Amigos, en este día recordamos a Santa Mónica, quien oró persistentemente por la conversión de su hijo, San Agustín de Hipona.
Aunque la oración de petición—pidiéndole a Dios algo—parece más simple y más básica que la contemplación, es más difícil darle sentido teológico. Si Dios es omnisciente, ¿qué sentido tiene decirle lo que uno necesita? Y si Dios no cambia, ¿qué sentido tiene pedirle algo?
La oración por la liturgia de Santa Mónica brinda algo de luz sobre estas preguntas. El texto comienza de la siguiente manera: «Oh Dios, que observaste las devotas lágrimas de Santa Mónica y le concediste la conversión de su hijo Agustín». Vean que no dice que las lágrimas de Santa Mónica movilizaron a Dios para actuar, o que lo obligaron a cambiar de algún modo la estructura de Su Providencia. Pero sí dice que Dios aceptó esas lágrimas en coordinación con la concesión de la gracia de la conversión a su hijo, lo que implica que Dios mismo estaba efectivamente llorando a través de las lágrimas de Mónica.
Dios sabe todo acerca de todo, es consciente de lo que necesitamos antes que le pidamos; pero, como un buen padre, se deleita en recibir nuestras peticiones—aún cuando, también como buen padre, no siempre responda de la manera que nos gustaría. Y como motor inmóvil, nunca puede ser cambiado por nuestras oraciones; pero a través de lo que es bueno, correcto y verdadero en ellas, Dios está orando a través de nosotros.
Ser productivo con gratitud
Lo que Pablo dice de los corintios es cierto para muchos de nosotros. Si nos examinamos honestamente, ¿hemos merecido ser quienes somos y donde hemos llegado ahora? Si Dios te ha concedido una vocación o posición especial, no es por tu mérito, sino puramente por Su Gracia, para Sus propósitos. Como dice Pablo y la Madre María en el Magnificat, si en algún momento nos jactamos, sólo podemos hacerlo de las maravillas que Dios ha obrado en nuestras vidas.
Una vez que somos conscientes de tales maravillas, la respuesta espontánea sólo puede ser de gratitud.
Quien está tan lleno de tal gratitud por las bendiciones de Dios, nunca puede imaginar el desperdicio de los talentos y recursos que Dios ha dado, y trabajará día y noche para poner esos talentos en buen uso y devolver el favor, aunque sea inconmensurablemente inadecuado, a Dios cuando venga a llamarlo. Esta es la dinámica interior de todo santo y de toda alma santa.
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 1,26-31:
Fijaos en vuestra asamblea, hermanos: no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; sino que, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar lo poderoso.
Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor.
A él se debe que vosotros estéis en Cristo Jesús, el cual se ha hecho para nosotros sabiduría de parte de Dios, justicia, santificación y redención.
Y así —como está escrito—: «el que se gloríe, que se gloríe en el Señor».
Salmo de hoy
Sal 32 R/. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres. R/.
Los ojos del Señor están puestos en quien lo teme,
en los que esperan en su misericordia,
para librar sus vidas de la muerte
y reanimarlos en tiempo de hambre. R/.
Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
con él se alegra nuestro corazón,
en su santo nombre confiamos. R/.
Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 25,14-30
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
«Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus siervos y los dejó al cargo de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó.
El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos.
En cambio, el que recibió uno fue a hacer un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.
Al cabo de mucho tiempo viene el señor de aquellos siervos y se pone a ajustar las cuentas con ellos.
Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo:
“Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco”.
Su señor le dijo:
“Bien, siervo bueno y fiel; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”. Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo:
“Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos”. Su señor le dijo:
“Bien, siervo bueno y fiel!; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; entra en el gozo de tu señor”.
Se acercó también el que había recibido un talento y dijo:
“Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo”.
El señor le respondió:
“Eres un siervo negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese siervo inútil echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes”».
Evangelio de hoy en audio
Reflexión del Evangelio de hoy
Jesús se ha hecho sabiduría de Dios
En esta fiesta de Santa Mónica, que, a través de la oración de petición insistente, consiguió la conversión desu hijo Agustín, nos viene bien recordar la necesidad de la oración, para el bien personal y para el bien de la Iglesia. La oración nos vendrá muy bien para descubrir lo que San Pablo nos recuerda en la primera lectura de hoy y vivir y experimentar todo lo que dice de Jesús a la comunidad de los Corintios y hoy nos las dice a la comunidad cristiana. Es la fuerza del Espíritu del Resucitado la que hace que lo que no cuenta, cuente para Dios y para la comunidad.
De la muchas cosas que nos dice sobre Jesús me fijo en la que dice que se ha hecho: ”Sabiduría de Dios”. Con esta frase nos recuerda que, como enviado de Dios, nos ha enseñado todo lo que Dios espera de cada uno de sus hijos, nos ha enseñado a descubrir la voluntad de Dios, el proyecto de amor para la humanidad. No solo nos lo ha enseñado con sus palabras, sino sobre todo con su actuación y por eso se convierte en justificación y salvación. Esto infunde en nosotros esperanza y nos impulsa a cumplir con nuestra misión de evangelizadores y ser comunicadores de esa experiencia que vivimos.
Llamada a la responsabilidad
Esta parábola, una de las más conocidas del evangelio, es una invitación a la responsabilidad, por una parte, y por otra, a no acomodarse y por miedo no arriesgar. Dos personajes porque aman al señor que les da los dones ejercen su responsabilidad, el otro, por no entender el amor de su señor se muestra pasivo e indiferente a ese amor. No arriesga. Los tiempos cambian, las circunstancias también y por eso, es necesario arriesgar, hacer siempre lo mismo no vale ni a nivel político, social y sobre todo religioso. Por vocación creyente estamos llamados a arriesgar, a no acomodarnos haciendo siempre lo mismo y no adaptar ni nuestro lenguaje, ni nuestros ritos a la situación en que nos encontramos.
La misión de Jesús es comunicar en cada momento histórico la buena Noticia de un Dios Padre que tiene que ser estimulo, horizonte y esperanza para todo ser humano. De nada sirve vivir del pasado, sino somos capaces de transmitir algo significativo a los hombres y mujeres de hoy. El hecho de no cambiar nada, de no hacer nada distinto, no significa que estemos siendo fieles a Dios.
Los valores que el Espíritu está infundiendo en la Iglesia, y que debemos desarrollar los creyentes, se llaman audacia, capacidad de riesgo, búsqueda creativa y escucha atenta al Espíritu y a las situaciones de las personas. No es fácil, pero no tenemos otra manera de si, de verdad, queremos comunicar al mundo nuestra experiencia de ser seguidores de Jesús. No tengamos miedo por arriesgar contamos con la ayuda de Él que nos acompaña y anima. Que el Espíritu Santo nos da audacia y valor.
“Tú, Jesús, eres la Luz en nuestros corazones y nos das tu ardor para cumplir con nuestra misión. Tú nos confortas con tu palabra y en la fracción del pan para anunciar a nuestros hermanos tu verdad y nos das la fuerza para ser tus testigos en medio de las dificultades de nuestro mundo. Gracias, Señor”.
Mónica, Santa
Memoria Litúrgica, 27 de agosto
Madre de San Agustín
Martirologio Romano: Memoria de santa Mónica, que, muy joven todavía, fue dada en matrimonio a Patricio, del que tuvo hijos, entre los cuales se cuenta a Agustín, por cuya conversión derramó abundantes lágrimas y oró mucho a Dios. Al tiempo de partir para África, ardiendo en deseos de la vida celestial, murió en la ciudad de Ostia del Tíber († 387).
Etimológicamente: Mónica = Aquella que disfruta de la soledad, es de origen griego.
Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma, el Papa.
Breve Biografía
Hoy celebramos a Santa Mónica, que con su testimonio logró convertir a su marido, a su suegra y a su hijo, San Agustín, quién también, es un gran santo de la Iglesia.
Santa Mónica fue una mujer con una gran fe y nos entregó un testimonio de fidelidad y confianza en Dios, por lo que alcanzó la santidad cumpliendo con su vocación de esposa y madre.
Un poco de historia
Mónica, la madre de San Agustín, nació en Tagaste (África del Norte) a unos 100 km de la ciudad de Cartago en el año 332.
Formación
Sus padres encomendaron la formación de sus hijas a una mujer muy religiosa y estricta en disciplina. Ella no las dejaba tomar bebidas entre horas (aunque aquellas tierras son de clima muy caliente) pues les decía: «Ahora cada vez que tengan sed van a tomar bebidas para calmarla. Y después que sean mayores y tengan las llaves de la pieza donde está el vino, tomarán licor y esto les hará mucho daño.» Mónica le obedeció los primeros años pero, después ya mayor, empezó a ir a escondidas al depósito y cada vez que tenía sed tomaba un vaso de vino. Más sucedió que un día regañó fuertemente a un obrero y éste por defenderse le gritó ¡Borracha! Esto le impresionó profundamente y nunca lo olvidó en toda su vida, y se propuso no volver a tomar jamás bebidas alcohólicas. Pocos meses después fue bautizada (en ese tiempo bautizaban a la gente ya entrada en años) y desde su bautismo su conversión fue admirable.
Su esposo
Ella deseaba dedicarse a la vida de oración y de soledad pero sus padres dispusieron que tenía que esposarse con un hombre llamado Patricio. Este era un buen trabajador, pero de genio terrible, además mujeriego, jugador y pagano, que no tenía gusto alguno por lo espiritual. La hizo sufrir muchísimo y por treinta años ella tuvo que aguantar sus estallidos de ira ya que gritaba por el menor disgusto, pero éste jamás se atrevió a levantar su mano contra ella. Tuvieron tres hijos: dos varones y una mujer. Los dos menores fueron su alegría y consuelo, pero el mayor Agustín, la hizo sufrir por varias décadas.
La fórmula para evitar discusiones
En aquella región del norte de África donde las personas eran sumamente agresivas, las demás esposas le preguntaban a Mónica porqué su esposo era uno de los hombres de peor genio en toda la ciudad, pero que nunca la golpeaba, y en cambio los esposos de ellas las golpeaban sin compasión. Mónica les respondió: «Es que, cuando mi esposo está de mal genio, yo me esfuerzo por estar de buen genio. Cuando él grita, yo me callo, para pelear se necesitan dos y yo no acepto entrar en pelea, pues….no peleamos».
Viuda, y con un hijo rebelde
Patricio no era católico, y aunque criticaba el mucho rezar de su esposa y su generosidad tan grande hacia los pobres, nunca se opuso a que dedique de su tiempo a estos buenos oficios. Y quizás, el ejemplo de vida de su esposa logro su conversión. Mónica rezaba y ofrecía sacrificios por su esposo y al fin alcanzó de Dios la gracia de que en el año de 371 Patricio se hiciera bautizar, y que lo mismo hiciera su suegra, mujer terriblemente colérica que por meterse demasiado en el hogar de su nuera le había amargado grandemente la vida a la pobre Mónica. Un año después de su bautizo, Patricio murió, dejando a la pobre viuda con el problema de su hijo mayor.
El muchacho difícil
Patricio y Mónica se habían dado cuenta de que Agustín era extraordinariamente inteligente, y por eso decidieron enviarle a la capital del estado, a Cartago, a estudiar filosofía, literatura y oratoria. Pero a Patricio, en aquella época, solo le interesaba que Agustín sobresaliera en los estudios, fuera reconocido y celebrado socialmente y sobresaliese en los ejercicios físicos. Nada le importaba la vida espiritual o la falta de ella de su hijo y Agustín, ni corto ni perezoso, fue alejándose cada vez más de la fe y cayendo en mayores y peores pecados y errores.
Una madre con carácter
Cuando murió su padre, Agustín tenía 17 años y empezaron a llegarle a Mónica noticias cada vez más preocupantes del comportamiento de su hijo. En una enfermedad, ante el temor a la muerte, se hizo instruir acerca de la religión y propuso hacerse católico, pero al ser sanado de la enfermedad abandonó su propósito de hacerlo. Adoptó las creencias y prácticas de una la secta Maniquea, que afirmaban que el mundo no lo había hecho Dios, sino el diablo. Y Mónica, que era bondadosa pero no cobarde, ni débil de carácter, al volver su hijo de vacaciones y escucharle argumentar falsedades contra la verdadera religión, lo echó sin más de la casa y cerró las puertas, porque bajo su techo no albergaba a enemigos de Dios.
La visión esperanzadora
Sucedió que en esos días Mónica tuvo un sueño en el que se vio en un bosque llorando por la pérdida espiritual de su hijo, Se le acercó un personaje muy resplandeciente y le dijo «tu hijo volverá contigo», y enseguida vio a Agustín junto a ella. Le narró a su hijo el sueño y él le dijo lleno de orgullo, que eso significaba que ello significaba que se iba a volver maniquea, como él. A eso ella respondió: «En el sueño no me dijeron, la madre irá a donde el hijo, sino el hijo volverá a la madre». Su respuesta tan hábil impresionó mucho a su hijo Agustín, quien más tarde consideró la visión como una inspiración del cielo. Esto sucedió en el año 437. Aún faltaban 9 años para que Agustín se convirtiera.
La célebre respuesta de un Obispo
En cierta ocasión Mónica contó a un Obispo que llevaba años y años rezando, ofreciendo sacrificios y haciendo rezar a sacerdotes y amigos por la conversión de Agustín. El obispo le respondió: «Esté tranquila, es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas». Esta admirable respuesta y lo que oyó decir en el sueño, le daban consuelo y llenaban de esperanza, a pesar de que Agustín no daba la más mínima señal de arrepentimiento.
El hijo se fuga, y la madre va tras de él
A los 29 años, Agustín decide irse a Roma a dar clases. Ya era todo un maestro. Mónica se decide a seguirle para intentar alejarlo de las malas influencias pero Agustín al llegar al puerto de embarque, su hijo por medio de un engaño se embarca sin ella y se va a Roma sin ella. Pero Mónica, no dejándose derrotar tan fácilmente toma otro barco y va tras de él.
Un personaje influyente
En Milán; Mónica conoce al santo más famoso de la época en Italia, el célebre San Ambrosio, Arzobispo de la ciudad. En él encontró un verdadero padre, lleno de bondad y sabiduría que le impartió sabios. Además de Mónica, San Ambrosio también tuvo un gran impacto sobre Agustín, a quien atrajo inicialmente por su gran conocimiento y poderosa personalidad. Poco a poco comenzó a operarse un cambio notable en Agustín, escuchaba con gran atención y respeto a San Ambrosio, desarrolló por él un profundo cariño y abrió finalmente su mente y corazón a las verdades de la fe católica.
La conversión tan esperada
En el año 387, ocurrió la conversión de Agustín, se hizo instruir en la religión y en la fiesta de Pascua de Resurrección de ese año se hizo bautizar.
Puede morir tranquila
Agustín, ya convertido, dispuso volver con su madre y su hermano, a su tierra, en África, y se fueron al puerto de Ostia a esperar el barco. Pero Mónica ya había conseguido todo lo que anhelaba es esta vida, que era ver la conversión de su hijo. Ya podía morir tranquila. Y sucedió que estando ahí en una casa junto al mar, mientras madre e hijo admiraban el cielo estrellado y platicaban sobre las alegrías venideras cuando llegaran al cielo, Mónica exclamó entusiasmada: » ¿Y a mí que más me amarra a la tierra? Ya he obtenido de Dios mi gran deseo, el verte cristiano.» Poco después le invadió una fiebre, que en pocos días se agravó y le ocasionaron la muerte. Murió a los 55 años de edad del año 387.
A lo largo de los siglos, miles han encomendado a Santa Mónica a sus familiares más queridos y han conseguido conversiones admirables.
En algunas pinturas, está vestida con traje de monja, ya que por costumbre así se vestían en aquél tiempo las mujeres que se dedicaban a la vida espiritual, despreciando adornos y vestimentas vanidosas. También la vemos con un bastón de caminante, por sus muchos viajes tras del hijo de sus lágrimas. Otros la han pintado con un libro en la mano, para rememorar el momento por ella tan deseado, la conversión definitiva de su hijo, cuando por inspiración divina abrió y leyó al azar una página de la Biblia.
Oración
Santa Mónica, te pedimos en este día que nos ayudes a vivir nuestra vocación cerca de Dios, confiando siempre en que la oración constante y sencilla es un instrumento eficaz para transformar los corazones de quienes nos rodean.
Amén.
Poner a trabajar los talentos
Santo Evangelio según san Mateo 25, 14-30. Sábado XXI del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, sé que estás conmigo. Creo que eres una persona viva y real, confío en que quieres lo mejor para mí. Te amo y quiero corresponder de la mejor manera a este amor. Ayúdame a serte fiel en todos los momentos de mi obrar cotidiano. Dame la gracia que más necesito en este momento de mi vida. Ayuda a todos los que me rodean a encontrarte y hacer una experiencia viva de Ti y de lo mucho que los amas.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 25, 14-30
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los cielos se parece también a un hombre que iba a salir de viaje a tierras lejanas; llamó a sus servidores de confianza y les encargó sus bienes. A uno le dio cinco millones; a otro, dos; y a un tercero, uno, según la capacidad de cada uno, y luego se fue.
El que recibió cinco millones fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió un millón hizo un hoyo en la tierra y allí escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo regresó aquel hombre y llamó a cuentas a sus servidores.
Se acercó el que había recibido cinco millones y le presentó otros cinco, diciendo: ‘Señor, cinco millones me dejaste; aquí tienes otros cinco, que con ellos he ganado’. Su señor le dijo: ‘Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor’.
Se acercó luego el que había recibido dos millones y le dijo: ‘Señor, dos millones me dejaste; aquí tienes otros dos, que con ellos he ganado’. Su señor le dijo: ‘Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor’.
Finalmente, se acercó el que había recibido un millón y le dijo: ‘Señor, yo sabía que eres un hombre duro, que quieres cosechar lo que no has plantado y recoger lo que no has sembrado. Por eso tuve miedo y fui a esconder tu millón bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo’.
El señor le respondió: ‘Siervo malo y perezoso. Sabías que cosecho lo que no he plantado y recojo lo que no he sembrado. ¿Por qué, entonces, no pusiste mi dinero en el banco para que, a mi regreso, lo recibiera yo con intereses? Quítenle el millón y dénselo al que tiene diez. Pues al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que tiene poco, se le quitará aun eso poco que tiene.
Y a este hombre inútil, échenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación’”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
En este pasaje pareciera descubrir un Dios severo, un Dios ambicioso que sólo se preocupa por su dinero y por la eficacia de sus empleados. Pero necesito no quedarme en lo superficial de tu Evangelio sino poder ir a lo profundo, a la enseñanza que me quieres dejar.
Algo en lo que podría fijar mi mirada es que no dejas a ningún obrero sin talento. A todos les das algo con lo cual puedan fructificar. A uno le das diez, a otro cinco, a otro uno. Y a mí, ¿cuántos me has dado? … Dame la gracia de descubrir cuáles son esos talentos y ayúdame a no compararme con aquellos que puedan tener más o mejores talentos que los míos. Tú has repartido los talentos de acuerdo a la capacidad de cada uno.
Los talentos no son un derecho. Son un regalo que tu amor me hace. Generalmente un regalo se recibe para usarlo, ponerlo en acción, compartirlo. No lo recibo para guardarlo sin destapar y mantenerlo ajeno a mi vida. Esto fue lo que hizo aquel siervo del Evangelio. No se detuvo a valorar la confianza que le había dado su señor, ni lo valioso del único talento que poseía, ni lo mucho que podía ganar con él. Simplemente recibió y escondió, desenterró y entregó.
Dame la gracia, Señor, de poner a trabajar los regalos, los talentos que me has dado. Que no tema arriesgar los talentos que me has regalado para así hacerlos multiplicar. Dame la confianza necesaria para poner toda mi vida al ruedo y así crecer en mi plenitud personal y en la extensión de tu Reino.
«Ante las necesidades del prójimo, estamos llamados a privarnos —como esos niños, de la mitad del filete— de algo indispensable, no sólo de lo superfluo; estamos llamados a dar el tiempo necesario, no sólo el que nos sobra; estamos llamados a dar enseguida sin reservas algún talento nuestro, no después de haberlo utilizado para nuestros objetivos personales o de grupo». (S.S. Francisco, Angelus, 8 de noviembre de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Me quitaré un tiempo de esparcimiento para tener más tiempo para mi oración donde agradeceré a Dios las cualidades que me ha regalado y he podido acrecentar con su gracia y mi esfuerzo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Fidelidad es más que no engañar
La fidelidad es la virtud para dar cumplimiento a una promesa.
En la mayoría de las personas podremos encontrar la idea de que la fidelidad conyugal consta en no tener una relación emocional con otra persona, pero pocos saben que la verdadera fidelidad en la pareja va más allá de esto. La fidelidad es reservarse y entregarse completa e incondicionalmente al amado. José Ortega Y Gasset decía que “La lealtad es el camino más corto entre dos corazones”.
La fidelidad es la virtud para dar cumplimiento a una promesa. El término proviene del latín fidelitas y también permite hacer referencia a la exactitud o puntualidad en la ejecución de una acción. Si bien la fidelidad no es algo propio y exclusivo de la relación de pareja (se puede ser fiel también en la amistad, en el deber, a ideales, etc.), sí es este contexto donde se tiene que dar de una manera muy peculiar y especial.
Muchas personas piensan que la fidelidad se limita al aspecto sexual, ante esto, Fernando Savater aclara que “la fidelidad es tener fe, ser fiel a alguien, pero en un sentido más amplio: tener fidelidad a su afecto, a sus gustos, hacer las cosas por cariño, por interés de verla vivir mejor, pero no exclusivamente en el terreno sexual”.
Al momento de contraer matrimonio hacemos una serie de promesas hacia nuestra pareja. El ser fiel, además de no engañar a nuestra pareja con otra persona, implica dar cumplimiento a cada una de esas promesas que hicimos. La fidelidad supone seguir un proyecto de vida en común que se establece a partir del acto de la promesa.
De tal manera que no es suficiente no engañar, no es suficiente el perdurar en la relación, “ser fiel no significa sólo mantener una relación a lo largo del tiempo, pues no es únicamente cuestión de tiempo sino de calidad. Lo decisivo en la fidelidad no es conseguir que un amor se alargue indefinidamente, sino que sea auténtico”, puntualiza el catedrático español Alfonso López Quintás.
Es importante puntualizar que la fidelidad hacia los demás se desprende en gran parte de la que tenemos hacia uno mismo. En la medida en la que no nos traicionemos y defraudemos a nosotros mismos, en que trabajemos por ser personas rectas, integras y transparentes, es en esa medida en que tendremos preparado el terreno para ser fieles con los demás. Hay que buscar siempre ser la mejor versión de sí mismo, el verdadero amor así nos lo exige.
Para ser fiel es necesario que desarrollemos en nosotros diversas virtudes y vivir día con día la decisión que tomamos de elegir exclusivamente a nuestra pareja. En una ocasión escuche decir a una persona que estaba siendo infiel durante el noviazgo para poder ser fiel ya en su matrimonio. Actuando bajo esta lógica lo único que estaba logrando sin darse cuenta era poner todo lo necesario… pero para ser infiel también en el matrimonio. La fidelidad no se da de manera automática al contraer matrimonio, es algo que se tiene que practicar desde toda la vida.
El escritor y poeta francés Georges Duhamel decía “Nunca he engañado a mi mujer. No es ningún mérito: la amo”. La fidelidad es una expresión del amor, pero de un amor verdadero, maduro. Si en verdad amo a mi pareja y reconozco el valor de nuestra relación conyugal, será poco probable que sea infiel en mi relación. Pareciera redundante, pero, para prevenir la infidelidad la mejor solución es amar.
La fe hace posible la armonía en las familias, en la Iglesia, en el mundo
Este 26 de agosto, el Santo Padre recibió en audiencia a los miembros de la Familia de Pedro María Guimarães de Mello.
“La oración nos ayuda a mantener viva la fe; el aceite de la fe se conserva volviendo a menudo el pensamiento al Señor: puede ayudarnos mucho mirar la imagen del crucifijo, detener nuestra mirada en Jesús. Es una hermosa manera de rezar”, lo dijo el Papa Francisco en sus saludos a los miembros de la Familia de Pedro María Guimarães de Mello, a quienes recibió en audiencia la mañana de este viernes, 26 de agosto, en la Sala Clementina del Vaticano.
Una familia unida y fortalecida por el don de la fe
En sus saludos, el Santo Padre les agradeció por su testimonio de “amor a la Iglesia y por su peregrinación a la tumba de San Pedro”. “Es la fe en Jesús – precisó el Pontífice – la que los ha traído aquí y los ha reunido. Es bueno ver a una familia unida y fortalecida por el don de la fe. Al ver a su familia y pensar en familias como la suya, me viene a la mente el Salmo 133: «¡Miren qué hermoso y qué dulce es que los hermanos vivan juntos! Es como un aceite precioso derramado sobre la cabeza, que corre sobre la barba».
No dejar nunca que el aceite de la fe se agote en sus lámparas
Y tomando como inspiración este Salmo, el Papa Francisco les dijo que, “el aceite es una bella imagen de la unión, de la felicidad de estar en comunión. Pero el aceite es también una imagen de la fe que refuerza nuestros vínculos y, a través del Espíritu Santo, hace posible la armonía en las familias, en la Iglesia, en el mundo”. Por ello, el Papa los animó a no dejar nunca que el aceite de la fe se agote en sus lámparas. “De este modo, se colabora, en cierto sentido, con la gracia de Dios que experimentamos en nuestro encuentro con Él. Y experimentamos la presencia del Señor en muchas circunstancias, pero especialmente en los sacramentos y en la meditación de su Palabra”.
La oración nos ayuda a mantener vivo el aceite de la fe
Finalmente, el Papa Francisco los alentó a mantener viva la fe, y esto dijo, se hace volviendo la mirada a Jesús Resucitado. “La oración nos ayuda a mantener viva la fe; el aceite de la fe se conserva volviendo a menudo el pensamiento al Señor: puede ayudarnos mucho mirar la imagen del crucifijo, detener nuestra mirada en Jesús. Es una hermosa manera de rezar”. Antes de despedirse, el Pontífice los invitó, como familia y como individuos, “a seguir en su camino de fe, confiando en la bondad del Señor y en la protección de la Virgen María, a la que tanto veneran en Fátima”.
Nuestros abuelos: una rica herencia
No hay cariño más dulce y noble que el de los abuelos.
Los seres humanos somos muy dados a presumir a nuestros ancestros, algunos quizá de rancio abolengo, como dirían en las novelas “de sangre azul”, otros de sangre roja y de orígenes sencillos, pero, ciertamente, todos provenientes de una misma pareja: Adán y Eva.
Sin embargo, es costumbre destacar a aquellos que han realizado hazañas o hechos prominentes para la historia de la humanidad, por ello recordamos en las efemérides, ciertas fechas que han marcado los acontecimientos del mundo y a sus protagonistas. Algo que todos deberíamos presumir es tener a nuestros abuelos, o bien, haberlos tenido, pues son nuestras raíces, de ellos tenemos como herencia nuestros dones, talentos, habilidades y hasta virtudes, las que fueron transmitidas a nuestros padres y de ellos a nosotros. Dice la Sagrada Escritura: «Delante de las canas te pondrás en pie; honrarás al anciano, y a tu Dios temerás”, (Levítico 19,32), porque con la edad llega la sabiduría, la contemplación y la paciencia.
Pero también merma la salud y la fuerza. Es el orden natural de la vida. Pero dentro de las tantas ventajas que tiene envejecer, podemos destacar que se aprecia más la vida y lo que conlleva. Para los que fueron padres, los hijos ya han crecido, formado sus propias familias y ahora les toca disfrutar a los nietos. Por cierto, los niños que crecen con sus abuelos cerca tienen una enorme probabilidad de ser más felices, porque tienen amor al por mayor.
No hay cariño más dulce y noble que el de los abuelos. Hasta nuestro Señor Jesucristo los tuvo: San Joaquín y Santa Ana, padres de la Virgen María. Por eso, el 28 de agosto se ha convertido en una fecha importante, porque se reconoce la vida y labor de nuestros adultos mayores: nuestros abuelos.
Colmemos de afecto y atenciones a los abuelos, a los padres y adultos mayores en general, ellos son nuestro origen y honrarlos es nuestro camino seguro al cielo. ¡Feliz día a todos los abuelitos!
Santa Mónica, la madre que logró la conversión de su hijo san Agustín
Rezó también por la conversión de su marido y su suegra. Y su oración arrancó de Dios que los tres fueran bautizados
Santa Mónica nació en la ciudad romana de Tagaste (actual Suq Ahras, en Argelia), situada a unos 100 km de la ciudad de Cartago, en el año 332.
Aunque quería dedicarse a la vida religiosa desde muy joven, fue dada en matrimonio, según costumbre de la época, a un hombre llamado Patricio. Tuvieron tres hijos: una niña y dos niños. El mayor era Agustín, quien llegaría a ser con el tiempo san Agustín, santo y doctor de la Iglesia.
Patricio era muy trabajador pero se sabía de él que tenía mal carácter, era jugador y mujeriego. Además, la religión no le interesaba en absoluto. Le incomodaba que Mónica rezara y atendiera a los pobres, aunque nunca llegó a maltratarla físicamente. Mónica se esmeraba en rezar por su conversión y en tener un trato amoroso con él.
Bautismo de marido y suegra
En el año 371, Patricio se convirtió a la fe cristiana y pidió ser bautizado, sin duda movido por el amor y la fe de su esposa santa Mónica. No solo eso, también pidió el bautismo su suegra, que era de temperamento colérico y había hecho difícil la vida en familia hasta entonces.
Un año después, en el 372, Patricio falleció. Agustín tenía entonces 17 años.
Preocupación por la vida de Agustín
En cuanto a los hijos, mientras que la hija y uno de los varones fueron su apoyo y su consuelo, Agustín enseguida le causó preocupación.
Mónica sufría al ver que su hijo mayor no llevaba una vida moralmente recta. Agustín enfermó entonces y pidió conocer más la fe cristiana. Incluso hizo el propósito de convertirse. Sin embargo, cuando sanó posponía la decisión y finalmente aparcó aquella idea.
Maniqueísmo y vida en pareja
Al profundizar en la filosofía se hizo maniqueo y afirmaba que el mundo era obra del demonio. Al mismo tiempo, se enamoró de una joven y comenzó a vivir en pareja, de lo que nació el hijo de ambos, Adeodato.
Al escuchar de Agustín afirmaciones maniqueas, Mónica echó a su hijo de casa porque no consentía que dijera barbaridades contra la fe cristiana. Pero eso le dolía enormemente. Lloraba y rezaba por él.
Una noche Mónica soñó que ella lloraba por su hijo, pero se le acercó un hombre resplandeciente y le dijo: «Tu hijo volverá contigo» y vio a Agustín junto a ella.
Al explicarlo al joven, él interpretó que su madre iba a hacerse maniquea. Pero Mónica le corrigió: «En el sueño no me dijeron ‘mamá ira adonde su hijo’, sino ‘tu hijo volverá contigo’».
Esto impactó a Agustín. Mónica para entonces ya le había seguido hasta Milán.
«Es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas»
Mónica seguía llorando y rezando por él, y pedía a otras personas que también lo hicieran. Un día fue a visitar al obispo de Milán, san Ambrosio, para pedirle que rebatiera a su hijo las ideas maniqueas que explicaba, pero este le dijo que siguiera rezando: «Esté tranquila, es imposible que se pierda el hijo de tantas lágrimas».
Conversión de Agustín
En el año 387, tras muchos años de oraciones de su madre, ocurrió que Agustín tuvo una conversión fulminante al leer las palabras de san Pablo: “No en comilonas y embriagueces, no en lechos y en liviandades, no en contiendas y emulaciones sino revestíos de nuestro Señor Jesucristo y no cuidéis de la carne con demasiados deseos.”
Al instante, explica el propio san Agustín en sus “Confesiones”, se convirtió y fue a ver a su madre:
“…como si se hubiera infiltrado en mi corazón una luz de seguridad, se disiparon todas las tinieblas de mis dudas.”
“Después -sigue- entramos a ver a mi madre, indicándoselo, y se llenó de gozo; le contamos el modo como había sucedido, y saltaba de alegría y cantaba victoria, por lo cual te bendecía a ti, que eres poderoso para darnos más de lo que pedimos o entendemos, porque veía que le habías concedido, respecto de mí, mucho más de lo que constantemente te pedía con sollozos y lágrimas piadosas.”
San Agustín cambió el rumbo de sus días, recibió formación cristiana del propio san Ambrosio y fue bautizado en Pascua de Resurrección, en Milán.
Muerte en Ostia: «Todo lo que deseaba lo he conseguido de Dios»
Una vez convertido, Agustín, Adeodato y Mónica, madre y abuela, estuvieron seis meses en Rus Cassiciacum, actualmente Cassago Brianza, viviendo juntos en una casa. Ella estaba feliz de ver a su hijo ya convertido. Después Agustín decidió regresar a África. Viajaron hasta el puerto de Ostia, para embarcar allí.
Una noche, le dijo a Agustín con gran paz y alegría: «¿Y a mí qué más me puede amarrar a la tierra? Ya he obtenido mi gran deseo, el verte cristiano. Todo lo que deseaba lo he conseguido de Dios». Después tuvo un episodio de fiebre, y en pocos días se agravó y murió.
Lo único que pidió a sus hijos fue que rezaran por el descanso eterno de su alma.
Era el 27 de agosto del año 387 y santa Mónica tenía 55 años.
Su fiesta se celebra cada 27 de agosto.
Patronazgo
Santa Mónica es patrona de mujeres casadas y modelo de madres cristianas.
Oración
Dios de bondad, consolador de los que lloran: Tú que, lleno de compasión, acogiste las lágrimas que santa Mónica derramaba pidiendo la conversión de su hijo Agustín, concédenos, por la intercesión de ambos, el arrepentimiento sincero de nuestros pecados y la gracia de tu perdón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.