Mark 12:38-44, Mark 12:41-44
Amigos, hoy leemos en el Evangelio acerca de la viuda pobre que da todo al Señor. Su simple generosidad, la ofrenda de toda su vida, es una respuesta al amor incondicional de Dios. El amor de Dios es lo primero. Cuando no entendemos esto, todo lo demás en la vida espiritual se desequilibra. Escuchemos cómo San Juan expresa este amor de predilección: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó a nosotros y envió a Su Hijo como expiación de nuestros pecados”.
Si jugamos al juego de amar a Dios para hacer que Dios nos ame, entonces estamos perdidos. Si pensamos que podemos ganar la salvación o podemos abrirnos paso en el corazón de Dios, entonces estamos perdidos. Una manera de pensarlo es así: no existiríamos si no fuera por el amor de Dios. Dios no necesita nada; por lo tanto, todo lo que existe fuera de Dios existe porque Dios desea algo bueno. El amor precede, por lo tanto, a nuestra inteligencia, nuestro coraje, nuestra voluntad, nuestros proyectos y propósitos, y de hecho, precede a nuestra misma existencia.
León Magno, Santo
Memoria Litúrgica, 10 de noviembre
Por: Mario Sgarbossa y Luigi Giovannini | Fuente: Un santo para cada día Ediciones San Pablo
Papa y Doctor de la Iglesia
Martirologio Romano: Memoria de san León I, papa, doctor de la Iglesia, que, nacido en Etruria, primero fue diácono diligente en la Urbe y después, elevado a la cátedra de Pedro, mereció con todo derecho ser llamado “Magno”, tanto por apacentar a su grey con una exquisita y prudente predicación como por mantener la doctrina ortodoxa sobre la encarnación de Dios, valientemente afirmada por los legados delConcilio Ecuménico de Calcedonia, hasta que descansó en el Señor en Roma, donde en este día tuvo lugar su sepultura en San Pedro del Vaticano (461).
Etimología: León = Aquel hombre audaz, imperioso y valiente, es de origen latino
Breve Biografía
El Papa León, que nació en Toscana a fines del siglo IV, es recordado en los textos de historia por el prestigio moral y político que demostró ante la amenaza de los Hunos de Atila (a los que logró detener sobre el puente Mincio) y de los Vándalos de Genserico (cuya ferocidad mitigó en el saqueo de Roma del 455). Elevado al solio pontificio en el 440, en sus 21 años de pontificado (murió el 10 de noviembre del 461) llevó a cabo la unidad de toda la Iglesia alrededor de la sede petrina, impidiendo usurpaciones de jurisdicción, arrancando de raíz los abusos de poder, frenando las ambiciones del patriarcado constantinopolitano y del vicariato de Arles.
Desafortunadamente, no existen muchas noticias biográficas de él. Al Papa León no le gustaba hablar mucho de sí en sus escritos. Tenía una idea elevadísima de su función: sabía que encarnaba la dignidad, el poder y la solicitud de Pedro, jefe de los apóstoles. Pero su posición de autoridad y la fama de rigidez y hieratismo no le impedían comunicar el calor humano y el entusiasmo de un hombre de Dios, que se notan por los 96 Sermones y por las 173 cartas que han llegado hasta nosotros. Sobre todo las homilías nos muestran al Papa, uno de los más grandes de la historia de la Iglesia, paternalmente dedicado al bien espiritual de sus hijos, a los que les habla en lenguaje sencillo, traduciendo su pensamiento en fórmulas sobrias y eficaces para la práctica de la vida cristiana.
Sus cartas, por el estilo culto, demuestran su rica personalidad. De espíritu comprensivo y previsor, se destacó también por su impulso doctrinal, participando activamente en la elaboración dogmática del grave problema teológico tratado en el concilio ecuménico de Calcedonia, pedido por el emperador de Oriente para condenar la herejía del monofisismo.
Su famosa Epistola dogmatica ad Flavianum, leída por los delegados romanos que presidían la asamblea, presentó el sentido y también las fórmulas de la definición conciliar, creando así una efectiva unidad y solidaridad con la sede de Roma. León fue el primer Papa que recibió de la posteridad el epíteto de “magno”, grande, no sólo por las cualidades literarias y la firmeza con la que mantuvo en vida al decadente imperio de Occidente, sino por la solidez doctrinal que demuestra en sus cartas, en sus sermones y en las oraciones litúrgicas de la época en donde se ven evidentes su sobriedad y precisión características.
Un don para los demás
Santo Evangelio según san Marcos 12, 38-44. Domingo de la semana XXXII del Tiempo Ordinario.
Por: Redacción | Fuente: Catholic.net
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, concédeme la gracia de ver, en este momento de oración, mi corazón y poder contemplar mis deseos más profundos. Te pido la gracia de saber que Tú me has dado tanto, especialmente un corazón para amarte y para comunicar tus dones a los demás.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Marcos 12, 38-44
En aquel tiempo, enseñaba Jesús a la multitud y le decía: “¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplios ropajes y recibir reverencias en las calles; buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; se echan sobre los bienes de las viudas haciendo ostentación de largos rezos. Estos recibirán un castigo muy riguroso”. En una ocasión Jesús estaba sentado frente a las alcancías del templo, mirando cómo la gente echaba allí sus monedas. Muchos ricos daban en abundancia. En esto, se acercó una viuda pobre y echó dos moneditas de muy poco valor. Llamando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo: “Yo les aseguro que esa pobre viuda ha echado en la alcancía más que todos. Porque los demás han echado de lo que les sobraba; pero ésta, en su pobreza, ha echado todo lo que tenía para vivir”.
Palabra del Señor
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
La actitud de los escribas demuestra un deseo que tenemos en el corazón de ser reconocidos. En su sentido natural está bien porque se nos deben reconocer las cosas que hemos hecho bien, pero hay problema cuando queremos más, y esta sed de más alabanza nos lleva a creernos el centro del universo, que todo debe girar en torno a nosotros. En cambio, alguien que busca ayudar a los demás con los talentos que Dios le ha dado, que reconoce sus dones y los pone al servicio del prójimo, no sólo se le agradecerá, sino que Cristo le guardará un lugar especial en el cielo y, ¿quién no quiere un lugar en el paraíso?
Esta actitud de poner lo que se ha recibido al servicio de los demás, y si Dios lo pide también a su servicio, es lo que hace la viuda que observa Jesús y pone como ejemplo para sus discípulos.
A mí me gusta hacer una comparación de este episodio del Evangelio con mi oración. Muchas veces pienso que el tiempo que dedico a mi oración se podría aprovechar en tantas otras maneras, que ese tesoro de mi vida se podría aprovechar mucho mejor en otra parte, sin embargo, ese tiempo y la oración (que parece ser poca cosa) de verdad ayudan. Tal vez no me doy cuenta de cuánto bien puede hacer, pero poniendo mi esfuerzo, Dios puede tomar mis moneditas y convertirlas en un millón de bendiciones para alguien. Esta actitud también está motivada por el entender que todo lo que tengo lo he recibido, y qué más puedo hacer sino darlo a los demás.
Dios conoce nuestros corazones y sabe cuáles son nuestros más grandes deseos, dejemos que Él nos muestre el camino para llevar a cabo todo lo que tenemos en el corazón.
«La enseñanza que Jesús nos da hoy nos ayuda a recobrar lo que es esencial en nuestras vidas y favorece una relación concreta y cotidiana con Dios. Hermanos y hermanas, las balanzas del Señor son diferentes a las nuestras. Pesa de manera diferente a las personas y sus gestos: Dios no mide la cantidad sino la calidad, escruta el corazón, mira la pureza de las intenciones. Esto significa que nuestro “dar” a Dios en la oración y a los demás en la caridad debería huir siempre del ritualismo y del formalismo, así como de la lógica del cálculo, y debe ser expresión de gratuidad, como hizo Jesús con nosotros: nos salvó gratuitamente, no nos hizo pagar la redención. Nos salvó gratuitamente. Y nosotros, debemos hacer las cosas como expresión de gratuidad. Por eso, Jesús indica a esa viuda pobre y generosa como modelo a imitar de vida cristiana. No sabemos su nombre, pero conocemos su corazón — la encontraremos en el Cielo y seguramente iremos a saludarla —, y eso es lo que cuenta ante Dios».
(Ángelus de S.S. Francisco, 11 de noviembre de 2018).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Trataré de ser servicial todo el día y estar atento a las necesidades de los demás.
Despedida
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
San León Magno, el Papa que convenció hasta a Atila
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Dolors Massot – publicado el 10/11/14
Un pastor para momentos de crisis que defendió la fe ante los que la atacaban
San Léon I el Magno (que significa grande) nació en la actual Toscana italiana. Fue elegido Papa en el año 440 y falleció en el 461.
Vivió una época convulsa y tuvo que luchar heroicamente contra enemigos tanto internos como externos de la Iglesia.
Protegió la doctrina en torno a Cristo
En cuanto al enemigo interno más feroz, san León aplastó la herejía monofisita, que afirmaba que Jesús era Dios pero no Hombre. También la nestoriana, que aseguraba que en Cristo había dos personas.
Convocó el concilio ecuménico de Calcedonia en el año 451 y quedaron condenadas ambas.
Los padres conciliares aprobaron el texto que definía la doctrina cristológica con un rotundo «Pedro ha hablado a través del León».
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Combatió igualmente con vigor el pelagianismo, el maniqueísmo y el priscilianismo. Y es que luchó por la integridad de la fe y la unidad de la Iglesia.
Frente a frente con Atila
Entre los enemigos externos se encontraban las constantes invasiones bárbaras: san León I logró convencer a Atila, rey de los hunos, de que no marchara sobre Roma en el 452.
Sin embargo, los vándalos saquearían la Ciudad Eterna tres años después. El Papa logró que al menos se respetara la vida de los habitantes de Roma y que no la incendiaran.
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Oración
Oh, Dios, que nunca permites que las puertas del infierno prevalezcan contra tu Iglesia,
asentada sobre la firmeza de la roca apostólica:
te pedimos, por intercesión del papa san León Magno,
que permaneciendo firme en tu verdad disfrute una paz continua.
Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
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