Cristo, nuestra esperanza
Con la Resurrección del Señor, se abre la esperanza de los que vivimos en el mundo actual: ¡nosotros también resucitaremos! Fuimos hechos «hombres nuevos» por el Bautismo, pero en el último día, recuperaremos un cuerpo glorioso, como el de Cristo.
Cristo nos devuelve nuestra identidad más profunda, llamados a la santidad.