Matthew 5:1-12a
Amigos, nuestro Evangelio de hoy es uno de los más bellos e importantes del Nuevo Testamento: el comienzo del Sermón de la Montaña, las ocho Bienaventuranzas. ¿Por qué son tan importantes? Porque es el mismo Hijo de Dios quien nos dice cómo ser felices. Él no puede equivocarse al decirnos cómo lograr lo que cada uno de nosotros básicamente quiere. ¿Quién podría ser más convincente?
En el centro del programa de Jesús se encuentran las Bienaventuranzas: “Bienaventurados los misericordiosos” y “Bienaventurados los pacificadores”. Ellas nombran el corazón mismo del programa espiritual, porque nombran las formas en que participamos más directamente en la vida divina.
Una de las palabras más importantes que se usan para describir a Dios en el Antiguo Testamento es jésed o chesed (tierna misericordia). La versión del Nuevo Testamento de esta palabra se encuentra en la Primera Carta de San Juan: Dios es ágape (amor). Todo lo demás que decimos acerca de Dios debe verse como un aspecto del chesed y el ágape. Chesed es compasión; ágape es querer el bien del otro. Por lo tanto, si quieres ser feliz, desea ser como Dios. Hazlo y serás feliz.
Fiesta de Todos los Santos
Solemnidad litúrgica. 1 de noviembre
Por: Tere Vallés | Fuente: Catholic.net
Solemnidad de Todos los Santos que están con Cristo en la gloria. En el gozo único de esta festividad, la Iglesia Santa, todavía peregrina en la tierra, celebra la memoria de aquellos cuya compañía alegra los cielos, recibiendo así el estímulo de su ejemplo, la dicha de su patrocinio y, un día, la corona del triunfo en la visión eterna de la divina Majestad.
Este día se celebran a todos los millones de personas que han llegado al cielo, aunque sean desconocidos para nosotros. Santo es aquel que ha llegado al cielo, algunos han sido canonizados y son por esto propuestos por la Iglesia como ejemplos de vida cristiana.
Comunión de los santos
La comunión de los santos, significa que ellos participan activamente en la vida de la Iglesia, por el testimonio de sus vidas, por la transmisión de sus escritos y por su oración. Contemplan a Dios, lo alaban y no dejan de cuidar de aquellos que han quedado en la tierra. La intercesión de los santos significa que ellos, al estar íntimamente unidos con Cristo, pueden interceder por nosotros ante el Padre. Esto ayuda mucho a nuestra debilidad humana.
Su intercesión es su más alto servicio al plan de Dios. Podemos y debemos rogarles que intercedan por nosotros y por el mundo entero.
Aunque todos los días deberíamos pedir la ayuda de los santos, es muy fácil que el ajetreo de la vida nos haga olvidarlos y perdamos la oportunidad de recibir todas las gracias que ellos pueden alcanzarnos. Por esto, la Iglesia ha querido que un día del año lo dediquemos especialmente a rezar a los santos para pedir su intercesión. Este día es el 1ro. de noviembre.
Este día es una oportunidad que la Iglesia nos da para recordar que Dios nos ha llamado a todos a la santidad. Que ser santo no es tener una aureola en la cabeza y hacer milagros, sino simplemente hacer las cosas ordinarias extraordinariamente bien, con amor y por amor a Dios. Que debemos luchar todos para conseguirla, estando conscientes de que se nos van a presentar algunos obstáculos como nuestra pasión dominante; el desánimo; el agobio del trabajo; el pesimismo; la rutina y las omisiones.
Se puede aprovechar esta celebración para hacer un plan para alcanzar la santidad y poner los medios para lograrlo:
¿Como alcanzar la santidad?
– Detectando el defecto dominante y planteando metas para combatirlo a corto y largo plazo.
– Orando humildemente, reconociendo que sin Dios no podemos hacer nada.
– Acercándonos a los sacramentos.
Un poco de historia
La primera noticia que se tiene del culto a los mártires es una carta que la comunidad de Esmirna escribió a la Iglesia de Filomelio, comunicándole la muerte de su santo obispo Policarpo, en el año156. Esta carta habla sobre Policarpo y de los mártires en general. Del contenido de este documento, se puede deducir que la comunidad cristiana veneraba a sus mártires, que celebraban su memoria el día del martirio con una celebración de la Eucaristía. Se reunían en el lugar donde estaban sus tumbas, haciendo patente la relación que existe entre el sacrificio de Cristo y el de los mártires
La veneración a los santos llevó a los cristianos a erigir sobre las tumbas de los mártires, grandes basílicas como la de San Pedro en la colina del Vaticano, la de San Pablo, la de San Lorenzo, la de San Sebastián, todos ellos en Roma.
Las historias de los mártires se escribieron en unos libros llamados Martirologios que sirvieron de base para redactar el Martirologio Romano, en el que se concentró toda la información de los santos oficialmente canonizados por la Iglesia.
Cuando cesaron las persecuciones, se unió a la memoria de los mártires el culto de otros cristianos que habían dado testimonio de Cristo con un amor admirable sin llegar al martirio, es decir, los santos confesores. En el año 258, San Cipriano, habla del asunto, narrando la historia de los santos que no habían alcanzado el martirio corporal, pero sí confesaron su fe ante los perseguidores y cumplieron condenas de cárcel por Cristo.
Más adelante, aumentaron el santoral con los mártires de corazón. Estas personas llevaban una vida virtuosa que daba testimonio de su amor a Cristo.
Entre estos, están san Antonio (356) en Egipto y san Hilarión (371) en Palestina. Tiempo después, se incluyó en la santidad a las mujeres consagradas a Cristo.
Antes del siglo X, el obispo local era quien determinaba la autenticidad del santo y su culto público. Luego se hizo necesaria la intervención de los Sumos Pontífices, quienes fueron estableciendo una serie de reglas precisas para poder llevar a cabo un proceso de canonización, con el propósito de evitar errores y exageraciones.
El Concilio Vaticano II reestructuró el calendario del santoral:
Se disminuyeron las fiestas de devoción pues se sometieron a revisión crítica las noticias hagiográficas (se eliminaron algunos santos no porque no fueran santos sino por la carencia de datos históricos seguros); se seleccionaron los santos de mayor importancia (no por su grado de santidad, sino por el modelo de santidad que representan: sacerdotes, casados, obispos, profesionistas, etc.); se recuperó la fecha adecuada de las fiestas (esta es el día de su nacimiento al Cielo, es decir, al morir); se dio al calendario un carácter más universal (santos de todos los continentes y no sólo de algunos).
Categorías de culto católico
Los católicos distinguimos tres categorías de culto:
– Latría o Adoración: Latría viene del griego latreia, que quiere decir servicio a un amo, al señor soberano. El culto de adoración es el culto interno y externo que se rinde sólo a Dios.
– Dulía o Veneración: Dulía viene del griego doulos que quiere decir servidor, servidumbre. La veneración se tributa a los siervos de Dios, los ángeles y los bienaventurados, por razón de la gracia eminente que han recibido de Dios. Este es el culto que se tributa a los santos. Nos encomendamos a ellos porque creemos en la comunión y en la intercesión de los santos, pero jamás los adoramos como a Dios. Tratamos sus imágenes con respeto, al igual que lo haríamos con la fotografía de un ser querido. No veneramos a la imagen, sino a lo que representa.
– Hiperdulía o Veneración especial: Este culto lo reservamos para la Virgen María por ser superior respecto a los santos. Con esto, reconocemos su dignidad como Madre de Dios e intercesora nuestra. Manifestamos esta veneración con la oración e imitando sus virtudes, pero no con la adoración.
Dichosos ustedes
Santo Evangelio según San Mateo 5, 1-12. Solemnidad de Todos los Santos.
Por: Alexis Federico Montiel Sánchez, LC | Fuente: somosrc.mx
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Permíteme escuchar tu voz, Señor, esa voz que llama a la santidad auténtica, la del día a día.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 5, 1-12
En aquel tiempo, cuando Jesús vio a la muchedumbre, subió al monte y se sentó.
Entonces se le acercaron sus discípulos. Enseguida comenzó a enseñarles, y les dijo: «Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos los que lloran, porque serán consolados. Dichosos los sufridos, porque heredarán la tierra. Dichosos los que tienen hambre y sed de la justicia, porque serán saciados. Dichosos los misericordiosos, porque obtendrán misericordia. Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque se les llamará hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos serán ustedes cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos».
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Todos hemos visto imágenes de santos, sobre todo de aquellos que son patronos de nuestra parroquia, que nuestros abuelos tuvieron una devoción especial o simple y sencillamente porque los hemos visto en algún lugar. Vemos esos santos que son monjes, religiosos, religiosas, sacerdotes, misioneros…, nos vemos muy pequeños ante cada una de estas personas, pareciera que no somos capaces de llegar a tan grandes alturas; que no nos podremos dedicar a tantas cosas; que es un camino interminable y que se hace con ardua fatiga.
No hace mucho que el Papa Francisco escribió la exhortación apostólica Gaudete et Exultate que literalmente se traduce alegraos y regocijaos; otras traducciones válidas, como la que acabamos de leer en el Evangelio son precisamente estad alegres y contentos. Ésa es la verdadera santidad, la que el Papa nos pide que sepamos transmitir, que no se eleva a los arrebatos místicos y experiencias sobrenaturales; es más, el Santo Padre habla de san vecino de enfrente, santa señora que habla bien, santos niños obedientes… entre muchas otras cosas que suceden a nuestro alrededor y que no nos damos cuenta.
Ahora bien, ¿qué tiene que ver el Evangelio con el santo de cada día, el santo de la calle? Pues tiene que ver muchísimo, porque si no somos perseguidos con armas, somos perseguidos con comentarios, leyes injustas, ideologías que se cierran a la vida, al amor, a la familia.
Sí que tiene que ver mucho, pues nuestro ejemplo de fieles cristianos es el anuncio más elocuente del reino de Dios. Es hora de, como dice el Santo Padre, salir al encuentro de los demás pues la santidad se alcanza haciendo lo que tenemos que hacer en clave de bienaventuranzas, por amor, y dejando de lado incluso toda forma autorreferencial.
«La solemnidad de Todos los Santos es «nuestra» fiesta: no porque nosotros seamos buenos, sino porque la santidad de Dios ha tocado nuestra vida. Los santos no son figuritas perfectas, sino personas atravesadas por Dios. Podemos compararlas con las vidrieras de las iglesias, que dejan entrar la luz en diversas tonalidades de color. Los santos son nuestros hermanos y hermanas que han recibido la luz de Dios en su corazón y la han transmitido al mundo, cada uno según su propia «tonalidad»».
(Homilía de S.S. Francisco, 1° de noviembre de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Vivir en clave de bienaventuranza mi jornada, pensando en ser un santo de la vida cotidiana, como dice el Papa.
Despedida
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Todos los Santos y Día de difuntos: ¿Qué celebramos exactamente?
Patricia Navas – publicado el 30/10/20
Más allá de la broma y el terror se abre un horizonte de amor sin límites
La muerte ocupa un lugar especial en noviembre. El mes empieza el día 1 con una fiesta alegre, la de Todos los Santos, en referencia a las personas que acogieron la misericordia de Dios y vivieron y murieron en su amor.
Es un día para agradecer la vida de tantos santos, reconocidos o no, que viven la plenitud en el cielo, y también pedir su ayuda. Algunos niños lo celebran disfrazándose:
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La tarde anterior, el 31 de octubre, es la Víspera de Todos los Santos. El consumismo ha condicionado la manera como muchos celebran hoy la fiesta de Halloween, basada en una visión terrorífica y superficial de la muerte.
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Justo después de esta celebración de la vida en Dios en el cielo, llega el Día de Difuntos, el 2 de noviembre, en que los católicos rezan por todos los fallecidos.
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Es un día especial para pedir que los familiares y amigos que murieron -y también aquellos fallecidos de los que nadie se acuerda- disfruten de la resurrección como Cristo.
Muchos lo hacen en los cementerios, que se llenan de color y de luz.
Es una buena oportunidad para recordar a fallecidos recientemente, con nuevas formas y oraciones.