Proverbios 2:1-9 / Colosenses 3:12-17 / Mateo 19:27-29
San Agustín comienza el libro de las Confesiones, diciendo: “Nos habéis creado para Ti, Señor y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en ti” y esta célebre y citada frase lo que quiere es hacernos memoria de nuestra capacidad de Dios y de la inclinación de todo nuestro ser hacia Él. Los hombres y mujeres como capaces de Dios. La tradición cristiana nos enseña que esta relación espiritual entre persona y trascendente es posible y que por los discípulos de Jesucristo toma forma en una participación de nuestra humanidad en la vida de Dios, a través del Espíritu Santo y en comunión con Jesucristo. Por eso la fe bien entendida nunca destruye a la humanidad sino que la potencia. Existe una verdadera colaboración entre el crecimiento de los dones personales y la fe. Esta idea es propia de la humanidad creyente y por eso la encontramos ya en los libros del Antiguo Testamento como el Libro de los Proverbios al que pertenece la primera lectura. El texto nos invita a fortalecer, elevar a la máxima potencia todas nuestras cualidades personales. Y es precisamente porque en ellas encontramos la huella de Dios, que nos ha creado, que lo encontramos en Él cuando buscamos, acogemos y cultivamos la virtud de la inteligencia. Nada nos pone tan a su nivel como eso. La lectura nos invita a reconocer en Dios la fuente y el origen de la sabiduría. Y después la lectura da un giro: si comprendemos y conocemos, nuestra vida cambia: aparecen la honradez, la rectitud en los caminos, la justicia y la bondad. Parece que pasamos a una dimensión más vital, más activa. Conocer a Dios por el uso de la sabiduría y de la inteligencia tiene efectos reales en nuestras vidas.
Para algunos es más que sabido que, 11 de julio, celebramos la memoria de San Benito de Núrsia como Patrón de Europa. Otros tal vez se haya encontrado con esta celebración un poco más solemne de la que se puede esperar los días de cada día en Montserrat. Celebramos el fundador de nuestra orden benedictina, la memoria de quien escribió la Regla para monjes que desde hace quince siglos y todavía hoy inspira la vida de miles de hombres y mujeres en el mundo, monjes y monjas y también laicos. No es de extrañar que la liturgia proponga este fragmento del libro de los proverbios como primera lectura de hoy, solemnidad de nuestro Padre San Benito. Aunque literalmente no encontramos las palabras de la primera lectura en la Regla, el libro de los Proverbios es uno de los más citados, por tanto un libro querido para San Benito. El estilo es similar. El maestro habla al discípulo y procura decirle palabras de sabiduría vital, palabras que le encaren a sí mismo ya Dios. Este maestro participa de esta dinámica bíblica que, cuanto más se preocupa de buscar a Dios, más ve también cómo crecen las cualidades humanas. La Regla de Sant Benet es un instrumento de crecimiento personal, un plan de vida centrado, por la fe, en Jesucristo y en su imitación. Esta identificación se hace sobre todo por la obediencia y el reconocimiento de la capacidad personal de cambiar, que en el lenguaje monástico y eclesial lo llamamos conversión, una palabra que se ha hecho sinónima de vida monástica.
El conocimiento de Dios, cuya inteligencia del mundo y cuya sabiduría nos hablaba el Libro de los proverbios, se adquieren en el propósito de la vida monástica viviendo en un espíritu obediente y de conversión. Vivir en espíritu de cambio y de obediencia es muy extensible y proponible a todos, también a vosotros que hoy me escuchan.
Más de una vez he escuchado a personas que no han hecho profesión monástica decir que la vida familiar y matrimonial les obliga también a ser muy obedientes, no en el sentido de sumisión de uno a otro, sino en el de trabajar y vivir en un espíritu que necesita una fidelidad a unos compromisos, renunciando muchas veces a muchas cosas. Estoy convencido. Desde el espíritu la conversión, del cambio, los monjes y los cristianos quisiéramos ser ejemplo de hombres que en primer lugar se reconocen imperfectos, no terminados, pecadores también.
Qué contracultural es esto en el mundo de hoy en día, en el que todos los modelos que se nos presentan son perfectos. ¿Ha oído alguna vez un jugador de fútbol o una estrella del espectáculo reconociendo algún defecto personal? No. No está de moda. Espero que no lo digan pero que al menos se les reconozcan. Es la única forma de avanzar en la vida. San Benito nos pone a menudo delante de nosotros mismos para que avancen en la conversión.
No lo hace con grandes interiorizaciones, reflexiones o meditaciones. Me atrevería a decir que la Espiritualidad de San Benito es una espiritualidad práctica, de las que propone crecer, por la sencilla obediencia de la vida de cada día, referida siempre a Dios. En esta espiritualidad la humildad es la virtud esencial y no nos pide que la practiquemos con heroicidades sin sentido, sino aceptando lo que vamos encontrando cada día. Lo hace de una manera muy concreta por los monjes en la vida de cada día del monasterio, en la comida, en el hablar, en el vestir, en el silencio, pero lo describe en una mano que seria perfectament proposable a qualsevol persona que vulgui viure centrada.
Que sería perfectamente proponible a cualquier persona que quiera vivir centrada. San Pablo VI, en una famosa homilía pronunciada en 1964 en el monasterio de Montecassino, que podría ser perfectamente un programa para la vida monástica de hoy, utiliza la expresión “el hombre recuperado para Él mismo” como un modelo que la vida monástica quiere proponer a todo el mundo. Esta recuperación para uno mismo se hace por la fe, por la oración, por el silencio, por la paz. Como el propio Papa decía, «en una palabra, por el Evangelio». Vivir recuperado por uno mismo, aceptado con todas las fragilidades personales, es una dinámica, es un camino. También la Regla tiene clara esta característica de ir avanzando por un camino. Si se va adelante de forma equilibrada, la obediencia a la realidad y la humildad para aceptarla te hace capaz de una comprensión muy grande del mundo y te das cuenta de que Dios con su perfección y omnipotencia se sirve de medios muy sencillos y se abren posibilidades de cambiar siguiendo el Evangelio. Ojalá viviéramos siempre así las diversas dimensiones de nuestra existencia: nuestra oración, nuestras ideas y actitudes morales y nuestro hacer, movidos por esta conciencia de Dios. Qué descanso encontrar en la historia de la Iglesia hombres y mujeres que han vivido de esta manera y nos han dejado testimonio. San Benito es uno de esos hombres que ilumina el mundo y nos propone el reto de continuar su carisma y transmitir el tesoro de virtudes a todos los hombres y mujeres del mundo.
Francisco de Borja, Santo
Memoria Litúrgica, 3 de octubre
Tercer Superior General de la Compañía de Jesús
Martirologio Romano: Memoria de san Francisco de Borja, presbítero, que, muerta su mujer, con quien había tenido ocho hijos, ingresó en la Compañía de Jesús y, pese a que abdicó de las dignidades del mundo y recusó las de la Iglesia, fue elegido prepósito general, siendo memorable por su austeridad de vida y oración (1572).
Etimología: Francisco = el abanderado, viene del germano
Breve Biografía
San Francisco Borja nació en Gandía (Valencia) el 28 de octubre de 1510, primógenito de Juan de Borja y entró muy joven al servicio de la corte de España, como paje de la hermana de Carlos V, Catalina. A los veinte años el emperador le dio el título de marqués. Se casó a los 19 años y tuvo ocho hijos. A los 29 años de edad, después de la muerte de la emperatriz, que le hizo comprender la caducidad de los bienes terrenos, resolvió “no servir nunca más a un señor que pudiese morir” y se dedicó a una vida más perfecta. Pero el mismo año fue elegido virrey de Cataluña (1539-43), cargo que desempeñó a la altura de las circunstancias, pero sin descuidar la intensa vida espiritual a la que se había dedicado secretamente.
En Barcelona se encontró con San Pedro de Alcántara y con el Beato Pedro Favre de la Compañía de Jesus. Este último encuentro fue decisivo para su vida futura. En 1546, después de la muerte de la esposa Eleonora, hizo la piadosa práctica de los ejercicios espirituales de san Ignacio y el 2 de junio del mismo año emitió los votos de castidad, de obediencia, y el de entrar a la Compañía de Jesús, donde efectivamente ingresó en 1548, y oficialmente en 1550, después de haberse encontrado en Roma a San Ignacio de Loyola y haber renunciado al ducado de Gandía. El 26 de mayo de 1551 celebraba su primera Misa.
Les cerró las puertas a los honores y a los títulos mundanos, pero se le abrieron las de las dignidades eclesiásticas. En efecto, casi inmediatamente Carlos V lo propuso como cardenal, pero Francisco renunció y para que la renuncia fuera inapelable hizo los votos simples de los profesos de la Compañía de Jesús, uno de los cuales prohíbe precisamente la aceptación de cualquier dignidad eclesiástica. A pesar de esto, no pudo evitar las tareas cada vez más importantes que se le confiaban en la Compañía de Jesús, siendo elegido prepósito general en 1566, cargo que ocupó hasta la muerte, acaecida en Roma el 30 de septiembre de 1572.
Fue un organizador infatigable (a él se le debe la fundación del primer colegio jesuita en Europa, en su sierra natal de Gandía, y de otros veinte en España), y siempre encontró tiempo para dedicarse a la redacción de tratados de vida espiritual. Se destacó por su gran devoción a la Eucaristía y a la Santísima Virgen. Incluso dos días antes de morir, ya gravemente enfermo, quiso visitar el santuario mariano de Loreto. Fue beatificado en 1624 y canonizado en 1671, uno de los primeros grandes apóstoles de la Compañía de Jesús.
Si quieres ahondar más en la vida de Francisco de Borja, consulta San Francisco de Borja en Corazones.org
Mirar más allá
Santo Evangelio según san Lucas 9, 51-56.
Martes XXVI del Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Mi Dios, Tú eres la fuente de la verdadera sabiduría. Quiero conocerte y experimentarte para vivir siempre sabiamente.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 9, 51-56
Cuando ya se acercaba el tiempo en que tenía que salir de este mundo, Jesús tomó la firme determinación de emprender el viaje a Jerusalén. Envió mensajeros por delante y ellos fueron a una aldea de Samaria para conseguirle alojamiento; pero los samaritanos no quisieron recibirlo, porque supieron que iba a Jerusalén. Ante esta negativa, sus discípulos Santiago y Juan le dijeron: «Señor, ¿quieres que hagamos bajar fuego del cielo para que acabe con ellos?». Pero Jesús se volvió hacia ellos y los reprendió. Después se fueron a otra aldea.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
La impaciencia es un defecto al cual todo hombre vive expuesto. Vivimos indispuestos a todo aquello que parece contraponerse a nuestro modo de vivir. La solución, sin embargo, no es sólo una relativista. Cuando una persona me dice «no quiero hacer lo que tú propones», la solución no siempre es decir: «Está bien. Hazlo cómo desees». El cristiano no es aquél que simplemente se desentiende de su entorno. No es el que dice «que todos hagan lo que quieran», con lo cual abre una puerta a la división.
Cristo me enseña a ser paciente. No manda fuego sobre aquellos que no recibieron su mensaje. Cristo sabe esperar. Sabe mirar hacia adelante. Es consciente de que, para enseñar a amar, se deben ofrecer muchas oportunidades. Me sirvo de una imagen: un pescador debe mantener siempre la caña en sus manos. Si la suelta por un momento podría perder a su presa. Si desea pescar, debe tenerla siempre firme. Aunque por mucho tiempo nada muerda su anzuelo, estará listo para el momento en que algún animal lo haga. La misericordia de Cristo consiste, no en olvidar y dejar fracasar todo, sino en ofrecer su mano al hombre una y otra vez, pero sin invadirlo.
Te pido la gracia, Jesús, de formar un corazón como el tuyo: Paciente y que mira siempre más allá.
«La Eucaristía forma en nosotros una memoria agradecida, porque nos reconocemos hijos amados y saciados por el Padre; una memoria libre, porque el amor de Jesús, su perdón, sana las heridas del pasado y nos mitiga el recuerdo de las injusticias sufridas e infligidas; una memoria paciente, porque en medio de la adversidad sabemos que el Espíritu de Jesús permanece en nosotros. La Eucaristía nos anima: incluso en el camino más accidentado no estamos solos, el Señor no se olvida de nosotros y cada vez que vamos a él nos conforta con amor». (Homilía de S.S. Francisco, 18 de junio de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Buscar recuperar una relación, una amistad o el contacto con alguna persona que he perdido por mi impaciencia. O entrar en contacto con alguien cuya relación sé que me costará. Siempre a ejemplo de Cristo.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Una oración inspirada en san Francisco de Borja para estar disponibles
Pídele a Dios el espíritu de servicio de este gran santo español para poder prestar atención a sus llamadas en tu vida cotidiana
El 3 de octubre de 2022 se celebra el 450 aniversario de la muerte de san Francisco de Borja y concluye el año jubilar celebrado en la archidiócesis de Valencia. Es un buen día para pedir a Dios poder servirle por intercesión de este versátil santo español.
Puedes usar esta oración ofrecida por la archidiócesis de Valencia, a la que pertenece Gandía, la localidad natal de san Francisco de Borja, con motivo del año jubilar:
Oración
Padre Nuestro
que, en san Francisco de Borja, nos das un modelo evangélico
de esposo y padre de familia,
de gobernante al servicio de las necesidades de sus ciudadanos
y de religioso de profunda vida interior y amor a la eucaristía.
Te pedimos que nos concedas, por su intercesión,
estar atentos a tus llamadas en nuestra vida cotidiana
y disponibles para responder a ellas
en identificación y seguimiento de Cristo nuestro Señor.
Te lo pedimos por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén
Un hombre apasionado por servir
San Francisco de Borja tenía pasión por servir a Dios. Lo mostró con su vida y lo expresó también muchas veces. Por ejemplo, en la carta que escribió al emperador Carlos I pidiéndole su licencia para entrar en la Compañía de Jesús y dar su vida por ella:
“Y así, deteniéndome en esta elección desde que falleció la duquesa, después de haberlo considerado cuatro años, y habiéndose hecho sobre ello muchas oraciones a Ntro. Señor por diversos siervos suyos, creciendo cada día más en los deseos, y quitándose las tinieblas de mi corazón, me da confianza que, no obstante que no merecía entrar en la viña del Señor, y más viniendo tan tarde, y habiendo sido mi oficio arrancar las cepas que otros plantaban, con todo, por ser la divina bondad sin medida, y su clemencia un piélago sin suelo, ha sido servido de mover a estos siervos de la Compañía de Jesús a que me admitiesen en su religión, en la cual, aunque ha días que deseo servir y morir, no he podido efectuarlo hasta cumplir con la obligación que el padre debe a sus hijos dentro de dos o tres meses; y así, no mirando estos padres a mí, sino a las palabras de Cristo, nuestro redentor, que dice ‘no haber venido a llamar a los justos, sino a los pecadores’ (Mt 9,13), creo que cumplirán mis deseos. Por lo cual suplico a V.M., como su vasallo y criado, y comendador de la Orden de Santiago, sea servido de darme su imperial, graciosa y agradable licencia…”.
Carta de Francisco de Borja a Carlos I escrita el 15 de enero de 1551
• Luke 9:51-56
Amigos, en el Evangelio de hoy, Jesús reprende a Santiago y a Juan por sus deseos de venganza. Jesús y los discípulos caminaban con dirección a Jerusalén. Al pasar por Samaria, se les niega la hospitalidad, ya que iban destino a Jerusalén, y eso no le gustaba a los samaritanos. ¿Un tema molesto? ¿Estúpido? ¿Racista? Si, todas esas cosas. Como resultado, Santiago y Juan (los hijos del trueno) claman: “Señor, ¿quieres que hagamos bajar fuego del cielo para que acabe con ellos?”.
¿Puedes escuchar los ecos de este clamor a través de los tiempos? Cada vez que las personas han sido tratadas injustamente, excluidas, y despreciadas, se experimentan naturalmente sentimientos de odio y un deseo de corresponder. Dirán que su familia, su raza o su país fueron ofendidos, y así, con esa justificación, reaccionan.
Pero Jesús se vuelve hacia ellos para reprenderlos. ¿Por qué? Porque seguirlo a Él y su forma no violenta es más importante que la raza, el país o el grupo étnico. Nuestros sentimientos por Él tienen que ir más allá, incluso de aquellos justificados sentimientos por otras cosas buenas.