Agustín, Santo
Memoria Litúrgica, 28 de agosto
Obispo de Hipona y Doctor de la Iglesia
Martirologio Romano: Memoria de san Agustín, obispo y doctor eximio de la Iglesia, el cual, después de una adolescencia inquieta por cuestiones doctrinales y libres costumbres, se convirtió a la fe católica y fue bautizado por san Ambrosio de Milán. Vuelto a su patria, llevó con algunos amigos una vida ascética y entregada al estudio de las Sagradas Escrituras. Elegido después obispo de Hipona, en África, siendo modelo de su grey, la instruyó con abundantes sermones y escritos, con los que también combatió valientemente contra los errores de su tiempo e iluminó con sabiduría la recta fe (430).
Etimológicamente: Agustín = Aquel que es venerado, es de origen latino.
Fecha de canonización: Información no disponible, la antigüedad de los documentos y de las técnicas usadas para archivarlos, la acción del clima, y en muchas ocasiones del mismo ser humano, han impedido que tengamos esta concreta información el día de hoy. Si sabemos que fue canonizado antes de la creación de la Congregación para la causa de los Santos, y que su culto fue aprobado por el Obispo de Roma, el Papa.
Breve Biografía
San Agustín es doctor de la Iglesia, y el más grande de los Padres de la Iglesia, escribió muchos libros de gran valor para la Iglesia y el mundo.
Nació el 13 de noviembre del año 354, en el norte de África. Su madre fue Santa Mónica. Su padre era un hombre pagano de carácter violento.
Santa Mónica había enseñado a su hijo a orar y lo había instruido en la fe. San Agustín cayó gravemente enfermo y pidió que le dieran el Bautismo, pero luego se curó y no se llegó a bautizar. A los estudios se entregó apasionadamente pero, poco a poco, se dejó arrastrar por una vida desordenada.
A los 17 años se unió a una mujer y con ella tuvo un hijo, al que llamaron Adeodato.
Estudió retórica y filosofía. Compartió la corriente del Maniqueísmo, la cual sostiene que el espíritu es el principio de todo bien y la materia, el principio de todo mal.
Diez años después, abandonó este pensamiento. En Milán, obtuvo la Cátedra de Retórica y fue muy bien recibido por San Ambrosio, el Obispo de la ciudad. Agustín, al comenzar a escuchar sus sermones, cambió la opinión que tenía acerca de la Iglesia, de la fe, y de la imagen de Dios.
Santa Mónica trataba de convertirle a través de la oración. Lo había seguido a Milán y quería que se casara con la madre de Adeodato, pero ella decidió regresar a África y dejar al niño con su padre.
Agustín estaba convencido de que la verdad estaba en la Iglesia, pero se resistía a convertirse.
Comprendía el valor de la castidad, pero se le hacía difícil practicarla, lo cual le dificultaba la total conversión al cristianismo. Él decía: “Lo haré pronto, poco a poco; dame más tiempo”. Pero ese “pronto” no llegaba nunca.
Un amigo de Agustín fue a visitarlo y le contó la vida de San Antonio, la cual le impresionó mucho. Él comprendía que era tiempo de avanzar por el camino correcto. Se decía “¿Hasta cuándo? ¿Hasta mañana? ¿Por qué no hoy?”. Mientras repetía esto, oyó la voz de un niño de la casa vecina que cantaba: “toma y lee, toma y lee”. En ese momento, le vino a la memoria que San Antonio se había convertido al escuchar la lectura de un pasaje del Evangelio. San Agustín interpretó las palabras del niño como una señal del Cielo. Dejó de llorar y se dirigió a donde estaba su amigo que tenía en sus manos el Evangelio. Decidieron convertirse y ambos fueron a contar a Santa Mónica lo sucedido, quien dio gracias a Dios. San Agustín tenía 33 años.
San Agustín se dedicó al estudio y a la oración. Hizo penitencia y se preparó para su Bautismo. Lo recibió junto con su amigo Alipio y con su hijo, Adeodato. Decía a Dios: “Demasiado tarde, demasiado tarde empecé a amarte”. Y, también: “Me llamaste a gritos y acabaste por vencer mi sordera”. Su hijo tenía quince años cuando recibió el Bautismo y murió un tiempo después. Él, por su parte, se hizo monje, buscando alcanzar el ideal de la perfección cristiana.
Deseoso de ser útil a la Iglesia, regresó a África. Ahí vivió casi tres años sirviendo a Dios con el ayuno, la oración y las buenas obras. Instruía a sus prójimos con sus discursos y escritos. En el año 391, fue ordenado sacerdote y comenzó a predicar. Cinco años más tarde, se le consagró Obispo de Hipona. Organizó la casa en la que vivía con una serie de reglas convirtiéndola en un monasterio en el que sólo se admitía en la Orden a los que aceptaban vivir bajo la Regla escrita por San Agustín. Esta Regla estaba basada en la sencillez de vida.
Fundó también una rama femenina.
Fue muy caritativo, ayudó mucho a los pobres. Llegó a fundir los vasos sagrados para rescatar a los cautivos. Decía que había que vestir a los necesitados de cada parroquia. Durante los 34 años que fue Obispo defendió con celo y eficacia la fe católica contra las herejías. Escribió más de 60 obras muy importantes para la Iglesia como “Confesiones” y “Sobre la Ciudad de Dios”.
Los últimos años de la vida de San Agustín se vieron turbados por la guerra. El norte de África atravesó momentos difíciles, ya que los vándalos la invadieron destruyéndolo todo a su paso.
A los tres meses, San Agustín cayó enfermo de fiebre y comprendió que ya era el final de su vida. En esta época escribió: “Quien ama a Cristo, no puede tener miedo de encontrarse con Él”.
Murió a los 76 años, 40 de los cuales vivió consagrado al servicio de Dios.
Con él se lega a la posteridad el pensamiento filosófico-teológico más influyente de la historia.
Murió el año 430.
¿Qué nos enseña su vida?
• A pesar de ser pecadores, Dios nos quiere y busca nuestra conversión.
• Aunque tengamos pecados muy graves, Dios nos perdona si nos arrepentimos de corazón.
• El ejemplo y la oración de una madre dejan fruto en la vida de un hijo.
• Ante su conflicto entre los intereses mundanos y los de Dios, prefirió finalmente los de Dios.
• Vivir en comunidad, hacer oración y penitencia, nos acerca siempre a Dios.
• A lograr una conversión profunda en nuestras vidas.
• A morir en la paz de Dios, con la alegría de encontrarnos pronto con Él.
Si quieres conocer más de la vida de San Agustín consulta corazones.org
Conoce el nuevo sitio Augustinus.it tiene el objetivo de difundir no sólo algunos aspectos de la figura poliédrica del santo sino toda su personalidad.
Algunos motivos para leer una de las obras cumbre de San Agustín
Poner a trabajar mis talentos recibido
Santo Evangelio según san Mateo 25, 14-30. Sábado XXI del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, sé que estás conmigo. Creo que eres una persona viva y real, confío en que quieres lo mejor para mí. Te amo y quiero corresponder de la mejor manera a este amor. Ayúdame a serte fiel en todos los momentos de mi obrar cotidiano. Dame la gracia que más necesito en este momento de mi vida. Ayuda a todos los que me rodean a encontrarte y hacer una experiencia viva de ti y de lo mucho que los amas.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 25, 14-30
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los cielos se parece también a un hombre que iba a salir de viaje a tierras lejanas; llamó a sus servidores de confianza y les encargó sus bienes. A uno le dio cinco millones; a otro, dos; y a un tercero, uno, según la capacidad de cada uno, y luego se fue.
El que recibió cinco millones fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió un millón hizo un hoyo en la tierra y allí escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo regresó aquel hombre y llamó a cuentas a sus servidores.
Se acercó el que había recibido cinco millones y le presentó otros cinco, diciendo: ‘Señor, cinco millones me dejaste; aquí tienes otros cinco, que con ellos he ganado’. Su señor le dijo: ‘Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor’.
Se acercó luego el que había recibido dos millones y le dijo: ‘Señor, dos millones me dejaste; aquí tienes otros dos, que con ellos he ganado’. Su señor le dijo: ‘Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor’.
Finalmente, se acercó el que había recibido un millón y le dijo: ‘Señor, yo sabía que eres un hombre duro, que quieres cosechar lo que no has plantado y recoger lo que no has sembrado. Por eso tuve miedo y fui a esconder tu millón bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo’.
El señor le respondió: ‘Siervo malo y perezoso. Sabías que cosecho lo que no he plantado y recojo lo que no he sembrado. ¿Por qué, entonces, no pusiste mi dinero en el banco para que, a mi regreso, lo recibiera yo con intereses? Quítenle el millón y dénselo al que tiene diez. Pues al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que tiene poco, se le quitará aun eso poco que tiene.
Y a este hombre inútil, échenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación’”.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
En este pasaje pareciera descubrir un Dios severo, un Dios ambicioso que sólo se preocupa por su dinero y por la eficacia de sus empleados. Pero necesito no quedarme en lo superficial de tu Evangelio sino poder ir a lo profundo, a la enseñanza que me quieres dejar.
Algo en lo que podría fijar mi mirada es que no dejas a ningún obrero sin talento. A todos les das algo con lo cual puedan fructificar. A uno le das diez, a otro cinco, a otro uno. Y a mí, ¿cuántos me has dado? … Dame la gracia de descubrir cuáles son esos talentos y ayúdame a no compararme con aquellos que puedan tener más o mejores talentos que los míos. Tú has repartido los talentos de acuerdo a la capacidad de cada uno.
Los talentos no son un derecho. Son un regalo que tu amor me hace. Generalmente un regalo se recibe para usarlo, ponerlo en acción, compartirlo. No lo recibo para guardarlo sin destapar y mantenerlo ajeno a mi vida. Esto fue lo que hizo aquel siervo del Evangelio. No se detuvo a valorar la confianza que le había dado su señor, ni lo valioso del único talento que poseía, ni lo mucho que podía ganar con él. Simplemente recibió y escondió, desenterró y entregó.
Dame la gracia, Señor, de poner a trabajar los regalos, los talentos que me has dado. Que no tema arriesgar los talentos que me has regalado para así hacerlos multiplicar. Dame la confianza necesaria para poner toda mi vida al ruedo y así crecer en mi plenitud personal y en la extensión de tu Reino.
«Ante las necesidades del prójimo, estamos llamados a privarnos —como esos niños, de la mitad del filete— de algo indispensable, no sólo de lo superfluo; estamos llamados a dar el tiempo necesario, no sólo el que nos sobra; estamos llamados a dar enseguida sin reservas algún talento nuestro, no después de haberlo utilizado para nuestros objetivos personales o de grupo». (S.S. Francisco, Angelus, 8 de noviembre de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Me quitaré un tiempo de esparcimiento para tener más tiempo para mi oración donde agradeceré a Dios las cualidades que me ha regalado y he podido acrecentar con su gracia y mi esfuerzo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Esconder los talentos
Meditación. Los talentos que Dios concede
Los talentos, es decir, los dones de la vida, aquello que somos, los podemos considerar como una fortuna. Pero haremos bien en no olvidar nuestra responsabilidad: del uso que hagamos de ellos dependerá nuestra salvación.
Así lo manifiesta el Evangelio. Al siervo negligente lo condena no por lo que hizo, sino por lo que dejó de hacer. No porque perdió el dinero, sino porque no lo usó: y a ese siervo inútil, arrojadle a las tinieblas. En el juicio final, no acusa a los que están a su izquierda de haberle golpeado, insultado o robado. Cristo no les reprocha alguna acción deshonesta que hayan cometido. Sólo les echa en cara el bien que no le hicieron: cuando no lo hicisteis a mis hermanos, tampoco a mí me lo hicisteis.
Malvado llama Cristo al siervo perezoso. ¿Por qué?
Porque el talento que había recibido no le pertenecía. Era de Dios. El mismo lo confiesa: Señor, aquí tienes tu talento. A él le correspondía administrarlo conforme al deseo de su dueño.
Pero es que, además, cuando Dios concede a alguien un talento, está pensando en todos aquellos a quienes beneficiará cuando ese talento produzca. De ahí que el pecado de omisión, el no producir intereses con el talento recibido, se convierta en un auténtico robo, en traición a los hermanos para quienes estaba destinado.
Nos escandaliza y duele la traición de Judas. La Iglesia naciente chorreó sangre y se estremeció en sus cimientos ante ella. Pero salió victoriosa por la fidelidad militante y operosa de los once apóstoles. Si éstos no hubieran trabajado hasta la muerte por el triunfo de la Iglesia, ¿no hubieran sido ellos los auténticos traidores, mil veces más culpables que el mismo Judas?
Nuestra tarea como cristianos es similar a la de los once. Dios en su designio misterioso ha querido ligar la salvación de los hombres a nuestra fidelidad y a nuestro celo apostólico de cada cristiano. Ahí está el gran talento que coloca con cuidado en nuestras manos. ¡Qué misterio de bondad por parte de Dios pero qué inmensa responsabilidad para cada uno de nosotros!
No omitamos, pues, ni la más pequeña ocasión para hacer el bien. Cuesta poco y da mucho fruto saludar con una sonrisa al vecino, felicitar al compañero de trabajo cuando le ha salido bien su tarea, defender al Papa en una conversación, visitar a tal enferma que se encuentra enferma o sola…
Valoremos nuestros talentos. Seamos conscientes de las inmensas oportunidades que Dios nos da durante el día para colaborar con Él en la extensión de su Reino. Así podremos escuchar de sus labios aquellas otras palabras tan consoladoras: «Animo, siervo bueno y fiel…»
Gracias, Señor, por los talentos que me has dado y la confianza que me muestras. Lucharé con celo por hacerlos fructificar. Pero sin angustia: lo esencial para Ti no es la cantidad conseguida, sino el amor y el esfuerzo.
Políticos, protejan la dignidad humana de las amenazas de la tecnología
Papa Francisco a miembros de la Red Internacional de Legisladores Católicos.
El Papa Francisco dirigió un mensaje a los Legisladores católicos la mañana de este viernes 27 de agosto. Inició su alocución agradeciendo al Cardenal Schönborn y al señor Alting von Geusau por sus palabras.
El mensaje lo ubicó en el contexto de la pandemia del Covid-19 que “hace estragos” y sigue causando muertes, contagios y que “también ha causado mucha ruina económica y social”.
El rol de los parlamentarios. Más importante que nunca
El Papa enfatizó que el papel de los parlamentarios hoy es más importante que nunca:
“Ahora estáis llamados a colaborar, a través de vuestra acción política, en la renovación integral de vuestras comunidades y de la sociedad en su conjunto. No sólo para derrotar al virus, ni para volver al statu quo anterior a la pandemia, sino para abordar las causas profundas que la crisis ha revelado y amplificado: la pobreza, la desigualdad social, el desempleo generalizado y la falta de acceso a la educación”.
Francisco evidenció el contexto en que los legisladores realizan su misión y que no siempre gozan de gran estima, “Sin embargo ¿qué vocación más elevada hay que servir al bien común y priorizar el bienestar de todos antes que el beneficio personal? Este debe ser siempre vuestro objetivo, porque la buena política es indispensable para la fraternidad universal y la paz social (cf. Encíclica Todos los Hermanos, 176)”.
Administrar la tecnología para el bien común
Si bien las tecnologías y los avances científicos modernos han aumentado nuestra calidad de vida, el Papa llama la atención sobre sus efectos sin una justa administración: “abandonadas a su suerte y a las fuerzas del mercado, sin una orientación adecuada por parte de las asambleas legislativas y otras autoridades públicas guiadas por un sentido de responsabilidad social, estas innovaciones pueden amenazar la dignidad del ser humano”.
Francisco subraya que “No se trata de frenar el progreso tecnológico”, por eso invita a los legisladores a que “Una legislación cuidadosa puede y debe guiar la evolución y la aplicación de la tecnología para el bien común”. El Obispo de Roma recordó algunos ejemplos en que la tecnología puede poner en peligro la dignidad humana: “Pienso, por ejemplo, en la lacra de la pornografía infantil, la explotación de datos personales, los ataques a infraestructuras críticas como loshospitales y las falsedades difundidas a través de las redes sociales”.
“Les animo encarecidamente a asumir la tarea de una reflexión moral seria y profunda sobre los riesgos y las oportunidades inherentes al progreso científico y tecnológico, para que la legislación y las normas internacionales que la rigen se centren en promover el desarrollo humano integral y la paz, y no el progreso por sí mismo”, dijo Francisco.
Compromiso de todos los ciudadanos
El Papa recordó la importancia del compromiso y la participación de todos los ciudadanos, por eso insistió: Todos estamos llamados a promover el espíritu de solidaridad, empezando por las necesidades de los más débiles y desfavorecidos. Sin embargo, para sanar el mundo, dolorosamente probado por la pandemia, y construir un futuro más inclusivo y sostenible en el que la tecnología esté al servicio de las necesidades humanas y no nos aísle unos de otros, necesitamos no sólo ciudadanos responsables, sino también líderes preparados y animados por el principio del bien común.
Francisco concluyó su alocución invocando al Señor para que él les “conceda ser fermento de regeneración de mente, corazón y espíritu, testigos del amor político a los más vulnerables, para que sirviéndoles a ellos le sirvan a él en todo lo que hagan”.
Oración del Papa Clemente XI
Creo en ti, Señor, pero ayúdame a creer con firmeza…
Creo en ti, Señor, pero ayúdame a creer con firmeza; espero en ti, pero ayúdame a esperar sin desconfianza; te amo, Señor, pero ayúdame a demostrarte que te quiero; estoy arrepentido, pero ayúdame a no volver a ofenderte.
Te adoro, Señor, porque eres mi creador y te anhelo porque eres mi fin; te alabo, porque no te cansas de hacerme el bien y me refugio en ti, porque eres mi protector.
Que tu sabiduría, Señor, me dirija y tu justicia me reprima; que tu misericordia me consuele y tu poder me defienda.
Te ofrezco, Señor, mis pensamientos, ayúdame a pensar en ti; te ofrezco mis palabras, ayúdame a hablar de ti; te ofrezco mis obras, ayúdame a cumplir tu voluntad; te ofrezco mis penas, ayúdame a sufrir por ti.
Todo aquello que quieres tú, Señor, lo quiero yo, precisamente porque lo quieres tú, como tú lo quieras y durante todo el tiempo que lo quieras.
Te pido, Señor, que ilumines mi entendimiento, que fortalezcas mi voluntad, que purifiques mi corazón y santifiques mi espíritu.
Hazme llorar, Señor, mis pecados, rechazar las tentaciones, vencer mis inclinaciones al mal y cultivar las virtudes.
Dame tu gracia, Señor, para amarte y olvidarme de mí, para buscar el bien de mi prójimo sin tenerle miedo al mundo.
Dame tu gracia para ser obediente con mis superiores, comprensivo con mis inferiores, solícito con mis amigos y generoso con mis enemigos.
Ayúdame, Señor, a superar con austeridad el placer, con generosidad la avaricia, con amabilidad la ira, con fervor la tibieza.
Que sepa yo tener prudencia, Señor, al aconsejar, valor en los peligros, paciencia en las dificultades, sencillez en los éxitos.
Concédeme, Señor, atención al orar, sobriedad al comer, responsabilidad en mi trabajo y firmeza en mis propósitos.
Ayúdame a conservar la pureza de alma, a ser modesto en mis actitudes, ejemplar en mi trato con el prójimo y verdaderamente cristiano en mi conducta.
Concédeme tu ayuda para dominar mis instintos, para fomentar en mí tu vida de gracia, para cumplir tus mandamientos y obtener mi salvación.
Enséñame, Señor, a comprender la pequeñez de lo terreno, la grandeza de lo divino, la brevedad de esta vida y la eternidad futura.
Concédeme, Señor, una buena preparación para la muerte y un santo temor al juicio, para librarme del infierno y obtener tu gloria.
Por Cristo nuestro Señor.
Amén.
Los 7 mensajes más tiernos del Papa sobre los abuelos
Un aporte de romereports. com para los abuelos
Por: S.S. Papa Francisco | Fuente: http://www.romereports.com
1. AGRADECIMIENTO
FRANCISCO
6 de julio, 2015
«Quisiera saludar a todos las abuelas y abuelos y agradecerles su preciosa presencia en las familias y para las nuevas generaciones”.
Desde el principio, Francisco ha tenido muy presentes a las personas mayores. En la misa de inicio de pontificado pidió que se les cuide especialmente porque a menudo quedan en la «periferia del corazón.
Pocos meses después, en la Jornada Mundial de la Juventud de Brasil, habló a los jóvenes sobre la importancia de escuchar a sus mayores.
2. EUTANASIA CULTURAL
FRANCISCO
25 de julio, 2013
«Esta civilización mundial se pasó de rosca, se pasó de rosca… porque es tal el culto que se ha hecho al Dios dinero que estamos presenciando una filosofía y una praxis de exclusión de los dos polos de la vida que son las promesas de los pueblos. No se cuida a los ancianos porque no se les cuida. Pero está también eutanasia cultural. No se los deja hablar ni actuar”.
Francisco sabe que los abuelos son una pieza fundamental en la vida de los niños. Y lo sabe por propia experiencia gracias al cariño de su abuela Rosa. Así lo explicó en la catequesis dedicada a los abuelos.
3. EJEMPLO
FRANCISCO
11 de marzo, 2015
«Las palabras de los abuelos tienen algo especial para los jóvenes. Y ellos lo saben. Las palabras que mi abuela me entregó por escrito el día de mi ordenación sacerdotal aún las llevo conmigo, siempre en el breviario, y las leo a menudo y me hace bien”.
Por eso, no se cansa de denunciar los atropellos que se cometen contra las personas mayores a las que se deja de lado en la sociedad. Dice que incluso es pecado.
4. DESCARTE
FRANCISCO
4 de marzo, 2015
«Es horrible ver a los ancianos descartados. Es feo y es pecado”.
Porque las personas mayores son la memoria de los pueblos y, sobre todo, la de las familias.
5. TRANSMISORES DE LA FE
FRANCISCO
11 de noviembre, 2013
«Recemos por nuestros abuelos, nuestras abuelas, que tantas veces han tenido un papel heroico en la transmisión de la fe en tiempos de persecución. Cuando papá y mamá no estaban en casa o tenían ideas extrañas, que les enseñaba la política de aquel tiempo, fueron las abuelas quienes transmitieron la fe”.
Como ejemplo de la importancia que tienen los ancianos para el Papa, por primera vez el Vaticano organizó un encuentro dedicado a ellos. Una jornada muy especial a la que asistió Benedicto XVI al que Francisco llama tiernamente «un abuelo sabio”.
6. SABIOS
FRANCISCO
28 de septiembre, 2014
«He dicho muchas veces que me gusta que viva aquí, en el Vaticano, porque es como tener al abuelo sabio en casa. Gracias”.
El Papa lamentó el olvido y la violencia hacia las personas mayores y explicó que los abuelos aportan una experiencia insustituible.
7. TERNURA
FRANCISCO
28 de septiembre, 2014
«Una de las cosas más bonitas de la vida de la familia, de nuestra vida, es acariciar a un niño y dejarse acariciar por un abuelo o una abuela”.
No son sólo las palabras, son también los gestos. En audiencias generales, en encuentros o en viajes, el Papa Francisco no pierde oportunidad de saludarlos o detenerse para escucharlos.
Si sientes que no puedes más, reza esta oración de san Agustín
«Hay días en que la carga nos desgasta los hombros y nos sentimos agotados…»
Dios de vida,
hay días en que la carga nos desgasta los hombros y nos sentimos agotados;
en que el camino parece monótono e interminable,
y el cielo, gris y amenazante;
en que nuestra vida carece de música,
nuestro corazón está solo y nuestra alma ha perdido su arrojo.
Inunda el camino con tu luz, te suplicamos;
dirige nuestra mirada a donde el cielo está lleno de promesas.
Papa Francisco: Dios no nos ha dado sus bienes para guardarlos en una caja fuerte
La parábola de los talentos, comentada por el Papa Francisco en el rezo del Ángelus, a partir del evangelio de san Mateo
Queridos hermanos y hermanas,
El evangelio es la parábola de los talentos, tomado de san Mateo (25,14-30). Habla de un hombre que, antes de salir de viaje, convoca a sus siervos y les confía su patrimonio en talentos, monedas antiguas de grandísimo valor. Ese amo confía al primer servidor cinco talentos, al segundo dos, al tercero uno.
Durante la ausencia del señor, los tres siervos deben hacer rendir este patrimonio. El primero y el segundo siervo doblan cada uno el capital de partida; el tercero, en cambio, por miedo a perderlo todo, entierra el talento recibido en un hoyo. A la vuelta del amo, los dos primeros reciben alabanza y recompensa, mientras que el tercero, que devuelve sólo la moneda recibida, es recriminado y castigado.
Está claro el significado de esto. El hombre de la parábola representa a Jesús, los siervos somos nosotros y los talentos son el patrimonio que el Señor nos confía: ¿cuál es su patrimonio? su Palabra, la Eucaristía, la fe en el Padre celestial, su perdón… tantas cosas, en resumen, sus bienes más preciosos. Este es el patrimonio que nos confía: no para guardarlo, sino para hacerlo crecer.
Mientras que en nuestra costumbre el término “talento” indica una destacada cualidad individual – por ejemplo en la música, en el deporte, etc. –, en la parábola los talentos representan los bienes del Señor, que Él nos confía para que los hagamos fructificar. El hoyo cavado en la tierra por el “siervo malvado y holgazán” (v. 26) indica el miedo del riesgo, que bloquea la creatividad y la fecundidad del amor. Porque el miedo a los riesgos del amor nos bloquean.
Para el bien de los demás
Jesús no nos pide que conservemos su gracia en una caja fuerte, esto no nos lo pide Jesús, sino que quiere que la usemos para el bien de los demás. Todos los bienes que hemos recibido son para darlos a los demás, y así crecen. Es como si nos dijera: “Aquí tienes mi misericordia, mi ternura, mi perdón: tómalos y úsalos lo más que puedas”.
¿Y nosotros qué hemos hecho? ¿A quién hemos “contagiado” con nuestra fe? ¿A cuántas personas hemos animado con nuestra esperanza? ¿Cuánto amor hemos compartido con nuestro prójimo? Son preguntas que nos hará bien hacernos. Cualquier ambiente, incluso el más alejado e impracticable, puede ser lugar donde hacer fructificar los talentos. No hay situaciones o lugares cerrados de antemano a la presencia y al testimonio cristiano. El testimonio que Jesús nos pide no está cerrado, está abierto. Depende de nosotros.
Esta parábola nos empuja a no esconder nuestra fe y nuestra pertenencia a Cristo, a no sepultar la Palabra del Evangelio, sino a hacerla circular en nuestra vida, en las relaciones, en las situaciones concretas, como fuerza que pone en crisis, que purifica, que renueva.
El sacramento del perdón
Así también el perdón, que el Señor nos da especialmente en el Sacramento de la Reconciliación: no lo tengamos cerrado en nosotros mismos, dejemos que libere su fuerza, que haga caer esos muros que nuestro egoísmo ha levantado, que nos haga dar el primer paso en las relaciones bloqueadas, retomar el dialogo donde ya no hay comunicación … Hacer que estos talentos, estos regalos, estos dones que Dios nos ha dado, crezcan, den fruto con nuestro testimonio.
Creo que sería un buen gesto que cada uno de nosotros cogiera el Evangelio, en casa, Mateo 25, 14-30, leerlo y meditarlo un poco: los talentos, mis riquezas, todo lo espiritual que Dios me ha dado, la bondad, la Palabra de Dios, ¿hago que crezca en los demás? ¿O la guardo en la caja fuerte?
El Señor no da a todos lo mismo y de la misma forma: nos conoce personalmente y nos confía lo que nos hace falta; pero en todos hay algo que es igual, pone la misma inmensa confianza. Dios se fía de nosotros, Dios tiene esperanza en nosotros. ¡No le defraudemos! No nos dejemos engañar por el miedo, sino devolvamos confianza por confianza.
Petición a la Virgen
La Virgen María encarna esta actitud de la forma más hermosa y plena. Ella recibió y acogió el don más sublime, a Jesús en persona, y a su vez, lo ofreció a la humanidad con corazón generoso. A Ella le pedimos que nos ayude a ser “siervos buenos y fieles”, para participar “en el gozo de nuestro Señor”.
*Rezo del Ángelus del Papa Francisco del 16 de noviembre de 2014.