.

 

 

MATEO 5:20-26

 

Amigos, en el Evangelio de hoy Jesús nos enseña que si un hermano tiene algo contra nosotros debemos reconciliarnos con él antes de ofrecer nuestros dones en el altar. Esta reconciliación requiere un cambio de corazón y mente.

La palabra “arrepentirse” es a menudo una traducción confusa de metanoeite. Esta palabra griega se compone de dos términos, meta (más allá) y nous (mente o espíritu). Por lo tanto, en su forma más básica, significa algo así como “ir más allá de la mente que uno tiene”.

 

La palabra “arrepentirse” tiene un tono moralizante, lo que sugiere un cambio en comportamiento o acción, mientras que la palabra usada por Jesús parece estar insinuando un cambio en un nivel mucho más fundamental del ser. Jesús insta a los oyentes a cambiar sus formas de saber, de percibir y comprender la realidad, su modo de ver.

Lo que Jesús insinúa es que hay un nuevo estado de cosas, lo divino y lo humano se han encontrado, y la forma de ver habitualmente no permitirá observar esta nueva realidad. La mente, los ojos, los oídos, los sentidos, las percepciones, todo tiene que abrirse, darse vuelta, revitalizarse. Metanoia, la transformación mental, es la primera recomendación de Jesús.

Constituiste a tu Hijo único sumo y eterno Sacerdote

La oración colecta de este día, jueves siguiente a Pentecostés, nos sitúa ante la figura sacerdotal de Jesucristo. Dos cosas se afirman en ella: “para gloria tuya”, de Dios que lo constituyo. “Salvación del género humano”. Todo lo que Dios realiza fuera de sí mismo, tiene como objetivo la salvación de la humanidad. De todas y cada una de las personas y en esto se manifiesta su gloria. Un Sacerdocio único que supera el sacerdocio de la Antigua Alianza. Bien se encarga el autor de la carta a los Hebreos de resaltarlo. Pues bien, de ese sacerdocio participamos todos los bautizados, cada uno conforme a la vocación recibida. Tanto el sacerdocio común del Pueblo de Dios, como el conferido a los que, por el Sacramento del Orden, se les confía la dispensación de los Misterios Santos, todos participan del Sacerdocio de Cristo.

Aquí estoy, mándame

Isaías nos presenta a Dios que pregunta: “¿A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros? El profeta se muestra disponible. Aquí estoy, mándame. De muchas maneras habló Dios, antiguamente a nuestros padres. Ahora lo ha hecho por medio de su Hijo. Esta palabra es definitiva. Lo es por lo que comunica y realiza. Ya no hay otra que se pueda pronunciar. Lo es por lo que enseña, propone y sostiene. Y aquí es donde entramos nosotros: somos enseñados por él al tiempo que está junto a nosotros para sostenernos en la misión.

El Señor es mi pastor, nada me falta

Una y otra vez, repetimos esta respuesta en el salmo. No está demás considerarlo como parte de la función sacerdotal que Jesús inaugura. El sacrificio eterno, único, ofrecido por él, donde es al mismo tiempo sacerdote, víctima y altar, recoge lo que ha sido la ofrenda de sí mismo, desde el instante mismo en que responde: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad. El pastor bueno da la vida por sus ovejas, hemos escuchado en el contexto pascual. Y en su dedicación pastoral, va dando la vida hasta que, subido en la cruz, su mirada alcanza a todos los dispersos y los reúne.

Por descubrirte mejor, cuando balabas perdida, en un árbol entregó su vida. Es la mejor lección y el don definitivo que entrega a cada ser humano.

El amor que me tenías esté en ellos, y yo en ellos

Vivir para la hora establecida por el Padre. No adelantar ni atrasar nada, sino realizarlo todo en plena sintonía con la voluntad del Padre. En días pasados, un lector asiduo de los comentarios que se ofrecen en este medio me decía: es bueno que pongan ejemplos. Me hizo recordar a San Vicente Ferrer que señalaba a un amigo suyo: cuando prediques, pon ejemplos para que los que te escuchan se puedan identificar con alguno de ellos.

Los versículos del capítulo 17 del evangelio de San Juan, nos presentan a Jesús, antes de comenzar su Pasión, elevando una oración en favor de los que tiene a su lado: Te ruego por ellos…, por estos que tú me diste. Con todas sus debilidades, los conoce bien, por eso los tiene presentes en ese momento, porque están expuestos a una dura prueba y la flaqueza humana, precisa de este auxilio. Considero que así ruega por nosotros. Conoce nuestras debilidades y la buena voluntad que tenemos. También nuestros miedos cuando todo se complica. La vida humana es complicada. Somos conscientes de ello. No hace falta señalarlo a cada uno, sino invitar a reconocerse débiles y necesitados de este auxilio que Jesús ofrece y buscarlo.

Nos ha dado su palabra. Una palabra comunicadora de vida, de aliento, rica en enseñanza y poderosa para sostener a quien la recibe. No olvidemos que la promesa del Espíritu, permite a los que le reciben, recordar sus enseñanzas y avanzar en el conocimiento de lo enseñando. Usa tu memoria y tu entendimiento. Recuerda lo que él te ha enseñado y profundiza aplicando tu entendimiento. Verás entonces que tu voluntad renovada por él se adhiere, naturalmente a la verdad conocida.

Esa tarea la tienes que hacer tú. Nadie puede hacerla por ti, porque solamente tú conoces lo íntimo de ti mismo. Recuerda: “Yo les he dado tu palabra”. Y en esa palabra había vida y esa vida es la luz que alumbra a todo hombre que viene a este mundo.

“No solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado”.

 

 

Aquí estamos presentes nosotros, que hemos creído en el testimonio apostólico. No solamente hemos dicho que sí, sino que hemos sido introducidos en la unidad: ser unos como él y el Padre son uno. Ser perfectamente uno. Cultivar la unidad. Cuando hay tantos motivos y ocasiones de disensión, de desencuentro, de ruptura de la comunión, considerar que no hay mayor bien que la unidad que Jesús quería y que toca hacer posible, desde la comunión con él, a todos los que le siguen con un corazón renovado y una mente abierta.

¿Cómo resuena en mí esta oración de Jesús en la noche de su Pasión?

Hoy es…

Jesucristo Sacerdote

Esta fiesta celebra el contenido de la obra sacerdotal de Cristo, su Misterio Pascual en favor de los hombres, realizado una vez para siempre

MI MEJOR HOMENAJE A CADA MISIONERA DE PAX VOBIS CON SU SUPERIORA SISTER CECILIA BLEST PORTADORAS DE JESUCRISTO REY Y SACERDOTE EN LA CRUZ QUE LLEVAN ENCIMA DE SUS CORAZONES QUE EMBELLECEN A PAX Y PAX TV. CON EL AMOR DE JESUS MI SINCERO AGRADECIMIENTO A SU ORACION Y SERVICIO DE AMOR Y DE DAR FRUTOS DE BENDICION Y SANACION POR AMOR A LA IGLESIA Y A TODOS LOS HERMANOS Y HERMANAS DE LA COMUNIDAD DE JESUS Y DE LA VIRGEN.

MUCHAS GRACIAS P. Roberto +

 

 

Las Escrituras hablan del dolor de los pobres y de los oprimidos que Dios conoce y comparte. Pero el hambre y la sed de justicia de la que nos habla el Señor es aún más profunda que la legítima necesidad de justicia humana que todo hombre lleva en su corazón. Y esta es la justicia que viene de Dios (cf. 1 Corintios 1, 30). San Agustín dice: «Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti»[1]. Hay una sed interior, un hambre interior, una inquietud… Por eso la Iglesia es enviada a anunciar a todos la Palabra de Dios, impregnada de Espíritu Santo. Porque el Evangelio de Jesucristo es la mayor justicia que se puede ofrecer al corazón de la humanidad, que tiene una necesidad vital de ella, aunque no se dé cuenta. Que el Señor nos dé esta gracia: la de tener esta sed de justicia que es precisamente la gana de encontrarle, de ver a Dios y de hacer el bien de los demás. (Audiencia general, 11 marzo 2020).

 

 

Denles ustedes de comer

Santo Evangelio según san Lucas 9, 11-17. Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote

 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.

¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, gracias por el don de la Eucaristía. Aumenta mi fe para que pueda aprender a descubrirte en ella y dame la gracia de comprender que mi vida no es sólo para mí, sino que está llamada a ser un don para los demás.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 9, 11-17

En aquel tiempo, Jesús habló del Reino de Dios a la multitud y curó a los enfermos. Cuando caía la tarde, los doce apóstoles se acercaron a decirle:

“Despide a la gente para que vayan a los pueblos y caseríos a buscar alojamiento y comida, porque aquí estamos en un lugar solitario”. Él les contestó: “Denles ustedes de comer”. Pero ellos le replicaron: “No tenemos más que cinco panes y dos pescados; a no ser que vayamos nosotros mismos a comprar víveres para toda esta gente”. Eran como cinco mil varones.

Entonces Jesús dijo a sus discípulos: “Hagan que se sienten en grupos como de cincuenta”. Así lo hicieron, y todos se sentaron. Después Jesús tomó en sus manos los cinco panes y los dos pescados, y levantando su mirada al cielo, pronunció sobre ellos una oración de acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, para que ellos los distribuyeran entre la gente.

Comieron todos y se saciaron, y de lo que sobró se llenaron doce canastos.

Palabra del Señor.

 

 

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

El día de hoy celebramos la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, y agradecemos el don inmenso que nos hizo al quedarse con nosotros en la Eucaristía. A partir de la última cena, Jesús decidió hacerse presente en la vida de quien creyese en Él de una nueva manera, a través del pan y del vino.

Cristo nos ve necesitados de fortaleza para poder mantenernos fieles a su Palabra; nos ve necesitados de su amor y de su misericordia y, por eso, decide hacer algo al respecto: quedarse con nosotros. Jesús ve las necesidades de los demás y no se queda con los brazos cruzados: sale al encuentro, acoge, ayuda. Todo esto lo hace para enseñarnos cómo nosotros, cristianos, debemos actuar ante las necesidades de los demás.

«Denles ustedes de comer», estas palabras se pronunciaron hace cerca de dos mil años y todavía hoy deben resonar en el corazón de todo cristiano. No debemos contemplar el dolor ajeno y mirar hacia otro lado esperando que alguien más venga y ayude. Dios nos pone en el lugar indicado, en el momento indicado, para que con nuestras cualidades y defectos podamos extender la mano y levantar a quien lo necesita.

«La fiesta del Corpus Domini es un misterio de atracción y de transformación en Él. Y es escuela de amor concreto, paciente y sacrificado, como Jesús en la cruz. Nos enseña a ser más acogedores y disponibles con quienes están en búsqueda de comprensión, ayuda, aliento y están marginados y solos. La presencia de Jesús vivo en la eucaristía es como una puerta, una puerta abierta entre el templo y el camino, entre la fe y la historia, entre la ciudad de Dios y la ciudad del hombre. Expresión de la piedad eucarística popular son las procesiones con el Santísimo Sacramento, que en la solemnidad de hoy se llevan a cabo en muchos países». (Homilía de S.S. Francisco, 3 de junio de 2018).

 

 

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Me detendré a hablar cinco minutos con una persona que esté pidiendo dinero, para conocer un poco de su historia.

 

 

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 

 

Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote

Cuando Dios elige ministros suyos, deja a su Verbo la elección. Porque han de continuar sus mismos misterios

«Os he llamado amigos, porque os he manifestado todo lo que he oído a mi Padre. No me habéis elegido vosotros a mí, soy yo quien os he elegido y os he destinado a que os pongáis en camino y deis fruto, y un fruto que dure» (Jn 15,15).

Jesús entrega su amistad y pide la nuestra. Ha dejado de ser el Maestro para convertirse en amigo. Escuchad como dice: Vosotros sois mis amigos… No os llamo siervos, os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer…En aras de esa amistad, que es entrañable, que es verdadera y ardorosa, desea atajar a los que aún pudieran no hacerle caso. «No sois vosotros -les dice- los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido».

Es un compañero deseoso de salvar, de alegrar y de llenar de amor, de gozo y de paz a sus amigos. «Os he hablado para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría llegue a plenitud». El Maestro está con los brazos abiertos de la amistad tendidos hacia nosotros. Y con la alegría como promesa y como ofrenda. Nunca se ha visto un Dios igual.

Camina ahora mismo y por cualquier calle. Por la acera de tu casa, seguro. Y está diciendo que es amigo tuyo, que te quiere igual que a su Padre y que desea llenarte de alegría. Lo va repitiendo al paso, según se acerca a tu puerta (ARL BREMEN).

DIOS CREA PORQUE AMA

Por lo mismo que Dios ama, creó el mundo: ¡Cuánta maravilla, cuánta grandeza, que fascinadora belleza!:

«¡Oh montes y espesuras,
plantados por la mano del Amado!,
¡oh, prado de verduras
de flores esmaltado!,
decid si por vosotros ha pasado»,

Cantó el insuperable poeta del amor, San Juan de la Cruz.

Creó los hombres. Los hombres desobedecieron y pecaron. (Gén 3,9). El pecado es un desequilibrio, un desorden, como un ojo monstruoso fuera de su órbita, como un hueso desplazado de su sitio, en busca del placer, de la satisfacción del egoísmo, del sometimiento a su soberbia, como si el sol se saliera de su ruta, buscando su independencia. Frustraron el camino y la meta de la felicidad. De ahí nace la necesidad de la expiación, del sufrimiento, del dolor, por amor, para restablecer el equilibrio y el orden. Dios envía a una Persona divina, su Hijo, a «aplastar la cabeza de la serpiente», haciéndose hombre para que ame como Dios, hasta la muerte de cruz, con el Corazón abierto.

 

 

EL SIERVO DE YAHVÉ

Ese Hombre Dios, el Siervo de Yahvé, que, «desfigurado no parecía hombre, como raíz en tierra árida, si figura, sin belleza, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, considerado leproso, herido de Dios y humillado, traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes, como cordero llevado al matadero» Isaías 52,13, inicia la redención de los hombres, sus hermanos. El es la Cabeza, a la cual quiere unir a todos los hombres, que convertidos en sacerdotes, darán gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu, e incorporados a la Cabeza, serán corredentores con El de toda la humanidad. El Padre, cuya voluntad ha venido a cumplir, lo ha constituido Pontífice de la Alianza Nueva y eterna por la unción del Espíritu Santo, y determinando, en su designio salvífico, perpetuar en la Iglesia su único sacerdocio. Para eso, antes de morir, ha elegido a unos hombres para que, en virtud del sacerdocio ministerial, bauticen, proclamen su palabra, perdonen los pecados y renueven su propio sacrificio, en beneficio y servicio de sus hermanos.

 

 

«Él no sólo ha conferido el honor del sacerdocio real a todo su pueblo santo, sino también, con amor de hermano, ha elegido a hombres de este pueblo, para que, por la imposición de las manos, participen de su sagrada misión. Ellos renuevan en su nombre el sacrificio de la redención, y preparan a sus hijos el banquete pascual, donde el pueblo santo se reúne en su amor, se alimenta con su palabra y se fortalece con sus sacramentos. Sus sacerdotes, al entregar su vida por él y por la salvación de los hermanos, van configurándose a Cristo, y así dan testimonio constante de fidelidad y amor» (Prefacio).

 

Por eso, si los cristianos debemos tomar nuestra cruz, los sacerdotes, más, por más configurados con Cristo, con sus mismos poderes. Los sacerdotes de la Antigua Alianza sacrificaban en el altar animales, pero no se sacrificaban ellos. Los sacerdotes nos hemos de inmolar porque Cristo se inmoló a sí mismo. Hemos de ser como él, sacerdotes y víctimas, porque nuestro sacerdocio es el suyo.

Una idea infantil del cristiano, que se acomoda al mundo, una mentalidad inmadura del sacerdote, lo hace un funcionario. De ahí surgen consecuencias de carrierismo, al estilo del mundo, excelencias, trajes de colores, que obnubilan el sentido sustancial del sacerdote-víctima, que conducen a la esterilidad, y contradicen la misión: «para que os pongáis en camino y deis fruto que dure». El fruto que dura es el de la conversión, la santidad, que permanecerá eternamente. Os he puesto en la corriente de la gracia, os planté para que vayáis voluntariamente y con las obras deis fruto. Y precisa cuál sea el fruto que deban dar: «Y vuestro fruto dure». Todo lo que trabajamos por este mundo apenas dura hasta la muerte, pues la muerte, interponiéndose, corta el fruto de nuestro trabajo. Pero lo que se hace por la vida eterna perdura aun después de la muerte, y entonces comienza a aparecer, cuando desaparece el fruto de las obras de la carne. Principia, pues, la retribución sobrenatural donde termina la natural. Por tanto, quien ya tiene conocimiento de lo eterno tenga en su alma por viles las ganancias temporales. Así pues, demos tales frutos que perduren, produzcamos frutos tales que cuando la muerte acabe con todo, ellos comiencen con la muerte, pues después que pasan por la muerte es cuando los amigos de Dios encuentran la herencia (San Gregorio Magno).

EL SERVICIO, NO EL PODER

Después de la «conversión» de Constantino, el clero eclesiástico hizo su entrada en este mundo, corrió serio peligro de perder su propia naturaleza, que no consiste en el poder, sino en el servicio. Además, entró en competencia con el poder secular al aparecen la escena de la historia política. Este encuentro y confrontación con la jerarquía civil condujo no sólo a una ampliación político-social de las tareas apostólicas, sino que también oscureció el aspecto colegial del servicio de la Iglesia. Ha dicho el Cardenal Lustiger, arzobispo de París: «Ya se que Napoleón identificó al obispo con los prefectos y con los generales, pero yo me había sensibilizado mucho contra la Iglesia como sistema de promoción y de poder, y determiné que nunca me metería en situaciones que favorecieran la promoción».

EL ORDEN SACRAMENTAL Y LA DIGNIDAD

 

En el curso del siglo XI comienza la teología medieval a distinguir claramente, en la elaboración del tratado de sacramentos, entre el Orden y la dignidad, y puso de relieve la sacramentalidad del Orden de la Iglesia. A partir de entonces se designa esencialmente como Orden el sacramento que confiere el poder de celebrar la eucaristía.

Aunque el lenguaje de la Curia romana imprimió su sello a la tradición cristiana, la ordenación no fue considerada nunca como un simple acceso a una dignidad y como transmisión de unos poderes jurídicos y litúrgicos, pues siempre se confirió mediante un rito, Porque la ordenación es un acto sacramental que transmite una gracia de santificación; los llamados son tomados del mundo y consagrados al servicio de Dios, son separados para atender a su misión especial. El obispo, el sacerdote, el diácono no tienen de suyo nada del sacerdote romano, que era un funcionario del culto público, poseía cierto rango y tenía que realizar determinados actos. El «sacerdocio» cristiano pertenece a otro orden; no es primariamente «religioso» ni cultual, sino carismático; es el ordo de los que han recibido el espíritu y, en virtud de su orden, están habilitados para continuar la obra de los apóstoles. Las jerarquías del ministerio aparecen en los escritos de los Padres de la Iglesia, no tanto como títulos que conceden ciertos derechos, sino más bien como tareas que ciertos hombres llamados a edificar el cuerpo de Cristo toman sobre sí, a veces incluso contra su propia voluntad.

DIMENSION ESENCIAL

El Orden sacramental es una dimensión esencial para la Iglesia, y por eso fue incluido entre los sacramentos. Si se quiere comprender el sentido y la función de este «sacramento» particular en lugar de atribuir el sacerdocio cristiano y toda la jerarquía de la Iglesia a un único acto de institución, como hizo el Concilio de Trento, parece que está más en consonancia con la Sagrada Escritura y la realidad de las cosas partir de la Iglesia como «sacramento original». De esta forma no nos exponemos al peligro de separar el orden de la Iglesia histórica para colocarlo en cierto modo por encima de ella, pues es un sacramento esencial para la existencia de la Iglesia y en el que ésta se actualiza.

DISTINTOS GRADOS

 

El desdoblamiento del ordo en varios grados y la introducción de diversas ordenaciones están tan relacionados con la historia de la Iglesia como con la Escritura. Son producto de un desarrollo, y, en definitiva, la cuestión de si se ha de hablar de un único sacramento del orden o de si el episcopado y el presbiterado constituyen sacramentos diversos es más una cuestión terminológica y teológica que dogmática. Las funciones del obispo y las del sacerdote, las funciones del sacerdote y las del diácono, no están delimitadas entre sí de forma absoluta; las funciones respectivas son asignadas por el derecho, pero este derecho no es un todo inmutable. La validez de las ordenaciones depende de la actuación de la Iglesia tomada en su totalidad, y no del acto sacramental considerado aisladamente. La validez o no validez de una ordenación no es algo que se pueda determinar tomando como base el rito, con independencia del marco general de la misma.

DESARROLLO

La estructura del ministerio eclesial se puede considerar, igual que el canon de la Escritura y el número septenario de los sacramentos, como el resultado de un desarrollo. Desarrollo que se produjo todavía en tiempo de los apóstoles; por eso ha conservado en la tradición de la Iglesia el carácter de algo que existe por necesidad jurídica. En la Iglesia tendrá que haber siempre un «ministerio para velar», un «presbiterado» y una «diaconía». Sin embargo, las expresiones concretas de esta estructura esencial pueden cambiar con el tiempo y de hecho han cambiado; más aún, tienen que cambiar por razón del carácter forzosamente limitado de las diversas expresiones históricas del ministerio y de la obligación que éste tiene de asemejarse constantemente a su modelo, Cristo.

Lo mismo que Dios concedió el espíritu de profecía a los setenta ancianos que había llamado Moisés a participar con él en el gobierno del pueblo, así también comunica a los sacerdotes el Espíritu Santo para que se asocien al ministerio de los obispos. El presbítero colabora con el obispo en la totalidad de sus funciones de gobierno de la Iglesia. Las funciones del presbítero tienen una íntima conexión con el ofrecimiento de la eucaristía. Por eso la función del presbítero en la Iglesia ha de entenderse partiendo de la Cena y de las palabras de Cristo, que mandó a los apóstoles hacer «en memoria de él lo mismo que él había hecho» (1 Cor 11). Por eso defendió el Concilio de Trento este aspecto básico del ministerio sacerdotal. Y el Concilio Vaticano II añade: «Los presbíteros ejercitan su oficio sagrado sobre todo en el culto eucarístico o comunión, en donde, representando la persona de Cristo, el sacerdote es al mismo tiempo presidente de la celebración eucarística, él ofrece el sacrificio in nómine Ecclesiae o, en persona Ecclesiae y consagrante, sacrificador, y como tal ya no actúa meramente in persona Ecclesiae, sino in persona Christi y proclamando su misterio, unen las oraciones de los fieles al sacrificio de su Cabeza, Cristo, representando y aplicando en el sacrificio de la misa, hasta la venida del Señor (1 Cor 11,26), el único sacrificio del Nuevo Testamento, a saber: el de Cristo, que se ofrece a sí mismo al Padre como hostia inmaculada (Heb 9,11-28)».

EL MISTERIO DE CRISTO

El sacerdote nos introduce en la memoria del Señor, no sólo en su pascua, sino en el misterio de toda su obra, desde su bautismo hasta su pascua en la cruz. El exhorta a la asamblea de los creyentes a vivir en sintonía con el sacrificio de la cruz, que ésta vuelve a vivir en el presente en espera de su consumación definitiva. Por eso el ministerio del sacerdote no se puede limitar a la celebración de un rito; compromete toda la vida y se desarrolla de acuerdo con todo el orden sacramental.

Pero no sería fiel a la tradición quien pretendiera defender que las funciones del sacerdote son de naturaleza estrictamente sacramental y cultual. También es función del sacerdote proclamar la palabra de Dios. La misma Cena, en la que el Señor llama a su sangre «sangre de la alianza», lo pone de manifiesto, pues no hay ningún rito de alianza sin una proclamación de la palabra de Dios a los hombres. El acontecimiento de la alianza es al mismo tiempo acción y palabra. Esta relación aparece todavía más clara cuando se parte de la base de que eucaristía (1 Cor 11,24) no significa tanto una «acción de gracias» en el sentido actual de esta expresión, cuanto una clara y gozosa proclamación de las «maravillas de Dios», de sus hechos salvíficos.

Cuando Jesús declara: «Cada vez que coméis de ese pan y bebéis de esa copa proclamáis la muerte del Señor, hasta que él vuelva» (1 Cor 11,26), su acto de bendición ritual tiene también el sentido de una proclamación de la palabra de Dios. El ministerio de ofrecer la eucaristía ratifica y complementa simplemente una proclamación de la palabra, que va desde el kerigma inicial hasta la catequesis y la misma celebración litúrgica. Predicar, bautizar y celebrar la eucaristía son las funciones esenciales del sacerdote. Sin embargo, dentro del presbiterio dichas funciones pueden estar distribuidas distintamente, según que unos se dediquen más a tareas misioneras y otros a la acción pastoral dentro de la comunidad reunida (Mysterium Salutis). Predicar y enseñar, de otra manera, ¿cómo podrán hacer y administrar los sacramentos con provecho y eficacia salvadores?

ESCASO APRECIO

El sacerdocio hoy está bastante desvalorizado. Las cosas poco prácticas no se cotizan. Esta generación consumista sólo tiene ojos para sus intereses. Ha perdido el sentido de la gratuidad. Un beso y una sonrisa no sirven para nada, pero los necesitamos mucho. Un jardín no es un negocio, pero necesitamos su belleza. Cultivar patatas y cebollas es más productivo, pero los rosales y las azucenas son necesarios.

• El sacerdote sirve. Siempre está sirviendo. Es necesario como la escoba para que esté limpia la casa. Pero a nadie se le ocurre poner la escoba en la vitrina.

• El sacerdote perdona los pecados, es instrumento de la misericordia de Dios. En un mundo lleno de rencores y envidias, el sacerdote es portador del perdón. Está siempre dispuesto a recibir confidencias, descargar conciencias, aliviar desequilibrios, a sembrar confianza y paz.

• El sacerdote ilumina. Cuando nos movemos a ras de tierra, nos señala el cielo. Cuando nos quedamos en la superficie de las cosas, nos descubre a Dios en el fondo.

• El sacerdote intercede. Amansa a Dios, le hace propicio, le da gracias, da a Dios el culto debido. Impetra sus dones.

• El sacerdote ama. Ha reservado su corazón para ser para todos. El sacerdote es antorcha que sólo tiene sentido cuando arde e ilumina.

• El sacerdote hace presente a Cristo. En los sacramentos y en su vida. Es el alma del mundo. Donde falta Dios y su Espíritu él es la sal y la vida. No hace cosas sino santos. Todos hemos de ser santos, pero sin sacerdotes difícilmente lo seremos. Es grano de trigo que si muere da mucho fruto. Nada hay en la Iglesia mejor que un sacerdote. Sí lo hay: dos sacerdotes. Por eso hemos de pedir al Señor de la mies que envíe trabajadores a su mies (Mt 9,38).

LA ELECCIÓN

«No me habéis elegido vosotros a mí, os he elegido yo a vosotros». La elección indica siempre predilección. Si voy a un jardín, miro y remiro: tallo, capullo, color, aguante…Elijo, corto y me la llevo. Pero sé que yo no podré ni cambiar el color, ni darles más resistencia, ni aumentarles la belleza.

Cuando Dios elige, elige a través de su Verbo: «Por El fueron creadas todas las cosas». Cuando un joven elige a su novia, es él quien elige. Si eligiesen sus padres u otros, probablemente saldría mal. Cuando Dios elige esposa, respeta a su Hijo, que se ha desposar con ella. Cuando Dios elige ministros suyos, deja a su Verbo la elección. Porque han de continuar sus mismos misterios.

Parece que el Señor tendrá sus preferencias. Contando con que siempre puede rectificar y enderezar, romper el cántaro y rehacerlo, y purificar, es verosímil que cuente con lo que ya hay en las naturalezas, creadas por El: «Omnia per ipso facta sunt».

Una de las primeras cualidades que parece buscará será la docilidad. Docilidad que casi siempre es crucificante. Otra, será la sencillez: «Si no os hacéis como niños»… Manifestarse sin hipocresía, con naturalidad.

“VOSOTROS SOIS MIS AMIGOS»

 

 

«Vosotros sois mis amigos.» ¡Cuánta es la misericordia de nuestro Creador! ¡No somos dignos de ser siervos y nos llama amigos! ¡Qué honor para los hombres: ser amigos de Dios! Pero ya que habéis oído la gloria de la dignidad, oíd también a costa de qué se gana: «Si hacéis lo que yo os mando.» Alegraos de la dignidad, pero pensad a costa de qué trabajos se llega a tal dignidad. En efecto, los amigos elegidos de Dios doman su carne, fortalecen su espíritu, vencen a los demonios, brillan en virtudes, menosprecian lo presente y predican con obras y con palabras la patria eterna; además, la aman más que a la vida; pueden ser llevados a la muerte, pero no doblegados. Considere, pues, cada uno si ha llegado a esta dignidad de ser llamado amigo de Dios, y si así es no atribuya a sus méritos los dones que encuentre en él, no sea que venga a caer en la enemistad. Por eso añadió el Señor: «No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros y os he destinado para que vayáis y deis fruto».

MÍSTICA DEL SACERDOCIO DE JUAN PABLO MAGNO

San Francisco de Sales, el Doctor de las alegorías, relata en su “Introducción a la Vida devota”, libro famoso y exitoso en su tiempo, que Alejandro Magno encargó a Apeles pintar el retrato de Compaspe, la hermosa, a la que amaba intensamente. Apeles, naturalmente, la estuvo contemplando durante mucho tiempo, y se enamoró de ella. Lo intuyó Alejandro y compadecido de él, se privó, por el afecto que tenía a Apeles, de la más querida amiga que jamás tuvo en el mundo, con lo cual, dice Plinio, dio una prueba de la magnanimidad de su corazón, mayor que la más brillante de sus victorias.

En “El hermano de nuestro Dios”, una obra de teatro suya, Karol Wojtyla ha escrito que cualquier intento de comprender a alguien implica penetrar hasta las raíces de nuestra humanidad, donde se encentra un elemento extra histórico. Pocas voces me llegan turbias sobre Juan Pablo II, aunque no faltan algunas, pero siempre pienso que no le conocen y más, que no le pueden comprender los que las dicen, porque no está a su alcance conocerle.

MEDITACIÓN SOBRE EL MINISTERIO SACERDOTAL

Es San Pablo quien, en su Carta a los Corintios, define a los sacerdotes: «servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, lo que en fin de cuentas se exige de los administradores es que sean fieles´´ (1 Co 4,1). Juan Pablo II, en el tema VIII de su libro “Don y Misterio”, sus memorias escritas y publicadas al cumplir sus Bodas de Oro sacerdotales, medita agudamente este texto: “el administrador no es el propietario, sino aquel a quien el propietario confía sus bienes para que los gestione con justicia y responsabilidad. El sacerdote recibe de Cristo los bienes de la salvación para distribuirlos entre las personas a las cuales es enviado. Es por tanto, el hombre de la palabra de Dios, el hombre del sacramento, el hombre del misterio de la fe´´. La vocación sacerdotal es el misterio de un «maravilloso intercambio» entre Dios y el hombre. El hombre ofrece a Cristo su humanidad para que El pueda servirse de ella como instrumento de salvación, casi haciendo de este hombre otro sí mismo”. Yo lo canté, lo intenté balbucear así el día de mis Bodas de Oro Sacerdotales, un año después que el Papa:

HIMNO SACERDOTAL

Recién ordenado y estudiante en la Universidad de Salamanca:

Necesitaste y necesitas de mis manos
para bendecir, perdonar y consagrar;
mi corazón para amar a mis hermanos,
pediste mis lágrimas y no me ahorré el llorar.

Mis audacias yo te di sin cuentagotas,
derroché mí tiempo enseñando a orar,
mi voz gasté predicando tu palabra
y me dolió el corazón de tanto amar.

A nadie negué lo que me dabas para todos.
A todos quise en su camino estimular.
Me olvidé de que por dentro yo lloraba,
y me consagré de por vida a consolar.

Pediste que te entregara mis pies
y te los ofrecí sin protestar,
caminé sudoroso tus caminos,
y ofrecí tu perdón con gran afán.

Cada vez que me abrazabas lo sentía
porque me sangraba el corazón,
eran tus mismas espinas que me herían
y me encendían en la hoguera de tu amor.

Fui sembrando de Hostias mi camino
inmoladas en tu personificación:
innumerables Eucaristías ofrecidas,
han traspasado la tierra de fulgor.

El que no tiene ojos para percibir el misterio del «intercambio» del hombre con el Redentor no podrá comprender que un joven renuncie a todo por Cristo, seguro de que su personalidad humana se realizará plenamente.

LA GRANDEZA DE NUESTRA HUMANIDAD

Retóricamente pregunta Juan Pablo II: “¿Hay en el mundo una realización más grande de nuestra humanidad que poder representar cada día “in persona Christi” el Sacrificio redentor, el mismo que Cristo llevó a cabo en la Cruz? En este Sacrificio está presente del modo más profundo el Misterio trinitario, y como «recapitulado´´ todo el universo creado (Ef 1,10). La Eucaristía ofrece «sobre el altar de la tierra entera el trabajo y el sufrimiento del mundo´´, en bella expresión de Teilhard de Chardin. En la Eucaristía todas las criaturas visibles e invisibles, y en particular el hombre, bendicen a Dios como Creador y Padre con las palabras y la acción de Cristo, Hijo de Dios. Por eso «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar´´ (Lc 10,21).

Estas palabras nos introducen en la intimidad del misterio de Cristo, y nos acercan al misterio de la Eucaristía, en la que el Hijo consustancial al Padre, le ofrece el sacrificio de sí mismo por la humanidad y por toda la creación. En la Eucaristía Cristo devuelve al Padre todo lo que de El proviene, profundo misterio de justicia de la criatura al Creador, el hombre da honor al Creador ofreciendo, en acción de gracias y de alabanza, todo lo que de El ha recibido. Sólo el hombre puede reconocer y saldar como criatura imagen y semejanza de Dios tal deuda, que por sus limitación de criatura pecadora, es incapaz de realizar si Cristo mismo, Hijo consustancial al Padre y verdadero hombre, no emprendiera esta iniciativa eucarística. El sacerdote, celebrando la Eucaristía, penetra en el corazón de este misterio. Por eso la celebración de la Eucaristía es para él, el momento más importante y sagrado de la jornada y el centro de su vida”.

EL SACERDOTE ES EL HOMBRE DE LA PALABRA

 

 

Afirma el Papa que el sacerdote es “el hombre de la palabra de Dios, el hombre del sacramento, el hombre del misterio de la fe´´. Y lo razona: “Para ser guía auténtico de la comunidad, verdadero administrador de los misterios de Dios, el sacerdote está llamado a ser hombre de la palabra de Dios, generoso e incansable evangelizador. Hoy, frente a las tareas inmensas de la «nueva evangelización´´, se ve aún más esta urgencia. Después de tantos años de ministerio de la Palabra, que especialmente como Papa me han visto peregrino por todos los rincones del mundo, debo dedicar algunas consideraciones a esta dimensión de la vida sacerdotal. Una dimensión exigente, ya que los hombres de hoy esperan del sacerdote antes que la palabra «anunciada», la palabra «vivida». El sacerdote debe «vivir de la Palabra´´. Pero al mismo tiempo, se ha de esforzar por estar intelectualmente preparado para conocerla a fondo y anunciarla eficazmente. En nuestra época, la formación intelectual es muy importante. Esta permite entablar un diálogo intenso y creativo con el pensamiento contemporáneo.

Los estudios humanísticos y filosóficos y el conocimiento de la teología son los caminos para alcanzar esta formación intelectual, que debe ser profundizada durante toda la vida. Pero el estudio, para ser formativo, ha de ir acompañado por la oración, la meditación, la súplica de los dones del Espíritu Santo: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Santo Tomás explica cómo, con los dones del Espíritu Santo, el organismo espiritual del hombre se hace sensible a la luz de Dios, a la luz del conocimiento y a la inspiración del amor. Esta súplica me ha acompañado desde mi juventud y a ella sigo siendo fiel hasta ahora”.

LA CIENCIA INFUSA PRESUPONE LA ADQUIRIDA

“Enseña Santo Tomás, que la «ciencia infusa», no exime del deber de procurarse la «ciencia adquirida». Después de mi ordenación -escribe -fui enviado a Roma para perfeccionar los estudios. Luego, tuve que dedicarme a la ciencia como profesor de Ética en la Facultad teológica de Cracovia y en la Universidad de Lublin. Su fruto fueron el doctorado sobre San Juan de la Cruz y la tesis sobre Max Scheler. Debo mucho a este trabajo de investigación, que a mi formación aristotélico-tomista, injertaba el método fenomenológico, que me ha permitido escribir numerosos ensayos creativos, como mi libro «Persona y acción”, entrando en la corriente contemporánea del personalismo filosófico, cuyo estudio ha repercutido en los frutos pastorales. Muchas de las reflexiones maduradas en estos estudios me ayudan en los encuentros con las personas individuales y con las multitudes en mis viajes apostólicos. Esta formación en el horizonte cultural del personalismo me ha dado una conciencia más profunda de cómo cada uno es una persona única e irrepetible, y esto es muy importante para todo sacerdote. En diálogo con naturalistas, físicos, biólogos e historiadores, se puede llegar a la verdad. Es preciso que el esplendor de la verdad –Veritatis Splendor- -permita a los hombres intercambiar reflexiones y enriquecerse recíprocamente. He traído desde Cracovia a Roma la tradición de encuentros interdisciplinares periódicos, que tienen lugar durante el verano en Castel Gandolfo”.

 

 

LOS LABIOS DEL SACERDOTE

«Los labios de los sacerdotes guardan la ciencia…» (Ml 2,7). A Juan Pablo le gustan estas palabras del profeta Malaquías, por su valor programático para el ministro de la Palabra, que debe ser hombre de ciencia en el sentido más alto del término, pues no sólo debe transmitir verdades doctrinales, sino tener experiencia personal y viva del Misterio porque en esto consiste «la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo» (Jn 17, 3).

 

 

Se desprecia la vejez, olvidando que la vida terrenal es un inicio

Catequesis del Papa Francisco, 8 de junio de 2022.

 

 

También este segundo miércoles de junio la Plaza de San Pedro fue el escenario de la Audiencia General del Santo Padre a la que asistieron varios miles de fieles y peregrinos de los cinco continentes. En su 13ª catequesis sobre la vejez el Papa Francisco centró su reflexión en el episodio que relata el evangelista San Juan que refiere la pregunta de Nicodemo al Señor acerca de la imposibilidad de mayores de regresar al seno materno: «¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo?».

En efecto, a modo de introducción se leyó en ocho idiomas este pasaje del Evangelio, en el que Jesús responde “que el que no nazca del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Porque lo que nace de la carne es carne, y lo que nace del Espíritu es Espíritu».

El Obispo de Roma explicó el valor de la importante figura de este anciano del Nuevo Testamento, Nicodemo, a quien Jesús le dice que para “ver el Reino de Dios” hay que “renacer de lo alto”. “Nicodemo – dijo el Papa – no entiende sus palabras, y le plantea la imposibilidad de volver a nacer cuando uno ya es viejo”, sin embargo:

“Jesús se refiere a un nuevo nacimiento en el Espíritu, para el cual la ancianidad no es obstáculo, y a que nos dejemos abrazar por la ternura del amor creador de Dios”.

 

 

El mito de la eterna juventud

Además, Francisco destacó que vivimos en una época en la que “el mito de la eterna juventud es una obsesión”. En efecto, se desprecia la vejez, olvidando que la vida terrenal es un “inicio” y no una “conclusión” y que caminamos hacia la eternidad. En este camino, la fe nos permite “ver” el Reino de Dios.

“En este sentido, quienes atraviesan la etapa de la ancianidad pueden descubrir, a la luz del Evangelio, una nueva misión: ser signos e instrumentos del amor de Dios que señalan cuál es la meta definitiva a la que estamos llamados”.

La vejez tiene una belleza única

El Pontífice dijo asimismo que, en la perspectiva de caminar hacia el Eterno, “la vejez tiene una belleza única”. “Nadie puede volver a entrar en el vientre de la madre, ni siquiera en su sustituto tecnológico y consumista. Sería triste, incluso si fuera posible”.

“El viejo camina hacia adelante, hacia el destino, hacia el cielo de Dios. La vejez por eso es un tiempo especial para disolver el futuro de la ilusión tecnocrática de una supervivencia biológica y robótica, pero sobre todo porque abre a la ternura del vientre creador y generador de Dios”.

“Que el Espíritu – concluyó el Papa – nos conceda la reapertura de esta misión espiritual y cultural de la vejez, que nos reconcilia con el nacimiento de lo alto”.

 

 

Saludos del Papa

Al saludar a los peregrinos de lengua española Francisco los invitó a “releer el diálogo de Jesús con Nicodemo y a preguntarnos cómo estamos viviendo la llamada a nacer de nuevo”. Y se despidió con una invitación:

“Pidamos al Señor que el Espíritu Santo nos haga transmisores de amor y esperanza para quienes nos rodean”.

A los peregrinos de lengua portuguesa, entre los cuales se encontraban los miembros del Centro Nacional de Cultura de Portugal y de la Asociación Evangelizar es necesario de Curitiba, Brasil, el Papa les dijo:

“Hermanos y hermanas, que el Espíritu Santo nos ayude a entender la vejez como un tiempo en el que – habiendo abandonado el mito de la eterna juventud – aprendemos lo que significa nacer de lo alto y nos reconciliamos con nuestro destino eterno”.

A los fieles de lengua inglesa presentes en la audiencia de esta mañana, especialmente a los de Inglaterra, Filipinas y Estados Unidos de América, entre los cuales había diversos grupos de jóvenes estudiantes, el Obispo de Roma invocó sobre todos ellos y sus familias “la alegría y la paz de nuestro Señor Jesucristo”.

 

 

De entre los fieles de lengua francesa, el Papa saludó de modo especial a los peregrinos procedentes de Francia y de La Reunión, de Costa de Marfil y de Gabón, a quienes les recordó:

“A ejemplo de Nicodemo, que el Espíritu Santo nos haga redescubrir esta misión espiritual de la vejez que nos reconcilia con el nacimiento de lo alto”.

De igual modo al saludar cordialmente a los peregrinos de lengua alemana, el Pontífice se dirigió en particular a los estudiantes del Wilhelmsstift de Tubinga y del Felixianum de Tréveris, así como a los ministros de la diócesis de Eichstätt, para decirles:

“En el Señor Jesús somos hijos amados de Dios. Que el Espíritu Santo nos ayude a ser mensajeros de la alegría y testigos de su caridad”.

Al dirigirse cordialmente a los polacos, el Santo Padre destacó la presencia de los sacerdotes de la diócesis de W?oc?awek que han venido a Roma en el 25º aniversario de su ordenación.

“Hoy se recuerda a la reina Santa Eduviges, apóstol de Lituania y fundadora de la Universidad Jagellónica. Durante su canonización, San Juan Pablo II recordó que, gracias a su labor, Polonia se unió a Lituania y a Rusia. Confíen en su intercesión, rezando como ella al pie de la Cruz por la paz en Europa”.

 

 

Como es costumbre, Francisco también saludó a los fieles de lengua árabe: «La vejez, de manera especial, es un tiempo de gracia, en el que el Señor renueva su llamada a los ancianos para que custodien y transmitan su fe y guíen con su sabiduría el mundo de hoy, que se enfrenta a muchas dificultades, convirtiéndose así en un faro para las nuevas generaciones».

Por último, en su bienvenida a los peregrinos procedentes de Italia, el Santo Padre saludó de en particular a las Hermanas Capitulares de la Congregación de Nuestra Señora del Monte Carmelo, animándolas a caminar con alegría por los caminos del Señor. Asimismo, el Papa saludó a los fieles de la parroquia de Jesucristo Salvador, en Praia a Mare, ya quienes manifestó su esperanza de que el 25º aniversario de la fundación de la parroquia sea un estímulo para ser testigos creíbles del Evangelio.

En esta ocasión los saludos de Francisco también fueron para los miembros de la Federación de la Orden de las Profesiones de Enfermería y a la Asociación de Voluntarios de Sangre de Acireale, a quienes expresó su agradecimiento por su labor solidaria. Y se dirigió también a los atletas de la peregrinación a pie de Macerata a Loreto, con la antorcha de la paz “que quiere ser un signo y al mismo tiempo una invitación a la fraternidad entre las personas y entre los pueblos”.

Por último, dirigió su pensamiento a los ancianos, enfermos, jóvenes y recién casados, a quienes recordó que “el próximo domingo celebraremos la solemnidad de la Santísima Trinidad”. Por esta razón exhortó a todos a encontrar la presencia de la Trinidad en sus vidas. Y “gracias al Bautismo, el apoyo para cumplir la voluntad del Señor en todas las circunstancias”.

Tras el rezo del Padrenuestro en latín la audiencia concluyó con la bendición del Santo Padre.

 

.

 

 

Paz, coherencia y justicia

Para alcanzar la paz, se debe buscar la justicia con coherencia de vida.

 

 

Paz, se escucha mucho esta palabra, es pronunciada desde las iglesias, lo pronuncian los políticos y la gente del campo, pero la pregunta es: ¿Entendemos lo que es la paz?

Hemos visto que hay otra virtud junto a la paz, en muchos eslóganes la encontramos. Es la virtud de la justicia, pues incluso en la misma Biblia aparecen de la mano: “justicia y paz se abrazan” (Salmo 85,11). ¿Por qué van de la mano? Vemos a lo largo de la Sagrada Escritura cómo el hombre justo va luchando por alcanzar la paz y vemos que siempre Dios le responde cómo puede alcanzarla. Dios dice que tiene que existir la coherencia de vida para que se pueda vivir en paz y por lo tanto que exista su equivalente: justicia. Pero volvemos a la misma pregunta ¿por qué?

 

 

Las respuestas a estos interrogantes las podemos ir contestando con lo que vamos viviendo en la actualidad en la sociedad, considerando que al igual que el significado del amor, hemos desvirtuado también el significado de la palabra paz. Hoy en día los medios de comunicación ponen el concepto de paz como la persona o sociedad que “no se mete con nadie”; “quien vive su vida y deja vivir”. Puede haber algo de verdad en esto, pero son sumamente peligrosas estas frases, si las aplicamos mal en este mundo totalmente relativizado.

Si lo vemos bajo la concepción de este mundo es sumamente peligroso pues podemos caer en el error de decir que: “si no nos metemos con Dios, estaremos en paz con Él” y hoy no es extraño escuchar: “no voy a la Iglesia pero estoy en paz con Dios y eso me basta porque me siento tranquilo”. Hoy en día, hay que tener mucho cuidado pues el mundo relativiza todo, con tal de que las personas no se acuerden de Dios.

 

 

Dios mismo en la Sagrada Escritura nos dice que para que haya paz tiene que haber coherencia de vida y para ser coherentes tiene que existir la justicia en nuestra vida. Aquí respondemos el porqué la justicia va de la mano con la paz, pues si vivimos como realmente tenemos que vivir, hacemos lo que tenemos que hacer y si somos justos con nuestro prójimo, habrá paz.

Hay que trabajar por alcanzar la paz, pero para eso hay que luchar contra corriente. Si nos dejamos llevar por la corriente no significa que haya paz, sino que nos dirigimos hacia una enorme caída. Los que han alcanzado la paz a través de la historia han sido las personas que han luchado contra corriente, los que buscan ser “sal de la tierra” y brillar con todo su potencial en este mundo nublado de tinieblas.

“Dichoso el hombre que trabaja por la paz”. El hombre que posee este tesoro de la paz busca transmitirlo a los demás. Ese fue el caso de Juan Pablo II, un hombre que vivía la paz y buscaba transmitirla a los demás. Era el principal precursor de la paz y trabajaba por llevar justicia a todas las naciones y por eso fue un exitoso emisario de estas virtudes.

“Sean artesanos de la Paz”. Debemos trabajarla con mucho amor y cariño y no en serie pues no podemos generar la paz en serie, tiene que ser construida con nuestras manos, manos que Dios ha querido que sean para llevar paz y no la guerra, que lleven la rama del olivo y no la de un cuchillo. Trabajemos en la paz desde nuestro entorno, transmitamos la paz con nuestra sonrisa, pidámosle la gracia a Dios que: “donde haya odio lleve yo amor”. Veremos cómo todo cambia si empezamos a llevar paz y si somos justos con los demás, en especial con Dios. Esto no es nada extraordinario sino ser lo que se tiene que ser y “darle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.

 

Nardo del 9 de Junio

¡Oh Sagrado Corazón, fuente inagotable de amor!

 

 

Meditación: Jesús tanto nos amó que no sólo hasta Su última gota de Sangre derramó, obedeciendo la Voluntad del Padre que lo envió, sino que también desde la Cruz nos dejó a Su Santísima Madre, a la más Bella Mujer que jamás existiría, para que sea nuestra guía. En Pentecostés, Ella, confirmando su apostolado, está reunida con los discípulos esperando la venida del Paráclito, cumpliendo así con lo señalado por su Divino Hijo.

 

Así la Criatura más Perfecta, la Inmaculada, la Llena de Gracia, se convierte en Madre de la Iglesia, participando del misterio de la Corredención. Ella ve con dolor y con amor todas las asechanzas, tropiezos y persecuciones que el enemigo prepara frente a nosotros, interponiéndose para nuestra protección como la Mujer Vestida de Sol, y señalando el camino del regreso de Cristo.

Jaculatoria: ¡Enamorándome de Ti, mi Amado Jesús!

¡Oh Amadísimo, Oh Piadosísimo Sagrado Corazón de Jesús!, dame Tu Luz, enciende en mí el ardor del Amor, que sos Vos, y haz que cada Latido sea guardado en el Sagrario, para que yo pueda rescatarlo al buscarlo en el Pan Sagrado, y de este modo vivas en mí y te pueda decir siempre si. Amén.

Florecilla: Recemos el Rosario a la Santísima Virgen, para que sea nuestra protectora y nuestra guía.

Oración: Diez Padre Nuestros, un Ave María y un Gloria.

 

 

San Efrén de Siria, «el Arpa del Espíritu Santo»

Diácono sirio del siglo IV, Padre y Doctor de la Iglesia, maestro de Teología, orador, poeta, comentarista y gran defensor de la fe

 

 

Efrén (también llamado Efraín) nació alrededor del año 306, en Nísibis (actual Nusaybin, Turquía), en tiempos del Imperio Romano. De joven, según él mismo escribió, no le daba mucha importancia a la religión.

No se sabe si su familia era cristiana, pero consta que a los 18 años recibió el bautismo y permaneció junto al obispo san Jacobo como diácono. No sabemos con certeza si fue ordenado sacerdote.

Tuvo que huir de la ciudad de Edessa a causa de las invasiones de los persas y fue a refugiarse en una caverna.

Allí vivía con austeridad, pero seguía acudiendo a la ciudad para evangelizar.

Prolífico escritor

En aquel lugar, a pesar de no tener formación académica, escribió la mayor parte de sus textos, que servirán en los siglos posteriores para la liturgia y el conocimiento de las Sagradas Escrituras.
En su obra hay exégesis, discusiones, obras de doctrina y poesía. Toda está escrita en verso a excepción de los comentarios.

Su lengua era el sirio aunque algunas de sus obras nos han llegado en traducción latina, griega o armenia.

San Efrén daba especial importancia a los cánticos. Él creó composiciones tan importantes que suplieron a los himnos gnósticos.

Generoso con los pobres

En el año 370 viajó a Cesarea, en la Capadocia solo para conocer a san Basilio.En el año 372-273, la población padecía hambre pero los ricos no daban sus posesiones porque no se fiaban de que alguien gestionara bien el dinero. San Efrén apareció entonces como el hombre de confianza y distribuyó alimentos entre los pobres. Además, fundó un servicio de socorro que disponía de 300 camillas para transportar enfermos. Una vez remediado el problema, san Efrén regresó a su cueva y murió 30 días más tarde. El papa Benedicto XV lo declaró Doctor de la Iglesia.

Santo patrón

San Efrén es patrono de los directores espirituales.

Oración

«Señora Nuestra Santísima, Madre de Dios, llena de gracia:
Tú eres la gloria de nuestra naturaleza humana, por donde nos llegan los regalos de Dios. Eres el ser más poderoso que existe, después de la Santísima Trinidad;
la Mediadora de todos nosotros ante el mediador que es Cristo;
Tú eres el puente misterioso que une la tierra con el cielo,
eres la llave que nos abre las puertas del Paraíso; nuestra abogada, nuestra intercesora. Tú eres la Madre de Aquel que es el ser más misericordioso y más bueno. Haz que nuestra alma llegue a ser digna
de estar un día a la derecha de tu Único Hijo, Jesucristo.
¡Amén!«