Matthew 5:20-26
En el Evangelio de hoy Jesús nos manda a reconciliarnos unos con otros. Quisiera decir algo sobre el papel que tiene el perdón en la reparación de nuestras relaciones rotas. Quisiera decir algo sobre el papel que tiene el perdón en la reparación de nuestras relaciones rotas.
Cuando estén en oración y se den cuenta que necesitan perdonar a alguien (o ser perdonados por alguien), vayan y háganlo. Vayan a reconciliarse, luego regresen. Es como una regla de la física. Hay algo oculto en el profundo misterio de Dios, y no puedo explicarlo completamente. De alguna manera, si falta en ustedes el perdón, se bloquea el movimiento de Dios en sus personas. Tal vez sea simplemente porque Dios es amor, y aquello que se opone al amor bloquea el flujo del poder de Dios, y la vida de Dios en ustedes.
Una razón por la que no perdonamos es porque sentimos que se nos ha cometido una injusticia y nos ofende. Una buena curación para este sentimiento es arrodillarse frente a la Cruz de Jesús. ¿Qué ven allí? Al inocente Hijo de Dios clavado en la Cruz —la injusticia suprema. ¿Qué hace Jesús? Perdona a sus perseguidores. Mediten sobre esto, y la sensación de ser tratado injustamente se desvanecerá.
Jesús propone a quien le sigue la perfección del amor: un amor cuya única medida es no tener medida, de ir más allá de todo cálculo. El amor al prójimo es una actitud tan fundamental que Jesús llega a afirmar que nuestra relación con Dios no puede ser sincera si no queremos hacer las paces con el prójimo. Y dice así: «Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano» (vv. 23-24). Por ello estamos llamados a reconciliarnos con nuestros hermanos antes de manifestar nuestra devoción al Señor en la oración. De todo esto se comprende que Jesús no da importancia sencillamente a la observancia disciplinar y a la conducta exterior. Él va a la raíz de la Ley, apuntando sobre todo a la intención y, por lo tanto, al corazón del hombre, donde tienen origen nuestras acciones buenas y malas. Para tener comportamientos buenos y honestos no bastan las normas jurídicas, sino que son necesarias motivaciones profundas, expresiones de una sabiduría oculta, la Sabiduría de Dios, que se puede acoger gracias al Espíritu Santo. Y nosotros, a través de la fe en Cristo, podemos abrirnos a la acción del Espíritu, que nos hace capaces de vivir el amor divino.
(Ángelus, 16 de febrero del 2014)
Policarpo de Esmirna, Santo
Memoria Litúrgica, 23 de febrero
Obispo y Mártir
Martirologio Romano: Memoria de san Policarpo, obispo y mártir, discípulo de san Juan y el último de los testigos de los tiempos apostólicos, que en tiempo de los emperadores Marco Antonino y Lucio Aurelio Cómodo, cuando contaba ya casi noventa años, fue quemado vivo en el anfiteatro de Esmirna, en Asia, en presencia del procónsul y del pueblo, mientras daba gracias a Dios Padre por haberle contado entre los mártires y dejado participar del cáliz de Cristo (c. 155).
Breve Biografía
San Policarpo, obispo de Esmirna, conoció de cerca al apóstol Juan y a los otros que habían vista al Señor», y fue «instruido por testigos oculares de la vida del Verbo». Por eso él se presenta a nosotros como el testigo de la vida apostólica y como el hombre de la tradición viva «siempre de acuerdo con las Escrituras». Los trozos citados pertenecen a una carta suya a los cristianos de Filipos en Macedonia, que le habían pedido alguna exhortación y la copia de eventuales cartas del santo obispo de Antioquía, Ignacio, del que él había sido amigo.
Policarpo era sobre todo un hombre de gobierno. No tenía la cualidad de escritor y pensador como San Ignacio, ni deseaba como él ser «triturado» por las fieras del circo para «llegar a Dios». Al contrario, se mantuvo escondido «a causa de la humilde desconfianza en sí mismo». Era anciano y sabía que no se podía confiar mucho en sus fuerzas. Pero cuando fue descubierto en un granero y reconducido a la ciudad, demostró la serena valentía de su fe.
Conocemos la conmovedora conclusión de su vida gracias a un documento fechado un año después del martirio de San Policarpo, que tuvo lugar el 23 de febrero del año 155. Es una carta de la «Iglesia de Dios peregrinante en Esmirna, a la Iglesia de Dios peregrinante en Filomelio y también a todas las parroquias de cualquier lugar de la Iglesia santa y católica». Es una narración muy importante bajo el aspecto histórico, hagiográfico y litúrgico. A1 procónsul Stazio Quadrato, que lo exhorta a renegar de Jesús, contesta moviendo la cabeza: «Desde hace 86 años lo sirvo y nunca me ha hecho ningún mal: ¿cómo podría blasfemar de mi Rey que me ha redimido?». «Te puedo hacer quemar vivo», insiste el procónsul. Y Policarpo: «EL fuego con que me amenazas quema por un momento, después pasa; yo en cambio temo el fuego eterno de la condenación».
Mientras en el anfiteatro de Esmirna se está quemando vivo, «no como una carne que se asa, sino como un pan que se cocina», el mártir eleva al Señor una estupenda oración, breve pero intensa: «Bendito seas siempre, oh Señor; que tu nombre adorable sea glorificado por todos los siglos, por Jesucristo pontífice eterno y omnipotente, y que se te rinda todo el honor con él y con el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos». De improviso ese cuerpo quemado quedó reducido a cenizas. «A pesar de esto – escribe el autor de esa carta, que recomienda hacer leer a las otras Iglesias – nosotros recogimos uno que otro hueso, que conservamos como oro y piedras preciosas».
23 de febrero de 2024
Ser mejores que los escribas y fariseos
Santo Evangelio según San Mateo 5, 20-26. Viernes I de Cuaresma.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Gracias, Señor, por todo lo que me das. Aumenta mi fe para descubrirte en todo lo que me sucede. Aumenta mi esperanza para confiar en ti en los momentos difíciles. Aumenta mi amor para ser tu testigo fiel ante mis hermanos los hombres.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 5, 20-26
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Les aseguro que si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entrarán ustedes en el Reino de los cielos. Han oído ustedes que se dijo a los antiguos: No matarás y el que mate será llevado ante el tribunal. Pero yo les digo: Todo el que se enoje con su hermano, será llevado también ante el tribunal; el que insulte a su hermano, será llevado ante el tribunal supremo, y el que lo desprecie, será llevado al fuego del lugar de castigo. Por lo tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda junto al altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda. Arréglate pronto con tu adversario, mientras vas con él por el camino; no sea que te entregue al juez, el juez al policía y te metan a la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo».
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Los escribas y fariseos eran maestros de la ley y, tal vez, hasta llegaban a cumplirla perfectamente. Sin embargo, Jesús no está satisfecho. Por eso nos da un mandamiento nuevo: amaos los unos a los otros como yo os he amado (Jn 15:12).
¿Acaso no es más fácil amar que cumplir una larga lista de normas? Sí y no. Mientras que los mandamientos representan lo mínimo para vivir en la presencia de Dios, el amor incluye los mandamientos y se pregunta qué más puede hacer por el amado. Aun así, para quien ama la carga no es tan pesada ya que simplemente quiere hacer feliz al otro. Vivir en el mandamiento del amor lleva a abandonar esa vida del mínimo por una entrega al máximo.
El amor es exigente y tiene que serlo, de lo contrario sería indiferencia. No nos engañemos, en la indiferencia nunca hay amor. Pensemos: si le quisiéramos regalar algo a nuestros papás, esposos o hijos, ¿buscaríamos lo mejor o lo peor? ¿Por qué, entonces, con Dios tiene que ser diferente?
«La Virgen María nos ayude a seguir a Jesús en este camino exigente, que realmente exalta la dignidad humana y nos hace vivir como hijos de nuestro Padre que está en los cielos. Nos ayude a practicar la paciencia, el diálogo, el perdón, y a ser así artesanos de comunión, artesanos de fraternidad en nuestra vida diaria, sobre todo en nuestra familia».
(Homilía de S.S. Francisco, 19 de febrero de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Por amor al Señor, haré un favor especial a alguien.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
San Policarpo de Esmirna, discípulo de san Juan Evangelista
Wellcome Library, London CC BY 4.0-(modified)
San Policarpo de Esmirna
Uno de los primeros obispos de la Iglesia, combatió a los herejes del momento y murió martirizado
San Policarpo, originario de Esmirna (actual Turquía) es uno de los primeros obispos de la Iglesia. A esos obispos se les llama «Padres Apostólicos» porque fueron discípulos de los Apóstoles y recibieron la catequesis directamente de ellos.
Policarpo, concretamente, fue discípulo de san Juan Evangelista.
Entre sus discípulos se encontraba san Ireneo, también Padre Apostólico. Y mantuvo mucha relación con san Ignacio de Antioquía. Este último, al ver que iba a morir, le pidió que en su nombre escribiera cartas a las iglesias de Asia. Así lo hizo.
San Policarpo tuvo que combatir a los herejes del momento y murió martirizado: lo quemaron en la hoguera por orden del emperador Antonino Pío.
Santo patrón
San Policarpo es patrono de la disentería, una enfermedad infecciosa que afecta al intestino.
De la Carta de san Policarpo a los Filipenses
«Permanezcan, por tanto, en estos (sentimientos) e imiten el ejemplo del Señor, firmes e inconmovibles en la fe, amando a los hermanos, amándose unos a otros, unidos en la verdad, teniéndose paciencia unos a otros con la mansedumbre del Señor, no despreciando a nadie.
Cuando puedan hacer el bien, no lo posterguen, pues la limosna libera de la muerte. Todos ustedes estén sometidos los unos a los otros, teniendo una conducta irreprensible entre los paganos, para que por sus buenas obras (también) reciban la alabanza y el Señor no sea blasfemado por causa de ustedes. Pero pobre de aquel por quien sea blasfemado el nombre del Señor. Enseñen, pues, a todos la sobriedad en la que viven ustedes mismos».