Juan 20:19-31
Todo el mundo merece una segunda oportunidad. Dios no niega al apóstol Tomás una segunda oportunidad para creer. Cuando ayer, teniendo en la cabeza este evangelio de la duda de Santo Tomás, leí el evangelio que tocaba, un fragmento de San Marcos, me di cuenta de que el apóstol Tomás se ha cargado bastante solo la fama de no haber creído en Jesús resucitado y haber necesitado una segunda oportunidad.
En cambio, este evangelio de San Marcos, del, sábado de la Octava de Pascua, que era un breve resumen de las tres grandes apariciones de Jesús Resucitado: primero a las mujeres, después a los discípulos que iban de camino y finalmente a los apóstoles afirmaba que después de las dos primeras apariciones, los apóstoles tampoco creyeron el testimonio, ¡e incluso el mismo Jesucristo les reprochó después de que les hubiera costado tanto la fe! Podemos pensar que el reconocimiento del Resucitado no fue fácil para nadie y que la incredulidad de Santo Tomás no es una excepción y que los mismos apóstoles en su conjunto necesitaron una segunda oportunidad y una experiencia más personal de Jesucristo resucitado para ser capaces de creer en ella.
Estas anotaciones sobre la debilidad de los apóstoles, de quienes habían convivido con Jesús, sorprenden más si pensamos en el ambiente de euforia misionera que debería rodear el momento de la redacción de los evangelios, en el nacimiento del cristianismo y hacen por ello un testigo importante del realismo de las primeras comunidades, que a pesar de ser descritas y deseadas como ideales de fe y de caridad, también tenían sus ambigüedades como todo lo humano.
Nos sentimos un poco aligerados cuando leemos que los apóstoles, los discípulos también necesitaban segundas oportunidades, y seguramente terceras y cuartas y muchas más. Aligerados porque abre un espacio a nuestras propias dudas y faltas, abre un espacio de comunión en la debilidad, abre un espacio donde Dios puede actuar en nosotros, donde puede salvar.
Dios hace posible las segundas oportunidades porque es muy paciente y muy insistente. por eso me gusta leer el evangelio de hoy también desde el punto de vista de Dios, y no sólo desde nuestra fe.
Pensamos si nosotros, después de que alguien nos hubiera cuestionado de la manera que Santo Tomás cuestionó a Jesús resucitado, hubiésemos dado una segunda oportunidad o bien hubiéramos puesto en marcha para siempre quien hubiese osado dudar tan de nosotros. Pero Dios no. Dios no pone en marcha. Dios sigue insistiendo, pacientemente: con Tomás, con los discípulos y con nosotros. Forma parte de su naturaleza. La paciencia y la insistencia son dos características de Dios que se potencian siempre en nuestro bien.
Admirar la vida de Jesucristo, su coherencia, su maestría es difícil, pero es razonablemente muy defendible, el reto de reconocerle resucitado, esto es vencedor de la muerte, es un reto de fe, mayor, quizá el mayor . No es fácil en este mundo tan lleno de dolor y sufrimiento, acentuados en todo este último año por la pandemia, afirmar con esperanza de que la vida ha vencido a la muerte. Pero nunca olvidemos que la resurrección no es el final de una vida ordenada, políticamente correcto, ganada por el propio esfuerzo, de manera fácil, sino que llega como don de Dios después de una muerte en cruz.
Pero aunque no sea fácil, afirmar todo esto es posible: hay lecturas que no dudaban en afirmar: Nuestra fe es la victoria que ya ha vencido al mundo. La fe no permanece en la abstracción, ni siquiera cuando se centra en la Resurrección de Jesús. La fe vence al mundo, esto significa que vence al mal del mundo. En las lecturas de hoy está muy presente esta dimensión de vencer al mundo, vencerlo por la caridad: está en la descripción ideal de la comunidad de los Hechos de los Apóstoles, en la primera lectura: donde la unidad de corazón y de alma provocaba la solidaridad radical de los hermanos entre ellos, está en la segunda lectura donde tan claramente hemos leído que amar a Dios significa amar a los hijos de Dios, y también está en el Evangelio, donde la consecuencia inmediata del reconocimiento del resucitado es la misión. Yo os envío, a perdonar…
Nosotros somos hijos e hijas de esos primeros cristianos. Si nos consuela compartir sus dudas que también nos provoque y nos mueva imitar su fe y su caridad para que reconozcamos a Jesús como viviente en medio de nosotros y dejemos que esta fe nos haga transformadores y vencedores del mal del mundo, confiados en todas las oportunidades que Él nos da. Éste es el sentido de centrar nuestra fe en la resurrección de Jesucristo, de recordarla en cada eucaristía, de celebrarla constantemente durante los ocho días enteros por Pascua y de repetir Hoy es el día en que ha obrado el Señor , Aleluya.
Y en el evangelio se nos ha presentado como tema principal el hecho de las dudas de Tomás que tantas enseñanzas nos ha dejado a nosotros, ya que a menudo nuestra fe se asemeja a la del Apóstol Tomás.
Juan, en el fragmento del evangelio que les estoy narrando las primeras apariciones de Jesús a sus discípulos después de la resurrección. Nos ha dicho que la noche de ese mismo domingo el Señor resucitado se presentó a sus discípulos cuando todavía estaban reunidos en casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos, pero que Tomás no estaba en casa con los demás. Cuando volvió le dijeron que habían visto al Señor; pero él no los creyó ya que sabía que su Señor estaba muerto. Los demás le aseguraban que estaba vivo y que le habían visto y que habían estado con Él. Ante estas afirmaciones Tomás les dijo que si no le veía la marca de los clavos y no ponía el dedo en la herida y la mano en el lado no se lo creería.
Las dudas desaparecen, pero cuando ocho días después se les vuelve a presentar el Señor resucitado e invita a Tomás a poner su dedo en la llaga y la mano al lado diciéndole de no ser incrédulo sino creyente. La respuesta de Tomás será un acto de fe, de adoración y de entrega sin límites cuando exclama: ¡Señor mío y Dios mío! Y el Señor le dice: Porque me has visto has creído. Dichosos quienes creerán sin haber visto. Estas dudas de Tomás sirvieron para confirmar en la fe a muchos que después creyeron en el Señor.
A veces, nosotros también nos encontramos faltados de fe como el apóstol Tomás. Tenemos necesidad de mayor confianza en el Señor ante las dificultades y ante acontecimientos que nos sobrepasan y no sabemos interpretarlos desde el punto de vista de la fe, en momento de oscuridad y desánimo. La virtud de la fe es la que nos da la verdadera dimensión de los acontecimientos y la que nos permite juzgar todas las cosas con nuevas perspectivas. Hoy todavía son muchos los que no creen porque viven al margen de todo lo que se refiere a Dios. Incluso, quizás también nosotros, en diversas circunstancias de la vida (enfermedad, falta de trabajo, la muerte de un familiar…) manifestamos desánimo de la fe.
Necesitamos, como Tomás, venir y tocar, comer el Cuerpo y la sangre de Cristo, escucharle. Si hoy muchos han perdido la fe o quizás nunca la han tenido, es porque no se han acercado a vivir esta presencia de Cristo en medio de la comunidad, como sucedió a los primeros cristianos. Y también, porque nosotros, con nuestro testimonio de vida de fe no hemos sido capaces de transmitir lo que vivíamos y celebrábamos: que Cristo por amor a nosotros se entregó, sufrió y murió, y al tercer día resucitó y está vivo y presente en medio nuestro. Si no hacemos el esfuerzo de amarnos de verdad, si no nos comprometemos personalmente, no mostramos el verdadero rostro de Jesús presente entre nosotros y por eso muchos no llegan a conocerlo. Que la celebración de la misa de hoy martes la misa de la primeras semana de Adviento nos ayude a tomar más conciencia de la misión que Dios nos ha confiado en el momento de nuestro bautismo, que es la de ser testigos suyos en medio del mundo en el que vivimos. Y que como CONSAGRADAS demos testimonio fraterno de nuestro AMOR. Que así sea.
Andrés, Santo
Fiesta Litúrgica, 30 de Noviembre
Apóstol
Martrirologio Romano: Fiesta de san Andrés, apóstol, natural de Betsaida, hermano de Pedro y pescador como él. Fue el primero de los discípulos de Juan el Bautista a quien llamó el Señor Jesús junto al Jordán y que le siguió, trayendo consigo a su hermano. La tradición dice que, después de Pentecostés, predicó el Evangelio en la región de Acaya, en Grecia, y que fue crucificado en Patrás. La Iglesia de Constantinopla lo venera como muy insigne patrono.
Breve Biografía
Andrés era hermano de Simón Pedro y como él pescador en Cafarnaúm, a donde ambos habían llegado de su natal Betsaida. Como lo demuestran las profesiones que ejercían los doce apóstoles, Jesús dio la preferencia a los pescadores, aunque dentro del colegio apostólico están representados los agricultores con Santiago el Menor y su hermano Judas Tadeo, y los comerciantes con la presencia de Mateo. De los doce, el primero en ser sacado de las faenas de la pesca en el lago de Tiberíades para ser honrado con el titulo de “pescador de hombres” fue precisamente Andrés, junto con Juan.
Los dos primeros discípulos ya habían respondido al llamamiento del Bautista, cuya incisiva predicación los había sacado de su pacífica vida cotidiana para prepararse a la inminente venida del Mesías. Cuando el austero profeta se lo señaló, Andrés y Juan se acercaron a Jesús y con sencillez se limitaron a preguntarle: “Maestro, ¿dónde habitas?”, signo evidente de que en su corazón ya habían hecho su elección.
Andrés fue también el primero que reclutó nuevos discípulos para el Maestro: “Andrés encontró primero a su hermano Simón y le dijo: Hemos encontrado al Mesías. Y lo llevó a Jesús”. Por esto Andrés ocupa un puesto eminente en la lista de los apóstoles: los evangelistas Mateo y Lucas lo colocan en el segundo lugar después de Pedro.
Además del llamamiento, el Evangelio habla del Apóstol Andrés otras tres veces: en la multiplicación de los panes, cuando presenta al muchacho con unos panes y unos peces; cuando se hace intermediario de los forasteros que han ido a Jerusalén y desean ser presentados a Jesús; y cuando con su pregunta hace que Jesús profetice la destrucción de Jerusalén.
Después de la Ascensión la Escritura no habla más de él. Los muchos escritos apócrifos que tratan de colmar este silencio son demasiado fabulosos para que se les pueda creer. La única noticia probable es que Andrés anunció la buena noticia en regiones bárbaras como la Scitia, en la Rusia meridional, como refiere el historiador Eusebio. Tampoco se tienen noticias seguras respecto de su martirio que, según una Pasión apócrifa, fue por crucifixión, en una cruz griega.
Igual incertidumbre hay respecto de sus reliquias, trasladadas de Patrasso, probable lugar del martirio, a Constantinopla y después a Amalfi. La cabeza, llevada a Roma, fue restituida a Grecia por Pablo VI. Consta con certeza, por otra parte, la fecha de su fiesta, el 30 de noviembre, festejada ya por San Gregorio Nacianceno.
Déjate mirar por Dios
Santo Evangelio según Mateo 4, 18-22. San Andrés Apóstol
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, déjame sentir tu mirada llena de Amor.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según Mateo 4, 18-22
Una vez que Jesús caminaba por la ribera del mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado después Pedro, y Andrés, los cuales estaban echando las redes al mar, porque eran pescadores. Jesús les dijo: “Síganme y los haré pescadores de hombres”. Ellos inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Pasando más adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que estaban con su padre en la barca, remendando las redes, y los llamó también. Ellos, dejando enseguida la barca y a su padre, lo siguieron.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
«Vio a dos hermanos» y «vio a otros dos hermanos». «VIO», este verbo aparece dos veces. Las preguntas que me surgen al ver este pasaje son: ¿qué vio Jesús? ¿Cómo ve Jesús? Al ser pescadores uno puede pensar que no hay nada valioso en ellos; pero me equivoco, pues Jesús ve más allá de lo que yo veo, Él ve el corazón de los hombres. Él busca mi corazón herido para sanarlo, para llenarlo de amor. Él no se deja llevar por las apariencias externas. Dios ama sin distinción alguna. Independientemente de lo que haya hecho, Él no va a dejar de amarme un poco. Él sabe que necesito de su amor.
Dejarme mirar por Dios, para poder sentir su amor en mi vida. Que no tenga miedo de ponerme delante de Él tal como soy, con mis debilidades y cualidades. Dios me ama tal como soy. Yo soy para Dios alguien especial, por eso me mira con amor, y desea que le siga para poder instaurar su Reino en el mundo.
¿Me he dejado mirar por Dios? ¿Por qué tengo miedo de la mirada de Dios? ¿Me siento necesitado del amor de Dios? ¿Me he dejado amar por Dios? ¿Cómo es mi amor a Dios y a mis hermanos? ¿Amo sin límites?
«Un tal celo nos provoca: ¡Es para nosotros un gran desafío! Estos discípulos-misioneros, que han encontrado a Jesús, Hijo de Dios; que a través de Él han conocido al Padre misericordioso, y que movidos por la gracia del Espíritu Santo se han proyectado hacia todas las periferias geográficas, sociales y existenciales, para dar testimonio de la caridad, ¡nos desafían! A veces nos detenemos para examinar escrupulosamente sus cualidades y sobre todo sus límites y sus miserias. Pero me pregunto, si somos hoy capaces de responder con la misma generosidad y coraje a la llamada de Dios, que nos invita a dejar todo para adorarlo, seguirlo, encontrarlo en el rostro de los pobres, para anunciarlo a quienes no han conocido a Cristo, y por lo tanto no se han sentido abrazados por la misericordia». (Homilía de S.S. Francisco, 2 de mayo de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy haré una visita a Jesús Sacramentado para pedirle que me ayude a amarlo cada día más.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Andrés, el que acercaba a otros a Cristo
Es el instrumento de encuentro de los hombres con Cristo y que llena de gozo el Corazón del mismo Jesús.
Celebramos el día del apóstol San Andrés, meditaremos hoy acerca de este gran apóstol.
El Apóstol Andrés es un hombre sencillo, tal vez también pescador como su hermano Simón, buscador de la verdad y por ello lo encontramos junto a Juan el Bautista. No importa de dónde viene ni qué preparación tiene. Parece, por lo que conocemos de él en el Evangelio, que entre otras muchas cosas algo que va a hacer es convertirse en un anunciador de Cristo a otros.
He ahí el Cordero de Dios (Jn 1,36). Estando Andrés junto a Juan el Bautista escucha de él estas palabras. De repente se siente inquieto por ellas y se va con Juan tras Jesús. Él les pregunta: ¿Qué buscáis?, a lo que ellos le dicen: ¿Dónde vives?. Jesús entonces les dice: «Venid y lo veréis». Ellos fueron con Jesús y se quedaron con Él aquel día. Ha sido Juan el Bautista quien les ha enseñado a Cristo, y antes que nada Andrés ha querido hacer personalmente la experiencia de Cristo. Estando junto a él ha descubierto dos cosas: que Cristo es el Mesías, la esperanza del mundo, el tesoro que Dios ha regalado a la humanidad, y también que Cristo no puede ser un bien personal, pues no puede caber en el corazón de una persona. A partir de ahí, la vida de Andrés se va a convertir en anunciadora de Dios para los demás hasta morir mártir de su fe en Cristo.
Hemos encontrado al Mesías (Jn 1,41). La primera acción de Andrés, tras haber experimentado a Cristo, es la de ir a anunciar a su hermano Simón Pedro tan fausta noticia. Simón Pedro le cree y Andrés le lleva con el Maestro. Hermosa acción la de compartir el bien encontrado. Andrés no se queda con la satisfacción de haber experimentado a Cristo. Bien sabe que aquel don de Dios, a través de Juan el Bautista que le señaló al Cordero de Dios, hay que regalarlo a otros, como su Maestro Juan el Bautista hizo con él. Queda claro así que en los planes de Dios son unos (tal vez llamados en primer lugar) quienes están puestos para acercar a otros a la luz de la fe y de la verdad. ¡Gran generosidad la de Andrés que le convierte en el primer apóstol, es decir, mensajero, de Cristo, y además para un hermano suyo!
Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús (Jn 12,20). Se refieren estas palabras a una escena en la que unos griegos, venidos a la fiesta, se acercaron a los Apóstoles con la petición de ver a Jesús. Andrés es uno de los dos Apóstoles que se convierte en instrumento del encuentro de aquellos hombres con Cristo, encuentro que llena de gozo el Corazón del mismo Jesús. ¿Puede haber labor más bella en esta vida que acercar a los demás a Dios, se trate de personas cercanas, de seres desconocidos, de amigos de trabajo o compañeros de juego? Sin duda en la eternidad se nos reconocerá mucho mejor que en esta vida todo lo que en este sentido hayamos hecho por los otros. Toda otra labor en esta vida es buena cuando se está colaborando a desarrollar el plan de Dios, pero ninguna alcanza la nobleza, la dignidad y la grandeza de ésta.
El Apóstol Andrés se erige así, desde su humildad y sencillez, en una lección de vida para nosotros, hombres de este siglo, padres de familia preocupados por el futuro de nuestros hijos, profesionales inquietos por el devenir del mundo y de la sociedad, miembros de tantas organizaciones que buscan la mejoría de tantas cosas que no funcionan. A nosotros, hombres cristianos y creyentes, se nos anuncia que debemos ser evangelizadores, portadores de la Buena Nueva del Evangelio, testigos de Cristo entre nuestros semejantes. Vamos a repasar algunos aspectos de lo que significa para nosotros ser testigos del Evangelio y de Cristo.
En primer lugar, tenemos que forjar la conciencia de que, entre nuestras muchas responsabilidades, como padres, hombres de empresa, obreros, miembros de una sociedad que nos necesita, lo más importante y sano es la preocupación que nos debe acompañar en todo momento por el bien espiritual de las personas que nos rodean, especialmente cuando se trata además de personas que dependen de nosotros. Constituye un espectáculo triste el ver a tantos padres de familia preocupados únicamente del bien material de sus hijos, el ver a tantos empresarios que se olvidan del bienestar espiritual de sus equipos de trabajo, el ver a tantos seres humanos ocupados y preocupados solo del futuro material del planeta, el ver a tantos hombres vivir de espaldas a la realidad más trascendente: la salvación de los demás.
El hombre cristiano y creyente debe además vivir este objetivo con inteligencia y decisión, comprometiéndose en el apostolado cristiano, cuyo objetivo es no solamente proporcionar bienes a los hombres, sino sobre todo, acercarlos a Dios. Es necesario para ello convencerse de que hay hambres más terribles y crueles que la física o material, y es la ausencia de Dios en la vida. El verdadero apostolado cristiano no reside en levantar escuelas, en llevar alimentos a los pobres, en organizar colectas de solidaridad para las desgracias del Tercer Mundo, en sentir compasión por los afligidos por las catástrofes, solamente. El verdadero apostolado se realiza en la medida en que toda acción, cualquiera que sea su naturaleza, se transforma en camino para enseñar incluso a quienes están podridos de bienes materiales que Dios es lo único que puede colmar el corazón humano. ¿De qué le vale a un padre de familia asegurar el bien material de sus hijos si no se preocupa del bien espiritual, que es el verdadero?
Hay un tema en la formación espiritual del hombre a tener en cuenta en relación con este objetivo. Hay que saber vencer el respeto humano, una forma de orgullo o de inseguridad como se quiera llamarle, y que muchas veces atenaza al espíritu impidiéndole compartir los bienes espirituales que se poseen. El respeto humano puede conducirnos a fingir la fe o al menos a no dar testimonio de ella, a inhibirnos ante ciertos grupos humanos de los que pensamos que no tienen interés por nuestros valores, a nunca hablar de Cristo con naturalidad y sencillez ante los demás, incluso quienes conviven con nosotros, a evitar dar explicaciones de las cosas que hacemos, cuando estas cosas se refieren a Dios. En fin, el respeto humano nunca es bueno y echa sobre nosotros una grave responsabilidad: la de vivir una fe sin entusiasmo, sin convencimiento, sin ilusión, porque a lo mejor pensamos eso de que Dios, Cristo, la fe, la Iglesia no son para tanto.
Los 12 desafíos pastorales de la Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe
Los grupos de discernimiento terminaron sus trabajos el sábado 27 de noviembre.
Los trabajos realizados por los grupos de discernimiento terminaron con un documento que desglosa 12 desafíos pastorales surgidos en el marco de la primera Asamblea Eclesial de América Latina y el Caribe. Se anunció que, a partir de febrero de 2022 se realizarán Asambleas Eclesiales por países –conectadas con el proceso sinodal que ha iniciado en octubre de este año– y además el Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam) celebrará en mayo una Asamblea extraordinaria de obispos para incorporar a su renovación estos desafíos.
Los 12 desafíos son:
Reconocer y valorar el protagonismo de los jóvenes en la comunidad eclesial y en la sociedad como agentes de transformación.
Acompañar a las víctimas de las injusticias sociales y eclesiales con procesos de reconocimiento y reparación.
Impulsar la participación activa de las mujeres en los ministerios, las instancias de gobierno, de discernimiento y decisión eclesial.
Promover y defender la dignidad de la vida y de la persona humana desde su concepción hasta la muerte natural. Incrementar la formación en la sinodalidad para erradicar el clericalismo.
Promover la participación de los laicos en espacios de transformación cultural, político, social y eclesial.
Escuchar el clamor de los pobres, excluidos y descartados.
Reformar los itinerarios formativos de los seminarios incluyendo temáticas como ecología integral, pueblos originarios, inculturación e interculturalidad y pensamiento social de la Iglesia.
Renovar, a la luz de la Palabra de Dios y el Vaticano II, nuestro concepto y experiencia de Iglesia Pueblo de Dios, en comunión con la riqueza de su ministerialidad, que evite el clericalismo y favorezca la conversión pastoral.
Reafirmar y dar prioridad a una ecología integral en nuestras comunidades, a partir de los cuatro sueños de Querida Amazonía.
Propiciar el encuentro personal con Jesucristo encarnado en la realidad del continente.
Acompañar a los pueblos originarios y afrodescendientes en la defensa de la vida, la tierra y las culturas.
10 consejos imprescindibles para mantener la salud espiritual
Solemos poner las necesidades de nuestro cuerpo por encima de la de nuestra alma y esto es una errónea jerarquía de valores
Alimentación orgánica saludable, centros de salud física, tomar varios suplementos vitamínicos, escapadas de vacaciones a hoteles exóticos, y muchos otros son todos intentos por mantener una buena salud corporal.
Sin duda, todo esto puede ser bueno por una simple razón: nuestro cuerpo es el templo del espíritu santo. Por consiguiente, debemos ser guardianes y custodios responsables del regalo de nuestro cuerpo que Dios en su generosidad nos dio.
Sin embargo, a menudo existe este error: ponemos las necesidades de nuestro cuerpo por encima de la de nuestra alma y esto es una errónea jerarquía de valores.
La palabra de nuestro señor y salvador Jesucristo nos enseña la siguiente verdad:
«Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? Pues ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida?» (Marcos 8,36-37)
Evitar el daño
En un nivel humano y natural, debemos hacer un esfuerzo común para evitar lo que podría dañar nuestro cuerpo. Los buenos padres le han enseñado esto a sus hijos desde el comienzo: no juegues con fuego, mira dos veces antes de cruzar la calle, no estés con malas compañías, come tus vegetales, duerme temprano, limpia tus dientes antes de acostarte, lava tus manos antes de comer, limpia tu cuarto.
En definitiva, la limpieza es próxima a la santidad.
Todo lo anteriormente mencionado son consejos comunes que los padres han dado a sus hijos durante años. Debemos elevar esto a un plano sobrenatural más alto y dar consejos de cómo evitar lo que puede perjudicar a nuestra alma inmortal, que tiene más valor que todo el universo creado.
En efecto, podemos pecar mediante pensamiento, palabra, obra y omisión; al no hacer lo que Dios nos exige hacer.
Evitar ocasiones cercanas al pecado es una cualidad indispensable en nuestra búsqueda de la santidad y a la adquisición de nuestra corona de gloria que llamamos vida eterna.
1.- Evite los chismes y a los chismosos
Jesús dijo claramente que seremos juzgados por cada palabra que sale de nuestra boca, y también dijo que de la abundancia del corazón habla la boca.
Si tenemos el hábito de frecuentar a individuos que son unos chismosos incorregibles, entonces debemos hacer un cambio y no frecuentarlos más.
Leer el capítulo 3 de la Carta al apóstol Santiago, es un excelente capítulo en las escrituras acerca de los pecados de la lengua.
2.- Vístase apropiadamente
No debemos ser ocasión de pecado para los demás. Nuestro cuerpo es un templo sagrado desde el bautismo.
San Pablo nos recuerda que somos embajadores de Cristo, eso significa representantes del señor de señores y rey de reyes. Debemos vestirnos de acorde a esto.
Cuando decimos vestirse apropiadamente no solamente es en la iglesia, como si este fuera el único lugar para vestirse con decoro y modestia, debemos hacerlo a todo hora y en todo lugar. Nunca debemos olvidar que somos cristianos 24/7 y eso significa siempre.
3.- Evite las malas compañías
San Pablo decía que las malas compañías corrompen la moral. Este proverbio expresa concisamente la siguiente verdad:
«Dime con quién andas y te diré quién eres».
No tenemos que ser genios para saber que tendemos imitar a nuestros amigos y a nuestros compañeros.
Oremos por la gracia de encontrar uno o dos amigos que sean realmente nobles, honestos, puros, cristianos trabajadores y habrás descubierto un verdadero tesoro. La sabiduría del viejo testamento nos enseña que encontrar un buen amigo es encontrar un tesoro.
4.- Cuide su mirada
Otro proverbio es oportuno para este concepto: «La curiosidad mató al gato». Peor aún, la mirada pícara del Rey David resultó en el adulterio con Betsabé, y eventualmente en el asesinato de su marido, el valiente y honesto soldado Urías de hitita (2 Samuel 11).
El santo hombre Job afirmó:
«Yo establecí un pacto con mis ojos para no fijar la mirada en ninguna joven» (Job 31,1)
Finalmente, Jesús lo deja por sentado en una de sus Bienaventuranzas:
«Benditos los puros de corazón, porque ellos verán a Dios» (Mateo 5,8)
En un mundo colmado con imágenes impuras, humanas y digitales, más que nunca necesitamos tener estricta custodia de nuestros sentidos, en especial nuestra vista.
5.- Evitar ser impulsivo
Otra actitud o disposición que debemos evitar es rendirnos a nuestra impulsividad, en todos los sentidos, pero especialmente al hablar.
Un buen proverbio indica: «Piensa antes de hablar». Otro proverbio, que de algún modo hace caer en cuenta a aquellos que hablan y después piensan es el siguiente: «No digas algo de lo que te puedas arrepentir».
A un nivel espiritual más elevado Santiago nos advierte:
«Debemos estar listos para escuchar y lentos para hablar».
Santo Tomás de Aquino ofrece esta interesante perspectiva:
«Dios nos ha dado dos orejas y una boca para así escuchar el doble de lo que hablamos».
¡Medita sobre esto antes de hablar!
6.- Medios electrónicos
De suma importancia para todos los que ahora vivimos en este universo electrónico es la extrema necesidad de prestar atención acerca del uso de los medios electrónicos actuales.
Como dijo el Venerable Fulton Sheen:
«Obviamente nunca abriremos la boca para escarbar en la basura».
También estableció que: podemos fácilmente ser embebidos y absorbidos por la basura moral con nuestros ojos.
Un buen vomito puede liberarnos de la basura física consumida. Sin embargo, puede llevar años borrar o eliminar una imagen que hemos visto de una de las muchas fuentes del moderno mundo de los medios electrónicos.
Nuestra mente es un gran archivo que guarda todas nuestras experiencias, todo lo que hemos hecho, al igual que todo lo que hemos visto por consiguiente, debemos ser estrictos con nosotros mismos y con nuestros hijos acerca de lo que traemos a nuestras mentes y nuestros corazones a través de lo que vemos.
7.- Síndrome de teleadicto
La ociosidad es el taller del diablo, es otro proverbio a tomar en cuenta. En otras palabras, si no tenemos nada que hacer, entonces el diablo nos dará muchas cosas por hacer.
San Juan Bosco tenía un miedo mortal de la época de vacaciones para la juventud y adolescentes.
El trabajo es bueno para todos nosotros. El trabajo perfecciona nuestro carácter y ayuda a cultivar nuestros talentos. El trabajo sirve como medio para ayudar a los demás. El trabajo fue lo que Dios le ordenó a Adán después del pecado original:
«Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado». (Génesis 3,19)
8.- Pereza mental
Para darle seguimiento al punto siete el síndrome del teleadicto, está la pereza mental. Otro eslogan juvenil es: «Si no lo usas lo pierdes».
Dios nos ha dotado a todos con una mente que él desea cultivemos. Un jardín que no se cultiva bien rápidamente le crece maleza. Una mente que no se cultiva permite el crecimiento de maleza en el cerebro.
Esta pereza mental puede ser prevenida o corregida a través del excelente hábito de la buena lectura.
Nunca hemos vivido en un mundo con tanta confusión. Sin embargo, nunca habíamos vivido en un mundo con tan buena literatura. Depende de nosotros encontrar buena literatura y formar el hábito de la lectura.
Algunos de nuestros mejores amigos pueden ser los buenos libros. San Ignacio recibió la gracia de su conversión a través de la lectura de buenos libros: La vida de los Santos.
9.- Evitar comer demasiado
La gula es uno de los siete pecados capitales. La definición de la glotonería es: Un deseo desordenado de comer y beber. Muchos problemas de salud son resultado de malos hábitos alimenticios.
También la glotonería, la lujuria y la pereza a menudo trabajan juntas como un equipo para llevarnos al pecado. ¿Cuál es el remedio? Aquí lo tienes: Orar por un autentica hambre de Jesús, el pan de vida (Leer a Juan, capítulo 6:22-71, la palabra del pan de vida).
En el Padre Nuestro rezamos: «Danos hoy el pan nuestro de cada día». Esto puede ser interpretado de una manera sacramental, el hábito de ir a misa y recibir a Jesús en la sagrada comunión, el verdadero pan de vida. Esto nos ayudará a subordinar los deseos del cuerpo al dominio de la voluntad.
10.- Evitar opiniones contrarias a nuestra madre María
Muchos protestantes rechazan vehementemente el poder de la intercesión de María, para su propio detrimento espiritual.
María nunca, y digo nunca, nos distancia de Jesús. Por el contrario, como afirma San Luis de Montfort:
«María es el camino más rápido, seguro y más corto hacia Jesús».
María es el ATAJO a la Unión con Jesús, si te gusta verlo así. Las últimas palabras de María grabadas en la Sagrada Escritura fueron pronunciadas en la fiesta de la boda de Caná:
«Hagan lo que Él les diga». (Juan 2,5)
¡Sin duda, el mejor consejo en todo el mundo! Nuestra señora sirve como puente a la unión con Jesús.
A continuación las palabras del Cura de Ars, San Juan María Vianney:
«Todo lo que el Hijo pide al Padre se lo concede. Todo aquello que la Madre pide al Hijo le es igualmente concedido».
San Efrén, con su mística y destello poético exclama:
«La incomparable Madre de Dios es el más puro incensario de oro. En sus oraciones se ofrece al Dios eterno».
Por último, medita en oración sobre las palabras de San Maximiliano Kolbe:
«Colocaos en las manos de María; ella pensará en todo y proveerá las necesidades de tu cuerpo y alma. Por lo tanto, está en paz, en paz total, con confianza ilimitada en ella».
CONCLUSIÓN
Es muy cierto que debemos evitar todos los peligros que pueden comprometer tan fácilmente la salud de nuestro cuerpo, aquello que pertenece a nuestra vida natural. Sin embargo, debemos tomar una decisión más firme por nuestra parte, y por el beneficio de quienes nos han confiado a nuestro cuidado, para evitar todo el veneno moral que puede posiblemente matar la vida espiritual en nuestras almas.
¡Que nuestra señora logre para nosotros la gracia de amar a Dios con todos nuestros corazones, mentes y almas para que un día el cielo sea nuestro hogar y lugar de perpetuo reposo!
Santa María, ruega por nosotros los pobres pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.
El Adviento
El Adviento, Vísperas de Navidad, Ideas para vivir el Adviento, Corona de Adviento y otros recursos
El Adviento es el comienzo del Año Litúrgico, empieza el domingo más próximo al 30 de noviembre y termina el 24 de diciembre. Son los cuatro domingos anteriores a la Navidad y forma una unidad con la Navidad y la Epifanía.
El término «Adviento» viene del latín adventus, que significa venida, llegada. El color usado en la liturgia de la Iglesia durante este tiempo es el morado. Con el Adviento comienza un nuevo año litúrgico en la Iglesia
• ¿Que es el Adviento?
• El Adviento, preparación para la Navidad
• 24 de diciembre, Vísperas de Navidad
• Ideas para Vivir el Adviento
• Corona de Adviento 1
• Preparando en familia el pesebre, la corona y el arbolito
• Textos para profundizar sobre Adviento
• Reflexiones
• Para Profundizar
• Reflexiones
• Un video para reflexionar y prepararnos verdaderamente para la Navidad
Amor de hermanos
Un problema real en algunas familias es la falta de amor entre los hermanos
El problema tiene muchas raíces y se produce por motivos distintos. En algunos casos, es debido a errores de los padres en la educación de sus hijos. En otros, a un problema surgido entre los mismos hermanos en un momento puntual de su desarrollo infantil o juvenil. En otros, a conflictos que aparecen ya en la edad adulta: peleas por la herencia, puntos de vista opuestos respecto a la religión o la política, disconformidad por el piso o el trabajo escogido por el otro, etc.
Cada situación merecería ser tratada de un modo específico. Quisiéramos ahora hacer una breve reflexión sobre la necesidad de suscitar, cuidar y acrecentar el amor entre los hermanos.
Lo primero es suscitar o promover. Un grave error en la vida familiar es suponer que por vivir en la misma casa y tener la misma sangre surgirá de modo espontáneo el afecto y cariño entre los hermanos. La realidad es que el amor se construye día a día, a base de educación, de renuncia al propio egoísmo, de apertura al otro, por medio de un trato que vaya más allá de los saludos habituales entre quienes viven bajo el mismo techo.
Los padres tienen una responsabilidad enorme en esta tarea. Desde que los niños son pequeños, buscan darles lo mejor y lograr que cada uno se sienta igual de amado que los otros. Este esfuerzo es un primer paso muy importante, pero hay que ir más allá: hay que conseguir que cada hijo aprecie, respete y ame a sus hermanos.
Desde el amor, los padres pueden ayudar mucho a que entre los hijos se promueva un clima de respeto. Es lícito que cada uno tenga su pequeño espacio de autonomía (donde las dimensiones de la casa lo permitan…). Pero es más importante educar a cada hijo a no encerrarse en su pequeño mundo y a abrirse a sus hermanos con el mismo cariño, o incluso superior, con el que se abren y tratan con sus amigos de escuela o de barrio.
Es muy hermoso, en ese sentido, ver cómo el padre o la madre se sientan junto a la hija de 10 años para explicarle que su hermano adolescente está pasando por una edad difícil, que necesita comprensión, que hay que respetar sus cosas, que hay que rezar por él. O que hablan con la hija universitaria para pedirle que nunca le grite al hermanito pequeño por el caos que provoca en casa, sino que más bien sepa buscar momentos para ayudarle en sus deberes, para enseñarle a ordenar las cosas en la habitación, para motivarle a participar en las mil tareas de casa.
Lo segundo, en parte ya mencionado, es cuidar el amor. La vida familiar implica continuos roces. La niña quiere poner la música a todo volumen mientras que el “niño” (ya tiene 15 años…) ha pedido silencio por las tardes para sacar sus problemas de matemáticas. O el hermano mayor no quiere saber nada de ayudar a limpiar platos, mientras la hermana que le sigue en edad considera eso una injusticia machista que debe desaparecer cuanto antes.
Que haya conflictos es lo más normal del mundo. Pero saber superarlos con paciencia y, sobre todo, con un respeto que nace del cariño y que va más allá de las simples reglas de justicia, lleva a restablecer en seguida los lazos que unen a los hermanos entre sí.
Habrá ocasiones en que antes de ir a misa los padres pedirán a sus hijos que si alguno tiene rencor o rabia hacia algún hermano, antes de ir al altar pida perdón y ofrezca su perdón. Sólo así tiene sentido pleno participar en la misa como familia verdaderamente cristiana.
Lo tercero es acrecentar el amor. Si en casa ha sido promovido el amor; si el amor ha sido preservado y custodiado, a veces también “curado”, a lo largo de los meses; si padres e hijos se sienten no sólo miembros de una misma familia, sino realmente amigos que se quieren y se ayudan… Entonces este tesoro de cariño, que es un don maravilloso de Dios, necesita incrementarse con el tiempo.
El paso de los años lleva, como consecuencia normal, a que cada hijo haga su propia vida. Escoge su carrera, busca un trabajo, empieza el noviazgo, llega al día de bodas, vuela del nido. Pero ese momento no debe convertirse en una despedida o una ruptura. Se trata más bien de un paso hacia la madurez, hacia la creación de una nueva familia, que no debe significar un perder el tesoro de cariño que existe entre los hermanos.
En el respeto a la autonomía normal de cada adulto, es muy hermoso interesarse por el hermano que tiene problemas en su trabajo, que no sabe cómo atender a un hijo nacido con una enfermedad peligrosa, que no alcanza a pagar la mensualidad para su piso… Las situaciones son infinitas, y los tipos de ayuda que se pueden ofrecer varían mucho de caso a caso.
Es cierto que quien está necesitado no puede “abusar” de sus hermanos ni pedir continuamente dinero u otras ayudas. Pero también es cierto que existen muchas maneras de mostrar y vivir el cariño mutuo, especialmente cuando los problemas son más graves y uno necesita sentirse apoyado por quienes son de la misma sangre y, sobre todo, por quienes han aprendido a vivir unidos como “buenos hermanos”.
En la oración se encontrarán fórmulas para lograr esa armonía que hace tan hermosa la vida familiar. El amor entre los hermanos será, entonces, el mejor fruto de la siembra paterna, la mejor manera de vivir el cariño hacia unos padres que supieron promover, en un hogar que quiso vivir con alegría el Evangelio, ese amor en el que cada uno deja de lado sus gustos para servir al prójimo más prójimo: el propio hermano.
El apóstol san Andrés y su martirio en la cruz diagonal
Según varios escritos antiguos, así fue su pasión
San Andrés apóstol fue el primer discípulo en ser llamado por Jesús. Por eso se dice que es el protocletos (el primer llamado).
Nació en Betsaida, Galilea. Era hermano de san Pedro, y los dos tenían como oficio el de pescadores. Se dice que predicó el Evangelio en la región de Acaya en Grecia y sufrió la crucifixión en Patras.
La historia del martirio del apóstol fue relatada por Santiago de la Vorágine en La leyenda dorada, una colección de narraciones, fundamentalmente sobre la vida de los santos, escritas en el siglo XIII.
También encontramos la historia del martirio en una carta, escrita originalmente en latín, por los sacerdotes de las iglesias de Acaya.
Esta cuenta que:
El procónsul del Egeo, habiendo entrado en la ciudad de Patras, se dispuso a obligar a los que creían en Cristo a sacrificar a los ídolos.
Andrés, que ya había logrados que muchos abrazaran la verdad del Evangelio, no dudó en evangelizar también al procónsul del Egeo. Le reprochaba por querer juzgar a los hombres, mientras era engañado por los demonios hasta hazle despreciar a Cristo Dios, el verdadero Juez de todos los hombres.
Una cruz especial
Egeo, exasperado, ordenó que lo pusieran en la cruz, para hacerle imitar la muerte de Cristo. Ordenó a los verdugos que le ataran las manos y los pies de manera que se los tendieran como si fuera un caballete, para que no muriera pronto, sino que soportara los sufrimientos de una tortura prolongada.
Según la tradición, esta crucifixión tuvo lugar en una cruz con vigas diagonales, la llamada cruz de San Andrés . La gente se opuso a tal crueldad, pero Andrés rogó a la gente que no se opusiera a la tortura, y se fue lleno de alegría y exaltación sin dejar de exhortarles.
Cuando llegó al lugar donde había sido preparada la cruz, y viéndola desde lejos, gritó:
Salud, oh Cruz, consagrada por el cuerpo de Cristo y adornada con sus miembros como con perlas. Antes que el Señor fuera levantado sobre ti, tú inspirabas temor humano, pero ahora, la fuente de amor celestial, te has vuelto infinitamente deseable.
Los creyentes conocen las alegrías que hay en ti y las recompensas que preparas. Vengo a ti seguro y alegre, para que recibas en mi regocijo, discípulo de aquel que se ha fijado en ti, porque siempre te he amado y deseado abrazarte, oh buena Cruz a la que los miembros del Señor han dado esplendor y belleza, Cruz largamente deseada, amada fielmente, buscada asiduamente, preparada para mis ardientes deseos, recíbeme de entre los hombres y devuélveme a mi Maestro, para que el que me redimió por ti me reciba también por ti
Tres días muriendo y predicando
En la cruz durante tres días, no dejó de predicar la verdad, y muchos se convirtieron al oírle.
Todos continuaban clamando por la libertad de este hombre santo y piadoso.
Egeo, por temor a la gente, prometió que lo sacaría de la cruz. Al verlo, san Andrés nuevamente le exhortó a seguir los pasos de Cristo.
El procónsul de nuevo enfurecido, mandó a los verdugos a desatarlo de la cruz. Pero ninguno pudo hacerlo, porque perdían las fuerzas en sus brazos cada vez que lo intentaban.
Entonces san Andrés dijo en voz alta:
Señor Jesucristo, buen maestro, no permitas que me bajen de esta cruz antes de que hayas recibido mi alma
Y mientras hablaba así, una luz deslumbrante, como un rayo del cielo, lo rodeó a la vista de todos y persistió alrededor de media hora. Al desvanecerse la luz, él también se había ido con ella hacia el Señor.
Andrés murió el 30 de noviembre de 64 d.C. Ese día, el gobernador murió antes de regresar a su casa y su esposa, que se había convertido al cristianismo enterró honorablemente a Andrés.