Matthew 13:47-53
El Evangelio de hoy nos recuerda el juicio final; cuando los malvados serán separados de los justos. Cuando el bien y el mal se confunden o mezclan, el juicio divino los separa, aclarando el tema.
Bob Dylan dijo: “El enemigo que veo lleva un manto de decencia”. Una de las artimañas favoritas del mal es cubrirse con un manto de la justicia y piedad, al mismo tiempo que se ríe y se esconde detrás de aquello a lo que se opone. El juicio de Cristo destruye estos dispositivos de ocultamiento, estos engaños, y nos muestra las cosas como son.
El cristianismo auténtico es una religión de lucha, que llama al mal por su nombre. La Iglesia sabe lo que se encuentra fuera de ella, y le brinda la espalda. El Portador de la Luz y la Verdad, separa el bien del mal, a veces dolorosamente, “como espada de doble filo”.
«Un buen padre sabe esperar y sabe perdonar, desde lo profundo del corazón. Cierto, sabe también corregir con firmeza: no es un padre débil, sumiso, sentimental. El padre que sabe corregir sin degradarse es el mismo que sabe proteger sin descanso. Una vez escuché en una reunión de un matrimonio decir a un padre, ‘yo algunas veces debo pegar un poco a los hijos, pero nunca en la cara, para no degradarlo’ ¡Qué bonito! Tiene sentido de la dignidad. Debe castigar, lo hace justo y va adelante». (Homilía de S.S. Francisco, 4 de febrero de 2015).
Asprenato, Santo
Obispo, 3 de agosto
Martirologio Romano:
En Nápoles, de la Campania, san Asprenato, primer obispo de la ciudad (s. II/III).
Breve Biografía
Muchos napolitanos, por la gran devoción para el patrón principal de la ciudad san Genaro y de su espectacular milagro anual de la licuefacción de la sangre, ha olvidado o hasta ignoran que el primer obispo de la naciente comunidad cristiana de Nápoles fue san Asprenato, mientras san Genaro fue obispo de Benevento y mártir en Pozzuoli en las proximidades de Nápoles.
De san Asprenato se sabe que vivió entre finales del siglo I y principios del siglo II, época en que los más recientes estudios arqueológicos, fijan los principios de la Iglesia napolitana, y como confirmación de esto, se sabe que el nombre Asprenato fue muy popular en el período de la república y en los primeros tiempos del imperio romano, luego cayó en desuso.
Varios antiguos documentos comprendidos en el famoso Calendario Marmóreo de Nápoles, certifican su existencia durante los mandatos de los emperadores Trajano y a Adriano y fijan en veintitrés años la duración de su episcopado.
De su vida no se sabe nada cierto, pero una antiquísima leyenda repetida con modificaciones en textos posteriores, cuenta que san Pedro, fundada la Iglesia de Antioquía, se encaminó hacia Roma con algunos discípulos, pasó por Nápoles, aquí encontró una viejecita enferma (identificada luego como santa Cándida La Anciana), quien prometió adherirse a la nueva fe si se curaba.
Pedro hace una oración pidiendo la sanación, a lo que los discípulos de Antioquía contestaron con ¡Amén!, Cándida se sanó, y encomienda cure también a un amigo suyo llamado Asprenato enfermo desde hace tiempo y que si lo curara también ciertamente se convirtiría.
En este instante Pedro también intercede y logra que sea curado, y luego de catequizarlo, lo bautiza. El cristianismo vivía una rápida difusión en Nápoles, y cuando Pedro decidió retomar el viaje hacia Roma, consagro a Asprenato como obispo.
Él hizo construir el oratorio de Santa María del Principio sobre que surgirá la basílica de santa Restituta y fundó la iglesia de san Pedro en Aram donde todavía hoy se conserva el altar sobre el que el apóstol celebró el Sacrificio.
El santo obispo murió rico en méritos, y varios milagros fueron conseguidos por su intercesión; su cuerpo fue llevado al oratorio de santa María del Principio, algunos estudios más recientes dicen que las reliquias están en las catacumbas de san Genaro, en cuyos alas superiores están las imágenes, no bien conservadas, de los primeros 14 obispos napolitanos.
Después de san Genaro es el segundo de los 47 santos protectores de Nápoles, cuyos bustos de plata son custodiados en la capilla del tesoro de san Genaro en la Catedral (el Duomo), aquí también esta conservado el bastón con el que san Pedro lo curó.
En la ciudad, en épocas diferentes, fueron elegidas dos iglesias en su honor y una capilla le es dedicada en la antiquísima basílica de santa Restituta.
Es invocado para calmar la jaqueca, su fiesta litúrgica es recordada en el Martirologio Romano y en el Calendario Marmóreo al 3 de agosto.
La opción es mía
Santo Evangelio según san Mateo 13, 47-53.
Jueves XVII del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, creo en ti. Quiero decirlo una vez más: creo en ti. En mi vida de oración puede llegar la rutina, pero no por ello dejaré de renovar mi opción por ti. Una vez más quiero decirte, con todo el sentido de mi ser: creo en ti.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 13, 47-53
En aquel tiempo, Jesús dijo a la multitud: «El Reino de los cielos se parece también a la red que los pescadores echan en el mar y recogen toda clase de peces. Cuando se llena la red, los pescadores la sacan a la playa y se sientan a escoger los pescados; ponen los buenos en canastos y tiran los malos. Lo mismo sucederá al final de los tiempos: vendrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación. ¿Han entendido todo esto?». Ellos le contestaron: «Si». Entonces él les dijo: «Por eso, todo escriba instruido en las cosas del Reino de los cielos es semejante al padre de familia, que va sacando de su tesoro cosas nuevas y cosas antiguas». Y cuando acabó de decir estas parábolas, Jesús se marchó de allí.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Señor, ¿quién puede aceptar tus palabras? Si me pongo a reflexionar en ellas con profundidad, con tiempo, buscando entenderlas, he de confesar que me parecen duras. ¿Separar a los buenos de los malos?, ¿qué me quieres enseñar con esta parábola? Me parece que tu misericordia se esconde; y que sale a la luz una justicia «demasiado» justa.
La imagen que más me ayuda entender este pasaje, es pensar en un padre de familia. Él quiere a sus hijos y, justamente porque los quiere, los regaña también. Sabe que si no les exige, si no les enseña a vivir virtuosamente, podrán quedar expuestos a muchos males, corporales y espirituales. Al padre, aun cuando sabe que hace lo correcto, no deja de costarle cada vez que debe corregir a su hijo. Y, al mismo tiempo, sabe que la moneda de la libertad siempre estará en el aire. En otras palabras: él buscará transmitir lo mejor a sus hijos, pero sabe que sus hijos serán los que al final decidirán su camino.
Pues bien, ahí estás Tú ahora, como mensajero de Dios Padre. Él no desea que ninguno de sus hijos se pierda. Por eso nos viene a hablar con una parábola, con una «reprimenda» que puede parecer dura y algo descorazonada. Toda palabra, todo gesto en mi vida, viene motivada por su amor y es para mostrarme el camino del amor.
Ojalá pueda comenzar ahora a abrir un poco más los ojos, a buscar sólo aquello que es bueno para mí y para los demás. Aquello que me lleva verdaderamente a amar. Que entienda que la opción es mía. Pero que también recuerde siempre que Dios es paciente y que puedo confiar en Él si todavía me cuesta dar el primer paso.
«Un buen padre sabe esperar y sabe perdonar, desde lo profundo del corazón. Cierto, sabe también corregir con firmeza: no es un padre débil, sumiso, sentimental. El padre que sabe corregir sin degradarse es el mismo que sabe proteger sin descanso. Una vez escuché en una reunión de un matrimonio decir a un padre, ‘yo algunas veces debo pegar un poco a los hijos, pero nunca en la cara, para no degradarlo’ ¡Qué bonito! Tiene sentido de la dignidad. Debe castigar, lo hace justo y va adelante». (Homilía de S.S. Francisco, 4 de febrero de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Haré una revisión de mi vida de gracia y trataré de mejorar en un punto concreto que me ayude a mejorarla o de cambiar algún hábito que me está llevando a perderla constantemente.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
EL PAPA FRANCISCO EN LISBOA JMJ
La exhortación del Papa es a echar de nuevo las redes y abrazar al mundo con la esperanza del Evangelio: ¡a esto estamos llamados! Con voz enérgica, Francisco dejó claro que no es tiempo de detenerse ni rendirse, de amarrar la barca a tierra o de mirar atrás, que no se puede evadir este tiempo porque nos da miedo y refugiarnos en formas y estilos del pasado.
«No, este es el tiempo de gracia que el Señor nos da para aventurarnos en el mar de la evangelización y de la misión”, sentenció.
Recuperemos la ilusión
Inspirado en el Evangelio, Francisco sugirió tres resoluciones a adoptar para aventurarnos en el mar de la evangelización. La primera es navegar mar adentro, para lo cual recomendó dejar la orilla de las desilusiones y del inmovilismo, tomar distancia de esa tristeza dulzona y de ese cinismo irónico que nos asaltan frente a las dificultades.
Bergoglio reivindicó la necesidad de superar la tentación de llevar adelante una “pastoral de la nostalgia y de los lamentos” y se tiene la valentía de navegar mar adentro, sin ideologías y sin mundanidad, animados por un único deseo: que el Evangelio llegue a todos.
Solicitó al clero «no ser pusilánimes», «recuperar la ilusión, pero en una segunda edición de la ilusión, la ilusión ya madura, la ilusión que viene de fracaso o aburrimiento» y confesó que «no es fácil recuperar la ilusión adulta».
También invitó a los consagrados a reflexionar sobre el modo de oración de cada uno de ellos, interpelándolos si es desde el corazón o «como un loro» y constató que hemos perdido la oración de adoración.
No a la mundanidad espiritual ni al clericalismo
Luego, a partir de una anécdota de una religiosa que se pasaba quejando y las hermanas de su convento la bautizaron «Sor Lamentela» (por los lamentos), el Pontífice instó a pensar en las veces que las impotencias y desilusiones se transforman en «lamentelas» y, dejándolas, se toma otra vez la fuerza para navegar mar adentro y se tiene la valentía de hacerlo sin ideologías y sin mundanidad.
Fue la ocasión para relanzar una exhortación potente de su Pontificado contra la mundanidad espiritual y el clericalismo, al que calificó como «uno de los males más graves que puede suceder a la Iglesia». Y, en este sentido, aclaró que el clericalismo no es solo de los curas, sino también de los laicos clericalizados «que son peores que los curas», aseveró tajante.
Llevemos adelante juntos la pastoral
La segunda decisión que desarrolló fue la urgencia de incluir a todos en la apertura de perspectivas apostólicas. Una vez más, imploró «que la Iglesia no sea una aduana para seleccionar a quienes entran y no. Todos, cada uno con su vida a cuestas, con sus pecados, pero como está, delante de Dios; como está, delante de la vida… Todos. Todos. No pongamos aduanas a la Iglesia. Todos».
El Papa enfatizó que «la Iglesia es sinodal, es comunión, es ayuda recíproca, es camino común. A esto tiende el Sínodo en curso, que tendrá su primer momento asambleario en el próximo mes de octubre».
Esta inclusión a todos es, de acuerdo con el Obispo de Roma, un gran desafío, especialmente en los contextos en que los sacerdotes y los consagrados están cansados porque, mientras las exigencias pastorales aumentan, ellos son cada vez menos. Sin embargo, en esta situación, aconsejó implicar, con impulso fraterno y sana creatividad pastoral, a los laicos. En esa línea, pidió tener presente:
«Jamás un obispo sin su presbiterio y el Pueblo de Dios; jamás un sacerdote sin sus compañeros; y todos unidos como Iglesia —sacerdotes, religiosas, religiosos y fieles laicos—, nunca sin los otros, nunca sin el mundo. Sin mundanidad, eso sí, pero no sin el mundo»
Sean pescadores de hombres
En el último concepto, Francisco se refirió a la misión de navegar en el mar del mundo, pero sin proselitismo, sino con amor.
«Y una de las señales de algunos movimientos eclesiales que están andando mal es el proselitismo. Cuando un movimiento eclesial o una diócesis, o un obispo, o un cura, o una monja o un laico hace proselitismo, eso no es cristiano. Cristiano es invitar, acoger, ayudar, pero sin proselitismo».
Vengan todos, después hablamos
Al final de su mensaje, el Papa incentivó a no tener miedo y echar las redes, a no vivir acusando «Esto es pecado» hasta que no es pecado, a venir todos, acoger a todos y después ver, «pero que sientan primero la invitación de Jesús y después viene el arrepentimiento, después viene esa cercanía de Jesús».
«Por favor, no conviertan a la Iglesia en una aduana», exclamó. «Acá se entra: los justos, los que están bien, los que están bien casados, todos. ¿Y ahí afuera todos los demás? No. La Iglesia no es eso. Justos y pecadores, buenos y malos, todos, todos, todos. Y después que el Señor nos ayude a arreglar ese asunto. Pero todos».
Francisco extendió su gratitud a los hermanos portugueses por la escucha, la constancia, el ejemplo escondido, «ese levantarse todos los días para empezar de nuevo o para continuar lo empezado». Y los encomendó a la Virgen de Fátima, a la custodia del ángel de Portugal y a la protección de sus grandes santos; especialmente, aquí en Lisboa, de san Antonio, apóstol incansable, predicador inspirado, discípulo del Evangelio atento a los males de la sociedad y él era lleno de compasión por los pobres.
«Que San Antonio interceda por ustedes y loes alcance la alegría de una nueva pesca milagrosa. Después me cuentan. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Gracias».
Conoce a santa Lidia, la mujer de la púrpura
La primera conversión al cristianismo documentada en Europa
Ella era originaria de la zona de Lidia, en Asia Menor, concretamente de Tiatira, donde hoy está la ciudad turca de Akhisar.
Sin embargo se trasladó a Filipos, una ciudad situada en la zona oriental de Macedonia, en la actual Grecia.
Allí pudo desarrollar un próspero negocio de comercio de tinte morado, por el que se la conoce como «La mujer de la púrpura».
Por su trabajo relacionado con el tinte que se extraía de un molusco se deduce que Lidia era de alto estatus social. Es posible que fuera viuda.
Santa Lidia se hizo cristiana y se bautizó gracias a la predicación de san Pablo.
Su conversión está considerada la primera documentada en Europa.
Cerca de Filipos, existe hoy un baptisterio moderno en el lugar donde según la tradición Lidia fue bautizada por san Pablo.
Los Hechos de los Apóstoles hablan así sobre ella:
«Había entre ellas una, llamada Lidia, negociante en púrpura, de la ciudad de Tiatira, que adoraba a Dios. El Señor le tocó el corazón para que aceptara las palabras de Pablo. Después de bautizarse, junto con su familia, nos pidió: Si ustedes consideran que he creído verdaderamente en el Señor, vengan a alojarse en mi casa; y nos obligó a hacerlo».
Seguramente Lidia estaba en el corazón del llamado «apóstol de los gentiles» cuando escribía su Carta a los Filipenses, de tono especialmente íntimo y familiar, y llena de agradecimiento.
También su familia se hizo cristiana, y acogieron al apóstol Pablo y a sus compañeros Silas y Timoteo en su propio hogar durante su estancia en Filipos.
Santa Lidia es la patrona de los tintoreros, por su trabajo como vendedora de púrpura y posiblemente también de tela. En los iconos la santa suele aparecer representada con alguna pieza de ropa morada.
La veneran como santa, además de la Iglesia católica, las ortodoxas, episcopal y luterana.
Santa Lidia sigue inspirando hoy fuerza, elegancia, audacia, generosidad, hospitalidad, belleza, fe y muchos tesoros espirituales más: