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Ángeles Custodios

Cada persona tiene un ángel custodio, 2 de octubre

Nuestros Guardaespaldas Celestiales

¿Quiénes son los ángeles custodios?

Dios ha asignado a cada hombre un ángel para protegerle y facilitarle el camino de la salvación mientras está en este mundo. Afirma a este respecto San Jerónimo: “Grande es la dignidad de las almas cuando cada una de ellas, desde el momento de nacer, tiene un ángel destinado para su custodia”.

En el antiguo testamento se puede observar cómo Dios se sirve de sus ángeles para proteger a los hombres de la acción del demonio, para ayudar al justo o librarlo del peligro, como cuando Elías fue alimentado por un ángel (1 Reyes 19, 5.)

En el nuevo testamento también se pueden observar muchos sucesos y ejemplos en los que se ve la misión de los ángeles: el mensaje a José para que huyera a Egipto, la liberación de Pedro en la cárcel, los ángeles que sirvieron a Jesús después de las tentaciones en el desierto.

La misión de los ángeles custodios es acompañar a cada hombre en el camino por la vida, cuidarlo en la tierra de los peligros de alma y cuerpo, protegerlo del mal y guiarlo en el difícil camino para llegar al Cielo. Se puede decir que es un compañero de viaje que siempre está al lado de cada hombre, en las buenas y en las malas. No se separa de él ni un solo momento. Está con él mientras trabaja, mientras descansa, cuando se divierte, cuando reza, cuando le pide ayuda y cuando no se la pide. No se aparta de él ni siquiera cuando pierde la gracia de Dios por el pecado. Le prestará auxilio para enfrentarse con mejor ánimo a las dificultades de la vida diaria y a las tentaciones que se presentan en la vida.

Muchas veces se piensa en el ángel de la guarda como algo infantil, pero no debía ser así, pues si pensamos que la persona crece y que con este crecimiento se tendrá que enfrentar a una vida con mayores dificultades y tentaciones, el ángel custodio resulta de gran ayuda.

Para que la relación de la persona con el ángel custodio sea eficaz, necesita hablar con él, llamarle, tratarlo como el amigo que es. Así podrá convertirse en un fiel y poderoso aliado nuestro. Debemos confiar en nuestro ángel de la guarda y pedirle ayuda, pues además de que él nos guía y nos protege, está cerquísima de Dios y le puede decir directamente lo que queremos o necesitamos. Recordemos que los ángeles no pueden conocer nuestros pensamientos y deseos íntimos si nosotros no se los hacemos saber de alguna manera, ya que sólo Dios conoce exactamente lo que hay dentro de nuestro corazón. Los ángeles sólo pueden conocer lo que queremos intuyéndolo por nuestras obras, palabras, gestos, etc.

También se les pueden pedir favores especiales a los ángeles de la guarda de otras personas para que las protejan de determinado peligro o las guíen en una situación difícil.
El culto a los ángeles de la guarda comenzó en la península Ibérica y después se propagó a otros países. Existe un libro acerca de esta devoción en Barcelona con fecha de 1494.

Cuida tu fe

Actualmente se habla mucho de los ángeles: se encuentran libros de todo tipo que tratan este tema; se venden “angelitos” de oro, plata o cuarzo; las personas se los cuelgan al cuello y comentan su importancia y sus nombres. Hay que tener cuidado al comprar estos materiales, pues muchas veces dan a los ángeles atribuciones que no le corresponden y los elevan a un lugar de semi-dioses, los convierten en “amuletos” que hacen caer en la idolatría, o crean confusiones entre las inspiraciones del Espíritu Santo y los consejos de los ángeles.

Es verdad que los ángeles son muy importantes en la Iglesia y en la vida de todo católico, pero son criaturas de Dios, por lo que no se les puede igualar a Dios ni adorarlos como si fueran dioses. No son lo único que nos puede acercar a Dios ni podemos reducir toda la enseñanza de la Iglesia a éstos. No hay que olvidar los mandamientos de Dios, los mandamientos de la Iglesia, los sacramentos, la oración, y otros medios que nos ayudan a vivir cerca de Dios.

 

 

Tener el nombre escrito en el cielo

Santo Evangelio según san Lucas 10, 17-24. Sábado XXVI del Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.

¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, te doy gracias de todo corazón por este momento que me regalas para estar en intimidad contigo. Delante de ti puedo ser como soy, sin ningún tipo de máscara ni armadura, pues Tú me amas y me miras de tal manera, que no me siento condenado por ti, sino acogido tal cual soy, con todas mis heridas, con todos mis pecados…con todas mis ganas de amar y ser amado.

En tus manos, Jesús, pongo todo mi corazón con todos mis anhelos y problemas, confiando en que acoges mi súplica y me darás hoy, y siempre, aquello que más necesito.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 10, 17-24

En aquel tiempo, los setenta y dos discípulos regresaron llenos de alegría y le dijeron a Jesús: “Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre”.

Él les contestó: “Vi a Satanás caer del cielo como el rayo. A ustedes les he dado poder para aplastar serpientes y escorpiones y para vencer toda la fuerza del enemigo, y nada les podrá hacer daño. Pero no se alegren de que los demonios se les sometan. Alégrense más bien de que sus nombres están escritos en el cielo”.

En aquella misma hora, Jesús se llenó de júbilo en el Espíritu Santo y exclamó: “¡Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! ¡Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien! Todo me lo ha entregado mi Padre y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar”.

Volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: “Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven. Porque yo les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Jesús, hoy en este evangelio, me invitas a poner la fuente de mi alegría en el hecho de que Tú me amas, más que en los éxitos que pueda alcanzar. Me mandas estar alegre porque has escrito mi nombre en el cielo. Has querido que, a donde quiera que vaya, no olvide que tu amor siempre me acompaña.

¡Tantas veces, Jesús, pierdo esta verdad en mi vida diaria!

Basta que el cielo se nuble, que pase por un momento de dificultad para que la fuente de mi alegría muchas veces se extinga. Me olvido de que si bien las nubes me impiden ver el cielo azul, eso no significa que no esté allí, y que siempre puedo tornar a verlo por medio de la oración, confiando plenamente en que su eficacia no es que me quites las dificultades, sino que me ayudes a vivir alegre en tu amor aun a pesar de ellas.

Gracias, Jesús, porque así como el cielo envuelve la tierra, así tu amor me circunda y acompaña a donde quiera que vaya. Ayúdame a nunca olvidar esta certeza y a poner la fuente de mi alegría en ti.

«Deja que Jesús te predique y deja que te cure. Así, yo también puedo predicar a los demás, enseñar las palabras de Jesús, porque dejo que Él me predique; y también puedo ayudar a curar tantas heridas, tantas heridas que hay. Pero antes tengo que hacerlo yo: dejar que Él me predique y Él me cure». (Homilía de S.S. Francisco, 8 de febrero de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy buscaré poner mi alegría en Dios ofreciéndole las pequeñas dificultades y contratiempos.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

 

 

Donde hay más alegría, allí también hay más verdad

Si de verdad queremos hacer de nuestros niños y jóvenes personas optimistas y alegres, habremos de actuar siempre desde la verdad.

Unas de las aspiraciones básicas de todo ser humano es la de “realizarse” como persona. Es una aspiración amplia, noble y legítima que necesita ser examinada con cierto detenimiento para saber en qué consiste, qué alcance tiene, cómo se concreta, etc. Por nuestra parte, como punto de partida, pensamos que esto de realizarse como persona empieza por situarse en la realidad. Entendemos que nadie puede realizarse si no es instalándose en larealidad de las cosas. Por eso parece conveniente detenernos, al menos unos instantes a tratar de algunos aspectos acerca de lo entendemos por realidad.

La realidad es un concepto amplio susceptible de múltiples enfoques. Aunque la definición no sea muy rigurosa para nuestros propósitos es suficiente con entender como realidad aquello que existe. Pues bien, lo que existe, lo real, ejerce una especial atracción sobre la persona humana. La Física enseña que hay una ley universal por la cual los seres, todos los seres, se atraen entre sí. Esto vale también entre la realidad y el hombre. Desde muchas instancias la realidad llama al hombre, reclamando su acción. Por naturaleza estamos inclinados al conocimiento y a la acción. No nos basta con saber que las cosas están ahí, sino que posemos un afán por conocer que nos lleva a formular todo un repertorio de preguntas acerca de lo que nos rodea: ¿cómo son las cosas?, ¿por qué son así y no de otra manera?, ¿para qué sirven? Nuestra condición de inteligentes nos impulsa a conocer más y mejor; es el deseo de saber, inscrito en nuestra naturaleza del mismo modo que la natación está en la naturaleza de los peces o el vuelo en la de las aves. Cuando los adultos reforzamos positivamente esta tendencia natural del niño hacia el conocimiento y la acción, el aprendizaje resulta atractivo y la adquisición de conocimientos, al menos en las primeras etapas de la vida, es algo grato y relativamente fácil. Quienes nos movemos entre niños sabemos bien de sus interminables preguntas.

Esta sana curiosidad, siempre insatisfecha, es de una gran importancia para el desarrollo de la persona, y si planteamos bien las relaciones con el niño le podemos estar haciendo un bien para toda la vida. Dos son las claves: responder siempre y responder siempre desde la verdad. Si algo no debe hacerse con el niño es frustrar los deseos de saber porque nos importuna, mandándole callar o desviando su interés. Los adultos no siempre estamos en condiciones de responder, no siempre estamos disponibles o no tenemos mucha seguridad en la respuesta más acertada. Da igual, para ilusionar por aprender no hay que saber de todo, pero sí podemos animar en todo momento. Si no podemos o no sabemos responder habrá que aplazar la respuesta, o buscar juntos la solución, o preguntar a quien sepa, o simplemente decir que no lo sabemos. A lo que sí estamos obligados es a situarnos en la verdad. No hacemos ningún favor con evasivas o con respuestas inventadas. Según el tema y la edad, el niño no siempre estará capacitado para conocer toda la verdad; los conocimientos habrá que dosificarlos, pero en ningún caso ahogar sus deseos de saber o mentirle.

Si de verdad queremos hacer de nuestros niños y jóvenes personas optimistas y alegres, habremos de actuar siempre desde la verdad. El célebre pensador francés, poeta y dramaturgo, Paul Claudel, llegó a identificar alegría y verdad. “La alegría –escribió– y la verdad son lo mismo; donde hay más alegría, allí también hay más verdad”. La alegría auténtica no puede basarse en errores, ni en medias verdades ni en mentiras, sino en el conocimiento y la aceptación de las cosas como son, empezando por la verdad de uno mismo.

Entendemos pues como vocación de realidad esa tendencia natural que nos impulsa al conocimiento y a la acción, que son dos medios privilegiados e insustituibles para situarnos en la realidad; es decir, para realizarnos. Ahora bien, la realidad es muy amplia. En el campo de lo real se dan cita las cosas, el propio sujeto, las otras personas y el mismo Dios. Por seguir el orden temporal, la primera realidad que se conoce es el propio cuerpo. Después las personas más cercanas y los primeros objetos. Con la entrada en la guardería o en el colegio, en la actualidad tan temprana, muy pronto se descubren nuevas personas a la vez que, poco a poco, el niño se va adentrando en el mundo del conocer, un mundo apasionante, sin límites y para toda la vida. Un paso considerable está en descubrir que uno es más que su cuerpo. Se trata de la vida interior, auténtica novedad en el desarrollo personal, que se produce cuando uno mira dentro de sí mismo y descubre que hay algo que ver; es decir, que hay intimidad, ese mundo de experiencias personales, sentimientos y deseos de los cuales uno es poseedor, un ámbito al que nadie tiene acceso a no ser como invitado. Y luego, por encima y por debajo de todos estos campos, antes y después de su descubrimiento, como origen y destino de todos ellos está Dios, principio y fuente de toda realidad. El abanico de lo real es, como se ve, muy amplio, y su relación con la alegría muy estrecha, porque vivir fuera de la realidad es camino seguro de frustración y de desencanto.

Comenzaremos por la realidad que es uno mismo. El conocimiento de sí mismo no es tarea fácil, ni corta, ni de poca monta. Desde hace siglos el autoconocimiento ha dado que discurrir a filósofos y pensadores. En el frontispicio del oráculo de Delfos, santuario pagano dedicado al dios Apolo, en la Grecia clásica, grabada en piedra había una máxima considerada como una de las cimas de la sabiduría; decía así: “conócete a ti mismo”.

Gracias por tu atención. Que Dios te bendiga.

 

 

Soluciones innovadoras para viejos problemas

Foro Mundial de Alimentación.

“No sean mezquinos en sus sueños, luchen por un futuro mejor y conviertan esos anhelos en acciones concretas y significativas. Dejen atrás rutinas y falsos espejismos y regeneren este mundo tan sacudido por la pandemia”, es el aliento del Papa Francisco a los jóvenes participantes en el Foro Mundial de la Alimentación, reunidos en Roma del 1 al 5 de octubre de 2021. En el Mensaje – dirigido al Doctor Qu Dongyu, Director General de la FAO con ocasión de la inauguración del Foro Mundial de la Alimentación, el mismo que fue leído por el Cardenal Secretario de Estado Vaticano, Pietro Parolin – el Pontífice resalta “la promoción de la acción liderada por jóvenes para la transformación de nuestros sistemas alimentarios”.

Soluciones innovadoras para abordar viejos problemas

Asimismo, el Papa destaca que, hoy los jóvenes de todo el mundo están cultivando su creatividad y su energía para abordar las causas estructurales de la actual crisis alimentaria, desde prolongados conflictos armados hasta los efectos devastadores del cambio climático. “Su sentido de pertenencia a una misma comunidad y al planeta – afirma – les otorga un pujante cariz de urgencia para actuar y resolver los retos que afligen a la familia humana de manera novedosa. Su regalo para nosotros consiste en aportar soluciones innovadoras para abordar viejos problemas y en la valentía para no dejarse limitar por un pensamiento miope que se resiste a cambiar”.

Conviertan esos anhelos en acciones concretas y significativas

Al recordar que, hace pocas semanas, los líderes del mundo se reunieron en Nueva York para celebrar la Cumbre de la ONU sobre Sistemas Alimentarios, el Papa Francisco señala que, se comprometieron a trabajar juntos para lograr la realización del Objetivo de Desarrollo Sostenible número 2, que batalla por erradicar el hambre en el mundo. “Con esta convicción – afirma – pido a todos los jóvenes reunidos en el Foro Mundial de la Alimentación que sean intrépidos y decididos. Les pido que permanezcan unidos y firmes en sus propósitos. No sean mezquinos en sus sueños, luchen por un futuro mejor y conviertan esos anhelos en acciones concretas y significativas. Dejen atrás rutinas y falsos espejismos y regeneren este mundo tan sacudido por la pandemia. Y esto será una feliz realidad si siembran solidaridad, creatividad y nobleza de espíritu”.

Que nadie se quede sin los medios necesarios para una vida digna

En este sentido, el Santo Padre invita a los participantes y a cuantos ahora deben cumplir los compromisos formulados en los últimos meses que compete no defraudar a las nuevas generaciones. Miren profundamente a los ojos de los jóvenes que les piden un cambio, y escuchen. Escuchen sus preocupaciones e inspírense en su visión, porque es nuestro presente el que definirá su futuro. “Seamos recordados por nuestra decisión de ser esperanzados frente a la desesperación y de permanecer unidos en la misión de garantizar que nadie se quede sin los medios necesarios para llevar una vida digna”.

 

 

El sacramento de la sonrisa

Una sonrisa corrige muchos conflictos, porque en ella,está presente la suavidad del amor de Dios.

Con estas palabras: “el sacramento de la sonrisa”, el sacerdote y periodista José Luis Martín Descalzo creaba un nuevo “sacramento” en la Iglesia hace ya unos cuantos años.

Obviamente no estamos hablando de otra herejía, sino todo lo contrario: la posibilidad que tenemos todos los cristianos, de cualquier condición, de hacer presente a Cristo ante el resto de los hombres.

Es la confirmación de que “tú me importas, porque si no me importaras… me daría exactamente igual cómo decirte las cosas”. Una sonrisa a tiempo corrige muchos conflictos, porque en ella, aunque no se note, está presente la suavidad del amor de Dios. Por eso, la sonrisa es un “sacramento”.

Una sonrisa no es una risotada. Tampoco es una mueca hipócrita para salir al paso en una situación compleja. Menos aún una técnica profesional para liderar grupos de los que esperamos mayor rendimiento laboral. Porque no es todo eso, la sonrisa es un “sacramento”.

La sonrisa es un fruto del corazón. Del corazón suave que sabe amar. No del corazón adulador, no del corazón cobarde que no se enfrenta a los problemas, tampoco del corazón que busca partidarios para una u otra causa (que normalmente es la propia)… Por todo ello, la sonrisa es un “sacramento”.

Sonreír es confiar. El confiar de mi corazón en tu corazón. Mi corazón descansa en Dios y en ese descanso lleno mi alma. Y en mis labios rebosa lo que hay en mi alma, y lo que hay en mi alma es la confianza de Dios en mí. Y por eso, justamente, la sonrisa es otro “sacramento” que lleva a Dios a los demás.

La sonrisa de un niño alegra a cualquiera, pero fuera de esa ternura, ¿acaso no es más trascendente la sonrisa con la que una esposa saluda al marido, o un padre perdona a un hijo, o un compañero de trabajo agradece a otro la ayuda recibida? Sí, por eso, la sonrisa es un “sacramento”.

Con la sonrisa sucede algo parecido a lo que pasa con la fe: para mejorarla hay que compartirla. Y además, cuanto más sonreímos, más se contagia. Cuanto más nos entregamos a hacer felices a los demás, aún en las situaciones más complejas, mayor respuesta encontramos en quienes viven con nosotros. La sonrisa cuando es honesta y sale de dentro, tiene un efecto multiplicador y es capaz de conmover los corazones más duros. Por eso, la sonrisa es un “sacramento”.

La sonrisa tiene su origen en la alegría interior, y por eso también es sanadora para quien la recibe, pues lo que le llega es una invitación a ser feliz, a la conversión, a seguir creciendo. Titulábamos este artículo como “el sacramento de la sonrisa”, quizá habría que titularlo también como “el apostolado de la sonrisa”.

Sea como fuere, se trata de un “sacramento” que todos podemos oficiar. Y a diferencia de otros, lo podemos ofrecer a quien no está en gracia. ¡Es más, quizá quien no está en gracia es quien más la necesita! ¿Seremos conscientes de que la primera sonrisa y la más contagiosa es aquella que nace de un alma que está en gracia y amistad con Dios?

 

 

La verdadera causa de la violencia

La verdadera raíz de muchas violencias está en la perversión de quienes desean vengarse a costa de dañar a inocentes.

Tras la muerte de una persona concreta (un estudiante, un obrero, un político) se desata en ocasiones una furibunda violencia callejera.

Algunos piensan que la causa de tal violencia es precisamente esa muerte: ha habido una injusticia, y grupos de personas responden con violencia ante la muerte de alguien a quien consideran “suyo”.

En realidad, la verdadera causa de esa violencia no ha sido la muerte de una persona. Esa muerte fue simplemente la ocasión, el motivo, la excusa, la chispa aprovechada para quemar coches, asaltar tiendas, destruir cristales, atacar a la policía. Pero la verdadera causa de todas esas violencias está en los corazones, en las mentes, en los proyectos de los hombres.

Al mismo tiempo, en otras situaciones miles de inocentes no responden a la violencia con la violencia. Porque son ciudadanos honestos que no se toman la justicia por su mano. Porque saben que una víctima no resucita a base de incendiar bidones de basura, de romper escaparates, de atacar edificios públicos.

La verdadera raíz de muchas violencias callejeras está, por lo tanto, en la perversión de quienes desean vengarse a costa de dañar a inocentes. De quienes buscan aprovechar una ocasión para promover proyectos violentos, antidemocráticos, como hicieron los nazis, los comunistas, los anarquistas, o tantos grupos subversivos del pasado y del presente.

Frente a esa perversión profunda, frente a la violencia de grupos prepotentes y amantes de las agresiones arbitrarias sobre inocentes, las autoridades públicas, la prensa, la cultura, y esa inmensa masa silenciosa que forman los millones de seres humanos honestos y auténticamente democráticos sabrá responder con una actitud firme y decidida.

Nunca la muerte de una persona, aunque sea por culpa de algún policía, justifica la violencia gratuita sobre ciudadanos que nada tienen que ver con lo ocurrido. Nunca un estado de derecho puede claudicar, si de verdad sabe lo que significa la responsabilidad política, ante violencias que tienen mucho de barbarie, de injusticia y de prepotencia totalitaria.

Existe otro modo de responder a una muerte de un amigo que tenga como causa un acto delictivo, un abuso de poder, sea quien sea el culpable (un policía o un manifestante, un político o un simple ciudadano): aplicar medidas inmediatas para que el infractor no pueda dañar a otras personas, y para que sea juzgado en tribunales donde no prevalezcan las emociones, sino un auténtico y profundo sentido de la justicia.

La violencia ha de ser castigada venga de donde venga, sea cometida por alguien vestido de uniforme o por manifestantes dominados por odios irracionales o por actos vandálicos muchas veces muy bien planificados. Cualquier persona que dañe la vida o los bienes de otros seres humanos merece ser castigada. Sólo así podremos vencer la injusticia con la justicia, y promover sociedades donde no se imponga el más violento, sino el más honesto.

 

 

¿Quiénes son los Ángeles Custodios?

Debemos confiar en nuestro ángel de la guarda y pedirle ayuda, pues además de que él nos guía y nos protege, está cerquísima de Dios

Dios ha asignado a cada hombre un ángel para protegerle y facilitarle el camino de la salvación mientras está en este mundo. Afirma a este respecto San Jerónimo: «Grande es la dignidad de las almas cuando cada una de ellas, desde el momento de nacer, tiene un ángel destinado para su custodia».

En el Antiguo Testamento se puede observar cómo Dios se sirve de sus ángeles para proteger a los hombres de la acción del demonio, para ayudar al justo o librarlo del peligro, como cuando Elías fue alimentado por un ángel (1 Reyes 19, 5.)

En el nuevo Testamento también se pueden observar muchos sucesos y ejemplos en los que se ve la misión de los ángeles: el mensaje a José para que huyera a Egipto, la liberación de Pedro en la cárcel, los ángeles que sirvieron a Jesús después de las tentaciones en el desierto.

La misión de los ángeles custodios es acompañar a cada hombre en el camino por la vida, cuidarlo en la tierra de los peligros de alma y cuerpo, protegerlo del mal y guiarlo en el difícil camino para llegar al Cielo. Se puede decir que es un compañero de viaje que siempre está al lado de cada hombre, en las buenas y en las malas. No se separa de él ni un solo momento. Está con él mientras trabaja, mientras descansa, cuando se divierte, cuando reza, cuando le pide ayuda y cuando no se la pide. No se aparta de él ni siquiera cuando pierde la gracia de Dios por el pecado. Le prestará auxilio para enfrentarse con mejor ánimo a las dificultades de la vida diaria y a las tentaciones que se presentan en la vida.

Muchas veces se piensa en el ángel de la guarda como algo infantil, pero no debía ser así, pues si pensamos que la persona crece y que con este crecimiento se tendrá que enfrentar a una vida con mayores dificultades y tentaciones, el ángel custodio resulta de gran ayuda.

Para que la relación de la persona con el ángel custodio sea eficaz, necesita hablar con él, llamarle, tratarlo como el amigo que es. Así podrá convertirse en un fiel y poderoso aliado nuestro. Debemos confiar en nuestro ángel de la guarda y pedirle ayuda, pues además de que él nos guía y nos protege, está cerquísima de Dios y le puede decir directamente lo que queremos o necesitamos. Recordemos que los ángeles no pueden conocer nuestros pensamientos y deseos íntimos si nosotros no se los hacemos saber de alguna manera, ya que sólo Dios conoce exactamente lo que hay dentro de nuestro corazón. Los ángeles sólo pueden conocer lo que queremos intuyéndolo por nuestras obras, palabras, gestos, etc.

También se les pueden pedir favores especiales a los ángeles de la guarda de otras personas para que las protejan de determinado peligro o las guíen en una situación difícil.

El culto a los ángeles de la guarda comenzó en la península Ibérica y después se propagó a otros países. Existe un libro acerca de esta devoción en Barcelona con fecha de 1494.

 

 

3 Tareas que le pongo a mi Ángel Custodio (Un testimonio bellísimo)

¿Pedirle favores a nuestro ángel de la Guarda? Sí, se puede y debes. Esto lo aprendí leyendo la vida de muchos santos que tenían a sus ángeles custodios como grandes amigos y les prestaban valiosos favores, sirviendo incluso de enfermeros, a la hora de estar en cama con alguna enfermedad, o de carteros cuando necesitaban entregar una carta urgente y hasta campaneros.

Dios les encomendó el difícil oficio de cuidar y velar nuestros pasos y ayudarnos a llegar al Paraíso al final de nuestra vida temporal. Imagina lo que han de sentir aquellos Ángeles Custodios que no consiguen que sus protegidos logren ir a la presencia de Dios aferrados al pecado mortal. Ha de ser terrible siendo seres espirituales, dotados de gran inteligencia, nobles y puros.

Se cuenta que San Isidro Labrador, gran devoto y enamorado de Jesús, solía empezar su día con la oración y la misa diaria. Un enemigo de esos que nunca faltan, envidioso por lo bien que lo trataba el patrón, Iván de Vargas, lo acusó que era negligente y abandonaba sus tareas en el campo para irse a rezar todos los días a la iglesia del pueblo.

Aquella mañana su enemigo acompañado del patrón, pasó por la Iglesia y allí lo encontraron en las primeras bancas, de rodillas orando devotamente. Luego fueron ver el terreno donde dan Isidro debía cumplir sus obligaciones agrícolas, arando una tierra muy difícil, preparándola para la siembra y oh… en lugar de encontrarla abandonada, para su sorpresa vieron al buey con la yunta y el arado, arando la parcela que a San Isidro le tocaba trabajar.

El animal trabajaba, guiado por un joven que «parecía un ángel», abriendo los surcos en la tierra. Reconociendo en esto un milagro patente, nunca más volvieron a molestar a san Isidro. Se cuenta que después de presenciar este portento el patrón nombró a san Isidro Administrador de su hacienda.

No soy como San Isidro, ni me parezco a él, soy de los que caen a menudo, pero le pido a mi ángel custodio muchos favores y le encomiendo tareas importantes a realizar. Sé que las cumple a cabalidad.

Suelo hablar con mi Ángel de la Guarda. Le agradezco tantos favores palpables que me ha hecho. No lo he visto y no necesito hacerlo para saber qué es él quien me ha sacado de tantos apuros y me llena con pensamientos nobles e inspiraciones para hacer el bien y visitar a Jesús cuando se encuentra abandonado en algún Sagrario.

A menudo le pido:

1. Cuidarme en medio de las tentaciones.

Caigo fácilmente y necesito un aliado a mi lado, que me recuerde lo terrible que es el pecado y cuánto ofende a Dios, que es un Padre bueno y misericordioso.

2. Visitar a Jesús en el Sagrario.

Cuando no puedo ir o estoy muy enredado le pido que vaya, para que le haga compañía en mi lugar.

3. Ir al Paraíso.

Le pido que vaya rápido a llevar mis oraciones y peticiones y a decirle a Jesús que le quiero.

Esta noche, antes de dormir, no olvides a tu Ángel de la Guarda, nuestra dulce compañía. Y pídele con la oración que de niños nos enseñaron:

«No me desampares, ni de noche ni de día».
¡Dios te bendiga!

 

 

 

Una guía visual de los ángeles de la guarda: esto es lo que hay que saber

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Creamos en ellos o no, los ángeles de la guarda siempre están a nuestro lado. No nos referimos a una persona amiga que nos cuida, sino a un ser espiritual real que silenciosamente nos guía y nos protege.

El mismo Jesús confirmó esta verdad esencial de la fe cuando dijo: «Mira que no desprecies a uno de estos pequeños: porque te digo que sus ángeles en el cielo siempre ven el rostro de mi Padre que está en los cielos» (Mt 18,10).

Sin embargo, a menudo pasamos por alto esta realidad y tendemos a pensar en los ángeles guardianes como historias «tiernas» que les contamos a los niños para que no tengan miedo a la oscuridad. De lo que no nos damos cuenta es de que nuestros ángeles guardianes están ahí a nuestro lado, listos para ayudarnos y están continuamente tocando a la puerta, esperando que les pidamos ayuda.

Entonces, ¿quiénes son estos seres celestiales? Aquí está lo que necesitas saber.