¡Felices Pascuas! Cristo ha resucitado —¡Aleluya, Aleluya! Recientemente, hubo una conversación pública con el popular historiador Tom Holland. Alguien del público le preguntó, “¿Cuál es la demanda de nuestra época?” y contestó, “Que el Cristianismo sea extraño”. Cuando entraba en la madurez, había una tendencia de reducir al Cristianismo a un misticismo difuso, o a un sistema moral. Si eso es todo lo que es el Cristianismo, ¿a quién le importa? Estoy con Tom Holland: que el Cristianismo sea raro, porque el Cristianismo es raro. Y mucho de la rareza se centra en lo que celebramos hoy: la Resurrección de Jesús de la muerte. TOM HOLLAND escribió un libro llamado DOMINIO ¡y lo que hace en este libro es intentar mostrar cuán decisiva ha sido la influencia Cristiana para modelar nuestra cultura occidental, que muchos de los valores que damos por sentados -los derechos individuales, el cuidado de los pobres y los marginados y este tipo de cosas- no son valores generales. De hecho él dice que no eran sostenidos en el Imperio romano para nada, sino al contrario. ¿Por qué los sostenemos entonces? Bueno, es la influencia, dijo de Cristianismo. No son verdades morales universales. Vinieron de este religión tan peculiar y rara. Es por esta razón que durante una conversación pública dijo -creo que alguien del público le preguntó, ¨Qué deberíamos hacer? ¿Cuál es la demanda de nuestra  época? Y contestó, ¨Que el Cristianismo sea raro¨. Me gusta eso. Cuando entraba en la madurez en la Facultad de Teología en Barcelona había la tendencia de reducir el Cristianismo a un misticismo difuso, o a un sistema moral. JESÚS fue un maestro bueno de la ética de mucho tiempo atrás, y seguimos sus principios y todo eso. Bueno que aburrido, ¿a quién le importa? Me refiero a que si eso es todo lo que es el Cristianismo, me retiro, porque  existen toda clase de sistemas éticos y de todo tipo de maestros buenos, inspiradores. ¿A quién le importa? Que el Cristianismo sea raro, porque el Cristianismo es raro. Y mucha de esa rareza, se centra en lo que celebramos hoy.

Revisemos primero la cruz. Y Tom Holland emplea mucho tiempo para hablar de eso, porque él conoció muy bien por sus estudios le la antigua   Roma lo que la cruz significaba exactamente. Regresaré sobre esto pero estoy usando esta adorable cruz que nos preside. Y aquí está presente y es admirable y es hermosa en adoración , y la estoy adorando como un signo religioso. Así que asociamos la cruz con sentimientos piadosos. ¿En la antigüedad? Pensarían que estaba fuera de mis cabales. Si vieran a alguien como yo y dijeron, ¨Bueno ese es un líder religioso¨, dirían: ¿Qué está usando? ¿Adorando una cruz? Sería como si alguien usara una imagen de una silla eléctrica, o un lazo o una horca. La cruz era este instrumento de tortura brutal, brutal. Se cree que los romanos la tomaron de los persas, pero cielos los romanos la perfeccionaron como un medio de ejecución de la forma más espantosa posible. Típicamente se los dejaba desnudos, porque la humillación era parte de la tortura. Eran crucificados en un sitio público para que la gente pudiera verlos.

Eran atados o clavados a las piezas de madera, y luego simplemente se los dejaba allí. Y la tortura era lenta, pérdida de sangre hasta morir y lenta asfixia que producía ete dolor excruciante literalmente. Y luego cuando moría la persona, típicamente, no lo sacaban de la cruz. Se dejaban sus cuerpos allí y las bestias del campo lo devoraban. La cruz era tan espantosa que se reservaba para los peores enemigos de Roma. Se reservaba para la gente más baja de la sociedad. Morir en la cruz hubiera sido considerado la forma más abyecta del  fracaso. Y entonces recuerden a Tom Holland: ¨Cuán raro fue romano sosteniendo en alto la cruz. San Pablo dijo, ¨SÓLO CONOZCO  UNA COSA A CRISTO Y CRISTO CRUCIFICADO¨. ¨GÁLATAS, INSENSATOS ¿Quién LES HA SEDUCIDO A UDS. A QUIENES FUE PRESENTADA LA IMAGEN DE JESUCRISTO CRUCIFICADO? ¿CRUCIFICADO? ¿De qué hablaba este hombre? De alguién que murió en la CRUZ. Bueno, eso significa que es el peor fracaso. Decir, ¨Bueno, este es el Mesías. Es el nuevo rey, el Señor, JESÚS ¨Kyrios¨el nuevo. Y FUE CRUCIFICADO¨. Bueno, es una locura, es absurdo. Es la afirmación más rara posible. De De acuerdo, ¿porque lo hacen entonces? Y allí viene mi segunda rareza, de la que se trata el DIA DE HOY, DOMINGO DE PASCUA. De nuevo en la época de mi madurez, había un tendencia de justificar a la Pascua. ¨Oh, los discípulos se sintieron tan mal pero luego se sintieron perdonados y entonces expresaron eso en términos de esta especia de historias locas. O, era un modo simbólico de decir que la causa de JESÚS vive en  nosotros.

Fue un dispositivo literario, fue como una leyenda o el mito de hablar de la RESURRECCION DE JESUS. Permitan que el Cristianismo sea raro. Y con esto en mente, miremos a nuestra PRIMERA LECTURA DEL DOMINGO DE PASCUA. Aquí está el gran discurso de Pedro en los Hechos de los Apóstoles hablando sobre este personaje: ¨Ya saben todos lo sucedido en toda Judea, que tuvo principio en Galilea, después del bautismo predicado por Juan¨. Bueno, si estuviera contando una historia y dijera, bien, conocí al tipo en la zona de la Plaza de Armas y lo vi en el callejón de la Unión y luego sucedió algo en la plaza de San Martín y sucedió algo que fue realmente interesante. Es ¿que pensarían que me estoy refiriendo a una leyenda o mito?a NO. OH, de acuerdo. Cuéntame más de este tipo que estuvo caminando por las calles. Eso es sobre alguien real. Pedro dice, ¨Nosotros somos testigos de cuanto ÉL hizo¨. No estamos hablando de alguien del que escuché hablar remotamente como una leyenda.  No, no, somos testigos. Conocimos a este hombre. Lo vimos. ¨Lo mataron colgándolo de la Cruz¨. Allí está el  modo judío de referirse al horror de la cruz. Lo vieron. Pero DIOS lo RESUCITÓ al tercer día y concedió verlo, no a todo el pueblo sino únicamente a los testigos que ÉL de antemano había escogido. No estamos en una galaxia lejana, remota. No trata de ¨Erase una vez¨. Estamos en Galilea, Judea y JESÚS, lo conocimos y fuimos testigos de su muerte en la Cruz. Pero DIOS

LO RESUCITÓ Y CONCEDIÓ VERLO. Luego mi frase favorita, y se las recomiendo para su contemplación en la PASCUA, encuéntrenla. Está en el capítulo 10 de los Hechos de los Apóstoles, este pasaje. Esta es la frase que amo, ¨Concedió verlo no a todo el pueblo, sino… a nosotros¨. -Escuche ahora- ¨Que hemos comido y bebido con ÉL después de que resucitó de entre los muertos¨. Permitan que eso decante. Este JESÚS que fue ejecutado en una cruz romana -y les advierto, los romanos sabían cómo ejecutar gente. No me vengan sobre esta teoría, Oh, JESÚS solo se desvaneció en la cruz y de algún modo salió tambaleante, severamente herido de su tumba. Quiero decir, por favor. Y estos testigos lo vieron. Este JESÚS resucitó de la muerte, y nosotros comimos y bebimos con ÉL. Quiero decir que no estamos hablando de mitos y leyendas aquí. Estamos hablando de personas de carne y hueso que experimentaron algo que fue tan impactante, apabullante y digámosle con John Holland, raro. Motivo que se precipitaron para recorrer todo el mundo para anunciar este mensaje. Piensen en esta gente. En los Evangelios oímos sobre María Magdalena que llega a la tumba. María Magdalena que lo conocía, le expulsó siete demonios. Maria Magdalena que lo amaba, llega más temprano a la tumba. Juan el discípulo amado, llega corriendo a la tumba cuando oye esta noticia. Amo esto también. Permítanme leerles este breve pasaje del relato de Juan. Ella ve y corre y localiza a Simón Pedro, y entonces ellos dos corren hacia la tumba, ¨inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró¨.

Cuando llega Simón Pedro, entra y ve los lienzos y el sudario que había cubierto su cabeza, pero no estaba con los otros lienzos ¨sino doblado en sitio aparte¨. Esto es lo que quiero que vean. Si estuviéramos de un mito o una leyenda, no te involucrarías en detalles como este. ¿A quién le importa dónde está el lienzo de la cabeza? Esto para mí tiene todo el sentido y la textura de algo que se recordó vívidamente. ¿Se acuerdan de aquello cuando llegamos por primera vez a la tumba? No estaba allí, ¿pero las vestiduras del entierro? Recuerdan ¿que extraño que el lienzo de la cabeza estuviera doblado en otro lugar? Que el Cristianismo sea raro, porque la RESURRECCIÓN fe este evento impactante, excepcional, raro -escuchen esto- que dio sentido a aquel evento raro de la cruz. Ahora lo captaron. La cruz representaba todo el poder del mundo. Los tiranos siempre han predicado su poder a partir del miedo a la muerte. La cruz -te levantas contra el poder de Roma y te haremos esto. Te crucificamos. El poder del mundo en su forma más cruda. Es la historia del mundo, del principio hasta el dia de hoy. Es la guerra de todos contra todos. Te metes conmigo, voy a meterme contigo. Esa es la cruz. Eso es lo que significa para la gente de la antigüedad. Vean, ¿por qué fue entonces, que fueron capaces de sostenerla en alto como una especie de provocación? Sé que piensa que esto está destinado a asustarme. Pero no, ya no más. Voy a sostenerla en alto la Cruz que nos preside esta Eucaristía, de hecho voy a colocarle amores como estos. Esa es una provocación a los poderes del mundo. Porque a la luz de este evento raro de la RESURRECCIÓN, SUPIERON QUE EL AMOR DE DIOS ES MÁS PODEROSO de cualquier cosa que pudiera armarse el César o cualquier cosa que pudieran armarse los sucesores del César. ¿Piensa que esto me asusta? NO, para nada. Y la voy a sostener en alto como el signo del rey conquistador. Vean de nuevo a Tom Holland: tangen presente al raro Cristianismo. ¿Cúal es el peligro? El peligro es que si miras en derredor a una sociedad Cristiana, digamos como la nuestra, en un montón de Iglesias Cristianas, HAY MUCHAS DE ESTAS POR ALLI. Muchas de estas cruces elevadas y sobre campanarios y sobre la cima de edificios y la gente la usa como joyas. Pero ¨Oh, la Iglesia Cristiana, que lindo lugar. Si, un lugarcito apartado, que no hace daño. DIOS los bendiga. O, esa Señora buena usa una cruz. Es adorable. Es, linda e inofensiva. Eso es lo que quieren. Los poderes del mundo.  Quieren domesticar el Cristianismo, volverlo inofensivo. Pero lo único que no es, es ser inofensivo. Porque esta Cruz presente con joyas del amor significa que los poderes del mundo han sido vencidos. EL AMOR DE DIOS ES MÁS GRANDE QUE TODO LO QUE HAY EN EL MUNDO. POR LO TANTO PONE EL MUNDO PATAS ARRIBA. EN CRISTIANISMO SIEMPRE HA SIDO DESDE EL COMIENZO, UNA ESPECIE DE REVOLUCIÓN. YEN LA MEDIDA QUE SE DEJA DE SER UNA REVOLUCIÓN, PIERDE SU ESENCIA. ASÍ QUE EN ESTE GRAN DÍA DE FIESTA, ESTE DIA DE FIESTA CULMINANTE, ESTE DIA DE LOS DIAS, ESTE DIA DE PASCUA DÍA DE RESURRECCIÓN, RECORDEMOS EL PODER DE NUESTRO CRISTIANISMO. QUE NUESTRO CRISTIANISMO SEA ALGO RARO, PORQUE ASÍ CAMBIA EL MUNDO. CON TODO EL AMOR DESDE PAX A TODOS LOS QUE NOS HAN SEGUIDO PARA UDS. Y TODOS LOS SUYOS EL MEJOR SALUDO DESDE PAX TV. UNA FELIZ PASCUA PORQUE CRISTO EL SEÑOR HA RESUCITADO Y NOSOTROS CON ´EL.

Domingo de Resurrección

Solemnidad

Martirologio Romano: En este día, que el Señor ha realizado, solemnidad de las solemnidades y nuestra Pascua: Resurrección de nuestro Salvador Jesucristo según la carne.

Homilía Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor, (31-3-2013),
por José-Román Flecha.

«La Gloria de la Pascua» es el título homilético de José Román Flecha para Homilía Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor.

«¿Qué has visto de camino, María, en la mañana?» Esa es la pregunta que la comunidad de los cristianos dirige en este día de Pascua a María Magdalena. Nosotros somos los que creen si haber visto. Por eso nos atrevemos a preguntar a los testigos de la primera hora qué es lo que han visto. En la mañana del aquel primer día de la semana. En la mañana de nuestra fe.

«¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!». En ese grito gozoso de María Magdalena se concentra la fuerza de los versos de la secuencia que se proclama en la liturgia de hoy. El amor es más fuerte que la muerte y la esperanza verdadera no sucumbe cuando se agotan las ilusiones inmediatas. El Resucitado es la fuente de la vida. Y el sentido para la vida.

El himno pone todavía en boca de Magdalena una invitación que se dirige a todos los discípulos del Maestro: «Venid a Galilea, allí el Señor aguarda; allí veréis los suyos la gloria de la Pascua». El ministerio de Jesús comenzó en Galilea. Y allí fue llamando a sus discípulos. Dispersados por el miedo, han de volver a los orígenes. Y recobrar el aliento de la llamada.

VER Y CREER

El amanecer del primer día de la semana es evocado también en el evangelio que hoy se proclama (Jn 20, 1-9). En la experiencia del amor, siempre se recuerdan con gozo los momentos iniciales del encuentro. En la experiencia de la fe pascual, los cristianos volvemos con gratitud a aquel amanecer que siguió a la condena, a la muerte y a la sepultura de Jesús.

El texto subraya la importancia de «ver». Al llegar al sepulcro de Jesús, María Magdalena se espantó. Vio la losa del sepulcro del Señor. Pero en el primer momento no pudo ver al Señor que habían depositado en el sepulcro. De pronto sintió que le faltaba la referencia última al Señor al que había seguido por los caminos. El creer y el ver se unían en su recuerdo.

A falta del punto de apoyo que había encontrado en el Maestro de los discípulos, fue a buscarlo en los discípulos del Maestro. Si ella corrió a llamarlos, corriendo fueron ellos al sepulcro. Al llegar al sepulcro vacío, Pedro «vió» las vendas y el sudario con que había envuelto el cuerpo y la cabeza de Jesús, pero no se dice que creyera.

El discípulo amado entró también al sepulcro. Vio lo mismo que Pedro y comenzó a creer. Pedro no había hecho todavía su profesión de amor a su Maestro. Magdalena y el otro discípulo son recordado por su amor. Así pues, para creer en la resurrección no basta ver con los ojos. Es preciso que el amor nos acerque al misterio del Señor.

LA MUERTE EN TI NO MANDA

El relato evangélico termina con una observación importante: «Hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos».

  • Jesús había explicado a sus seguidores que tenía que ser condenado y que le darían muerte. Pero los discípulos guardaban en el corazón sus propias expectativas. Sus intereses personales no les permitían descubrir el misterio de su Maestro. Para que la fe surja en nuestra vida no basta con escuchar la palabra del Señor.
  • Jesús había preguntado con frecuencia a sus discípulos si entendían su mensaje. Ellos solían responder afirmativamente. Pero el relato pascual nos revela que no es lo mismo entender las palabras del Maestro que aceptar su entrega. El proceso de la fe pasa por hacer nuestra la vida y la suerte del Señor.
  • Jesús había anunciado una y otra vez que, a los tres días de su muerte, había de resucitar de entre los muertos. Pero los suyos se preguntaban qué significaba eso de resucitar. Ni antes ni después estaban preparados para ellos. La culminación de la fe no se logra por las razones humanas. Es siempre un don de Dios y una sorpresa.

– Señor Jesús, «primicia de los muertos, sabemos por tu gracia que estás resucitado; la muerte en ti no manda. Rey vencedor, apiádate de la miseria humana y da a tus fieles parte en tu victoria santa». Amén. ¡Aleluya!

Remover las piedras

Santo Evangelio según san Juan 20, 1-9. Domingo de Resurrección

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, necesito encontrarme contigo. Estar en tu presencia es algo que anhela mi alma. Gracias por resucitar y permanecer vivo para siempre junto a mí. Creo que eres mi creador, mi Señor, mi Dios. Confío en ti porque nunca me has decepcionado y, sobre todo, porque Tú también confías en mí. Te amo, mi Dios, y quiero amarte más y más. Dame la gracia de serte siempre fiel y jamás permitas que nada ni nadie me separe de ti.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 20, 1-9

El primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán puesto”. Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos iban corriendo juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó primero al sepulcro, e inclinándose, miró los lienzos puestos en el suelo, pero no entró. En eso llegó también Simón Pedro, que lo venía siguiendo, y entró en el sepulcro. Contempló los lienzos puestos en el suelo y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, puesto no con los lienzos en el suelo, sino doblado en sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro, y vio y creyó, porque hasta entonces no habían entendido las Escrituras, según las cuales Jesús debía resucitar de entre los muertos.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Pueden ser muchas las piedras que no se han removido en mi vida. María Magdalena llega al sepulcro y gracias a que la piedra que tapaba la entrada ya no está en su lugar es que puede salir corriendo a anunciar lo sucedido. Ojalá que esta Semana Santa no te deje, Jesús, encerrado en el sepulcro. Quitar las piedras que te impiden salir y triunfar en mi vida es un paso importante que hoy me invitas a dar.

Tal vez no me siento capaz de mover esas rocas que tapan el sepulcro. Son demasiado grandes y pesadas para mí. La Magdalena también pensaba eso mientras iba de camino. Sin embargo, fue la fuerza de tu amor, Jesús, la que corrió la piedra dando una señal a las mujeres y a tus apóstoles.

Dame la gracia, Señor, de ir destapando, con tu gracia, el sepulcro de mi alma y dejar que puedas salir con vida. Sólo si sales e iluminas todo mi ser podré realizarme y alcanzar el plan que has logrado para mí. Sólo con tu gracia podré ayudarte a remover las piedras que impiden tu libertad en mí.

Con tu resurrección me enseñas que no se puede vivir en el temor, en la oscuridad, en la muerte. Tú me has abierto el camino a la vida, a la luz, a la resurrección, a la felicidad.

«Preguntémonos si nuestro corazón está abierto a acoger con fe la semilla de la Palabra de Dios. Preguntémonos si nuestras piedras de la pereza son todavía numerosas y grandes; individuemos y llamemos por nombre a las zarzas de los vicios. Encontremos el valor de hacer una buena recuperación del suelo, una bonita recuperación de nuestro corazón, llevando al Señor en la Confesión y en la oración nuestras piedras y nuestras zarzas».

(Ángelus de S.S. Francisco, 16 de julio de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy agradeceré a Dios durante la misa el que haya resucitado por mí.

Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Mensaje Urbi et Orbi del Papa Francisco – Pascua 2023

«Aabemos que Cristo verdaderamente resucitó».

Por: Papa Francisco | Fuente: Vatican.Va

Queridos hermanos y hermanas: ¡Cristo ha resucitado!

Hoy proclamamos que Él, el Señor de nuestra vida, es «la resurrección y la vida» del mundo (cf. Jn 11,25). Es Pascua, que significa “paso”, porque en Jesús se realizó el paso decisivo de la humanidad: de la muerte a la vida, del pecado a la gracia, del miedo a la confianza, de la desolación a la comunión. En Él, Señor del tiempo y de la historia, quisiera decirles a todos, con alegría en el corazón: ¡feliz Pascua!

Que sea para cada uno de ustedes, queridos hermanos y hermanas —en particular para los enfermos y los pobres, para los ancianos y los que están atravesando momentos de prueba y dificultad—, un paso de la tribulación a la consolación. No estamos solos, Jesús, el Viviente, está con nosotros para siempre. Que la Iglesia y el mundo se alegren, porque hoy nuestra esperanza ya no se estrella contra el muro de la muerte; el Señor nos ha abierto un puente hacia la vida. Sí, hermanos y hermanas, en Pascua el destino del mundo cambió; y hoy, que coincide además con la fecha más probable de la resurrección de Cristo, podemos alegrarnos de celebrar, por pura gracia, el día más importante y hermoso de la historia.

Cristo ha resucitado, verdaderamente ha resucitado, como se proclama en las Iglesias de Oriente: Christòs anesti! Ese verdaderamente nos dice que la esperanza no es una ilusión, ¡es verdad! Y que, a partir de la Pascua, el camino de la humanidad, marcado por la esperanza, avanza veloz. Nos lo muestran con su ejemplo los primeros testigos de la Resurrección. Los Evangelios describen la prisa con la que el día de Pascua «las mujeres corrieron a dar la noticia a los discípulos» (Mt 28,8). Y, después que María Magdalena «corrió al encuentro de Simón Pedro» (Jn 20,2), Juan y el mismo Pedro “corrieron los dos juntos” (cf. v. 4) para llegar al lugar donde Jesús había sido sepultado. Y después, la tarde de Pascua, habiendo encontrado al Resucitado en el camino de Emaús, dos discípulos “partieron sin demora” (cf. Lc 24,33) y se apresuraron para recorrer muchos kilómetros en subida y a oscuras, movidos por la alegría incontenible de la Pascua que ardía en sus corazones (cf. v. 32). Es la misma alegría por la que Pedro, viendo a Jesús resucitado a orillas del lago de Galilea, no pudo quedarse en la barca con los demás, sino que se tiró al agua de inmediato para nadar rápidamente hacia Él (cf. Jn 21,7). En definitiva, en Pascua el andar se acelera y se vuelve una carrera, porque la humanidad ve la meta de su camino, el sentido de su destino, Jesucristo, y está llamada a ir de prisa hacia Él, esperanza del mundo.   

Apresurémonos también nosotros a crecer en un camino de confianza recíproca: confianza entre las personas, entre los pueblos y las naciones. Dejémonos sorprender por el gozoso anuncio de la Pascua, por la luz que ilumina las tinieblas y las oscuridades que se ciernen tantas veces sobre el mundo.

Apresurémonos a superar los conflictos y las divisiones, y a abrir nuestros corazones a quien más lo necesita. Apresurémonos a recorrer senderos de paz y de fraternidad. Alegrémonos por los signos concretos de esperanza que nos llegan de tantos países, empezando de aquellos que ofrecen asistencia y acogida a quienes huyen de la guerra y de la pobreza.

Pero a lo largo del camino todavía hay muchas piedras de tropiezo, que hacen arduo y fatigoso nuestro apresurarnos hacia el Resucitado. A Él dirijamos nuestra súplica: ¡ayúdanos a correr hacia Ti! ¡Ayúdanos a abrir nuestros corazones!

Ayuda al amado pueblo ucraniano en el camino hacia la paz e infunde la luz pascual sobre el pueblo ruso. Conforta a los heridos y a cuantos han perdido a sus seres queridos a causa de la guerra, y haz que los prisioneros puedan volver sanos y salvos con sus familias. Abre los corazones de toda la comunidad internacional para que se esfuerce por poner fin a esta guerra y a todos los conflictos que ensangrientan al mundo, comenzando por Siria, que aún espera la paz. Sostiene a cuantos han sido afectados por el violento terremoto en Turquía y en la misma Siria. Recemos por cuantos han perdido familiares y amigos, y se quedaron sin casa; que puedan recibir consuelo de Dios y ayuda de la familia de las naciones.

En este día te confiamos, Señor, la ciudad de Jerusalén, primer testigo de tu Resurrección. Expreso mi profunda preocupación por los ataques de estos últimos días, que amenazan el deseado clima de confianza y respeto recíproco, necesario para retomar el diálogo entre israelíes y palestinos, de modo que la paz reine en la Ciudad Santa y en toda la región.

Ayuda, Señor, al Líbano, todavía en busca de estabilidad y unidad, para que supere las divisiones y todos los ciudadanos trabajen juntos por el bien común del país.

No te olvides del querido pueblo de Túnez, en particular de los jóvenes y de aquellos que sufren a causa de los problemas sociales y económicos, para que no pierdan la esperanza y colaboren en la construcción de un futuro de paz y fraternidad.

Dirige tu mirada sobre Haití, que está sufriendo desde hace varios años una grave crisis sociopolítica y humanitaria, y sostiene el esfuerzo de los actores políticos y de la comunidad internacional en la búsqueda de una solución definitiva a los numerosos problemas que afligen a esa población tan atribulada.

Consolida los procesos de paz y reconciliación emprendidos en Etiopía y en Sudán del Sur, y haz que cese la violencia en la República Democrática del Congo.

Sostiene, Señor, a las comunidades cristianas que hoy celebran la Pascua en circunstancias particulares, como en Nicaragua y en Eritrea, y acuérdate de todos aquellos a quienes se les impide profesar libre y públicamente su fe. Concede consuelo a las víctimas del terrorismo internacional, especialmente en Burkina Faso, Malí, Mozambique y Nigeria.

Ayuda a Myanmar a recorrer caminos de paz e ilumina los corazones de los responsables para que los martirizados Rohinyá encuentren justicia.

Conforta a los refugiados, a los deportados, a los prisioneros políticos y a los migrantes, especialmente a los más vulnerables, así como a todos aquellos que sufren a causa del hambre, la pobreza y los nefastos efectos del narcotráfico, la trata de personas y toda forma de esclavitud. Inspira, Señor, a los responsables de las naciones, para que ningún hombre o mujer sea discriminado y pisoteado en su dignidad; para que en el pleno respeto de los derechos humanos y de la democracia se sanen esas heridas sociales, se busque siempre y solamente el bien común de los ciudadanos, se garantice la seguridad y las condiciones necesarias para el diálogo y la convivencia pacífica.

Hermanos, hermanas, encontremos también nosotros el gusto del camino, aceleremos el latido de la esperanza, saboreemos la belleza del cielo. Obtengamos hoy la fuerza para perseverar en el bien, hacia el encuentro del Bien que no defrauda. Y si, como escribió un Padre antiguo, «el mayor pecado es no creer en la fuerza de la Resurrección» (San Isaac de Nínive, Sermones ascéticos, I,5), hoy creemos y «sabemos que Cristo verdaderamente resucitó» (Secuencia de Pascua). Creemos en Ti, Señor Jesús, creemos que contigo la esperanza renace y el camino sigue. Tú, Señor de la vida, aliéntanos en nuestro caminar y repítenos, como a los discípulos la tarde de Pascua: «¡La paz esté con ustedes!» (Jn 20,19.21).

Regina Coeli

Durante el Tiempo Pascual sustituye al Ángelus.

Alégrate. Reina del Cielo, aleluya.
R: Porque Aquel a quien mereciste llevar en tu seno, aleluya.

Ha resucitado como lo predijo, aleluya.
R: Intercede por nosotros ante Dios, aleluya.

Gózate y alégrate, María Virgen, aleluya.
R: Porque en verdad el Señor ha resucitado, aleluya.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
R: Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. (tres veces).

V. Oremos:
Oh Dios que por la Resurrección de tu Hijo,
nuestro Señor Jesucristo,
te has dignado dar la alegría al mundo,
concédenos por su Madre, la Virgen María,
alcanzar el gozo de la vida eterna.
Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor.

R. Amén.

Explicación

“Regina Coeli” significa en latín “Reina del cielo”

Regina Coeli es una oración mariana y cristológica centrada en la meditación del misterio de la Resurrección del Señor, que se reza en el tiempo de Pascua, desde el Domingo de Resurrección hasta Pentecostés, en lugar del «Ángelus».

Es la Oración para el tiempo de Pascua.

Al igual que el Ángelus, suele rezarse tres veces al día: al comenzar la jornada, al medio día y al atardecer.

Es una manera de consagrar el día entero a Dios y a la Virgen Santísima, un modo de santificar, con una breve oración el trabajo o el estudio.

El papa recomienda a todos los fieles el rezo del Regina Coeli con el cual meditamos el misterio más grande de nuestra fe y nos llenamos de alegría «porque Cristo ha Resucitado».

¡Todo empieza de nuevo, Cristo ha resucitado!

¡Alegría de Cristo resucitado! ¡Alégrese toda la tierra! ¡Alégrate tú, Cristo te ha salvado!

Vamos a hacer de esta reflexión una contemplación de la experiencia que Pedro tiene sobre la resurrección de Cristo. Dice el Evangelio: «Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Nathanael, el de Caná de Galilea, los de Zebedeo y otros dos de sus discípulos».

Recordemos que Cristo ha resucitado. Todos han sido testigos: ha estado con ellos, les ha hablado y les ha prometido que dejaba al Espíritu Santo, han visto el milagro de Tomás; sin embargo, la soledad vuelve a rodearles.
«Simón Pedro les dice: «Voy a pescar. Le contestan ellos: También nosotros vamos contigo. Fueron y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada». Los apóstoles estaban solos respecto a Cristo, solos respecto a su oficio de pescadores. ¡Y de pronto sucede algo que ellos no esperaban!

Una de las características de las apariciones de Cristo es la gratuidad. Cristo no se aparece para dar gusto a nadie. Cristo mantiene en sus apariciones una gratuidad. «Me aparezco cuando quiero, porque yo quiero». Con lo que Él nos vuelve a manifestar que Él es el verdadero Señor de la existencia.

«Cuando ya amaneció, estaba Jesús en la orilla; pero los discípulos no sabían que era él. Díeles Jesús: Muchachos, ¿no tenéis pescado?» ¡Imagínense cómo le contestarían…, después de toda la noche trabajando se habían acercado a la orilla, y un señor imprudente les pregunta si no tienen pescado! Y Él les dice: «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis». Echan la red y resulta que ya no la pueden arrastrar por la abundancia de peces. ¿Qué sentirían?

«El discípulo a quien Jesús amaba dice entonces a Pedro: Es el Señor». De nuevo se repiten las mismísimas situaciones al primer encuentro con Jesús: Un día, después de pescar infructuosamente, todos en la barca regresan. Los experimentados han fracasado, y un novato les dice que echen ahí las redes, que ahí hay peces. La echan y efectivamente la red se llena.

¡Cuántas cosas semejantes al primer amor! Juan no lo narra, lo narran los otros evangelistas, pero sabe al primer encuentro. Y Juan, que ama y es amado, dice: «Es el Señor». Reconoce los detalles del inicio de la vocación. Es como si Cristo buscase dar marcha atrás al tiempo para decir: «Todo empieza de nuevo, sois verdaderamente hombres nuevos», como en el primer momento, como en el primer instante. Como que el primer amor vuelve a surgir desde el fondo de nosotros mismos para recordarnos que somos llamados por Cristo.

Juan, en la fe y en el amor, reconoce al Señor, y Pedro sin pensar dos veces, se lanza de nuevo hacia Él. Ya no es el Pedro del principio de este Evangelio: amargado, triste, enojado. Es un Pedro que ha oído: «Es el Señor»; y se lanza al agua. Y después viene toda esa hermosísima escena de la comida con Cristo, en la que el Señor produce de nuevo la posibilidad de comunión con Él, en amistad, en cercanía y en abundancia. «Siendo tantos los peces, no se rompió la red».

Todo esto va preparando la experiencia de Pedro con Cristo. Hay ciertos temas que Pedro no ha tocado aún, hay ciertas situaciones que Pedro no se ha atrevido a señalar. Hay un aspecto que Pedro, aun estando con Cristo resucitado, no ha resuelto todavía: la noche del Jueves Santo; la negación de Pedro. Es un tema que Pedro tiene encerrado en un closet con siete llaves. Tan es así, que Pedro se lanza al aguan como diciendo: «aquí no ha pasado nada, yo vuelvo a ser el primero». Y Cristo dice: «traed los peces». Y Pedro es el primero en ir a buscarlos. Como si a base de estos gestos uno quisiese tapar aquellas cosas que no nos gustan que los demás vean.

Y continúa el Evangelio diciendo: «Después de haber comido, dice Jesús a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan ¿me amas?». Cristo vuelve a preguntar por el amor. «[…] Apacienta a mis ovejas.» Cristo confirma a Pedro su misión.

Y este amor que Cristo nos propone, es un amor nuevo. No es el amor de antes, no es el amor de aquella jornada junto al lago en la que Cristo les pregunta: «¿Quién soy yo para vosotros?», y Pedro responde: «eres el Hijo de Dios.» No es el amor de la sinagoga de Cafarnaúm cuando Cristo les dice: «¿También vosotros queréis marcharos?», y responde Pedro: «Señor, ¿a dónde iremos?» No es el amor del jueves por la tarde, cuando Cristo le dice: «Uno de vosotros me va a entregar», y Pedro salta. Cristo le dice: ¿Sabes qué? Tú me vas a negar tres veces. Y Pedro, explotando, dice: Yo antes daré mi vida que negarte a ti.

No es ese amor, no es el amor antiguo, el amor que nace de la propia decisión, el amor que nace, como un río, del propio corazón. Es el amor que, como lluvia, Cristo deposita sobre el desierto del alma de Pedro. Es el amor que se derrama sobre el alma, un amor que ya no procede de mi certeza, de mi convicción, de mi inteligencia, de mis pruebas, de mi tecnicismo; es el amor que nace sólo del apoyo que Cristo da a mi vida. Y ese amor es el amor que me va a hacer superar la debilidad para ponerme de nuevo en el seguimiento del Señor. No es el amor que nace de mí, sino el amor que viene de Él.

«En verdad, en verdad te digo, cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas a donde querías; pero cuando llegues a viejo extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará a donde tú no quieras.» Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: Sígueme.

Y Pedro ve a Juan y le dice a Jesús; «Señor, y éste ¿qué?» Y Jesús le responde: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿qué te importa? Tú, sígueme». Con esto Jesús le está diciendo: Olvídate de tu alrededor, deja de lado todos los otros apoyos que hasta ahora has tenido; tú, sígueme.

La resurrección, por sí misma, no es una garantía de nuestra proyección y lanzamiento con corazones resucitados. Habiendo sido testigos, nuestra vida puede continuar igual, sin transformaciones reales. Y esto lo vemos cada uno de nosotros en nuestra vida constantemente. Somos testigos de tantas cosas, y a lo mejor nuestra vida sigue igual.

La resurrección, el hecho de que veamos a Cristo, de que experimentemos a Cristo resucitado, la alegría de Cristo resucitado, a lo mejor, lo único que hace es dejar nuestra vida un poco más tranquila, pero no renovada. Sobre nuestra vida puede proyectarse la sombra del pasado o la incertidumbre del futuro. Nuestra vida puede seguir aferrada a antiguas certezas, a los criterios que nos han servido de brújula durante mucho tiempo.

Es bonito que Cristo haya resucitado, pero repasemos nuestra vida para ver cuántas veces pensamos que no nos sirve de mucho y que en el fondo hasta es mejor que las cosas sigan como están. Pedro no parece tener todavía una conciencia plena de lo que significa la resurrección de Jesucristo: lo vemos apegado a sus antiguos hábitos. Pedro sigue siendo el mismo, nada más que ahora se siente más solo, porque casi lo único que ha sacado en claro es la debilidad de su amor. Después de tres años, para Pedro lo único que prácticamente hay claro es que su amor es sumamente débil. Pedro se ha dado cuenta de que puede fallar mucho y de que no sabe ser roca para los demás. Junto a todas las cosas de que ha sido testigo tras la resurrección de Cristo, en el corazón de Pedro hay algo que pesa: la pena, el fracaso para con quien él más ama.

Esto es como una herida tremenda en el corazón de Pedro, que ni el Domingo de Resurrección, ni las otras apariciones han sido capaces de curar, de limpiar, de purificar. A pasar de todos sus esfuerzo -cuando le dice María Magdalena: «ahí está el Señor”, y corre; le dice Juan: “es el Señor», y se lanza al agua-, el corazón de Pedro tiene una experiencia de profunda tristeza. Él sabe que es muy débil, más aún, nada le garantiza que no lo volvería a hacer, y casi prefiere ni pensar.

Quizá nosotros, después de esta Cuaresma en la que hemos ido recogiendo, como un odre, todas las gracias, todos los propósitos de transformación, todas las necesidades de cambio, todas las ilusiones de proyección, todavía podríamos tener un peso en nuestra alma: el saber que somos débiles, que nada nos garantiza que no volveríamos al estado anterior. Y, la verdad, se está muy a gusto pensando en la resurrección, mejor que pensar en esto.

La resurrección por sí misma no es garantía; pero, si queremos dar un paso adelante, nos daremos cuenta de que Cristo a Pedro lo renueva en el amor y en la misión. El diálogo en la playa entre Cristo y Pedro es un diálogo de renovación en el amor. Pedro amaba a Cristo, y desde el primer momento en que Cristo le pregunta: «Simón, hijo de Juan»,(ya no le dice Pedro) me amas más que éstos?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Esa certeza, el amor a Cristo, Pedro la tiene clavadísima en su alma.
Pedro, después de tres veces de preguntarle Cristo sobre el amor de su alma, se da cuenta de que, muy posiblemente, ese triple amor está curando una triple negación. Pedro constata que su amor se había quedado enredado en las tres veces que dijo: «No conozco a este hombre».

Cuando lo negó por tres veces, sus palabras, sus miedos encadenaron el amor vigoroso de Pedro. Y cuando Cristo sale al patio y lo mira, esa mirada hizo que Pedro se diera cuenta de las cadenas que él había echado.

Y Cristo como que quiere retomar la escena. Y así como retoma la escena de la vocación de ese primer momento, Cristo retoma la escena de la negación, como si Cristo le dijera a Pedro: ¿dónde estás?, ¿dónde te quedaste?, ¿te quedaste en el Jueves Santo?; vamos a volver ahí.

Y Cristo renueva el diálogo con Pedro donde se había quedado, y Cristo renueva su amor a Pedro y el amor de Pedro hacia Él, donde se había quedado atorado, en el jueves por la noche.

Cristo nos enseña que amarle en libertad significa ser capaces de mirar de frente nuestras debilidades, de volver a recorrer con Él los caminos que por miedo no nos atrevemos a cruzar.

Quizá, cada uno de nosotros tenga un jueves por la noche; quizá, cada uno de nosotros tenga una criada, una hoguera, unos soldados y un gallo que canta. Y Cristo, con amor, nos enseña a mirar de frente esa negación para que ya no nos atoremos ahí: «Si un día me dijiste no, camina ahora conmigo».

El día que Pedro negó a Jesucristo, a lo que Pedro le tuvo miedo fue a morir por Cristo, a morir con Cristo. Pedro sabía que si decía que era discípulo del Señor, le podían echar mano y llevarlo al calabozo. Pero el amor de Cristo retoma a Pedro y se lo lleva, purificándolo hasta anunciarle que él también un día va a morir por Él. «Cuando eras joven te ceñías tú mismo, cuando seas viejo extenderás los brazos, otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras». Y luego añadió: «Sígueme».

Cristo nos renueva con su amor para que atravesemos ese tramo de nuestra vida en el que el miedo a morir con Él, el miedo a entregarnos a Él nos dejó atorados. Ese tramo de nuestra vida en el que todavía nosotros no hemos atrevido a poner nuestros pies porque sabemos que significa extender las manos y ser crucificados.

Cristo no le pregunta a Pedro: «¿me vas a volver a negar?» Sino que le pregunta: «¿me amas?». A Cristo le interesa el amor. Sólo el amor construye, porque sólo el amor repara, une, sana y da vida. El amor renovado, el amor resucitado es el lazo que Cristo vuelve a lanzar a Pedro. El amor capaz de pasar a través de la propia experiencia, ese amor que es capaz de pasar por lo que uno una vez hizo y preferiría no haber hecho, y guarda su conciencia; ese amor que es capaz de pasar por el propio pasado, por la imagen que yo hubiera podido forjarme de mí mismo. Ese amor es el inicio que reconstruye un corazón cansado, porque este amor ya no se apoya en nosotros, sino en Cristo.

«Sígueme», no te sigas a ti mismo, no sigas tus convicciones, tus gustos, tus ideas. Este amor ya no se apoya en ti; es el amor que proviene de Cristo, el amor que nace de Dios. Dirá San Juan: «Queridos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama, no ha conocido a Dios porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene, en que Dios envió al mundo a su Hijo Único, para que vivamos por medio de Él. En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó primero y nos envió a su Hijo como propiciación para nuestros pecados. Si Dios nos amó de esta manera, también nosotros nos debemos amarnos unos a otros».

La experiencia de Pedro es la experiencia de un amor renovado. Pero al mismo tiempo, la experiencia que Pedro tiene de Cristo resucitado, es un amor que no se puede quedar encerrado, es un amor que se hace misión. Es un amor que renueva la misión de apóstoles que nos ha sido dada; es un amor que, en nuestro caso, renueva el vínculo con la misión evangelizadora de la Iglesia, renueva el compromiso cristiano a que fuimos llamados al ser bautizados. No es un amor que se queda en un cofre guardado, es un amor que se invierte, es un amor que se reditúa, es un amor que se expande. Y este amor es un amor que no teme; no teme a la cruz que significa la misma misión, porque va acompañado de Cristo que me dice: «Sígueme».

Oración de Pascua

Oleada Joven – publicado el 29/03/16

«Sí, que el Amor y la Vida sean la última palabra en el libro de la historia…»

Y cuando huía desesperanzado, me hiciste volver sobre mis pasos.

«¡Es verdad: ha resucitado el Señor!».

Me hiciste volver lleno de gozo al grupo de mis hermanos,
para unirme de nuevo a ellos y celebrar todos juntos
la alegría de la PASCUA: celebrar tu presencia, Señor, entre nosotros.

Porque sigues bendiciendo el pan, partiéndolo, dándote a ti mismo
y siendo el centro de nuestra comunidad, que contigo resucita.

Son la vida, la fraternidad y la esperanza lo que celebramos.
Otra vez la vida, la inocencia, la verdad, la luz.

Tu PASCUA es una manera nueva de ver, abrazar y construir el mundo;
una manera nueva de hacer la historia desde la luz siempre nueva
y recién hecha del día supremo de tu Resurrección.

Sí, que el Amor y la Vida sean la última palabra en el libro de la historia
de todos los pueblos de la tierra, porque hemos nacido para el amor, amén!