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Referencias Bíblicas
• Luke 1:39-45
• Obispo Robert Barron

 

Amigos, el Evangelio de hoy cuenta la maravillosa narración de la Visitación. En la Anunciación, el ángel le dijo a María que el hijo que concebiría en su seno sería el nuevo David.

Con la magnífica profecía aún resonando en sus oídos, María emprende el viaje para visitar a su prima Isabel, que está casada con Zacarías, un sacerdote del templo. A ningún judío del primer siglo se le hubiera escapado la importancia de su residencia en “el país montañoso de Judá”. Allí es precisamente donde David encontró el Arca, la mensajera de la presencia de Dios. A ese mismo país montañoso llega ahora María, la definitiva e inapelable Arca de la Alianza.

Isabel es la primera en proclamar la plenitud del Evangelio: “¿Cómo es que la madre de mi Señor viene a mí?” —el Señor, que es lo mismo que decir, el Dios de Israel—. María trae a Dios al mundo, haciéndolo así, al menos en principio, un templo.

Y luego Isabel anuncia que, al sonido del saludo de María, “El niño saltó de alegría en mi seno”. Este es el no nacido Juan el Bautista haciendo su versión de la danza de David delante del Arca de la Alianza, su gran acto de alabanza al Rey.

 

 

Pedro Canisio, Santo

Doctor de la Iglesia, 21 de diciembre

Por: P. Ángel Amo
Fuente: Catholic.net
Doctor de la Iglesia

Martirologio Romano: San Pedro Canisio, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús y doctor de la Iglesia, que, enviado a Alemania, se dedicó con ahínco a defender la fe católica y a confirmarla con la predicación y los escritos, entre los que sobresale el Catecismo, y encontró el reposo de sus trabajos en Friburgo, población de Suiza. († 1597)

Breve Biografía


San Pedro Kanijs nació en Nimega, Holanda, en 1521, y puede ser definido como un hierrro colocado entre el yunque y el martillo, es decir, blanco de la irritación que su clara predicación suscitaba en los ambientes protestantes, y de la malevolencia que la envidia le procuraba entre los mismos compañeros de religión. Hijo del alcalde de Nimega, Pedro Kanijs, latinamente Canicius, tuvo la posibilidad de frecuentar óptimas escuelas: derecho canónico en Lovaina y derecho civil en Colonia.



En esta ciudad le gustaba pasar el tiempo libre en el monasterio de los cartujos. Nadie sospechaba que el joven abogado, al que el padre le habia garantizado apoyo en su profesión, llevara debajo del vestido un cilicio. La lectura del breve opúsculo de los Ejercicios Espirituales, que hacía poco había escrito San Ignacio, determinó el cambio decisivo de su vida: terminada la piadosa práctica en Maguncia bajo la dirección del Padre Faber, entró en la compañia de Jesús y fue el octavo jesuita en profesar los votos solemnes. En la joven congregación pudo cultivar sus estudios preferidos y su amor por la erudición; a él se debe la publicación de las obras de San Cirilo de Alejandria, San León Magno, San Jerónimo y Osio de Córdoba.


 

Vivió en pleno clima de reforma y contrarreforma. Tomó parte activa en el concilio de Trento, como teológo del cardenal Truchsess y consejero del Papa. Se distinguió por la profundidad de su cultura teológica, por su celo y actividad, pero también por el espíritu concialiador. San Ignacio lo llamó a Italia, luego lo envió a Sicilia a fundar el primero de los famosos colegios, después a Bolonia a enseñar teología, para volverlo a enviar a Alemania, en donde durante treinta años, como superior provincial, empleó sus mejores energias en una época tan difícil marcada por la ruptura de la iglesia protestante. Se lo llamó con razón segundo apóstol de Alemania (el primero fue San Bonifacio).

Como escritor no sólo se dedicó a las obras de erudición, sino también y sobre todo a las catequéticas, adaptando la enseñanza a las capacidades de pequeños y de grandes. San Pio V le ofreció el cardenalato, pero Pedro Canisio le pidió al Papa que lo dejara en su humilde servicio a la comunidad, empleando el tiempo en la oración y en la penitencia.

Murió en Friburgo (Suiza) el 21 de diciembre de 1597. En 1925 fue canonizado y declarado doctor de la Iglesia.

 

 

Un anuncio presuroso

Santo Evangelio según san Lucas 1, 39-45.

Feria privilegiada de Navidad
Por: Rubén Tornero, LC
Fuente: somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!



Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)



Jesús, gracias por este momento que me permites estar en tu presencia. Aumenta mi fe. Ayúdame a creer con firmeza en tu amor y tu poder. Aumenta mi esperanza. Dame la gracia de confiarte a ti todo mi ser, de abandonarme en tus amorosos brazos de Padre. Ayúdame a amarte cada día más, pero, ante todo, dame la gracia de experimentar el infinito amor que me tienes. María, en estos últimos días de Adviento, ayúdame a preparar en mi corazón un lugar donde Jesús pueda nacer.



Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Lucas 1, 39-45



En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la criatura saltó en su seno. Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: «¡Bendita Tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la Madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa Tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor».



Palabra del Señor



Medita lo que Dios te dice en el Evangelio



María, te veo ir presurosa a donde está Isabel. Tú, que serás madre de Dios. Tú, que no tienes ninguna «obligación» de servir – pues también estás embarazada – te adelantas a las necesidades de los demás, ni siquiera esperas a que te lo pidan, vas presurosa y gustosa a ayudar.



 

 

¿Y yo?, ¿también me adelanto a las necesidades de los demás?, ¿o me tienen que rogar para que ayude? Y cuando ayudo, ¿cómo lo hago?, ¿presuroso y con alegría al igual que tú?, ¿o con cara de pepinillo en vinagre?



María, ayúdame a servir con alegría a los demás. Dile a tu Hijo que me arrepiento de no haber estado atento a las necesidades de los demás. Alcánzame la gracia de, a partir de ahora, estar atento a las necesidades de los que me rodean y de ayudar con alegría al igual que tú.



Isabel escuchó tu saludo y quedó llena del Espíritu Santo. ¡Qué lección tan grande me dan ambas! Por una parte, tú misma quedaste llena del Espíritu Santo cuando, no hace mucho tiempo, el ángel te saludara y te anunciara que serías la madre del Mesías. Por otra parte, Isabel ha sabido, en un simple saludo, descubrir en ti al Salvador del mundo y ha quedado, también ella, llena del Espíritu Santo. Las dos han sido capaces de descubrir la voz de Dios en una cosa tan cotidiana como lo es un saludo.



 

¡Cuántas veces yo no soy capaz de descubrir la voz del Señor en los momentos cotidianos de mi vida!



Madre, ¡no permitas que mi corazón se encierre en mí mismo!, ¡que no sea ciego ante las necesidades de los demás ni sordo ante la voz de Dios que me llama en lo cotidiano!



«María se puso en camino “de prisa…”. A pesar de las dificultades y de las críticas que pudo recibir, no se demora, no vacila, sino que va, y va “de prisa”, porque en ella está la fuerza de la Palabra de Dios. Y su actuar está lleno de caridad, lleno de amor: esta es la marca de Dios. María va a ver a Isabel, no para que le digan que es buena, sino para ayudarla, para ser útil, para servir. Y en este salir de su casa, de sí misma, por amor, se lleva lo más valioso que tiene: Jesús, el Hijo de Dios, el Señor. Isabel lo comprende inmediatamente: “¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor?”; el Espíritu Santo suscita en ella resonancias de fe y de alegría: “Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre”».
(Discurso de S.S. Francisco, 31 de julio de 2016).



Diálogo con Cristo



Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.



Propósito



Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.



Hoy voy a hacer un acto de caridad sin que nadie se dé cuenta.



 

 

Despedida



¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

San Pedro Canisio, “el segundo apóstol de Alemania”

Un sacerdote jesuita nombrado Doctor de la Iglesia por su brillante defensa y exposición de la doctrina católica

 

 

San Pedro Canisio (Kanijs) nació en Nimega (Holanda) en 1521.

Leer los Ejercicios Espirituales, que hacía poco había escrito san Ignacio de Loyola, provocó el cambio radical de su vida: entró en la Compañía de Jesús y fue el octavo jesuita en profesar los votos solemnes.

Fue ordenado sacerdote y enviado a Alemania. Allí tendría que lidiar a la vez contra la herejía protestante (se le llamó «martillo de herejes») y con las envidias del propio entorno católico.

Participó en el Concilio de Trento y fue consejero del Papa, sabiendo conjugar el espíritu dialogante con su profundidad teológica, su actividad apostólica y su piedad.

Se le conoce como «el segundo apóstol de Alemania» (el primero había sido san Bonifacio).

 

En Viena escribió el Catecismo, con el que dejaba clara la doctrina católica frente al catecismo mayor de Lutero.

San Pío V le ofreció el cardenalato, pero Pedro Canisio le pidió al Papa que no le concediera ese honor, para entregarse a la oración y a la penitencia.

Falleció en Friburgo (Suiza) el 21 de diciembre de 1597.

Santo patrón

Es creador y patrono de la prensa católica.

Oración de san Pedro Canisio

¡Oh Dios todopoderoso y eterno, Señor, Padre celestial!

Mira nuestra calamidad, miseria y necesidad con los ojos de tu insondable misericordia.
Compadécete de todos los fieles cristianos, por los que Tu Hijo unigénito,
nuestro amado Señor y Salvador Jesucristo,
se entregó voluntariamente en manos de los pecadores
y derramó su preciosa sangre en el tronco de la Santa Cruz.
Por los méritos de Nuestro Señor Jesús aparta de nosotros, oh Padre clementísimo,
los castigos merecidos, los peligros presentes y futuros,
los disgustos dañinos, los preparativos bélicos, las carestías,
las enfermedades, las épocas de tristeza y miseria.
Ilumina también y fortalece en todo lo bueno a los dirigentes y gobernantes
tanto espirituales como seculares, para que fomenten
todo lo que pueda contribuir a Tu gloria divina y a nuestra salvación,
así como a la paz universal y al bienestar de la cristiandad en la paz.
Concédenos, oh Dios de la paz,
una adecuada reunificación en la fe, sin cismas ni divisiones;
convierte nuestros corazones a la verdadera penitencia y a la enmienda de vida;
haz que prenda en nosotros el fuego de tu amor;

danos hambre y celo de toda justicia,
para que, como niños obedientes, te resultemos agradables
y placenteros en la vida y en la muerte.
También te suplicamos, como tú quieres que te supliquemos,
oh Dios, por nuestros amigos y enemigos, por los sanos y los enfermos,
por todos los cristianos tristes y compungidos,
por los vivos y los difuntos.
En tus manos ponemos, oh Señor, todas nuestras acciones y omisiones,
nuestra actividad y cambio, nuestra vida y muerte.
¡Permítenos disfrutar aquí de Tu gracia y llegar aquí, con todos los elegidos,
a alabarte, honrarte y glorificarte en la paz y la dicha eternas!
¡Concédenos todo esto, oh Señor, Padre celestial!
Por Jesucristo, Tu Hijo amado, quien junto contigo
y con el Espíritu Santo vive y reina, como Dios en igual medida,
de eternidad en eternidad.
Amén.

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